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Las crisis en la historia del capitalismo
A escala global el capitalismo ha vivido períodos de expansión extensos quebrados por profundas crisis: el análisis de estos períodos de crecimiento y los cambios que produjeron las crisis permitirán una mejor comprensión de los fenómenos antes descriptos. Si bien la descripción que sigue es válida para los países hoy desarrollados, la globalización del capitalismo hace que estas etapas sean similares para el resto de los países.
El capitalismo naciente, en su fase industrial, conoció de un período de larga expansión entre 1760 y 1800[i]. Es la época en que los comerciantes comienzan a invertir en talleres donde el trabajo se ha dividido en distintas tareas. La división del trabajo y la especialización de los trabajadores aumenta su productividad, incrementando fuertemente la generación de excedentes. La inversión en maquinaria es importante, tratándose aún de herramientas de trabajo con poco cambio de tecnología con respecto al período anterior: es el período de la manufactura. Desde sectores precapitalistas, el campo especialmente en el período considerado aunque también los artesanos de la ciudad, se provee de la mano de obra que constituirá el nuevo proletariado. La competencia entre las empresas existe pero no es intensa dado que se trata de un mercado que se crea y está en expansión formado por empresas de pequeño tamaño. La industria textil, en particular la de tejidos de algodón, es el sector dinámico en esta época.
La crisis abarca desde 1800 a 1848, en un largo período caracterizado por la intranquilidad social derivada de la situación de miseria a la que fueron llevadas la masas proletarias, explosiones sociales facilitadas por la nueva concentración en ciudades propias del proceso de industrialización en talleres. Mientras que en el continente europeo esta crisis es principalmente agrícola, es únicamente en Inglaterra donde es posible hablar de una crisis del sistema capitalista ya que es sólo en ese país donde en ese período el nuevo sistema era predominante en la generación de riquezas y en la vida económica.
La destrucción de sectores precapitalistas, el descenso de los salarios reales, el cambio del marco institucional y la implementación de nuevas técnicas de producción que estaban latentes, propician la salida de la crisis.
El nuevo período de expansión que va desde 1848 hasta 1873 se caracterizó por el aumento del tamaño de las unidades empresariales lo que permitió economías de escala y especialización. Con el tamaño creció la integración vertical, se expandieron los mercados domésticos y se propulsó la exportación, muchas veces facilitada mediante el uso de la fuerza y la creación de imperios coloniales receptores de los productos terminados y proveedores de materia prima. Las nuevas tecnologías de producción, basadas ya no en las herramientas manuales de la etapa anterior sino en maquinaria industrial de gran porte, fueron a la vez causa y consecuencia de este aumento enorme de los tamaños de las empresas. La forma de hacer negocios es caracterizada por una fuerte competencia, con las prácticas más violentas y las menores contemplaciones para el “enemigo”. El abaratamiento constante de los transportes, en especial el surgimiento del ferrocarril, caracteriza la época que tiene como industria dinámica la siderurgia.
El crecimiento de esta época de oro para el capitalismo condujo a una depresión de veinte años desde 1873 y que tuvo su punto más alto entre 1890 y 1893, al final de la cual los precios habían caído un 70% y la tasa de quiebra de empresas se había duplicado, crisis grave y global al punto de que fue llamada “la gran depresión”, perdiendo su denominación sólo ante una crisis aún mayor: la iniciada en 1929.
Nuevamente la quiebra de numerosas empresas con la consiguiente destrucción de capital fijo, una fuerte compresión del salario real en un período signado por sangrientos enfrentamientos entre las clases sociales, el cambio del marco estructural e institucional y un nuevo período de renovación tecnológica (y de gestión) permiten la salida de la crisis y reinician el proceso de acumulación interrumpido.
Ahora el período de crecimiento se extiende desde 1893 a 1929 y en él se desarrolla la lucha entre las potencias industrializadas por asegurar ( u obtener nuevas) colonias y mercados (los primeros para asegurarse el suministro de materias primas para sus industrias, los segundos para poder colocar la producción siempre creciente resultado de la acumulación de capital ampliada), lucha que culmina con la Primera Guerra Mundial. Las empresas de mayor porte dejan, en alto porcentaje, de ser dirigidas por sus propietarios y familiares y se crean los niveles gerenciales con una mayor profesionalización. A su vez la división del trabajo entra en una fase superior con la difusión del taylorismo y la “forma científica de dirección”, se crean las líneas de producción con trabajo homogeneizado en sus niveles de capacitación. Continúa, de esta forma, la mecanización de la producción y se obtienen enormes aumentos de productividad. La “forma habitual de hacer negocios” en las grandes empresas es la búsqueda de acuerdos de cartel y las practicas oligopólicas, como reacción y aprendizaje del período anterior. La revolución tecnológica cambia la vida de las personas y la economía mundial: la electricidad aparte de mejorar la calidad de vida, brinda una fuente de energía segura y potente a las empresas, el transporte y las comunicaciones acercan el mundo e incorporan nuevas zonas a la economía capitalista. En este período se produce la desconexión de la economía capitalista de lo que fuera el antiguo Imperio Ruso, dando lugar a la fracasada experiencia socialista de la Unión Soviética.
La gran crisis de 1929, iniciada en Estados Unidos pero global en su alcance, se extiende hasta 1941. La quiebra de empresas y la desocupación alcanza valores récord, la pobreza se extiende por todos los países a la vez que disminuyen dramáticamente los salarios reales. La crisis se vio potenciada por una especulación financiera sin precedentes que propulsó el precio de las acciones en la década del 20 e hizo eclosión en el día negro del 29 de octubre. La manera dominante de hacer negocios cambia drásticamente: en las fases iniciales se mantiene la ideología liberal propia del período previo y propulsada por los grandes empresarios, pero progresivamente gana lugar la intervención del Estado en la economía justificada mediante la teoría keynesiana.
