LA CULTURA DE LA DEPRESIÓN O LA RIQUEZA ILIMITADA notas
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

EL FUTURO, DE LA ESPERANZA
 

Alejandro A. Tagliavini

 

 

 

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Notas al Epílogo:

(1) Algunos datos de este epílogo los he tomado de una conferencia pronunciada por Paul Zane Pilzer durante la que se refirió a su libro 'Unlimited Wealth'.

(2) 'Statism: The Opiate of the Elites', Imprimis, Hillsdale College, Hillsdale, Michigan, May 1997, Volume 26, Number 5.

(3) El error de esta creencia tiene su origen "... además en el supuesto de plena información y entorno estático que considera con respecto a los bienes sociales (dados y conocidos), lo cual lleva a estimar justificada la coacción para garantizar no sólo las libertades esenciales, sino también el principio de 'maximización', en virtud del cual ha de maximizarse la situación de los menos favorecidos garantizando la igualdad de oportunidades para todos", Jesús Huerta de Soto, 'Socialismo, Corrupción Ética y Economía de Mercado', Libertas no. 27, ESEADE, Buenos Aires, Octubre de 1997, pie de p. 267. Ya vimos que, entre otras cosas, ni los recursos son conocidos porque se multiplican permanentemente debido al avance tecnológico, es decir, que nunca existe plena información, ni el mercado es estático.

(4) Esto, entre otros muchísimos datos de la realidad, desmienten definitivamente a Malthus.

(5) "El hombre, mediante la tenaz aplicación de su inteligencia y de su trabajo, arranca poco a poco sus secretos a la naturaleza, y hace un uso mejor de sus riquezas", Pablo VI, Encíclica 'Populorum Progressio', 25, El Vaticano 1967. "...lo que el sistema económico produce no son cosas materiales, sino conocimiento inmaterial", según Frank Tipler en 'A Liberal Utopia', en "A Special Symposium on 'The Fatal Conceit' by F. A. Hayek", Human Studies Review, volumen 6, no. 2, invierno 1988-1989, pp. 4-5 (citado por Jesús Huerta de Soto en 'Socialismo, Cálculo Económico y Función Empresarial', Unión Editorial, Madrid 1992, pie de p. 79). "... los recursos económicos de una sociedad no son sus recursos naturales como tales, sino una relación, interna a la sociedad, entre sus recursos naturales y sus habilidades organizativas y tecnológicas para extraer o adquirir de algún modo y utilizar esos recursos naturales... Los recursos que contribuyen a la riqueza económica no son solo materiales...", N. Rosenberg y E. Birdzell, Jr., 'How the West Grew Rich: The Economic Transformation of the Industrial World', New York: Basic Books Inc. 1986, p. 10.

(6) "El progreso de las ciencias y los inventos de la técnica nos manifiestan el maravilloso orden que reina en los seres vivos y en las fuerzas de la naturaleza, al mismo tiempo que la grandeza del hombre que descubre este orden y crea los medios aptos para adueñarse de esas fuerzas y reducirlas a su servicio", Juan XXIII, Encíclica 'Pacem in Terris', 2, Roma 1963. "El Evangelio de la vida, proclamado al principio con la creación del hombre a imagen de Dios para un destino de vida plena y perfecta (cf. Gn 2, 7; Sb 9, 2-3)...", Juan Pablo II, Encíclica 'Evangelium Vitae', Roma 1995, 7. Claro que, la vida plena y perfecta no es de este mundo, lo que no quita que 'comience' en esta tierra.

(7) Un modo muy simple para distinguir entre un cultor de la depresión, de la negación de la vida, y alguien que propone de verdad una solución, es que unos profesan un modo de pensar negativo, en tanto que los otros una manera positiva. El negativo, descree del bien, consecuentemente, no cree en las soluciones buenas y sí en que es 'inevitable' un poco de mal para evitar males mayores (la teoría del mal menor: la violencia mínima); el positivo sabe que el bien existe, consecuentemente, cree firme y definitivamente en la coherencia de la bondad, es decir, en los finales buenos y en los buenos medios: en el pensar positivo, en la vida positiva. Un cultor de la depresión, para terminar con el delito, propondría la eliminación (o confinamiento) del delincuente. En cambio, una solución verdadera es proponer un tratamiento que supere de modo positivo a la 'voluntad' delictiva y recupere en toda su potencialidad la vida de la persona.

