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Trueque y Economía Solidaria
Susana Hintze (Editora)

2. Una relectura posible de las redes de trueque: dinero y poder

El primer club de trueque en Argentina se creó en 1995 y durante más de seis años se desarrollaron iniciativas que, enlazadas, formaron redes de trueque en todas las provincias del país, además de la expansión a otros países de la región. Hasta hace dos años, existían más de cinco mil clubes y redes de clubes de trueque muy activos, en los que los ingresos mensuales de muchísimas familias se incrementaban en forma significativa, impregnados del paradigma de la abundancia, autoorganizados, expansivos, diferentes y respetuosos entre ellos. Las cifras hablan por si solas: las veintitrés personas iniciales pasaron a más de un millón en poco más de seis años.

De repente, el “crédito”–instrumento de intercambio usado en las redes– deja de tener crédito y sobreviene el colapso.

¿Qué pasó? ¿Qué rol jugaron los distintos actores sociales en el proceso: los académicos, las dirigencias políticas, la prensa, las organizaciones de la sociedad civil? ¿Qué hicimos para que no pasara? ¿Qué podemos hacer hoy para que no pase donde aún no pasó?

¿Qué nuevos caminos son posibles hoy si queremos rescatar ese instrumento que parecía dar una respuesta inédita a la crisis del empleo y al fenómeno de la exclusión? A los efectos de acceder a una comprensión más profunda que la que permiten los simples números de crecimiento de las redes de trueque, entendemos relevante analizar el fenómeno del “crédito” como organizador de las redes de trueque en Argentina, observando las distintas formas asociativas, el rol de los distintos actores sociales y la incorporación de aliados a lo largo del tiempo. Para ello, podemos caracterizar su evolución en seis etapas, de las que trataremos de dar cuenta, muy sintéticamente, de las distintas tendencias en el manejo del “dinero privatizado” (Primavera, 1999) que representa el bono de intercambio:

1. Entre mayo de 1995-septiembre 1996: pocos clubes, sistemas de contabilidad variados: planillas, libretas centrales / tarjetas individuales, vale nominal intransferible, vale transferible: el primer “bono” o paramoneda (Blanc, 2000).

2. Entre 1996-mayo 1997: multiplicidad de bonos de intercambio, los medios de comunicación masiva se interesan en el fenómeno, gestión descentralizada de los clubes, algunas tensiones entre los grupos, principalmente en la región metropolitana.

3. Entre mayo 1997-julio1999 se produce la organización de las zonas, a nivel del área metropolitana de Buenos Aires y se inicia la organización en el interior del país; luchas por la hegemonía del control de los bonos en las reuniones mensuales de “coordinación” de las zonas.

4. En el período julio 1999-diciembre 2000 se producen dos eventos fundamentales: la refundación de La Bernalesa, como una megaferia en la que se empieza a manejar dinero y el Convenio con la SEPYME (Secretaría de la Pequeña y Mediana Empresa) del Ministerio de Economía de la Nación.

5. Entre enero 2001-abril 2002 se produce un crecimiento explosivo –un desborde controlado– fuertemente apoyado por los medios y el supuesto derecho exclusivo a “franquiciar” el modelo defendido por el grupo fundador: la red se escinde en dos modelos, Red Global del Trueque y la Red de Trueque Solidario.

6. Entre abril 2002-diciembre 2002: junto con la crisis económica, política y social del país, las redes sufren el impacto de su propia crisis: sobre-emisión, venta indiscriminada “ad libitum” y falsificaciones de los bonos del grupo fundador, conocidos como “arbolitos” (por el diseño del bono que lleva un ombú en su cara principal), ganan la calle en una proporción que provoca el estallido del sistema.

