Alejandro A. Tagliavini
Esta página muestra parte del texto pero sin formato.
Puede bajarse el libro completo en PDF comprimido ZIP
(336 páginas, 1949 kb) pulsando aquí
SANTO TOMAS Y EL RACIONALISMO
Probablemente, el motivo histórico por el cual muchos cultores del Aquinate terminaron siendo, sin quererlo, racionalistas, es porque tomaron sus referencias a la razón en forma textual, pero utilizando el concepto actual, que es el que ha impuesto el racionalismo y que, finalmente, nada tiene que ver con la idea tomista (que es mucho más 'amplia'). En definitiva, según hemos visto, en principio, cuando se lee razón en santo Tomás hay que tener en cuenta que el incluye en ésta, a lo que designo como fe natural. En tanto que, razón para los racionalistas, es (básicamente) lo mismo que para el Aquinate, exclusión hecha de la fe natural, cuya existencia, finalmente, niegan. De modo que, me parece importante que, antes de continuar, analicemos, ahora sí, con más detalle, la idea de razón en el Doctor Angélico.
"El primer principio de todas las operaciones humanas es la razón" dice santo Tomás (73), y ésta constituye su definición de razón humana natural. De hecho, según sabemos, con la razón puede conocer a Dios, cosa que los racionalistas, en última instancia, niegan. Efectivamente, de la lectura del Preámbulo: La Teología, de la Primera Parte de la Suma de Teología, surge claramente que el Aquinate solamente hace una distinción entre fe religiosa, de donde surge la Teología, y la razón que incluye todas las otras capacidades de conocimiento humano, incluso "...cuanto a lo que de Dios podemos conocer por la razón humana..." (74).
Por su parte, el título de un capítulo de la 'Metafísica' de Jaime L. Balmes (75) es por demás ilustrativo: "Demostración de la existencia de Dios como causa de la razón humana". Y, en este mismo sentido, san Agustín afirma que "Inteligible es Dios, y al mismo orden inteligible pertenecen aquellas verdades o teoremas de las artes; con todo difieren mucho entre sí. Porque visible es la tierra, lo mismo que la luz; pero aquella no puede verse si no está iluminada por ésta. Luego tampoco lo que se enseña en las ciencias y que sin ninguna hesitación retenemos como verdades certísimas, se ha de creer que podemos entenderlo sin la radiación de un sol especial" (76). Ya se ve que, san Agustín, empieza a hacer una distinción entre las ciencias y 'la radiación de un sol especial' que ha de iluminarlas.
Insisto, en tanto que el racionalismo, en definitiva, le niega (supuestamente) al hombre cualquier otra posibilidad que no sea la que surge del mero conocimiento deductivo, a partir de supuestas realidades materiales o abstracciones egocéntricas, y a esto ellos llaman razón, negando la existencia de la fe, para estos santos, entonces, lo que en este ensayo denomino la fe natural es parte de la razón.
Efectivamente, las famosas 'cinco vías' (quinque viae) (77) de santo Tomás (para la demostración de la existencia de Dios) no son aceptables para un racionalista cabal. Porque, a partir de su definición de razón, no alcanzan los elementos epistemológicos para deducir (según las 'vías') la existencia de Dios. Basándonos en la actual idea de razón, el Aquinate realiza un 'acto de fe' en sus cinco vías.
Tomemos, por ejemplo, la primera de estas vías (la más evidente, según el Aquinate), en donde deduce la existencia de Dios a partir del movimiento. Para decirlo rápidamente, el Doctor Angélico afirma que cualquier movimiento no se produce solo, sino que lo recibe de otro. Pero este otro tiene que ser anterior al movimiento en cuestión (es decir, si se mueve, es porque ya fue impulsado). Hasta aquí, es pura física clásica, que cualquier racionalista aceptaría. Pero santo Tomás continúa y dice que, como todo está en movimiento desde hace mucho tiempo, alguien tiene que haber comenzado esto, el primer motor 'y este es el que todo el mundo llama Dios', afirma. Como se ve, el Doctor de Aquino, 'salta' de un hecho empírico (que todo se mueve y esto necesita un motor inicial) a un absoluto, a identificar este primer motor con Dios.
