Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Alejandro Álvarez
Béjar
UNAM
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Ponencia presentada en el
Seminario internacional REDEM
3 - 5 de Noviembre de 2004
Barcelona, España
Para citar este artículo recomendamos utilizar este formato:
Álvarez Béjar, Alejandro : "Dos caras de la disputa hegemónica global: integración profunda y ampliada de los bloques de la UME y el TLCAN" en Observatorio de la Economía Latinoamericana Nº 34, octubre 2004. Texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/mx/
RESUMEN
En una de sus obras más conocidas, Lenin decía que justo después de 1880
había comenzando el enorme auge de las conquistas coloniales, de la
lucha por el reparto territorial del mundo, incluyendo de manera
destacada la expansión de los principales estados europeos: Inglaterra,
Francia, Alemania, Bélgica, Portugal. La posesión de colonias era lo
único que garantizaba el éxito de los monopolios contra sus adversarios,
de modo que monopolios, colonias y semi-colonias eran parte sustancial
del imperialismo como fase superior del capitalismo.
Si en la economía mundial la globalización y la regionalización son las
dos tendencias centrales de finales del siglo XX y principios del XXI,
en esa dinámica de proyección competitiva global sobre las bases de
poderosas empresas trasnacionales y una compleja aglomeración económica
regional que aglutina territorios y mercados, podemos destacar los casos
de la Unión Monetaria Europea y del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte, que cada día proyectan con más fuerza su ensamblaje en un
contexto imperialista con estrategias diferenciadas pero convergentes en
el sentido de que ambas buscan mejorar su competitividad global a través
de imponer políticas de austeridad sobre el Bloque de los Dominados.
Aprovechando los aportes leninistas, de la Teoría de la Dependencia y de
la Teoría de la Economía-Mundo, con las categorías de imperialismo,
economía mundo, centro-periferia y semi-periferia, intentaremos mostrar
que hay muchas evidencias de que los imperios de finales del siglo XX y
principios del XXI se han venido construyendo y preparando para la
disputa hegemónica global mediante una doble dinámica: por un lado, la
integración regional profunda entre poderosos estados nacionales, por el
otro, la integración regional ampliada alrededor de un gran centro
gravitacional.
En el caso de la UME, la integración profunda entre Alemania, Francia y
Bélgica evoluciona a los temas más delicados como la política común de
seguridad, al tiempo que la UME se amplía de 15 a 25 miembros engullendo
literalmente a Europa Oriental. En el Hemisferio Occidental, Estados
Unidos plantea la integración profunda con México y Canadá, dando saltos
hacia los temas de seguridad, energía, infraestructura y mercados
laborales, mientras en materia de comercio e inversiones se pretende,
mediante el ALCA, avanzar en la integración ampliada con América Latina.
Introducción
Este trabajo, orientado a esclarecer los aspectos básicos de la disputa
hegemónica global entre los dos bloques comerciales más poderosos del
planeta, la UME y el TLCAN, está dividido en cuatro partes. En la
primera, planteamos una breve caracterización de la estructura de la
economía mundial y los términos fundamentales respecto a la disputa
hegemónica global. En la segunda parte, hacemos una reconstrucción de
aportes conceptuales relevantes en el estudio de la economía mundial,
recogidos de la teoría del imperialismo, la teoría estructuralista, la
teoría de la dependencia y la teoría de la economía-mundo, para tratar
de mostrar los fundamentos conceptuales de la disputa hegemónica actual
y ubicar su dinámica específica mediante dos movimientos
interrelacionados y complementarios de los grandes bloques comerciales:
uno de profundización de las tendencias integradoras regionalizadas y el
otro, de clara búsqueda de ampliación de sus esferas de influencia.
En la tercera parte, tratamos de reconstruir esa doble dinámica en el
caso de la Unión Europea partiendo de la realidad de los desequilibrios
macroeconómicos de los principales países, pero también sobre la base de
mostrar que la integración profunda no sólo comprende la unión monetaria
sino cada vez más, los temas de seguridad y defensa; en tanto que el
proceso de ampliación del bloque regional está fundado en un intento por
modificar, en los hechos, la realidad del mercado laboral, integrando a
países con estándares sociales mucho más bajos y mediante políticas de
desmantelamiento de las instituciones del Estado del Bienestar. Con
ello, probamos el deslizamiento del proyecto de la UME hacia los
criterios de Washington y la reorganización de sus roles dentro del
panorama mundial.
La cuarta parte está dedicada al examen de la estrategia estadounidense
de avance simultáneo entre por un lado, la integración profunda con
México y Canadá, planteando el proyecto de una Comunidad de América del
Norte que sigue las huellas de la UME pero adaptándolas a los criterios
neoliberales de aprovechar las asimetrías regionales. Mostramos que la
integración profunda comprende al menos seis aspectos básicos, que van
desde la seguridad y la energía, pasando por planes de desarrollo
regional hasta el proyecto de colocar al dólar como moneda común.
Por otro lado y simultáneamente, sostenemos que la integración ampliada,
es decir, el proyecto de un Area de Libre Comercio de las Américas, es
la otra cara de la dominación estadounidense sobre América Latina y se
juega como carta para potenciar con su fortaleza regional, su papel como
Hegemón en la economía global.
- I -
Comenzamos ahora presentando una breve caracterización panorámica de la
situación prevaleciente en la economía mundial: en primer lugar y
siguiendo las ideas de los modelos gravitacionales, podemos ver que hay
tres grandes centros de poder económico mundial, una tríada de países
altamente desarrollados, que disputan la hegemonía desde hace varias
décadas, Estados Unidos, Alemania y Japón. Cada uno de ellos, cuenta
además con la existencia de países cercanos por sus rasgos económicos,
pero que no tienen ni el poder ni un nivel de desarrollo equiparable,
por lo cual los identificamos como una semi-periferia. Y finalmente,
cada uno de los grandes centros tiene también una amplia periferia de
economías que giran dentro de su órbita de influencia monetaria,
comercial, productiva, financiera y/o tecnológica.
Adicionalmente, observamos que cada uno de los grandes centros
económicos está en proceso de configuración de sus grandes bloques
comerciales regionales, mediante un doble movimiento, por una parte,
recurriendo a la inversión directa para descentralizar partes de los
procesos productivos y ganar ventajas de costos; y por otra, a través de
la concesión de preferencias arancelarias a los socios más importantes,
buscan facilitar los flujos comerciales. En todo ello, está muy
diferenciado el grado de formalización y la especificidad institucional
de dichos procesos de integración regional.
En rigor, hasta ahora en la economía mundial se perfilan como dominantes
dos de los tres grandes bloques comerciales, uno europeo cristalizado en
la Unión Monetaria Europea (UME) y el otro norteamericano, codificado en
el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El proceso de
regionalización en Asia-Pacífico va rezagado en su formalización por
razones políticas, pero está profundamente desarrollado en cuanto a las
relaciones comerciales, productivas, tecnológicas y financieras.
En segundo lugar, esa realidad económica nos sirve de sustento a una
caracterización de la economía mundial mediante la combinación de los
siguientes elementos: un multilateralismo económico (que en rigor es esa
estructura tríadica que conforman Europa, América del Norte y
Asia-Pacífico), una bipolaridad monetaria (dólar-euro) y un
unilateralismo militar (el gasto de EU en ese terreno supera al gasto
total militar conjunto de los países más avanzados del planeta).
