Alejandro A. Tagliavini
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Notas al Capítulo I
(1) 'Summa de la Theologia Moral y Canónica', (Barcelona, 1632), p. 91 (citado por Alejandro A. Chafuén, 'Christians For Freedom', Ignatius Press, San Francisco, USA, 1986, p. 73 (trad. al castellano en Rialp, 1990).
(2) Muchos autores han querido justificar la validez de las cargas, coercitivamente impuestas, a partir de la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Según J. M. Ibáñez Langlois, la Iglesia enseña que: "El mecanismo por excelencia del que dispone el Estado moderno para promover la justicia en la redistribución del ingreso, y para derivar recursos hacia el gasto social, es el cobro de los impuestos. La obligación moral de pagarlos, que obliga en conciencia, se contiene en la propia S. Escritura (Rom 13, 17); se sigue de allí el deber fiscal de fijarlos y cobrarlos. Ambas obligaciones derivan del principio 'de la solidaridad cívica y de la colaboración de cada uno al bien de todos' (Pío XII, 2-X-56); en cuanto al deber cívico, 'no existe duda alguna sobre el deber que cada ciudadano tiene de soportar una parte de los gastos públicos'. Pío XII enseña claramente el deber moral de pagar los impuestos justos; sólo se estaría dispensado de no cumplir íntegramente esta obligación en el caso de una ley fiscal injusta o excesiva, y en la medida proporcional en que lo sea. La Gaudium et spes lamenta el que 'no pocos, con diversos subterfugios y fraudes, no tienen reparos en soslayar los impuestos justos' (30)"; 'Doctrina Social de la Iglesia', Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile 1988, p. 191. Vamos a ver, dos cosas surgen muy claramente de lo expuesto por el autor. En primer lugar, la grave obligación moral de cada persona de contribuir al bien común. Pero esto va de suyo en el orden natural. Y, en segundo lugar, también va de suyo, que la ley justa es aquella que respeta a la naturaleza de las cosas, es decir, la no violenta, la no coercitiva, de modo que "... se estaría dispensado de no cumplir... esta obligación en el caso de una ley fiscal injusta...". Sin olvidar que la ley justa debe obligar en conciencia, recordando que la conciencia es primero que el acto, de modo que primero debe ser moral, obligar en conciencia, y luego ser acto y no, definitivamente no tiene sentido, coercionar un acto y luego pretender que obligue en conciencia. En otras palabras, si una verdadera autoridad moral promulga el pago de impuestos a los fines de atender al bien común, las personas tienen grave obligación de cumplir con este mandato. Pero esta exigencia impositiva, de ninguna manera puede ser coercitiva a menos que exista defensa propia, del bien común (que ocurriría cuando una persona, en uso de su libre albedrío, se comprometió voluntariamente a pagar un impuesto a cambio de algo concreto, por ejemplo, servicios hospitalarios, y no está dispuesto a cumplir). Sin olvidar (la virtud de la prudencia), por cierto, que aun cuando la defensa propia es legítima (estrictamente, en cuanto implica la defensa de la vida, lo natural), 'más vale maña que fuerza', es decir, que es altamente recomendable intentar, por todos los medios, utilizar la inteligencia y la caridad (la sabiduría) antes que la fuerza física.
(3) Antes de entrar en esta nota me parece necesaria una precisión. Cabe consignar que, en rigor de verdad, en general, los cálculos de los distintos índices económicos, como el PIB, el porcentaje de inflación, y demás, son caprichosos y no reflejan la realidad con exactitud y, menos aún, con rigor científico. Las mediciones en las ciencias sociales no tienen sentido porque estos no son hechos físicos (son opiniones, actitudes, valores) que pueden medirse con precisión y objetividad. De modo que, no pueden ser utilizados para realizar afirmaciones científicas categóricas, sino que su valor no es más que a título puramente 'informativo o ilustrativo'; salvo en los casos pertinentes. De hecho, éstos índices son calculados con diferentes métodos, según quién los calcule, con diferentes criterios, hipótesis y tesis, y siempre con resultados parciales visto que es imposible conocer todos los datos que componen algo tan complejo como es la economía de un país, que tiene millones de diferentes variables. Y, aunque fuera posible recabar todos estos datos, resultaría imposible resumirlos en un índice. Científicamente hablando, no resisten el análisis de cota de error, ni siquiera por el cálculo probabilístico. Para otras opiniones acerca de la falacia de la medición y los números índices (la econometría en general) véase Ludwig von Mises, 'The Theory of Money and Credit', Yale University Press, New Haven, 1953, pp. 187-194; del mismo autor, 'Human Action', Contemporary Books Inc., Chicago, 1966, pp. 219-223; Murray N. Rothbard, 'Man, Economy and State', D. Van Nostrand, Princeton, 1962, 2: 737-740; Bassett Jones, 'Horses and Apples: A Study of Index Numbers', John Day & Co., New York, 1934; y Oskar Morgenstern, 'On the Accuracy of Economic Observations', 2a. ed. rev., Princeton University Press, Princeton, 1963. Como consecuencia de esto la 'econometría' y, en general, todo estudio de la economía con instrumentos propios de las matemáticas, tienen el mismo valor científico que la astrología esotérica. Como a cualquier persona sensata le resulta obvio: es absolutamente irrisorio (racionalista, materialista) pretender que el ser humano, la sociedad, el mercado, tenga un comportamiento 'matemático'. El ser, que duda cabe, tendrá un comportamiento superior: metafísico. Hecha la aclaración, tomemos, por ejemplo, el caso de Gran Bretaña. Según Hermione Parker, entre 1979 y 1994 la presión tributaria media aumentó del 25,9 por ciento del ingreso de una familia tipo al 35,7 por ciento. Durante el mismo período, el gasto en seguridad social prácticamente se duplicó. Pero hete aquí que, entre 1979 y 1990, los ingresos reales promedio del 10 por ciento más rico de la población aumentó el 62 por ciento, en tanto que los ingresos reales del 10 por ciento más pobre disminuyó el 14 por ciento (ver 'Taxes, Benefits and Family Life', IEA, London 1995, pp. 127, 61 y 20 respectivamente).
