INTRODUCCIÓN

 

El capitalismo, en tanto sistema mundial, vertebra un conjunto de contradicciones sociales, políticas y económicas que amenazan la existencia de todas las sociedades que se reproducen con base en el modo capitalista de producción. La desarticulación de los sistemas productivos y de los mercados de trabajo es un reflejo de las graves dificultades que el sistema encuentra para continuar su reproducción según la ley del valor y la explotación del trabajo social.

Ante la crisis del fordismo se pensaba que los nuevos paradigmas impuestos en la organización del trabajo resolverían duraderamente los problemas de sobreproducción y crisis económica, al alimentar círculos virtuosos de incrementos duros en la productividad del trabajo que a su vez incrementarían la rentabilidad de las empresas. Sucedió todo lo contrario: el capitalismo en su actual fase neoliberal acusa niveles decrecientes en sus tasas históricas de crecimiento económico, hipertrofia sus sistemas productivos en beneficio del capital financiero especulativo, sobreutiliza indiscriminadamente las políticas monetaristas para tratar de controlar los procesos inflacionarios y provoca un abultamiento brutal del desempleo, la subocupación y la precariedad laboral.

Me parece fundamental indagar si los fenómenos de la globalización-mundialización capitalista (crisis económicas, revoluciones tecnológicas, cambios en la organización del trabajo, etcétera) que directa o indirectamente afectan al mundo del trabajo al tiempo que nos permiten aprehender las transformaciones en curso, modifican radicalmente a la sociedad del trabajo en el capitalismo al grado de sustituirla por una nueva “sociedad y economía del conocimiento” sustentada en un modo específico de producción y consumo.

Independientemente de la discusión sobre si el nuevo fenómeno denominado “globalización” existe o no, y en qué medida; creo que el análisis de las transformaciones del mundo del trabajo requiere una metodología específica. Para alcanzar esta meta se debe partir de la interrelación entre la esfera productiva y el proceso de trabajo, y conectarla con una teoría de la organización y explotación del trabajo por el capital en la época actual.

El presente libro se ocupa de los cambios que la mundialización del capital y el patrón de acumulación capitalista neoliberal dependiente desplegaron en el mundo del trabajo durante la segunda mitad del siglo XX, al trocar la rigidez en flexibilidad y articularla eficazmente desde la perspectiva de la explotación del capital, en la que el Estado desempeñó un papel fundamental. Una vez comprendida la nueva configuración socio-estructural de la relación del trabajo con el capital, es posible vislumbrar alternativas de reconfiguración del mundo del trabajo que reintegren sus derechos y proyecciones históricas en cuanto factor de transformación del sistema capitalista.

Esta perspectiva niega que el mundo del trabajo se pueda estudiar en sí y para sí como lo hace recurrentemente la sociología descriptiva. Si bien al mundo del trabajo (integrado por los “sujetos” asalariados, el mercado, la fuerza de trabajo, así como sus condiciones de reproducción, institucionales, políticas y jurídicas, etcétera) puede concedérsele una cierta autonomía en tanto objeto de estudio, es, a la par, sobredeterminado por realidades más generales y concretas, tales como la dinámica misma de las contradicciones capitalistas y las distintas maneras como se desdoblan en categorías económicas y sociopolíticas, hasta envolver las relaciones institucionales y político-jurídicas.

Es el contexto, y no el en sí del fenómeno, el que debe ser articulado creativamente para entender, en cuanto totalidad, al mundo del trabajo, sus múltiples relaciones y contradicciones y la manera como se ve afectado por la reestructuración del capital.

Conviene aclarar algunos conceptos que se utilizan en el libro con el fin de hacer más comprensible su lectura. Pero antes debo indicar los antecedentes del problema, que se remontan a la crisis estructural del fordismo a finales de la década de los sesenta del siglo XX, la cual afectó profundamente al mundo del trabajo y a sus “sujetos”, los trabajadores. Si bien el concepto fordismo fue utilizado por el mismo Henry Ford y, aun desde una perspectiva crítica, por autores como Antonio Gramsci en 1934-1935, fue sin duda Michel Aglietta, en su obra Regulación y crisis del capitalismo, publicada en 1976, quien retomó el problema de la crisis del fordismo en el marco de la llamada escuela de la regulación (cf. Boyer, 1989). En ella, Aglietta plantea el paso del fordismo como un sistema basado en la cadena de producción semiautomática para anunciar la emergencia de un nuevo sistema que él denomina neofordismo basado en la cadena de producción automática. A partir de aquí se suscitó una productiva polémica que llega hasta nuestros días entre las distintas corrientes de pensamiento tanto marxistas como no marxistas. Autores como Gerard de Bernis, Alain Lipietz, Benjamin Coriat, Robert Boyer entre otros, comparten el mérito de continuar y enriquecer el debate con el objeto de aclarar y caracterizar la nueva fase que se abre con la crisis del fordismo, tanto en el capitalismo desarrollado como en el periférico y subdesarrollado, aunque con mayor énfasis en el primero.

Independientemente del enfoque teórico en que se basan, la nueva etapa que se abre tras la crisis del fordismo ha sido caracterizada por las distintas corrientes utilizando los términos “neotaylorismo”, “reingeniería”, “toyotismo”, “kalmaranismo”, etcétera para dar cuenta de los cambios que operan en la reestructuración del mundo del trabajo a partir de la introducción de nuevas formas de organización y explotación de la fuerza de trabajo por el capital, tanto en los países capitalistas desarrollados como en los dependientes y subdesarrollados (cf. el análisis de los “modelos productivos” en Boyer y Freyssenet, 2001).