En tercer lugar, si entendemos la hegemonía como un poder político
ejercido mediante una mezcla de supremacía, liderazgo y consentimiento
por un lado, pero también por otro, como poder de coerción y de
destrucción, tendremos que en la economía global, la cooperación y el
consenso, pero también el liderazgo más el uso de la fuerza, son
igualmente importantes. Estamos de acuerdo con David Harvey cuando
señala que “dinero, capacidad productiva y poderío militar son las tres
patas en las que se apoya la hegemonía en el capitalismo. Pero también
ahí hallamos configuraciones móviles e inestables”.
En cuarto lugar, sostenemos que hay cinco formas fundamentales en que se
viene expresando la rivalidad inter-capitalista actual, vale decir, la
disputa hegemónica: una, el despliegue de sectores productivos de alto
valor agregado, como fuentes de innovación tecnológica y de superioridad
sobre otras sociedades avanzadas; dos, reclamando e impulsando
condiciones globales para la libre movilidad de los flujos de capital;
tres, auspiciando procesos de integración económica regionalizada, como
mecanismo central para asegurar la canalización de inversiones y
preservar mercados mediante esquemas de descentralización de la
producción; cuatro, un despliegue generalizado de la competitividad
internacional mediante la imposición de “políticas de austeridad” sobre
las clases subalternas en sus espacios de dominio geográfico; y cinco,
empujando reglas globales para abrir como campo de inversiones privadas
el área de los servicios públicos como la educación, la salud y la
seguridad social.
Para desentrañar esa compleja situación de disputa hegemónica entre los
grandes centros de poder que hoy conforman América del Norte y la Unión
Monetaria Europea, primero vamos a reconstruir varios aportes teóricos
que creemos pertinentes: unos de la teoría del imperialismo, otros de la
teoría de la dependencia y otros más de la teoría de la economía-mundo,
para mostrar que los procesos de lucha hegemónica se despliegan en su
plena complejidad en las dinámicas de la integración regional y la
global. Y que la regional es la clave, porque muestra una doble
naturaleza del proceso competitivo, una integración económica profunda y
una integración ampliada.
- I I -
Nuestro recuento teórico comienza por retomar la noción de imperialismo,
cuyas raíces todos reconocemos en los aportes de finales del siglo XIX y
principios del XX en los trabajos de Hobson, Hilferding, Lenin, Bujarin
y Rosa Luxemburgo, básica aunque no exclusivamente. Interesa, como
sostiene Atilio Borón, no caer en la trivialidad de reiterar
estérilmente aquellas grandes ideas, sino reconocer su valor histórico y
actualidad comenzando por admitir las grandes diferencias que hay entre
el capitalismo de principios del siglo XX y el de principios del siglo
XXI, aunque el imperialismo siga siendo una etapa del desarrollo
capitalista marcada por el peso abrumador de los monopolios, el papel
acrecentado del capital financiero, la exportación de capitales y el
reparto del mundo ya no en colonias, sino en “esferas de influencia” de
las grandes economías centrales.
En la noción leninista de imperialismo, una gran cadena de países
capitalistas estaba articulada a través del peso predominante de los
monopolios, la exportación de capitales y la asociación del capital
industrial con el capital bancario, que mostraban que el reparto de los
mercados, de las fuentes de materias primas, de la apropiación privada
de los inventos, el perfeccionamiento técnico de los procesos
productivos y hasta de la mano de obra calificada, tendían a sufrir el
peso de la dominación y la violencia ligada a ella por los países
imperialistas. Un aporte fundamental de Lenin, fue encontrar los
fundamentos de cómo, bajos ciertas condiciones, el eslabón más débil de
esa cadena imperialista condensaba enormes potencialidades
revolucionarias.
En la noción leninista también, no sólo los monopolios habían surgido de
la política colonial, sino que los poderosos lazos de los grupos de
capital monopólico bancario, generaban lazos de dependencia omnipotentes
sobre el crédito, la rentabilidad, el acceso a los mercados, esto es,
sobre la suerte misma de las instituciones económicas, políticas y del
uso del territorio mismo en la sociedad capitalista moderna, generando
países imperialistas y un sistema imperialista mundial.
Si además retomamos las ideas de Immanuel Wallerstein, de que antes de
la configuración de la era de los estados nacionales, existieron
estructuras imperiales o “imperios mundiales” como rasgo dominante de
las relaciones económicas y políticas internacionales, veremos que en el
mundo moderno, las estructuras de la economía política internacional han
sido básicamente el resultado de la acción sucesiva de estados-nación
hegemónicos (Inglaterra en el siglo XIX y Estados Unidos en el siglo XX),
que usaron su poder económico y militar para establecer economías de
mercado y reglas institucionales a escala internacional.
Digamos también que a lo largo del tiempo, los cambios en la correlación
del poder económico y militar, en el ambiente tecnológico y social
internacional, acaban por minar esa estructura y gestar una nueva,
alterando las reglas comerciales, los soportes financieros y monetarios,
la capacidad de despliegue en el uso de la fuerza militar, vale decir,
cambian las instituciones y las reglas del Hegemón declinante a favor de
las del ascendente.
Pero como señala James Petras, hay una base económica del poder imperial
competitivo, que la integran sus corporaciones trasnacionales. Según la
información tomada de un reporte especial del Financial Times, Petras
recuerda que ¾ de las grandes corporaciones se ubican en la esfera de
poder Europa-Estados Unidos, con la mayor concentración de poder en este
último, ya que entre las 10 mayores, 80% son estadounidenses y 20%
europeas; entre el 20% más grandes, 75% son estadounidenses, 20%
europeas y 5% japonesas.
Por sectores, EU cuenta con las mayores trasnacionales en la industria,
la energía, el software y los servicios de cómputo y el hardware de los
servicios de información, la banca y los seguros, el comercio minorista,
medios de comunicación de masas y entretenimiento. Es evidente su
poderío en el sector de los servicios. Y también es evidente que en este
sentido el centro de la disputa global está en el acceso y la
disponibilidad a las reservas energéticas, pues estamos en una larga
transición energética mundial.
Las corporaciones europeas son líderes en telecomunicaciones con 40% de
las 10 mayores trasnacionales, en seguros con 50% de los principales
consorcios; en electrónica y equipo eléctrico, las trasnacionales
asiáticas controlan 70% de los diez mayores productores.
Pero de todo esto, el aspecto central que destacan tanto Petras como
otros autores, es que hay una creciente interpenetración de los
capitales en prácticamente todas las actividades relevantes a nivel
mundial. Lo que indica que los desacuerdos y conflictos y rivalidades,
son menos importantes que sus intereses comunes, especialmente en
relación a la suerte de las clases subalternas.
Entonces, respecto a la noción de hegemonía, recordemos varias cosas
importantes: que no involucra sólo a la supremacía militar, sino que es
una combinación de capacidad económica, condensación de ventajas
tecnológicas, poder militar, liderazgo ideológico y habilidad para la
construcción de instituciones y la imposición de reglas para el
funcionamiento de un orden mundial viable.
El reparto de las esferas de influencia, es obvio que nunca se modifica
de manera idéntica, porque es imposible el desarrollo igual de las
empresas, las ramas o los países. Lo que es un hecho, es que el
ejercicio de la hegemonía genera anexiones abiertas o encubiertas,
opresiones nacionales y de grupos y clases sociales, por lo cual también
provoca luchas emancipadoras de los países y las clases sociales
subalternas. Es crucial pues, conocer la dinámica de la disputa por la
hegemonía en la economía mundial actual.
Pero antes de avanzar más, dejemos como reiteración que la estructura de
la economía mundial desde la década de los setenta del siglo XX, en
realidad ha estado compuesta de varios centros dominantes y una semi-periferia
y periferias dependientes; que en esa estructura los centros han sido y
son polos de crecimiento, que drenan recursos tales como materias
primas, o mano de obra de sus periferias en una relación ciertamente
inter-dependiente, pero siempre jerárquica y con las asimetrías operando
a favor de los centros.
