Alejandro A. Tagliavini
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Notas a la Introducción:
(1) "El conocimiento positivo es una comprensión de lo que nos rodea que nos permite movernos hacia nuestro fin por la mejor ruta", asegura Bertrand De Jouvenel, 'The Treatment of Capitalism by Continental Intellectuals', en 'Capitalism and the Historians', F. A. Hayek, Editor, The University of Chicago Press 1974, p. 92. "Por lo pronto, es preciso tener en cuenta que todo conocimiento y toda facultad ejercida por el hombre tiene un fin, y que este fin es el bien. No hay conocimiento ni voluntad que tenga al mal por objeto", 'La Gran Moral', I, I, en Aristóteles, 'Moral', Ed. Espasa-Calpe Argentina SA, Buenos Aires 1945, p. 26 (Nota: si bien figuran bajo el nombre del estagirita, probablemente ni la 'Moral a Eudemo', nombre éste de un discípulo suyo, ni su resumen 'La Gran Moral', le pertenecen). Según R. Verneaux "el conocimiento es un acto espontáneo en cuanto a su origen, inmanente en cuanto a su término, por el que un hombre se hace intencionalmente presente en alguna región del ser. Ante todo, hay que afirmar que el conocimiento es una especie de ser, o mejor aún una manera para el hombre de existir... El conocimiento es un acto. Esto significa dos cosas: que no es un movimiento y que no es una producción; o, en términos positivos, que de suyo es pura contemplación inmóvil".
(2) "Adiós a la razón", Editorial Tecnos, Madrid 1996, pié de pp. 44-45.
(3) 'La estructura de la mente', Editorial Labor, Barcelona 1969, pp. 181 y 184.
(4) Obviamente me estoy refiriendo a que no existe tal cosa como 'conocimiento objetivo' a partir del hombre (del sujeto); o, lo que en definitiva es lo mismo, a partir de las cosas materiales. En contraposición con esto, según veremos durante el ensayo, sí existe el conocimiento objetivo a partir del absoluto, 'El Objeto'. De otro modo, si no tuviéramos una referencia externa segura, el conocimiento sería imposible. Es decir que, como el conocimiento puramente del hombre (a partir del sujeto) es necesariamente relativo, sería imposible de no existir el absoluto. Un ejemplo simple, Usted nunca podría ubicarme si le dijera que estoy a tres metros, debo agregarle la referencia: a tres metros de la pared, y la pared está dentro de la casa, y la casa dentro de la ciudad, y así hasta llegar a la referencia 'absoluta'. Ahora, este conocimiento objetivo, en razón de la imperfección humana, es sólo parcialmente (muy parcialmente y muy débilmente) conocido por el hombre. Es decir, sabemos que existe el Absoluto, pero no podemos conocerlo de modo absoluto. Por ejemplo, sabemos que matar es inmoral ('No matarás'), pero ésta es una afirmación (sin duda inmutable y universal) muy amplia, que abarca una cantidad infinita de situaciones particulares que, como son infinitas, jamás conoceremos total y perfectamente. Sea como fuere, es importante que quede claro que "El totalitarismo nace de la negación de la verdad en sentido objetivo. Si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres... Si no se reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión...", según afirma Juan Pablo II, Encíclica 'Veritatis Splendor', Roma 1993, n. 99. Por el contrario, como la pretendida objetividad a partir del hombre es una falsedad, la 'objetividad' (es decir, la honestidad y veracidad) científica ha dejado de ser la búsqueda de la verdad, hasta las últimas consecuencias, para convertirse en el sometimiento a otras subjetividades menos informadas. Así "Cuando (los científicos prácticos) recuerdan sus votos de objetividad, hacen que otras personas formulen sus juicios por ellos", asegura Anthony Stand en, 'Science is a Sacred Cow', E. P. Dutton and Co., New York 1958, p. 165. Precisamente, el hecho de que el conocimiento exclusivamente a partir del hombre sea, necesariamente, subjetivo, parcial y relativo, y que el ser humano (gracias al orden natural) evoluciona (se acerca cada vez más a la verdad) es lo que nos permite contemplar (admirar) el Absoluto (ver la cita de Juan Pablo II en la nota 3 al Capítulo IV de la Parte Segunda).