Personalmente no tengo problema con esto, porque, a mi modo de ver, El Primero ya es un concepto absoluto. Pero un racionalista cabal diría que, en este 'salto', realiza un 'acto de fe', y como la fe no es un modo válido de conocimiento, el argumento es falso. Porque el hecho de que 'existe un motor inicial' no implica la existencia racional de Dios. De hecho, hoy algunos racionalistas ven este 'motor inicial' en el famoso 'Big Ban' (hecho que podría ser cierto). Si uno les pregunta: bien, pero ¿quién inició el 'Big Ban'? Buscarán un 'pre Big Ban' y así, irónicamente, seguirían hasta el infinito (digo irónicamente porque, justamente, el infinito es un concepto absoluto) pero nunca darán (porque lo consideran epistemológicamente inadecuado, en base a su definición de razón) el salto entre los hechos físicos empíricamente demostrables y el Absoluto. Salvo que 'abstrajeran', cosa que a algunos les gusta hacer. Pero estas abstracciones (racionalistas) tienen una componente que las convierte en 'inocuas', y esto es que son 'construcciones' (absolutizaciones) de la razón humana y, por tanto, de modo necesario, relativas (subjetivas); aunque las pretendan absolutas.
De aquí que, permítame Señor lector esta breve digresión, la filosofía racionalista termine en nada: porque terminan en 'absolutos' que son relativos. Y, por esto es que, hoy en día, en gran parte, la filosofía se ha transformado en nada, cuando debería ser un conocimiento muy válido y de aplicación concreta para la vida diaria. En cambio, hoy es un conjunto de aburridos enunciados que para nada sirven y, consecuentemente, a nadie interesan. Así es que, me parece, es hora de que maduremos y aceptemos definitivamente que, el 'conocimiento' que no tiene resultados concretos y prácticos, positivos, para la vida (y esto incluye a la filosofía y a la metafísica), no es tal conocimiento sino pura charlatanería.
Pero en fin, repasemos, rápidamente y someramente, el problema de los universales para luego analizar las abstracciones.
Durante la escolástica se plantearon diferentes soluciones al problema de los universales. Por un lado, el 'realismo exagerado', que afirma la existencia de los universales fuera e independientemente de los individuos (ante rem); ésta es, sin duda, una solución platónica y, en su forma más exagerada, fue defendida por Guillermo de Champeaux. Por otro lado, el 'realismo moderado', que ve en el universal un aspecto inteligible de la cosa singular (in re); es ésta la solución aristotélica que defendió santo Tomás (en los términos que san Alberto Magno explica en la Met. VII, 5, esto es: es 'ante rem', pues existe desde siempre en el pensamiento divino, es 'in re', pues constituye el aspecto inteligible de la cosa singular, y es 'post re', pues mediante la abstracción el intelecto se apodera de lo universal de la cosa). Luego, el nominalismo, que llega a negar la existencia, tanto mental como extramental, del concepto universal, reduciéndolo a un nombre (nomen, flatus vocis, post-rem); siendo su máximo defensor Juan Roscelino de Compiegne. Finalmente, cabe mencionar al conceptualismo, que ve en el universal sólo un concepto de la mente; también de raíz aristotélica, aunque poniendo el acento en la mente y no en la realidad; quizás sea Pedro Abelardo el mejor representante de esta solución.
Ahora, Aristóteles asegura que la inteligencia capta lo universal de lo individual, mediante la abstracción que efectúa el intelecto agente (recordemos el 'alma intelectiva' del Aquinate). Pero, lo universal, es captado como una estructura del ente real, el concepto mental responde a esa estructura, es decir, al aspecto inteligible de la cosa. Y no es sólo un producto elaborado por el intelecto mediante el 'procesamiento de los datos sensoriales', se trata, en rigor, de una 'captación' o 'intuición' de esencias. Esta es la teoría del origen del conocimiento que actualmente se conoce como intelectualismo, opuesta al innatismo o racionalismo platónico o cartesiano y al apriorismo kantiano, como al empirismo de Locke y al sensismo de los materialistas. La misma posición que el estagirita parece sostener Boecio (470-524) y, de ambos, se nutre el Doctor de Aquino.
