Introducción

La valoración ética de las diferentes conductas humanas es, sin duda, un trabajo de enorme interés. La persona busca su propia excelencia, y la ética es una reflexión para buscar esa excelencia. Sin embargo, para algunos es imposible, hoy en día, emitir juicios éticos de carácter general, pues lo que para unos es éticamente correcto para otros no lo es; parece que carecemos de un modelo suficientemente aceptado de persona excelente y, en consecuencia, tenemos grandes dificultades pare consensuar las normas éticas1. Sin duda la fundamentación religiosa de la ética ayuda a resolver estos problemas, pero el ser humano puede aceptar o rechazar un fundamento trascendente y, en consecuencia, se está haciendo un importante esfuerzo para construir una ética aceptable en una sociedad pluralista.

Como muy bien dice la profesora Adela Cortina (1994, pág. 49) el pluralismo precisa que se compartan unos mínimos sobre los que construir una sociedad mejor (como por ejemplo el respeto a los derechos humanos): esos mínimos dan lugar a la denominada "ética de la sociedad civil". En base a esos mínimos podemos trabajar juntos para construir una sociedad más justa. Y partiendo de esos mínimos, cada uno habrá de perseguir su propio ideal de felicidad, lo que representará su máximo ético2; tal es el caso de las religiones, que proponen un proyecto de excelencia para el ser humano. Los mínimos serán exigibles para todos (la justicia se exige), el ideal de felicidad podrá ser aconsejado, pero cada uno puede elegir el suyo. Esta distinción puede ser fructífera, aunque también criticable; sin embargo es un intento serio para dotar de normas éticas a una sociedad pluralista. A nivel económico, que es el que ahora nos interesa, podemos aceptar que entre los mínimos compartidos por nuestra sociedad actual está la búsqueda del bienestar individual y colectivo dentro de un sistema de economía de mercado, tal como se recoge en los ordenamientos jurídicos de los países más avanzados3.

En este trabajo me propongo aplicar los principios éticos al problema de la especulación. Con frecuencia se tiende a condenar éticamente este tipo de práctica económica, y muchas veces habrá razón para ello, pero no siempre es así. En las líneas que siguen me referiré fundamentalmente a la especulación en los mercados financieros, pero mucho de lo que diré puede aplicarse a otros tipos de especulación.


1 Puede verse una breve discusión en Gómez-Bezares (1991).

2 Véase también Gorosquieta (1996, págs. 40-42).

3 Esto puede verse más fundamentado en Gómez-Bezares (1991).