Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Miguel Ángel Bustos Uribe
mabuxxx@hotmail.com
Universidad Industrial De Santander
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Bustos Uribe, M.A.:
"La politica, la intervención económica y el manejo fiscal en
Colombia" en Observatorio de la Economía Latinoamericana
47, agosto 2005
Texto completo en www.eumed.net/cursecon/ecolat/co/
A través
del tiempo se ha podido observar como el intervencionismo ha estado presente
en la política y economía, de Colombia aun en el siglo XXI la intervención
estatal es tema de todos los días y para nadie es un secreto que el caso
colombiano, muestra una distancia grande del modelo neoliberal, mientras sus
problemas lo acercan a los dilemas y sin salidas del intervencionismo.
Es interesante conocer como
el liberalismo y el intervencionismo surgen y cuales eran sus intereses. El
liberalismo defendía la libertad política y económica contra las barreras
feudales a la movilidad de hombres, de capital y de mercancías, la imposición de
tributos en forma despótica, sin representación de los contribuyentes, y los
gastos desaforados de las monarquías. También el liberalismo luchó contra los
poderes de los gremios artesanales, que entendió como rezagos feudales.
A su vez, el
intervencionismo estatal surgió con las guerras y como estrategia para acelerar
el desarrollo capitalista en países como Alemania, Francia y los Estados Unidos
durante el siglo XIX, aplicando aranceles altos a los competidores de otros
países y favoreciendo los negocios domésticos con los contratos públicos.
Durante el
siglo veinte se consolidaron las grandes corporaciones o sociedades anónimas,
los sindicatos y los gobiernos fuertes de pretensiones imperiales. La gran
depresión trajo consigo la intervención estatal. El corporativismo liberal
entró entonces en problemas porque conducía a inflaciones altas con
estancamiento económico, especialmente cuando los salarios reales subían como
resultado de condiciones de pleno empleo creadas por el gasto público y el
exceso monetario. La alta tributación reducía aún más la rentabilidad privada.
La deuda pública reciente tendía a elevar la tasa de interés y a frenar el
desarrollo del sector privado. Los intereses creados de sindicatos políticos
hacían retroceder la eficiencia y hacían contra productivo el gasto público.
En Colombia,
el keynesianismo obtuvo una aceptación muy grande porque era compatible con la
cultura del continente de fuerte centralismo político, escasa disciplina de
ahorro y de inversión en sectores aparte del agrícola, además la creciente ola
de economistas colombianos educados en el exterior veían en el intervencionismo
y el gradualismo la mejor manera de estabilizar la economía de las terribles
fluctuaciones del mercado.
Aunque no se
puede desconocer que el fundamento ideológico de la propuesta de algunos
presidentes colombianos reposaba en el neoliberalismo; el Estado mediante su
intervención en la esfera privada. Debía asumir la tarea de árbitro en la
contradicción capital-trabajo; el principio axiomático de la inviolabilidad de
la propiedad y de los derechos individuales debería quedar sometido a las
necesidades del bien común[1].
Algunos presidentes como Alfonso López Pumarejo que con su -Revolución en
Marcha-[2]
afirmó "nadie entre nosotros rechaza la intervención oficial, sino teóricamente
como principio. en la practica existe una clamorosa exigencia de que el estado
intervenga en todo, lo dirija todo, lo regule todo... el capital pretende, en la
mayor parte de los casos, que no puede luchar sin un permanente amparo del
Estado...por que solo el gobierno tiene los elementos para hacerse respetar y
acatar por los capitalistas inescrupulosos."
Cada vez que
se inicia un periodo presidencial, el gobierno respectivo diseña y fija los
objetivos de su plan de desarrollo, los cuales dan a los agentes económicos, la
orientación sobre la intervención del Estado en la actividad económica del país
durante su gobierno. La labor interventora y planificadora de cada gobierno esta
dirigida, entre otros objetivos, a elevar las condiciones de vida de la
población, y para el efecto hace uso de su capacidad reguladora de la economía
dependiendo de las políticas de corto o largo plazo.[3]
Sin embargo,
por dificultades financieras o por contratiempos en el desempeño de la economía,
los gobiernos se ven obligados a interrumpir los programas de desarrollo a largo
plazo, para concentrarse en la solución de dificultades que deben ser
enfrentadas de inmediato, lo cual es un caso típico en el siglo XX, sinónimo de
intervenciones corto plazistas y si ha esta situación se le agrega la no
continuidad de planes de desarrollo al cambio de gobierno se entiende la notable
y constante intervención del gobierno colombiano.