(4) Además de la banca estatal nacional y multinacional, la banca privada suele otorgar grandes créditos a los Estados coercitivos, porque saben que estas 'organizaciones', finalmente, pueden obtener grandes sumas de dinero utilizando la fuerza física. Demás está decir que no le otorgan los créditos en función de su exitoso perfil empresario, es decir, de su capacidad de obtener recursos genuinos (sin utilizar la coacción). Y estos bancos privados hacen grandes negocios con estas operatorias, lo que significa, en definitiva, que aprovechan la capacidad violenta del Estado racionalista. Este es, sin duda, otro de los aspectos nefastos de la violencia: que siempre existen terceros dispuestos a aprovecharse de la situación. Es decir, que la inmoralidad termina esparciéndose por toda la sociedad, artificial, por cierto.
(5) Ver 'Human Action', Contemporary Books, Chicago, 1966.
(6) Entre los muchísimos ejemplos de la vida diaria, puede verse, por caso, "Sobreprecio en la construcción de 198 escuelas bonaerenses", La Nación, Buenos Aires, 1ro de noviembre de 1997, p. 15.
(7) Así "... en la medida en que los gobiernos sustraen recursos de los contribuyentes, en esa medida, se produce un doble efecto. En primer lugar, el cambio coactivo desde las áreas preferidas por la gente a través del mercado hacia las que los funcionarios establecen, conduce a mal inversión de los escasos factores productivos, consumo de capital y consiguiente disminución de ingresos y salarios en términos reales. En segundo lugar, tienden a diluirse los incentivos para producir. En todo caso, lo que aquí queremos dejar consignado es que producción y distribución son dos formas de ver el mismo fenómeno", Alberto Benegas Lynch (h), 'Socialismo de Mercado', Libertas no. 27, ESEADE, Buenos Aires, Octubre de 1997, p. 171.
(8) Encíclica 'Mater et Magistra', Roma 1961, Tercera Parte, 56-57. Durante años he observado por la televisión (y a veces personalmente) como personas, sin duda, víctimas (o sus relaciones directas) de grandes injusticias, exigían en forma acalorada que 'se hiciera justicia'. Muchas veces, irónicamente, acusando al 'aparato judicial' de no hacer suficiente 'justicia'. Por el modo en que efectuaban su pedido, en forma acalorada, y por lo que pedían en nombre de la 'justicia' (muchas veces la muerte o la peor cárcel para él o los delincuentes) siempre me dio la impresión de que, en realidad (más allá del dolor genuino y profundo que inevitablemente sentían), lo que buscaban era venganza. Es decir, de ser posible, un perjuicio peor al delincuente. Como si con esto pudieran reparar de algún modo el daño que se había causado. Pero, lo más desconcertante era ver que, como, obviamente, este modo de 'justicia' no sólo no repara nada (ni evita futuros daños) sino que, ni siquiera permite la reconciliación (primero con uno mismo y luego con el resto), los meses pasaban y a veces los años, y, las personas en cuestión, no sólo no habían encontrado la paz sino que la herida se había ido agrandando. A tal punto que, muchas veces, hasta deseaban fervientemente hacer 'justicia con sus propias manos'. Conclusión: irónicamente, el 'sistema judicial' imperante, no sólo no hacía verdadera justicia, sino que les hacía perder mucho tiempo y esfuerzos y, lo que es aún peor, no sólo no les permitía encontrar la paz sino que alentaba la venganza y, consecuentemente, aumentaba la amargura. "'Buen trabajo, fin de la historia', exclamó con ira Chris Walsh, el hijo mayor de la mujer asesinada. No lejos de él, Bonnie Cannon, hermana de Joe, hasta ese momento había llorado y rezado. Se secó los ojos y suspiró: 'Soy feliz porque Joe finalmente está libre'", 'Antes de ser ejecutado, a condenado le explotó una vena', Diario Popular, Buenos Aires, 24 de abril de 1998, p. 19. Me parece que la crónica es suficientemente clara: la ira es del hijo de la víctima, mientras que la paz está del lado de los familiares del condenado, ya muerto. Aquí se entienden perfectamente las palabras del Papa Pio XII: "Os ha sido dada una vocación extraordinaria y casi querríamos decir privilegiada: expiar por el mundo verdaderamente culpable" (Radiomensaje a los encarcelados, 30/12/1951). Por el contrario, es de rescatar el éxito que tiene en los Estados Unidos un 'programa de reconciliación' que, si bien no va al fondo del problema (porque básicamente se mantiene el mismo sistema), al menos permite que, durante varias sesiones guiadas por profesionales, la víctima (o sus parientes) y el victimario, se encuentren y discutan los hechos sucedidos. Resultando en mayor paz para la parte agredida y un mejor reconocimiento de su culpa por parte del agresor. Generalmente (así lo he podido ver por televisión, y sólo Dios sabe hasta que punto eran sinceros) éstas entrevistas culminaban con el perdón, por parte de la víctima, y el delincuente arrepentido, reconociendo el daño que había provocado y que se había causado él mismo, moralmente, prometiendo no volver a repetir algún delito. En algún caso, hasta terminaron amigos, y la víctima intentaba sacar de la prisión al victimario. En fin, en cualquier caso, lo primero que deberíamos hacer es intentar superar la psicosis que existe en muchas sociedades con respecto a los delitos; de hecho, normalmente, lo que sucede en estos países es que la cantidad de muertes por accidentes en el tránsito es muy superior a las ocurridas como consecuencia de actos delictivos, excluidos los delincuentes.
