Observatorio de la Economía Latinoamericana

 


Revista académica de economía
con el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas  ISSN 1696-8352

 

Economía de Cuba

 

FRANCISCO DE ARANGO Y PARREÑO: SU IMPRONTA DENTRO DE LA ILUSTRACIÓN REFORMISTA CUBANA

 

Roide Orlando Alfaro Velázquez
UCLV, Cuba
ralfaro@uclv.edu.cu

El siglo XVIII cubano es sumamente estudiado y profundizado debido a que es en él, donde se sientan las bases de nuestra nacionalidad y florece en toda su dimensión la sociedad criolla, con intereses más arraigados a la isla que a nuestra metrópoli europea. En el ámbito interno cubano, entre los años 1720 y 1765, se produce un tránsito en la economía colonial cubana, que pasa del capitalismo dependiente hacendatario al capitalismo colonial dependiente de la plantación. Esto se debe a varias razones entre las que encontramos: la paulatina recuperación económica experimentada por España que implicó un estrechamiento en las relaciones colonia-metrópoli.

Además, en este siglo XVIII, se producen cambios importantes en el interior de la estructura económica cubana, que va a determinar el desarrollo económico acelerado, principalmente en el último cuarto del siglo XVIII, a través de los efectos de la entrada desmesurada de negros esclavos para trabajar en las plantaciones. Estos cambios en la estructura pueden resumirse en: una estructuración de la gran hacienda, en segundo lugar, la mantención de la pequeña propiedad y, por último (pero no menos importante), las primeras manifestaciones de la plantación esclavista.
 


Alfaro Velázquez, R.O.: "Francisco de Arango y Parreño: su impronta dentro de la Ilustración Reformista Cubana" en Observatorio de la Economía Latinoamericana, Nº 121, 2009. Texto completo en http//www.eumed.net/cursecon/ecolat/cu/2009/roav.htm


Otro de los cambios producidos en esta centuria, es lo concerniente a la acumulación de riquezas en determinados grupos oligárquicos que van a producir, por un lado un proceso de concentración territorial a través de la disolución de las haciendas comuneras y, por otro, la sustitución de la actividad ganadera por la azucarera y tabacalera. La mayor vinculación con el mercado exterior que establece Cuba a partir de este siglo, frenó considerablemente el proceso de diversificación y desarrollo económico autóctono, al concentrar las riquezas en el sector importador-exportador monopolistas de comerciantes habaneros. Este fenómeno se agudizó a partir del monopolio del tabaco y de la Real Compañía de Comercio. Precisamente en la Real Compañía de Comercio de la Habana, se agrupaban los dos sectores propulsores del subdesarrollo de la isla: el sector externo y predominante (los comerciantes de Cádiz) y el sector interno (comerciantes españoles y cubanos radicados en la Habana) En virtud de esto resulta evidente que el estrato social más poderoso de la economía dependiente cubana, el azucarero, supedita el desarrollo económico del país a su enriquecimiento personal.

De manera general, es en este contexto donde se insertan las primeras manifestaciones del pensamiento económico cubano, como consecuencia del ascenso internacional del capitalismo industrial. Pero este es el siglo también, de la revelación de los cambios tecnológicos, científicos y sociales que permiten a este nuevo modo de producción asentarse sobre bases sólidas en toda Europa. De ahí que podamos sostener que este arribo del capitalismo a su etapa industrial, permite e impone una creciente demanda de materias primas y la necesidad de mercados para sus mercancías en Europa y Estados Unidos crecieron a pasos agigantados, factor que se identifica como catalizador de la génesis de este pensamiento.

Las corrientes del pensamiento moderno penetrarán también casi al unísono en España y sus colonias, pero en el Nuevo Mundo encontrarán terreno fértil pues servirían para sustentar los propósitos de cambios que ya se habían hecho sentir entre los criollos adinerados, para cuyo desarrollo constituía ya una barrera el dominio colonial español y las concepciones políticas y filosóficas que le acompañaban. La figura más ilustre de esta Ilustración Reformista Cubana en sus inicios lo constituyó quien en palabras de Alejandro de Humboldt constituyera: el estadista más inminente de su patria (1): el joven habanero Francisco de Arango y Parreño (1765-1837).