Por otra parte en el sistema
político colombiano, la relación Sociedad - Estado, ha estado condicionada por
la presencia de “intermediadores” políticos que justifican su existencia por el
alto nivel de exclusión en el acceso al Estado (de tal forma que quien quiera
acceder a algún beneficio o servicio estatal debe contar con uno de estos
intermediarios) y en el esquema conocido como “clientelismo”. En Colombia se ha
reconocido el clientelismo como un componente natural de la forma de hacer
política y de manejar el Estado.[4]
Aunque en
Colombia solo se puede hablar en términos de intervención económica planificada
o realizada a corde a un plan casi después de mediados del siglo XX, en 1949 con
la llegada de la misión del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento
(BIRF), presidida por el profesor Lauchlin Currie. Por esta razón se realizará
un análisis de la intervención economía posterior a la crisis de los 30, el
manejo presidencial de las finanzas públicas por razones coyunturales teniendo
presente
la importancia
de los factores políticos e institucionales en la determinación del déficit
fiscal del país. Aspirando a encontrar que detrás de los desequilibrios
fiscales en nuestro país existen "problemas de acción colectiva"[5],
y de intervencionismo estatal como lo menciono Eduardo
Weisner
Duran concluyendo que la corrección fiscal estructural y la sostenibilidad de la
deuda pública van a depender más de como se logre actuar sobre factores
institucionales y políticos que de la insistencia normativa sobre la
conveniencia de reducir el déficit fiscal.[6]
A este respecto
Wiesner, observó que: “La esencia del origen político del desequilibrio fiscal
radica entonces en el nivel de percepción que en un momento dado tenga una
comunidad sobre el riesgo que corre su patrimonio colectivo. En la medida en que
se perciba el desequilibrio fiscal como un peligro de remoto, que no amenaza hoy
la seguridad de nadie, será muy difícil obtener apoyo político para tesis que,
frente a intereses inmediatos y tangibles, promulgan la disciplina, la
consistencia, la eficiencia en la asignación de recursos y la calidad de las
políticas económicas. Es decir, la defensa del equilibrio fiscal entra en clara
desventaja política frente a la defensa de los intereses inmediatos, regionales,
sectoriales y particulares.”
Ya pasado los
efectos que creó en la economía nacional la crisis de 1929 y la guerra con el
Perú la cual se resolvió mediante el recursos de vías diplomáticas, para
enfrentar los problemas causados por la crisis, el actual mandatario Olaya apoyó
a los deudores y no a los acreedores, fortaleció las instituciones de crédito,
redujo el gasto publico, impuso un rígido control de cambios y aumentó el
impuesto sobre los giros al exterior; así mismo se logró disminuir el desempleo
por medio de nuevas obras viales.
Entonces en la
reforma constitucional de 1936 quedo consignado sobre el intervencionismo: el
Estado podrá intervenir por medio de leyes en la explotación de industrias o
empresas publicas o privadas, con el fin de racionalizar la producción,
distribución y consumo de las riquezas, o de dar al trabajador la justa
protección a que tiene derecho.
Los sucesos
que corren entre 1938 y 1974 son de tal complejidad que para una comprensión
sintetica por la que atravesó el país, es conveniente señalar los momentos
críticos que marcaron la dirección de los acontecimientos. Durante estos 36 años
podemos señalar los siguientes hitos históricos: el ascenso de los liberales
moderados a la presidencia en 1938; la renuncia del presidente López y el
gobierno bipartidista de Alberto Lleras Camargo en 1945; el asesinato del líder
popular Jorge Eliécer Gaitan el 9 de abril de 1948; la suspensión del congreso
de la republica en noviembre de 1949; el proyecto de constitución corporativista
presentado por el presidente Laureano Gómez a comienzos de la década de 1950 y
la caída de su régimen de 13 de julio de 1953; el gobierno militar de Gustavo
Rojas Pinilla y su formulación de la tercera fuerza en 1956; la constitución del
frente civil contra Rojas por el pacto de Benidorm de julio de 1956; el fin del
régimen cívico-militar en 1957; el pacto de Sitges en julio de 1957 ; la
conformación del frente nacional por el plebiscito nacional de diciembre de
1957; y los cuatro gobiernos de dicho frente que se sucedieron entre 1958 y 1974[7].
Eduardo Santos
fue elegido presidente para el periodo de 1938-1942. La administración Santos no
significo un retorno al pasado. Su consigna fue la consolidación, revisión o
moderación de las reformas instauradas por el gobierno anterior. Este propugno
el establecimiento del capitalismo sin necesidad de acudir a experimentos y
dentro de un orden estable y controlado que evitara los conflictos sociales. De
sus obras de gobierno quedaron varias de trascendencia como la creación de los
institutos de crédito territorial, fomento municipal e industrial; la
preservación de la política cafetera mediante el sistema de cuotas y la
instauración de los principios de planificación para el manejo de las
actividades económicas del país. Santos enfrento los problemas creados por la
segunda guerra mundial con buenos resultados; sin embargo. El gobierno no pudo
evitar la creciente inflación y al tomar la decisión de congelar los salarios,
se granjeó la enemistad de los sectores populares y motivó que un crítico clima
de descontento comenzará a sonar en los campos y las ciudades.