(9) Esto, por cierto, tiene que ver con el libre albedrío, tema que ya hemos discutido. El C. Ig. C. asegura que (de paso, lo siguiente nos sirve para que no quede duda de la unidad de la persona humana, cuerpo y alma, de modo permanente, eterno y real) "'La misma santa Iglesia romana cree y firmemente confiesa que todos los hombres comparecerán con sus cuerpos en el día del Juicio ante el tribunal de Cristo para dar cuenta de sus propias acciones' (DS 859; cf. DS 1549)" (n. 1059). "La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o el rechazo de la gracia divina..." (n. 1021). "Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que pone su vida en relación con Cristo, sea a través de una purificación (cf. Cc. de Lyon: DS 857-858; Cc. de Florencia: DS 1304-1306; Cc. de Trento: DS 1820), o bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del Cielo (cf. Benedicto XII: DS 1000-1001; Juan XXII: DS 990), o para condenarse inmediatamente para siempre (cf. Benedicto XII: DS 1002)" (n. 1022). Y más adelante "Salvo que elijamos libremente amarlo, no podemos estar unidos con Dios... Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios significa permanecer separados de El para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra 'Infierno'" (n. 1033). "Dios no predestina a nadie a ir al Infierno (cf. DS 397; 1567); para que esto suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final" (n. 1037). Que Dios no predestine (cosa que sí hace la 'justicia' racionalista) significa que no promulgará ninguna ley que diga, por ejemplo, que el automovilista que mate a un transeúnte irá, inexorablemente, al Infierno (la 'justicia' racionalista, impondría otra pena, por ejemplo, dos años de cárcel). Dios, en su infinita sabiduría conocerá todas las infinitas variables que actuaron en el incidente y, luego, esperará hasta el último momento el verdadero arrepentimiento que, definitivamente, salve al automovilista, si es que tiene culpa. San Agustín lo pone de forma dramática, pero no por eso menos cierta: "¿No es verdad, Dios mío, que habiéndoos confesado yo mis culpas y acusándome a mí mismo, Vos ya habéis perdonado las impiedades de mi corazón? No alego esto con ánimo de entrar a juicio con Vos, que sois la suma Verdad... porque si Vos, Señor, atendéis a todas nuestras culpas, ¿quién podrá comparecer en vuestra presencia?", 'Confesiones', I, V.
(10) En cuanto a que 'la ignorancia del juez viene a ser la calamidad del inocente' sin duda es interesante la lectura del capítulo VI del Libro XIX de la 'De Civitate Dei' de san Agustín.
(11) Ver 'Santo Tomás y la violencia institucional', Capítulo IV, Parte Primera (S.Th., I, q. 21, a. 1).
(12) S.Th., I, q. 21, a. 4. Claramente el tema de la misericordia no es un tema menor. El infinito poder real, efectivo, eficiente de Dios proviene, precisamente, de su infinita misericordia. "Es propio de Dios usar su misericordia; y en esto, especialmente, se manifiesta su omnipotencia", afirma santo Tomás en la S.Th. II-II, q. 30, a. 4, in c. Si los hombres fuéramos infinitamente misericordiosos, esto es, nos adaptáramos infinitamente bien al orden natural, nuestra autoridad moral sería tan grande que, de hecho, realmente (efectivamente, eficientemente) seríamos todopoderosos. Piénsese, por ejemplo, en la Madre Teresa de Calcuta: durante los últimos años de su vida era una viejecita sin ningún poder político, prácticamente sin ningún poder económico, ciertamente sin ningún poder físico y, sin embargo, gracias a su autoridad moral, era capaz de conmover a millones de seres humanos, incluidos, por cierto, muchos 'poderosos'. Lo cierto es que "Sobre este punto el cristianismo de los primeros siglos cumplió con una intensa obra de inculturación de la fe, purificando corrientes significativas del pensamiento greco-latino de concepciones profundamente anticristianas. Platón, Aristóteles y, sobre todo, los estoicos, tendían a considerar la misericordia, la piedad y la compasión como sentimentalismos inútiles. La misericordia, para Aristóteles, no era virtud sino debilidad de viejos y adolescentes y para los estoicos una enfermedad del alma. Los Padres se opusieron a esta visión, acogiendo los principios presentes, por ejemplo, en Cicerón, quien rechazando como absurda la concepción estoica de la misericordia, la consideraba indicio de sabiduría, de moralidad y de bondad..." hoy existe "...una cierta mentalidad contemporánea, que 'parece oponerse al Dios de la misericordia...'(DM 2)... el teólogo R. Garrigou-Lagrange afirmaba... 'La misericordia divina es como la raíz, el principio de todas las obras de Dios, ella las compenetra con su fuerza y las domina. A título de manantial primario de todos los dones, ella es la que influye más fuertemente; por esto supera también a la justicia que viene a estar en segundo puesto y le está subordinada'. La obra decisiva del Padre, por tanto, es la misericordia. En ella se encierra el misterio de su amor que llega hasta el perdón. Esto llama a todos a una existencia nueva: la de verdaderos hijos de Dios", asegura el Comité para el Jubileo del Año 2000 en su 'Dios, Padre Misericordioso', Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid MCMXCVIII, pp. 77-8-9.
