LA VIOLENCIA, LA PLANIFICACION Y LA ESPERANZA
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Econom�a y Ciencias Sociales

 

EL FUTURO, DE LA ESPERANZA
 

Alejandro A. Tagliavini

 

 

 

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LA VIOLENCIA, LA PLANIFICACION Y LA ESPERANZA

"La paz en la tierra, profunda aspiraci�n de los hombres de todos los tiempos, no se puede establecer ni asegurar si no se guarda �ntegramente el orden establecido por Dios", S.S. Juan XXIII (12).

En definitiva, la intenci�n de este ensayo es mostrar como la vida se potencia inconmensurablemente en la medida en que no exista violencia (13). Que, despu�s de todo, es cobarde, porque es el resultado de la inseguridad, del miedo a la vida. Es as�, que ocurre cuando alguien no tiene el coraje como para aceptar y vivir lo que la realidad le plantea, porque no advierte que, en verdad, lo que se hab�a propuesto era un camino sin sentido. Es, sin duda, una actitud egoc�ntrica (derivada de la inseguridad) que pretende tener todo 'ego controlado'. Y, metaf�sicamente hablando, no existe, en cuanto tal, visto que no tiene entidad propia sino que es, precisamente, la negaci�n del Ser (14).

Pero no oponi�ndole m�s violencia, coerci�n, lo que ser�a, francamente, la peor de las iron�as, sino caridad y comprensi�n, amor en definitiva. Lo que, obviamente, implicar� una actitud valiente y, muchas veces, heroica.

Paralelamente desarrollar� la idea de que, al contrario de lo que pretende el racionalismo, es imposible predecir el futuro y, consecuentemente, no hay modo de planificar. La planificaci�n, finalmente, es un invento de la soberbia humana que pretende que, con la 'raz�n absoluta', todo se puede (15). Es la presunci�n de que, las propias capacidades del hombre son, finalmente, capaces de encontrar la perfecci�n, capaces de establecer y darse un 'orden' que lo lleve al infinito. Y da lugar a la violencia, porque, como luego resulta que sus predicciones son falsas, para no admitir el error (y mantener el 'egocontrol'), no le queda otra alternativa que imponer violentamente lo que hab�a predicho.

Por el contrario, la ausencia de violencia conlleva la desaparici�n del racionalismo porque, al no tener la capacidad de imponer las ideas coercitivamente, no queda otra alternativa que admitir que, el 'juicio final' sobre la verdad, no queda ya en la raz�n sino en el 'derrotero de los hechos'. En otras palabras, al perder el 'egocontrol', el racionalismo egoc�ntrico pierde sentido. Es decir, que la raz�n deja de ser absoluta para quedar en forma 'jer�rquica y permanente' supeditada a la 'evoluci�n de los acontecimientos'. Acontecimientos que, en definitiva, no son 'caprichosos' sino que, por el contrario, tienen una 'Causa'.

Y aqu� es donde, en oposici�n, aparece la necesidad de la fe porque �sta le permite, en definitiva, el mayor 'acercamiento' que el hombre puede tener con el futuro, un futuro inevitablemente impredecible, pero esencialmente cognoscible, justamente, a trav�s de la fe, que es la proyecci�n del hombre hacia lo Perfecto, lo Absoluto, lo Eterno (16). Este es, por tanto, el �nico modo v�lido de conocimiento tal que le permite al ser humano proyectar y proyectarse en el futuro. Y, siendo que es de suyo positiva, el conocimiento del futuro necesariamente est� fundado sobre la esperanza (17), virtud opuesta al pretendido 'egocontrol' de la planificaci�n racionalista.

A ver si soy lo suficientemente claro. Por mucho que les pese a los racionalistas, sus m�todos de conocimiento son falsos y fabularios, y son acient�ficos. El mundo material, mucho m�s el espiritual, real, se maneja con la fe basada en la esperanza.

Pero en fin, como me interesa particularmente el tema de la violencia, quiero comentar r�pidamente algunos ejemplos comunes.

