Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Alan F. Carrasco Dávila (CV)
Hispanic World Univ.
alancarrasco_cursos@yahoo.com.mx
RESUMEN.
Después de las graves crisis económicas de fin del período presidencial que se
han vivido en México, la expectación y el miedo por una probable inestabilidad
en diciembre de 2000, se hacia palpable entre la sociedad mexicana, nada más la
recordar la devaluación y la pérdida del poder adquisitivo por parte del (nuevo)
peso mexicano en el invierno boreal de 1994, provocaba tener presente que ésta
crisis no sólo afectó a los mexicanos, sino fue de repercusiones mundiales, es
decir, el famoso, pero no celebre, “efecto tequila”, que perturbo las débiles
economías de muchas naciones, es por ello, que considero necesario a manera de
datos históricos, hacer una remembranza de lo acontecido en materia económica en
México en el año 2000.
PALABRAS CLAVE.
Economía, Crisis, Políticas, Gobierno, Inflación, Deuda externa, Balanza
comercial, Gasto público, Devaluación.
SUMMARY.
After the serious economic crises of end of the presidential period that have
been lived in Mexico, the expectation and the fear by a probable instability in
December, 2000, towards palpably between the Mexican society, nothing more to
remember the devaluation and the loss of the buying power on the part of the (new)
Mexican weight in the boreal winter of 1994, was provoking having present that
this one crisis not only affected the Mexicans, but was of world repercussions,
that is to say, the famous one, but it does not celebrate, " effect tequila ",
that I disturb the weak economies of many nations, it is for it, which I
consider to be necessary like historical information, to do a remember of the
happened in economic matter in Mexico in the year 2000.
INTRODUCCIÓN.
El proceder de la economía mexicana en el año 2000 superó las expectativas, tal
como había acontecido el año anterior, evitándose las graves crisis de fin de
sexenio que se habían producido en 1976, 1982, 1988 y 1994. Empleando políticas
económicas prudentes, la administración que concluyó su mandato al fin de 2000
dejó al gobierno que empezó entonces una economía sólida. El crecimiento en 2000
fue 6,9 por ciento y la inflación fue de 9 por ciento, ambos más favorables que
la meta establecida al comienzo del año. Existen sin embargo aspectos que
merecen atención, entre ellos un posible sobrecalentamiento de la economía
reflejado en un fuerte aumento en el gasto interno. Las autoridades, conscientes
del problema, han aplicado una política monetaria restrictiva que esperan
complementar con una política fiscal restrictiva en 2001. Además, la
desaceleración de la economía estadounidense ya está afectando adversamente a
las exportaciones mexicanas. Por lo tanto, no se sostendría el alto crecimiento
observado en 2000. Otros desafíos que enfrentan las autoridades incluyen: la
dependencia de la economía de Estados Unidos, la dependencia de los ingresos
públicos de los ingresos del petróleo, problemas en el sistema judicial para
hacer respetar los derechos de propiedad, debilidades en el sistema financiero,
y la puesta en marcha de una organización institucional que permita reducir la
pobreza, un objetivo clave de la nueva administración.
SITUACIÓN ECONÓMICA AÑO 2000.
La Administració n gubernamental que concluyó su período en diciembre de 2000
tuvo éxito en evitar las graves crisis macroeconómicas que caracterizaron el fin
de sexenio de las cuatro Administraciones anteriores y en dejar al nuevo
Gobierno de ese entonces una economía sólida. La política económica tendió a ser
expansiva en el último año de la administración 1994-2000, pero en ningún
momento puso en peligro el equilibrio macroeconómico, como había sucedido en los
regímenes anteriores, cuando los Gobiernos entrantes enfrentaban agudas
devaluaciones, recesiones e incrementos inflacionarios en la apertura de sus
mandatos. Por el contrario, al cierre del primer trimestre de 2001 reina en los
mercados financieros un clima de confianza reflejado en las cuentas internas y
externas del país. Esto es especialmente alentador si se tiene en cuenta que en
julio de 2000, por primera vez en más de 70 años, México eligió como Presidente
de la República a una figura de un partido distinto del Partido Revolucionario
Institucional (PRI). El reconocimiento externo a las políticas puestas en marcha
se aprecia en el mejoramiento que mereció la calificación de la deuda externa
mexicana en el primer semestre de 2000. Moody’s elevó su calificación a grado de
inversión. Standard & Poor’s y Fitch-IBCA la subieron a un nivel por debajo de
grado de inversión y se espera que le den esa categoría en los próximos seis
meses.