La expansión iniciada en 1941 (aunque sus reales efectos se visualicen en la posguerra debida a la enorme magnitud del conflicto bélico) continuará hasta 1973. Se le ha denominado la “edad de oro del capitalismo” debido a su duración y a las tasas de crecimiento logradas. Las empresas líderes adquieren una escala internacional y la organización de las mismas es multinacional, pero aún no globalizada sino multidoméstica. El desarrollo tecnológico se apoya ahora fuertemente en la ciencia, crecen o se crean dentro de las empresas, de los gobiernos y de las universidades, áreas de investigación y desarrollo. La forma normal de hacer negocios cuenta con el Estado como gran regulador, con un peso creciente en la economía, y a su vez el poder del Estado es utilizado por los empresarios privados para mejorar su rentabilidad. Una nueva arquitectura financiera internacional es creada por los acuerdos de Breton Woods que contribuye a la estabilidad del sistema y a su expansión. La expansión del comercio internacional y más aún la de la actividad financiera alcanza límites hasta entonces desconocidos. Es la civilización del automóvil, una industria dinámica que se expande a un nivel sin precedentes en esta época.
El crecimiento inexorablemente lleva a la crisis, que comenzará en 1973 y que, para algunos autores se extiende hasta 1990. A la depresión se le suma la inflación, en un fenómeno inédito en el capitalismo y que destroza el sistema keynesiano[ii].
Los sectores dominantes de los países desarrollados, luego de las crisis del petróleo de 1973 y 1980 comienzan a cambiar las condiciones del sistema económico mundial con el objetivo de lograr la recuperación de la rentabilidad de sus empresas, principalmente multinacionales. Y esta recuperación de las ganancias se busca aumentando los excedentes producidos en los procesos productivos de los países avanzados, a través de una elevación de la productividad por una profunda reconversión tecnológica, pero también con una mayor apropiación de parte de los excedentes generados en los países subdesarrollados.
El crecimiento se retomará con fuerza, por casi una década, a partir de 1992 mediante la combinación de una profunda reconversión tecnológica y de gestión que elevó la productividad de la mano de obra y mejoró la utilización de los activos (donde, obligado es decirlo, el mercado cedió lugar a la creciente planificación de las empresas, siguiendo el modelo japonés), un abaratamiento del costo de las materias (y en especial el petróleo, el precio de las materias primas no petroleras se recuperaron en la segunda mitad de la década del 80 luego de una prolongada reducción, para volver a disminuir en los 90) y la contención de los costos laborales de la mano de la tercerización y subcontratación así como de la fragmentación geográfica de los procesos productivos para explotar ventajas de localización.
En el período se produce la reincorporación de países desconectados del sistema capitalista, en forma brusca como en el caso de la ex Unión Soviética o gradualmente como en la modernización de China.
La década de los 90 es coincidentemente, pero no por casualidad, la del avance de la globalización que define un nuevo perfil en el sistema económico mundial: se refuerza la apertura comercial, se liberaliza el flujo de capitales a niveles nunca antes alcanzados, las empresas multinacionales pasan a constituir la unidad básica de la economía mundial con los países compitiendo en el otorgamiento de incentivos y beneficios fiscales para atraer sus inversiones y el Estado se aboca a destruir ( o al menos a disminuir donde no le es posible eliminar) los elementos del Estado de Bienestar construido a lo largo de sucesivas conquistas sociales.
El crecimiento se detiene al comenzar el nuevo milenio: es pronto aún para realizar la evaluación de este último período y saber en que momento y como continuará el ciclo, pero son perceptibles los cambios en las estrategias de la clase capitalista de los países dominantes, en especial Estados Unidos.
Queda claro entonces, tanto de la exposición teórica como de la descripción de los hechos históricos, que expansión y crisis son fenómenos no opuestos sino complementarios: la expansión genera los elementos que llevarán a la crisis y la crisis realiza los cambios que permiten la expansión. Doscientos años de capitalismo muestran que el resultado total ha sido de un fuerte crecimiento económico aún cuando cada nueva crisis haya sido más profunda y grave que la anterior. Y el hilo conductor que nos permite explicar las fases y su alternancia es la tasa de ganancia, la rentabilidad de los empresarios: su existencia asegura la reproducción ampliada de la producción, su caída genera la depresión de la economía y lleva a cambios en el sistema, forzados por las crisis, para retomar la rentabilidad perdida.
[i] “Si observamos la historia del capitalismo...resulta claro que debemos situar su fase inicial en Inglaterra...en la segunda mitad del siglo XVI y los comienzos del XVII, cuando el capital empezó a impregnar la producción en considerable escala, ya bajo la forma de una relación evolucionada entre capitalistas y obreros asalariados, o bien bajo la forma menos desarrollada de la subordinación de artesanos domésticos...La revolución industrial de fines del siglo XVIII y primera mitad del XIX ...tan decisiva fue para todo el futuro de la economía capitalista, representó una transformación tan radical de la estructura y organización de la industria...representó el momento de transición de una fase primitiva y todavía inmadura del capitalismo... a una fase en que el capitalismo, sobre la base del cambio técnico, realiza su propio, específico proceso de producción fundado en la unidad colectiva de producción de gran escala, la fábrica. (Dobb, 1967.)
[ii] Fenómeno denominado estanflación que contradijo el saber económico de ese momento de las corrientes dominantes, dado que lo que se esperaba es que la inflación aumentara en momentos de fuerte crecimiento económico, como lo ejemplifica el desarrollo de la curva de Phillips. Una clara explicación de la estanflación con un enfoque clásico se encuentra en Shaikh (1997)