(5) 'Quaestiones disputatae de veritate', 1,1.
(6) 'Quaestiones disputatae de veritate', 2,2.
(7) Diccionario Enciclopédico Espasa, Espasa-Calpe SA, Madrid, 1988.
(8) Aun así, según S. S. Juan Pablo II, "Cuantos se dedican al estudio de las Sagradas Escrituras deben tener siempre presente que las diversas metodologías hermenéuticas se apoyan en una determinada concepción filosófica. Por ello, es preciso analizarla con discernimiento antes de aplicarla a los textos sagrados", Encíclica 'Fides et Ratio', Roma 1998, n. 55.
(9) En cuanto a la autoridad, para los católicos, tanto la Sagrada Tradición como la Sagrada Escritura han sido confiadas a la Iglesia, y dentro de ella, sólo al Magisterio le corresponde interpretarlas auténticamente y predicarlas con autoridad (cfr. Conc. Tridentino, Decr. 'De libris sacris et de traditionibus recipiendis'; ver también, en lo referido a la inspiración divina, León XIII, Enc. 'Providentissimus Deus', y Conc. Vaticano II, Const. Dogm. 'Dei Verbum').
(10) Paul Feyerabend explica que "...Estos estudios muestran como Copérnico, Newton, Galileo, los presocráticos y Einstein lograron lo que hoy es conocido como sus éxitos. Los derroteros que siguieron no carecían de dirección, y todos ellos tenían ideas muy concretas sobre sus métodos, aunque las ideas a las que llegaron fueron muy distintas de sus puntos de partida. Tampoco pudo preverse la dirección final de la investigación. Nadie conocía de antemano los virajes y vueltas que tendría que hacer; nadie preveía los métodos que tendría que utilizar en el curso del viaje, pero nuestros viajeros no dudaron y se adentraron valerosamente en tierra de nadie. Retrospectivamente podemos con frecuencia identificar itinerarios bien definidos; podemos retrazarlos en detalle y con precisión... , pero estos itinerarios difirieron considerablemente de las heliografías de los filósofos... y no eran conocidos previamente. Oportunidad, actividad humana, leyes naturales, circunstancias sociales; todo eso contribuyó de la forma más curiosa y asombrosa a llevarles a sus objetivos", 'Adiós a la razón', Editorial Tecnos, Madrid 1996, p. 30.
(11) Para dar sólo un ejemplo (de los miles que ocurren, visto que éste es el modo común en que se perfecciona el conocimiento), Israel M. Kirzner, en el Prólogo a la Segunda Edición Española de su libro 'Competencia y Empresarialidad' (Unión Editorial, Madrid 1998, p. 9) asegura que "...no pretendía ofrecer con este libro una contribución teórica original", sin embargo luego de las insospechadas consecuencias que surgieron de la lectura "Ahora creo ciertamente que el libro aportó una modesta, original contribución, cuyos significado y contenido pasaron entonces totalmente inadvertidos". Es decir, que el autor escribió, con toda conciencia, aquello que quería transmitir. Sin embargo, los lectores sacaron ('crearon') algunas otras conclusiones insospechadas para el autor que, ahora, dados esos lectores que transmitieron el libro (a veces incluso inconscientemente) por vía oral o escrita, el autor reconoce como una 'original contribución'. Si los lectores no hubieran existido, esta 'original contribución' nunca hubiera sido descubierta y el libro habría quedado en la mente del autor tal como lo pensó inicialmente. Si los lectores hubieran sido otros, quizás, la 'original contribución' hubiera sido distinta. Ahora, surge claramente que, en éste proceso 'creativo' interactivo, resultó fundamental, justamente, el hecho de que los lectores no interpretaron exactamente lo que el escritor quiso exponer, sino que, 'violando' el espíritu del autor, sacaron conclusiones 'insospechadas' para el autor. Que, por cierto, ahora reconoce como válidas y positivas, tanto que, de hecho, sobre estas 'conclusiones insospechadas' siguió construyendo nuevas ideas que, seguramente sufrirán el mismo proceso. Claro que éste es un proceso 'desordenado' (por espontáneo) para los racionalistas que pretenden tener todo 'racionalizado', 'ego controlado'.
