Alejandro A. Tagliavini
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EPILOGO
LA CULTURA DE LA DEPRESIÓN O LA RIQUEZA ILIMITADA (1)
"Es el estatismo el que ha devenido en 'el espíritu de condiciones sin espiritualidad' y en el opio, no de las masas, sino de las 'elites' ", Theodore J. Forstmann (2).
Si camina por algunas ciudades del mundo y pone un poco de atención, notará que está caminando como por un cementerio. En cada esquina encontrará una placa recordatoria de algún muerto. Supuestamente, es el nombre de la calle en cuestión, que corresponde a algún 'prócer' del lugar. Pero lo cierto es que, con todo el respeto y la honra que merecen los muertos, ir cada mañana a trabajar a la calle del muerto Fulano, entre el muerto Mengano y el muerto Sultano, no es, precisamente, empezar el día con la vista puesta en la vida. Habiendo tantas bellezas en el mundo, muchas llenas de vida, que podrían adornar las calles, como lugares geográficos, especies vegetales o animales y, para los que somos católicos, lo que más nos recuerda a la vida que son los santos (porque están en 'el cielo' y muy vivos), este énfasis en la muerte, francamente, tiene poco sentido.
Ahora, ¿es esto casual? No. Responde sistemáticamente a una 'cultura de la depresión'.
Esta 'cultura' ha calado tan hondo en nuestra 'civilización' que hasta está inserta en muchas definiciones. Así, por ejemplo, muchos definen a la economía como 'el estudio de la utilización de los recursos escasos'. Y, si los recursos son escasos, sólo queda decidir como asignarlos, planteándose una verdadera lucha violenta entre las personas, de modo de ver quién se queda con lo poco que hay (3).
Esta cultura de la depresión nos decía, en su momento que, cuando el carbón se acabara, la civilización correría el riesgo de desaparecer. Pero apareció el petróleo que, gracias al desarrollo tecnológico, se convirtió en una fuente de energía muy superior. Y el mundo progresó increíblemente. Luego vino Henry Ford y anunció que fabricaría autos para la clase media; y lo tomaron por loco. "¿Para qué quiere el mundo autos fabricados en forma masiva? Si hoy nadie los usa, ni siquiera tenemos rutas". Treinta años atrás, muchos 'sabios' dijeron que las reservas de petróleo eran suficientes sólo para cuarenta años más. Y nos deprimieron a todos, y los Estados artificiales se apresuraron a tomar medidas: algunos hasta racionalizaron el consumo. Hoy resulta que, gracias al avance tecnológico que, entre otras cosas, permite extraer de mayores profundidades y la mejor utilización de los derivados, tenemos reservas, por lo menos, para noventa años más. Y, además, se están desarrollando nuevas fuentes de energía.
¿¡Cuántos profetizaron acerca de la superpoblación, de los problemas de hambre que significaría!? ¿Cuántos organismos racionalistas, estatales y paraestatales, nacionales e internacionales, utilizaron estos argumentos para justificar su existencia y políticas de control de la natalidad y, encubiertamente, promover la peor clase de homicidio como es el aborto?
En 1850 el 65 por ciento de la población de los Estados Unidos se dedicaba al cultivo de la tierra. A medida que avanzaba la industrialización, los depresivos de siempre decían que, si continuaba el éxodo de los obreros del campo hacia la ciudad, caería la producción de alimentos a la vez que aumentaría la población para alimentar en las ciudades, lo que provocaría una hambruna. Hoy, sólo el 3 por ciento de la población de los Estados Unidos trabaja la tierra y, ¡oh paradoja!, la cantidad de alimentos no sólo no disminuyó sino que aumentaron el consumo interno y, también, la exportación de productos agrícolas que llegó, en 1996, a la friolera de US$ 60.400 millones (4).