Se entiende por “neotaylorismo” a las prácticas tayloristas de los procesos de trabajo con ayuda de la aplicación de tecnología para intensificar la explotación de la fuerza de trabajo del obrero con cargo en sus destrezas y habilidades. El “neofordismo” —posfordismo para otros autores— incluye a las prácticas organizativas del capital que reactualizan el fordismo mediante la cadena de montaje con ayuda de la aplicación de los principios de la revolución tecnológica. La “reingeniería” (cf. Hammer, 1994) es un método empresarial utilizado principalmente en Estados Unidos para reestructurar a las empresas “desde abajo” —“comenzando desde el principio”, “desde cero”—, lo que supone en la mayoría de los casos una política de despidos. Por último, entiendo el “toyotismo” como un conjunto de principios y métodos japoneses de organización empresarial y del trabajo, es decir, “un sistema de organización de la producción basado en una respuesta inmediata a las variaciones de la demanda y que exige, por tanto, una organización flexible del trabajo (incluso de los trabajadores) e integrada” (Thomas Gounet, 1999, p. 29). El kalmaranismo, de acuerdo con Gounet (p. 76), refiere la experiencia de la fábrica automotriz Volvo, ubicada en la ciudad de Kalmar, Suecia, que sustituyó la línea de montaje fordista por el trabajo artesanal en equipos. Se considera, sin embargo, una experiencia poco exitosa; hasta la fecha arroja índices de abstencionismo de hasta 20% con niveles bajos y decrecientes de productividad del trabajo.

Debo aclarar que el uso de estos conceptos, dentro de la economía y la sociología del trabajo, es limitado y sólo tienen validez explicativa en cuanto se relacionan y enmarcan dialécticamente con una teoría global y un método explicativo que les confiera significado y sea capaz de definirlos en función del desarrollo del objeto de estudio. Por mi parte, el marxismo es la teoría capaz de brindar explicaciones de fondo respecto a la reestructuración capitalista del mundo del trabajo y sus proyecciones históricas, luego de la profunda crisis que sacudió al sistema desde finales de la década de los sesenta y que continúa hasta la actualidad.

Siguiendo este hilo conductor, el capítulo 1 estudia la relación de la teoría del valor con la globalización-mundialización del capital, para demostrar cómo es que esta última sirve de acicate para extender y profundizar el modo capitalista de producción y sus leyes esenciales, tales como la ley del valor, de la plusvalía y la explotación, las que rigen a la tasa de ganancia, la renta, la competencia, el monopolio, las crisis y los procesos de reestructuración que les acompañan.

En el capítulo 2 se analiza la relación del trabajo con el capital desde el punto de vista de la superexplotación del trabajo, destacando que en las economías de los países industrializados dicho fenómeno opera bajo múltiples formas como son la precarización del empleo, el trabajo a domicilio y a tiempo parcial, el deterioro de los salarios reales y la pérdida de derechos (el seguro de desempleo y la jubilación, la sindicalización, etcétera). A esto contribuye la aplicación de nuevas tecnologías en los procesos productivos y de trabajo bajo los designios de la revolución japonesa y la reingeniería norteamericana.

A la luz de la ley del valor y de la reestructuración del capital, el capítulo 3 analiza la crisis y extinción de la nueva economía que despuntó en Estados Unidos durante el periodo 1993-2000, reeditando los fenómenos estructurales relativos al desempleo, la inflación y la caída del producto, lo que provoca serias presiones sobre los mercados y el mundo del trabajo en dicha nación y a nivel internacional.

El capítulo 4 estudia los efectos de la crisis y recomposición del mundo del trabajo para explicar cómo se constituye la relación histórica del trabajo con el capital y con el Estado. Para ello se utilizan indicadores como legislación laboral, derechos y conquistas sociales y laborales, productividad, contratos colectivos de trabajo, huelgas, sindicalismo, etcétera.

Por último, partiendo de la hipótesis de que el paradigma toyotista constituye un método por excelencia para intensificar el trabajo, el capítulo 5 estudia los modernos métodos de organización y explotación del trabajo como verdaderos dispositivos del régimen de superexplotación de la fuerza de trabajo. De modo tal que ésta no es reformada previamente por el neoliberalismo, sino utilizada extensamente para contrarrestar las causas de las crisis estructurales del capitalismo (crisis de sobreproducción, dificultades de realización de las mercancías, caída de la tasa de beneficio, especulación financiera, creciente desempleo, etcétera). En este contexto ubico la reforma laboral en América Latina dirigida, en la mayoría de los casos, a flexibilizar a la fuerza de trabajo en torno al “paradigma neoliberal”.

El libro argumenta la imposibilidad histórico-estructural del capital de descentralizar el trabajo y de anularlo, como pretende el neoliberalismo. Ante el imperativo de que se encuentren nuevas formas de centralización y organización del trabajo en general, se inclina por buscar las rutas, condiciones e instrumentos que posibiliten un cambio de paradigma, pero no dentro del modo de producción, de trabajo y de vida capitalistas, sino dentro de una nueva formación económico-social y político-cultural superior. Para llegar a ello es imprescindible el afianzamiento democrático de los intereses de los trabajadores así como de los amplios sectores sociales explotados y dominados por el régimen del capital.