En el interior de los centros, hay diferencias importantes en el
dinamismo y el peso de los diversos sectores y ramas de actividad, de
manera que el ejercicio de la hegemonía tiende a cambiar de acuerdo con
la capacidad de encabezar el cambio tecnológico en las actividades de
generación de mayor valor agregado y de mayor efecto de arrastre sobre
el conjunto de las actividades productivas.
EU, líder capitalista en el mundo de la segunda posguerra mundial,
entonces caracterizado como un mundo bipolar en términos de la paridad
militar con la Unión Soviética, fue Hegemón indiscutido sobre las
porciones capitalistas de la gran región de Europa y de la de Asia hasta
la década de los sesentas, pues de ahí en adelante comenzó un deterioro
que nos acercó a un mundo claramente multipolar en lo económico y
tendencialmente bipolar en lo monetario, mientras que a fines de los
noventa del siglo XX, se acentuaba su papel unipolar en el plano del uso
global de la fuerza.
Recordemos que Estados Unidos fue además, el constructor del aparato
institucional que hizo viable el ejercicio pleno de su hegemonía: la
formación del FMI, del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento,
del GATT, de las Naciones Unidas, en las cuales ha conservado un poder
decisivo hasta nuestros días; y finalmente, digamos que ha sido el
propagador incansable del neoliberalismo como doctrina económica global
cuya misión es abrir, desregular y privatizar, a la par que afianzaba la
ideología de un mundo sin fronteras para las corporaciones y el capital
trasnacional. Pero sobre todo, ha operado generalizando la idea de que
el modelo neoliberal Americano representaba un ideal que todos los
países debían replicar.
Por otro lado, digamos que es fácil rastrear en la década de los
sesentas del siglo XX el auge de dos nociones comunes hoy para describir
la estructura y el funcionamiento de la economía mundial, las de
“centro” y “periferia”, simplemente recordando que originalmente,
comenzó como un creativo aporte de crítica histórica desarrollada en
contra de la Escuela de la Modernización, misma que colocaba a los
países dentro de una escalera de desarrollo linealmente ascendente,
ahistórica, en el que se ascendía por etapas sucesivas, escuela de la
cual Walter W. Rostow era su representante más conspicuo e influyente.
En América Latina, parece ser que fue el pensamiento de uno de los
teóricos claves de la CEPAL y ex gobernador del Banco Central de
Argentina, Raúl Prebisch, el que utilizó con amplitud las nociones
analíticas que serían claves para la Escuela Estructuralista, los
conceptos de Centro y Periferia, dirigidos a tratar de explicar las
asimetrías evidentes en la economía mundial y a través de ellas, las
especificidades del capitalismo latinoamericano.
Recordemos además la crítica ampliamente desarrollada por los teóricos
de la Dependencia que de entrada adoptaron esencialmente el
planteamiento estructuralista de una economía mundial articulada
alrededor de las nociones de Centro y Periferia, pero en la cual la
posición relativa de una economía dentro de la jerarquía global estaba
dada ya no por el carácter de sus relaciones internas sino por su
relación dependiente, periférica, dentro de la estructura económica
mundial.
El desarrollo del centro y el subdesarrollo de la periferia, fueron
planteados como dos caras de un solo proceso de acumulación capitalista
a escala mundial. Y fue el trabajo analítico de André Gunder Frank, lo
que le dio estatuto universal a esa formulación teórico-histórica.
Poco más adelante, la reflexión dio otro gran salto con los aportes de
la teoría de la economía-mundo, sobre todo a partir de que Immanuel
Wallerstein, añadió por lo menos tres importantes adiciones a este
aparato conceptual: la primera, la posibilidad de explicar la movilidad
hacia arriba y hacia abajo dentro de la jerarquía global plasmada por el
Centro y la Periferia, explicando con factores estructurales la posición
de cada economía dentro de la división internacional del trabajo y
además, colocándola como un producto histórico.
La modalidad de desarrollo fue considerada como dependiente por basarse
en las fuentes externas de capital; además, introdujo la noción de semi-periferia,
para explicar los casos de economías que presentaban rasgo del centro y
de la periferia en el sentido de que dentro de las cadenas mercantiles
de valor, contaban con la producción de bienes manufacturados y bienes
primarios.
Es muy importante recordar que esta escuela de pensamiento planteó la
globalización como un término para describir el proceso de
transformación histórica de las últimas décadas del siglo XX; pero
además, que fue planteada como producto de un proceso iniciado por el
gobierno norteamericano hacia finales de los setentas, como respuesta al
deterioro de su hegemonía económica, monetaria, financiera y hasta
militar por la derrota en la guerra de Vietnam. La globalización misma,
como noción, sin duda también estaba asociada con el fin del Estado
desarrollista y de la estrategia keynesiana de un Estado Benefactor,
tanto en los centros como en la periferia.
La reformulación estadounidense de reglas económicas globales a partir
de los ochentas, se planteó primero bajo el influjo del ascenso de la
Administración de Margaret Thatcher en Inglaterra primero y de Ronald
Reagan en los Estados Unidos después; pero además, el impacto mundial de
la globalización entendida como libertad de movimiento para el capital,
representó un giro positivo frente a ese proceso de deterioro de la
hegemonía estadounidense y se aceleró sobre todo por el ascenso firme
del parasitismo financiero a escala mundial.
Uno de los aspectos más importantes de ese complejo proceso de
globalización, fue rearticular desde los diferentes centros que
competían entre sí, estrategias espaciales de concentración de poder
económico a nivel regional, justo para enfrentar con mayores ventajas el
ascenso de la competencia internacional inter-capitalista y además, para
asegurarse recursos y mercados.
A diferencia del período colonial del último tercio del siglo XIX y el
primer tercio del siglo XX, los “centros” del último tercio del siglo XX
( Estados Unidos, Alemania, Japón) se lanzaron a una reconfiguración de
sus esferas de influencia a nivel regional, avanzando mediante acuerdos
de libre comercio o con abiertos procesos de integración económica
formalizados (y aún sin formalizar como fue el caso de Japón), con miras
a enfrentar un proceso de agudización de la competencia internacional.
Eso se completó internamente mediante la imposición de severas políticas
de austeridad sobre el bloque de los dominados y externamente
participando de manera destacada en la movilización global de fondos
financieros, que generaron graves desequilibrios monetarios-financieros
y sociales, tanto al llegar como al salir de la periferia.
La redefinición de grupos de países formando una semi-periferia y la
cada día más evidente conformación de una periferia empobrecida y
marginal, plasmó en la economía mundial singulares áreas de libre
comercio, uniones aduaneras, mercados comunes y uniones económicas, para
utilizar las figuras básicas desarrolladas por la Teoría de las Uniones
Aduaneras y la Teoría Clásica del Comercio Internacional.
Esas modalidades de agrupamiento internacional, aderezadas con la
ideología del libre comercio y de la privatización a ultranza, nos
hablan de procesos de integración económica regionalizada que hoy
podemos identificar en dos dinámicas complementarias que rebasan las
figuras básicas mencionadas y que en rigor articulan dos caras de la
misma moneda, una de profundización de lazos entre economías vecinas y
otra, de redefinición ampliada de una periferia de países dentro de la
esfera de influencia de los poderosos “centros”.
