Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Isaac Enríquez Pérez(*)
Resumen: Se analiza la vinculación entre la
intensificación de los procesos
de globalización y la privatización,
concibiendo a los primeros en una de sus variadas vertientes (tras a una precisión
conceptual) como parte de las estrategias de
transferencia de valor de la periferia al centro del sistema mundial al
generarse la reconversión en los tipos organizativos
de las empresas; mientras que la privatización es pensada como un proceso
enfocado al desmantelamiento del
aparato productivo nacional de las
economías latinoamericanas (en particular la
mexicana) para trasladarse éste a los
márgenes de actuación de las redes empresariales globales.
Conceptos
clave: Globalización,
privatización, redes empresariales globales, desnacionalización integral,
neoliberalismo.
Por lo general, en los textos y eventos
académicos,
en las pretensiones informativas
de los medios masivos de difusión comercial,
en las plataformas discursivas
de las organizaciones gubernamentales, de las
organizaciones no gubernamentales, de los partidos políticos, entre otros,
encontramos un uso excesivo, paranoico, eufórico y hasta malentendido del concepto globalización; su
historia como tal,
se ha
caracterizado por un ir y venir entre la boca y la pluma de muchos;
su
exageración, su escepticismo y hasta su denuncia han dejado solo saldos de tristeza ante la imprecisión por definirlo
desde las mismas ciencias sociales latinoamericanas.
(Isaac Enríquez Pérez)
La globalización está presente en la realidad
y en el pensamiento, desafiando a muchos
en todo el mundo. A pesar de las vivencias y
opiniones de unos y otros, la mayoría
reconoce que esta problemática está presente
en la forma mediante la que se diseña
el nuevo mapa del, en la realidad y en lo
imaginario.
(Octavio Ianni, “Teorías de la
globalización”).
Introducción.
Las siguientes notas parten de la
necesidad teórica de conceptualizar los procesos de globalización y
privatización a la luz de las reestructuraciones a fondo del modo de producción
capitalista después de la saturación mundial de los mercados ante la avanzada
de las empresas japonesas que instrumentaron una fragmentación del proceso
productivo y una constitución de la empresa flexible que transformó la división
técnica del trabajo al conformar redes empresariales globales.
Tanto
la globalización como la privatización son procesos que conceptualmente no es
viable reducirlos a expresiones estructurales de la explicación, sino que es
necesario privilegiar el análisis de la tensión entre las estructuras
socioeconómicas y los actores sociales partiendo de la idea de que los
individuos hacen su propia historia al tiempo que se rehacen en ella, es decir,
son los actores sociales los que
construyen la historia, pero al mismo tiempo, esta historia es resultado de la
evolución de las estructuras socioeconómicas y de los intereses y motivaciones
de los actores involucrados.
Más que denunciar los
acontecimientos manifestados en América Latina en torno a la reestructuración
de la economía y el Estado durante las últimas décadas, analizaremos qué es lo
que ha sucedido tras este proceso; por lo que nos desplazaremos constantemente
de niveles exploratorios donde se expongan datos concretos a niveles
descriptivos y explicativos que ayuden a interpretar los ejemplos tomados para
el caso del proceso de privatización; se retornará a niveles exploratorios vía
preguntas utilizadas de manera tentativa sobre las posibles tendencias respecto
a la correlación de los actores en torno a posibles privatizaciones en México,
sin dejar de lado, por supuesto, la importancia de la referencia histórica como
método.
La globalización como transferencia de
valor.
En una perspectiva amplia que abandone el acentuado economicismo que
caracteriza a las ciencias sociales latinoamericanas, la globalización es un
proceso sociocultural que se relaciona con la interacción entre presencia y
ausencia, con el entrecruzamiento de eventos y relaciones sociales que se
producen a distancia de los contextos locales. La intensificación de las
relaciones mundiales permiten establecer nexos entre diferentes localidades, de
tal forma que lo que sucede en una de ellas determina lo que ocurre en las
otras. Esta interconexión de relaciones sociales se intensifica con los
procesos de desterritorialización de las acciones sociales de los actores al
ser redefinidas las pautas de la “sociedad nacional” ante la subsunción y
redefinición impulsadas por la constitución de la “sociedad global”, además, de
la importancia del sistema de comunicación mundializado, la fragmentación de
los procesos productivos, impulsores tanto de acciones sociales, políticas
(toma de decisiones) o económicas (empresa red o recesiones) que ocurren en
algún espacio e influyen en otros a escala global, lo cual por supuesto, no
implica la desaparición y aniquilamiento de las “sociedades nacionales”.
