Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
EL TITÁNICO MICROEMPUJE
Eduardo Lastra Domínguez (CV)
Presidente del Instituto Latinoamericano de Desarrollo Empresarial
elastra@mundomype.com
El problema estructural de la falta de empleo, se agrava en Perú por el complejo fenómeno del llamado subempleo, dado que la incapacidad material de nuestra incipiente actividad industrial y el permanente y generalizado deterioro de nuestro aparato productivo nacional no han podido generar y mantener los puestos de trabajo estables que satisfagan la abrumadora demanda de empleo; especialmente vía la generación y desarrollo de grandes empresas.
Para citar el artículo puede utilizar el siguiente formato:
Lastra Domínguez, E. "El titánico microempuje" en Observatorio de la Economía Latinoamericana nº 74, 2007, accesible a texto completo en www.eumed.net/cursecon/ecolat/
El subempleo como refugio
Pero la expectoración de mano de obra de todo nivel de las empresas e instituciones públicas por medidas de reestructuración del Estado, como los despidos negociados de las grandes y medianas empresas privadas, por reducción de costos con miras a la búsqueda de la “competitividad”, no lograron que el llamado desempleo abierto se incrementara significativamente; pues se ha mantenido alrededor del 10%.
Los expulsados del nivel "adecuadamente empleados" fueron a parar al segmento de “subempleados”. Este segmento en 1970 agrupaba a 34 de cada 100 peruanos en aptitud de trabajar, en diciembre de 1995 cobijaba a 73 personas de cada cien de la PEA; y gracias a un “ajuste” estadístico realizado en 1996 al finalizar el 2001 “solo” 51 personas de cada 100 conformaban este estrato. Entre los años 2003 y 2005 la cifra estuvo en 45%.
En el Perú, el “subempleo” se constituye fundamentalmente por lo que se conoce como la informalidad, tanto desde un enfoque puramente legalista, que alude a su desenvolvimiento al margen de las normas laborales, fiscales y municipales, cuanto productivas, en el supuesto -discutible- de que estarían actuando fuera o muy poco relacionados al aparato productivo formal.
Aunque, en esta ocasión, no viene al caso discutir las connotaciones de la llamada informalidad, sí conviene destacar que dentro de ella se pueden identificar con nitidez formas organizativas predominantes, denominadas micros y pequeñas empresas. Por cierto, aun dentro de la formalidad propiamente dicha, las micros y pequeñas empresas constituyen más del 90% de los establecimientos existentes.
El colchón social
Por otro lado, la importancia de la micro y pequeña empresa es indiscutible si se toma en cuenta que en medio de la crisis recesiva, por todos los elementos ventajosos que poseen, terminaron actuando como ese invalorable colchón social, que impidió peligrosos e indeseados estallidos, sociopolíticos, incluso frente a políticas y medidas de ajuste estructural (shock) aplicados sin los adecuados programas de apoyo social.
Cuando exaltamos y hasta homenajeamos el papel de la micro y pequeña empresa, por lo general la atención se centra en lo que es el éxito empresarial, aceptado como los resultados positivos mostrables; también es frecuente destacar la mentalidad empresarial, como la inquietud y afán por hacer empresa.
Sin embargo, para que pueda haber éxito y la mentalidad se llegue a poner en práctica, la materia prima y el insumo básico es el empeño, el esfuerzo constante, que garantiza la consecución de las metas. En ese ingrediente fundamental es que pretendemos concentrar nuestra atención y nuestro elogio, en esta oportunidad.
El gran mundo de lo pequeño
La génesis de una micro o pequeña empresa puede obedecer a diversas razones como: el deseo de experimentar la sensación de ser hombre de empresa; querer ser su propio jefe; la inventiva industrial o tecnológica que ofrece posibilidades comerciales; o simplemente el hacer lo que sea para subsistir. Cualquiera haya sido la puerta de entrada, encontramos a miles de personas embarcadas en la responsabilidad de sacar adelante su respectivo proyecto empresarial o “negocio”. Dos millones y medio en la “informalidad” y unas 650 mil registradas como “formales”.
Asimismo, la forma organizativa que adoptan estos niveles empresariales pueden ser, y de hecho son de los más variados y a veces nada convencionales, producto de la originalidad de sus gestores o el desconocimiento de las técnicas ortodoxas, o por la adaptación de experiencias vividas en centros laborales anteriores. Sea como fuere, en las micros y pequeñas empresas el motor operativo y el centro vital de las decisiones radican en el empresario; es decir, en la persona que concibió y que conduce la organización.
Lo anterior es clave, porque este empresario de la micro o pequeña empresa, es la iniciativa, la fuerza, la dirección y hasta la alegría de su organización; y cualquier mínimo gesto suyo, ya sea de entusiasmo o de desaliento tiene un impacto directo en toda su empresa. Por nuestras conversaciones frecuentes con ellos, estamos persuadidos de concluir que, saben o intuyen lo señalado y por eso transmiten en su trabajo diario una resistencia titánica a las adversidades que puedan provenir ya sea del mercado, de las autoridades, o de sus propios errores.