- I I I -
Ahora pasemos a ver el despliegue de la disputa por la hegemonía en la
economía mundo, recordando que el proyecto de integración europeo era un
proyecto que en sus orígenes reivindicaba los derechos sociales como
fundamentales, que abogaba por la reducción de las disparidades
regionales y que aspiraba a una integración paulatina y con poderes
institucionales acotados pero dinámicos.
Así que no es equivocado decir que el despliegue de una compleja trama
institucional, la búsqueda sistemática de un cuidadoso equilibrio
político, la adopción formal de ciertos criterios igualitarios más el
uso amplio de fondos para intentar disminuir el peso de las asimetrías
entre los participantes, dieron al proyecto de la UE (luego UME) una
relevancia primordial y una singularidad mundial a partir de la década
de los ochentas.
Pero al final, lo que realmente ha contado es la capacidad productiva y
financiera, la experiencia tecnológica y la trayectoria institucional,
que juntas, han hecho posible sortear las vicisitudes del ambicioso
proyecto de moneda única (UME) que había sido visto con recelo y
desconfianza tanto fuera como dentro de Europa.
Siguiendo la lógica del capitalismo americano, hay tres áreas que según
los expertos definen la problemática de competitividad europea, como
son: el comportamiento del mercado de trabajo, de los mercados
productivos y la densidad del sector público, es decir, son aspectos que
sirven al mismo tiempo para identificar como centrales tres problemas de
esa novísima región multinacional en ascenso: el déficit público, la
“rigidez institucional” de los mercados de trabajo y el desempleo.
En un contexto así definido, no extraña entonces que al final hayan
triunfado en ese proyecto las recetas del Consenso de Washington
respecto a la necesidad de desmantelar las instituciones del Estado del
Bienestar, aligerando el compromiso institucional de respeto a los
derechos sociales de las clases subalternas.
Aplicando esas recetas, la UME aparece cada vez más subordinada a los
criterios de Washington al tiempo que se ha desfigurado como un modelo
alternativo al norteamericano. El relativo éxito monetario del
lanzamiento del Euro, se ha visto opacado por esa pérdida de identidad
política en la esfera internacional.
Veamos entonces lo que muestran los perfiles básicos de la dinámica de
la integración profunda en la UME en términos macroeconómicos y de
seguridad, recordando que el pequeño núcleo de estados (Alemania,
Francia, Bélgica, Dinamarca, Holanda y Luxemburgo) que gravitaban en la
esfera del marco alemán y que optaron primero por el proyecto de moneda
única, lograron conformar más adelante un grupo de 12 países usando el
Euro como moneda común, en nombre de la consecución de un espacio
monetario, pero eso ocurrió después de varias crisis monetarias, la más
reciente de las cuales había ocurrido apenas en 1992-93 y mediante la
adopción de una serie de “criterios de convergencia” macroeconómica,
vaciados en el Acuerdo de Maasttritch primero y continuados después en
el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) .
Pese a las críticas que se puedan hacer y en contra de los pronósticos
negativos que proliferaron durante los años previos al lanzamiento de la
moneda única, hoy podemos decir que el Euro ha transformado muchos de
los aspectos de la vida económica y financiera de los ya 15 países que
integraban la Unión Monetaria Europea, al punto de volverla una área
económica multinacional que en población supera a EU y Japón, que en
términos productivos supera claramente al Japón (16% contra 8% de
participación en el PIB mundial) y que rivaliza con la de Estados Unidos
(que genera 22% del PIB mundial), aunque no tenga la homogeneidad de EU
como estado nacional largamente gestado y consolidado.
Aunque el proyecto de la UME fue montado con el criterio explícito de
buscar la reducción de las diferencias tan fuertes entre las economías
que la integran, lo cierto es que en su interior subsisten importantes
asimetrías, que dan lugar a papeles diferenciados en la conducción
general del proyecto de unificación. Entre Alemania, Francia e Italia,
representan el 62% del PIB de la zona euro. Veamos rápidamente los
rasgos básicos e implicaciones de su desempeño macroeconómico.
Alemania es sin duda el motor clave del crecimiento en la UME, pero en
su situación reciente vemos que lleva varios años al borde de la
recesión ( tuvo 0.7% de crecimiento del PIB en 2002 y 0.2% en el primero
de 2003), está agobiada por el peso del déficit fiscal como porcentaje
del PIB (-3.7% en 2002 y 4.0% en 2003), del endeudamiento (60.8% sobre
el PIB) y se ve desbordada por el nivel de desempleo (4.3%, que
significa alrededor de 4.5 millones de parados) . Con el añadido de que
su nivel de precios está por debajo de la media de la zona, lo cual
indica que confronta un peligro deflacionario real (1.6% contra una
media de 2.4% en 2002) .
La segunda economía en importancia de los originales promotores de la
UE, la de Francia, presenta un cuadro similar: un crecimiento del PIB de
1.7% en 2002, un déficit público de –3.1% respecto al PIB, un nivel de
endeudamiento público que ronda el límite tolerado por el Pacto de
Estabilidad y Crecimiento (59.1% del PIB en 2002) y tasas de desempleo y
de inflación por encima de la media europea (en desempleo 9.0% contra
una media de 8.6% en la zona euro, en inflación 2.5% contra una media de
2.4%) .
Para el caso de Italia, los datos de 2003 ya estaban más que claros:
según el Instituto Italiano de Estadística, en agosto de ese mismo año
la economía ya llevaba dos trimestres consecutivos en recesión. Las
previsiones oficiales de crecimiento para 2003 eran de 1.1%, pero el
propio Instituto reclamaba como muy difícil que esa meta se cumpliera,
porque con información desagregada se percibía una caída sistemática
tanto de la producción industrial como de la agrícola, aunque todavía el
sector de los servicios mantenía pautas de crecimiento.
Como sea, los dos grandes aliados que junto con Italia hacen el 62% de
la economía europea, en la actualidad acumulan problemas macroeconómicos
delicados y ya han sido advertidos por el comisario de Asuntos
Económicos y Monetarios, sobre la urgencia de controlar sus excesivos
déficit públicos, que se suponen alimentados por el aumento del gasto
por seguro de desempleo y pensiones, y por la evasión fiscal.
La primera respuesta del gobierno de Francia fue airada: se negó a
reducir el déficit público. Pero la segunda, ya estaba encaminada en el
sentido de desmantelar el Estado de Bienestar como camino para reducir
su déficit. Ese problema y la rendición total ante las pautas exigidas
por Estados Unidos es un símbolo del fracaso en construir una identidad
propia en el contexto del capitalismo global. Los gobiernos de Alemania
e Italia también han reconocido la necesidad de desmantelar las
instituciones de bienestar, al tiempo que se han movido en la dirección
de definir elementos de una política común de seguridad.
El tema de la seguridad es un asunto delicado dentro de la agenda de la
integración profunda de la UME, ya que Gran Bretaña es la principal
potencia militar de Europa y fue aliado estratégico de EU en la guerra
contra Irak. De entrada, digamos que los indicadores macro no son muy
diferentes: su PIB creció 2.1% en 2002, su déficit público es de –1.4%
con relación al PIB, el endeudamiento público es mejor con sólo 38.6%
respecto al PIB, pero su tasa de paro fue de 5.1% en 2002 y la de
inflación de 1.4%.
Con esos elementos de fondo, digamos que ha habido tres momentos en la
política de seguridad de la UE: en diciembre de 1998, los gobiernos de
GB y Francia, plantearon la idea de que la UE tuviera una política de
defensa y eso se entendió como la creación de una fuerza de intervención
rápida que contaría con 60 mil hombres.