La globalización como resultado de extensos y
amplios procesos de comunicación entre diferentes sociedades y culturas al
estar vinculadas estas por redes de intercambios en todo el planeta, la
concebimos como una relación sociocultural que rebasa con mucho los
intercambios y transacciones comerciales y financieras. En suma, la
globalización es un proceso dialéctico, pues mientras sucede una integración
social diferenciada mediante las interacciones de los individuos socialmente
determinados a escala global, ocurre una fragmentación socioeconómica que
subsume a Estados, mercados, sociedades e individuos. Esto es, se ha dado una
reconversión de los mecanismos, interacciones e instituciones de la “sociedad
nacional” para integrarse a una “sociedad global” con inmensos procesos de
interdependencia, dependencia e intercomunicación vía el desarrollo de la informática
y las telecomunicaciones, las fuertes transferencias de capitales especulativos
de un ordenador a otro en tiempo real, así como la transferencia de excedentes
de la periferia al centro del sistema mundial.
La globalización se caracteriza por relaciones
virtualmente instantáneas que no reconocen fronteras geográficas y temporales;
el mundo se estructura como un todo desde el punto de vista económico, social,
político, cultural, militar y geopolítico; además, se alientan y fortalecen
identidades y lealtades locales, étnicas e indigenistas.
Si pensamos, tal como lo ilustra el Doctor
Pablo González Casanova[1],
que la globalización es un proceso de dominación y apropiación del mundo, es
necesario enfocar a la globalización como un proceso de transferencia de valor
en tanto objetivación del trabajo humano vía las redes empresariales. Pero,
¿cuál es la génesis de estas redes empresariales que han intensificado la
transferencia de valor desde las empresas filiales a las empresas matrices? Los
mercados durante los últimos años de la década de los 60’s y principios de los
70’s experimentaron una saturación por bienes homogéneos derivados de la
producción en masa, además de la expansión de la empresa japonesa que
instrumentó por vez primera la producción flexible gracias a las nuevos modelos
de organización, y ofreció bienes y servicios a bajo precio que desplazaron de
los mercados a empresas europeas y estadounidenses, ingresando estas en una
caída de la tasa de ganancia que las llevó al colapso y las obligó a terminar
con la organización jerárquico-burocrática de la producción en masa.
La empresa con pretensiones globales se
articula a partir de una nueva división
técnica del trabajo en la industria que apunta a la configuración de la empresa
red caracterizada por el tránsito de la producción de altos volúmenes de bienes
y servicios a la producción de “alto valor” basado en el desarrollo del
conocimiento específico satisfactor de necesidades concretas de los clientes
vía la multitud de unidades y subunidades descentralizadas unidas a otros
grupos también descentralizados que se desplazan por todo el mundo[2].
En un primer momento, distinguimos
una división internacional del trabajo que parte de la empresa red que ubica a
la empresa matriz generalmente en el centro del sistema mundial mientras que en
la periferia se ubica la empresa maquiladora o la empresa filial. Es necesario
pensar que esta división de la industria a nivel mundial tiene su génesis y su
impulso en una división técnica del trabajo al interior de la empresa que ha
reestructurado su organización y descentralizado sus funciones. Esta división
técnica del trabajo es una nueva lógica organizacional que se vincula a los
cambios tecnológicos, y que desarrolla las bases del proceso histórico llamado
“Nueva Economía” cuyo principal exponente es la empresa red. A la vez, esta
nueva lógica organizacional se expresa de manera diferenciada en los distintos
escenarios del sistema mundial. Y más aún, esta lógica organizacional conforma
una nueva clase directiva mundial sustentada en aptitudes como los
conocimientos, la competencia y los contactos mediante los cuales agregan valor
a la economía mundial independientemente del espacio donde se toman las
decisiones.
Los
productos como combinaciones internacionales de insumos le dan sentido a esta
empresa red. La empresa matriz tiene su complemento necesario en la empresa
maquiladora. Lo que se intercambia entre los países para crear valor es la
especialización en la identificación y solución de problemas, la coordinación de
servicios, los elementos estandarizados, mientras que la plusvalía extraída de
la mano de obra se mantiene como ventaja competitiva de las naciones
semiperiféricas y periféricas. Son transacciones de exportación-importación al
interior de la empresa red. La empresa matriz tiene una planta mínima de
trabajadores manipuladores de símbolos y conocimientos aplicados a la
producción localizados en las Tecnópolis[3]
y ciudades del conocimiento[4],
mientras que sus unidades y subunidades descentralizadas y subcontratadas
tienen a su mano de obra en lo que podríamos llamar las ciudades de la
manufactura flexible ubicadas por lo general fuera del país sede de la empresa
matriz; esta mano de obra es parte de la producción estandarizada de alto
volumen trasladada al exterior para contrarrestar los embates de la competencia
extranjera. En parte, las relaciones asimétricas que revitalizan la dialéctica
centro/periferia se basan en ello.
Es la empresa red lo que origina el proceso de
globalización en tanto transformación organizacional de las unidades
productivas tendiente a la mundialización de la producción y al dislocamiento
entre tiempo y espacio en la toma de decisiones de los altos ejecutivos y
analistas simbólicos que sin ser propietarios de los medios de producción ejercen
un fuerte control sobre los mismos a escala mundial. Todo ello ha repercutido
en la praxis económica en tanto expresión de la reproducción de la sociedad
como un todo.