Sin embargo,
el verdadero problema surgió cuando Alfonso López Pumarejo, en la presidencia
por segunda vez, demostró que ya no era el mismo. Esta vez dejo de lado a los
jóvenes intelectuales y los sectores populares, quienes le respaldaron en las
urnas y en la plaza las propuestas reformistas del 36, para gobernar con los
comerciantes, los industriales y los banqueros.
La decisión
tomada tanto por Santos como por López de colocar al estado en función de los
sectores industriales y financieros, ocasiono que un nuevo líder tomara fuerza
en el escenario político: Jorge Eliécer Gaitan. El resultado fue que el
bipartidismo se fracciono al máximo, perdiendo la continuidad y estabilidad que
habían dado a las instituciones desde 1910. Lentamente fue tomando forma un
vació de poder que sumió a la nación en una guerra civil, real aunque no
declarada.
De agosto de
1945 a comienzos de 1948 se presento en el país una propuesta política que
pretendió moderar la hegemonía liberal y la crudeza de la oposición
conservadora. Esta fue una formula bipartidista pero esta vez no dio resulto.
Alberto Lleras Camargo asumió la presidencia luego de la renuncia de López.
Lleras promulgo un gobierno de unión nacional e incluyo en su gabinete a tres
ministros conservadores. Continuación después de ganar las elecciones un
conservador moderado, Mariano Ospina (1946-1950) quiso dar continuidad al
gobierno de unión mediante el nombramiento de seis ministros liberales para el
gabinete.
Luego de la
muerte de Gaitan el cual tenia asegurada su elección para el periodo de
1950-1954 por el amplio apoyo popular que lo respaldaba. El bogotazo causado por
la muerte del líder liberal se tradujo en un ambiente de terror en la capital
colombiana pero desde el punto de vista económico y político no ocasiono un
cambio importante en la realidad que atravesaba el país simplemente destapo los
problemas políticos. La tendencia por el contrario fue la de un enrarecimiento
mayor de la situación: el congreso se hizo inoperante por el recurso permanente
al estado de sitio. El resultado fue que Ospina cerró el congreso, censuro la
prensa, impuso un sindicalismo conservador y propicio la elección de Laureano
Gómez para la presidencia.[8]
El general
Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957) asumió los destinos del país ya que durante el
gobierno de Laureano Gómez se profundizo el clima de violencia que vivía
Colombia, haciéndose necesario un golpe de estado, entregándosele el país a un
militar, este emprendió una ardua tarea de pacificación y restablecimiento de
las instituciones. Las medidas de carácter populista y la creación del
movimiento de Acción Nacional, le dieron el apoyo de sectores antioligarquicos y
la enemistad del bipartidismo que le entrego el poder y estos mismos le
obligaron a retirarse, mas tarde el general Gustavo Rojas presento su renuncia.
El general Rojas Pinilla termina su gobierno con una de las crisis cambiarias
más severas del país viéndose obligado a implantar un riguroso control a las
importaciones y recortar el gasto publico.
El periodo de
1945/6-1954/5 al cual se llamo, la fase de modernización industrial coincide con
los gobiernos de Lleras, Ospina, Gómez, Urdaneta y el principio del mandato de
general Rojas; fue el periodo de alza de los precios del café. Estos presidentes
vieron en la industrialización la única alternativa viable de desarrollo,
teniendo como estrategia la incorporación del modelo de sustitución de
importaciones industriales para Colombia, evidenciándose un creciente
proteccionismo y como es de esperar mayores recursos de crédito hacia la
industria, los cuales eran concedidos y otorgados a las entidades financieras
por parte del Banco de la Republica, el cierre de las importaciones de bienes de
consumo trajo con sigo el problema inflacionario al país pero solo pasados los
años se le dio importancia a esta clase de impuesto.
Desde los años
de la posguerra el manejo macroeconómico se caracterizo por ciclos cortos de
"pare y siga", es decir, de contracción y expansión. Las fases de crecimiento
tendían a generar rápidamente déficit externos considerables que obligaban al
gobierno a adoptar, primero, un control estricto sobre las importaciones y,
posteriormente, bajo la presión de organismos internacionales, un programa de
estabilización, que incluía una mayor austeridad fiscal y monetaria y una
devaluación de la moneda.[9]
Luego de estos
años de modernización industrial y acaloramiento político para evitar escándalos
y guardar el honor de las fuerzas militares por la renuncia obligada del
presidente el gobierno le fue entregado a una Junta Militar (1957-1958) a cargo
de Gabriel Paris; nombrada por el mismo ex-mandatario Rojas, en materia
económica esta presidencia militar logró: la reactivación de las actividades
industriales y productivas, el estimulo de la empresa privada, la protección a
los trabajadores, la dirección del crédito hacia sectores creadores de riqueza,
adoptó un programa de austeridad general, realizó la devaluación más fuerte de
mitad de siglo y por ultimo proclamó la apoliticidad de las fuerzas armadas.
