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Riesgos a corto, medio y largo plazo
Las reformas aplicadas en la región, así como la necesidad de consolidar y fortalecer este proceso de transición en el futuro, presentan riesgos que se deben analizar y resolver.
En el corto y medio plazo, uno de los riegos más evidentes de la mayor inserción de los países latinoamericanos en la economía mundial, lo constituye la mayor vulnerabilidad ante las crisis internacionales. Sin embargo, el fortalecimiento de los sistemas financieros nacionales asociado a una política macreconómica sólida podrá, si no evitar completamente los peligros del contagio, reducir los impactos negativos que éstos conlleven.
En el largo plazo, el riesgo está vinculado a la exclusión social y la concentración del ingreso. Antes que nada, es importante resaltar que el crecimiento económico mundial sustentable es condición necesaria, aunque no suficiente, para la reducción de la pobreza y para una mayor justicia social en la región. El retorno a tasas más altas de crecimiento está vinculado a una aceleración de los niveles de inversión, que a su vez depende del aumento del ahorro interno y de las condiciones «favorables» para la captación del ahorro externo. No obstante, el crecimiento por sí solo no tendrá necesariamente como resultado una mejor distribución del ingreso y una reducción de los niveles de pobreza en la región. Las políticas más agresivas de «bienestar social», que tienen un impacto paliativo y transitorio en los efectos negativos de la extrema desigualdad económica en la región, no son medidas efectivas para la solución del problema a largo plazo. La incorporación a la economía formal de grandes segmentos sociales actualmente marginados representa un gran desafío que enfrenta la región. Las políticas de generación de empleos, de mejoramiento cualitativo de la mano de obra, de inversiones sustanciales en la educación, principalmente la educación básica, secundaria y formación profesional, el acceso al crédito para las pequeñas y medianas empresas, destacando la labor del microcrédito como elemento impulsor de iniciativas «empresariales personales», que cumplen con la función de incorporar a la economía formal, como decíamos, de segmentos sociales excluidos, son algunos pasos iniciales en esta buena dirección.
Una legislación sólida y bien instrumentada, que reduzca y elimine los circuitos y procesos administrativos en la creación de empresas, con una información precisa y actualizada, junto a una cultura de gestión empresarial transparente y veraz en los balances, serían sin dudas altos estímulos para potenciar este proceso de incorporar al sistema económico no sólo aquellos segmentos empresariales que operan en la «economía informal», sino también, y muy especialmente, permitirían dinamizar e introducir eficiencia en las pequeñas y medianas empresas, que en la región son parte fundamental de sus respectivas economías nacionales a la hora de la creación de empleo, aumentar las exportaciones y dar salida a generaciones de jóvenes emprendedores tanto en la economía tradicional como en el sector de la «nueva economía».