Es sin duda, una reconfiguración de
los mercados en el mundo a partir de la reestructuración organizacional, la
quiebra y caída de la tasa de ganancia de las principales empresas del mundo.
Lo cual llevó a una quiebra global de los sistemas económicos de los países
primero en el norte y posteriormente en el sur del mundo mediante la crisis de
la deuda. Crisis que se inicia cuando la saturación de los mercados impedía las
inversiones productivas de las empresas, las cuales posteriormente se
destinaron a las especulaciones financieras, desatándose la inestabilidad
financiera mundial que conduce a la quiebra de los tratados de Bretton Woods,
todo ello aunado a la crisis de las economías latinoamericanas en los 70’s y a
la fuga de capitales en estas mismas economías. Es el endeudamiento de los
gobiernos latinoamericanos lo que genera la presión de los representantes de la
banca privada mundializada a negociar nuevos plazos y tasas de interés para el
pago de la deuda, situación que llevó a la solicitud de mayores créditos
internacionales, los cuales se otorgaron a cambio de la reestructuración del
Estado y las economías latinoamericanas vía la aplicación de las medidas del Washington
Consensus. Estas medidas exigían: 1)Búsqueda de disciplina
fiscal; 2)Cambio de prioridades en el gasto público; enfocarlo a las
necesidades sociales (de áreas menos productivas a sanidad, educación e
infraestructuras); 3)Reforma fiscal encaminada
a buscar bases imponibles amplias y tipos marginales moderados: Reforma de los impuestos consistente en ampliar la base más que en
incrementar los tipos; 4)Liberalización financiera, especialmente de los
tipos de interés: procurar tasas de interés
positivas, determinadas por el mercado; 5)Liberalización del comercio y una reorientación de las economías hacia
la exportación; 6)Tipo de cambio fijado por el
mercado y no por los gobiernos; 7)Supresión de restricciones
a las inversiones directas de capital extranjero; 8)Privatización de empresas públicas; 9)Procurar una extensa desregulación de la actividad económica; 10)Reforzar las garantías a los derechos de propiedad.
En específico,
respecto a las inquietudes reflejadas en este trabajo, es el octavo punto en el
contexto de la globalización como proceso consistente en la transferencia de
valor, lo que ha conducido a una “desnacionalización integral” de los
países latinoamericanos.
La privatización como
proceso desnacionalizador.
El proceso de la globalización
tiene como una de sus expresiones y estrategias (y no la única) al llamado
neoliberalismo.
El
neoliberalismo en tanto teoría económica neoclásica es un desarrollo económico
distinto al propuesto por los grandes economistas clásicos; estos tenían una
visión macro, dinámica y estructuralista, concebían al mercado libre como uno
de autentica libre competencia, con movilidad de capitales y tendencia a la
igualación de las cuotas de ganancia ramales, atacaban a los grandes
monopolios, su postura en general fue radical y revolucionaria; mientras que
los neoclásicos como Milton Friedman, Hayek, Lucas, etc. tienen una visión
micro, estática y no estructural, defienden los mercados oligopólicos y los
monopolios, y su postura es conservadora y reaccionaria[5].
Pregonan también que el progreso económico solo se logra con la apertura de los
mercados y con la postura de los Estados ha dejar libres a los individuos para
que compitan, se promete un aumento de la productividad, y una generación de
riqueza sin poner trabas al mercado.
En términos
políticos, el neoliberalismo como doctrina se basa en la democracia, en el
respeto a la libertad privada de los ciudadanos; tiene nula consideración en la
igualdad de los aspectos sociales de los individuos, una tendencia a que el
Estado no debe preocuparse por la asistencia social, la igualdad de
oportunidades, además de considerar de que el acceso a los bienes y servicios
sociales se logra sólo con el aumento de la riqueza.
Al ser llevada
al rango de ideología estatal, la teoría económica neoclásica responde a los
intereses de la clase y los países dominantes.
En la
dimensión de política económica, la economía neoclásica se ha presentado como
un proceso de “desnacionalización integral” tras una desregulación estatal y una
privatización económicas, en las que la intervención del Estado y la actitud a
favor de la “espontaneidad del mercado” buscan favorecer la libre competencia
que en la realidad no existe. Ha influido también la regulación de los
salarios, las políticas de relación externa, y el predominio del capital dinero
de préstamo que consiste en la apropiación hecha por el sector del capital de
la masa de plusvalía global generada por el sistema[6].
El concepto de
“desnacionalización
integral” es introducido por John
Saxe-Fernández en un gran esfuerzo de
construcción conceptual, el cual “sirve para organizar y aumentar el
entendimiento, sobre una vasta masa de eventos, procesos y datos que se han
venido experimentando y acumulando en la relación de México con la economía
mundial [...] es un concepto que ayuda a describir partes significativas de los
procesos políticos inducidos por la estrategia económica, con importantes
consecuencias internas y externas”[7].