(13) El juez de la Corte Suprema de Justicia argentina, Raúl Zaffaroni, y profesor de la Universidad de Buenos Aires, afirmó algo muy sintomático, refiriéndose a la 'justicia' coercitiva, racionalista (del modo en que la conocemos hoy): "La acción judicial nunca es popular en ningún país del mundo... el modelo penal no es una solución para aquellos conflictos... En el modelo penal, el que sufrió un daño no existe: el Estado reemplaza a la víctima. Para decirlo con un ejemplo, si en este momento alguien me rompe la cara, en el mejor de los casos el Estado viene y se lleva al que me golpeó. Yo digo: 'No quiero que lo pongan preso. (Por el contrario) Quiero que trabaje y pague la recomposición de mi cara'. Entonces, el Estado me responde: 'Señor... acá... usted no tiene nada que hacer'. Yo insisto: 'Mire que la cara es mía, y a mí me la rompió'. Pero el Estado confirma: 'No, no, la víctima soy yo'. Directamente me reemplazó. El penal es un modelo que nunca resuelve el conflicto... En la mayoría de estos casos se pueden encontrar soluciones más o menos aceptables dentro de la cultura occidental y contemporánea, y que no tienen nada que ver con el modelo punitivo", Viva, La Revista de Clarín, Buenos Aires, 18 de enero de 1998, p. 75.
(14) Pareciera que las estadísticas dicen que, un aumento en las penas, no amedrenta a los delincuentes. "Más aún, las encuestas señalan que la cárcel es, en la mayoría de los casos, una escuela de delincuencia", asegura Mons. Ambrosio Echebarría, Obispo de Madrid, en la Presentación de la 'Pastoral Penitenciaria' de Evaristo Martín Nieto, Ediciones Paulinas, Madrid 1990, p. 6. En tanto que J. R. Iraeta opinó que "Las cárceles no disminuyen las tasas de delincuencia. Se multiplican las prisiones, se aumenta su capacidad, se mejora su personal, se transforman sus métodos, pero la cantidad de delitos y de delincuentes permanece estable, cuando no aumenta", 'La cárcel', Madrid 1977, p. 67. Esto quedó muy claro cuando se discutió, fuertemente, la pena de muerte en los EE.UU., encontrándose que, luego del establecimiento de esta pena, aumentaban los delitos correspondientes. "La prisión es un medio falso que hace que el prisionero sea cada vez menos apto para la vida social. Carece de finalidad... debe desaparecer", asegura P. Kropotkine en 'Las prisiones', Valencia 1897, p. 34. Entre 1972 y 1996, la población carcelaria en los EE. UU. aumentó de 164 a 550 personas por cada cien mil habitantes según Andrew Rutherford ('Beyond crime control', en Charles Murray, 'Does Prision Work?', IEA, London 1997, p. 47), y esto no provocó una disminución en los delitos reportados sino que, por el contrario, durante el mismo período, estos aumentaron de 3.000 a 10.600 por cada cien mil habitantes (ver Charles Murray, 'Does Prision Work?', IEA, London 1997, p. 2). Por otro lado, la prueba de que la cárcel empeora a las personas, es que las estadísticas muestran que la mayoría de los excarcelados son reincidentes, aun cuando la mayoría de los reclusos son inocentes, en el sentido de que o no cometieron el delito en cuestión o cometieron un delito al que le corresponde una pena menor a la que efectivamente le impusieron. Es famoso el caso, tratado en el largometraje "En el nombre del padre", ocurrido en Gran Bretaña, en donde se termina descubriendo, después de años de cárcel durante los cuales murió uno de los condenados, que no sólo eran inocentes sino que las pruebas fueron fraguadas por los policías y funcionarios judiciales. Pero ninguno de los fraguadores fueron jamás penados. Este es solamente un ejemplo de los cientos (sino miles) que han tomado estado público, considerando que el Estado racionalista se cuida muy bien de modo que estos hechos no sean conocidos, puede Usted sacar conclusiones de cuantos inocentes son encarcelados y sus vidas arruinadas, cuando no muertos. Entre los muchísimos modos que se utilizan para la criminalización de los pobres, por parte del Estado racionalista, puede leerse el artículo de Gerardo Codina '¿Hay chicos condenados de antemano?' en el diario Clarín (Buenos Aires, 2 de junio de 1999) en donde explica cómo, el sistema penal racionalista, libera extraoficialmente a menores que estaban encarcelados sin que se les hubiera probado delito, y esta liberación queda asentada como fuga en el expediente judicial; de este modo, los menores quedan convertidos en 'verdaderos' delincuentes y con un expediente engrosado. Pero en fin, esta vieja discusión acerca de la utilidad o no de las prisiones como instrumento para evitar el crimen, no hace estrictamente al tema de este ensayo porque, lo que aquí critico, es algo anterior, es decir, el sistema penal coercitivo; sin embargo me parece rescatable la abrumadora bibliografía contra las prisiones en cuanto demuestra que el sistema penal coercitivo, finalmente, es contraproducente. Entre quienes defienden las prisiones está Charles Murray (ver op. cit.) cuya única argumentación 'científica' son estadísticas que, ya sabemos, no tienen rigor científico definitorio, de hecho, sus estadísticas son luego fácilmente desmentidas por otros autores (por ejemplo, Andrew Rutherford, op. cit.) sobre bases más sólidas. Para una crítica a las prisiones puede leerse, además de los ya mencionados, entre muchos, a N. Christie, 'Social Control as Industry. Towards GULAGS, Western Style', Routledge, London 1995; A. Rutherford, 'Criminal Policy and the Eliminative Ideal', University of Southampton, Great Britain 1996; E. Currie, 'Confronting Crime: An American Challenge', Pantheon Books, New York 1985. En particular debe leerse al ya mencionado Evaristo Martín Nieto que con más de treinta años de experiencia en las cárceles y con el franco apoyo de la jerarquía eclesiástica, asegura que "Jesucristo vino a 'anunciar la libertad a los presos (Lc 4, 19). Juan Pablo II, comentando estas palabras en la cárcel romana de Rebbibia, dijo: '¿Es que estas palabras se deben relacionar con las estructuras de las cárceles en su acepción más inmediata, como si Jesucristo hubiera venido a eliminar las prisiones y todas las demás formas de instituciones de detención? En cierto sentido, así es también' (26/12/1983). Esto, en análisis profundo y en relación con la esencia del evangelio, significa que en el mensaje cristiano está contenida la abolición de la cárcel. No hay que hacer esclavos a los que Dios hizo libres...", op. cit., p. 16.