La actuación de estos ilustrados cubanos, muchos de ellos pertenecientes a la ilustre Generación de 1792, tal y como es el caso de Parreño, según se deduce en sus obras se adhieren a cuatro principios fundamentales: la concepción de que todo cambio debe ser resultado de la gestión reformista dentro de la estructura de poder del imperio; el criterio de que la problemática económico-social solo se plantea y se resuelve en la relación subordinada de la clase dominante con el poder colonial excluyendo de ella el resto del país; la convicción de que la política es el campo de proposición, defensa y ejecución legal y administrativa de su proyecto socioeconómico; y la idea de que la garantía del proyecto estaba en la estructura imperial pero sobre la base de una presencia propia y autónoma que implicaba un derecho reservado que podía llevar, en última instancia, a la ruptura de esa alianza con el poder imperial si se entraba en contradicciones de sus intereses (2).

Pero las proposiciones más acabadas desde un plano económico-social de la aristocracia criolla y por ende de la Ilustración Reformista Cubana, se encuentran contenidas en el trabajo de Arango y Parreño de 1792: Discurso sobre la Agricultura en La Habana y medios para fomentarla, en cuyos lineamientos se percibe la impronta de la corriente liberal burguesa que se desarrollaba en España y el resto de Europa y que se traslada a América con la irrupción en 1789 de la Revolución Francesa. Las doctrinas fundamentales contenidas en este documento son: libre comercio de esclavos; aumento de la esclavitud para resolver los problemas de fuerza de trabajo y la eliminación de todos los obstáculos que frenan su explotación intensiva; mejoramiento y perfeccionamiento en la utilización de tierras a partir de la aplicación de la más moderna técnica; desarrollo tecnológico de la manufactura azucarera; desarrollo científico del país; libertad de comercio; disminución de gravámenes e impuestos a las exportaciones e importaciones cubanas; disminución del peso de la usura en los préstamos necesarios para incrementar la agricultura y la manufactura (3). En lo concerniente a los problemas económicos, Parreño fue partidario, como se ha dejado entrever, de la no intervención del Estado en los asuntos del comercio, como postulaba el clero liberal.

Pero reducir este documento reformista, a solamente un contenido esclavista-plantacionista, sería comprimir la grandeza del pensamiento de este ilustre pensador dentro de su época. Lo más interesante resulta la elaboración de un campo de medidas que contrarresten los efectos directos de la esclavitud, institución social que le concede carácter transicional en la economía cubana. Ya el siglo XVIII americano había sido protagonista de grandes luchas inter-metrópolis por un lado, y como un resultado directo se había ocupado en 1762 la Habana por los ingleses, para el bien de la aristocracia criolla por los beneficios que le legó, y por otro se había producido una macro-sublevación de negros esclavos, la Revolución de Haití en 1791. Estas experiencias no podían ser olvidadas, aún cuando el acomodado criollo sostenía que las condiciones en Cuba no estaban creadas para que sucediera lo mismo que en Haití. Aún así, en su propuesta estaba contenida el fomento de la inmigración blanca, que perseguía dos objetivos muy bien definidos: la creación de un campesinado que diversifica la estructura productora agrícola y crear las bases para la mezcla de razas que debía deshacer, llegado el momento, los recuerdos de la esclavitud. Este campesinado, además, constituiría una barrera infranqueable, a posibles opciones sediciosas. La Revolución Haitiana, marcó, además, la vida de Arango y Parreño, por otra razón. Sus consecuencias directas, entre ellas la salida de Haití de la cúspide productora de azúcar en el mercado internacional, vislumbró en su pensamiento, un futuro promisorio, cuyas bases dieron origen a las reformas socio-económicas contenidas en este documento.

Pero hay otros matices en el pensamiento de Francisco de Arango y Parreño, que no pueden ser olvidados para analizar, lo más acertado posible, sus doctrinas clasistas. Cabe resaltar que fue un defensor a ultranza de la enseñanza de las ciencias naturales y en general de todo aquello que contribuyera a elevar el nivel técnico y cultural del estrato social que representaba, pertenecía y del cual fue ideólogo: los hacendados criollos. De ahí que pueda ser considerado, como nuestro primer ensayista. La argumentación a favor de la trata y del libre comercio a lo largo de su obra, en trabajos como Memorial a Carlos IV (1791), Informe del síndico en el expediente instruido por el Consulado de la Habana sobre los medios que conviene proponer para sacar la agricultura y comercio de la Isla del apuro en que se hallan (1808) y Axiomas económico-políticos relativos al comercio colonial presentados al Consejo de las Indias (1816) (4), constituyen verdaderos ensayos de economía en los que se adivina el cuño de la influencia de las doctrinas económicas de Adam Smith y del también proscrito John Locke (materiales a los cuales tenía acceso), que circulaban en América Latina.