Los resultados macroeconómicos observados en 2000, especialmente los relativos a
inflación y crecimiento, excedieron aún las proyecciones más optimistas. El
crecimiento real del PIB alcanzó 6,9 por ciento, muy por encima de la meta de
4,5 por ciento que se estableció al fin de 1999, y la inflación fue de 9 por
ciento, por debajo de la meta de 10 por ciento. En contraste con 1999, en el
crecimiento en 2000 destacó la dinámica del mercado interno. En 1999, amparadas
en el dinámico mercado de Estados Unidos en el marco del Tratado de Libre
Comercio con América del Norte (TLC), las exportaciones explicaron más de la
mitad del crecimiento de la economía, a pesar de que entonces representaban
menos de 20 por ciento del PIB. En cambio, en 2000, la rápida recuperación de la
demanda interna del sector privado, tanto consumo como inversión, habrían
permitido que ésta explicara alrededor de las tres cuartas partes del
crecimiento.
El crecimiento del PIB se desaceleró en el segundo semestre y especialmente en
el último trimestre de 2000. Mientras en el primer semestre el crecimiento fue
de 7,7 por ciento con respecto a igual período del año anterior, en el último
trimestre fue de sólo 5,1 por ciento. Estas cifras sugieren que el crecimiento
entre el tercer y cuarto trimestre habría sido prácticamente nulo.
A pesar de la caída en el crecimiento, existe el peligro de un
sobrecalentamiento en la demanda agregada (reflejado más que nada en las cuentas
externas). El consumo del sector privado a precios constantes se habría
expandido más de 8 por ciento, y la inversión más de 10. La inversión fija pasó
a representar algo más de 21 por ciento del PIB a precios corrientes en 1999,
porcentaje que podría haberse reducido levemente en 2000, a pesar del rápido
crecimiento en el volumen de la inversión, debido a la apreciación del peso y a
la importancia del componente importado de la inversión.
Cabe destacar que la inversión fija representaba sólo 16 por ciento del PIB en
1995. Como en los últimos años, el financiamiento de la inversión ha resultado
claramente sostenible, en contraste con lo ocurrido en el período 1989-94. En
aquella oportunidad el ahorro externo jugó un papel preponderante, basado en
inestables entradas de capitales de corto plazo. Mientras en 1989-94 el ahorro
interno representó 13,5 por ciento del PIB (habiendo caído a 12,1 por ciento en
1994), en 1995-99 habría promediado 17,1 por ciento, estimándose preliminarmente
en 18 por ciento en 2000.
Al nivel sectorial, apoyado por buenas cosechas de trigo, maíz y sorgo, y
capturas favorables de langosta, ostión, tiburón y mero, el producto
agropecuario aumentó 3,4 por ciento relativo al año anterior, tasa similar a la
observada en 1999. El producto industrial aumentó 6,6 por ciento en 2000,
destacándose la evolución de manufacturas y electricidad, gas y agua que
crecieron 7,1 por ciento y 6,2 por ciento, respectivamente. La construcción
aumentó 5 por ciento y la minería 4 por ciento. La desaceleración observada en
el último trimestre del año fue marcada en todos los sectores, observándose
prácticamente una paralización en minería y construcción. Dentro del sector
manufacturero, los subsectores más dinámicos en el año fueron vehículos
automotores, y equipos y aparatos electrodomésticos, todos vinculados al
competitivo mercado abierto por el TLC. Las ramas de maquinaria y equipo no
eléctrico, tabaco, azúcar, cuero y calzado, petroquímica básica y bebidas
alcohólicas experimentaron caídas. El comportamiento estelar en el año 2000
correspondió al sector servicios, que se expandió 7,3 por ciento, esto es aún
más rápido que las manufacturas. En el sector terciario, la actividad de
comercio, restaurantes y hoteles creció 11,1 por ciento reflejando mayores
volúmenes de ventas en los mercados internos y externos. Por su parte,
transporte y comunicaciones creció 12,7 por ciento debido a mayor carga
transportada, mayor número de pasajeros en viajes locales y foráneos, y mayor
dinamismo en comunicaciones telefónicas y vía satélite. La evolución de los
subsectores financiero y de servicios públicos y comunales fue muy inferior al
promedio.
