Se había introducido el patrón oro bajo el pretexto de que fomentaría el comercio internacional. Pero, ni bien se sintieron sus primeros efectos, en forma de una gran baja de precios, lo que respondía a la teoría cuantitativa, cuando de todos los lados clamaron por „protección“.
Y se levantaron las murallas fronterizas en forma de aranceles aduaneros protectores, tendientes a dificultar el comercio de importación. ¿No significa esto sacrificar el fin a los medios?
Pero aunque el patrón oro hubiese podido introducirse sin que los precios bajaran, sin perturbaciones económicas, ello habría sido de poca utilidad para el comercio exterior. Se atribuye la expansión de éste justamente al patrón oro, porque empezó con la introducción del mismo. Pero resulta que el comercio exterior sólo aumentó porque había crecido la población; aunque ni siquiera guardó proporción con tal crecimiento, pues, se había producido ese aumento preferentemente en los países con moneda papel (Rusia, Austria, Asia, América del Sur), mientras en los países de patrón oro (Francia, Norte América) el comercio se desenvolvía con grandes dificultades. (Inglaterra, por ser país de tránsito, no puede tomarse en cuenta en este caso).
El patrón oro tendría sentido, si fuese posible implantarlo en el comercio mundial, sin que produzca ni derechos aduaneros, ni crisis económicas, ni bajas generales de precio. Y la iniciativa en una implantación, sin consecuencias desastrosas, tendría sentido para el Estado que estuviera en condiciones de imponerlo a todos los demás países. Si se carece de tal poder y se vive de esperanzas, entonces podríase intentar como primero implantar un sistema internacional de moneda papel. El alemán que compra actualmente sus mercaderías con oro y ha de venderlas por rublos papel, florines papel, pesos papel, liras papel, etc., ¿tiene en ello más ventaja que si también pagara sus mercaderías con marcos papel? Si el precio de venta ha de calcularse en una clase de moneda distinta a la del precio de compra, es completamente indiferente que la moneda utilizada en la compra sea de papel, de oro, o de plata.
Además, aunque el patrón oro fuera implantado en el comercio mundial, sus ventajas serían en realidad de importancia secundaria. Se creyó poder simplificar el cálculo mercantil, se supuso que bastaría, entonces, nombrar una cantidad cualquiera de dinero para abarcar en seguida su pleno significado para todos los países. ¡Qué ideas infantiles! En cuanto al primer efecto, hay que convenir que el patrón oro no elimina las fluctuaciones de los cambios, pues la importación de oro alterna con su exportación, y aunque se trate, tal vez, de cantidades pequeñas solamente, bastan ellas para causar considerables fluctuaciones en las cotizaciones de los cambios. Porque el cambio oscila entre los gastos de la importación y la exportación de oro, gastos que pueden importar a veces hasta el 3 %: flete y seguro marítimo, pérdida de intereses y demás gastos para la exportación, y los mismos gastos para reimportar el oro. A todo esto hay que agregar los gastos de reacuñación del oro. „Porque el camino al extranjero es para el oro el camino hacia la fundición“, dice Bamberger con toda razón. Y se trata aquí de gastos que hay que tomar en cuenta, aunque las operaciones sean de poca monta. Sea como fuera, el solo hecho de que el comerciante deba tomar en cuenta las fluctuaciones del cambio, demuestra que tales ventajas no existen para sus cálculos.
Más engañadora aún es la otra ventaja que se atribuye a la implantación del patrón oro en el comercio internacional, porque para conocer el significado de cierta cantidad de dinero para un país cualquiera, hay que saber primero cuáles son los precios de las mercaderías, de los salarios, etc. del país en cuestión.
Si yo, por ejemplo, hubiera heredado deudas en lugar de fortuna, no me quedaría en Alemania, sino que iría a un país donde el dinero se gana con mayor facilidad. Por cierto que a raíz de mi emigración el importe nominal de mi deuda no disminuye, pero sí el real. Un hombre con una deuda de 1.000 Marcos es un pobre diablo en Alemania; en América esa deuda significa bien poco. Lo contrario ocurre si en lugar de deudas hubiera heredado una fortuna. Luego, ¿qué significa el patrón oro en este caso? El emigrante, a quien se prometen montañas de oro, inquiere en primer lugar los precios de los productos que elabora y que consume. Recién cuando los conoce, es capaz de formarse una idea del significado de la suma de dinero prometida. Sus pensamientos van instantáneamente del oro a los precios de las mercaderías; éstos, y no el oro, forman el „banco“ en que puede descansar. Pero si es necesario conocer antes los precios de los productos para apreciar el significado de una suma de dinero, entonces es indiferente si esta cantidad se refiere a oro o a papel. Y efectivamente, hoy día, cuando se nombra una cantidad de dinero, ni se sabe aproximadamente siquiera, si se trata del dólar oro o del rublo papel.
Pero todas estas cuestiones tienen muy poca importancia para el comerciante. En efecto, ¿qué significan todos estos cálculos primitivos frente a los mil y una circunstancias imponderables, en que se fundan los cálculos de probabilidades para el comerciante. El debe apreciar el consumo de la mercadería, determinar su calidad, ver si puede competir con cien otros tipos de la misma categoría, tomar en cuenta los cambios de gusto, las perspectivas de la política aduanera, el rendimiento de las diversas categorías de productos en relación a la ganancia, etc., es esto lo que el comerciante debe considerar. El cálculo de los precios y el cálculo de conversión en moneda extranjera están a cargo de empleados subalternos.
