Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Luis C. Oliveros B.
(CV)
Economista
luis_cesar_13@yahoo.com
Un gran amigo me hizo llegar los más recientes artículos de 4 economistas chilenos muy reconocidos: Felipe Larrain, Sebastián Edwads, Vittorio Corbo y Pablo Caballero, y luego de devorarme en el avión estos escritos me puse a pensar en la agradable situación económica que vive ese país, la cual tiene sus raíces en la década de los 70.
Entre las valiosas reformas realizadas por Chile a sus políticas económicas durante las décadas de 1970 y 1980, me pareció interesante para nuestro país revisar específicamente 2 de ellas: la política comercial y la tributaria.
La apertura comercial chilena fue sin duda un pilar fundamental para la nueva estructura de la economía chilena, haciéndola más eficiente e incrementándole su potencial de crecimiento a mediano plazo. La estrategia emprendida fue diferente a la de la región, mientras que todos estaban en la moda de la sustitución de importaciones, los chilenos impulsaron la liberación del comercio exterior, para con esto basar el crecimiento económico en las exportaciones. La reducción implacable de aranceles (como fue la meta del arancel uniforme del 10% para todos los productos, menos los vehículos de transporte, lograda en 1979) fue la bandera y actualmente exhiben entre otros resultados: coeficiente de exportaciones / PIB en 1970 de 12% vs. más del 30% para la década pasada; diversificación de las exportaciones, al disminuir la importancia de exportaciones tradicionales de un 75% en 1970 a menos de 40% en la actualidad.
El punto cumbre de todo esto lo debe representar su reciente entrada al TLC, suceso que le permitirá crecer un punto del PIB adicional a lo estimado en los próximos años.
Es claro que el éxito de la liberación comercial no dependió solo del manejo de los aranceles, también influyó mucho la combinación de diferentes políticas como la industrial, cambiaria y financiera para lograr el tan anhelado resultado. Muchos modelos de política cambiaria y financiera fueron adoptados, sin los resultados adecuados al inicio, pero siempre con un horizonte claro, lo cual al final rindió frutos. En cuanto a la parte industrial es interesante la directriz que se siguió: “Una política industrial no debe tener por objeto proteger estructuras productivas ineficientes, sino tratar de ayudar a alcanzar una transformación competitiva”. Toda una novedad para una región en donde, tanto la práctica como la teoría, la enrumbaron a un camino muy diferente.
Entre las criticas que se han hecho al “neoliberal” modelo chileno, destaca el amplio poder que tuvo Pinochet para lograr estas reformas, poderes no logrados por la vía democrática, sino derrocando al gobierno corrupto e incapaz de Allende, el cual sí fue elegido por el voto popular. Estos poderes le permitieron experimentar varios modelos y políticas económicas, hasta lograr la más acertada, sin tener que preocuparse por el costo político.
Lo cierto es que, más allá de la cuestión política, la obsesión chilena por mejorar su estructura económica le ha rendido muy buenos frutos, obteniendo tasas de crecimiento económico altas y consistentes, cosa ningún otro país de la América Latina ha podido ni siquiera acercarse. ES por esto que actualmente exhibe niveles de pobreza y desempleo muy por debajo de los niveles promedios de la región.
Para la segunda entrega hablaré de las reformas tributarias.