Los viajes realizados junto con Ignacio Pedro Montalvo (Conde de Casa Montalvo) a París, Londres y a las colonias europeas de estas potencias, le nutrieron de una base técnica, científica, social y administrativa como para distinguir lo que quería y debía introducirse en Cuba y sus consecuencias a corto, mediano y largo plazo, a partir del análisis minucioso y exhaustivo del desarrollo industrial y agrícola de estos territorios. Muestra de ello, lo constituye sus esmerados esfuerzos para la introducción en Cuba de la caña de Otahití, de mayor rendimiento por sobre la criolla, sus estudios de los suelos y nuevos modelos de ingenios azucareros, entre los cuales, la Ninfa (de su propiedad) fue uno de los más notables y reconocido por su rendimiento económico durante cerca de 40 años.

Las responsabilidades que ocupa Arango y Parreño a lo largo de su vida, van configurar también sus estrategias de clase, al existir un estrechamiento a través de sus funciones dentro las relaciones colonia-metrópoli. En 1789 recibe el cargo de Apoderado del Ayuntamiento de La Habana, y desde este puesto comienza sus acciones cerca del rey en beneficio de los cubanos opulentos de la colonia. Además, se vincula de manera cercana a la Sociedad Económica de Amigos del País y constituye el creador del Real Consulado de Agricultura, Industria y Comercio, Intendente de Hacienda y en 1814, Consejero de Indias. Toda esta vida política le concede gran respetabilidad dentro de las cortes españolas y en las altas esferas de la metrópoli, lo que incidió en que en más de una ocasión sus propuestas fueran concedidas casi de inmediato, independientemente de que, en el momento en que vive, sus relaciones personales lo vinculan con partidarios del absolutismo español, de quienes obtiene, precisamente, las mayores ganancias para Cuba.

A pesar de sus posiciones esclavistas y su oposición a la independencia, la figura de Arango y Parreño debe ser consideraba y estudiada dentro de una serie de grandes hombres que a partir de 1790 contribuyeron decisivamente al nacimiento de nuestra nacionalidad, al ser parte de una cultura que surgía y que no era ya española, sino que cada vez, con mayor incidencia, acusaba características propias. Como representante de la Ilustración Reformista Cubana, tuvo un claro sello oligárquico y esclavista, pero iniciaba esta Ilustración un movimiento político y social que la trascendía, tanto en el sentido clasista como en las elaboraciones del pensamiento.

El proyecto de Arango y Parreño en su conjunto no puede separarse de su concepción política. Íntimamente ligado a las consideraciones del Despotismo Ilustrado, fue fiel impulsor del liberalismo económico, pero el más exhaustivo oponente del liberalismo político. Esto, entre otras razones, se debe a la acepción que del término patria, para referirse a Cuba, se tenía en la época (marcado por su carácter regional y local dentro del imperio hispano, eso sí, circunscrito siempre a sus intereses de clase).

Pero independientemente de toda su grandeza, su ideal socio-económico también tiene sus limitaciones. La implementación de muchos de los cambios que propugnaba, incluyendo los tecnológicos, como influencia directa del Despotismo Ilustrado, forman parte de una nobleza ideológicamente aburguesada, al intentar aplicar una política de desarrollo hacia formas capitalistas sin tener una sólida base económica y social para el proyecto, de ahí las contradicciones internas e inconsecuencias que generó esta política en general. Todo esto en consonancia al giro radical que se produce dentro de las habituales potencias hegemónicas (España, Portugal y Holanda), para cederle paso a otras potencias emergentes como son Inglaterra, Estados Unidos y Francia.

Si entendemos al capitalismo dentro de este contexto como un sistema interactivo, compuesto por dos polos mutuamente complementarios de atraso y progreso, componentes ricos y pobres de un sistema económico de ámbito mundial (5), vemos que el ideal de Arango y Parreño estaba acentuando el carácter monoexportador y pluri-importador de la economía cubana de entonces, que le imponía, con mayor fuerza, la producción en la colonia de materias primas/manufacturas y en la metrópoli de productos terminados. Pero esto, como clara regularidad de la época histórica en la que nos encontramos, es secundario a la hora de verificar los intereses de clase de la oligarquía habanera, su enriquecimiento particular, así como sus proyecciones económicas a corto plazo.

