Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Enrique R. González Porras (CV)
enriquergp@yahoo.es
El entrampamiento político-económico en el que se metió este gobierno parece
explicar la inercia invencible en la que decreto tras decreto y control tras
control, el gobierno parece creerse a flote.
Es así como domina una visión corto-placista, en la que solo importa que no
salga una divisa más, aún cuando esto suponga que no vuelva a entrar un
dólar por inversión (posiblemente, la posición oficialista sería la de: ¿qué
importa si no entra un dólar de inversión, si al cabo no estaban entrando
dólares por inversión extranjera según la Superintendencia para la Inversión
Extranjera?).
Uno de los hechos polémicos en torno a la medida de control de cambio lo
constituyeron las recurrentes declaraciones del Ministro de Planificación y
Desarrollo, Felipe Pérez, sobre la inexistencia de condiciones para la toma
de la decisión.
El Ministro nos impartía clases “magistrales” sobre las expectativas y el
tipo de cambio de equilibrio, aseverando que la medida nunca se tomaría y
que el tipo de cambio de equilibrio se ubicaba en 1420 Bs./US$.
Lamentablemente para el Ministro y para la economía venezolana, sus alumnos,
los agentes económicos poseen mayor información (las experiencias pasadas y
particularmente febrero de 2002), que la provista por él mismo sobre la
teoría de la paridad de poder de compra y sobre las profecías autocumplidas.
Es así como las expectativas de Felipe araron en el desierto.
Aún cuando, según nuestros cálculos el tipo de cambio de equilibrio según la
PPA se encuentra alrededor de los 1501 Bs./US$, más pesan las tremendas
expectativas negativas de desajuste fiscal y de la realización y adelanto de
una economía de decreto y control absoluto y presidencialista, que un cuento
de esperanza sin fundamento en lo pragmático y real (entiéndase como señales
vía diseño y toma de decisiones sobre políticas públicas y económicas, como
la violación del debido proceso y el decreto y control de variables
económicas contrario a lo que se predica como paz y amor hacia los agentes
económicos).
Asimismo, se ha especulado sobre cuanto durará la medida de control de
cambio y particularmente creemos que durará más allá de la fecha de
“recuperación” de los niveles de producción y exportación petrolera. No
obstante después de las amenazas y acciones de allanamiento y confiscación
de empresas, productos e inventarios, suena lógico que el control dure (al
menos ) el resto de la gestión Chávez.
La potencial situación de control de cambio, así como las acciones públicas
y económicas que sirvieron de catalizador para acelerar la toma de decisión,
fueron advertidas y denunciadas por muchos economistas, o al menos quien les
escribe.
En ese sentido, habíamos advertido sobre el mecanismo perverso representado
en la operación de canje de bonos de deuda pública por bonos indexados entre
el gobierno y la banca. Este mecanismo constituía un elemento de incentivo
especulativo para el mercado financiero, particularmente hacia las
instituciones financieras.
Ahora, una respuesta probable que tomaría el Ejecutivo ante la banca, sería
fijar una reducción del porcentaje sobre patrimonio permitido en la tenencia
de dólares por parte de la banca; aún cuando esto resulte estéril o
marginal.
Sin duda esta reducción del stock en dólares en manos de la banca no sería
muy representativa, toda vez que un 1% del patrimonio del sistema financiero
para noviembre de 2002 al tipo de cambio 1.853 Bs./US$ representaría 18,67
millones de US$. Esta cantidad de dólares ni remotamente asistía los
requerimientos del mercado antes de la suspensión de las operaciones en el
mercado cambiario.
Una advertencia que sentimos pertinente plantear a la opinión pública se
suscribe entorno a lo dañino que resultaría la obligatoriedad de venta de
los dólares percibidos por exportadores al BCV. Esto no es más que una
vulneración de los derechos de propiedad y del patrimonio privado. Si bien
el control de cambio significa una señal para no inversión externa en
Venezuela, esta medida adicional constituirá una señal de desincentivo para
los propios productores nacionales. Es lógico pensar que todo aquel nacional
que pueda desarrollar su actividad productiva en un país vecino sin
restricciones sobre la denominación patrimonial o de ingresos, y siempre y
cuando las barreras de salidas en Venezuela sean subsanables, terminará
yéndose del país.