1. En el período comprendido entre mayo de 1995 y febrero de 1996, los intercambios se daban inicialmente entre pocos participantes y pocos productos, eran anotados en una libreta centralizada y tarjetas personales, en el cual la “autoridad” central estaba representada por el grupo fundador (dos o tres personas, según el momento), que controlaba las transacciones del conjunto de miembros, dejando en poder de cada participante sólo la información sobre sus propias operaciones. Ese sistema se aplicó en los primeros tiempos a alrededor de unas 50-80 miembros del club de Bernal, con una replicación al primer club en la ciudad de Buenos Aires y al Norte, en Olivos, siempre asistidos por el grupo fundador, a través de su autodenominado “Consejo Asesor” del PAR (Programa de Autosuficiencia Regional), marco en el que se había creado en primer Club de Trueque, en Bernal, provincia de Buenos Aires. Cuantitativamente, se pueden estimar en una decena de clubes y menos de mil personas involucradas en ellos, pero el sistema contable era el de libretas o evolucionó hacia planillas controladas por los mismos clubes. A nivel de gestión, fuera de la región Sur del conurbano bonaerense, se trató del período de mayor autonomía de los clubes. En la actualidad, ese modelo aún persiste en iniciativas aisladas en el interior del país y también de otros países latinoamericanos que escaparon al ímpetu colonizador del PAR en su intento de expandir su bono a toda la región. Pero no debemos omitir que desde el punto de vista de la gestión, si bien el sistema de anotaciones era distinto, corresponde a una variante del modelo LETS creado en Canadá por Michael Linton en 1982 y aún presente en países de Europa, Japón y Nueva Zelanda (Primavera, 2001).

2. A ese período siguió, entre marzo de 1996 y mayo de 1997, uno de incorporación de nuevos productos y servicios, con la adopción de los bonos, vales o “ticketrueques” denominados “créditos”, y que llega hasta la organización de la Jornada Rioplatense de Trueque Multirrecíproco, “presentación en sociedad” auspiciada por un primer aliado de la Secretaría de Promoción Social del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En esa oportunidad, se percibió claramente la existencia de tensiones en los grupos y ya se marcaban diferencias en los estilos de gestión y en la opción de apertura a otros actores sociales. Luego de una serie de apariciones en medios masivos de comunicación (gráficos, radiales y televisivos) se produce un crecimiento explosivo de los clubes y el autodenominado “Consejo Asesor” del PAR (hasta entonces sociedad “de hecho” sin otra juridicidad más que la legitimada por su condición de grupo fundador del primer club del trueque) empieza a perder el control de la multiplicación de los nuevos clubes, que optan por “emitir” sus propios bonos como forma de oposición a ese liderazgo que se pretendía único. El PAR, a su vez, enuncia una serie de “recomendaciones” en forma de “principios”, “tradiciones” y “pautas de éxito”, en los que se pueden advertir las señales de parentesco con sistemas de marketing de multinivel y venta directa en auge en aquellos momentos.

Más recientemente, reconocieron públicamente, en una entrevista a la revista Veintitrés (2002), que la experiencia “empezó como un negocio, pero fracasó porque fue apropiada por los grupos”. Lo cual, en realidad, en nuestro entender fue su verdadero “éxito”: los excluidos del mercado formal “privatizaron el dinero” y transformaron en “moneda social” (Primavera, 1999) el instrumento que fue creado para facilitar un negocio que apuntaba simplemente a achicar la cadena de comercialización y formar redes de distribuidores directos. En el caso del trueque, la adaptación se hizo de modo de acercar a productores y consumidores, conformando la categoría constitutiva de “prosumidores”, en la cual todos los miembros deberían ser (en teoría, al menos) productores y consumidores y recibir igual cantidad de bonos, que representarían el “préstamo solidario” para ingresar al sistema.

En ese período, las recomendaciones del grupo fundador apuntaban a conformar una organización en red destinada a mantener un cierto control central y la autonomía de los clubes (ahora denominados nodos), con criterios comunes que permitieran el intercambio entre nodos, en condiciones de igualdad. La red empieza a desarrollarse más lentamente en el interior del país y las diferencias de estilo de gestión y manejo de los créditos (ya múltiples) hacen que en el conurbano bonaerense se organicen grupos encargados de la gestión compartida de los conjuntos de nodos al interior de cada zona: se conforma, así, un órgano de control denominado Comisión Interzonal, integrado por una zona Sur, que permanece bajo el tutelaje del grupo fundador, una incipiente zona Capital, una fuerte y populosa zona Oeste y una zona Norte, correspondientes al área metropolitana. Es también en ese período que se advierten los primeros riesgos de que la red sea atacada por los desequilibrios del sistema, con la aparición de sobre-emisiones, falsificaciones y ausencia de controles cruzados de las contabilidades regionales. Por decisión del conjunto de “representantes” de los nodos integrantes de las zonas, se decide aceptar que: • los nodos de una zona pre-existente unifiquen sus bonos, limitando el principio de autonomía de los nodos; • cada zona se haga cargo de la emisión, distribución y control de sus bonos, en condiciones similares a las demás, de forma tal que pudieran ser utilizados en las demás zonas.

