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Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)60
Según el «Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe 2000», publicado por este organismo, el PIB de la región se expandió a una tasa media anual del 4% durante el año 2000, lo que permitirá concluir la década de 1990 con una tasa media anual del 3,3%. La recuperación del 2000, contrasta con el prácticamente nulo crecimiento de 1999 (0,3%) y la modesta expansión de 1998 (2,3%), aunque estará por debajo del registrado durante 1997 (5,3%). Por su parte, el producto por habitante aumentó un 2,4%, con lo que se acumularía un incremento de casi un 7% en los noventa.
Este crecimiento se basó, principalmente, en el auge de las exportaciones, si bien el consumo y la inversión también tuvieron una contribución positiva. No obstante, parte del incremento de la demanda global se basó en el comercio exterior, debido al incremento de las importaciones.
La situación económica adversa por la que atravesaba la región desde finales de 1997 no se ha disipado totalmente, puesto que para la mayoría de los países persisten las restricciones de financiamiento externo. Los países exportadores de petróleo se han visto favorecidos por la notable alza de los precios en el mercado internacional, mientras que los no exportadores debieron afrontar un deterioro en la relación de intercambio, lo que dificultó la reactivación.
La economía internacional .siempre un factor clave para la región. registró tendencias contradictorias en el 2000. El alto crecimiento mundial favoreció las exportaciones de la región y el comercio intrarregional repuntó sustancialmente. Sin embargo, las tendencias en los precios fueron dispares: el petróleo se incrementó un 60% y los minerales subieron un 8%, mientras determinados productos agrícolas sufrieron caídas de precios.
Dado el tamaño de sus economías, la fuerte expansión de México (7%) y el crecimiento más moderado de Brasil (4%) explican la reactivación de la economía regional, ya que los restantes países, en conjunto, sólo crecieron un 2,2%.
En este sentido, es muy interesante analizar el impacto que esta desaceleración económica ha tenido sobre toda la región de América Latina. Puesto que EE.UU. constituye el mayor mercado de exportación, el impacto comercial ha sido considerable.
No hay que olvidar tampoco que sus flujos de inversión extranjera directa se vieron mermados por el deterioro de la rentabilidad empresarial. Esta desaceleración aportan sin embargo efectos positivos: una relajación de la política monetaria es buena para las economías de la zona y, como consecuencia, implica un aumento de liquidez en los mercados internacionales que reducirá el coste de la financiación exterior. El país más afectado por el «aterrizaje suave» estadounidense es México, si bien su economía continuó creciendo por encima de la media en la zona tras el 2000.
Respecto a la inversión, ésta repuntó en el 2000, tras haber experimentado una importante caída durante 1999, generándose un aumento en la inversión bruta fija del 4,2% y del 5,5% en la inversión total, cercana al promedio del 5% registrado en los años noventa. Sin embargo, el nivel de la inversión total en el 2000, un 21,8% del PIB, se encuentra por debajo del nivel de 1998 (23,9%). El ahorro interno se ha incrementado y se observa una declinación del ahorro externo al 2,5% del PIB regional.
Hay que señalar que la tasa de inflación media para la zona ha sido de un 9% en el año 2000, ligeramente inferior a los tres años precedentes. También es destacable que 17 de los 22 países analizados registrasen inflaciones de un solo dígito (el contrapunto estuvo en Ecuador, donde la tasa alcanzó un valor del 97%, superando el 60% registrado en 1999). Los ajustes cambiarios experimentados por varios países de la región en los últimos dos años no tuvieron mayor efecto sobre la inflación, a pesar de la recuperación productiva de este año. Argentina, por el contrario, obtuvo un nuevo descenso de los precios al consumo.
El informe destaca que la recuperación económica no se ha reflejado en una mejora de las variables laborales. La tasa de empleo mostró un leve aumento ( del 52,7% al 53% en una decena de países), siendo el más bajo de los últimos diez años si exceptuamos el ejercicio anterior. Además, como la reactivación fue acompañada de un incremento en la oferta laboral, el desempleo no cedió y se mantuvo en un nivel casi idéntico al registrado el año anterior (8,6% en 2000 frente al 8,7% en 1999). Otras causas añadidas fueron la contracción del crecimiento en los sectores intensivos en capital y las medidas tomadas por las empresas para incrementar la productividad. Asimismo, es importante resaltar que, en la mayoría de los países, los salarios medios reales tampoco mejoraron significativamente. La media de 10 países analizados arroja un incremento del 1,5% en los salarios reales.
Se puede establecer una distinción de tres grupos en lo que respecta al comportamiento de las economías en términos de empleo y salarios. El primero de ellos está formado por países donde un crecimiento elevado tuvo efectos muy favorables en los indicadores laborales (dentro de él se encontrarían México, Brasil, Nicaragua y República Dominicana). Un segundo grupo abarca un conjunto de países que mejoraron sus cifras macroeconómicas sin que esto tuviera un marcado efecto positivo en el empleo (Chile, Venezuela, Colombia, Perú y Ecuador forman parte de él). En este grupo, la demanda laboral se mantuvo débil por una combinación de factores: la concentración del crecimiento económico en sectores poco intensivos en mano de obra y la debilidad de sectores que contratan muchos trabajadores, unido a la reacción de muchas empresas, frente a condiciones competitivas adversas, de mejorar su productividad mediante recortes de plantilla. El tercer grupo lo integran naciones con un débil crecimiento económico, lo que incidió en un descenso de ocupación y un aumento de la tasa de desempleo, unido a un estancamiento de los salarios (lo constituyen Argentina, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Costa Rica).
