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Uruguay: economía primaria con industrialización sustitutiva (1930-1973)
Introducción
A partir de la crisis del modelo agroexportador uruguayo, modelo estudiado en la sección I, la inmigración y el estancamiento ganadero condujeron a la “revolución de la pequeña burguesía” como ha llamado la historiografía uruguaya a las reformas lideradas por José Batlle y Ordonñez, luego complementadas en las décadas del 30 y 40 y que dieran lugar a una rápida industrialización basada en el “modelo de sustitución de importaciones”. A pesar del nombre dado a esta “revolución” cabe hacer notar que gran parte de los nuevos industriales procedieron de los grandes ganaderos y comerciantes importadores, donde los primeros colocaron sus excedentes y los segundos trocaron su abastecimiento para vender a mercados que ya dominaban.
El rápido crecimiento se agota a mediados de los años 50, en el marco de la continuidad del estancamiento de la producción ganadera que limitó el modelo desarrollado al ser la fuente casi exclusiva de las divisas necesarias para la importación de los elementos utilizados por la industria, momento a partir del cual se iniciará un proceso de fuerte divergencia en los valores de producto per capita con los países desarrollados.
La fase de crisis uruguaya de casi dos décadas dará lugar, luego de fuertes enfrentamientos sociales, a un “modelo proveedor de productos primarios y servicios regionales” implementado gradualmente a partir de 1973, no sin tanteos varios en distintas direcciones pero con una visión común de eliminación del modelo anterior de sustitución de importaciones, y fuertemente en la década del 90.
En este capítulo, a diferencia del capítulo correlativo de la sección I donde el foco del análisis era el crecimiento económico positivo, examinaremos en detalle este período de la historia uruguaya para poner en relieve los elementos que lo caracterizaron en su fase crítica.
Caracterización del capitalismo mundial en la época.
El casi medio siglo que siguió a la profunda crisis iniciada en Estados Unidos en 1929 presenta, a escala global, dos períodos bien delimitados: de 1930 a 1945 se sufrió a escala casi mundial la Gran Depresión y la destrucción de capital físico y humano que significó la Segunda Guerra Mundial. Después de 1945 el sistema logró un fuerte crecimiento económico en muchas naciones (pero no en todas, dado que la desigualdad entre naciones creció extraordinariamente) y en especial en los países desarrollados, hasta la crisis de 1973 cuyo desencadenante (pero no su causa principal) fue el shock del petróleo
La depresión de 1929 provocó la contracción de la producción, de los ingresos y de los niveles de ocupación en los países desarrollados, disminuyendo las importaciones y el volumen de comercio internacional. La profundidad y prolongación de la crisis llevó a los países desarrollados a adoptar una serie de medidas fuertemente proteccionistas que tenían por finalidad aislar las economías nacionales de las fluctuaciones de las balanzas de pago, posibilitando la adopción de políticas monetarias y fiscales compensatorias. El volumen físico de las exportaciones cayó un 25% entre 1929 y 1933 y los precios en más de un 30%. No todo el descenso se debió a la política comercial de los países desarrollados: muchos países del resto del mundo comenzaron una política de desarrollo industrial, disminuyendo su dependencia (transitoriamente) de los productos manufacturados de Europa, como consecuencia tardía del aislamiento en que se encontraron durante la guerra y la inmediata posguerra. Pero además el comercio internacional disminuyó, quizás en forma más determinante que la política comercial de los países desarrollados y la industrial del resto, por la contracción de la demanda en los países ricos como consecuencia de la crisis.
Estados Unidos ya no dependía de los productos europeos, debido al rápido desarrollo logrado en los años de la primera posguerra, lo que exigió un ajuste de las relaciones comerciales europeas entre sí y con sus proveedores de productos primarios de las zonas templadas. El aumento de la protección agrícola por parte de los países industrializados, que no estaban dispuestos a aceptar los reajustes estructurales que exigía la creciente división internacional del trabajo, redujo aún más el comercio de productos alimenticios. Esto obligó a los Estados de los países de menor desarrollo, perjudicados por estos cambios, a intervenir en las cuestiones económicas transformando el patrón de crecimiento del sur del continente americano. Sus economías se dinamizaron a través de la industria, con la naciente sustitución de importaciones, en detrimento de las actividades comerciales y agropecuarias aún cuando estas no perdieron preeminencia en la acumulación de capital.
El movimiento internacional de capitales también fue fuertemente afectado por la crisis. La disminución de los ahorros en los países exportadores de capital y la dificultad de los países deudores para pagar los servicios de la deuda contrajeron el flujo de capitales, invirtiéndose en muchos casos la corriente tradicional al recuperarse parte de las inversiones realizadas. La Gran Depresión produjo la desintegración del patrón oro, luego de la vuelta a los tipos de cambio fijos del patrón oro que había ocurrido durante los años 20. La crisis provocó la caída de la confianza en las monedas claves de los países que monopolizaban el comercio mundial, lo que obligó a una política deflacionista que agravó la recesión y aumentó la fuga de capitales, precipitando el quiebre del sistema monetario en vigor. Tras la depresión el patrón de cambios oro había desaparecido y la mayoría de los países adoptó tipos de cambio fluctuantes dirigidos, en una política de aislar sus países de la recesión mundial a la vez que depreciaron fuertemente su moneda en una serie de devaluaciones competitivas. Sin embargo el desempleo permaneció alto hasta la gran conflagración que se desata en 1939: la Segunda Guerra Mundial.