(8) En contraposición con lo que ocurrió en las Estados Unidos, a pesar de que Rusia cuenta con algunas de las tierras más ricas del mundo y que antes de la revolución bolchevique era el principal exportador mundial de granos, durante el comunismo no sólo no llegaba ni siquiera a producir lo suficiente para el consumo interno sino que pasó a ser el principal importador mundial. Entre 1920 y 1930 murieron en Rusia entre 5 y 10 millones de personas por inanición, mientras que otra cantidad similar se salvo de la muerte gracias a las donaciones de alimentos por parte de los países occidentales. Rusia utilizaba el 25 por ciento de su fuerza laboral en tareas agrícolas. Pero lo más sintomático es que, si la cantidad a importar no aumentaba, era porque los pocos establecimientos privados que existían rendían con mucha eficiencia. Efectivamente, la URSS llegó a autorizar la existencia de mini chacras privadas y éstas, a pesar de que totalizaban sólo el 3 por ciento de las tierras cultivables, producían el 27 por ciento de los alimentos nacionales. Ver David Osterfeld, 'Socialism and Incentives', The Freeman, vol. 36, no. 11, The FEE, Irvington on Hudson, New York, November 1986, p. 412. Ver también Sven Rydenfelt, 'A Pattern for Failure', New York: Harcourt 1983, pp. 27-45; Hedrick Smith, 'The Russians', New York: Ballantine 1984, pp. 264-84; y Marshall Goldman, 'USSR in Crisis', New York: Norton 1983, pp. 63-87.

(9) Por cierto que, como Católico, creo en la vida eterna, pero como me comprometí a no hacer un tratado religioso no discutiré su existencia. Sin embargo, hecha esta aclaración, me parece importante señalar las consecuencias de las diferentes creencias. Como para los racionalistas, finalmente no existe la vida sobrenatural, la vida eterna, la muerte es 'el fin total', la negación final de todo. Es decir que, irónicamente, al enfatizar tan crudamente esta muerte, lo que están haciendo, inconscientemente, es reconocer, después de todo, que su mundo no vale nada puesto que, en última instancia termina en nada. De aquí que tengan necesidad de exaltar la muerte, porque esta exaltación de la nada final les permite exaltar el final inevitable de su teoría: la nada. Por el contrario, quienes vemos en la muerte física sólo un proceso natural que, justamente, hace a la vida (desde un punto de vista físico sería imposible la vida humana si no muriéramos a una edad razonable, dado que si nunca hubiera muerto un ser humano, no sólo aumentando con esto el número de seres sino procreando todavía más, hoy seríamos tal cantidad de habitantes que el mundo sencillamente no podría cobijarnos), no le tememos como el final de la vida sino por el contrario como el principio de, aún, más vida. En este sentido, para nosotros la muerte es sólo una transición y, consecuentemente, nada a lo que haya que darle excesiva importancia. Y, por cierto, aun cuando inevitablemente produce dolor (dolor que es necesario de modo que valoremos la vida), la muerte no debería provocarnos más que la admiración que nos producen tantos misterios de la creación cuando dan lugar a la vida. Del mismo modo, también el parto es doloroso.

(10) Se me ha dicho que soy optimista. En realidad, me considero realista, porque no niego que el camino del hombre sea duro, que exija mucho esfuerzo (aunque, en rigor, el esfuerzo es sano y es, precisamente, lo que hace que el camino no sea tan imprevistamente duro), y no niego que las personas puedan equivocarse mucho. Pero se me ha dicho optimista porque en ninguna parte del ensayo acepto la menor posibilidad de que la humanidad, finalmente, fracase. En realidad, mi tesis no es esa. Mi tesis (natural) es que el hombre (natural) evidentemente ha progresado, en razón del orden preexistente, y nada (natural) hay que indique que esta tendencia no seguirá adelante, por el contrario. Finalmente, en términos teológicos, está claro que Dios no puede fracasar y, consecuentemente, no lo hará su Creación predilecta: el hombre. Pero esto no quita (entre otras cosas, el Apocalipsis al que no me referiré porque no me corresponde) que Dios tenga la última palabra. Eventualmente, aunque no veo motivo para creer esto, el Ser Supremo podría decidir hacer desaparecer a los hombres y, entonces, instantáneamente, no quedaría ni uno de nosotros. Algunos teólogos afirman algo que muestra hasta que punto dependemos del Ser Supremo, aseguran que bastaría con que Dios dejara de pensar en nosotros por un momento infinitesimal para que desapareciéramos como si nunca hubiéramos existido.

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