Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Enrique R. González Porras (CV)
enriquergp@yahoo.es
De nuevo aparece la discusión del control de tasas de interés en Venezuela,
desafortunadamente las posiciones adolecen o de interés político o de
parcialidad sobre el tema.
Intentaremos recoger algunos bemoles sobre el tema, para plantear la
discusión en su justa dimensión.
Si bien el ejecutivo tiene parcialmente razón en que las tasas de interés
muestran un nivel todavía alto, a pesar del control de cambio y de la
represión monetaria interna y la quiebra de vigencia de la paridad de
intereses que esto significa; también es cierto que el ejecutivo posee un
tremendo incentivo fiscal y un desconocimiento industrial y microeconómico
de la banca en Venezuela.
El nivel de tasas de interés en una economía refleja el grado de volatilidad
de la misma no sólo por la incertidumbre que posee el tenedor de la moneda
nacional ante eventuales pérdidas de capital por una devaluación. También
desde el punto de vista microeconómico bancario, y de hecho la bibliografía
especializada lo admite, la banca aplica un mecanismo de cobertura de riesgo
o prima de riesgo que es cobrada de los buenos pagadores hacia los malos
pagadores (diversos mecanismos de subsidios cruzados), así como de
operaciones pasivas hacia las activas o inclusive para cubrir los descalces
entre operaciones activas y pasivas, que ante episodios de crisis o
volatilidad representan un riesgo potencial mayor.
Es así como el nivel de tasas de interés y más específicamente el nivel del
spread bancario posee una connotación nada negativa, sino por el contrario
representa una mecanismo prudencial endógeno que aplica las instituciones
financieras en economías donde la calidad en el manejo de las carteras de
créditos y los modelos más conservadores de otorgamiento de préstamos
resultan muchas veces estériles.
Es así como la falta de inmunización de la economía a shocks externos o a
los vaivenes fiscales y políticos podrían representar uno de los
determinantes de los altos niveles de tasas de interés y del spread
bancario. Sin embargo, la racionalización de los gastos de transformación y
los esfuerzos que puedan hacerse en torno a la minimización de ineficiencias
propias y ajenas (producto de las regulaciones o sus aportes
correspondientes), siempre constituirá un loable esfuerzo.
Puntualmente sobre el tema del control de las tasas de interés recordaré
unas consideraciones que hace casi dos años atrás hiciera con la mejor
intención:
Algunos expertos internacionales en temas monetarios coinciden en que el
instrumento monetario más adecuado para el diseño de la política monetaria
debe ser la tasa de interés. Y la argumentación subyacente va más allá de un
sentido subjetivo como, que sí los banqueros son malos, o si la regulación
del estado es ineficiente, etc. La razón principal se halla en el hecho de
que las funciones de demanda de dinero son demasiado inestables y en que
generalmente el dinero no se encuentra integrado con la renta o cointegrado
mutuamente. Este hecho es notable, en el sentido de que es la especificación
empírica y las herramientas científicas las que nos sirven de apoyo hoy día
para la toma de decisiones en temas de política económica. Ya no basta con
lo que la teoría nos sugiere a priori, sino lo que el análisis o proceso de
comprensión del proceso estocástico generador de las series de tiempo, nos
pueda decir acerca de relaciones de largo plazo entre instrumentos de
política, los objetivos intermedios de política y los objetivos o metas
finales correspondientes a cada tipo de política e institución pertinente.
Otra cuestión que los economistas deben contrastar y reflexionar es la
controversial denominación de “objetivos” e “instrumentos” a las variables
económicas (esta crítica la plantea el profesor Alan Blinder de la
Universidad de Princeton y ex vicepresidente de la Junta de Gobernadores del
Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos), y que fue utilizado en
el Modelo de Timbergen-Theil. Lo que el profesor Blinder plantea es que no
debe utilizarse este cliché denominador o teórico.
De la reflexión anterior se desprende y enmarca la afirmación de Gerry Bouey
(ex gobernador del Banco de Canadá), quien planteó: “no fuimos nosotros
quienes abandonamos a los agregados monetarios, fueron ellos los que nos
abandonaron a nosotros”, con relación a la escogencia de los instrumentos de
política monetaria. Pero un cambio de tal naturaleza en Venezuela representa
una pugna de intereses, que ya el lector podrá imaginarse. Por un lado
tendremos, aquellos agentes económicos que apuestan por un status quo
incorruptible, y por el otro un Banco Central que respondiendo a un enfoque
tradicionalista, tendría la tarea de redimensionamiento al tener que
rediseñar sus departamentos ante la pertinencia o no de departamentos como
los de programación financiera, con funciones de estudio y diseño de
políticas para adecuar las magnitudes de los agregados monetarios.
Es importante indicar que la escogencia de las tasas de interés como
instrumento de política monetaria de ninguna manera significa que se
decreten las tasas de interés para todo el mercado de dinero, pensarlo
significaría ingenuidad o mala intención.