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Trueque y Economía Solidaria
Susana Hintze (Editora)Carlos La Serna1
Yo estoy muy movido, lo que había preparado me parece que no es lo que debería decir después de escuchar lo que he escuchado. Voy a decir algunas cosas: lo primero y con esto no quiero desjerarquizar los esfuerzos que no sé cuántos cientos de economistas en el mundo han dedicado al tema de la moneda, pero quiero respaldar francamente la idea de que la moneda es un fetiche, la moneda es algo que se nos aparece a partir de ciertas pautas culturales que han sido impuestas en las sociedades capitalistas y no hay ninguna otra prueba que reafirme más lo que estoy diciendo que la experiencia muy razonable de algunas regiones de trueque en el manejo de una moneda emitida por ellos que no se ha deflacionado y cuyo manejo ha permitido que los precios tampoco se inflacionen, a partir de, diría yo, básicamente pocas lecturas, muy pocas y sobre todo dos cosas: sentido común y adhesión muy fuerte a ciertos principios culturales que son los del trueque.
Es decir, más allá de toda la sofisticación científica que le queramos meter al tema, la moneda no es nada más ni nada menos que un medio de cambio, un medio que facilita que nosotros hagamos entre nosotros las cosas que queramos hacer, nada más que eso, no sirve para ninguna otra cosa en una sociedad y en una economía que queramos que deje de ser lo que la sociedad y la economía dominante es actualmente. En ese marco, es claro que la moneda es una construcción social. Decir que la moneda es una construcción social es como decir que todos participamos en esto de la moneda; estoy hablando de la moneda en el sistema capitalista, aunque esto no es realmente así, en realidad la moneda es una construcción social en el marco de ciertas relaciones de poder que corresponden a cierta forma de dominación, la moneda nos es muchas veces impuesta.
Yo quiero recordar que el proceso por el cual la economía competitiva originaria de las sociedades capitalistas, aquella que emergió como resultado de la Revolución Francesa, economía de intercambios equivalentes, desaparece a manos de la concentración y el monopolio y desaparece en gran medida por determinada concepción acerca de la forma de desarrollo de esa economía. En esa forma de desarrollo, cierta concepción de la moneda tuvo un papel muy importante. El capitalismo dejó de ser un capitalismo basado en la producción y el intercambio de equivalentes para pasar a ser un capitalismo financiero. Un capitalismo en el que la ganancia deviene de dos conceptos: de la escasez y del interés; es decir, de una moneda que es escasa, pero es políticamente escasa, definida como escasa, y a la cual se aplica un interés. El atesoramiento es frente a ello una estrategia de protección a nivel de la familia o a nivel individual válida y legítima; a nivel del sistema y a nivel de las empresas es una estrategia de acumulación, es decir, es una estrategia de concentración del poder no sólo económico, también político…
Esta dirección del capitalismo, desde sus formas basadas en la producción a sus formas basadas en los excedentes financieros, sólo fue interrumpida por las crisis.
¿Cuál es la primera crisis que da cuenta de esta locura del capitalismo financiero? La crisis del ‘29/30, pero antes había habido otra crisis, la del ’22 en EE.UU. En el medio de esas crisis surgen formas alternativas de producción y de intercambio, en el medio de estas crisis es que surgen los primeros LETS.
¿Qué es lo que da por tierra con las formas alternativas? Lo que da por tierra con las formas alternativas es una forma de producción que contesta las formas exclusivamente financieras que había tomado el capitalismo y que son las formas de producción que se inauguran con las políticas keynesianas y con el Estado de Bienestar. El Estado de Bienestar frena esta tendencia que se había naturalizado al interior del capitalismo, hacia la producción de excedentes monetarios y financieros como base de la acumulación. ¿Hasta dónde lo frena? Hasta la caída del Muro de Berlín, es decir, el Estado de Bienestar es Estado de Bienestar mientras el capitalismo necesita legitimarse como sistema frente a la amenaza del desarrollo de los países socialistas; cuando el socialismo cae, la locura financiera del capitalismo vuelve con toda su fuerza, y lo que estamos viviendo es eso, un capitalismo librado a su propia fuerza sin contrapesos sistémicos tanto externos como internos, es decir, estamos viviendo un capitalismo atado a un proceso basado centralmente en el atesoramiento y en el poder financiero.