En 2003, la propuesta de crear un cuartel general militar de la UME,
dividió a los países europeos y ese mismo año de la crisis en Irak, se
alcanzó un acuerdo de principio entre Inglaterra, Francia y Alemania,
respecto a que habría que tener una política exterior común, como paso
para contar con una política de defensa, entendida como colaboración con
los aliados en la proyección internacional de poder militar, en el
despliegue de “misiones humanitarias” para preservar la paz o para
intervenir en conflictos y frenar a un gobierno “peligroso”.
Ciertamente, la UME ha coincidido en la defensa de la Corte Penal
Internacional, en el Protocolo de Kyoto, en la hoja de ruta del proceso
de paz en Medio Oriente y sobre Los Balcanes, también en la necesidad de
respetar los acuerdos de misiles estratégicos y el control para no
proliferación de armas nucleares, pero su gran división interna ha
estado respecto a como lidiar con la proyección del poder de EU en Irak,
en Irán y en otros asuntos mundiales.
En abril de 2003, la brecha se ahondó al acordar entre Alemania, Francia
y Rusia una organización tácita de defensa propia que, en los hechos,
implicaba minar a la OTAN cuando iba en rápida expansión bajo el
liderazgo de Estados Unidos al incorporar en sus filas a varios de los
países de Europa Central y Oriental (PECO). Un segundo paso, ha sido
abandonar ese proyecto en aras de atraer a Inglaterra a la política de
seguridad europea, que es el primer poder nuclear en Europa. Finalmente,
el acuerdo entre Inglaterra, Francia y Alemania ha sido abandonar el
plan de establecer un cuartel general, pero en cambio avanzar en la
adopción común de una pequeña unidad planificadora de operaciones de
defensa.
Por otro lado, en estos años recientes es obvio que los organismos
financieros internacionales hegemonizados por Estados Unidos, han
intentado convencer a la opinión pública de un diagnóstico sesgado e
implacable sobre la situación europea, según el cual, su problema
central es que se tiene que desregular el mercado laboral, ya que si
muestra índices de desempleo tan altos que llegan al 8.6% de la
población económicamente activa, (y seguirán creciendo), es porque hay
una gran rigidez institucional en los mercados de trabajo.
La reforma laboral urge, dicen, pues de otro modo, los empleos se irían
a las economías de Europa del Este que ya han ingresado (junto con Malta
y Chipre) para crear la Europa de los 25, pues en ellos (por ejemplo en
Hungría) los salarios son una sexta parte de los salarios alemanes y las
regulaciones laborales son muchísimo más laxas.
Pero se oculta el hecho de que la secuela de desempleo actual es
producto principal de muchas otras causas, entre ellas, destaca la
ruptura de la burbuja accionaria que puso en crisis a las Bolsas de
Valores en el 2001/02 por las pérdidas acumuladas en los sectores de
banca, seguros, telecomunicaciones, construcción, aerolíneas, autos y
turismo, pero también en el sector eléctrico que ha sido parcialmente
desregulado según las normas que impulsa Estados Unidos en el ámbito
global.
Entonces, es más bien la saturación de mercados por la sobre-inversión y
el exceso de capacidad instalada, así como la caída de las utilidades
entre otras cosas por el excesivo despliegue de fusiones y absorciones
que nunca dieron la rentabilidad esperada, aunque también el repliegue
del consumo personal, los factores que explican en buena medida la
proliferación de despidos y, en consecuencia, el aumento del desempleo.
Si el proceso de integración europea recorrió lentamente las fases de
cambio de una simple unión aduanera a un Mercado Común, para seguir
después con el despliegue del sistema Monetario Europeo y pasar a la
Unión Monetaria, el paso más rápido, espectacular y desafiante podría
ser el de la Europa de los 15 a la Europa de los 25. En esencia, como lo
han advertido algunos especialistas, la última ampliación introduce
fuertes cambios en todos los órdenes económicos y sociales, pero
particularmente en el laboral, porque valida tremendas asimetrías en
cuanto a niveles salariales y de desempleo, pautas de regulación y
protección social.
Como vemos, en la integración del bloque comercial europeo, desde el
inicio hasta nuestros días, se han ido desplegando dos procesos
complementarios, uno de profundización de la integración (primero entre
un pequeño núcleo de países que se movieron a la coordinación macro y la
moneda única) y otro de ampliación (con los países que están
geográficamente cercanos y que no habían llenado formalmente los
requisitos previos de reforma interna).
La lógica de ambos tiene que ser examinada en su conjunto, pues son dos
caras de una misma tendencia a la regionalización, recordando de
entrada, que en los noventa, la última ampliación fue la que absorbió en
1995 a los países de la European Free Trade Association (EFTA con
Austria, Finlandia y Suecia).
Pero antes la dinámica había sido: en 1973, entraron Dinamarca, Irlanda
y Gran Bretaña; en 1981 entró Grecia; en 1986 entraron Portugal y
España; en 1995, los países de EFTA y en el 2004 entrarán los PECO-10,
después de que a lo largo de los noventa, se fueron dando acuerdos
bilaterales y formalizaciones comerciales y de inversión con la UE.
Todavía entonces quedaron por un tiempo pendientes las eventuales
adhesiones de Turquía, por un lado, y por el otro, de Suiza, Noruega e
Islandia que no han solicitado nada pero que estarán cada día más
presionados a hacerlo.
Así pues, sobre la base de un proceso de doble reestructuración
productiva en Europa Occidental (especial aunque no exclusivamente en la
industria alemana) y recomposición productiva, comercial y financiera en
los 10 PECO, que son Hungría, Polonia, Chequia, Eslovaquia, Eslovenia,
Estonia, Letonia, Lituania, Rumania y Bulgaria), se desplegó la
integración económica que canaliza formalmente el proceso de “quinta
ampliación” de la Unión Europea que estamos presenciando a partir de
2004 dejando a los dos últimos en espera, pero incluyendo a Malta y
Chipre.
En efecto, de un lado, coincidieron los problemas de competitividad de
las industrias alemanas y hasta la presión de las trasnacionales
norteamericanas en Europa, empujando al uso de esquemas de
descentralización productiva y de subcontratación (sobre todo en
confección, en calzado y en materiales eléctricos), así como al
aprovechamiento de esquemas aduaneros generosos para lo que se definió
como “tráfico de perfeccionamiento pasivo” (aporte de insumos, equipos y
tecnologías en un país y terminación del producto en otro, con salarios
relativos más bajos y mano de obra calificada y disciplinada) . Mientras
del otro lado, ocurrió una gran mutación estructural debido a la súbita
transición de los PECO desde la economía planificada socialista bajo
influencia soviética, a una economía de mercado esencialmente ligada a
la UE.
La presión comandada por las grandes empresas alemanas, desencadenó un
conjunto de cambios económicos, políticos, sociales, regionales que
acabarán por imponer modificaciones institucionales, regulatorias y de
repartos presupuestales en la UE.
Primero hablaremos un poco del proceso de ajuste generado en Alemania
con la caída del mundo de Berlín y la acelerada absorción de la parte
Oriental, otrora bajo la influencia soviética, pues es el fenómeno
político que marcó el quiebre en el destino de todos los PECO.
Con apenas una cuarta parte de la población de la República Federal
Alemana y generando tan sólo una décima parte de su PIB, la parte
Oriental fue absorbida con júbilo hasta que se comenzaron a evidenciar
los enormes costos que ello implicaba sobre las finanzas públicas de
Alemania y sobre todo, que una generación de alemanes orientales fueron
expulsados del trabajo y sostenidos mediante transferencias sociales
(con prejubilación) para hacer el proceso políticamente aceptable.