(12) Carta Encíclica 'Pacem in Terris', Roma 1963, Introducción, 1.
(13) En cuanto al sustento psicológico de la violencia, me parece interesante, para el caso, lo que afirma C. G. Jung: "... se observan... en la vida de los tipos irracionales sorprendentes juicios y sorprendentes actos selectivos en forma de aparente prurito razonador, fría tendencia enjuiciadora; y elección, aparentemente deliberada, de personas y situaciones. Estos rasgos evidencian un carácter infantil e incluso primitivo. A veces son sorprendentemente ingenuos o son desconsiderados, rudos y violentos", 'Tipos Psicológicos', Ed. Sudamericana, Buenos Aires 1954, p. 432. En contraposición con esto, ver lo referido a la Inteligencia Emocional y a la fe en la nota 88 al Capítulo I de la Parte Primera.
(14) Ver 'El bien y el mal', Capítulo I de la Parte Primera.
(15) "El árbol de la ciencia del bien y del mal evoca simbólicamente el límite insuperable que el hombre, en cuanto criatura, debe reconocer y respetar. El hombre depende del Creador y se halla sujeto a las leyes sobre cuya base el Creador ha constituido el orden del mundo creado por El... y, por consiguiente, también se halla sujeto a las normas morales que regulan el uso de la libertad", S. S. Juan Pablo II, Audiencia General 3-IX-1986. Traspolada al plano espiritual, la planificación es la presunción. En cuanto a ésta última ver el Catecismo de la Iglesia Católica (en adelante C.Ig.C.), n. 2092.
(16) Nótese que, deliberadamente, he utilizado la palabra 'eterno' al referirme a la fe, en contraposición con la planificación. Téngase en cuenta que eternidad significa 'fuera del tiempo' y no 'tiempo infinito'. Es decir que, cuando se dice eterno, no tiene sentido el concepto de tiempo. En cambio, cuando se dice infinito se supone que, en el tiempo, no tiene principio ni fin. La planificación supone, de suyo, tiempo, por esto es que corresponde hablar de infinito. Por el contrario, la fe supone estar 'más allá del tiempo'. San Basilio el Grande (330-379) para refutar a Orígenes, asegura que sólo Dios (el Ser) es eterno, en tanto que la creación está signada por el tiempo. Ahora, ¿las criaturas humanas son seres o no, dado que no son Dios y viven en el tiempo? Para san Agustín (354-430) son seres y no lo son, viven inmersos en un tiempo que fluye incesantemente y en un cierto 'aglutinamiento de instantes sucesivos'. Este Obispo de Hipona, asegura que el tiempo sólo puede explicarse a través del alma que, por la memoria, conserva el pasado y, por la expectación o previsión, anticipa el futuro, de lo que resulta que el tiempo es una medición del alma, que se distiende (distentio animi) o, en otras palabras, el tiempo es conciencia del tiempo (Confesiones XI, 14 y ss.). En una idea que parece similar pero que, a mi modo de ver, finalmente, es opuesta (materialista), para Martín Heidegger el ser sólo resulta comprensible cuando se lo mira desde el tiempo, existir es proyección temporal, es preocuparse anticipadamente por algo. Idea parecida al 'somos futuridad' de Ortega y Gasset. En definitiva, me parece, y 'resolviendo' a san Agustín, el problema del tiempo queda resuelto, solamente, a través de la fe que nos proyecta sobre lo eterno (lo inmutable); en tanto que la planificación supone que nos lleva al tiempo infinito (por cuanto se podría adelantar el futuro y adelantarlo ininterrumpidamente) lo que, a todas luces, es irreal. Por otra parte, para lo exclusivamente ('estáticamente') físico, material, el tiempo es corrupción, todo se corrompe con el tiempo. De aquí que la planificación termine, de modo necesario, en corrupción. Por el contrario, la fe supone esta capacidad del alma de transformar el tiempo en eternidad (de proyectarse), en lo inmutable, permanente y, consecuentemente, incorruptible. Así, el tiempo no es más que un marco de referencia arbitrario (relativo entre seres humanos) para relacionar (medir) el proceso de pasaje de potencia a acto (lo perfecto, lo eterno), según veremos más adelante. Para terminar con el tema del tiempo señalemos algo notable: desde un 'marco de referencia material' sólo existe el presente, pero el pensamiento humano sólo puede considerar el pasado o el futuro.