La celebración
del plebiscito sentó las bases del nuevo pacto bipartidista, los resultados de
la consulta popular dieron amplia acogida al Frente Nacional, el cual estableció
la alteración de los partidos tradicionales en la presidencia de la Nación.
Alberto Lleras
Camargo (1958-1962) inicio el régimen frente nacionalista en difíciles
condiciones de orden público. Grupos rurales de combatientes se transformaron de
liberales en marxistas-leninistas, además de huelgas en sectores estudiantiles y
bancarios. Este Frente se articuló con el comienzo de la "Alianza para el
Progreso" con la visita de Jhon F. Kennedy, profundizó la dependencia
colombiana hacia los Estados Unidos y la introducción de políticas
desarrollistas como marco de definición de lo que debería ser el futuro de la
nación. Con los recursos del programa internacional anterior se comenzó el
periodo con una política fiscal expansionista, este mandatario incentivo labores
en las vías de comunicación, vivienda popular y la reforma agraria.
Luego fue
nombrado Guillermo León Valencia (1962-1966), el principio del manejo paritario
en la administración pública fue ejercido por este, anulando así las disputas
burocráticas entre los partidos y la inestabilidad política que en el pasado
había resultado de la transición de un gobierno liberal por uno conservador y
viceversa. mediante su mandato se generalizó el uso de estrategias
cívico-militares; desarrollo de obras en beneficio de la comunidad realizadas
por el ejercito, como forma de control en las zonas bajo influencia guerrillera,
además se creo la junta monetaria de la nación para el perfeccionamiento de la
política crediticia, el impuesto sobre las ventas y se dio un aumento
considerable en la deuda externa como en la exportación de petróleo crudo todo
lo anterior en el marco de una política de ahorro fiscal .
Los mandatos
de Rojas, la Junta Militar, Lleras Camargo, León Valencia y el comienzo de
Lleras Restrepo; coincide con lo que se llamo los años de estrangulamiento
externo 1954/5-1966/7, que comienza con la fase de descenso de los precios del
café, y tiene como protagonista político al Frente Nacional, el cual para
ganarse la aceptación del pueblo usaba políticas económicas de corte reformista
tales como el fortalecimiento del sindicalismo, una nueva reforma agraria, la
consolidación de la legislación laboral y un aumento significativo del gasto
publico social. La política proteccionista se hace más agresiva que en el
periodo anterior, el gobierno a través de la consolidación de la junta monetaria
indica hacia donde deben ser invertidos los recursos de las entidades
financieras.
Nuevos
mecanismos se añadieron a las políticas económicas, la creación de incentivos
tributarios para promover el desarrollo industrial y el comienzo de la política
de promoción de exportaciones, este periodo económico tiene como protagonista la
escasez de divisas lo cual complico el manejo macroeconómico. El crecimiento
económico se hizo más irregular que en el periodo anterior y un poco mas lento.
Además, ante la creciente oferta de mano de obra en las ciudades; el problema
del desempleo abierto hizo su primera explosión en Colombia.[10]
Terminado el
periodo de León Valencia fue elegido Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) este
propuso una reforma constitucional que le diera al país instituciones adecuadas
a las situaciones internas y externas que se estaban viviendo, entre las cuales
estaba la creación de la comisión del Plan, encargada de coordinar los planes de
desarrollo.
La labor del
gobierno fue inmensa y profunda en el sentido de modernizar y adecuar al estado
para un desarrollo capitalista: supresión del mercado libre de divisas y
establecimiento de mecanismos de devaluación no traumáticos; creación del
impuesto de retención en la fuente; instauración de institutos como PROEXPO y el
ICFES, establecimiento de la red de interconexión eléctrica; y la contratación
de cuantiosos empresitos internacionales para financiar urgentes obras de
desarrollo, en el campo internacional se destaca, la creación del Pacto Andino y
el restablecimiento de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética.
Las políticas
adoptadas por Lleras Restrepo para superar los años de estrangulamiento externo,
lograron sortear la crisis, y abrieron camino al crecimiento más rápido de la
posguerra, además creo unas herramientas institucionales sólidas para el manejo
del sector externo tales como; la "devaluación gota a gota", la eliminación del
mercado libre de divisas y la unificación gradual de las tasas múltiples de
cambio.