Mucho más importante que las variedades de monedas de los distintos países, con los que trafica el comerciante, son los aranceles aduaneros y sus modificaciones, y dado que los diferentes países, para defender el patrón oro, abandonaron el libre cambio, confieso que prefiero al patrón oro, en combinación con aranceles protectores, cualquier clase de sistema monetario, incluso el patrón cauri de los cafres, con tal que subsista el libre cambio. Y a decir verdad, las barreras aduaneras siguieron en todas partes al patrón oro.
En el comercio internacional la mercancía se paga con mercancía, y sólo una parte muy insignificante de un posible saldo puede pagarse en efectivo. Créditos de cambio, préstamos y acciones intervienen en este caso en el balance de pagos. Para balancear los pagos resulta mucho más importante el procedimiento de los Bancos emisores, que no la existencia de medios efectivos de pago, susceptibles de la exportación. También en este caso, como siempre, el lema debe ser: más vale prevenir la enfermedad que curarla. El Banco emisor, por los movimientos del cambio, debe juzgar si ha emitido demasiado dinero, alzando así los precios, dificultando la exportación y facilitando la importación. En este caso ha de promover a tiempo una baja de precios, mediante la reducción de la oferta de dinero, y en caso contrario proceder a la inversa. Obrando así, los pagos siempre serán balanceados, y se evitarán los saldos pasivos. De este modo desaparecerá por lo menos, la cuestión sobre la posibilidad de exportar los propios medios de cambio. Digo: por lo menos - porque la posibilidad de exportar o importar dinero, puede provocar graves perjuicios, ya que quita al Banco emisor el monopolio de la provisión de dinero, sometiendo el propio mercado a la dominación de poderes extraños, a veces hostiles. (1) Toda especulación financiera cometida en el extranjero repercute en el interior del país perjudicado, y es imposible defenderse contra ello - a no ser mediante barreras aduaneras. En el momento, en que otros países implantan la moneda papel, expulsando así el oro, éste afluye, en búsqueda de colocación, alzando los precios en una época en que ya de por sí son demasiado altos. En cambio, si los países extranjeros derrogan la moneda de papel o el patrón plata, para adoptar el patrón oro, entonces éste huye a menudo en el preciso momento en que ya era escaso. ¡Cuántas dificultades se han causado ya a los endeudados agricultores alemanes, con semejantes maniobras financieras!
Cabe mencionar que todo esto, ya hace mucho había sido dilucidado por las investigaciones (2); pero recién la Libremoneda aportó la confirmación positiva. Efectivamente, tenemos ahora un papel moneda enteramente independiente del oro. Ni siquiera lleva la promesa de conversión. No obstante eso, la cotización del cambio sobre el exterior se mantiene más firme que nunca. La Administración monetaria en primer lugar dedicó toda su política a asegurar la estabilidad de los índices de los precios. Se observó entonces que, mientras los precios de las mercaderías se mantenían firmes, la cotización de las divisas fluctuaba. Esto se debía a que los precios en el exterior, donde todavía regía el patrón oro, oscilaban como antes. En el extranjero no se ha querido admitir esta interpretación, sosteniendo que la culpa era de nuestro papel-moneda. Entonces la Administración moneteria, para comprobar que esas fluctuaciones procedían del patrón oro, suspendió los precios fijos vigentes en el país, en procura de la estabilidad del cambio. Cuando el cambio subía, es decir, si las divisas extranjeras resultaban más caras, la Administración procedía a disminuir el medio circulante, y viceversa, cuando el cambio bajaba. Y, dado que en el sistema de la Libremoneda el mismo dinero representa la demanda de mercaderías, los precios de éstas, así como las cotizaciones de las divisas, se ajustaron de inmediato. Así se demostró al extranjero que no es posible esperar del patrón oro un cambio firme con precios estables de las mercaderías. Solamente si los precios de las mercancías en todos los países se mantienen firmes, el cambio también lo será. Luego, hay que procurar en todas partes, que los precios de las mercancías del país queden estables, para lograr así la firmeza en las cotizaciones de las divisas extranjeras.
Sólo un sistema monetario regido en cada país por los mismos principios podrá conducir a la estabilidad de los cambios en el comercio internacional, así como a un sistema monetario nacional. Por fin esto parece haber sido comprendido en el exterior, y se dice, que está por convocarse un Congreso Monetario International con el fin de organizar una Administración Monetaria Mundial.
Algo hay que hacer. Queremos el libre cambio, cotizaciones firmes de las divisas extranjeras y precios estables en el Interior. Unilateralmente, o sea por medio de instituciones nacionales no es factible realizar estas aspiraciones; hemos de entendernos con el resto del mundo. Y, a mi modo de ver, es la Libremoneda el dinero que está llamado a servir de base para tal acuerdo, porque ella es obediente, se deja amoldar, y siempre está dispuesta; se presta para cuanto uno quiera; no hay propósito que con ella no se logre.
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(1) Durante la crisis de Marruecos los capitales franceses, colocados en Bancos alemanes fueron retirados con el solo objeto de perjudicar a Alemania, y este objetivo se logró.
(2) Ver Silvio Gesell: „El ajuste de la moneda y su administración a las necesidades del comercio contemporáneo“, Buenos Aires 1897.
Igualmente: Frankfurth ‑ Gesell: „Política monetaria activa“, Berlín 1909.