Luchando contra todo
Lo titánico del esfuerzo se entenderá, sólo si aceptamos lo inhóspito del entorno en el que tiene que trabajar el empresario de la micro y pequeña empresa. Inhóspito y hasta agreste, porque todo parece estar y ponerse en su contra. No dispone de las asesorías financiera, tributaria, comercial, organizacional ni gerencial; el crédito formal prácticamente le está prohibido; la búsqueda de nuevos mercados en un contexto de recesión sostenida se hace desesperante, y frecuentemente debe encarar el que sus clientes, sí fueron empresas de mayor tamaño, al liquidarse o desactivarse no le paguen.
Claro que no puede reclamarse exclusividad para el empresario de la micro y pequeña empresa el compromiso con sacar adelante su proyecto empresarial. Sin embargo, creemos que la manera de sentir y vivir ese compromiso puede ser perfectamente diferenciado en uno y otro caso. El empresario de la micro y pequeña empresa recibe a flor de piel todos y cada uno de los embates de las dificultades y no se puede beneficiar del dicho "una pena entre dos es menos atroz".
Él solo, se debate en todos los campos del accionar empresarial, y de acuerdo a su leal saber y entender tiene que ir salvando cada uno de esos escollos, para no perecer con su empresa en el camino. Sabe que no tiene adonde voltear, ni a quién pedir ayuda y, por lo tanto, deber agigantarse a fin de no convertirse en una historia más de ilusiones fracasadas; tampoco desea ser parte de esas estadísticas necrológicas, con las que los expertos sustentan sus diagnósticos de etapas frustradas o épocas perdidas.
La esperanza ayuda
El empresario de la pequeña y micro empresario se pregunta ¿“por qué yo debo pagar una serie de tributos, multas, etc. en la misma cantidad y proporción que las grandes empresas?; pero, esas interrogantes muchas veces sin respuesta para él, no se transforman en duda que le impida seguir bregando, con la esperanza de que las cosas pueden mejorar.
Otro acicate que tiene el empresario de la micro y pequeña empresa para no descansar, para no detenerse, para no desmayar: Son sus trabajadores; que por sentirlos tan cercanos, la simple idea de dejarlos sin trabajo, lacera su alma; porque él conoce en carne propia ese amargo sabor del desamparo.
Las pequeñas y microempresas en su mayoría sobreviven, porque sus conductores no entienden ni aceptan criterios de estar "técnicamente quebradas". Se “comen” su patrimonio, se “sobre explotan” a ellos mismos; pero, siguen caminando. Como esos buses obsoletos, destartalados y hasta pasados de moda, siguen consumiendo combustible y así pagando impuestos, y sobre todo, permitiendo que pilotos, ayudantes y propietario lleven un pan a sus hogares.
Requieren asistencia técnica
Por otra parte, es alentador constatar que tanto el empuje y el estoicismo de quienes hacen pequeña y microempresa en el Perú, en su mayoría se encuentran impregnados de una valiosa dosis moral, que les obliga a permanecer en la pelea desigual, sin pasarse a opciones de mayor rentabilidad económica, pero reñidas con la ética.
Si esa fortaleza titánica de los cientos de miles de peruanos, que se han embarcado en el azaroso océano productivo, recibiera el suficiente apoyo, podríamos avizorar otro panorama económico y social para nuestro país.
Sugerimos que, los profesionales -ahora desocupados y subempleados- conformen equipos multidisciplinarios y polivalentes, para otorgar asesorías integrales a las pequeñas y microempresas, cobrándoles tarifas proporcionales a su capacidad de pago.
Tampoco podemos desperdiciar la oportunidad de señalar que las instituciones y las dependencias del Estado, para demostrar que están a la altura de los tiempos, por lo menos no debieran hacerles las cosas más complicadas, de las que ya son, a las pequeñas y microempresas.
No es que no quieran
El bajo nivel educativo que se constata en un alto porcentaje de los pequeños y microempresarios, no es impedimento para que su intuición empresarial vea la importancia de cada uno de los factores que contribuyen al éxito de una empresa.
Por eso aceptan, asumen y pagan los onerosos costos del crédito informal, por ejemplo. También reconocen la importancia de la capacitación y la asesoría.
Lo que ocurre, es que "el mercado" no pone a su alcance los "productos" más adecuados y a los precios competitivos, para satisfacer sus necesidades perentorias y aun las estratégicas.
No es difícil imaginarse las posibilidades de desarrollo que tendría esa tenacidad, esa capacidad de aguante de los pequeños y microempresarios, si recibieran el mínimo de apoyo adecuadamente estructurado.
Si en condiciones realmente adversas hay resultados meritorios, dado las potencialidades creativas de nuestra gente; esas semillas fructificarían mucho más en terrenos convenientemente habilitados y recibiendo los “abonos” y “nutrientes” requeridos.
La razón determinante
La subsistencia de la pequeña y microempresa, habida cuenta de las difíciles condiciones que debe superar, tanto en su entorno como dentro de su propia dinámica operativa, estaría explicada, entre tantas, por una razón determinante: el empuje de quien la concibió y la gestiona sacrificadamente.
Ese palpitar cotidiano de cada uno de los miles de mujeres y hombres haciendo micro y pequeños negocios y empresas, es lo que se transforma a la larga, en el gigantesco latido del gran corazón peruano, que evitó que el Perú se hubiera descalabrado, en medio de un prolongado clima de violencia terrorista.