La “desnacionalización integral” se caracteriza por una política de
desincorporación que se traduce en procesos desnacionalizadores que tienen
impactos profundos en el aparato productivo y en la sociedad mexicana como un
todo; se expresa mediante el desmantelamiento de la función rectora del Estado
en la economía, la amplia e intensa acción privatizadora y la apertura
comercial; predomina una “extranjerización” de la toma de decisiones en materia
de política económica, implicando la cesión de la soberanía, como una
estrategia que gira en torno a la deuda pública y a la caída de la inversión
pública destinada a apoyar proyectos y sectores estratégicos de la economía.
“Cuando hablamos de ‘desnacionalización integral’, hacemos referencia
precisamente al desmantelamiento histórico que sufre el sector público
mexicano”[8].
La descapitalización que se da en áreas económicas estratégicas se traduce en
desincorporaciones y entregas del aparato industrial al capital de las redes
empresariales globales y a sus socios internos. “Ocurre la ‘desnacionalización
integral’ por medio del diseño
presupuestario impuesto por los acreedores, en que el Estado se aparta de
sectores estratégicos del quehacer económico”[9].
La
privatización como expresión de la economía neoclásica en tanto política
económica tiene como antecedentes en México la añeja intervención del gobierno
en la economía que viene desde la consolidación del capitalismo en los últimos
años del siglo XIX; en el caso de la época histórica llamada Porfiriato se
carecía de un sistema productivo autónomo y de una burguesía industrial fuerte
por lo que el gobierno asume distintas actividades económicas, después de la
lucha armada que derrocó al régimen de Porfirio Díaz y que institucionalizó a
una nueva cúpula en el poder político fueron mayores sus funciones económicas y
entonces se tuvo un recelo hacia la inversión extranjera por el apoyo que
habían entregado esos países al gobierno Díaz para consolidar su dictadura. La
construcción de infraestructura, la instrumentación de nuevas pautas del
sistema financiero y el impulso a servicios sociales fue notable desde la
década de los veinte. Con el gobierno presidido por Lázaro Cárdenas se
profundiza la reforma agraria, se nacionalizan el petróleo y los ferrocarriles,
se crea la Comisión Federal de Electricidad, así como bancos estatales de
desarrollo. Para impulsar la industrialización del país mediante el modelo de
sustitución de importaciones se hizo necesaria dicha intervención, lo cual
trajo estabilidad económica, salarios e ingresos considerables y precios fijos
en medio de un régimen político clientelar, corporativo y autoritario. Ya para
1970 se contaba con 272 empresas paraestatales, impulsándose la creación de
empresas productoras de bienes intermedios y bienes de capital.
Es con
la crisis estructural de la década de los setenta como comienza a gestarse el
agotamiento del modelo de sustitución de importaciones, entonces la
intervención gubernamental se profundiza ante la debilidad de la inversión
privada, para lo cual se requirió la elevación del gasto público y el
endeudamiento externo; las tasas de crecimiento se mantuvieron altas pero la
inflación, la inestabilidad y los desequilibrios comerciales, monetarios y
financieros no se hicieron esperar, entonces la intervención mostró sus límites
ante la crisis pues no se resolvieron las contradicciones de la reproducción
del capital. En estos años de crisis, las empresas paraestatales crecieron de
manera anárquica tras el acaparamiento de empresas en banca rota y tras la
combinación de proyectos de desarrollo industrial donde intervenía tanto el
gobierno como el sector privado, todo esto bajo la creencia de que los ingresos
petroleros vencerían las dificultades. En suma, es a partir del sexenio
presidido por Miguel de la Madrid Hurtado en que se inicia este proceso de
cambios profundos, aunque ya se tenía el intento protagonizado en el gobierno
de José López Portillo, en el que se puso en práctica la política económica
dictada por organismos financieros internacionales como el Fondo Monetario
Internacional consistente en la reducción del gasto gubernamental para
disminuir el endeudamiento público e impedir que los salarios suban al ritmo de
los precios, al tiempo que las empresas gozaban de amplia protección.
Como ya se
mencionó, la iniciativa privada y los organismos financieros internacionales
presionaron fuertemente para instrumentar la privatización de las empresas, la
cual se realizó en dos tramos: el primero –centrado en fusiones, quiebras y
venta- se llevó acabo durante el gobierno de Miguel de la Madrid, en el cual
desaparecieron 743 entidades del sector público de las 1155 existentes en 1982,
mientras que pocas fueron las privatizaciones durante este periodo
presidencial. Durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari se
desincorporaron 191 empresas entre las que se encontraban las más grandes y las
más productivas. Sin embargo, ante la corrupción que privó en este proceso y
tras sus efectos negativos, las políticas privatizadoras siguieron aplicándose
en la administración de Ernesto Zedillo, pues en 1995 se inició el proceso para
transferir empresas de los ramos energético, comunicaciones y transportes,
servicios financieros y tecnología, entre las que se pueden contar 61 plantas
petroquímicas, puertos marítimos, ferrocarriles, aerolíneas y aeropuertos.