Pero cuestionar diametralmente la figura de Arango y Parreño y su macro proyecto, aún cuando resulta la versión más fácil del asunto, es la menos conveniente, sin tener en cuenta los intereses que representaba y el contexto con que confluyó, donde el problema económico central en la isla era insertarla por todos los medios en el mercado internacional, como demanda central de una clases social que necesita abrirse camino en Cuba dado el proceso de concentración de la riqueza que con anterioridad se venía dado. Cualquier estudio que olvide estos elementos, consideramos que no pasarán de ser meros análisis ahistóricos y especulativos ante el empuje avasallador de Francisco de Arango y Parreño dentro de nuestro proceso de formación e identidad nacional.

Bibliografía Consultada:

1. Arango y Parreño, Francisco: Discurso sobre la Agricultura en La Habana y medios para fomentarla en Pichardo, Hortensia: Documentos para la Historia de Cuba, Tomo I, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1973.

2. Arango y Parreño, Francisco: Obras, Publicaciones de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, Tomo I y II, La Habana, 1952.

3. González-Ripoll Navarro, María Dolores: Vínculos y redes de poder entre Madrid y La Habana: Francisco de Arango y Parreño. Ideólogo y Mediador, Revista de Indias, 2001, vol. LXI, núm. 222, versión digital http:// digital.csic.es/bitstream/10261/15113/1/557.pdf., consultado el 29 de septiembre de 2009.

4. González-Ripoll Navarro, María Dolores: Dos viajes y una intención: Francisco Arango y Parreño y Alejandro Olivan en Europa y las antillas azucareras (1794 y 1829), Revista de Indias, 2002, vol. LXII, núm. 224, versión digital en http:// revistadeindias.revistas.csic.es/index.php/revistadeindias/.../528, consultado el 4 de octubre de 2009.

5. Instituto de Historia de Cuba: Historia de Cuba La Colonia: evolución socioeconómica y formación nacional de sus orígenes hasta 1867, Tomo I, Segunda parte, Editorial Félix Varela, La Habana, 2002.

6. Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba: Perfil Histórico de las Letras Cubanas desde los orígenes hasta 1898, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1983.

7. López Segrera, Francisco: Sociología de la Colonia y la Neocolonia Cubana 1510-1959, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1989.

8. Sorhegui Ortega, Rafael Antonio; Chailloux Laffita, Graciela; Bahomonde Pérez, Tamarys; (compiladores): Antología del Pensamiento Económico Cubano, Tomo I, Editorial Félix Varela, La Habana, 2007.

9. Torres-Cuevas, Eduardo: Historia del Pensamiento Cubano, volumen I, Tomo I, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2004.

10. Torres-Cuevas, Eduardo: En busca de la Cubanidad, tomo I, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006.

NOTAS

1. Torres-Cuevas, Eduardo: Historia del Pensamiento Cubano, volumen I, Tomo I, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2004, p. 171.

2. Torres-Cuevas, Eduardo: De la Ilustración Reformista al Reformismo Liberal en Instituto de Historia de Cuba: Historia de Cuba La Colonia: evolución socioeconómica y formación nacional de sus orígenes hasta 1867, Tomo I, Segunda parte, Editorial Félix Varela, La Habana, 2002, p.326.

3. Arango y Parreño, Francisco: Discurso sobre la Agricultura en La Habana y medios para fomentarla en Pichardo, Hortensia: Documentos para la Historia de Cuba, Tomo I, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1973, pp. 230-289.

4. Todas estas obras propias del pensamiento de Francisco de Arango y Parreño, incluyendo el Discurso sobre la Agricultura en La Habana y medios para fomentarla pueden ser consultadas en Arango y Parreño, Francisco: Obras, Publicaciones de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, Tomo I y II, La Habana, 1952.

5. Sorhegui Ortega, Rafael Antonio; Chailloux Laffita, Graciela; Bahomonde Pérez, Tamarys; (compiladores): Antología del Pensamiento Económico Cubano I, Editorial Félix Varela, La Habana, 2007, p. 6.


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