(15) No es casual, por tanto, que las estadísticas muestren claramente que la población carcelaria está compuesta, en su gran mayoría, por personas provenientes de los estratos socioeconómicos más bajos. Lo que, sin duda, no es nuevo, ya Chuang-Tsé (probablemente el primer libertario) afirmaba en la China del siglo IV a.C. que "Un ladronzuelo... acaba en prisión. Un gran bandido acaba en jefe de Estado". Es una gran mentira, según veremos en la nota 20 siguiente, que esto se deba a la 'falta de educación'. Sí se debe, en parte, a la marginalidad, pero la marginalidad, justamente, es producto del sistema coercitivo. Ya vimos que, en un sistema basado en la coerción, en lo material, de modo necesario, 'triunfarán' quienes tienen más poder material. Pretender lo contrario, pretender que en un sistema, basado en la coerción, triunfen los ideales es de un 'romanticismo' filosófico (mejor dicho, incoherencia), de tan ingenuo, culpable.
(16) El ejemplo más antiguo que he podido corroborar en Occidente ocurrió dentro de la Iglesia Católica. Desde el Apóstol san Pablo, era costumbre que los pleitos entre cristianos sobre cuestiones temporales fueran resueltos (en principio, por el procedimiento del arbitraje) dentro de la jurisdicción eclesiástica, que así intervino ampliamente en juicios de toda índole (cfr. José Orlandis, 'Historia de la Iglesia', Ediciones Palabra, Madrid 1977, T. I, p. 60 y ss.). Luego, las ferias en la región de Champaña durante la alta Edad Media (particularmente durante el siglo XIII, siglo extremadamente próspero) que constituían el principal emporio del comercio internacional de la época, en donde los asuntos de justicia se resolvían privadamente, entre las partes, en tribunales arbitrales, muy rápidos y eficientes, voluntariamente designados por las partes. Por otro ejemplo, en el estado de California, a mediados del siglo XIX, a raíz de que la 'autoridad federal' no había llegado aún al lugar, de hecho funcionaba una sociedad 'privada', y esto incluía justicia penal. Y la sociedad era, sin duda, extremadamente próspera y pacífica (a pesar de la deformación histórica que popularizaron los 'westerns'); de cualquier manera, los pocos datos que he podido estudiar, no me convencen mucho en el sentido de que esto funcionaba como una sociedad sin Estado coercitivo o, más bien, como una especie de concesión. Es decir que, si bien la autoridad inmediata era 'privada' en el lugar, en última instancia dependía del gobierno federal en Washington (ver 'The Pursuit of Happiness', William C. Dennis, The Freeman, Ed. The FEE, Irvington on Hudson, New York, July 1987, Vol. 37, no. 7, p. 252). En cuanto a la justicia en general sin duda resulta sintomático el hecho de que "...miles de estos chinos inmigrantes se volvieron ricos... Ellos se apoyaban en asociaciones de asistencia mutua para obtener prestamos, información comercial, reclutamiento de trabajadores, presentaciones empresarias, y, lo más importante, el cumplimiento de los acuerdos de palabra sobre los que gran parte de sus negocios estaba basado... Todavía hoy, un empresario chino que viola un acuerdo rara vez es llevado a los tribunales estatales. En cambio, es incluido en la lista negra. 'Si alguien no honra sus compromisos' asegura David Li, Jefe Ejecutivo del Hong Kong's Bank of East Asia, 'toda la comunidad china lo sabrá y estará acabado'", según recuerda Jerome Schneider en su 'The Complete Guide to Offshore Money Havens', Prima Publishing, USA 1997, p. 37. Para empezar una discusión, sin duda es muy interesante la opinión del chino Pao Ching-yen (siglo IV a.C.) según quien "Las disputas entre gente corriente son asunto trivial, ya que... no tiene... autoridad para lograr sus propósitos... Su poder... ¿Cómo van a compararse con una manifestación de furia real, capaz de desplegar ejércitos y batallones, y de hacer que gente sin enemigos ataque Estados que no les han hecho nada?"