Los años en
que Misael Pastrana (1970-1974) estuvo frente al gobierno fueron de relativa
tranquilidad y progreso, el plan de desarrollo titulado " Las Cuatro
Estrategias" tenía como uno de sus grandes objetivos elevar la generación de
empleo. Para lograr ese propósito, quiso impulsar el crecimiento de sectores
lideres, como la construcción (creación del sistema UPAC), las exportaciones
diferentes al café y la reducción de algunos aranceles excesivos, la actividad
agrícola a través de su tecnificación y el mejoramiento de la distribución del
ingreso, además la reglamentación de la inversión extranjera en la banca fue
hecha durante este gobierno.
Los
presidentes Lleras Restrepo y Misael Pastrana gobernaron en el periodo nombrado
el gran auge 1699/7-1973/4 , de los dos elementos nuevos que se incorporaron a
la estrategia de industrialización en este periodo, solo uno, la activa
promoción de nuevas exportaciones, tuvo así consecuencias importantes; el otro,
el mercado ampliado, no pasó de ser una esperanza. Los buenos resultados
macroeconómicos se atribuyen también, al crecimiento del gasto publico durante
las dos administraciones, financiado por los mayores impuestos y por un aumento
significativo del crédito externo siendo esencial para el financiamiento fiscal
y la cuenta corriente deficitaria. Mediante estas estrategias se alcanzaron
niveles aceptables de crecimiento y se redujo en parte el desempleo, pero por su
parte la inflación se aceleró alcanzando niveles del 20%.[11]
El triunfo de
la oposición al gobierno anterior se dio en la elecciones de 1974 a cargo de
Alfonso López Michelsen (1974-1978) iniciando una nueva fase de estabilización;
en su plan de gobierno "Para Cerrar la Brecha" tenia como objetivo fundamental
frenar la tasa de inflación, como medio para evitar el deterioro de los
salarios, en el marco de este plan nació el programa de desarrollo rural
integrado (DRI). Cuya meta era elevar la producción y la productividad de las
unidades campesinas, este estimulo fue complementado con el plan nacional de
alimentacion y nutrición (PAN), con el que se dio importancia y reconocimiento a
las potencialidades participativas del campesinado en la seguridad alimentaría
del país.
Además se
propicio el ascenso de las exportaciones, el aumento del salario mínimo en 200%,
y el incremento de la inversión publica en educación y salud, durante este
periodo se contó con una increíble bonanza cafetera que le permitió utilizar
cuantiosos ingresos por exportaciones para adelantar sus obras de gobierno. Sin
embargo la inflación aumento considerablemente y desbordo los incrementos
salariales. Las situaciones de orden publico especialmente las generadas por el
paro nacional de 1977, fueron criticas y causaron malas relaciones entre el
gobierno y la sociedad., la inmensa riqueza generada por la bonanza cafetera
solo alimento el sector financiero del país, el cual consolido como sector
dominante.
Esta
administración llevo a cabo dos planes de estabilización, dirigidos a reducir el
déficit fiscal, controlar la política monetaria expansiva y reordenar el sistema
financiero, esto se hizo a través de una reforma tributaria, controles al gasto
publico, la liberalización y reducción de algunas tasas de interés. Se acentuó
la austeridad fiscal, se adoptaron rígidos controles al endeudamiento externo
público y privado con mecanismos de ahorro forzoso.
La
polarizacion de la sociedad y el auge del movimiento guerrillero llego a su
punto mas alto durante el gobierno de Julio Cesar Turbay (1978-1982), en cuanto
al Plan de Integración Nacional, el cual fue diseñado para lograr un desarrollo
mas integrado del país, con este propósito se combinaron dos estrategias: el
otorgamiento de mayor autonomía administrativa y económica a los municipios y
departamentos y la construcción de obras de infraestructura. Para la
financiación de estas obras se incrementaron las tarifas de los servicios
públicos y se recurrió al crédito externo. Adicionalmente se organizaron las
finanzas públicas para mejorar la eficiencia en el uso del dinero de los
contribuyentes. Este programa en nada recordaba los esfuerzos de austeridad
fiscal de López Michelsen y estuvo acompañado de una contracción monetaria.
Asimismo,
durante estos años se atendieron con poco resultados los problemas del ISS, se
creo la comisión de valores, la liberalización de importaciones y la disminución
de aranceles se dio como herramienta para aumentar la eficiencia de la industria
nacional, finalmente al terminar su periodo Turbay tuvo que enfrentar la primera
crisis del sistema financiero al tener que intervenir en contra del "Grupo
Colombia" para proteger a los pequeños ahorradores.
Durante la
época de bonanza de divisas y crisis industrial 1973/4-1979/80, los resultados
económicos no fueron lo esperados, ya que con la ausencia de trabas comerciales
se esperaba que la economía creciera mucho más durante este periodo. Entre 1980
y 1982 la economía colombiana experimento un deterioro acelerado, el crecimiento
económico se desacelero dramáticamente y los índices de desempleo comenzaron a
aumentar, siendo el reflejo de la peor crisis internacional y latinoamericana
de la posguerra causada por la crisis de la deuda externa y los shocks
petroleros.