La privatización se ha visto influida por algunos factores condicionantes
tales como: el ser un proceso de dimensiones mundiales; el ser un proceso
forzado por la crisis estructural de la década de los setenta la cual exigía la
desregulación; el inicio de un modelo de acumulación caracterizado por la
orientación del sistema productivo hacia las exportaciones de manufacturas, la
apertura externa, la desregulación y la redefinición y no desaparición del
papel económico del gobierno para otorgársele mayor importancia al mercado; el
ser un proceso inscrito en otro proceso más amplio llamado Reforma del Estado y
cambio estructural de la economía[10].
Algunas justificaciones ideológicas que se presentan en torno al fenómeno
de la privatización”, son las siguientes: *se dice que el gobierno dejó de
intervenir en la economía, pero en la realidad se dio una refuncionalización,
un cambio en sus actividades económicas; en muchos de los casos ahora funge
como el salvador, el socializador de las pérdidas y quiebras privadas; “la
privatización aparece como una necesidad del progreso económico y social y su
correlato es el retiro del Estado de ciertas actividades, lo cual permite su
adelgazamiento, como una meta ideológica indiscutible, pero fundada en las
evidentes deficiencias de la acción del Estado como elemento definitorio de la
etapa anterior del desarrollo. Esta es una visión polar que, a la luz de la
práctica se ha ido relativizando en los últimos años pero que sigue siendo importante
en el trasfondo liberal de la ideología hoy dominante”[11];
*se piensa que el sector privado será el satisfactor de todos las necesidades
sociales sin tomar en cuenta a las víctimas producidas por el sistema y mucho
menos los desequilibrios que puedan causar estas; se piensa que este proceso
como práctica dominante debe tener un carácter “natural” y que debe ser
aceptado por todos así sin más, por lo que no se toman en cuenta las
divergencias al respecto; es un proceso llevado a acabo para contrarrestar la
corrupción gubernamental y la ineficiencia de sus bienes y servicios.
Las privatizaciones se han realizado como un mecanismo económico sustentado
en reformas jurídicas para contrarrestar la caída en la tasa de ganancia del
capitalismo y de sus agentes operadores (las grandes empresas, los capitales
bancarios y financieros, y los dueños de los medios de producción) en el
contexto de la crisis global de este modo de producción. Sin embargo, las
rentabilidades obtenidas en estos procesos de privatización no se asocian al
aumento de la capacidad de producción, pues se ha observado que paralelamente
se instrumentan operaciones de fusiones y adquisiciones para constituir
monopolios a costa del derrumbamiento de otras empresas tras la compra de sus
acciones y capital.
En este contexto de crisis de la economía global, los procesos de
privatizaciones, fusiones y adquisiciones tienden a una mayor concentración y
centralización del capital y de la riqueza en pocas manos o firmas
empresariales, y al mismo tiempo se propicia el aumento en las desigualdades
sociales. Con estos procesos y transacciones se ha transitado de los monopolios
estatales a los monopolios privados. Las privatizaciones se dieron en el
contexto de fortalecimiento, consolidación y expansión de los grupos económicos
concentrados a costa del debilitamiento y estrangulamiento del Estado en tanto
propietario de los medios de producción, con la intención de detener la caída
en la tasa de ganancia tras la liberalización de la economía y la comercialización
de bienes y servicios .
Si entendemos por privatizaciones a los procesos de transferencia de bienes y servicios fuera del aparato estatal hacia la sociedad, es decir, su traslado en cuanto a producción y distribución a manos de empresas privadas o estatales (regularmente de otros países) capitalistas, tenemos que esto ha implicado una serie de contradicciones: La primera y principal radica en el hecho de que se da una contradicción entre la misión histórica del capitalismo (aumento de la producción) y las relaciones sociales de producción que le corresponden (expropiación y empobrecimiento de la masa de productores directos); la segunda consiste en que la supuesta eficientización y discurso de la calidad que se divulgaba publicitariamente sobre las empresas privatizadas no se a dado del todo en los hechos; tercera, al desarrollar la lógica de la ganancia como empresas capitalistas tenderán a caer en los fluctuaciones y perturbaciones de los ciclos económicos anteriormente analizadas; cuarta: se presentará una dialéctica consistente en la concentración de capital (con actores que gozan de capacidad de control y decisión sobre la producción y precios, además de la apropiación de recursos tanto a nivel sectorial como global) por un lado, y por otro, en el empobrecimiento y exclusión de grandes capas de la población.