Est� muy difundida la creencia de que un poco de violencia es necesaria. Por ejemplo, cuando un ni�o, sin saber lo que hace, est� a punto de introducir sus dedos en un enchufe el�ctrico, corriendo el riesgo de electrocutarse. Seg�n algunos, habr� que pegarle suavemente al infante de modo que comprenda que, en el futuro, no deber repetir esa acci�n. Este es, sin duda, un grave error. En primer lugar, los padres deber�an ser m�s cuidadosos y poner los enchufes lejos del alcance del ni�o (�sta es la clave del asunto). Y, en segundo lugar, deben explicarle, con palabras o ademanes, y con mucho amor, que no debe hacerlo. Cualquiera sea su edad, entender� esto mucho mejor, a no dudarlo, que utilizar la violencia que, para lo �nico que servir� es, por lo menos, para desconcertarlo.

El proceso psicol�gico ocurre del siguiente modo. El ni�o (debido a su corta experiencia) no sabe que hay cosas que no se deben hacer y, ciertamente, est� en su derecho a no saberlo. En consecuencia, cuando encuentra un enchufe, 'tiene todo el derecho' de introducir los dedos. Si, por ejercerlo, se lo castiga, se le produce un mal, la inevitable conclusi�n del ni�o ser� que sus padres son injustos. Doblemente, por castigarlo sin motivo y por producirle un mal. Y, consecuentemente, carecen de autoridad moral.

En rigor de verdad, carece de autoridad qui�n produce cualquier mal, aun cuando 'tuviera motivos' para hacerlo, dado que, la verdadera autoridad moral, s�lo provoca bien. Entonces, en la medida en que los progenitores sean injustos, los infantes nunca obedecer�n. Luego, los mayores se quejan de estas desobediencias en lugar de reconocer sus propias culpas. En cambio, los padres s� saben que los ni�os no pueden hacer de todo, y, consecuentemente, tienen que disponer las cosas (prevenir) de modo que el infante no tenga oportunidad de hacer lo que no debe.

La verdad es que el ni�o no tiene a�n el sentido de justicia, de modo que lo que �l advertir� es que los padres son violentos en cualquier momento y sin ning�n motivo, entonces, no tiene sentido obedecer por evitar el castigo. Y que son violentos cuando les viene en gana, de manera que creer� que es v�lido, que sus padres aceptan, la posibilidad de ser violento cuando le viene en gana. Violencia siempre disfrazada de "justicia" y de "imposici�n del orden", ya que son muy pocos, si alguno, que justifique la violencia por s� misma.

Si, por alg�n error, los padres olvidan poner los enchufes lejos del alcance del infante, y �ste se dirige directamente a introducir sus dedos, deber�n, con gracia, desviar su acci�n. Esto no constituir� violencia, sino una 'gracia'. E, inmediatamente, deber�n explicarle el motivo por el cual no debe repetir la acci�n, y luego retirar los enchufes del lugar. Algo comprender�, los padres no habr�n perdido autoridad frente a su hijo, y el ni�o quedar� a salvo.

Muchas veces, en la educaci�n de los hijos, se opone 'permisivismo' (18) a coacci�n. Supuestamente, para no ser 'permisivos', cada tanto hay que usar un poco de violencia de modo que los chicos se disciplinen. As�, primero, los padres son violentos; luego, los env�an a escuelas en donde los educan como b�rbaros y, finalmente, los llevan de vacaciones, por caso, a playas en donde 'todo vale', para, despu�s de todo esto, quejarse porque los adolescentes 'son rebeldes'. Pues claro que son rebeldes. �C�mo no se van a rebelar ante la actitud injusta e incoherente de los padres? La mejor disciplina (la �nica me animar�a a decir), surge del amor, del respeto y el ejemplo. La violencia, es el resultado de las culpas de los padres, de sus miedos e inseguridades; y los hijos advertir�n esto con mucha claridad (19).