(17) Como una de las tres virtudes teologales, el C.Ig.C. en el n. 1818, asegura que "La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los Cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza persevera del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad". Me importa remarcar, en particular, que, de suyo, esta virtud aleja del egocentrismo y conduce a la caridad de modo espontáneo.
(18) Sin duda, el 'permisivismo' es una grave degeneración de la conducta. Esta ocurre cuando 'permitimos' que el orden sea ignorado, menospreciado o violentado, ya sea que lo hagamos nosotros (que es lo más común) o que lo realicen otros. Como el orden por excelencia es el natural, según veremos, el 'permisivismo' más crudo es el que permite que sea ignorado. Por ejemplo, si un amigo nuestro intenta, de algún modo, destruir su vida y nuestra actitud es 'que haga lo que le venga en gana', claramente estamos adoptando una actitud 'permisiva'. Pero si, para impedirlo, lo matamos, nuestra actitud es aún más 'permisiva', por cuanto nos habremos permitido violar el expreso mandato en favor de la vida. Con respecto a la educación de los hijos ver la nota 66 al Capítulo IV de la Parte Primera.
(19) "Es fácil impedir que el niño haga algo; somos tan... fuertes en comparación... Podemos detenerlo y hablarle con mala cara y voz severa. Responderá a esta actitud llorando o protestando, y si continuamos desaprobando se pondrá ansioso, enojado o caprichoso.... Sin embargo, es necesario impedir que un niño haga ciertas cosas... Es necesario protegerlo... tendemos a pensar que la madre sabe mejor lo que es bueno para el niño, en realidad el niño sano sabe aún más lo que necesita. Instintivamente lucha por su derecho a crecer y desarrollarse... si (la madre) se enoja ese acto se convertirá en un problema entre ambos. (El niño)... se enojará tanto como su madre... Se ha dado cuenta de que puede hacer que la madre se enoje cuando él quiere... Prohibiéndole hacer algo de mala manera, le ha demostrado que él puede oponerse a ella. Ha aprendido una manera de controlar sus (de la madre) sentimientos, si no sus actos. Es la madre quien pierde", Edith Buxbaum, 'Comprenda a su hijo', Ediciones Hormé, Buenos Aires 1959, pp. 126-129. Por otro lado, hoy no existen dudas de que los niños que no reciben nunca 'nalgadas' tienen mejores resultados en los test de inteligencia; esto se debe, básicamente, a que, los padres que no les pegan a los hijos, pasan más tiempo conversando y razonando con ellos y, también, a que tienen que agudizar el ingenio para evitar los malos comportamientos sin caer en la 'solución' fácil (la violencia) y, de este modo, los niños aprenden que agudizar el ingenio es el camino. Murray Straus, de la Universidad de New Hampshire, cuyo equipo de investigación examinó a más de 900 niños, con edades de entre uno y cuatro años, durante más de cuatro años, asegura que "la investigación indicó que esas interacciones verbales entre padres e hijos promueven la capacidad cognoscitiva de los niños". Por otro lado, ya se ve que el problema de la violencia en la educación de los hijos ha sido un clásico que ha ido mejorando (y seguirá) a través de los tiempos; así, Josef Holzner, en su libro 'San Pablo', publicado por primera vez hace más de medio siglo, escribió, refiriéndose al Apóstol, que "...tal vez recordara a su padre cuando más tarde, en la Carta a los Efesios (6, 4), escribía este aviso pedagógico: '¡Padres, no irritéis con excesivo rigor a vuestros hijos!' El problema: padres tiránicos-hijos irritados, padres a la antigua-juventud moderna, seguramente se dio también entonces" (Editorial Herder, Barcelona 1971, p. 27).