La balanza de pagos mostró un incremento en las reservas internacionales de US$2,8
mil millones en 2000, con lo que estas alcanzaron un nivel de US$33,6 mil
millones. A pesar que estas sólo representan 3,6 meses de importaciones (netas
de maquila importada), son ampliamente suficientes dado que el país opera una
política de tipo de cambio flexible. La cuenta corriente registró un déficit de
US$17,7 mil millones en 2000, equivalente a 3,1 por ciento del PIB. La rápida
expansión de la demanda interna determinó que el déficit de la cuenta corriente
resultara US$3,4 mil millones superior al observado el año anterior, a pesar de
los ingresos extraordinarios derivados del favorable precio internacional del
petróleo y de la rápida expansión de las exportaciones al mercado de Estados
Unidos. Tal como en 1999, en 2000 el déficit en cuenta corriente se financió con
facilidad, lo que permitió el mencionado aumento de reservas, muy por encima de
lo programado.
La balanza comercial registró un déficit de US$8 mil millones en 2000,
substancialmente más elevado que el observado en el año anterior (US$5,6 mil
millones) Las exportaciones aumentaron con rapidez, 21,8 por ciento, pero las
importaciones crecieron aún más rápido (23,2 por ciento, ambos valores netos de
la maquila importada) El incremento en las exportaciones se explica por un
comportamiento muy dinámico tanto de las exportaciones no petroleras, que
crecieron 16,1 por ciento, como de las petroleras que crecieron 65 por ciento
debido principalmente al aumento en el precio internacional del crudo, que
alcanzó un promedio de US$24,60 por barril en comparación con US$15,60 por
barril el año anterior. En las exportaciones no petroleras, siguen destacándose
las maquiladoras, que crecieron más de 30 por ciento, orientadas al mercado de
Estados Unidos, que siguió expandiéndose con fuerza. Entre las importaciones
destaca la recuperación de las de consumo, que reflejando el fuerte incremento
en la demanda agregada, aumentaron 37 por ciento relativo al año anterior.
Siguiendo el comportamiento de la inversión fija, las importaciones de bienes de
capital aumentaron 18 por ciento, significativamente más rápido que el
crecimiento de la inversión fija, lo que ilustra la incidencia del componente
importado de la inversión fija.
La cuenta de capital volvió a mostrar inestabilidad en los flujos de capitales
de corto plazo, aunque en menor grado que en períodos críhticos en los últimos
años. Los flujos de capital a través de la inversión de cartera de los
extranjeros en el mercado accionario mexicano registraron salidas por US$2,2 mil
millones en 2000 en comparación con entradas por US$11 mil millones el año
anterior (habían sido también negativos en 1998). Los flujos financieros habían
mostrado cierta normalización en 1999, tras la volatilidad que se observó en
1997-98 a raíz de las crisis en varias economías emergentes. Sin embargo la
inestabilidad volvió a acentuarse debido tanto a problemas en otras economías
emergentes (muy desvinculadas de México, como Argentina y Turquía), como al
comportamiento de la política monetaria de Estados Unidos, que indujo un
significativo aumento en las tasas de interés en ese país en el curso de 2000.
En contraste con la inversión de cartera, la inversión extranjera directa fue
abundante y estable. Alcanzó US$9,8 mil millones en los tres primeros trimestres
de 2000, comparado con US$8,3 mil millones en el mismo período en 1999. Se
espera que la inversión directa financie cerca de las tres cuartas partes del
déficit en cuenta corriente.
La deuda externa del país habría mostrado una reducción del orden de US$4 mil
millones en los primeros tres trimestres de 2000, con lo cual se habría ubicado
en US$156 mil millones. El sector público hizo amortizaciones netas por US$3 mil
millones y Banxico amortizó US$4,3 mil millones, sin embargo el sector privado
aumentó su deuda en US$3,4 mil millones. Con esto, y dados los ajustes por
cambios en el valor de las monedas extranjeras que el país adeuda, al fin de
2000 el saldo de la deuda pública bruta alcanzó US$84,1 mil millones en
comparación con US$92,3 mil millones al fin de 1999. En el curso de 2000, los
intereses de la deuda pública fueron US$7,7 mil millones y las amortizaciones
US$21,0 mil millones, de las cuales más de la tercera parte corresponde a pagos
anticipados, llevados a cabo para mejorar el perfil de la deuda. A modo de
referencia, las exportaciones de bienes (excluida maquila importada) fueron
166,4 mil millones en 2000.