Y esto, gracias al avance tecnológico, 'creado' por la mente del hombre que, con innovaciones, ha conseguido que en la misma cantidad de tierra y con mucha menos mano de obra se produzca mucho más. La tecnología viene, pues, a fortalecer a la naturaleza humana, permitiéndole salvar grandes males como, por ejemplo, la violencia implementada desde distintos lugares, obviando las barreras implementadas por los Estados coercitivos. Así, el impresionante avance científico, que viene auto acelerándose, nos plantea claramente algo que, en realidad, ya sabíamos: que el futuro será muy diferente, será mucho mejor y que, no sólo no podemos planificarlo, sino que nos sorprenderá sobremanera.
Esta claro, pues, que los recursos, la riqueza, son una 'invención' de la mente humana (5) y, en consecuencia, nunca podrán terminarse. De hecho, pareciera que la empresa del futuro es la empresa virtual, cuyo capital más importante, sino el único, es el equipo de mentes humanas que la conforman y donde los bienes materiales (manejados a distancia o por robots) serán absolutamente secundarios, si es que los tienen. Es el hombre el que define qué es riqueza y cuánta debe haber y dónde debe estar (de aquí la importancia fundamental de la verdadera autoridad, la autoridad moral, en la sociedad natural). Es el hombre el que dice: tendremos autos, y los habrá más caros y los habrá más baratos y éstos serán símbolo de riqueza, y funcionarán con petróleo. Y, entonces, invertiremos en petróleo de modo que mucha gente pueda trabajar y ganar su sustento con este trabajo.
De modo, que no se trata de deprimirse y pelearse sino que se trata de servir y de cooperar voluntariamente para crear la abundancia. Porque el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios para participar en la Creación (6) que, lo quieran o no los cultores de la depresión, es infinita, no tiene ninguna clase de límites.
Salvo claro está, que violemos el orden natural, que no son sino las reglas para seguir la Creación, que no es sino el modo en que se desenvuelve y crece la vida.
La depresión es una falta de confianza en la vida y, como sus cultores no entienden a la naturaleza, pretenden imponer otro orden artificialmente creado que, como no es algo que surja espontáneamente se ven forzados a imponer violentamente, chocando con el natural entrando en un conflicto que termina por destruir a quienes la ejercen ya que la vida, por definición, es natural. Y la violencia al ser contraria a la vida humana y, en consecuencia, destructiva es, obviamente, depresiva.
Pero ¿quién es el campeón de la depresión (7)? El institucionalismo coercitivo, que duda cabe. Entre otras cosas porque, según un sabio dicho popular, "la burocracia tiene un problema para cada solución". A cada proyecto que se presenta le encuentran una resolución que lo impide, en forma coactiva, o lo complica. Sucede que, en la medida en que los Estados hagan uso de la violencia coactiva como método para 'organizar' a la sociedad, en esta medida, estarán destruyendo como lo han hecho hasta ahora. Y así, a pesar de pertenecer a una humanidad con potencial de recursos ilimitados, existen niños que padecen hambre (8).
El estatismo, el racionalismo, al no tener fe no puede tener esperanza. Pero lo más lastimoso de esto es que, como no la tienen y no lo pueden disimular, hacen un culto de la muerte (9) para tapar con esto los atisbos de esta virtud. Y, mientras tanto, pretenden distraer las penas consecuentes de su mundo finito con el goce efímero y circunstancial de un materialismo, al final, aún más deprimente.
El futuro no pertenece a la lastimosa 'planificación' racionalista. El futuro es mucho más ordenado, mucho más rico y mucho más apasionante. Pertenece a la capacidad 'creadora' del hombre, a su capacidad de incursionar en lo desconocido y convertirlo en algo útil dirigido al bien, pertenece al ámbito de la fe. El futuro pertenece a la esperanza que es la fuerza para adentrarse, sin miedo, en 'Lo Desconocido'.
Debemos desoír la depresión porque es mentira, tenemos que evitar la violencia porque es, siempre y en cualquier caso, destructiva, y entonces veremos que la Creación es infinita y la participación del hombre ilimitada.
El mundo ha sido creado para la gloria de Dios. Y Dios, que duda cabe, se asegurará de obtener la mejor gloria (10).