Por suerte estamos viviendo, pienso yo, el agotamiento de ese sistema, y lo que está pasando en EE.UU., el gobierno terrorista de Bush, los cracks regulados de grandes empresas estadounidenses están mostrando que la lógica financiera del capitalismo se agota. Bernard Lietaer dice que de cada diez intercambios que se producen en la economía norteamericana y en buena parte de las economías europeas, sólo dos pertenecen o corresponden a intercambios de bienes reales, los ocho restantes son intercambios financieros, es decir, es una economía que se está quedando sin base de sustentación.
Es frente a esta progresiva crisis de esta modalidad de desarrollo del capitalismo que emergen formas que cuestionan los presupuestos centrales que están asociados a esta forma de producción, de sociabilidad y de política. Y esto tiene que ver con el desarrollo mismo de las sociedades. Muchos autores plantean, no solamente un límite a las formas de crecimiento –porque estas formas de crecimiento están destruyendo lo que ya no queda de la naturaleza–, sino que además plantean que es cada vez más necesario que las formas de trabajo dejen de ser dependientes de formas de trabajo asalariado.
Es claro que estas últimas modalidades de desarrollo del capitalismo en su crecimiento no generan empleo, destruyen empleo; cada vez más los países europeos padecen un desempleo estructural desde hace veinte años, nosotros lo vivimos ahora porque en nuestro país el populismo extendió un modo subsidiado de Estado de Bienestar que explotó ahora, pero los países europeos viven hace veinte años el desempleo. ¿Cómo lo sostienen? Con subsidio estatal, porque son economías altamente productivas, pero nuestra economía no tiene esa posibilidad. Ahora, aun en aquellas economías en que tienen estas posibilidades, lo que ha surgido es una creciente autonomización de la sociedad frente a las formas de mercado, una creciente autonomización de la sociedad. Las formas de economía social y solidaria son de alguna manera, una respuesta que cuestiona no sólo este aspecto financiero del capitalismo, sino que cuestiona el disciplinamiento que significa la inserción laboral asalariada, que cuestiona las formas culturales asociadas al consumismo y al productivismo introducidas por esta forma de capitalismo, que cuestiona la destrucción de la naturaleza, que cuestiona la desafiliación a la que conduce el desempleo, etcétera.
Esta vuelta, por tanto, de la sociedad hacia formas de desarrollo centradas en una economía que es asociativa, empieza a tener una base cultural que antes no tenía. Es decir, empieza a tener una base cultural que está centrada en la crítica a los parámetros del capitalismo financiero y en el desarrollo de nuevas pautas y de nuevos valores a los que se aspira, parte de esas pautas y de esos nuevos valores están, obviamente, y ustedes lo saben, asociados a los principios del trueque.
Por lo tanto, lo que quiero señalar es que no hay nada que sostenga ninguna creación si no es la solidez en el apego a determinadas pautas culturales. Creo que la única respuesta a la especulación bandida que hay al interior del trueque o de ciertas redes del trueque con la moneda social es el apego a los principios del trueque. Y creo que hay que hacer una tarea muy fuerte, muy, muy fuerte para consolidar hacia el interior del trueque los principios asociativos que el trueque enarbola.
Este último crecimiento exponencial del trueque ha hecho que los nodos, de ser espacios de intercambio cara a cara donde esta construcción cultural era posible, se hayan convertido en espacios masivos, en espacios donde el anonimato empieza a ser posible y esto tiene que ver con cierto descontrol. Si queremos construir asociatividad, si queremos construir reciprocidad, si queremos construir solidaridad, si queremos construir el cara a cara, una cosa operativa muy concreta es: los nodos no pueden tener quinientas personas, porque esto no garantiza el apego a ningún valor cultural. Nada más que eso, muchas gracias.
1. Instituto de Investigacion y Formacion en Administracion Pública (IIFAP), Universidad Nacional de Córdoba.
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