Un
ejemplo de estos argumentos son las serie de privatizaciones de los servicios
urbanos que se realizaron a partir de 1989 en la ciudad de Buenos Aires,
Argentina en el contexto de la llamada Reforma Económica y la Reforma del
Estado. En estos procesos de privatizaciones se transfirieron a pocas manos de
capitales privados los servicios de agua y cloacas, de energía eléctrica, de
gas, de teléfonos, de transportes (trenes y metro o subterráneo), el manejo de
residuos sólidos; control que supone una gran capacidad de decisión sobre la
gestión urbana y sobre la modificación de las estructuras sociales. Con dichas
transferencias, debido a la condiciones en que se realizaron los actuales
propietarios de las empresas de servicios han obtenido importantes ganancias;
“las telefónicas en sus primeros tres ejercicios tuvieron una ganancia neta
equivalente a 75 por ciento del precio que pagaron por la empresa pública y
Aguas Argentinas, luego de una pérdida de 23 millones de dólares en el primer
ejercicio (ocho meses de 1993), logró una ganancia de 25 millones en 1994,
sobre la base de un capital social de 120 millones”[12],
en el otro extremo de la pirámide, este proceso económico concentrador ha
generado un crecimiento en la pobreza de la ciudad; “según datos oficiales, en
la ciudad metropolitana de Buenos Aires existen tres millones de personas que
viven por debajo de la línea de pobreza. De ellos, unos 470 mil no logran
cubrir una dieta mínima de subsistencia. En un año se incorporaron a la
población que está por debajo de la línea de pobreza unas 700 mil personas. Esa
población se encuentra, mayoritariamente en los municipios metropolitanos de lo
que se llama el ‘segundo cordón’. Esa población con dificultades para la
sobrevivencia es llevada hacia la exclusión de los servicios privatizados junto
con los demás componentes mercantiles de su reproducción. Información
periodística indica que ha comenzado a producirse su salida de los servicios
privatizados esenciales, como el agua: se calcula que 30 por ciento de la
población incorporada con la reciente expansión de la red ha dejado de pagar”[13].
Por supuesto, todas estas cifras han evolucionado a raíz de la recesión
económica vivida por la Argentina en los últimos años.
En
el caso de México, el fenómeno de las privatizaciones de empresas y servicios
estratégicos aun en propiedad del Estado se presentará como una cuestión de
seguridad nacional y social; se atentará contra el carácter público de los
bienes y servicios al anteponerse el interés comercial; el interés de la
sociedad no quedará salvaguardado y menos aún la satisfacción de sus
necesidades. Supongamos y cuestionemos, en el caso de la producción y
distribución de energía eléctrica ¿cuáles serán las implicaciones que tendría
su privatización cuando en gran parte de las actividades de una ciudad es un
elemento impulsor de su desenvolvimiento en la satisfacción de necesidades y en
los procesos de las actividades productivas y de servicios?, además, lo que se
puede presentar es que los nuevos propietarios no estén decididos a invertir en
localidades con poblaciones pequeñas donde anteriormente el Estado abastecía el
servicio, con lo cual se aplicarían criterios de selección y discriminación de
los clientes pues se priorizarán las poblaciones con un mayor número de
demandantes, o en casos extremos, se tendrán grandes territorios y poblaciones
a oscuras mientras se prioriza satisfacer y librar la crisis energética que
vive el Estado de California en Estados Unidos. Tan sólo piénsese que para 1995
de los 91,200,000 habitantes del país, 36,530,000 (40.1% del total) habitaban
en localidades menores a los 15,000 habitantes, dentro de estos datos existían
193,268 localidades menores de mil habitantes; mientras que los 54,670,000
individuos restantes se localizaban en 481 localidades urbanas mayores a 15,000
habitantes, de estos, 23,300,000 (25.5%) habitaba en 28 metrópolis o ciudades
mayores de 500,000 habitantes[14]. ¿En caso de privatizarse la industria
eléctrica, resultará rentable para las corporaciones privadas invertir en esas
localidades con una población menor a los 15,000 habitantes considerando que
existe una mala distribución y dispersión de la población mexicana? En suma, las implicaciones pueden ser
múltiples, lo mismo en el caso de una posible privatización del servicio de
agua potable, tal vez se pretenda dejar de suministrar en estas localidades
puesto que la inversión para el mantenimiento de la infraestructura y la
distribución del servicio es altamente costosa, además, se cuenta con el
problema en la Ciudad de México y su Zona Metropolitana consistente en que en
los mantos acuáticos o subterráneos se ha realizado una sobrexplotaciçon
incontrolada de los pozos y generado consecuencias como el hundimiento de la ciudad
en 40 centímetros por año y el agrietamiento del suelo ante su desecación, es
decir, ante la extracción de la humedad del suelo, además de dislocamiento de
redes de servicios como drenaje. La insuficiencia de agua está relacionada con
el incesante y constante crecimiento de la población, por lo que no se genera
el suficiente líquido, ante ello se traslada desde otros lugares aledaños como
el Sistema Cutzamala ubicado en Valle de Bravo y constituido por ojos de agua
cuyo líquido es natural, además del Río Lerma; de ambas fuentes se reciben 35
metros cúbicos por segundo, lo cual representa el 30% del agua distribuida y
consumida en la Ciudad de México y su zona conurbada, mientras que el 70%
restante es extraído de 5,000 pozos profundos y dos manantiales de la cuenca
del Valle de México cuya extensión territorial es de 9,600 kilómetros
cuadrados. Con el paso del tiempo se tenderá a dejar sin abasto tal como sucede
hoy día a localidades cercanas a dichas fuentes acuíferas ubicadas en el Estado
de México, y tal vez (tómese como
hipótesis) se tienda a concentrar la distribución del líquido tan sólo en la
megalópolis, lo cual aunado a la posible privatización del servicio
significaría primeramente asegurar la satisfacción de la demanda en las
poblaciones con mayor número de clientes con el objetivo de asegurar mayores
ganancias, lo que representaría alejarse del “interés público” del servicio;
contribuyendo también a la lógica de grandes privilegios de las llamadas
“ciudades globales” que son las que verdaderamente están conectadas e
interconectadas al mundo globalizado debido a su alto poder concentrador de
funciones en actividades financiera, académicas, tecnológicas,
comunicacionales, políticas, económicas, administrativas (centralización de
decisiones y funciones burocráticas tanto estatales como en empresas privadas)
y de esparcimiento.