Otro capítulo importante es el referido al sector externo. En este aspecto, se ha producido un aumento en las exportaciones de más de un 20% durante el 2000 (17% si se excluye Venezuela), lo que constituye el ritmo más alto del último lustro. En la mayoría de países se alcanzaron crecimientos de dos dígitos, sobresaliendo Venezuela con un 60% y México con más de un 20%.
Cada uno de los países recibió influencias diversas. Aparte de factores específicos de cada uno de ellos, las principales se vinculan a las condiciones de la demanda externa. En primer lugar, la situación de los mercados externos de bienes fue favorable, manteniendo la economía mundial una tendencia expansiva, superior a la de la región. También aumentaron los valores unitarios de las exportaciones, lo cual se reflejó significativamente en el caso del petróleo en países como Colombia, Ecuador y Venezuela. En estos países, la relación real de intercambio mejoró, mientras en los importadores de crudo ésta empeoró (a excepción de Chile). Además, la reactivación de la zona estimuló los intercambios intrarregionales, que recuperaron el dinamismo perdido en el bienio 1998-1999.
En el lado de las importaciones, éstas crecieron en casi todos los países, consiguiéndose un crecimiento superior al 17% en el conjunto de la región. Esto se logró más por la expansión de volúmenes importados (12%) que por un aumento de los precios (5%), correspondiendo los mayores aumentos a Venezuela (30%) y México (21%). El alza en el precio del petróleo encareció las compras de los países importadores netos, que son la mayoría. Los valores unitarios de las importaciones subieron en todos los países.
No obstante, las compras de bienes de capital cayeron en un número apreciable de países, que coinciden con los que presentan reducciones o incrementos moderados de la inversión interna como Argentina, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay.
Tras la crisis, el apartado de financiamiento externo, América Latina inició un ciclo de contracción, observándose episodios de volatilidad asociados a la evolución de los mercados financieros internacionales, y continuó existiendo la percepción de riesgo en la realización de inversiones en la región.
En un año en el que hubo menor liquidez en los mercados internacionales, el ingreso de capitales netos ascendió a 52.000 millones de dólares, superando los 40.000 millones de 1999, aunque no alcanzó las cifras de 1997 y 1998, cuando se alcanzaron 85.000 y 70.000 millones, respectivamente. Los préstamos bancarios y las inversiones en bolsas locales contribuyeron escasamente al total de entradas de capital. El flujo más dinámico correspondió a la Inversión Extranjera Directa, que por quinto año consecutivo contribuyó a financiar el déficit de la cuenta corriente en la balanza de pagos, el cual cayó del 3,1% del PIB en 1999 al 2,5% en el 2000. Por países, Venezuela registró grandes salidas de capital mientras que otras naciones (salvo Ecuador y Paraguay) siguieron registrando entradas positivas. Los aumentos producidos en Brasil compensaron, con creces, las menores entradas de capital hacia Argentina. Una parte muy destacada de estos ingresos responde a operaciones realizadas por la banca internacional en entidades de América Latinas destacando la adquisición del brasileño Banespa por el SCH y la realizada por BBVA comprando el Bancomer mexicano representan los principales ejemplos del año 2000.
Cabe destacar, con respecto a la deuda externa, que ésta disminuyó aunque levemente, por primera vez desde 1988, situándose en algo más de 750.000 millones de dólares. Merced a dicha evolución y al aumento de las ventas externas, los coeficientes entre la deuda y las exportaciones de bienes y servicios mejoraron en el año 2000; el ratio pasó de un 217% en 1999 al 180% en 2000.
Una mayoría de países enmarcó en el 2000 su política macroeconómica definida por el deseo de flexibilizar la política monetaria para reactivar la economía, la voluntad de reducir los déficits fiscales y la necesidad de responder a los vaivenes de los mercados financieros internacionales. Este marco se vio dificultado por el aumento de precio de los combustibles y su impacto sobre la inflación.
Un mejor contexto económico y la austeridad de la política fiscal ayudaron a disminuir el déficit fiscal al 2,4% del PIB, tras alcanzar en 1999 su nivel más alto de la última década, un 3%. En los países exportadores de petróleo hubo una destacada recuperación de los ingresos públicos y la mayor actividad económica y la recuperación del consumo permitieron incrementar los ingresos indirectos.
Los menores tipos de interés y una mayor estabilidad del tipo de cambio contribuyeron a reducir el peso de la deuda. En lo que respecta a los mercados cambiarios, éstos siguieron reacomodándose en el 2000, aunque con mayor tranquilidad. Se registró una menor volatilidad y se mantuvo la tendencia a la devaluación real (1,5% de promedio). Algunos países optaron por la «dolarización» (casos de Ecuador y El Salvador) para solventar sus problemas cambiarios.
La tendencia hacia una normalización de los mercados financieros internacionales desde finales de 1999, permitió a los gobiernos apoyar una política monetaria menos austera. Sin embargo, los países con fuertes restricciones externas no pudieron suavizar su política monetaria.
60 Datos y previsiones realizados con anterioridad a los atentados del 11 de septiembre de 2001.
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