Las cifras ya arrojan datos mucho más significativos y se estiman en unos diez mil participantes en todo el país, con el uso de bonos zonales, en las regiones organizadas, y bonos locales en los nodos independientes. Se observa en ese período una clara diferencia de estilos de gestión: zona Sur permanecía sin balances y controles por parte del grupo fundador (pareciera ser que el hecho de ser “iniciadores” los eximía de tal obligación); las demás zonas metropolitanas se unen fuertemente en un sistema de gobierno opositor al grupo fundador. En el interior del país, con algunas excepciones, los nodos se mantenían al margen de la disputa PAR/ anti-Par, es decir, gestión centralizada/gestión compartida, con el intento de mantener algunos mecanismos democráticos, no siempre consensuados.

Vale la pena señalar que en ese período uno de los integrantes del grupo fundador, frente a las mismas tensiones al interior del PAR, crea lo que acuña como “una primera microempresa social virtual” con su “bono propio”, que no es más que la expresión del derecho de diferenciarse como “inventor” del sistema y emitir lo que Lietaer denomina “moneda fiat”, es decir, moneda a partir de nada: ese bono de la “empresa” Kosmet, que no logró competir con la confianza del “arbolito”, fue luego reemplazado por los de su zona geográfica, cuando se organizaron las zonas de la región metropolitana.

3. Una tercera etapa que puede ser acotada al período mayo 1997-julio 1999, corresponde a la consolidación de las zonas metropolitanas e integración a la Comisión Interzonal de nuevas zonas del país (Córdoba, Rosario, Entre Ríos, Catamarca), con la extensión de la luchas hegemónicas al espacio de la capacitación, además del control de la emisión y distribución de los bonos. El sistema de gestión incluía reuniones mensuales al interior de los nodos, de las zonas y de la Comisión Interzonal; la zona Sur del conurbano se divide y el bono PAR pierde su hegemonía en la zona. Así es como en junio de 1999, el “Consejo Asesor” se reorganiza y, en un espacio cedido en el inmenso predio de la que fuera una de las grandes empresas del sector textil, relanza el Nodo La Bernalesa, que luego hará el papel de “Banco Central” de la nueva estructura. Si esa etapa empieza con el exitoso acercamiento al Estado, representado por el apoyo del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que vio en el trueque multirrecíproco un instrumento de lucha contra la exclusión y de prácticas autogestivas, podemos considerar que culmina con el repliegue a lo privado que significó el lanzamiento de la “Franquicia Social” por el grupo fundador, que se daba el derecho de ser “el único legítimo instrumento de replicación del sistema”. Corresponde también al alejamiento progresivo del grupo fundador del espacio de gestión colectiva de la red del trueque, hasta entonces considerada única y con gran movilidad entre los participantes de todos los nodos, con o sin el uso de bonos comunes. En ese período se estiman unos cien mil participantes en el país e iniciativas incipientes desarrolladas en Uruguay, Brasil y Colombia. La cantidad de bonos emitidos reconocida por el PAR era de 1.500.000 créditos, mientras las demás regiones del conurbano sumadas no llegaban a 200.000.

