Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Luis C. Oliveros B.
(CV)
Economista
luis_cesar_13 en yahoo.com
Según la última información de la empresa consultora Datos, el 81% de los venezolanos viven en situación de pobreza, esto se traduce en que casi 21 Millones de venezolanos forman las clases D y E, y solo 5 Millones forman los estratos A, B y C. Ante este panorama, es evidente que cuanto antes se deben instrumentar políticas para repartir mejor la riqueza, para tratar de sacar de la miseria a esa gran cantidad de personas.
Para lograr una mejor distribución de la riqueza y con esto alcanzar vías que encaminen al desarrollo, lo primero que debemos hacer es generarla. Y el crecimiento económico perdurable es lo más apropiado para cumplir esos objetivos. No obstante, se debe tener claro que poner un énfasis exclusivo en la redistribución de la riqueza, intentando erradicar la pobreza a toda costa, puede tener efectos perjudiciales que atenten contra el programa en sí mismo, en donde la más probable es que al final no se resuelva, sino se agrave el problema, al generar toda clase de inestabilidades en la economía, como déficit fiscal, inflación y sobrevaluación del tipo de cambio.
En virtud a todo esto, si se quiere empezar a establecer como una prioridad la generación de crecimiento económico, se debe implementar un completo y elaborado programa para tal fin, el cual debería contener, lo que el Dr. Dani Rodrik (Universidad de Harvard) llama “Etapas para la Creación de Estrategias de Crecimiento”, el cual consta de tres partes: una primera en la cual se analizan que factores limitan más el crecimiento en el país de estudio, una segunda etapa para formular y fomentar las políticas para atacar estas limitaciones y una última donde se establezca el compromiso de institucionalizar ese proceso de análisis, pues las limitaciones, no son estáticas, sino cambiantes con el tiempo.
Un punto fundamental en todo esto es la importancia que tienen las instituciones, ya que ellas pueden determinar a largo plazo, la evolución económica y las amplias diferencias en la prosperidad de los países. Pero la obsesión por el cambio de las instituciones no conlleva al crecimiento, sino que debe ser parte de todo un programa de medidas y políticas macroeconómicas anticíclicas que mejoren la distribución de la riqueza generando un crecimiento alto y perdurable. Siempre teniendo presente que en un mundo globalizado, donde los cambios ocurren con mucha rapidez, el programa no puede llegar a convertirse en algo estático.
Este fue uno de los problemas del llamado Consenso de Washington (políticas recomendadas a los países de América Latina en la década de los ochenta por instituciones de Washington), el cual se regía casi exclusivamente por un único estilo de ”recetario macroeconómico”, el cual no respondía a las distintas realidades de estos países, siempre beneficiando a los mas privilegiados, a costa de los sectores mas deprimidos de la sociedad.
En conclusión, se debe tener claro que para
lograr una necesaria reducción de la pobreza y avanzar hacia modelos de sociedad
mas avanzados, es imprescindible la creación de elevadas y perdurables tasas de
crecimiento económico, pero esto solo ocurrirá si se instrumentan programas y
reformas dinámicas, en donde el componente institucional juega un papel vital,
al igual que las políticas macroeconómicas que se instrumenten.