Se dir� que, por ejemplo, resulta imposible que un ni�o asista a la escuela si no lo coercionamos. Como �ste no es un ensayo sobre psicolog�a infantil, no profundizar� esta discusi�n. Pero s� quiero aclarar un poco el asunto, porque hace a un tema importante: la educaci�n. Lo que est� claro es que, definitivamente, no es cierto que el ser humano sienta apat�a frente al aprendizaje. Muy por el contrario, desde el principio el hombre tiene una insaciable curiosidad por aprender, y tanto m�s cuanto m�s necesario para la vida se le presenta (20).

Es sabido que la 'man�a' de los infantes por tocar y desarmar todo, hurgar todo, llevarse todo a la boca, y dem�s, responde a su incansable sed de conocer. Los ni�os aprenden incre�blemente bien y en muy breve tiempo, imitando a sus padres, por ejemplo, a hablar un idioma. Est� claro, pues, que, para la persona humana, es de su propia naturaleza la fuerte tendencia al aprendizaje y el gozo que le produce. Aun cuando esto implica un esfuerzo, debido a nuestras imperfecciones (d�jelo al ni�o y ver� el esfuerzo que realiza por tocar todo), como en cualquier deporte, en cualquier trabajo e, incluso, como en cualquier diversi�n.

Pero lo que tambi�n es cierto es que, el sistema 'educativo' hoy corriente (coercitivo, racionalista), que analizaremos m�s adelante, como en gran medida es contrario a la naturaleza humana, produce un fuerte rechazo. No s�lo en los ni�os, sino tambi�n en los adultos. De modo que, la soluci�n definitiva, no pasa por coaccionarlos para que vayan a la escuela, sino por terminar con la 'educaci�n' contra natura. Entretanto, habr� que esforzarse, del mejor modo posible, para que reciban una buena educaci�n.

Otro ejemplo. Un empleado, con diez hijos, al que el jefe lo despide de su trabajo. Si su respuesta es agresiva, violenta, lo que denotar�a miedo e inseguridad frente a la nueva situaci�n que se le plantea, el resultado ser�, probablemente, complicar a�n m�s su situaci�n. Adem�s de perder la calma necesaria como para hacer frente a un futuro complicado. Si, en cambio, tiene el coraje como para aceptar el reto que le impone la vida, se despide del jefe en los mejores t�rminos y, porque no, hasta agradeci�ndole el tiempo durante el que lo emple�, tendr� mucho para ganar. Adem�s de empezar su nuevo camino con una disposici�n positiva que lo ayudar�, y mucho. La 'buena onda' atrae 'buena onda', y a la inversa. Este es el motivo psicol�gico por el cual 'los ganadores' generalmente ganan, porque son personas que no se dejan destruir (ya que el �xito no pasa s�lo por lo material), manteniendo alto su esp�ritu y liderando, de este modo, los acontecimientos de su vida.

Un tercer y �ltimo ejemplo. Seg�n recuerdo haber escuchado, y si lo repito es porque me parece perfectamente cre�ble, un importante empresario salv� su vida, gracias a saber oponer servicio y caridad a la violencia.

La persona en cuesti�n, fue secuestrada por un grupo terrorista. En lugar de reaccionar violentamente y con temor (porque la violencia siempre esconde miedo) con temor, trat� a sus raptores con mucha caridad, intentando explicarles los principios cristianos y sirvi�ndoles caf� y otros detalles. Los captores terminaron por tomarle tal cari�o que, cuando la polic�a rode� la casa en donde se encontraban, en lugar de matarlo seg�n hab�an prometido, lo pusieron a resguardo de modo que no resultara herido durante el tiroteo. Todos los captores murieron, con gran pena para el empresario, y �l sali� ileso.

En principio, cuando alguien adopta una actitud violenta en contra de otra persona, espera de su parte una reacci�n del mismo tipo, aunque sea defensiva. Si el agredido no reacciona violentamente ni con miedo, sino con seguridad y paz, con caridad, comprensi�n y servicio, se producen dos efectos inmediatos. Primero, descoloca al agresor y, luego, lo desconcierta de tal modo que, psicol�gicamente, pasara a tener el control de la situaci�n (21).