La reestructuración productiva se aceleró y mediante flujos de inversión
extranjera directa y esquemas de subcontratación, se diseñaron formas de
complementación que arrasaron con las cadenas productivas en la parte
Oriental, pero con ello en realidad recrearon a los PECO como espacios
estratégicos para el aumento de la capacidad competitiva alemana, frente
a los Estados Unidos y el Japón (por los costos salariales menores, la
calidad de la mano de obra y la cercanía geográfica de los PECO).
La profundización de la integración económica para consolidar al llamado
eje franco-alemán dentro de la Unión Europea, muestra las raíces de la
integración profunda en la división articulada en los nuevos espacios de
ampliación de la integración sobre los PECO: las inversiones alemanas se
volcaron sobre todo a las actividades industriales, especialmente las
manufacturas, en tanto que los capitales franceses se dirigieron sobre
todo a los servicios (redes comerciales a intermediación financiera) y
al desarrollo de la infraestructura en los PECO.
No es pues casualidad, que buscando las ventajas en calificación de mano
de obra y en costes salariales, las inversiones se dirijan a las
industrias de la confección, de alimentos, de material de transporte
(especialmente autos) y de productos no-metálicos (vidrio y cerámica).
La inversión extranjera directa en los PECO, entre 1992 y 2000 acumuló
un stock que pasaba de 4,500 millones de dólares a 18,500, con el 68% de
ese total proveniente de la UE y 10.7% de Estados Unidos.
Pero la de la UE, desglosada, correspondía el 19.4% a Alemania, el 13.9%
a Holanda y a Austria el 7.1 Si se revisan las tendencias sectoriales,
veremos que la IED en los PECO en 1999 se concentraba a su vez en 47.7%
en la industria (con 41.5% en manufacturas), 45.9% en servicios, 6.2% en
energía y 3.0% en construcción.
Varios estudios llaman la atención sobre el hecho significativo de que
las empresas trasnacionales automotrices hayan escogido a diversos
países PECO como sedes en sus nuevas estrategias de penetración sobre el
mercado europeo: la VW compró Skoda en Chequia y se instaló en
Eslovaquia; la Fiat en Polonia; la Renault en Eslovenia; la General
Motors y Audi en Hungría.
Después de ese largo proceso de ajuste macroeconómico que intensificó la
integración con la UE, las negociaciones formales para la inclusión de
los PECO dentro de la Unión se aceleraron a finales de los noventas y
desde entonces se ha puesto al orden del día el debate sobre la
ampliación misma (¿qué modelo?), sobre los cambios institucionales
dentro de la UE (¿qué reparto de votos y cómo se da la toma de
decisiones?), sobre los problemas del reparto de los fondos financieros
para distribuir entre los integrantes de la Unión (¿a quién le tocan
ahora?) y también sobre el reparto de fondos y el sentido de la reforma
de la Política Agrícola Común.
En junio de 2003, con la presentación del nuevo proyecto de Constitución
presentado oficialmente por Valery Giscard D´Estaing en calidad de
presidente de la Convención, se anunció que el proyecto contaba con el
apoyo de los cuatro países más grandes de la UE (Alemania, Francia,
Reino Unido e Italia).
Ese proyecto otorgaba a cada país en el Parlamento Europeo, un peso
relativo en relación directa con el tamaño de su población, lo que
colocaría a Alemania muy por encima del resto a la hora de votar
decisiones y acuerdos, aunque no entrara en vigor sino hasta el 2009. El
Parlamento ganaba poderes en numerosas materias que hasta antes estaban
sujetas al derecho de veto. Mediante las llamadas “cooperaciones
estructuradas”, el proyecto dejaba abierta la posibilidad de crear un
núcleo duro con países interesados en temas como Defensa y Política
Exterior (lo que consolida el núcleo Alemania, Francia, Bélgica que se
asentó en esos temas durante la crisis abierta en las relaciones
transatlánticas por la guerra de EU contra Irak) .
De paso, digamos que Estados Unidos ha escogido sorpresivamente a
Polonia como responsable de la ocupación militar de un sector de Irak,
al tiempo que anunciaba su rechazo a la sede de la OTAN en Bélgica por
el impulso belga a la Corte Penal Internacional. En materia de seguridad
y defensa, lo que era probable hace un par de años, hoy lo vemos como
realidad: que hubiera un redespliegue de las bases militares de EU hoy
en Alemania y Bélgica y que el ingreso de Polonia en la UE marcara una
carta más cercana a EU y estratégicamente ubicada entre Alemania y
Rusia.
La Comisión Europea pierde peso frente a los gobiernos, pues rechaza que
haya un Presidente estable del Consejo Europeo y eventualmente se
integraría con un comisario por país más 15 comisarios delegados. En
suma, el proyecto de nueva Constitución tiende a consolidar el poder de
Alemania en la UME, consagra la integración profunda franco-alemana,
aumenta el peso de los gobiernos nacionales sobre la Comisión Europea y
quita peso a gobiernos de países como Italia y España.
Veremos además que en la fase de ampliación de la UE los nuevos
entrantes serán ganadores y algunos de los integrados en la fase previa
serán perdedores (como España e Italia), mientras que se profundiza la
integración entre tres de los fundadores de la UE: Alemania, Francia y
Bélgica. La profundización y la ampliación de la integración en el
bloque comercial europeo son pues, dos caras de un mismo proceso
extraordinariamente dinámico en lo económico y en lo político.
En lo político, una de las realidades que empuja al conjunto de la UE
tras la senda reformista neoliberal con el modelo norteamericano como
guía, es el saldo de la derrota en la confrontación con EU respecto a
Irak, pues eso ha reforzado las presiones para remodelar el capitalismo
europeo según los cánones norteamericanos.
Así apuntan varias otras tendencias: por ejemplo, en la reunión del G-8,
celebrada en junio de 2003 en la ciudad francesa de Evian, salió el
“compromiso” de dichos gobernantes para impulsar la reforma del Estado
de Bienestar, lo que supone introducir cambios significativos en el
sistema educativo, en la salud y en el sistema de seguridad social,
especialmente en las pensiones. Se cocinaba ya un gran asalto sobre los
trabajadores del capitalismo europeo (y global), cosa que hoy en día
todavía responden con movilizaciones masivas los trabajadores alemanes.
Aunque es cierto que apenas en junio de 2004, se evidenció un intento de
recomponer el atractivo de la UME como modelo de integración, pues en la
reunión cumbre América Latina y el Caribe-Unión Europea (ALCUE),
celebrada a finales de mayo en la ciudad mexicana de Guadalajara, se
destacaron las tesis centrales de un cierto “euroglobalismo”: la
reivindicación del retorno al multilateralismo entre los países
centrales para definir el rumbo de los asuntos mundiales; la integración
regional y la regulación de la economía global a través de reglas
comunes en las instituciones internacionales; y la creación de
organismos que promuevan una redistribución del ingreso a escala global,
como paliativo ante los efectos de la “globalización de libre mercado”.
Hay quienes sostienen que frente a América Latina, la UE replanteó en
Guadalajara un modelo de cohesión social e integración económica basada
en la experiencia propia, esto es, dejando de lado la dictadura total de
las fuerzas del mercado y la amenaza del uso unilateral de la fuerza
militar, más una regulación social de alcance global. Pero la ampliación
absorbiendo los PECO indica que el modelo europeo, en los hechos y más
allá de los discursos, se mueve a recrear las asimetrías que
caracterizan al modelo de integración de América del Norte y que el
discurso en América Latina, pretende sólo atraer simpatías por conocer
el grado de malestar que hay contra la globalización y el regionalismo
impulsado por Estados Unidos con particular saña en el Hemisferio.