El balance del sector público no financiero en el año 2000 mostró un déficit
equivalente a 1,1 por ciento del PIB en 2000 (M$60,5, mil millones), 10 por
ciento por encima de la meta establecida en el presupuesto (1 por ciento del
PIB, M$52,5 mil millones), a pesar de que el país obtuvo ingresos
extraordinarios equivalentes a M$60,5 mil millones. Estos mayores ingresos se
originaron principalmente en un precio internacional del petróleo muy por encima
del presupuestado (US$24,6 y US$16 respectivamente), en ingresos de empresas
superiores a los presupuestados, especialmente en la Comisión Federal de
Electricidad y en las empresas vinculadas a la seguridad social, y en un
crecimiento económico más rápido que el pronosticado en el presupuesto,
reflejado en mayor recolección tributaria. Entre los ingresos tributarios,
destaca el comportamiento de la recaudación del impuesto al valor agregado, que
aumentó más de 15 por ciento en términos reales, o sea más de dos veces más
rápido que el PIB, debido en parte a modificaciones a la ley del IVA, que amplió
el esquema de retención y precisó los conceptos de gasto que no dan origen a
impuesto, y en parte a la expansión del gasto (vía importaciones) que creció más
rápido que el PIB. La recaudación de impuestos especiales a la producción y
servicios cayó casi 30 por ciento en términos reales debido a la forma de
contabilizar las transferencias de PEMEX al Gobierno. En realidad esa caída
(impuestos a las ventas internas de combustibles) fue mucho más que compensada
por la expansión de ingresos definidos como no tributarios, más de 70 por ciento
en términos reales (principalmente derechos y aprovechamientos), que representan
contribuciones de PEMEX vinculadas a exportaciones.
El gasto público aumentó 12,8 por ciento en términos reales en 2000, también más
rápido que el PIB, y M$69,3 mil millones más que lo que contemplaba el
presupuesto (más de 1 por ciento del PIB) El aumento del gasto hubiera sido aún
mayor sin la reducción que se observó en el pago de intereses, el que resultó
casi M$20 mil millones inferior a lo presupuestado, debido a menores tasas de
interés internas y externas. Sin embargo, aprovechando esta circunstancia, el
Gobierno decidió prepagar obligaciones vinculadas al rescate de la banca después
de la crisis de 1995 por un monto ligeramente mayor que el menor pago de
intereses (pagos que se asimilaron a intereses y no a amortizaciones en la
contabilización del déficit) Debido a los mayores ingresos del Gobierno Federal,
aumentaron las transferencias a estados y municipios (participaciones) en M$16,4
mil millones. El gasto correspondiente lo realizan estas últimas entidades; es
un gasto “no programable”, que no controla el Gobierno Federal. El llamado gasto
programable (que excluye participaciones y gastos financieros) aumentó más de 10
por ciento en términos reales, algo más de M$50 mil millones más que lo
programado (cerca de 1 por ciento del PIB). Sin embargo ese mayor gasto no
presupuestado incluye la creación del Fondo de Estabilización de los Ingresos
del Petróleo (M$9,1 mil millones) y la creación de un fondo de reserva para
devoluciones de impuestos (M$10,0 mil millones), que no constituyen presión de
demanda sobre los recursos internos. Ese mayor gasto presupuestado también
incluye M$8,3 mil millones realizados por las entidades sujetas a control
presupuestal; además el gasto presupuestado para 2000 incluye gastos no
recurrentes tales como los atribuibles a las elecciones y al XII Censo General
de Población y Vivienda realizados ese año (M$11,9 mil millones)
El financiamiento del déficit fue substancialmente diferente al de años
anteriores. En vez de endeudarse en el exterior, el sector público prepagó el
equivalente a M$60,4 mil millones de deuda externa, y se endeudó
correspondientemente en el mercado doméstico (M$120,9 mil millones),
principalmente a través de colocación de valores públicos en el sector privado y
en los intermediarios financieros locales.
Los resultados en inflación continuaron siendo favorables en 2000. La meta
oficial establecida al fin de 1999 era alcanzar una tasa inferior a 10 por
ciento. La tasa efectiva fue 9 por ciento, muy por debajo de la inflación de
12,3 por ciento observada en 1999. Sin embargo el sobrecalentamiento de la
economía antes mencionado se reflejó en la tendencia a la baja en la inflación
observada desde febrero de 1999 se interrumpiera en el último trimestre de 2000.