La defensa propia, y lo mismo la defensa de terceros y del bien com�n, seg�n veremos, no s�lo es leg�tima sino que puede llegar a ser una obligaci�n grave. Pero, es leg�tima, justamente, en tanto y en cuanto sirve para defender la vida; y en este estricto sentido, es, sin ninguna duda, un grave deber moral. Pero no debemos olvidar que, un 'triunfo moral perfecto' es tener la valent�a de enfrentar a la violencia con caridad, comprensi�n y servicio; y, de este modo, evitar la destrucci�n de la vida. Hay que tener mucho coraje, que duda cabe, para, cuando a uno lo agreden f�sicamente, por caso, no salir corriendo ni intentar parar al agresor violentamente, sino 'poner la otra mejilla' con calma y sin temor. Y aqu�, por cierto, no estoy llamando al 'suicidio' por negligencia, ni tratando de justificar la falta de defensa a un tercero agredido, sino remarcando la infinita superioridad efectiva y eficiente del Amor por sobre la violencia. Estos son principios generales y, como tales, deben estar claros y prevalecer, es el deber ser. Luego, cada situaci�n particular quedar�, como toda absoluta verdad, para el juicio de Dios.

Los hay muchos que nos quieren hacer creer que �l que mata debe recibir la pena de muerte, que debemos castigar sin misericordia al que nos rob�, encarcel�ndolo. Que debemos vivir desconfiando de la maldad del pr�jimo, y debemos vengarnos y castigarlos apenas tengamos oportunidad. Que para evitar la violencia, alguien debe, violentamente, imponer orden (?!). Que existe una 'violencia justa' (algo as� como 'm�tame que te quiero'). Pero lo cierto es que, la civilizaci�n y el progreso, vienen por el lado opuesto, por el lado de oponer la paz, la vida, a la barbarie. Por otro lado, quisiera ver que 'el que est� libre de pecado, tire la primera piedra'.

Pero, como este ensayo trata de la sociedad, su conformaci�n y modo de gobernarse, dejemos la 'psicolog�a', para estudiar a la violencia como m�todo para intentar 'organizarla'. En definitiva, lo que intentar� mostrar es que, lejos de servirle a la comunidad, �sta provoca una gran injusticia. Ya Pao Ching-yen (libertario, ya que advert�a la espontaneidad del orden natural pero descre�a de todo gobierno, nacido en la China del siglo IV a.C.) advert�a que la idea habitual de que era necesario un gobierno 'fuerte' para imponer el orden confund�a causa con efecto.

Los argumentos en favor de la coacci�n, coerci�n (violencia al fin de cuentas) como m�todo v�lido, no resisten ning�n tipo de an�lisis cient�fico. Tanto es as�, que quienes la sostienen deben, finalmente, apelar a principios que dan por v�lidos sin explicaci�n alguna. Mucho menos una explicaci�n dogm�tica seria. La violencia, para ellos, se transforma en un 'dogma' dir�a, en el sentido de que son sentencias no alcanzables por medio de la raz�n natural, sino fuera que los dogmas son verdades superiores, absolutas y, como tales, de modo necesario, positivas.

Normalmente, lo que sostienen estos personajes, es una confusa mezcla de "postulados evidentes" y "datos emp�ricos" a partir de preconceptos abstractos, y con esto conforman una ideolog�a de la violencia, absolutamente incoherente y carente de fundamento serio. Algunos me han dicho que mi 'error' consiste en ser demasiado estricto en la aplicaci�n de los principios (�como si se pudiera ser suficientemente leal con la Verdad!). Seg�n ellos habr�a que ser un poco 'incoherente' para poder ser 'realista', lo que resulta cierto dentro del 'sistema' que proponen, porque, sin ser incoherentes, no podr�an sostener su 'realismo' ni por un minuto.

Personalmente no tengo dudas de que el 'futuro filos�fico' de la sociedad humana no pasa por justificar a la violencia que, a esta altura del desarrollo del conocimiento humano, no tiene justificaci�n alguna, sino por estudiar seriamente el mejor modo gobernar y de defensa (en sentido positivo, como debe ser) propia, de terceros y del bien com�n.

