Crecimiento, crisis y cambio en Uruguay

La acumulación de capital en la década de 1870 fue retomada por parte de los hacendados, los tradicionales y aquellos producto de la nueva emigración británica, alemana y vasco francesa, y se reforzó a partir del alambramiento de los campos lo que posibilitó la eliminación de los pequeños propietarios, poseedores y agregados así como disminuyó la necesidad de peones y puesteros. El cambio social produjo el aumento de la marginación y con  él, el del bandidaje: el uso de la fuerza física del ejército permitió asegurar la tranquilidad de la campaña durante este proceso y reprimir las inquietudes sociales que el mismo generó.

El alambramiento consolidó las relaciones capitalistas en el campo uruguayo, permitió el aumento de la productividad de la explotación pecuaria y un incremento en la producción por la mera existencia regular de mayores stock, todo lo que redundó en un aumento de las exportaciones en volumen físico a partir de 1876 hasta su estancamiento en la primera década del siglo XX. Uruguay retoma sobre esa base el crecimiento económico a partir de ese año que se extenderá, con breves interrupciones, hasta la crisis de 1890,  complementado en el desarrollo del transporte interno y una módica industria sustitutiva.

Puede considerarse entonces que en 1876 Uruguay había entrado definitivamente en la zona de influencia británica en un contexto de paz regional. Por una parte Brasil había perdido buena parte de su fuerte influencia en los asuntos del Plata, sus problemas internos (que culminarían con al caída del imperio y la instauración de la República en 1889) concentraban su atención y su economía se retrasaba a la par que dependía crecientemente de las importaciones de Estados Unidos de sus rubros exportables, especialmente el café. Por la otra Argentina priviligeaba sus relaciones con el Viejo Continente, al ser en mayor medida que Uruguay una próspera abastecedora de productos agropecuarios (a la carne y el cuero se agregaban los cereales) a Europa.

Por lo tanto en Uruguay, los ingleses aliados con el nuevo patriciado local que sustituyó al que provenía de la época de la colonia y de las primeras décadas de la independencia, controlaron buena parte del comercio exportador de productos ganaderos e importador de bienes industrializados, de la banca relacionada con este comercio y de las comunicaciones, especialmente el ferrocarril, que permitieron el transporte de las mercaderías hacia y desde el puerto de Montevideo.

Entre 1876 y 1890, se aunaron la alta rentabilidad del sector ganadero, pilar de la economía uruguaya exportadora de bienes primarios pecuarios, con una fuerte inversión en maquinarias e infraestructura para generar altas tasas de crecimiento, de acuerdo a lo que predice la teoría clásica. La rentabilidad de la estancia creció por el doble motivo del aumento de la producción y la baja de los costos generada por el progreso técnico (introducción de la maquina de esquilar), el alambramiento (disminuyendo la cantidad de peones necesarios para cuidar un rebaño) y la mejora del transporte (eliminando troperos y carreteros) que implicaron una población desocupada y una caída del salario real.

La industria temprana, como se ha denominado a la industria uruguaya en este período, a pesar de su crecimiento no cambió la inserción del país en los mercados internacionales como exportador de productos primarios: el gran determinante del desempeño de la industria manufacturera, tanto de la tasa de crecimiento como de sus fluctuaciones, fue el desempeño del sector agroexportador. Esto no quiere decir que el desempeño industrial haya respondido de manera mecánica y homogénea a las vicisitudes del sector externo, especialmente porque se pueden diferenciar distintas situaciones en la industria según la orientación de sus mercados (externo o interno) y el origen de sus materias primas( importadas o nacionales.) Pero la riqueza y la captación de divisas provenientes de las exportaciones de productos primarios incidían decisivamente sobre la demanda para las industrias volcadas al mercado interno y sobre la posibilidad de adquirir los insumos necesarios para aquellas basadas en  materias primas importadas. No es de extrañar entonces que las fases de crecimiento y crisis de la industria coincidieran con las del sector agropecuario y que las leyes proteccionistas surgieran no como determinantes activas de su crecimiento sino como respuesta a las crisis que las afectaban.

Al período de crecimiento descrito le sigue la larga recesión que comienza en 1890 y que tiene como detonante la crisis de las economías centrales de ese año, gestada en Londres y que es coincidente con la disminución  de las inversiones británicas en la región. El principal motivo de la crisis en Uruguay fue la caída de la rentabilidad de la producción ganadera, base casi excluyente de la riqueza externa del país. La tasa de beneficios de los estancieros se redujo sustancialmente desde 1876 hasta 1890 debido a la disminución de los precios y a los mayores gastos e inversiones en mejora.