Entre los factores que contribuyeron a controlar la inflación en 2000 estuvieron
la rápida expansión de la producción, y especialmente la substancial apreciación
real del peso originada en las ventajosas condiciones externas que se dieron en
el año. Este último factor se reflejó en un moderado incremento de los precios
de los bienes comerciables comparado con los no comerciables (7,4 por ciento y
10,7 por ciento respectivamente) En contrario operaron ajustes en los precios
concertados y administrados, en los precios de servicios educativos, y en los de
los productos agropecuarios. El Banco de México anunció al fin de 1999 la
publicación de un informe trimestral sobre inflación que complementa el Programa
Monetario. En esta publicación se destaca el concepto de “inflación subyacente”,
que excluye bienes con precios muy volátiles como agrícolas, educación, y
administrados y concertados por el sector público. La inflación subyacente en
2000 fue 7,5 por ciento, inferior a la tasa anual que se había observado al fin
del trimestre anterior, debido a que los precios que más aumentaron no se
incluyen en este concepto. Cabe sin embargo indicar que el ritmo de reducción en
la inflación subyacente fue inferior al observado en trimestres anteriores,
evidencia del posible sobrecalentamiento mencionado.
El dinámico comportamiento de la economía y la reducción en la inflación en 2000
se tradujeron en resultados positivos en el mercado laboral. Reflejando la gran
flexibilidad y eficiencia que ha mostrado el mercado de trabajo, aumentando el
empleo y los salarios reales. Los trabajadores asegurados en el Instituto
Mexicano de Seguridad Social en las actividades industrial, comercial, y de
servicios aumentaron 2,9 por ciento, 5,8 por ciento y 4,6 por ciento
respectivamente. Sin embargo en la agricultura se registró una caída de 6,6 por
ciento. El aumento del empleo permitió que la tasa de desempleo abierto
mantuviera su tendencia declinante, bajando a 2,2 por ciento en promedio en el
período enero-diciembre, la cifra más baja desde 1985, cuando se empezó a
publicar este indicador. Los salarios reales reflejaron la dinámica del empleo,
mostrando un significativo incremento. En el período enero-noviembre aumentaron
6,1 por ciento en la industria manufacturera, 6,9 por ciento en la maquiladora,
y 7,0 por ciento en el comercio mayorista y minorista. De mantenerse por mucho
tiempo, estos incrementos, superiores a los mejoramientos en la productividad,
podrían poner en peligro las metas de inflación para los próximos años.
A pesar de su positivo desempeño, la economía continúa acusando evidencia de
fragilidad en el sistema bancario. Tras la crisis de 1994-95, tanto el crédito
que éste ha otorgado al sector privado como las captaciones bancarias desde el
sector privado han estado cayendo en términos reales año tras año. La mayor
parte de los recursos obtenidos por la banca comercial tienen como contraparte
crédito al sector público o valores del Instituto para la Protección del Ahorro
Bancario, IPAB, que reflejan la compra de la cartera vencida de los bancos tras
la crisis de 1994-95.
POLÍTICAS ECONÓMICAS.
El manejo de las políticas macroeconómicas fue fundamental en el logro del
objetivo de evitar las típicas crisis de fin de sexenio. La prudencia en el
manejo de las finanzas públicas fue un factor fundamental. Aún cuando la
política de gasto fue moderadamente expansiva en 2000, el déficit se mantuvo
dentro de los parámetros proyectados. La prioridad en el gasto siguió siendo
para el gasto social y la consolidación del proceso de descentralización. El
gasto social, orientado a fortalecer programas dirigidos a combatir la pobreza,
la inseguridad pública, y la administración de justicia, bajó ligeramente en
2000 respecto de 1999, si se le expresa como fracción del gasto total (60,7 por
ciento y 61,2 por ciento respectivamente), pero creció casi 10 por ciento en
términos reales. El Programa de Educación, Salud y Alimentación (PROGRESA), que
combate la pobreza extrema en áreas focalizadas, atendió a 2,5 millones de
familias, 30 por ciento más que en igual lapso en 1999. El Programa de
Ampliación de Cobertura, a través del cual se otorgan servicios de salud a las
comunidades más pobres y postergadas del país, alcanzó una cobertura de más de
8.1 millones de personas de escasos recursos al final de 2000. El programa de
Apoyos Directos al Campo (PROCAMPO), que complementa el ingreso de los
productores en áreas inscritas en proyectos ecológicos autorizados por la
Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, benefició a
productores en 13,6 millones de hectáreas.