Algunos defensores del Estado violento, coercitivo, coactivo, uponen que �ste siempre ser� as�. Suponen una especie de 'momento est�tico' metaf�sico en donde siempre ser� necesaria la coerci�n. Pero esto, necesariamente, significa que el orden natural no implica un desarrollo, sino que es (en alguna medida, en alguna parte) un simple orden 'est�tico'. Lo que, entre otras cosas, seg�n iremos viendo, es un contrasentido; porque la vida es, de suyo, crecimiento y desarrollo, y en esto va el orden natural. Probablemente, este 'momento est�tico', en la historia de la cultura Occidental aparece con Parm�nides de Elea (540-470 aC), el filosofo del 'ser r�gido', qui�n, contestando a Her�clito, supone que el devenir es s�lo apariencia de los sentidos. Rechaza el cambio puesto que �ste ser�a contradictorio dado que 'lo que es, necesariamente es' (principio de no contradicci�n) y, entonces, lo que es no puede dejar de ser y lo que no es no puede producir el ser. Consecuentemente, lo �nico real es el ente inmutable y �nico de modo absoluto.

'Momento est�tico' que subyace tanto en Plat�n como en Arist�teles dado que, siendo ambos conservadores, favorec�an una sociedad est�tica, eran hostiles al crecimiento proponiendo m�s bien, como virtud, el acomodarse a lo disponible antes que la ambici�n de mejoramiento. Uno de los primeros en oponerse fuertemente a esta visi�n es san Agust�n (354-430) que, por el contrario, subraya el valor de la persona y, consecuentemente, su necesidad y derecho de crecer hacia la perfecci�n. Santo Tom�s, por su lado, no deja lugar a dudas ya que afirma que, en las cosas naturales, se realiza lo mejor debido a que est�n dirigidas por la Providencia al bien como a un fin, seg�n veremos. Finalmente, la 'est�tica', por cierto, contradice toda evidencia emp�rica: las ciencias se perfeccionan, los seres humanos alargan su tiempo de vida y su calidad moral, y as� toda la naturaleza se mueve hacia adelante.

Para que quede claro: es cierto que el hombre siempre ser� imperfecto, consecuentemente, violento, pero de aqu� a justificar a la violencia y, peor a�n, justificarla como m�todo v�lido, existe una gran distancia, porque esto significar�a negar que el hombre puede y debe perfeccionarse.

As�, otros argumentan que el Estado debe ser coercitivo, violento, suponiendo que, como el hombre es imperfecto, necesita ser coercionado para poder vivir 'civilizadamente' en sociedad (argumento que, ya dije y veremos durante el ensayo, no admite ninguna explicaci�n razonable). Es decir, que suponen que es una necesidad, dada la imperfecci�n humana, cuando en realidad es una consecuencia.

Suponiendo que esto fuera cierto, si el hombre llegara a ser perfecto, esto es, nunca mintiera, fuera siempre honesto, nunca cometiera delitos, y dem�s, la polic�a, la 'justicia' y los otros 'servicios' que 'brindan' los Estados coercitivos, dejar�an de tener sentido, seg�n su razonamiento. De modo que, el hombre perfecto, podr�a vivir sin necesidad de coacci�n alguna. Y como, para ellos, el Estado tiene, necesariamente, que ser coercitivo, el hombre podr�a vivir sin necesidad de Estado alguno. Y si consideramos al Estado como aspecto natural de la sociedad, esto implicar�a que el hombre, finalmente, podr�a vivir sin sociedad.

Pero, por otro lado, lo cierto es que el hombre tiende, con m�s o menos altibajos, con m�s o menos momentos cr�ticos (no puede decirse que ni la Segunda Guerra Mundial, ni el hoy aparente aumento en el consumo de drogas, entre otras muchas cosas, sean logros), a la perfecci�n. M�s all� de la crisis que pareciera estar atravesando el mundo de hoy, el incre�ble avance tecnol�gico, cultural y hasta espiritual (22), lo testifican. Desde un punto de vista metaf�sico, esto es obvio: la vida es crecimiento y desarrollo porque, de no ser as�, sencillamente, no podr�a haber existencia.