Durante la
gran recesión del periodo 1979/80-1984/85, las políticas tomadas por Turbay no
contribuyeron a aliviar la situación, fue su sucesor Belisario Betancur Cuartas
(1982-1986) quien adopto medidas, después de alcanzar una votación nunca antes
vista en Colombia lo cual le daba un amplio respaldo para emprender reformas y
controles sobre la clase dirigente. En su plan de gobierno "Cambio con Equidad"
implanto el plan de vivienda sin cuota inicial, también se dieron estímulos a la
inversión extranjera y se intervino el sistema financiero dándose la
nacionalización de varios bancos fueron hechos destacados.
EL gobierno de
Betancur no disminuyo el gasto publico como herramienta para reactivar la
economía, aumentando así el subsidio a las exportaciones a través del CERT,
políticas de vivienda y una devaluación más rápida, las políticas tomadas para
el sector externo permitieron con llevar la crisis en esta parte de la economía
pero fueron de resultados lentos. A mediados de 1984 el gobierno se vio obligado
a cambiar de estrategia para corregir el desequilibrio externo manteniendo el
control a las importaciones y los subsidios a las exportaciones pero
disminuyendo el déficit fiscal, estas políticas fueron presiones del FMI y el
BM.
La
administración Betancur logro frenar el deterioro externo, fiscal y financiero
de los principios de los ochentas pero el país seguía viviendo los contratiempos
de cinco años de secesión y desequilibrio externo, tales como los altos niveles
de desempleo y subempleo, el alto endeudamiento y unas reservas internacionales
proporcionalmente inferiores a la deuda, por ultimo las medidas de protección
fueron revertidas gradualmente a mediados de 1985.
Colombia al evadir los
excesos de sus vecinos sobrevivió a la década perdida de los ochenta menos mal
que bien con inflaciones moderadas, devaluaciones que se ajustaban
cotidianamente y montada sobre una expansión de sus exportaciones nuevas de
carbón, níquel y petróleo. Sus fuerzas políticas beneficiadas por la protección,
el sindicalismo público y el sistema de fijación de salarios le hicieron una
fuerte oposición a la apertura que todavía no pasa de sus fases iniciales.
A principios
de los años 70 se comenzó a cuestionar por primera vez la eficiencia del enorme
aparato gubernamental que se había creado durante cerca de medio siglo y a
postular la necesidad de desmontar parcialmente el Estado intervencionista. Esta
concepción "neoliberal" se reflejo en forma limitada en Colombia.
El
intervencionismo funcionó bastante bien entre 1950 y 1970, hasta que la
creciente inflación generó inestabilidad, inflación y estancamiento por doquier.
Este intervencionismo fue poco progresivo porque eventualmente indujo el letargo
tecnológico de las empresas o sea la paralización de las fuerzas productivas;
tampoco incentivó la libertad política pues estuvo manejado por un fuerte poder
central que es el que "interviene" con su característica arbitrariedad en el
reparto de bienes y subsidios.
En vez de que
la redistribución fuera con base en impuestos y se transparentaran las
transferencias entre grupos sociales, se hizo con inflación surgida del
financiamiento con emisión del gobierno y del crédito que otorgó subsidios a
actividades agrícolas e industriales y sobre todo de un gasto público en
clientelas políticas, en forma oculta para la opinión pública. La inflación, a
su vez, le hizo perder eficiencia adicional a la economía al nublar las señales
de precios de los mercados e inducir decisiones equivocadas de inversión y de
ahorro.
El
intervencionismo licuó las rentas del sector agro exportador a favor de
importaciones baratas para la industria, revaluando la tasa de cambio real
mediante la inflación y el retardo en ajustar la devaluación acordemente. Ello
condujo a caídas de las exportaciones y a déficit en cuentas corrientes
gigantescos, al racionamiento de una amplia gama de bienes, seguido de
hiperdevaluaciones, a un estancamiento tecnológico grande y a una pérdida de
eficiencia y por tanto de competitividad internacional. Quizás la falla mayor
haya sido el aislamiento internacional pues ha podido conceder crédito
subsidiado sólo a las industrias que exportaran exitosamente.
La rápida
expansión del sector publico es uno de los hechos económicos mas significativos
para Colombia, apreciándose que a lo largo de la historia a tenido una tendencia
permanente al aumento de la participación del gasto publico en el PIB.
Además de esto se encuentra también que la estructura del sector publico sufrió
modificaciones en la década de los ochenta, en la medida en que las actividades
tradicionales del Estado (la producción de servicios no mercantes) perdieron
participación en el total, en tanto que los sectores de minería, manufactura y
servicios de electricidad y acueducto se fortalecieron, trayendo consigo,
modificaciones en la contribución del sector público al PIB de las diversas
actividades económicas[12].