(20) "Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber. El placer que nos causan las percepciones de nuestros sentidos son una prueba de esta verdad", así comienza Aristóteles su 'Metafísica', Libro Primero, I (Espasa-Calpe Argentina, Buenos Aires 1945, p. 15).
(21) Por ejemplo, el doctor Campbell, que pasó treinta años como médico en las prisiones inglesas, aseguró que "Tratando a los presos con dulzura, con tanta consideración como si fueran damas delicadas, conseguíamos que reinase siempre en el hospital el orden más completo. Hasta los criminales más groseros me asombraban por los cuidados que prodigaban a los enfermos", citado por P. Kropotkine, 'Las prisiones', Valencia 1897, p. 27.
(22) Sólo a modo de índice notemos que, entre otras cosas, "'Los hombres de nuestro tiempo tienen una conciencia cada vez mayor de la dignidad de la persona humana', como constataba ya la Declaración conciliar Dignitatis humanae sobre la libertad religiosa", según afirma S.S. Juan Pablo II, en la Encíclica 'Veritatis Splendor', Roma 1993, 31.
(23) Quiero hacer una aclaración que me parece importante. El destacado
periodista Jorge Castro, por ejemplo, escribió que "...el Estado nada puede sin una transformación de la conducta individual... que sea consistente con una economía de mercado, en lo esencial autorregulada. El renacer ético se transforma en necesidad funcional. Malraux siempre creyó que la nueva civilización estaba obligada a fundarse en un redescubrimiento de lo religioso. O no sería", 'Respuesta libertaria al desafío de Internet', La Nación, Buenos Aires, 13 de julio de 1997, Secc. 1ra., p. 6. Resulta notable como, muchas veces, pequeñas sutilezas pueden incluir errores importantes. Quien lea apresuradamente el párrafo citado, no sólo podrá asentir, sino que hasta podría parecerle una afirmación muy sana. Sin embargo, trastoca las jerarquías de tal modo que, finalmente, la moral queda reducida a poco o nada. Efectivamente, me importa que quede muy claro que, como la moral es anterior al Estado y es anterior a la civilización, lo correcto (y realista) hubiera sido decir que "un necesario e inevitable redescubrimiento de lo religioso fundará una nueva civilización", y que, "inevitablemente, la funcionalidad surgirá del renacer ético". En este sentido, mucho más realista fue la afirmación del cubano José Martí quién aseguró que "Todo pueblo necesita ser religioso. No sólo lo es esencialmente, sino que por su propia utilidad debe serlo... Un pueblo irreligioso morirá, porque nada en él alimenta la virtud. Las injusticias humanas disgustan de ella; es necesario que la justicia celeste la garantice", citado por S.S. Juan Pablo II, ver 'Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro', Mons. Jorge Mario Bergoglio, Coordinador, Ed. Ciudad Argentina, Buenos Aires 1998, p. 114.
(24) Ver la nota 40 al Capítulo III de la Parte Segunda.