Alejandro A. Tagliavini
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PARTE PRIMERA. LOS FUNDAMENTOS
CAPITULO I. ORDEN NATURAL Y FE
ORDEN NATURAL
Introducción
"Algunos filósofos antiguos negaron el gobierno del mundo, diciendo que todas las cosas sucedían por la casualidad. Lo absurdo de esta opinión se demuestra de dos maneras: Primero por lo que advertimos en las cosas mismas: vemos que en las cosas naturales... se realiza lo mejor, lo cual no sucedería si no hubiese una providencia que las dirigiese al bien como a un fin, lo que es gobernar. Por lo tanto, el orden mismo invariable de las cosas es una prueba manifiesta de que el mundo es bien gobernado, como en una casa bien arreglada vemos, por el orden que en ella reina, que hay alguno que cuida de ella y la administra, según lo dijo Aristóteles, como asegura Tulio en De la naturaleza de los Dioses. La segunda razón se toma de la bondad divina, que ha dado el ser a todo cuanto existe,... porque, siendo propio del mejor producir lo mejor no conviene a la soberana bondad de Dios el que no lleve a la perfección las cosas creadas; y la perfección suprema de cada ser está en la consecución de su fin; por consiguiente, así como pertenece a la bondad divina producir todas las cosas, de igual manera le es propio conducirlas a un fin, que es lo que se llama gobernar", santo Tomás de Aquino (1).
Hoy, que está de moda la ecología, tenemos un poco más claro lo importante que resulta la naturaleza. Pero, generalmente sucede que nos quedamos en la superficie de la cuestión, cuando existe un sentido más profundo, que hace al mundo como un todo, como un conjunto armonioso que hace a la vida, a la creación (2). Muchas veces, por caso, nos preocupamos por la suerte del tigre de bengala, y tratamos de salvarlo, pero no nos preguntamos por el fondo del problema, por lo verdaderamente importante, esto es, ¿para qué está ?. Entonces, lo que importa es saber, a 'ciencia cierta' el sentido de la existencia de cada cosa. Y si cumple algún fin, o simplemente está por casualidad y, consecuentemente, no tiene ningún sentido en esta tierra. Y es a partir, entonces, de que descubrimos el sentido de la existencia de las cosas y los seres, que podemos respetar su función.
Y, en la medida en que la respetemos, el mundo mantendrá su rumbo tal como fue ideado. Por el contrario, en la medida en que no respetemos la función natural de algo, resultará distorsionado el orden de la creación, el orden de la naturaleza. La razón de comer, por caso, es la de ingerir los alimentos necesarios para que nuestro cuerpo pueda abastecerse de la energía que necesita para vivir. Si comemos menos de lo necesario, no podremos subsistir, y si comemos más, engordaremos y nuestra vida será incómoda.
Usted puede, fácilmente, predecir a qué hora saldrá el sol el día de mañana y el día posterior y dentro de cien días. Esto es porque, los astros, responden a un orden preestablecido. Es fácil saber en qué época del año florecerá determinada planta, porque el mundo vegetal, como el animal, también responde a un orden preestablecido. Y, Usted mismo, se dormirá todas las noches casi a la misma hora y comerá casi a las mismas horas, porque, también, tiene un orden preestablecido por la naturaleza. Pero no sólo físico sino, también, psíquico y espiritual. Quien más quien menos, todas las madres aman a sus hijos, los dolores fuertes provocan llanto y las situaciones cómicas, risa.
Así, según Jacques Maritain por ejemplo, el orden natural significa la existencia de leyes fenomenológicas, entendiendo por fenómeno toda manifestación de actividad. Leyes que son las generatrices y que se repiten invariablemente tanto en lo particular, como en lo general y universal. La ley científica, no hace jamás otra cosa que extraer, de manera más o menos directa, más o menos desenvuelta, la propiedad o la exigencia de un cierto indivisible ontológico, que no es otro que aquel que los filósofos llaman bajo el nombre de naturaleza o esencia (3).
Este orden tiene una característica que me parece importante resaltar y que santo Tomás, en la cita anterior, marca claramente: es espontáneo, en el sentido de que está presente y se manifiesta en todo momento y en todo lugar, independientemente de la voluntad humana. Los fenómenos naturales son espontáneos, precisamente, porque son intrínsecos. Por el contrario, los objetos artificiales, al no poseer principios intrínsecos, necesitan ser movidos por otra fuerza (4).