En términos
generales puede decirse que el manejo de la política fiscal fue bastante
moderado hasta 1978, pues el déficit del gobierno central fue en promedio de
solo 0.6% del PIB. A partir de 1979 se inicia una política expansionista que
genera un gran déficit fiscal. Se pueden diferenciar cuatro grandes periodos en
lo que respecta al comportamiento de las finanzas del gobierno nacional central.
i. Entre 1963 y 1975, periodo durante el cual el déficit fiscal fue en promedio
de 0.8% del PIB; ii. 1976-1978, años en los cuales se registró un superávit
fiscal siendo en promedio el 0.5% del PIB; iii. 1979-1984 durante el cual el
déficit fiscal crece aceleradamente, pasando de 0.8% del PIB en 1976 al 4.5% en
1984; iv. 1985-1986 años en los cuales se realiza un proceso de ajuste en las
finanzas del gobierno nacional que reduce el déficit fiscal a un promedio del
2%.[13]
Fueron muchos y
muy diversos los factores que presionaron al déficit fiscal en los inicios de
los noventa. Entre ellos cabe destacar: el desplome de la tributación nacional;
el rezago de las tarifas de servicios públicos y del precio de ciertos productos
claves como la gasolina y los agrícolas respecto a su costo de adquisición y/o
provisión; el desbordamiento de los gastos corrientes entre 1980 y 1984; y el
sistemático avance de la inversión, en una época de auge del endeudamiento
externo. A ellas se le añadirían luego la falta de armonización en el proceso de
toma de decisiones sobre el gasto entre las diferentes instancias del sector
publico (una de cuyas causas era la insuficiente información sobre la dinámica
del sector descentralizado) y cuando ocurrió la crisis de la deuda externa por
parte de los países latinoamericanos se vivió una estrechez del mercado interno
de capitales y olas dificultades de acceso al crédito externo, aumentando así la
magnitud del déficit fiscal.[14]
Al finalizar el
gobierno Barco comenzaba a abrirse una iniciativa para racionalizar el comercio
exterior colombiano, la cual se constituiría en el primer paso hacía las
reformas económicas que posteriormente llevaría a cabo el gobierno de Cesar
Gaviria Esta iniciativa, que en realidad poco tenía que ver con los
planteamientos originales del (El jueves 22 de febrero de 1990 se presenta y se
aprueba por el CONPES el documento DNP-2465-J “Programa de internacionalización
de la economía colombiana y modernización de su aparato productivo”). Plan de
desarrollo, buscaba reactivar el dinamismo del sector productivo, por medio de
un aumento en la eficiencia a través de la introducción de una mayor competencia
externa. Se tomaron medidas preventivas como fue una alta devaluación que
minimizara el efecto de la futura apertura pero que contribuyó a que la
inflación alcanzara cotas por encima del 30% en 1990 y 1991, o sea que tuvo
pocos efectos en mejorar la competitividad del país, y que se disiparía
rápidamente con la reevaluación del peso que ocurrió de 1993 en adelante.[15]
En la
Constitución de 1991 se establece que los planes deben elaborarse dentro de unos
plazos bien definidos. Su contenido debe ser evaluado por la sociedad y
finalmente aprobado por el Congreso. En el balance económico del cuatrienio
Gaviria se afirmaba que la ambición del gobierno era sepultar el modelo de
desarrollo intervencionista y cepalino e instaurar, en cambio, un modelo
abierto, sujeto a la competencia, con mayor equidad y oportunidades para los
ciudadanos (Ministerio de Hacienda y otros, 1994). Durante ese proceso se
borraron las fronteras tradicionales entre las agendas del ministro de Hacienda
y el director de Planeación Nacional. En un primer momento las políticas
sectoriales, cuyo diseño había sido una de las labores tradicionales de la
planeación, desaparecieron. Se consideró que no se debían diseñar políticas que
apoyaran, con recursos financieros o con normas, algunos grupos específicos de
industrias consideradas como estratégicas para el desarrollo productivo. La
idea, al contrario, era diseñar y llevar a cabo estímulos neutrales entre
sectores, tamaños y regiones, orientar la acción del Estado a preservar un
entorno macroeconómico estable y a estimular el cambio tecnológico y la
competencia. Se incluyó a la agricultura en la estrategia general de apertura y
de reformas institucionales. En este caso la liberalización del comercio
internacional se traducía en el desmonte de la intervención tradicional del
gobierno a través de controles de importaciones, precios de sustentación y
precios de cosechas.