(17) citados por Alejandro A. Tagliavini, en 'Alberdi y la Constitución del 53-60 contra el Código de Vélez Sarsfield', Institución Alberdi, Buenos Aires.
(18) 'De Oficcis', I, X.
(19) Para una mejor comprensión del derecho, y del 'common law' británico, ver Bruno Leoni, 'La Libertad y la Ley'; y L. B. Curzon, 'English Legal History'.
(20) "Por supuesto, hoy en día tenemos una comprensión mucho mayor acerca de la complejidad del crimen y de las causas que lo producen. Ciertamente, el tema es objeto de un razonamiento mucho más sofisticado y se ha establecido, en particular, que cierta proporción de personas convictas sufren trastornos mentales que... requieren tratamiento psiquiátrico. Todavía se están investigando muchos otros factores predisponentes, entre los cuales se incluyen el divorcio, los hogares destruidos, la persistencia de la conducta criminal en algunas familias, la escasa concurrencia a las iglesias, el hecho de que la madre trabaje fuera del hogar, la salud y el tipo de empleo. Mientras tanto, el hombre común puede no tener presente el hecho de que en nuestra época los crímenes sumamente organizados requieren tal grado de preparación e inteligencia que la educación no es un factor competitivo sino complementario. Cuanto más inteligente es el criminal, más efectivo resulta el crimen. Pero es interesante observar que hasta ahora los científicos sociales ingleses no han informado una correlación definida entre la educación y el crimen. Así, Lord Packenham publicó ('Causes of Crime', Weidenfeld and Nicholson, Londres 1958) resultados de una investigación sobre las causas del crimen... que incluye la siguiente observación: 'Sin embargo, no creo que los distinguidos expertos que nos precedieron en la presentación de evidencias, entre ellos los representantes de la National Union of Teachers, hayan afirmado que, hasta ahora, se hayan hecho muchos progresos en lo que respecta a relacionar la educación con el crimen'", E. G. West, 'El caso infundado de la educación estatal', Libertas no. 27, ESEADE, Buenos Aires, Octubre de 1997, p. 158.
(21) "La imagen divina está presente en todo hombre. Resplandece en la comunión de las personas a semejanza de la unidad de las Personas divinas entre sí...", C. Ig. C. n. 1702 (según corrección publicada por la Conferencia Episcopal Argentina, Buenos Aires, septiembre de 1997). En contraposición con esto hoy en día "los presos se ven con frecuencia sometidos"... a "...la vejación, el desprecio y la tortura" asegura Evaristo Martín Nieto en 'Pastoral Penitenciaria', Ediciones Paulinas, Madrid 1990, p. 17.
(22) Solemos olvidar que, cuando se comete un delito, en rigor (ver 'La violencia y la defensa propia', Capítulo I, Parte Primera), la naturaleza humana violada y que debe ser recuperada, es la del delincuente, no la del agredido. Ya Demócrito (460-370 a. C.) aseguraba que "Quien comete una injusticia es más infeliz que quien la padece" (Frag. 45).
(23) Para tener una idea de los recursos humanos y materiales que se gastan en armamentos, leamos la siguiente cita: "... lo que está a la venta no son los excedentes del Proyecto Manhattan (dedicado a la construcción de una bomba atómica para la Segunda Guerra Mundial), sino sistemas fabricados ex profeso..." por los Estados "... para la Tercera Guerra Mundial... En 1939 cuando Albert Einstein le reveló... al Presidente Roosevelt que la bomba atómica era factible, la Sociedad Estadounidense de Física tenía solo 4.000 miembros. Casi la mitad... se unieron al proyecto Manhattan ... el presupuesto relativamente ilimitado de ese programa fue muy importante para su rápido avance. Se le asignó... cerca de 2.000 millones de dólares en los años 40, cuando los equipos de investigación industrial más numerosos tenían un presupuesto anual del orden de los 10 millones", Tom Clancy y Russell Seitz, '¿Es Inevitable la Proliferación?', Facetas no. 100, USIA, Washington DC 2/93, pp. 36-37. Ya había dicho que, una vez instalado el Estado violento, muchas personas intentan sacar provecho de esta situación, en lugar de trabajar productivamente para la sociedad: "Durante la noche, Bruce Jackson es presidente del Comité de los EE.UU. para Expandir la OTAN, ofreciendo comidas íntimas a senadores y oficiales extranjeros. Durante el día, es el director de planeamiento estratégico de Lockheed Martin Corp., el mayor fabricante mundial de armamentos. El Sr. Jackson dice que mantiene sus dos identidades separadas, pero su empresa y su grupo de lobbying están peleando la misma batalla. Los contratistas de (el ministerio de) Defensa están actuando como diplomáticos para incentivar la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte lo que crearía un enorme mercado para sus productos... el mercado potencial solamente para jets de caza es de 10.000 millones de dólares...", 'U.S. Arm Makers Lobby For NATO Expansion', International Herald Tribune, Paris, June 30, 1997, p. 1. Para un análisis de como las economías 'libres' producen la paz (en razón de que, la libertad, permite la natural e inevitable interrelación entre las personas y pueblos), en contraposición con las economías intervenidas por la coerción de los gobiernos, que son fuente permanente de conflictos violentos, puede verse 'Welfare States at War', H. F. Sennholz, The Freeman, The FEE, Irvington on Hudson, New York, March 1987, vol. 37, no. 3, p. 103.