La política del Gobierno en materia de deuda pública en 1999-2000 estuvo
orientada a garantizar el financiamiento de las amortizaciones correspondientes
de la deuda externa y a reestructurar la deuda interna y externa hacia plazos
más largos. Ante la creciente evidencia de que esta vez no se produciría la
crisis de fin de sexenio, y ante las favorables condiciones externas, cobró más
importancia el segundo objetivo. Durante 2000 el Gobierno redujo la deuda
pública externa en US$8,2 mil millones (sin incluir la cancelación de la deuda
de Banxico con el Fondo Monetario Internacional que a fines de 1999 alcanzaba
US$4,5 mil millones), de los cuales 6.2 mil millones corresponden a
amortizaciones netas y el resto a ajustes a la baja derivados de la apreciación
del dólar. El mecanismo más importante utilizado fue la cancelación de bonos
Brady y el uso del colateral recuperado para reducir la deuda en términos netos.
Estas operaciones se realizaron en varias monedas, incluyendo dólares, euros y
yenes. Además, con el consentimiento de la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público, en febrero, el Banco Mundial emitió un bono denominado en pesos
mexicanos por el equivalente a US$100 millones, a tres años, a tasa de interés
fija. Fue la primera vez que el Banco Mundial emitió deuda en una moneda
latinoamericana.
Con respecto a la deuda interna, el Gobierno buscó fomentar el desarrollo de un
mercado de valores de largo plazo. En enero de 2000 se emitió un nuevo tí
f0 tulo a tasa de interés fija, tres años de plazo, pagado en cupones
semestrales. Esta acción se amplió en mayo con la emisión de un título a cinco
años. Se llevaron a cabo varias emisiones de este tipo en el año, de modo que
cerca de tres cuartas partes del endeudamiento interno neto se llevó a cabo
mediante títulos a plazos mayores de un año. Estos cambios permitieron aumentar
el plazo medio de vencimiento de la deuda interna de menos de 300 días en
1995-96 y a más de un año en 2000. El Gobierno ha garantizado obligaciones,
parte de las cuales ha decidido prepagar, y que no se contabilizan formalmente
como deuda pública. Entre ellas, el rescate de la cartera de Nacional financiera
realizado en el marco del Saneamiento Financiero de la institución. El
vencimiento original de la garantía era en 2006, pero el Gobierno negoció la
cancelación anticipada de la obligación, cosa que realizó en el tercer trimestre
de 2000. También se cancelaron garantías vinculadas al rescate de la banca,
correspondientes a operaciones inicialmente en manos de FOBAPROA y luego
transferidas a IPAB.
La política monetaria mexicana sigue manteniendo la base monetaria como el ancla
nominal del sistema. El procedimiento ha sido que al fin de un año, el Banco de
México (Banxico) anuncia la meta diaria de la base para el año siguiente y luego
trata de ceñirse a esa meta. En el segundo semestre de 1999 y en el segundo
trimestre de 2000 se rebasaron significativamente las metas, 6,2 por ciento y
4,3 por ciento respectivamente, a pesar de que tanto para 1999 como para 2000 el
programa monetario suponía fuertes incrementos en la oferta de base respaldados
por aumentos en la demanda (20,5 por ciento y 25,3 por ciento respectivamente) A
Banxico le preocupó la desviación, razón por la cual amplió repetidas veces el
“corto” (crédito de Banxico a los bancos comerciales por el cual estos tienen
que pagar una tasa de interés más alta que la del mercado) Al cierre de 1999 el
corto era de M$160 millones; después de alzas principalmente en junio, julio,
octubre y noviembre, el corto alcanzó M$350 millones al fin del año 2000. Con
esto la autoridad pudo reducir la diferencia entre el valor efectivo de la base
y la meta a sólo 1,5 por ciento.
