Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Enrique R. González Porras
Master en Economía Industrial.
enriquergp@yahoo.es
González Porras, E.R.: "¿Compañía Anónima Empresa Nacional de Generación?" en Observatorio de la Economía Latinoamericana Nº 69, agosto 2006. Texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/ve/
Un eventual escenario de generación de empleo y de uso eficiente, socialmente
hablando, de los recursos petroleros, entiéndase renta petrolera, pasan por
entender que la existencia y justificación de una acción del Gobierno no resulta
excluyente de la participación de los agentes económicos privados. Por el
contrario, el potencial económico y de riqueza colectiva en Venezuela depende y
pasa por el entender que ambos actores a la luz de su función para la sociedad,
se complementan e incluso se potencian.
Las intenciones y declaraciones sobre la eventual configuración de una empresa
pública generadora y comercializadora de energía se dirigen a darle la espalda a
numerosas experiencias exitosas a nivel mundial de privatización, liberalización
y puesta en funcionamiento de un régimen de competencia en el sector energético.
Más aun, el sector energético ha visto evolucionar sus tecnologías y formas de
negocio de manera tal que aquellas actividades que en alguna oportunidad fueron
consideradas monopolios naturales, hoy no son consideradas tal.
Así, actividades como la generación y comercialización de la energía, en
promedio a nivel mundial, se dirigen hacia un régimen de competencia que
posibilite, la competencia suficiente que pueda disciplinar a tales renglones de
mercado.
En Venezuela el modelo regulatorio ampliamente entendido, que pasa por la
relevancia que se otorgue a los operadores privados, resulta trascendente, no
única y exclusivamente en lo que al desempeño del sector energético se refiere,
sino al costo de oportunidad de utilizar a los ingresos petroleros como fuente
“inagotable” para financiar no solo los déficits tarifarios que suelen existir
en empresas públicas en gobiernos populistas, sino de igual manera el costo en
usos alternativos de tal financiamiento y la creación de incentivos para
corruptelas y elites entronizadas en las funciones directivas de tales empresas
públicas.
Esta disyuntiva incluso debería formar parte del debate electoral. Por un lado
encontraremos la sonoridad de una visión populista que cree “justificar”
irrefutablemente el financiamiento sin cortapisas a cualquier actividad
económica que emprenda el Ejecutivo Nacional o el Legislativo. En la acera de
enfrente, se encontraría una visión menos efervescente y por tanto menos
efectista, pero asistida por la razón empírica de experiencias exitosas y de un
cuerpo analítico y teórico que desnuda los riesgos que implica que cualquier
actividad económica sea desarrollada por el Estado o el Gobierno.
Sin tener que recurrir a la experiencia internacional, Venezuela cuenta con un
pasado de empresas públicas de servicios públicos de pésima calidad del
servicio, tanto en lo que a electricidad se refiere como a telefonía.
Exponer a la competencia a sectores como la energía, hasta que las economías de
alcance y de escala, aunado a la demanda lo permitan, no es contradictorio con
una acción regulatoria responsable sobre aquellas actividades consideradas
monopolios naturales.
Así las cosas, una regulación responsable, basada en un esquema de incentivos
para generar eficiencia productiva y reducción de costos que luego serían
trasladados a la sociedad, como lo son instrumentos tipo price cap, aunado a los
beneficios de la competencia en los renglones competitivos, benefician a la
sociedad por medio de servicios de energía eficientes y poco onerosos, mientras
permite mantener a salvo a los ingresos petroleros de aquellos que ven en la
política populista la forma más rápida de hacerse con fáciles rentas.
Adicionalmente, deberá prestarse especial cuidado con prácticas verticales en
sectores verticalmente integrados como el energético. Aun así, se cuenta con
regulaciones ex post, tipo Antimonopolio, que podrían constituir amenaza
suficiente para desincentivar prácticas lesivas al mercado y a los consumidores.
De igual manera, podría aprobarse disposiciones especiales que se basen en
visiones estructuralistas a favor de un Unbundling en el mercado, o que basadas
en conductas garanticen la competencia a lo largo del sector.