En cualquier caso, lo que me importa resaltar es que, para el Aquinate, el conocimiento es algo que parte siempre de la realidad externa. Todas las abstracciones tomistas son aprehensiones de lo externo. Podría decirse que en lo exterior está el conocimiento perfecto, por cuanto es claro que lo perfecto no está en nuestro ego. Puede estar en nuestro interior, pero sólo como idea (de Dios) de algo externo.
Así, a mi modo de ver, existe una diferencia 'psicológica' esencial entre el Aquinate y los racionalistas. Ya habíamos visto la importancia del método empírico en santo Tomás (por otro lado, algo habíamos discutido acerca del método empírico en la Introducción). Entonces, mientras que el Doctor de Aquino, claramente, adquiere los conocimientos a través de una fuerte 'observación empírica' (el orden natural y Dios son 'datos reales y externos'), y los interpreta, y les da sentido, a través de una fe que es anterior a su persona (y la reconoce como tal), las abstracciones racionalistas son construcciones (planificaciones), supuestamente deducidas, a partir del propio ego. Es decir que, la abstracción racionalista es apriorística (independiente de toda experiencia sensible) pero, además, la idea abstracta no se refiere a un sujeto externo. El proceso 'psicológico' es opuesto. El Aquinate reconoce y observa algo anterior, exterior y superior a su ego. Los racionalistas pretenden que su ego es el absoluto y, a partir de aquí, realizan abstracciones y 'observaciones empíricas' que, como su ego 'es absoluto', desconocen el carácter inevitablemente parcial (subjetivo) de toda observación empírica. La diferencia, en rigor, más que 'psicológica' es ontológica: para el Aquinate el Ser es externo al ego del hombre, para los racionalistas es el ego. Y, a partir de aquí, todo el cosmos es radicalmente distinto: para el Aquinate es algo externo a la razón humana que el hombre se limita a descubrir al tiempo que evoluciona, mientras que para el racionalismo es una construcción del propio ego, de la propia razón.
Así queda claro que, en oposición a la planificación propia del racionalismo, "El tomismo no es un sistema, si se entiende por ello una explicación global del mundo, que se deduciría o construiría al modo idealista, a partir de principios establecidos a priori", según asegura Etienne Gilson (78).
Ahora, J. Maréchal, en su 'Etudes sur la Psychologie des Mystiques', asegura que "El objeto de la 'ciencia', el fenómeno, es el producto de una abstracción metódica operada sobre lo real. Toda afirmación estrictamente científica queda entonces afectada, en su valor íntimo, por un coeficiente de abstracción que no se podrá subestimar". Los escolásticos, por su parte, solían hacer una distinción entre 'abstractio formalis' y 'abstractio totalis'. La primera hace referencia a la 'síntesis' subjetiva de lo empírico (singular, particular) y, por tanto, externo a la persona. En tanto que la segunda hace referencia, a la metafísica, a abstracciones aprehendidas de fenómenos universales, que, para santo Tomás, si bien también con el inevitable coeficiente subjetivo, son externas al hombre (a partir de Dios). Ambos casos, pues, suponen un coeficiente de abstracción que, necesariamente, será subjetivo. De aquí que, precisamente, la 'perfección en el conocimiento' consiste en la disminución al máximo posible del coeficiente subjetivo.
Por otro lado, según Etienne Gilson, ser y ser objeto del pensamiento son una y la misma cosa. Esto significa que, por un lado, la idea Absoluta, objeto del pensamiento, por tanto 'es' absolutamente, y por el otro, que si el objeto del pensamiento es externo, somos 'psicológicamente' eternos por cuanto lo 'externo' a nuestro ego es eterno. En otras palabras, cuanto más 'seamos' lo externo (el Absoluto) más se acercará nuestro conocimiento a la perfección.