(24) "El Estado, completamente durante su génesis, esencialmente y casi completamente durante los primeros estadios de su existencia, es una institución social, forzada por un grupo victorioso de hombres sobre un grupo vencido, con el único propósito de regular el dominio de los victoriosos sobre los vencidos, y asegurarse a sí mismos contra las revueltas internas y ataques del exterior. Teolológicamente, este dominio no tenía otro propósito que la explotación económica de los vencidos por parte de los vencedores... Ningún Estado original conocido para la historia se originó de ninguna otra manera", Franz Oppenheimer, 'The State', Fox & Wilkes, San Francisco 1997, p. 9. Según Frédéric Bastiat, la gran ficción del estatismo es aquella "por la cual cada uno trata de vivir a costa de los demás", 'Selected Essays on Political Economy', D. Van Nostrand Co., New York 1964, p. 144. Según Blaise Pascal "Los hombres indudablemente pelearan hasta que el partido más fuerte se sobreponga al más débil, y un partido dominante sea establecido", Pensées, J. M. Dent & Sons Ltd., London 1932, p. 87. Parker Thomas Moon, acertadamente, escribió que "No son las naciones las que erigen los imperios, sino los hombres. El problema consiste en descubrir a los hombres, las minorías activas en cada nación que tienen intereses concretos y se benefician directamente con el imperialismo, y a partir de allí analizar las razones por las cuales las mayorías pagan los costos y libran las guerras...", 'Imperialism and World Politics', The Macmillan Company, New York, 1930, p. 58.
(25) 'Remembering Great Men', Imprimis, Hillsdale College, Hillsdale Michigan, May 1997, Volume 26, Number 5, p. 7.
(26) Ver 'Como el Papa venció al comunismo', B. Lecomte, Rialp, Madrid 1992.
(27) Encíclica 'Centesimus Annus', Roma 1991, n. 23.
(28) 'Del Rey y de la Institución Real', Biblioteca de Autores Españoles, Rivadaneyra, vol. 31 (Madrid: ediciones Atlas, 1950), p.548 (citado por Alejandro A. Chafuén en 'Christians For Freedom', Ignatius Press, San Francisco, USA, 1986, p. 65).
(29) Supuestamente, esta violencia, este poder coercitivo, ha sido delegado democráticamente por el pueblo. Semejante afirmación no tiene ningún sentido, según sabemos. Efectivamente: los derechos naturales son anteriores a nuestra persona, de modo que no tenemos ninguna posibilidad de delegarlos, aun cuando lo quisiéramos fervientemente. Así como no tenemos derecho al suicidio, porque no lo tenemos para eliminar ninguna vida humana futura, no tenemos ninguna posibilidad de delegar en nadie el ejercicio de la violencia sobre nosotros, mucho menos sobre terceros. Otros la justifican diciendo que, como, según el orden natural, la autoridad del gobernante proviene de Dios, esta coerción del funcionario, en definitiva, proviene del Señor de la Creación (créame, algunos afirman esto y no son sólo los fundamentalistas islámicos). Es absolutamente cierto que la verdadera autoridad, en definitiva, proviene de Dios, pero de aquí a afirmar que así se justifica la coerción del funcionario, existe un largo camino imposible de transitar (por lo menos dentro del orden natural). Porque, precisamente, si la autoridad proviene de Dios, que es en absoluto incapaz de violencia, la violencia es contraria a la verdadera autoridad que es moral.
(30) ver 'El racionalismo liberal y libertario', en el Capítulo III de la Parte Primera, y 'El gasto social' en el Capítulo VI de la Parte Segunda. "El contenido de la libertad se transforma entonces en amor propio, con desprecio de Dios y del prójimo; amor que conduce al afianzamiento ilimitado del propio interés y que no se deja limitar por ninguna obligación de justicia...", Juan Pablo II, Encíclica 'Centesimus Annus', Roma 1991, n. 17.
(31) Según el Consejo Nacional Sobre Alcoholismo de los EE.UU., durante 1985 se registraron solamente 3.562 casos de muerte por el uso de alguna droga ilegal. Aun suponiendo que miles de muertes más, no reportadas, estuvieron relacionadas, de una forma u otra, aunque sea de modo indirecto, con el abuso de drogas ilícitas, se puede concluir que la cantidad total de marihuana, cocaína y heroína que daña a la salud, es sólo una pequeña parte de la que afectan el tabaco y el alcohol. Efectivamente, durante ese mismo año murieron alrededor de 200.000 personas por abuso de alcohol y alrededor de 320.000 por abuso de tabaco.