Preocupa que en el proyecto de Ley de Servicios Públicos le sea impuesto
obligación de servicios públicos a servicios parcialmente sustitutos, a saber:
el gas y la electricidad. La doble acometida obligatoria de estos servicios
constituye un altísimo costo que finalmente la sociedad tendrá que pagar, vía
subsidios cruzados o vía incremento de problemas de baja de tensión o incluso
apagones, ante el eventual recorte de gastos e inversiones de expansión y de
mantenimiento.
Bajo este entramado legal, la desventaja financiera de los privados y el
favoritismo regulatorio hacia empresas públicas se envía una señal tremendamente
negativa hacia todo aquel que desee o se encuentre operando en el mercado
energético nacional. Se esta creando vertiginosamente un ambiente que
configurará una “competencia” desleal en contra de los prestadores privados de
servicio públicos y especialmente en contra de los generadores y
comercializadores de energía eléctrica en Venezuela. Adicionalmente, en sectores
como el gas, por lo que se asoma en el panorama regulatorio y legislativo jamás
arrancará eficientemente hacia un régimen de competencia (como normativamente se
expone en la propia página Web de ENAGAS).
En lo que respecta al complejo tema de déficit de generación y transporte, aun
cuando resulta más variopinto, de igual manera la función del Estado debería
centrarse en crear los incentivos para que esta actividad sea viable y
sostenible. Lo anterior pasa por no generar distorsiones, tipo rezagos de los
ajustes tarifarios que acrecienten los problemas de mantenimiento y expansión.
Cuidado: Año Electoral:
Uno de los atributos percibidos por los usuarios del servicio de electricidad lo
constituyen los precios o tarifas del servicio. Un segundo atributo lo simboliza
la fiabilidad en el suministro de los servicios públicos. Así las cosas, los
cortes de suministro y la poca fiabilidad en el suministro de la energía
eléctrica han fungido como atributo que ayuda a cuantificar el bienestar que
perciben los consumidores por parte de los servicios de electricidad
suministrados.
Estos atributos considerados por los consumidores y votantes, son de igual
manera considerados por los prestadores públicos de servicios públicos, ya que
podrían reportarles rendimientos políticos. Aun así, lograr el que se resguarden
estos dos atributos resulta complejo, toda vez que se encuentran contrapuestos.
El cumplir con ambos atributos implica incrementos en el déficit de los
generadores y demás agentes del sector eléctrico (dependiendo de la distribución
y pago de los costos a los largo de la cadena de
generación-transporte-distribución-comercialización). Particularmente en
Venezuela, el Ejecutivo Nacional, tiende a mantener los precios vía controles,
siendo una de las políticas más “fáciles” y rápidas de aplicar, y debido a que
se encuentra alineada con sus objetivos electorales. Sin embargo, la garantía y
expansión del suministro eléctrico requiere de inversiones que no se
materializan inmediatamente y las fallas en el suministro que generalmente se
manifiestan a mediano y largo plazo tendrían que coincidir en el tiempo con las
amenazas electorales, sentenciando a la garantía de suministro a ciclos
políticos. Lo anterior ocurre cuando el modelo regulatorio se basa en
generadores y comercializadores públicos.
Finalmente y ante el escenario adverso, se incrementará el déficit tarifario que
generalmente ocurre cuando se combinan controles de precios y se sucumbe a
presiones políticas. Así el Ejecutivo Nacional y el Legislativo, condenarán a la
sociedad a que los prestadores públicos de servicios públicos sean tremendamente
ineficientes. El déficit e ineficiencias de estos generadores y
comercializadores de electricidad, finalmente tendrán que ser financiados por la
sociedad, bien sea vía impuestos directos o bien sea por medio de financiamiento
público o por la renta petrolera. Así las cosas, se generaría un modelo de
generadores y comercializadores públicos de electricidad que le costaría más a
la sociedad de lo que la propia sociedad eventualmente valoraría dichos
servicios energéticos, sin que con ello, se resuelvan las carencias de garantía
de suministro y calidad en los servicios.