J. P. Mayer afirma que "El racionalismo... (moderno)... pone así de manifiesto una diferencia característica con el racionalismo de la antigüedad clásica: los pensadores griegos partían del supuesto de la identidad de estructura del ser y el pensar; Hobbes... (cree) ...que el ser humano es capaz de auto controlarse racionalmente..." (79).
El coeficiente subjetivo (y por tanto inútil, en el sentido de que, al pertenecer a nuestro sujeto, ya lo tenemos incorporado, y consecuentemente no nos agrega nada; además de imperfecto), inevitable en todo conocimiento (en toda abstracción), disminuirá en la medida en que nuestro interior 'piense' sólo en ideas externas. Así, las abstracciones tomistas son intentos por aprehender la esencia de todas las cosas exteriores a su persona (a su ego). Así, abstrae sobre datos 'empíricos' (físicos), y 'abstrae' sobre ideas absolutas (externas a su ego). Esto no implica que la persona y, por tanto, el conocimiento interno, no tengan valor, sí que lo tiene y mucho. Pero el conocimiento interior es, para el tomismo, sólo un 'modo de búsqueda de la verdad' no 'la verdad'.
El racionalismo, por el contrario, como no reconoce nada superior a la razón humana, no reconoce la superioridad de lo externo y, consecuentemente, abstrae sobre su propia mente, sobre su propio ego. Así, absolutiza todo concepto abstracto (desde que lo absoluto ya no es algo externo sino la propia razón), que le viene en gana absolutizar. Por ejemplo, el concepto de Estado-nación, es un concepto abstracto pero, claramente, no es un absoluto externo desde que no puede (epistemológicamente) ser considerado ni deducido de ningún enunciado teológico. Tampoco es una abstracción a partir de datos empíricos externos por cuanto el Estado-nación es una construcción posterior de la razón humana y no algo que 'existía' y la razón descubrió. El Estado-nación no es, pues, una realidad (externa al ego), sino una abstracción racionalista (a partir del ego) que supone una absolutización de conceptos abstractos no empíricos. Entendiendo por empírico, todo 'fenómeno real y externo' a la persona humana; y, en este sentido, a través de la fe, Dios es un 'dato empírico'.
Por cierto que, por Estado-nación, me refiero a todas las ideas que, históricamente, involucra: la coerción como método de 'organización' social (que supone la existencia de leyes abstractas en el sentido racionalista, teóricamente generales, sobre toda la sociedad) y, finalmente, el bien y el mal a partir del ego del Jefe de la Nación y de la consecuente 'moral abstracta'.
Por otro lado, en cuanto a la 'psicología' es importante remarcar que amar es procurar el crecimiento espiritual propio o de otra persona (80). Aun cuando fuera nuestro propio crecimiento espiritual, esto implicaría el conocimiento de lo externo, por cuanto, si la idea es 'superarnos', de suyo, debemos 'conocer', 'imitar' algo superior que, necesariamente será externo (si fuera interno sería lo mismo a nuestro ego, nunca superior). Si recordamos que el verdadero conocimiento es aquello que, de suyo, nos conduce al bien (sirve para la vida, nos perfecciona), aquí se cierra el círculo con la cita que vimos de Kieran Conley y la 'inteligencia emocional' (81): el verdadero conocimiento implica superar el propio ego y, supone, de suyo, un crecimiento espiritual, consecuentemente, supone amar. Es decir que, el verdadero conocimiento, cuando es sano y bien orientado, empieza y se traduce en un acto de amor.
De aquí la importancia de la humildad a la hora de conocer, porque ésta asegura que nuestro conocimiento, al partir del exterior a nuestra persona (a la vez que reconocer nuestra naturaleza humana), nos permite comunicarnos (en la comunión con la Verdad) con los demás.