Ahora, si el hombre perfecto no necesita al Estado coactivo y el hombre tiende a la perfecci�n, va de suyo que la tendencia es a la desaparici�n de la coerci�n f�sica en la medida del progreso humano (salvo que creamos en el 'momento est�tico' y, consecuentemente, en que el hombre, el orden natural, no progresa). Entonces, la gran pregunta es �debemos esperar a que la gente avance hacia lo perfecto y, en esa medida, suprimir a la coerci�n estatal? La respuesta, obviamente, es no.

Porque sucede que, precisamente, la primera violencia y la m�s fuerte, pretende ser la coacci�n estatal (para eso se la funda, para que �sta, supuestamente, siendo la m�s poderosa, evite el resto de las agresiones dentro de la comunidad). Es decir que es, al menos te�ricamente, la m�xima expresi�n de la imperfecci�n humana, aun cuando se pretenda la incoherencia de querer presentarla como necesaria dada la imperfecci�n. De donde, no s�lo no hay que esperar a que el hombre se perfeccione para superarla, sino que hay que adelantarse y suprimirla. Porque esto permitir� que evolucionemos, que la autoridad real, la autoridad moral, ocupe su lugar. �Y con qu� velocidad? Con la m�xima que se pueda, porque esto, justamente, la velocidad y la magnitud con que podamos disminuir a la violencia, marcar� el grado de madurez, de perfecci�n, de la sociedad en cuesti�n.

De lo que se trata, pues, es de eliminar lo m�s r�pidamente posible a la violencia. Con la prudencia del caso, con la humildad suficiente para reconocer que, al menos en principio y en alguna medida, somos todos culpables.

Quiero dejar aclarado, porque me parece que corresponde, que el hecho de que la violencia sea intr�nsecamente inmoral, y que el Estado, en la medida en que sea coercitivo, lo sea por car�cter transitivo, no implica la inmoralidad directa de los involucrados. De hecho, este Estado coactivo hoy existe y, de alg�n modo, aunque sea para transformarlo en un Estado moral, alguien tiene que comandarlo. Y, justamente, en la medida en que su intenci�n verdadera sea terminar con la coerci�n, como m�todo de 'organizaci�n', no s�lo no estar� actuando inmoralmente, sino que, por el contrario, estar� efectivamente combatiendo la inmoralidad. En otras palabras, en la medida en que el Estado, y las personas involucradas, trabajen para trocar la 'organizaci�n coactiva' por la organizaci�n basada en la verdadera autoridad, la autoridad moral, estar�n actuando en bien de la comunidad, por el bien com�n.

En definitiva, la supresi�n de la violencia como m�todo de 'organizaci�n' social y su reemplazo por la verdadera autoridad, no implica, no es el correlato de la b�squeda racionalista de 'la sociedad perfecta'. Sino que es un imperativo moral que va de suyo, es el 'deber ser' con todas las implicancias morales y efectivas (eficientes) que esto supone. Siempre recordando que ser�a ut�pico creer que podremos eliminar la violencia de este mundo de manera r�pida y radical.

Por otro lado, insisto, seg�n veremos que lo explicaba san Agust�n, el mal (la violencia), en un sentido 'existencial' (en el sentido de que podr� ser encontrado siempre en este mundo), es 'natural'. Es decir, que lo cierto es que nunca podremos suprimirlo por completo. Pero esto no quita que, nuestra obligaci�n grave, sea la de intentarlo y conseguirlo lo m�s que podamos. Sin ninguna duda, para esto ser� necesario un acercamiento a la verdad natural. Pero, sin duda m�s todav�a, por los motivos que surgir�n durante el desarrollo del ensayo, una gran fuerza �tica, moral y espiritual (23). Sin olvidar, por cierto, que la tecnolog�a ayuda a derribar las barreras coactivas que los Estados violentos pretenden imponernos (24).

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