4. Una cuarta etapa puede, entonces, ser definida entre junio de 1999, con el lanzamiento de un nuevo nodo en la fábrica La Bernalesa, sigue con el hito de la firma del convenio con la SEPYME (Secretaría de la Pequeña y Mediana Empresa) del Ministerio de Economía de la Nación, en diciembre de 2000, y se prolonga hasta abril de 2001, momento de escisión entre los dos modelos enfrentados: Red “Global” de Trueque y Red del Trueque Solidario (RGT/RTS). A partir de esa etapa, el “Consejo Asesor” del PAR se reorganiza, encierra la instancia colectiva denominada Grupo Impulsor de la RGT y pasa a motorizar un “emprendimiento” que requiere alrededor de 800.000 créditos (de “moneda fiat”) para su implantación. Esa emisión se hizo –como las anteriores y posteriores– sin ninguna consulta a otra instancia externa al reducido número de integrantes del Consejo Asesor, sin ninguna transparencia previa del proyecto y privilegió lo que en su entender era “lo mejor para el crecimiento del sistema”.

La definición del proyecto llevado a cabo por los fundadores del Club del Trueque se hace evidente cuando, en septiembre de 2000, un integrante del “Consejo Asesor” del PAR concurrió por última vez a la reunión mensual de la Comisión Interzonal para presentar un “balance” (que contenía únicamente la cantidad de bonos emitidos y no su destino final o potencial) que fue rechazado por el plenario. En ese momento, el total emitido por el grupo fundador, según su declaración, era de 4,5 millones de créditos y el balance presentado en la 2ª edición de la publicación El Par Informa era de a penas 37.000 unidades.

No cumplió con la promesa de volver el mes siguiente con un “balance detallado” y, según el testimonio de miembros de La Bernalesa, empezó a crear una serie de asociaciones civiles para garantizar la reserva del nombre “Red Global de Trueque”, dotando entonces de juridicidad a una nueva “Asociación Amigos del Programa de Autosuficiencia Regional” (AAPAR), asociación civil que firma un convenio con la SEPYME para promover el trueque en todo el territorio nacional.

5. Entre enero 2001-abril 2002 se produce un crecimiento explosivo –un desborde relativamente controlado–, posiblemente por la inserción en un organismo estatal que debería asegurar mayor transparencia del accionar de los ahora “asesores” de la SEPYME en la difusión del sistema de trueque en todo el país; el convenio – incluido hasta hace poco tiempo en su página Web–, les produjo un fuerte apoyo de los medios de comunicación y la fácil conquista de una falsa “juridicidad” de bonos “nacionales” a los “arbolitos”, únicos bonos emitidos sin control colectivo en la primitiva Red del Trueque. Junto con el supuesto “derecho” exclusivo a “franquiciar”, vino también la profundización de las diferencias con el otro modelo y en abril del 2002 se separan definitivamente las redes, con la eliminación de los bonos de uso común.

Vale la pena recordar que, en marzo de 2001, la AAPAR y la SEPYME organizan una megaferia con la presencia de más de 30.000 personas. Frente a las denuncias de representantes de otras zonas, en mayo de 2001, la SEPYME abre la relación a otros grupos de trueque no alineados con grupo fundador y en junio cierra su relación contractual con los integrantes del PAR, luego de la comprobación de su accionar en las distintas provincias del país.

Sin embargo, ese corto período de seis meses fue suficiente para que el sistema de “franquicia social” se multiplicara exponencialmente, con el supuesto apoyo irrestricto del “gobierno nacional” y el resultado fue la difusión de las siguientes prácticas generalizadas:

• Venta de los bonos de intercambio a precios variables ($2-$3,50 las concuenta unidades).

• Control de la gestión integral (capacitación, control de precios, emisión y distribución de bonos) por una estructura jerárquica que eliminaba el principio de autonomía de los nodos.

• En poco tiempo, los representantes de esa nueva estructura reprodujeron conductas clientelares y empezaron a hacer “sus propios negocios” e inspirar a que otros “líderes barriales” hicieran lo mismo: la “venta de créditos” se volvió una práctica corriente entre los nodos del conurbano bonaerense y de algunas zonas de Capital Federal.

• La “franquicia social” no logró, sin embargo, establecer un sistema federal y sus intentos de ofrecer una estructura similar a la Comisión Interzonal se limitaron a una reunión “federal” en la provincia de San Luis.