En razón de la poca estabilidad de la demanda de base monetaria, Banxico decidió
restarle importancia al anuncio de la evolución diaria esperada de la base. Así,
en el Programa Monetario para 2001, aún cuando se publica dicha evolución, esto
se hace a título ilustrativo. Ahora el énfasis está en el anuncio de metas
globales para la inflación en un marco de mediano plazo, tres años. El manejo se
hace a través de influir las tasas de interés, manteniéndose el corto como el
instrumento principal, pero dejándose abierta la opción de acciones más directas
si los bancos no siguen las orientaciones de la autoridad monetaria.
La política de flexibilidad cambiaria aplicada desde 1995 permitió fluctuaciones
significativas en el tipo de cambio nominal según los requerimientos del
mercado. El dólar empezó el año con un valor algo superior a M$9,50 y terminó el
año en un valor algo por encima de eso, pero fluctuó significativamente entre
medio. Cayó a fines de marzo a M$9,20 con el mejoramiento que las calificadoras
extranjeras de deuda otorgaron a la deuda Mexicana. Sin embargo la incertidumbre
derivada de las elecciones presidenciales generó una fuerte presión que se
tradujo en un alza en el cambio que llegó a sobrepasar M$10 por dólar a fines de
junio. La transparencia del proceso electoral y el reconocimiento rápido del
ganador modificaron otra vez las expectativas con lo cual el tipo de cambio
volvió a caer, otra vez al nivel de M$9,20, al final del tercer trimestre,
recuperándose luego, tras la incertidumbre ocasionada por los problemas en
Argentina y Turquía. Como consecuencia de esta evolución del tipo de cambio
nominal y la todavía significativa inflación interna, el índice del tipo de
cambio real bajó.
La evolución de la política monetaria unida a la política cambiaria en vigor
tuvieron impacto en las tasas de interés. La tasa primaria de CETES a 28 días,
buen indicador de las condiciones del mercado crediticio de corto plazo, bajó
sistemáticamente desde mediados de septiembre de 1998 (cuando las autoridades
reaccionaban a la crisis en Rusia) A esa fecha, esa tasa de interés llegó a
cerca de 50 por ciento anual, para reducirse a 31 por ciento al fin de 1998, y a
16,5 por ciento a fines de 1999. Las tasas de interés se siguieron reduciendo al
principio de 2000, especialmente en febrero-abril, cuando se anticipó y
materializó el mejoramiento en la calificación de la deuda externa mexicana. En
abril esta tasa cayó por debajo de 13 por ciento, pero tal como con el tipo de
cambio, la incertidumbre ocasionada por la elección generó un aumento, de modo
que al fin de junio estaba en 15,5 por ciento. La restricción monetaria impuesta
por Banxico propició un alza adicional, de modo que al fin del año estaban por
encima de 17 por ciento, que dada una tasa de inflación esperada del orden de 7
por ciento implica una tasa real de cerca de 10 por ciento, que puede
considerarse elevada.
La Bolsa de Valores tuvo un comportamiento consistente con las tasas de interés.
Subió rápidamente hasta el fin del primer trimestre de 2000, pero bajó más de 30
por ciento al cierre del primer semestre, y aún cuando se recuperó hacia la
fecha de la elección, volvió a bajar luego y al cierre del año estaba otra vez
en un nivel similar al del cierre del primer semestre.
Para incrementar el ahorro financiero y su canalización al aparato productivo,
el Gobierno ha buscado fortalecer el sistema bancario. Acciones importantes se
llevaron
f0 a cabo en el primer semestre de 2000. Se mejoraron las regulaciones que
definen los requerimientos de capital de los bancos, acercándolos a estándares
internacionales. Se aprobaron la Ley de Concursos Mercantiles y la Miscelánea de
Garantías, y se inició la venta de bancos intervenidos, continuándose con el
proceso de venta de activos de instituciones financieras quebradas. Se vendió la
Banca Serfin al Grupo Financiero Santander Mexicano consiguiéndose un precio 60
por ciento superior al valor en libros de Serfin (aún cuando está todavía por
resolverse un desacuerdo respecto al precio). Se resolvió el problema de Promex,
absorbido por el Grupo Financiero Bancomer (actualmente BBVA). Se resolvió el
problema de Inverlat, comprado por Scotiabank. Quedan pendientes la venta de
BanCrecer, que se espera concretar en el primer semestre de 2001 (que fue
comprado por Banorte), y la de Atlántico, cuya negociación con el Grupo
Financiero Bital (ahora HSBC) está en las etapas finales. Además se vendieron
varios paquetes de activos, que en el curso de los tres primeros trimestres de
2000 retornaron a IPAB el equivalente a US$20,6 mil millones. De eso, US$16,4
mil millones por venta de cartera, US$2,3 mil millones por participaciones
accionarias, y US$1,9 mil millones por venta de propiedades y obras de arte
(incluidos los activos vinculados a la cadena Camino Real). Entre los activos
importantes que quedan por vender está Cintra (que incluye las líneas aéreas
Aeroméxico y Mexicana), y la siderúrgica Simec (empresas con ventas anuales
equivalentes a US$2,500 y US$200 millones respectivamente).
