Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Luis C. Oliveros B.
Economista
luis_cesar_13@yahoo.com
Algo que forma parte de la idiosincrasia del latinoamericano es su incesante búsqueda, en cualquier elección presidencial, de un Mesías, de esa persona que rápidamente y de la forma menos dolorosa, acabe con los problemas socio-económicos del país. Gracias a esto, los hábiles políticos del patio entonan discursos, reflejo de lo que quieren oír las clases menos favorecidas (las cuales son la mayoría en nuestra Latinoamérica), pero muy alejados de lo que realmente necesitan para salir de las estadísticas de pobreza. A esta manera de hacer política se le denomina Populismo. Es la errónea concepción de que se ataca la pobreza redistribuyendo los ingresos y la riqueza, sin tomar en cuenta que la variable clave es el crecimiento económico (y las inmensas trabas a la inversión privada, su principal motor). El populismo es un fenómeno netamente político, no económico, el cual siempre estará destinado al fracaso.
El ejemplo del pasado personificado en Perón, Allende, Getulio Vargas y el del presente encabezado en nuestro presidente, no hacen sino confirmar que las políticas populistas promueven las divisiones entre las clases y siembran la semilla de la inestabilidad social y la destrucción económica. Para tranquilidad del mundo, pero desgracia nuestra, es que a pesar de los triunfos de varios candidatos de centro – izquierda en la región, con la excepción de Chávez, no se tiene indicios claros de que ninguno de sus colegas sea populista. Las actuaciones de Lucio y Lula han arrancado elogios por su preferencia del tema económico con racionalidad. Pareciera que se dieron cuenta que crear falsas expectativas al pueblo es peligroso.
El populismo le genera a una gran parte de la población la esperanza de que el gobierno le redistribuirá la riqueza de los ricos entre ellos, por lo que si al poco tiempo de instaurado el gobierno, los pobres no perciben una mejora significativa en su status de vida, se sienten obligados a realizar protestas callejeras para refrescarle a quien eligieron lo prometido. A la larga el torpe manejo de la economía, tratando de mantener la popularidad del gobierno, desencadenará fuertes desequilibrios macroeconómicos, que ponen en peligro la gobernabilidad y la democracia.
Mantener un discurso que magnifique la diferencia económica entre grupos, atenta contra el estado de derecho, ya que refuerza la mentalidad discriminatoria “ellos y nosotros”. Recordemos que cada individuo tiene el derecho de ser tratado igual a sus semejantes, sin importar su color, religión o nivel socioeconómico.
En la gran mayoría de los casos, estos gobiernos populistas terminan generándoles fuertes desequilibrios económicos a sus países, lo que hace que paradójicamente se incremente la brecha entre ricos y pobres (una prueba de esto es el incremento de los niveles de pobreza desde el gobierno de Caldera II, potenciado por la revolución “bonita”).
El ex - presidente del Uruguay Sanguinetti se preguntó ¿qué era el populismo?, y contesto: lo contrario a la democracia responsable, la que asienta la libertad de expresión, y que trata de desarrollar las acciones sociales, la que no promete algo que no puede dar. Creo que tan valioso concepto no lo veremos desarrollado en nuestro país, por lo menos POR AHORA.......