6. Entre abril 2002 - diciembre 2002 se da lo que se conoce al interior de los nodos como la “forestación” letal o también llamado “Arbolito, explosión y después”. Junto con la crisis económica, política y social del país, las redes sufren el impacto de su propia crisis: sobre-emisión, venta indiscriminada “ad libitum” y falsificaciones de los bonos del grupo fundador (el “arbolito”), ganan la calle en una proporción que provoca el estallido del sistema.

Uno de los fenómenos más significativos en ese período fue la importancia que tuvieron los medios masivos (pagos o gratuitos) al difundir –frecuentemente con gran irresponsabilidad, por creer en lo que “parecía ser”– la construcción en el imaginario social del “club de trueque” como panacea de la exclusión. Los fundadores –una vez más excluidos de las filas del aparato estatal– vuelven al mercado formal y deciden entonces cambiar su estatus de asociación civil sin fines de lucro a una Sociedad Anónima, más funcional a su proyecto de crecimiento.

En nuestra comprensión, lo más importante es mostrar que el sistema no fue afectado de muerte por las falsificaciones –como pretenden los fundadores– sino, mucho antes, por la venta masiva de créditos, promovida por ellos mismos, como un mecanismo (suicida) de incrementar su recaudación en pesos argentinos, aun devaluados. Es así como el grupo que tenía en su seno sólo a profesionales desempleados se vuelve capaz de emprender una actividad nunca antes privatizada, ni siquiera en este país: privatizan la concesión bancaria. Crean con su sociedad anónima un curioso mecanismo de proveer su nueva paramoneda con diecisiete medidas de seguridad, a la que intentan –sin buenos resultados hasta el momento– resucitar como mecanismo de combate a la recesión...

Su imaginación –desde siempre desbordante– logra atraer algunas personalidades internacionales, a las que pretenden convencer de su responsabilidad en la “construcción” de la Red global del Trueque, pero cantidades de periodistas e investigadores, nacionales e internacionales observan el fenómeno in situ y se dan cuenta de lo que todos sabemos: el sistema colapsó, no debido a la salida de la convertibilidad, sino a la voracidad sin límites con que se llenó el mercado solidario de papeles sin valor. Por venderlos a mansalva.

Así de simple: hiperemisión, “inflación” y producción seca. Los números que alcanzaron los seis millones de participantes y los 200 millones de créditos “buenos” (según los fundadores, los suyos) y unos 500 millones de “truchos” (según los fundadores, los de “los otros”). La prensa jugó su rol (Veintirés, 2002) y se calmó cuando el tema dejó de satisfacer a sus necesidades coyunturales.

Al interior de la Red del Trueque Solidario, el fenómeno de “descrédito” del crédito no es menos relevante, porque en realidad, la gran mayoría de los prosumidores operaba con distintos bonos en distintos nodos y la “inflación” en créditos provocó una ausencia de materias primas y de producción en todos los nodos, no sólo los que operaban bajo el sistema “franquiciado”.

La situación es muy variable en todo el país: en Capital Federal subsisten pocos nodos activos, muchos de ellos “cerrados”, es decir, operando con bonos locales, de modo de garantizar la entrada de productores “reales” y no “compradores de papelitos”; lo mismo ocurre en las provincias, aun rescatando que existen nodos o zonas autónomos que operan con los “arbolitos” preexistentes, pero con gestión local. La defraudación de una supuesta “oxidación” de los bonos de aquellos incautos que acumularon miles y miles de arbolitos pensando en el sueño de la casita propia o del autito salvador, se resuelve con la resignación o algunas denuncias penales que están en curso.

Por diez mil “arbolitos” ganados con trabajo, el portador indefenso debe aceptar que se les evalúe la “validez” o no de sus bonos, y con la aplicación de una misteriosa tablita que ignora que la paridad 1:1 desapareció mucho antes de la salida de la convertibilidad, se les entreguen 2 o 3.000 de los “nuevos”, además sin valor: a 5000 “créditos” la docena de facturas. El futuro está abierto: hablarán, quizás, dentro de un tiempo, la justicia y, seguro, el sentido común y el compromiso militante de quienes siguen creyendo en la economía solidaria como proyecto.  

 


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