DUMPING Y SUBSIDIOS VS. 'REGULACION' ESTATAL
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

EL FUTURO, DE LA ESPERANZA
 

Alejandro A. Tagliavini

 

 

 

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DUMPING Y SUBSIDIOS VS. 'REGULACION' ESTATAL

Si por dumping entendemos la venta masiva por debajo del costo, con el fin de destruir a la competencia, cualquier empresario sabe que, realizar semejante política, significa comprometer seriamente la capacidad financiera de la empresa. Si el mercado opera sin intervenciones artificiales, suponiendo que pudiera lograr quebrar a algunos antes de quebrar él mismo, luego deberá vender sus productos a precios competitivos. De otro modo, el resto de la competencia lo arrasaría. De manera que nunca podrá elevar los precios lo suficiente como para recuperar las pérdidas que le ocasionó el vender por debajo del costo.

Es público y notorio, en cambio, que existen gobiernos que han subsidiado a distintos sectores de sus respectivos países, siendo el caso más típico el de los subsidios agrícolas en los Estados Unidos y en la Unión Europea. Pero, ¿realmente estas políticas perjudican al resto del mundo? Y lo mismo cabría preguntarse, y el mismo análisis habría que hacer, de existir dumping.

Veamos un poco. En un planeta en donde no han sobrado los alimentos, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, durante 1991, recompensó a los agricultores para que no siembren unas 25 millones de hectáreas. Según el Agricultural Policy Working Group, la política de no sembrar tierras, irónicamente, a pesar de que fue planificada para aumentar la competitividad de los granos, provocó un aumento promedio en el costo de producción de un bushel de granos de US$ 33 centavos. Cuando el costo variable de producción en las áreas de siembra más eficientes era de US$ 1,25. Lo que, sin duda, significó un duro golpe a la competitividad. Y aún peor, poco tiempo después, un estudio del Departamento de Agricultura concluyó que, la política de reducción de áreas sembradas, provocó un aumento de 7 por ciento en el valor de la tierra para siembra.

Pero las ironías no terminan aquí. Normalmente, los subsidios se otorgan sobre los granos que, por ser poco ofertados, tienen altos precios como para competir en el mercado internacional. Luego, paradójicamente, la mayor sobreoferta se produce en los granos que obtienen un mayor subsidio, aumentando aún más el gasto del Estado puesto que, dada la sobreoferta, paga a los agricultores para que no siembren.

En definitiva, en lugar de respetar al mercado natural, lo que traería no sólo mayor eficiencia y competitividad sino, también, menor gasto estatal y, en consecuencia, menor presión tributaria, el Estado norteamericano entró en un círculo vicioso de intervenciones artificiales que pretenden emparcharse entre sí.

Pero bueno, lo cierto es que, en definitiva, la política de subsidios no es otra cosa que vender más barato. Regalo al resto del mundo que pagan, por vía impositiva, los ciudadanos de los Estados subsidiantes.

Efectivamente, al contrario de lo que está de moda decir, los subsidios, en principio, son una 'bendición' para los demás países. Y digo en principio porque, el empobrecimiento de los subsidiantes a partir de la distorsión de sus propios mercados, probablemente redundará en una caída general de la economía mundial. Para analizar esto rápidamente, llevémoslo al caso extremo, al peor de los casos. Supongamos que los subsidios son tan altos que, en el mercado internacional, los precios de los granos son más bajos que lo que a nosotros nos cuesta producirlos. En este caso, deberíamos dejar de sembrarlos y comprarlos más baratos. Así, con lo que nos ahorraríamos en el costo de los alimentos, aumentaríamos nuestro stock de capital, lo que aumentaría la productividad global de nuestra economía. Y, entonces, lo que hasta ahora invertíamos en la producción de granos, podríamos invertirlo con mayor rendimiento en otros rubros.

Ahora, este análisis resultará estrictamente cierto en la medida en que el mercado local sea natural y tenga, entonces, la capacidad de reaccionar rápida y eficientemente ante cambios de semejante magnitud. Pero, si el mercado local, está en exceso regulado artificialmente, y tiene que soportar un costo interno, una presión tributaria por demás excesiva, entonces no podrá reaccionar con la agilidad necesaria.

Como conclusión, entonces, queda claro que los países deberían preocuparse poco por los subsidios extranjeros y mucho por suprimir las 'regulaciones' y la presión impositiva coercitiva, visto que estas cuestiones son las que realmente perjudican a la producción local.

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