La crisis de 1890, precedida por el déficit de la balanza en cuenta corriente y la dificultad creciente de su financiamiento y amplificada por la especulación bancaria e inmobiliaria, promovió la crítica del proyecto ganadero comercial. La pérdida del comercio de tránsito a manos del recientemente mejorado puerto de Buenos Aires implicó un examen de las estructuras vigentes que supuso el análisis, pero no la solución,  del problema de la tenencia de la tierra y el desarrollo de la agricultura. La eliminación del monopolio orista del crédito y el dinero fue otra de las consecuencias institucionales de la crisis, con la fundación de los estatales Banco República y Banco Hipotecario: el orismo había sido el reflejo del dominio del capital comercial sobre el capital productivo, del comercio montevideano sobre la incipiente industria y si bien durante el proceso de independencia y las primeras décadas de vida del nuevo país había estado aliado con los grandes estancieros, la crisis del 90 supuso la ruptura de esa conjunción de intereses. Junto a los ganaderos se alinearon los agricultores, industriales y un sector del capital especulativo extranjero para forzar la desmonopolización del oro y la expansión del crédito, medidas ambas que iban en detrimento de sus enemigos oristas conformados por los importadores montevideanos y el sector financiero.

Luego de la suspensión de la convertibilidad de la moneda debido al cese de la financiación inglesa al Estado uruguayo, quedó interrumpido el pago de la deuda y una fuerte deflación  provocó la caída de los salarios y el fuerte aumento de la concentración de la riqueza.  La balanza comercial comenzó a tener saldos positivos en 1891 debido a la reducción de las importaciones.

La disminución de los costos internos en moneda fuerte, efecto combinado de la baja de los salarios y la devaluación, se vio acompañada a partir de 1895 por el decisivo hecho de la suba de los precios internacionales. Ambas causas incrementaron grandemente la rentabilidad de la explotación ganadera que confluyó, luego del fin de las guerras civiles en 1905, en un auge de todos los sectores de la economía hasta 1912 que más que compensaron los valores negativos de comienzos de la década del 90.

Analizando la ganadería, factor clave en el crecimiento económico del Uruguay de la época (y que en buena parte se mantiene hasta hoy), el período de expansión mundial iniciado en 1895 y que se extiende hasta el fin de la Primera Guerra Mundial, significó una mayor demanda  y un aumento de los precios de los productos exportables: ganado en pie, carnes y cueros. En 1905 se instala el primer frigorífico con un fuerte retraso con respecto a Argentina, donde la sustitución de los saladeros por los frigoríficos se produjo a partir de 1890 debido a la preferencia del capital extranjero por la mejor calidad de las carnes del vecino país aunado a  un mayor rebaño de ovejas. Esta primera planta frigorífica en Uruguay comenzó a operar en forma muy lenta pero fue el inicio de la sustitución de las exportaciones de ganado en pie y tasajo por carne congelada, producto de mayor precio y dinamismo. Se produjo un aumento de la producción ganadera acompañado de un incremento de la productividad en carne por cabeza de ganado, debido al avance del mestizaje. El aumento de los beneficios condujo al incremento de la inversión, recorriendo la trayectoria  de crecimiento las fases características de la sociedad capitalista que describiéramos en el primer capítulo de esta sección.

La agricultura tuvo un crecimiento importante entre 1890 y 1913, pero su escaso volumen inicial y sus características hicieron que su incidencia en  el crecimiento del país fuera escasa.

En cuanto a la industria, nuevamente se demostró en este período su dependencia de los vaivenes del sector agropecuario: la depresión posterior a la crisis de 1890 al retraer el consumo afectó el mercado interno, estancándose la actividad industria y reduciéndose las importaciones. La crisis incidió en forma diferente en las distintas ramas industriales, según fueran exportadoras o dirigidas al mercado interno, con materia prima nacional o importada. Pero el balance total fue negativo.

En este tramo del período analizado, se mantuvo el patrón oro y creció la actividad financiera por la expansión de la primera década del siglo, con predominio extranjero (en especial británico) en la banca.

El crecimiento de la primera década del siglo muestra continuidad en el modelo agroexportador aunque con un creciente peso de la economía urbana, una estructura productiva y social más diversificada, un incremento de la importancia de los servicios del Estado, una dinámica inversión productiva y un bajo crecimiento de la productividad[i].

