Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Luis C. Oliveros B.
(CV)
Economista
luis_cesar_13 en yahoo.com
EN LA DECADA de los setenta, los países en desarrollo, pero en especial los latinoamericanos, tuvieron el dudoso privilegio de recibir cuantiosos préstamos, en condiciones supuestamente muy favorables. El objetivo de estas facilidades de financiamiento era ayudar a estos países a crecer y desarrollarse, en virtud de que carecían de excedentes para destinarlos a la inversión productiva. Sin embargo esta "loable" iniciativa, una década después se convirtió (y en la actualidad sigue siendo, aunque en menor medida) en una especie de espada de Damocles para el comportamiento económico de estos países.
Los elevados niveles de deuda
alcanzados, junto con el incremento de las tasas de interés mundiales (que traía
como consecuencia un incremento en el servicio de las deudas), conspiraron
fuertemente contra nuestros países. Estos problemas llevaron a que la década de
los ochenta se conociera en toda América Latina como la década perdida, debido
al mediocre resultado de los principales indicadores económicos en toda la
región.
Es indudable que la deuda externa se ha convertido en un tema bastante espinoso,
porque si bien es cierto que al comienzo la situación de estos países mejoró, el
progresivo incremento en los niveles de deuda restó posibilidades a estos países
para desarrollarse. ¿Por qué sucedió esto?, debemos tener presente que una
sospecha de sobreendeudamiento rápidamente se torna peligrosa, porque cuando los
agentes económicos perciben que la capacidad de pago de un determinado país está
comprometida, inmediatamente se originan señales de alarma que desalientan la
inversión privada nacional y extranjera, desacelerando la economía. Por otra
parte también está el efecto de distorsión de asignación, que resulta en asignar
los recursos provenientes del financiamiento a proyectos de largo plazo, o
gastos corrientes que no sean nada eficientes. Todas estas situaciones traen
como consecuencia el cierre del acceso a nuevos empréstitos, desembolsos para
proyectos, etc., de los organismos multilaterales hasta que el país en cuestión,
como cualquier vulgar cliente, demuestre que puede hacer frente a los pagos.
Pareciera que la lección aprendida es que ciertos niveles de deuda son realmente buenos (además de que para un país es muy negativo estar cerrado a los mercados internacionales), mientras se usen los desembolsos en inversiones productivas o en la mejora del clima de inversión. No obstante, el problema residiría en alcanzar niveles de sobreendeudamiento, que comprometan la solvencia financiera de esa nación en el futuro, y por lo tanto obstaculicen su crecimiento económico.
En la Actualidad existe una campaña
de amplia base, para tratar de hacer entender a los países desarrollados y a los
organismos multilaterales que condonen las deudas de los países más pobres. Esta
iniciativa buscaría aliviar la pesada carga que significa la deuda externa en
países que necesitan esos recursos para gastos en comida, salud y educación. A
los organismos acreedores se les presenta el momento histórico de lavar su
deteriorada imagen, ayudando a estos países, los cuales han estado honrando sus
compromisos con mucho sacrificio. La humanidad se vería muy beneficiada con este
gesto de justicia social.
Para citar este artículo recomendamos utilizar este formato:
Luis C. Oliveros
:
"El problema de la deuda" en Observatorio de la Economía Latinoamericana
Nº 45, junio 2005. Texto completo en
http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/ve/