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Conclusiones
En este artículo hemos pretendido, de manera deliberada, huir de planteamientos y contrastes complicados, en los que normalmente hay que considerar una serie casi interminable de problemas econométricos, para estudiar el CAPM desde una perspectiva más intuitiva, aunque no necesariamente "menos científica". Así, y para ver el grado de interés del CAPM, hemos tratado de ver si estrategias basadas en este modelo permiten al inversor obtener rentabilidades extraordinarias.
Si ello fuera así, podría interpretarse como una muestra de ineficiencia del mercado. En caso contrario, no podríamos concluir que el modelo no sirve (salvo que, sistemáticamente, perdiéramos dinero mediante su aplicación), ya que ello podría indicar, simplemente, que el mercado incorpora la información aportada por el CAPM.
A la vista de los resultados, podemos concluir que el modelo es de una utilidad relativa menor al ser utilizado como instrumento de toma de decisiones con una perspectiva de corto plazo: así, bajo la hipótesis de que el inversor ajusta sus posiciones al final de cada mes, vemos que el modelo bate al mercado en un porcentaje muy cercano (aunque algo superior) al 50%, lo que indica una ventaja demasiado pequeña, que aún sería más matizable al considerar los costes de transacción. Ello se ve también corroborado si estimamos la rentabilidad final acumulada con esta estrategia: así, el inversor que tomó sus decisiones sobre la base del modelo, obtendría al final del periodo 49,15 pesetas por cada peseta invertida veinticinco años antes (con una beta promedio soportada muy cercana a la unidad), mientras que el inversor en la cartera de mercado habría obtenido 48,60.
El CAPM parece tener un interés mayor cuando se utiliza como herramienta de decisión a largo plazo: así, bajo la hipótesis de que el inversor mantiene su inversión durante un periodo de 5 años a partir de su compra, se bate al mercado en un 71% de las veces. Este porcentaje es mayor en los años más alejados de la actualidad, y disminuye algo al acercarnos al momento actual, lo cual tampoco dice nada en contra del CAPM, sino que puede interpretarse como una tendencia hacia una mayor eficiencia del mercado.
Todo este análisis ha sido deliberadamente cualitativo, y nos hemos centrado en si se bate o no al mercado, y no por cuánto se le bate. La razón ha sido no complicar demasiado la presentación de unos datos, que hemos tratado que sean claramente comprensibles. Este estudio podría ampliarse con diferentes estrategias que compraran los títulos según diferentes niveles de infravaloración y estudiando después los resultados cuantitativamente. En nuestro caso, con todo, hemos analizado los premios por riesgo de la estrategia de comprar y mantener durante cinco años, con resultados coherentes con los aquí presentados; tales resultados varían bastante según si se trata de los primeros periodos o de los últimos: así, entre 1964 y 1978 la diferencia entre los promedios del índice de Treynor de la cartera gestionada y del mercado supera los dos puntos anuales; entre 1979 y 1988 tal diferencia es prácticamente despreciable (del 4 por diez mil anual).
Para terminar, habría que decir que en todo el estudio hemos aceptado implícitamente la lógica del CAPM, al medir la Performance con el índice de Treynor (lo que supone basarnos en el CAPM). Esto supuesto, puede concluirse que nuestro estudio sería coherente con que la ineficiencia del mercado es la que lleva a resultados poco claros en el contraste del CAPM, y que esto tiende a corregirse en los últimos periodos.