En materia de política comercial, con el propósito de reducir la dependencia de
las exportaciones mexicanas del mercado de Estados Unidos, el Gobierno negoció
un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea (UE), que se firmó en marzo de
2000 y entró en vigencia el 1 de julio. El acuerdo cubre el 100 por ciento de
los productos industriales, la casi totalidad de los productos pesqueros, y el
62 por ciento de los productos agrícolas (están excluidos productos delicados
para la UE como carne, lácteos y cereales). En el área de servicios, el acuerdo
se aplica a los servicios financieros pero no a los servicios audiovisuales ni
al transporte aéreo.
PERSPECTIVAS.
Aunque la situación macroeconómica es sólida, la desaceleración de la economía
estadounidense llevó sin duda a un enfriamiento de la economía mexicana, la que
no creció por encima de un 3,5 por ciento en 2001. Es importante considerar que
casi el 90 por ciento de las exportaciones de México tienen por destino los
mercados de Estados Unidos y que las exportaciones han sido uno de los motores
fundamentales del favorable crecimiento que ha experimentado el país en los
últimos años.
A pesar de los favorables resultados macroeconómicos obtenidos en 2000, el país
sigue enfrentando serios desafíos que, si no se enfrentan con prontitud, podrán
afectar significativamente el potencial de desarrollo en el mediano plazo. Los
desafíos más importantes son:
La elevada dependencia de la economía de Estados Unidos, que podría poner en
peligro el crecimiento de México si se produce una caída en el crecimiento en
aquella economía. Para reducir esa dependencia, México ha firmado un Tratado de
Libre Comercio con la Unión Europea.
También es importante eliminar los sesgos que limitan la producción orientada al
mercado nacional a través del fortalecimiento del sistema bancario y su
capacidad para otorgar nuevos créditos. La debilidad del sistema financiero
todavía se manifiesta en un bajo ahorro financiero y un ritmo decreciente de
crédito de la banca comercial al sector privado. Fortalecer el sistema ha sido y
seguirá siendo una tarea costosa. El Congreso ha aprobado dos cuerpos legales
claves, regulando la quiebra y las garantías. Es necesario ponerlos en práctica
y velar por un comportamiento competitivo en la banca.
La dependencia del Gobierno de los ingresos petroleros, que podrá poner en
peligro las finanzas públicas y el programa financiero del país si se produce
una baja significativa en el precio internacional del crudo. Es urgente una
reforma tributaria con ese fin, y eso está entre los objetivos centrales de la
nueva Administración.
Las dificultades en el sistema judicial para hacer respetar con eficiencia los
derechos de propiedad, lo que limita la inversión productiva. Mucho se ha
avanzado en establecer incentivos económicos apropiados, pero poco en poner en
práctica un sistema eficiente y expedito de solución de conflictos.
El diseño de un sistema de evaluación de calidad en los servicios provistos por
los gobiernos locales, que permita comparar estos servicios con los que proveía
el gobierno central o los que podría proveer el sector privado. La instauración
de un sistema de esta naturaleza y la formalización de la carrera funcionaria
son especialmente importantes dado el éxito del Gobierno en la proceso de
democratización y en descentralización de la economía.
El Gobierno entrante enfrentará problemas adicionales de naturaleza
administrativa y política. Puesto que por primera vez en más de 70 años cambió
el partido del Presidente de la República, es razonable esperar que la “curva de
aprendizaje” correspondiente a la nueva administración sea algo más lenta que en
casos anteriores.
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Para citar este artículo puede utilizar el
siguiente formato:
Alan F. Carrasco Dávila: Situación económica de México año 2000,
Observatorio de la Economía Latinoamericana,
Número 48, septiembre 2005. en
http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/index.htm