Lo dicho en este último párrafo corresponde a
una necesidad de creación de escenarios y de conocer las tendencias seguidas
por el capital privado absorbedor de lo público; por lo que lo mencionado en
ese párrafo debe considerarse como hipótesis a complementarse y corroborarse
empíricamente tanto con los datos citados como con los futuros acontecimientos
que se desprendan del tema.
Tal
parece que México después de los resultados del 2 de julio de 2000 y del
ascenso al poder de un nuevo régimen caracterizado por el predominio de
gerentes y empresarios por encima de los políticos (1 de diciembre del mismo
año), vivirá como país, como nación y como proyecto político una fuerte y profunda
reconversión en su estructura económica concentradora y centralizadora de
capital; esto es, con el ascenso de una nueva cúpula gobernante encabezada por
Vicente Fox y su espectáculo mediático la “cosa
pública”, el “interés público”, el patrimonio nacional quedarán subordinados a la lógica del
mercado, al abaratamiento y a la entrega (hasta donde sea posible) de los
bienes y servicios propiedad de la nación mexicana, y de los cuales depende la
satisfacción de necesidades básicas de toda la población, así como la
constitución con base en ellos de un proyecto de nación integral que no atenté
contra la seguridad nacional, social e individual. Para reforzar este
comentario debemos partir de la idea de que la
política económica neoliberal se aplica en todo el mundo, pero al aplicarse se
hace de manera distinta y en diferentes tiempos y lugares, es decir, cuando se
aplica en algunos países no se aplica en otros para posteriormente dejarse de
aplicar en los primeros e instrumentarse en los segundos. En el caso de México,
la instrumentación de las políticas privatizadoras y desreguladoras no tocaron
fondo durante los últimos tres gobiernos emanados del Partido Revolucionario
Institucional (P.R.I.), pues en cierta forma su persistencia en el poder como
clase política dependía de un régimen corporativo-clientelar sustentado en el
Estado de Bienestar y en la posesión y control de empresas paraestatales
[abastecedoras de bienes y servicios tales como teléfonos, transportes
(aerolíneas, ferrocarriles, e infraestructura de los mismos), energía
eléctrica, agua, petróleo, petroquímica básica, industria siderúrgica, Compañía
Nacional de Subsistencias Populares o CONASUPO, fertilizantes, productoras de
semillas agrícolas, banca para el desarrollo (Banrural y Nacional Financiera)],
es decir, la correlación de fuerzas políticas y sociales al interior (políticos
que integraban la cúpula, caciques locales, sindicatos tanto obreros como
magisteriales, etc.) representaban obstáculos para que los gobiernos presididos
por Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), Carlos Salinas de Gortari
(1988-1994) y Ernesto Zedillo (1994-2000) no impulsasen al extremo dichas
políticas privatizadores, además de que esas fuerzas jugaban el papel de
contrapeso ante ello y demandaban los beneficios propios de un Estado de
Bienestar (seguro social, educación pública, créditos para construcción de
viviendas, subsidios en alimentación y transporte, etc.). Al comenzar a
desmantelarse este Estado de Bienestar, el P.R.I. ya no representó una opción
política viable para amplios sectores de la población, situación que fue
aprovechada por la cúpula empresarial para presentar un especie de mesías mediático llamado Vicente Fox que
tuviera como objetivos el capitalizar y detener ese descontento de la sociedad
mexicana para alcanzar el poder político y aunarlo al poder económico para
limpiar el escenario y contar con las condiciones jurídicas y políticas
propicias para continuar y profundizar el desmantelamiento del patrimonio
nacional y por lo tanto, la desnacionalización de México ante el predominio del
capital financiero internacional y la subordinación del capital nacional ante
las fuertes presiones de los principales países de la Unión Europea, el Japón y
los Estados Unidos, cuyos objetivos geopolíticos y geoeconómicos es el
constituir a México como un puente para la expansión y dominación de sus
capitales empresariales y financieros en pugna hacia el resto de América Latina
y de comunidades enteras de indígenas que aún no se encuentran insertos en la
lógica omniabarcadora del mercado y del capital.