Pero, que un fenómeno ocurra espontáneamente por 'casualidad', significa que su espontaneidad no responde a un orden preestablecido, sino a otras causas 'oscuras' (en el sentido de no ordenadas, no dirigidas a un fin). Sin embargo, santo Tomás afirma que "vemos que en las cosas naturales... se realiza lo mejor", es decir, 'observamos que espontáneamente' ocurre algo no casual (con un fin: lo mejor), es decir, ordenado. Algo que ocurre de modo espontáneo respondiendo a un orden preestablecido, puede decirse que ocurre 'necesariamente'. Y, que el hombre pretenda ignorarlo, claro está, no tiene caso (5).
Queda claro que existe un orden natural preexistente al hombre aunque, fundamentalmente, para la persona humana (en función de su razón natural, de su alma en definitiva). 'Infinitamente sabio', aunque su 'sabiduría' fuera por 'descarte', es decir que, aquellos seres que no tuvieran asegurado un progreso hacia el bien, terminarían desapareciendo quedando sólo los que sí lo tuvieran. Y que, ignorarlo significaría desoír su razón de ser, esto es, la vida. Porque resulta obvio que tiene como fin la existencia, si no le parece deje de comer y dormir y luego me cuenta. El orden (natural) es 'la recta disposición' de las cosas hacia un fin (el bien, el ser), ergo, el orden natural define la existencia.
Ahora, esta 'recta disposición', por cierto, en ningún caso implica un 'momento estático' metafísico, sino todo lo contrario: cuando Usted 'ordena' su escritorio, por graficarlo de modo simple, actúa con el fin de que sus futuras acciones sean eficientes, es decir, con el fin de potenciarse. De modo que, si bien el 'orden' que Usted impuso puede parecer un 'equilibrio estático', en realidad, esto no es más que un 'engaño visual'. El 'momento estático' es propio de las tumbas, de la muerte, en donde todo se dispone de modo que nada se mueva.
Algunos autores, racionalistas por cierto, que descreen del orden natural, aseguran que el 'estado natural' del hombre, es el primitivo. Confundiendo orden (que conlleva movimiento, evolución) con estado, que es estático. De aquí surge, a mi modo de ver, al aplicar erróneamente el evolucionismo a una situación estática, metafísicamente hablando, el evolucionismo darwiniano (materialista, ergo, sin el bien como fin), con lo que pretenden desmentir que exista tal cosa como un orden natural infinitamente 'sabio' y dirigido hacia el bien. Sin duda, este 'estado natural' tiene un "parentesco" filosófico con el 'momento estático' del que hablamos.
En primer lugar, un orden implica, precisamente, una sucesión de estados, implica una sucesión previsible de estados que se van reemplazando, sucediendo. En consecuencia, significaría una contradicción el comparar un estado con un orden. Por otro lado, si bien es cierto que el 'estado primitivo' (históricamente hablando) del hombre es de 'salvajismo', no es menos cierto que, precisamente, luego de una sucesión de estados (debidos a un orden), hoy el hombre ha dejado de ser primitivo (al menos, tan primitivo). Esta sucesión de estados configura, por definición, un orden, porque toda sucesión evolutiva de fenómenos dirigidos hacia un fin (un bien), implica un orden (6).
Me parece importante recordar que el orden natural es, en principio, intrínseco, en cuanto que hace referencia al 'interior', a la esencia de las cosas. De donde, la evolución se producirá de modo espontáneo, 'necesario', en tanto no lo coartemos (de aquí el motivo didáctico por el cual, las reglas fundamentales para el respeto al orden natural, se presentan de modo negativo: 'no matarás', por caso). Así, para Aristóteles, las causas material y formal son intrínsecas, pues ambas lo realizan (al ser) inseparable y permanentemente, son "razón de su existencia" (7). En tanto que, las causas eficiente y final, suelen llamarse extrínsecas, porque son razón del ser pero no lo constituyen. Por cierto que, 'la' causa eficiente y final, sólo puede ser el Bien, de otro modo, el hombre se destruiría (ya se habría destruido). Así, los 'preceptos positivos', que buscan de modo deliberado la Perfección, sólo pueden referirse a causas extrínsecas.