Los años de crisis económica primero y política después eliminaron inmensa cantidad de vidas e instalaciones, la destrucción de capital humano y físico creó las condiciones para reajustar las dimensiones del sistema capitalista y fue la base para una nueva fase de crecimiento que durará hasta 1973. Entre 1945 y 1953 se reorienta el sistema internacional en el ámbito institucional, como ha ocurrido luego de cada crisis importante, lo que permitirá el comienzo de la llamada “edad de oro” del capitalismo.
La superioridad económica y militar de Estados Unidos le permitió imponer su plan a sus aliados europeos, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, con la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF, luego Banco Mundial.)
El objetivo de la fundación del FMI fue mantener la estabilidad de los tipos de cambio y resolver problemas de balanza de pagos de los países miembros: con el paso del tiempo el FMI ha pasado a influir fuertemente en las políticas económicas de los países subdesarrollados. Por su parte el BIRF (actual Banco Mundial) surgió para fomentar la inversión internacional en el largo plazo luego de la devastación causada por la guerra. Para el objetivo de liberalizar el comercio mundial no se fundó una institución, pero se obtuvieron importantes avances en esa dirección a través de los Acuerdos Generales de Aranceles y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) que desembocarían ya en años recientes en la creación de la Organización Mundial de Comercio.
El sistema monetario internacional que se desarrolló en la posguerra, acordado en Bretton Woods, acabó basándose en el dólar como moneda de respaldo. El sistema establecía cambios fijos entre las monedas de los diferentes países industrializados pero, a diferencia de su antecesor el patrón oro, permitía modificar las paridades cambiarias frente a casos de grave y continuado deterioro de la balanza de pagos. El sistema funcionó exitosamente durante dos décadas y cayó debido al rápido aumento de la cantidad de dólares emitidos por Estados Unidos y la pérdida subsiguiente de confianza en los mercados internacionales: la crisis del sistema que se desencadenó finalmente en 1973, al final del período comprendido en este capítulo, demostró como ineluctablemente el capitalismo funciona dialécticamente creando en su crecimiento la próxima crisis, acelerada en este caso por la guerra de Vietnam y la política económica norteamericana a que ella condujo y disparada por el shock petrolero.
El volumen de comercio de bienes manufacturados aumentó con mayor rapidez que el comercio de productos primarios debido a la recuperación de la Europa industrial y a la implementación de avances técnicos en su producción. Los países productores de bienes agropecuarios se vieron favorecidos inicialmente con la guerra de Corea que elevó el precio de las materias primas. Al recuperarse la inversión y aumentar las existencias bajaron los precios, en relación con otros bienes, durante las décadas de 1950 y 1960. Estados Unidos se transformó, en este período ya que los flujos comerciales volverían a cambiar más adelante, en el principal socio comercial de los países del cono sur americano a la vez que se incrementó el comercio intraregional entre Argentina y Brasil.
Entre el final de la guerra de Corea y las crisis del petróleo de los años 70 la economía de los países desarrollados logró un enorme auge. El GATT y la competencia provocada por la guerra fría redujeron las barreras al comercio de productos manufacturados entre los países industrializados ampliando sus mercados. El elevado nivel de demanda, minimizados los ciclos cortos por gobiernos intervencionistas basados en la economía keynesiana, contribuyó al avance tecnológico que configuraron y recrearon el papel de los distintos países en la economía mundial, tanto por su creación como por su difusión. Alrededor de 60 de las 100 principales innovaciones realizadas entre 1945 y 1970 se debió a compañías norteamericanas, más de 25 a empresas europeas. La investigación y el desarrollo científico y tecnológico se convirtieron en actividades prioritarias de los estados y de las compañías multinacionales, ambos en los países desarrollados, constituyendo un nuevo sector industrial que rentabilizó aún más las innovaciones y propulsó el avance técnico a nuevas alturas. A la vez aumentó la dependencia de los países no desarrollados de la transferencia de tecnología desde los países avanzados, tecnologías adecuadas al sistema industrial que lo catalizaba pero no necesariamente ajustados a las condiciones de los países subdesarrollados.
Las pautas comerciales reflejaron el nuevo dinamismo tecnológico, dinamismo liderado por Estados Unidos en aguda competencia por las áreas de influencia con la Unión Soviética durante la guerra fría. El crecimiento del comercio mundial fue importante pero se concentró principalmente entre los propios países desarrollados. El consumo de petróleo se incrementó acompañando el crecimiento económico y la nueva disponibilidad de bienes de consumo dependientes de ese bien natural (autos, plásticos, etc.) Estados Unidos como fuerte productor de petróleo vio facilitado su crecimiento con la disponibilidad del producto a bajos precios. Sin embargo, con el tiempo, se convertirá en importador al exceder la demanda interna a la oferta nacional.
La división internacional del trabajo de principio de siglo fue siendo sustituida por otra, en la que los países industrializados conservaron no ya el monopolio mundial de la producción industrial, cuyas ramas de menor contenido tecnológico cedieron crecientemente a países con altas dotaciones de mano de obra, sino el de las actividades industriales con mayor dinamismo: las de fabricación de bienes de producción y de bienes finales con aplicación de alta tecnología. Concomitantemente fueron ganando peso, de forma progresiva (aunque no homogénea), las exportaciones de productos industriales de países en desarrollo.
El Mercado Común Europeo introdujo la mayor divergencia entre los países industrializados: en todo caso tanto Europa como Estados Unidos siguieron una política de protección y subsidios al sector agrícola que contrastó con la liberalización del comercio de bienes manufacturados. Como consecuencia de estos hechos, de la recuperación de la inversión y de los avances tecnológicos citados, a partir de los años 60 los términos reales de intercambio entre los productos primarios y los manufacturados se deterioraron, empeorando las condiciones económicas de los países productores de bienes agropecuarios.