- IV -
El gran acuerdo bipartidista de modernización conservadora en Estados
Unidos, se dio a partir del convencimiento de que el gobierno de Ronald
Reagan había hundido al “imperio del mal” del socialismo soviético en
los años ochenta; y que en los noventas, como lo dijo George Bush padre
ante la 45 sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas en 1990, “el
mundo sería de fronteras abiertas, de libre comercio y de mentes
abiertas, donde la democracia occidental continuaría ganando adeptos y
en donde las Américas (desde el Norte al Centro y hasta sud-América)
podrían servir de modelo para toda la humanidad”, visión que pareció
confirmarse cuando Estados Unidos arrasó con el prestigio del modelo
japonés al contrastar su larga expansión económica con innovaciones
tecnológicas de punta, cuando Japón y el Este de Asia se hundían en el
marasmo de la crisis financiera de 1997-98 que se propagó durante varios
años y por todo Asia-Pacífico. También está el convencimiento del equipo
de George Bush hijo, de que en los inicios del siglo XXI los dos grandes
desafíos estratégicos para EU están en la Unión Europea y en China.
Pese a su tremendo poderío militar, el deterioro de la Hegemonía
estadounidense que puede reflejarlo como un gigante con pies de barro,
se vislumbra no sólo en el ascenso del poderoso bloque comercial y la
moneda única europea, sino sobre todo, en los graves desequilibrios
comerciales y fiscales que hoy enfrenta la economía de EU: el
crecimiento sostenido de las importaciones netas de bienes y servicios
ha continuado ampliando el déficit de la cuenta corriente de Estados
Unidos hasta representar el 5% del PIB, situación que no puede
prolongarse indefinidamente y cuya corrección implica importantes
ajustes domésticos e internacionales.
La gravedad del problema fiscal norteamericano se puede poner en
términos simples recordando que los Estados Unidos pasaron de un
superávit de casi 2% a un déficit de 4.5% respecto al PIB, en el curso
de los cuatro últimos años. Los ajustes en el gasto militar y las
protestas sociales contenidas como realidad en cualquier escenario de
ampliación del gasto de defensa recortando más el gasto social, indican
que hay límites importantes para sostener esos niveles de déficit,
aparte de que la oscilación monetaria ya ha sido profundamente
perturbadora del crecimiento de la economía internacional ( tan sólo
entre febrero de 2002 y septiembre de 2003 el dólar se devaluó 20%
respecto al euro, 10% respecto al yen, 10% frente a la libre esterlina,
12% frente al dólar canadiense y casi 20% respecto al dólar
australiano).
Los desafíos competitivos emergentes y las debilidades estructurales
expresadas en los grandes desequilibrios en cuenta corriente, el déficit
fiscal y los ajustes en el valor del dólar, explican la estrategia
estadounidense de fortalecerse profundizando la integración en América
del Norte y acelerando la ampliación de la misma sobre América Latina y
Asia-Pacífico.
Según algunos expertos en EU, la profundización de la integración en
América del Norte avanzará rápidamente hacia la creación de la
“Comunidad de América del Norte”, mientras que para el gobierno de
Vicente Fox, por ejemplo, la profundización debe avanzar mediante un
TLCAN-plus, bajo el paraguas de la organización mundial de comercio (OMC).
Sostenemos que ambas versiones, confluyen en que la profundización
involucra seis aspectos fundamentales: seguridad, energía, migración,
desarrollo regional e infraestructura y el proyecto de una unión
monetaria con el dólar estadounidense como moneda común.
Ha sido Robert Pastor, ex-asesor de seguridad nacional del gobierno de
Bill Clinton, el que más claramente ha postulado el proyecto que según
él, está basado en una revisión crítica de la experiencia europea, de
modo que la “Comunidad de América del Norte” será mejor porque estará
aligerada de la densa estructura burocrática e institucional que
caracteriza a la UME, haciéndola más barata”. (pp.33-39)
Adicionalmente, será una comunidad fundada en la necesaria promoción de
un conjunto de planes sectoriales de transporte e infraestructura
(pp.135-140), en la reducción de las disparidades regionales dentro de
México para reducir las presiones migratorias y también a través de
inversiones masivas en un sistema carretero que iría de la frontera con
Estados Unidos hasta los estados del sureste de México (p.137). El
despliegue operativo real de ese proceso coincidió con el lanzamiento
del Plan Puebla Panamá por el gobierno de Vicente Fox, una estrategia
que ha corrido con poca suerte pero que se sostiene pese a todas las
vicisitudes.
Estrechamente asociado a esas ideas, está un plan energético
norteamericano, que le permite por un lado realizar aventuras militares
en Medio Oriente, al tiempo que busca abrir la cooperación y la
explotación de las reservas petroleras y gaseras de México a las
empresas trasnacionales estadounidenses y españolas. Todo hecho con
prudencia, sin privatizar a PEMEX, pero en un esquema de estrecha
asociación entre inversionistas privados y las compañías públicas
energéticas mexicanas PEMEX y CFE. (pp.133-135).
Las similitudes con la experiencia europea, se llevan hasta proponer un
Plan Norteamericano Educativo diferenciado para Estados Unidos, Canadá y
México, pero orientado al desarrollo de las regiones más atrasadas y
empobrecidas de México (pp.140-142), donde la educación tiene su mínimo
común denominador y las tasas más altas de deserción escolar. Esa
población sería focalizada por los “Colegios Comunitarios de
Norteamérica”, enfatizando el entrenamiento en cómputo y habilidades
técnicas y aprendizaje de Inglés.
La noción de Comunidad de América del Norte se funda además en la
implantación de esquemas de coordinación macroeconómica, que apuntan
claramente a la generalización del dólar americano como moneda común.
Por supuesto, este proceso no es lineal ni está exento de
contradicciones, pero sólo insistimos en que ésa es la dirección en que
se está empujando.
Más allá de los planteamientos intelectuales, en los hechos, hay cambios
significativos en la agenda de seguridad, pues en abril de 2002, el
gobierno de Estados Unidos anunció la formación unilateral del Comando
de Norteamérica, incluyendo a Canadá y México, lo que implica que en la
defensa del territorio de Estados Unidos, nos hemos convertido en parte
esencial pues a partir de entonces las principales amenazas de seguridad
son las consideradas como “ataques domésticos”.
Ese comando puede desplegar sus fuerzas en la frontera con México, pero
sobre todo, implica tener acceso libre a los cielos y las aguas
territoriales mexicanas siempre que se considere que su seguridad
nacional está en riesgo. El Pentágono será el encargado de sellar las
fronteras de EU por tierra, mar y aire.
Lo importante de todo esto, es que hay una doble redefinición unilateral
de las fronteras, por un lado cerrando las fronteras entre México y EU
con un nuevo mecanismo de candado regional. Pero por otro lado, hay un
alargamiento de la frontera por razones de seguridad, al concebir a los
tres países de América del Norte como una sola entidad.
No hay duda de que la maniobra para “proteger” los aeropuertos, las
carreteras, la infraestructura urbana, las fronteras y hasta los
espacios colectivos de entretenimiento, dan como principal resultado la
militarización creciente de la vida cotidiana, supuestamente para
“protegernos del terrorismo”. La integración profunda pues, avanza sobre
México y Canadá en asuntos claves como energía, seguridad, migración,
infraestructura y moneda común.
Finalmente, veamos la lógica de la ampliación integradora desde América
del Norte al conjunto de las Américas, que por razones históricas puede
considerarse como la periferia más controlada por Estados Unidos.