Frente a estas tendencias, la misma sociedad
tiene como tareas el definir y valorar históricamente lo que será considerado
como “interés público” y será
sancionado jurídicamente como tal tras las distintas correlaciones de fuerzas
en los procesos políticos y sociales. En cierta forma, lo que ha sucedido en
Argentina se debió a una modificación de la valoración de la sociedad con
respecto a los bienes y servicios públicos pues se juzgó que no debían seguir
en manos del Estado sino que era necesario encargarse a empresas capitalistas
privadas para mejorar su producción y distribución; con ello se cambió el “interés general” por componentes del
mercado, es decir, por el “interés
privado”; además de que las privatizaciones en ese país se llevaron a cabo
sin resistencias y oposición de la sociedad puesto que estas ya habían sido
controladas, perseguidas, reprimidas y hasta desaparecidas durante el régimen
de las dictaduras militares entre los años de las décadas de 1970 y 1980; en
cierta forma, estos regímenes autoritarios instaurados en Sudamérica brindaron
las condiciones necesarias tras limpiar el camino para instrumentar
posteriormente desde principios de la década de los 90’s las políticas
económicas neoliberales.
Más
aún, es necesario pensar, repensar y conceptualizar a la “desnacionalización
integral” como un proceso en que la toma de decisiones de los procesos
productivos están a cargo de los consejos de administración y los analistas
simbólicos de las redes empresariales mundiales cuya empresa matriz concibe a
las empresas filiales ubicadas en países periféricos como apéndices
minimizadores de los costes de producción. El caso latinoamericano es
ilustrativo sobre el cómo las empresas y los bancos privatizados al internacionalizarse
están formando parte de las redes empresariales y del sistema bancario
mundializado.
(*)El autor es Sociólogo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México; dedicado a la investigación de temas como el proceso de desarrollo y el nuevo papel del Estado a través de sus políticas públicas ante la intensificación de los procesos de globalización. Ponemos a disposición de los lectores la siguiente dirección electrónica para sostener un intercambio de ideas sobre el tema: isaacep@correo.unam.mx
[1] Pablo González Casanova, “Los indios de México hacía el nuevo milenio”, en La Jornada, 9 de septiembre de l998, p.12.
[2]Robert B. Reich, “El trabajo de las naciones. Hacia el capitalismo del siglo XXI”, Argentina, Javier Vergara Editor, Primera Edición en Español, 1993, pp. 91-94.
[3] Para desarrollar el concepto de tecnópolis y
contemplar su importancia en la economía mundial, consultar: Manuel Castells y
Peter Hall, “Las tecnópolis del mundo. La formación de los complejos
industriales del siglo XXI, España, Alianza Editorial, Primera Edición, 1994.
[4]Para una mayor explicación sobre la configuración de las ciudades en el mundo consultar: Isaac Enríquez Pérez, “Los procesos de globalización y la política pública como instrumento reestructurador del espacio urbano en México”, en Globalización: Revista mensual de economía, sociedad y cultura, enero de 2002, http://rcci.net/globalizacion
[5] Síntesis extraída de: José Valenzuela Feijóo, “Cinco dimensiones del modelo neoliberal”, en la revista Política y cultura, editada por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco (U.A.M.-X), número 8, primavera 1997, pag. 15.
[6] José Valenzuela Feijóo, op. cit., pp. 15, 16 y 17.
[7] John Saxe-Fernández, “Deuda Externa y Desnacionalización”, en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Núm. 134, Octubre-Diciembre, 1988, pp. 71 y 79.
[8] Ibid, p. 81.
[9] Ibid, p. 82.
[10] Síntesis extraída de: Arturo Guillen, “Balance de la privatización en México”, Iztapalapa 38, extraordinario de 1996.
[11] Ricardo A. Yocelevzky, “Privatizaciones, ideología y modelo de desarrollo”, Iztapalapa 38, extraordinario de 1996, p. 40.
[12] Pedro Pírez, “Servicios urbanos, regulación social y privatizaciones en la ciudad de Buenos Aires”, en la revista Sociedad editada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina, número 11, agosto de 1997, p. 114.
[13] Ibid, p. 115.
[14] Datos proporcionados por el Conteo de Población y Vivienda, 1995,
realizado por el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (I.N.E.G.I.).