(32) "La definición tradicional de la publicidad la describe como una comunicación de un auspiciante identificado a través de un medio impersonal pagado", Lawrence Fisher, 'Industrial Marketing', Business Books Limited, London 1969, p. 170. "Hay que señalar que, hasta que aquél (el consumidor) llega a ser consciente de una oportunidad, ésta, en un sentido real, no existe para el consumidor. Así, pues, la tarea de hacer que el consumidor 'capte' la oportunidad se convierte en parte integrante de la tarea de conseguir que dicha oportunidad esté disponible", Israel M. Kirzner, 'Competencia y Empresarialidad', Unión Editorial, Madrid 1998, pié de p. 164. Apenas aparecida la televisión, en los Estados Unidos, podían verse propagandas negativas. Por ejemplo, una fábrica de automóviles que señalaba las ventajas de su modelo con respecto a otro de la competencia, al que calificaban de malo comparado con el propio. Hoy este tipo de propaganda, prácticamente, ha desaparecido. La razón de esto es que, los publicitarios, encontraron que, este tipo de avisos negativos, solían tener el efecto contrario. Es decir, la gente, por naturaleza, suele desconfiar de los negativos, los desconfiados, y, en cambio, suele ser compasiva con los agredidos. Entre los políticos suele ser muy popular un dicho atribuido a Salvador Dalí: "Espero que me mencionen, aunque sea bien". Porque manejan muy bien el hecho de que, la falta de propaganda, los convierte en 'no existentes' frente a la opinión pública que, de este modo, jamás los tendrá en cuenta. "Los más destacados profesionales norteamericanos, como Robert Abelson, profesor de psicología y ciencias políticas en Yale, Donald Kinder de la Universidad de Michigan y Susan Fiske de la Universidad de Massachusetts, coinciden en que el principal factor que decide el voto es el sentimiento. Lo que resulta coherente... dado que la publicidad masiva influye casi exclusivamente en los sentimientos... De cualquier manera no deben confundirse los sentimientos sanos y válidos con un sentimentalismo barato... Esto no significa que los principios no sean importantes, lo son, pero en realidad son más importantes..." los sentimientos, Alejandro A. Tagliavini, 'Cómo decide la gente', La Prensa, Buenos Aires, 29 de marzo de 1989, p. 9. "... Van Gordon Sauter, en aquel entonces jefe de la división noticias de la CBS, aseguraba que los noticieros de las cadenas de televisión inevitablemente terminaban fijando la agenda de las aspiraciones nacionales de aprensión, júbilo y propósitos, aseveración conocida como 'la hipótesis de fijar la agenda'. Esta hipótesis sostiene básicamente que los espectadores imitan la televisión, es decir que si a lo largo de un período la mayor parte de los reportajes son dedicados a un tema en particular como, por ejemplo, el tráfico de drogas, y si entonces, días después y fuera del contexto de la televisión, se le pregunta a la gente cuál es el principal problema que enfrenta el país, contestará: el tráfico de drogas. En definitiva, los espectadores atribuyen importancia a lo que ven en proporción al tiempo en que lo ven. Pero a su vez la televisión busca el 'rating', y es aquí donde Shanto Iyengar y Donald Kinder, ...en su libro 'News That Matter. Television and American Opinion', se preguntan: ¿expresa la realidad la televisión o expresa la televisión la realidad? Es decir quién es primero: ¿la realidad o la televisión? ...pero probablemente la respuesta sea, justamente, la duda, y quizá sea en esta duda en donde reside el arte de manejar este medio de comunicación ...la evidencia muestra a un público con una memoria limitada a las noticias del último mes y una vulnerabilidad recurrente a las de hoy. La gente no toma en cuenta todo lo que sabe y sí considera lo que le viene a la memoria, aquellos fragmentos de la memoria... que le son accesibles en forma instantánea", Alejandro A. Tagliavini, 'El poder de la prensa', diario La Prensa, Buenos Aires, 17 de mayo de 1989, p. 9. Me parece que queda claro, pues, la peligrosidad de la propaganda masiva 'negativa' (o lo importante que resulta cuando se quieren conseguir adeptos para aquello que se menciona 'negativamente'). Personalmente, poco tiempo atrás, pude observar un hecho por demás sintomático. Un gobierno realizó una campaña televisiva, supuestamente, contra la droga. El aviso en cuestión, terminaba diciendo "Drogas, ¿Para qué?". La respuesta de los niños fue inmediata, solían repetir en la escuela: "Colegio, ¿Para qué?", es decir, consciente o inconscientemente, comparaban la idea del colegio con la que la propaganda
en cuestión transmitía sobre la droga. Lo más preocupante del caso es que, en mi opinión, en la comparación, ganaba la droga. Una cosa muy diferente es el relato 'objetivo' de un hecho puntual, por ejemplo, que un médico, que goza de prestigio entre los oyentes, informe que una persona particular murió por sobredosis de cocaína, cuando se le pregunta por las causas del deceso. Porque, en este caso, el médico no está intentando hacer propaganda barata, es decir, 'informando acerca de la existencia de la droga e intentando influenciar la decisión (supuestamente negativa) de potenciales consumidores', sino que simplemente está, profesionalmente, relatando las causas y efectos. Lo que en realidad sucede es que la verdadera y sana publicidad no es más que una información (con la carga de sentimientos que esto supone), lo más 'objetiva' posible, acerca de las ventajas de determinado producto, y nunca un intento por sobrepasar el libre albedrío del consumidor. Porque, en este caso, en defensa propia, de su naturaleza, de su libre albedrío, reaccionará (de modo espontáneo) negativamente. Su razonamiento subconsciente será el siguiente: "Si esta institución intenta burlar mi libre albedrío que es parte de mi más pura esencia, ¿por qué he de confiar en sus productos y propaganda?, por el contrario, debo defenderme de ellos".
(33) Como se podrá ver, mi planteo final no consiste en 'legalizar' la droga, porque, eventualmente, ésta podría estar prohibida, por la verdadera autoridad (moral), dentro del Estado no coercitivo o dentro de los ámbitos privados en que se dividiría la sociedad. Más aún, creo que proponer la 'legalización' significaría, en alguna medida, desorientar al público. Sin embargo, para un estudio serio del tema, ver 'Evidencias para su legalización', E. A. Nadelmann, Facetas no. 85, USIA, Washington DC 3/89.