En América Latina, en la década de los ochentas y a través de la
condicionalidad impuesta a través del Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional, Estados Unidos hizo cumplir los planes de estabilización
y ajuste estructural; en los noventas, mediante el impulso a los
Acuerdos de Libre Comercio, Estados Unidos no sólo afianzó mercados como
el de México y Canadá, sino que las negociaciones del TLCAN le sirvieron
de modelo para acelerar las negociaciones hemisféricas para un “Área de
Libre Comercio de Las Américas” (ALCA). En la actualidad, como hemos
visto, esa visión se complementa con la búsqueda explícita de la
“Comunidad de Norteamérica” y el más amplio despliegue del dólar como
moneda única.
Se puede probar que grupo tras grupo de trabajo, es evidente que el
formato de las negociaciones del ALCA ha sido calcado del esquema de las
negociaciones del TLCAN, lo que confirma su coherencia estratégica y
además su pretensión de recurrir a la integración hemisférica como pieza
clave en la disputa hegemónica global con el bloque comercial de la UME.
El ALCA involucra un PIB global de 12,500 miles de millones de dólares,
lo que significa un tercio del PIB mundial y una población conjunta de
casi 800 millones de personas. Comparativamente, el ALCA supera en algo
más de 50% a los respectivos PIB´s globales de la UE y de Asia.
Pero no se trata sólo de una estrategia comercial, pues si en México se
lanza el Plan Puebla Panamá, para el resto del Hemisferio se tienen el
Plan Colombia, la Iniciativa Andina y la doctrina de seguridad
hemisférica basada en la tesis de que para América Latina la principal
amenaza para la seguridad y la democracia está en el narcotráfico y el
terrorismo, de manera que la guerra en su contra debiera realizarla un
ejército supranacional por su mando y trasnacional por su composición.
Vale decir, con Carlos Fazio, “con el Pentágono en el papel de Estado
Mayor y mando unificado y las fuerzas armadas locales en funciones de
policía interna, concentradas en tareas de apoyo...”.
El ALCA es sobre todo, un proyecto de ampliación de mercados asegurando
la supremacía de las corporaciones estadounidenses, especialmente
orientada al sector de los agro-negocios, la energía, la manufactura y
los servicios financieros, de telecomunicación e informática. Sobre la
base de que América Latina es un vector de la negociación multilateral
con la UME, Estados Unidos trata de asegurar a la región como
abastecedor de materias primas y alimentos, como reserva de mano de
obra, de recursos hidráulicos y como fuente de riqueza en biodiversidad.
El rasgo más significativo del proyecto del ALCA, es que se basa en
profundas asimetrías que podrían asegurar para Estados Unidos la
consecución real de un “OMC-plus” en las negociaciones multilaterales.
Como es de suponerse, dentro de Estados Unidos también hay grupos que
presionan en contra del ALCA (los ecologistas, los sectores sindicales
de las industrias del acero y textiles, algunos intereses agropecuarios
están ampliamente identificados entre ellos), bloqueando el acceso
comercial a los productos latinoamericanos y reclamando el sostenimiento
de los subsidios y las protecciones arancelarias o las cuotas.
Por esas y otras razones, la estrategia de Estados Unidos ha sido sacar
algunos temas de la negociación del ALCA para restringirlos al ámbito de
la OMC donde la negociación es básicamente entre los dos grandes bloques
comerciales; y para enfrentar las presiones internas, en cuestiones
laborales y ambientales la estrategia está centrada en hacer concesiones
parciales y limitadas con tal de que no afecten las negociaciones
globales ni regionales.
Con todo, las resistencias de algunos gobiernos de las economías
emergentes en las negociaciones de la OMC en Cancún, la resistencia de
gobiernos latinoamericanos como los de Lula en Brasil, Kirschner en
Argentina y Chávez en Venezuela, más la presión ocasional de los grupos
altermundistas, objetivamente han frenado los avances de la negociación
aunque no es probable que hagan otra cosa que retrasar la firma del
acuerdo. Y la ausencia de acuerdos, en realidad se quiere revertir
empujando en los hechos y por la fuerza, los criterios de la “segunda
generación de reformas estructurales”, complementado con acuerdos
bilaterales comerciales, hasta que llegue la hora del proyecto ALCA.
CONCLUSIONES:
1. Los grandes centros de crecimiento económico mundial, avanzan en la
construcción de sus respectivos bloques comerciales descentralizando la
producción y las inversiones directas, pero también formalizando
esquemas preferenciales de libre comercio.
2. La realidad económica global se define hoy por el multilateralismo
económico, la bipolaridad monetaria y el unilateralismo militar. En
especial, el multilateralismo económico se basa en una estructura
mundial triádica, hoy por hoy fuertemente polarizada entre la UME y
América del Norte.
3. La velocidad, complejidad y la dinámica de la construcción de grandes
bloques regionales, reposa centralmente en la implantación de políticas
de austeridad sobre las clases subalternas, lo que está generando
amplias manifestaciones de protesta social, algunas de alcance global.
4. Las categorías de imperialismo, estructuras imperiales, hegemonía y
reparto de esferas de influencia, son claves para entender la economía
mundial actual.
5. Centro, periferia y semi-periferia, son otro conjunto de categorías
que sirven para iluminar la naturaleza del ejercicio de la hegemonía, la
dinámica de la disputa hegemónica entre los grandes centros y la lógica
de las articulaciones que persiguen, así como la división internacional
del trabajo que generan.
6. Si entendemos la hegemonía como un poder político ejercido mediante
una mezcla de supremacía, liderazgo y consentimiento por un lado, pero
también por otro, como poder de coerción y de destrucción, tendremos que
en la economía global, la cooperación y el consenso, pero también el
liderazgo más el uso de la fuerza, son igualmente importantes.
7. La globalización y el neoliberalismo son dos procesos paralelos de
despliegue del ejercicio hegemónico norteamericano, que han marcado las
formas de dominación en la etapa actual y que, para su máximo desempeño,
han requerido de procesos simultáneos de integración regional profunda y
ampliada.
8. La UME es un bloque comercial que ha tenido un gran éxito monetario,
pero acumula en su configuración graves desequilibrios macroeconómicos y
dadas sus debilidades estructurales, ha terminado por desfigurarse como
proyecto global. La seguridad y la defensa, más el reparto interno de
poder económico y político, marcan los términos básicos de la
integración profunda entre los países que generaron el proyecto UME. La
integración ampliada, básicamente introduce de facto importantes
asimetrías que, en rigor, significan una desregulación de los mercados
laborales y una vuelta de tuerca en el desmantelamiento de las
instituciones del Estado de Bienestar en Europa
9. Estados Unidos, como jugador global y centro del otro gran bloque
comercial, vive un deterioro hegemónico que se expresa diferencialmente
en los planos económico, monetario y militar, aunque conserva un
liderazgo tecnológico en sectores de punta y tiene un liderazgo
ideológico en los organismos financieros internacionales.
10. Ha buscado revertir su deterioro hegemónico global mediante un
vigoroso proceso de integración profunda con Canadá y México, que
incluye el despliegue de nuevos términos en los campos de energía,
seguridad, migración, infraestructura y colocar al dólar como moneda
común.
11. Al mismo tiempo, impulsa un proyecto de integración ampliada a todo
el hemisferio, bajo las claves impuestas a los países de América del
Norte. Se trata de un proyecto que no avanza linealmente sino con
quiebres, pero que conserva una extraordinaria direccionalidad
estratégica: mantener a América Latina como reserva de recursos
naturales, mano de obra barata y mercados preferentes.