Estos dos últimos factores, que aumentaron la composición orgánica del capital sin una fuerte contrapartida en la disminución de costos laborales y agravado desde el punto de vista de la rentabilidad por el aumento de los salarios reales,  contribuirán a la depresión que se desencadena en 1913 a partir de la crisis financiera internacional y la concomitante disminución de la demanda de productos primarios en los mercados europeos. La caída de los precios implicó una brusca disminución de la riqueza generada por el sector ganadero, que alcanzó casi el 50% entre 1913 y 1916. El volumen de las exportaciones, pilar del modelo agroexportador, se estancó durante los años de la primera guerra mundial aunque los precios internacionales subieron durante el conflicto. Recién en 1925 la ganadería podrá superar los niveles que tenía antes de la crisis.

La disminución de los ingresos de las exportaciones pecuarios volvió a demostrar la dependencia del resto de los sectores de la economía uruguaya de esos ingresos: la crisis contrajo un 15% el producto industrial y esto a pesar de las leyes proteccionistas del primer batllismo, la agricultura sufrirá una menor caída y una más rápida recuperación.

La crisis trajo aparejada, en un mecanismo que no por repetido merece dejar de ser comentado, una fuerte desocupación y la brusca disminución de los salarios reales que llegan a reducirse un 31,5% entre 1912 y 1917. No disponemos de datos acerca del capital físico que permita evaluar la destrucción del mismo en el período.

El estancamiento de la producción en volumen físico del país llega hasta 1923. Sin embargo el aumento de los precios internacionales de los productos primarios durante la guerra, la baja inversión del período previo y la disminución del salario real generaron los excedentes que permitirían con su reinversión una nueva (y corta) fase de crecimiento que compensa y supera (en poco) las caídas ocurridas durante la crisis. Esta etapa de crecimiento se extiende hasta 1930, el año posterior al crack financiero de Wall Street y el comienzo de la Gran Depresión norteamericana, que generara una crisis de alcance mundial.

La ganadería tuvo un crecimiento lento y menor que el resto de los sectores de la economía, lo mismo ocurrió con el volumen de sus exportaciones. La aplicación creciente de un nuevo modelo tecnológico en la agropecuaria de los países desarrollados y el aumento del proteccionismo aplicado por estos, condujo a la sobreproducción y a la baja de los precios. El período de posguerra, y especialmente desde 1922, registra una fuerte caída de los precios de los productos primarios que sólo pudo ser compensado con una mayor extracción de ganado. Pero esto tenía un límite, ya que la tasa de procreo y crecimiento de los animales, depende de las posibilidades de alimentación de la pradera natural. Por un lado ya no había nuevas tierras, como ocurría en Argentina, para ampliar la dotación de pradera existente. Por otro a las deficiencias en la alimentación por falta de forrajes se agregó la lentitud en la implementación de medidas sanitarias y de mejoras técnicas en el manejo del ganado.

El estancamiento ganadero también disminuyó su peso en la generación de riqueza del país, pasando de un 55% del PBI en 1900 a un 33% en 1930.

Los excedentes producidos por el sector agropecuario en este período fueron apropiados por las clases poderosas, pero a diferencia de los períodos anteriores, hubieron de compartirla con la creciente clase media urbana, europea en buena parte por inmigración y europeizante por estilo de vida.

Los sucesivos gobiernos, bajo la influencia del pensamiento y acción de José Batlle y Ordoñez, orientaron la transferencia de parte del excedente agropecuario sin cambiar las estructuras agropecuarias, con un notable incremento de las funciones del Estado que se expresó tanto en su papel protagónico con la fundación de empresas estatales en diversos sectores claves de la economía como en un fuerte aumento del gasto público, que se multiplicó por cuatro a la vez que se triplicaba el número de funcionarios. De esta forma, ampliando sus funciones y mejorando la calidad de la enseñanza y la salud pública, acompañó las demandas de conocimiento y generó las condiciones que permitieron el desarrollo industrial.

Pero hacia la década del veinte las dificultades comienzan a plantearse: se produce un cambio estructural en la oferta mundial de productos primarios y caen los precios como ya se comentara. La decadencia irreversible del Imperio Británico, principal destino de la producción uruguaya y origen de capitales inversores en el país, su sustitución progresiva por los Estados Unidos en la hegemonía del mundo capitalista y la crisis que conmueven la base del sistema en 1929 cierran una fase histórica de perfiles propios para el Uruguay y que hemos denominado agroexportador por ser éste el sector dinámico de su economía, responsable de su crecimiento y de sus crisis.


 

[i] La clase capitalista rural reinvirtió en el mismo sector agropecuario parte de sus beneficios durante este período de crecimiento. El resto fue colocado en bancos, en inversiones inmobiliarias y en deuda pública. Instituto de Economía (1971)

 

Capítulo II.1