Alejandro A. Tagliavini
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LA 'REGULACIÓN' COERCITIVA
"Cuantas más restricciones existan y más artificiales sean los tabúes que haya en el mundo, más se empobrecerá la gente... Cuanta más prominencia se dé a las leyes y regulaciones, más ladrones y bandidos habrá", Lao-Tsé.
Como decía, al otorgarles el monopolio, el Estado artificial, suele poner, como contrapartida, entes 'reguladores' que, supuestamente, los controlarán. Pero sucede que terminan (las empresas en cuestión con la ayuda del los entes estatales coercitivos) produciendo verdaderas distorsiones con tarifas irreales y prestando servicios de mediocre calidad. Luego, nos encontramos con que, los monopolios, tienen importantes discusiones con los 'reguladores' estatales. Y, de esta discusión, lo único que quedará claro es que, por un lado, deben ser regulados pero, al mismo tiempo, resulta obvio que el Estado racionalista es incapaz de hacerlo. Si entendemos por regulación la adaptación del servicio a las condiciones reales que el mercado exige, que necesita para funcionar adecuadamente, al orden natural, se entiende.
Evidentemente alguien tiene que controlar a estas empresas, y a la economía en general. Pero el regulador debe ser el mercado en forma natural (que implica, de suyo, la autoridad moral) y no el Estado en forma coactiva, por muchos y diferentes motivos. Para empezar, por una cuestión tan elemental como es que sólo el mercado sabe lo que necesita. En consecuencia, sus indicaciones no deben ser interferidas artificialmente por imposiciones racionalistas.
Veamos por caso las tarifas. ¿Cómo puede el burócrata saber cuál es la tarifa justa (7)? De verdad que no tiene manera de saberlo. No puede comparar con otros países (salvo a título puramente ilustrativo y anecdótico), por el simple motivo de que el mercado local es único y exclusivo. Tiene una particular situación y conformación geográfica, una geología, una distribución industrial y social única, y otros temas que, claramente, hacen que no valgan las comparaciones con otras situaciones. Tampoco puede referirse a un análisis de costos, por la sencilla razón de que, el mercado, no se maneja con costos sino con beneficios. Es decir, que las inversiones se vuelcan hacia donde existe mayor rentabilidad, el nivel de los beneficios marca el nivel de las inversiones. Dicho de otro modo, si el mercado está muy necesitado de energía eléctrica, por ejemplo, lo que hará es soportar altas tarifas de modo que las empresas obtengan altos beneficios y esto mueva a nuevos capitales a entrar en la generación y distribución. Por el contrario, si el mercado no necesita energía eléctrica, porque ha encontrado sustitutos que le convienen más, o porque ha cambiado su perfil de producción hacia industrias de bajo consumo, o por cualquier otra razón, lo que hará es presionar para que bajen las tarifas, disminuyendo la demanda, de modo de desalentar la inversión en el área eléctrica y, aun, promover la derivación de las inversiones hacia otros sectores.
Por otro lado, como el mercado natural no es otra cosa que la sumatoria de millones de decisiones diarias que toman los habitantes de una sociedad, en función de su libre albedrío, resulta en absoluto imposible predeterminar cual será su comportamiento. Nadie puede anticiparlo con certeza, ni los mejores analistas económicos, que lo más que pueden hacer es tener una vaga idea de cual pudiera ser la tendencia futura de una determinada actividad. Pero es en absoluto imposible que mortal alguno pueda saber, con la precisión que necesita un mercado que pretenda ser serio, cual será la evolución real de la tarifa, la evolución que el mercado demanda. Porque esto significaría conocimiento perfecto, ya sea, porque conoce anticipadamente como reaccionarán cada uno de los millones de seres humanos y es capaz de sumar este resultado, o ya sea porque (lo que, en definitiva, es lo mismo puesto a la inversa) conoce perfectamente hacia donde nos conduce el orden natural, lo que implica conocer perfectamente las millones (infinitas, en realidad, de aquí que es imposible conocerlas) de variables involucradas (la sumatoria de millones de decisiones diarias; pero sólo las positivas porque las negativas desaparecerán, de aquí que el mercado natural este de suyo dirigido al bien).
Menos aún, mucho menos, diría, si tenemos en cuenta que los burócratas racionalistas están, inevitablemente, influenciados por motivaciones 'políticas' (necesariamente arbitrarias, egocéntricas, en tanto sean coercitivas, según vimos), pueden ellos acertar con la tarifa que al mercado le conviene, la tarifa que demanda para actuar eficientemente (8).
Así, con la razón, el hombre no sólo no puede planificar a la sociedad, sino que ni siquiera un empresario particular puede saber, con rigor científico, cual será la tarifa dentro de pocos meses. Este fenómeno se ve claramente en los mercados de valores, en las Bolsas de Comercio. Cuyas fluctuaciones son 'histéricas' e imposibles de predeterminar científicamente, por muchas construcciones matemáticas y gráficos computarizados que realice, por mucho racionalismo que le ponga. Demás está decir que, éstos son sólo mercados como cualquier otro, la única diferencia es que, debido al producto que manejan, 'papeles', suelen fluctuar con mucha rapidez. Pero todos los mercados, el mercado, funciona del mismo modo y es igualmente impredecible.
En definitiva, queda claro que, la 'regulación' artificial no es más que un intento racionalista por imponer un orden por encima de lo que manda la naturaleza de las cosas. Y, en consecuencia, está inevitablemente destinada al fracaso, a producir el caos y el desorden.
Para finalizar, señalemos que un factor sin duda crucial en la disminución del 'costo interno' de cualquier país es, precisamente, el de la eliminación de las 'regulaciones' artificiales. Visto que estas 'atacan' a la economía por tres lados: el primero, porque la cantidad de normas que hoy existen complican, encarecen con trámites absurdos y hasta inhiben muchas actividades; el segundo, porque aumenta el tamaño del Estado con más oficinas burocráticas dedicadas a regular; y el tercero, porque, al otorgar el gobierno muchas reservas de mercado totales o parciales, sucede que, quién no tiene competencia que lo obligue, no baja los precios o no sirve eficientemente por muchos organismos estatales 'reguladores' que existan.