Ahora, esta 'sucesión de estados' desde el 'salvajismo' hasta hoy, de la que veníamos hablando, ¿es natural (espontánea, anterior) o fue el resultado del diseño racional humano? No me refiero, por cierto, a hechos puntuales como, por ejemplo, los avances particulares (secundarios) en el desarrollo tecnológico, sino al principio que hace a la evolución humana en general. La respuesta, a mi modo de ver, es muy clara. Si hubiera sido el resultado de la mente humana, como la tendencia es a la perfección, esto implicaría que la razón del hombre es capaz de lograrla. Lo que, claramente, es un contrasentido, porque, si fuera capaz de perfección, ya la hubiera conseguido.
Por ejemplo, durante muchos años, unos cuantos científicos estuvieron convencidos de que la tierra era plana, entre otras muchas cosas que hoy sabemos que no son ciertas. Y, sin embargo, esto no impidió el progreso de la humanidad. Del mismo modo, a no dudarlo, hoy los intelectuales dan por muy ciertas verdades que, en algún momento del futuro, descubriremos que no son tan válidas, si es que lo son en alguna medida (8). En definitiva, los hombres sólo podemos conocer a la verdad de modo parcial y relativamente (sabemos de la existencia del Absoluto, pero no podemos conocerlo de modo absoluto). Así, todo conocimiento humano que hoy damos por muy cierto y que, incluso, nos permite avanzar, en el futuro, quedará descartado porque encontraremos 'verdades más acertadas'. Obviamente, insisto, esto no significa que la Verdad sea relativa, sino que es absoluta, es sólo que el hombre no la puede alcanzar totalmente porque es imperfecto (9). Necesariamente, nos acercaremos a ella por grados, cada vez un poco más. Lo que, sin embargo, no impedirá el progreso de la humanidad. Sencillamente, porque, el principio del progreso humano, no pasa por la razón, sino por un orden anterior y superior.
Permítaseme una pequeña digresión de modo que se entienda en plenitud 'el cosmos'. Lo que me interesa decir es que, para el ser humano como género, la vida infinita, aparentemente, es de orden natural. Y digo aparentemente, porque esto es lo que nuestro conocimiento natural nos indica hasta hoy, lo que no quita, por cierto, que a la verdad de modo absoluto y definitivo, no la conocemos. Efectivamente, por caso, cualquier físico sabe (y desde hace muchos años) que la energía nunca se pierde, es decir, nunca desaparece, sino que se transforma. Y el hombre es energía (energía real, su mente contiene el tipo más poderoso en este mundo). Puesto en términos metafísicos, va de suyo que si el orden natural es permanente desarrollo y crecimiento, la vida humana no puede desaparecer (10).
Podría sí, morir el hombre, si sólo fuera animal (no racional), como ha ocurrido con tantas especies. Pero no puede desaparecer desde que es partícipe de la creación. Los 'seres' exclusivamente materiales (los que al no tener ni alma ni razón, no participan de la creación) son radicalmente 'egoístas' (buscan su bien individual). Y a la vez, en principio, por leyes inmanentes y constitutivas, están necesariamente al servicio de la especie y, mediante ella, al servicio del universo. Pero, la inevitable imperfección del mundo material (ningún animal, ni planta, por ejemplo, es perfectamente sano) terminará con la especie, más tarde o más temprano, según intervengan causas exógenas (o endógenas) que atenten contra ella. Salvo que, el hombre a través de su razón, su alma, la salve, cosa que suele suceder.
Exactamente lo mismo ocurriría con el ser humano, si fuera igualmente 'egoísta'. Es decir, si no fuera capaz de 'conocer', de aprehender, (de amar) lo externo a sí mismo, el orden natural, y 'adaptarse' (perfeccionarse) convenientemente. Pero, su alma y su razón (su energía), le permiten superar este 'egoísmo' participando de este modo en la creación. Es decir que, como su supervivencia supone, necesariamente, la de la especie, y tiene los elementos necesarios como para superar este 'egoísmo' (como para conocer a la naturaleza de las cosas, 'amarlas' y adaptarse a ellas, por ejemplo, superando las enfermedades), su vida queda, en principio, garantizada.
Otra cosa, por cierto, es el hombre como persona individual, cuyo derrotero depende de su libre albedrío.