En esta etapa
se percibe una tensión entre las nuevas instituciones y aquellas que como la
planeación son herencias del pasado que han sobrevivido gracias a su inserción
remozada en la nueva Constitución. El plan del gobierno Samper (1994-1998) es el
primero después de la puesta en marcha del andamiaje institucional de la
Constitución de 1991, y en su formulación se hace patente ese conflicto. El
Salto Social de la administración Samper fue puesto a consideración de la
sociedad civil dentro del espíritu modernizador de la Constitución de 1991. Con
ese proceso se buscaba avanzar en la democratización política, la participación
ciudadana y en la superación del excluyente régimen político heredado del Frente
Nacional. Pero el plan desborda cualquiera de los objetivos propuestos por sus
predecesores y desde él prácticamente se pretende reconstruir al país. Mientras
que en algunas partes se plantea que el objetivo del plan es la consolidación de
las reformas económicas y políticas, en otras partes se concibe como una
propuesta para la paz y una invitación a participar en un amplio proceso de
reencuentro de todos los colombianos.
En medio de las
dificultades se promulga el plan del gobierno Pastrana del cual se puede afirmar
que tenía pocas posibilidades de éxito ante una situación macroeconómica
especialmente difícil. En esas circunstancias la estabilización macroeconómica
“se convirtió no sólo en la prioridad del manejo de la política económica sino
en un prerrequisito para la estrategia del desarrollo” (Cárdenas, 2002).
Adicionalmente, se optó por centrar el plan de desarrollo en torno a la paz, que
fuera el hilo conductor del proyecto de gobierno de la administración Pastrana.
El plan de desarrollo Cambio para construir la paz, además de enfrentar
sus limitaciones presupuéstales, pasó por varias penurias más al ser declarado
inexequible por la Corte Constitucional.
Colombia
emprendió importantes transformaciones en a comienzos de los 90 como la
consolidación del proceso de descentralización y el nuevo modelo de desarrollo
basado en la apertura económica. Estos procesos han estado acompañados de un
crecimiento importante en el tamaño de las finanzas del Estado, que hoy se
refleja en un desbalance entre los recursos del sector público y los gastos con
que está comprometido. Así, la participación del gasto público del Gobierno
central, como porcentaje del PIB ha crecido de un 10,9% en 1990 a un 17,5% en
1996. Mientras tanto el gasto total del sector público en 1990 fue de
23.7% y en 1995 de 29.9% cuando se observa la escasa
participación de la inversión pública colombiana, frente a los gastos totales
del gobierno y la forma como diversas leyes sectoriales comprometen recursos de
inversión, queda claro el estrecho margen de movilidad en la asignación de
prioridades con que éste cuenta. Ha venido disminuyendo en los últimos años por
la disminución porcentual de los pagos de inversión frente a aumentos
importantes en funcionamiento y pago de la deuda.[16]
En los noventa, a Colombia
le llegó también mucho capital, el sector privado aumentó su endeudamiento
externo profusamente, pero en vez de acomodarlo con menor gasto público, los
gobiernos de turno decidieron acompañarlo con una expansión significativa que no
tardó en ahogar la expansión de la economía. Un aumento significativo de
impuestos, de cerca del 4% del PIB, no bastó para financiar la expansión del
gasto público y se recurrió al endeudamiento público doméstico y externo que
financió mucha nómina improductiva y proyectos de inversión muy grandes al lado
de concesiones también grandes para obras públicas emprendidas por el sector
privado.
Los recursos tributarios y
crediticios extraídos del sector privado para financiar la expansión del sector
público condujeron seguramente a una baja de su rentabilidad. Como puede
deducirse de lo anterior, por el sólo hecho de prácticamente duplicar el tamaño
del gobierno central colombiano en esta década va muy en contravía del
neoliberalismo cuyo lema fundamental, como se recuerda, es la reducción del
Estado, que se justifica para disminuir su poder sobre individuos y empresas y
para restaurar la rentabilidad privada y el crecimiento.
Ocurre que sí,
que en alguna medida “desafortunada”, ha resultado posible desde comienzos de
los 90’s “postergar” buena parte del ajuste fiscal estructural. Sin entrar en
los detalles, el resumen es el siguiente. Recursos no tributarios y
transferencias al gobierno central desde distintas fuentes domésticas y externas
le han permitido a los gobiernos de los últimos 10 años “comprar tiempo”,
mientras de buena fe, buscan controlar el nivel del gasto, mejorar las
condiciones en que este se ejecuta y aumentar la inversión social en bienes
públicos.
¿Porque
preocuparse tanto con el déficit fiscal? Después de todo, podría decirse que
Colombia no parece haber vivido la “tragedia fiscal” que tanto le han anunciado
los economistas. Se podría argumentar que el pesimismo fiscal ha estado
exagerando. Y el castigo aquel que lo predijo era que sus profecías no fueran
atendidas. Pero el castigo más costoso socialmente es que ellas lleguen a
cumplirse.
Frente a estos
planteamientos mi respuesta es que la caída del producto, del empleo y la
pérdida del bienestar social, que vivió el país a fines de los 90’s constituyo
precisamente la crisis económica anunciada por los encargados del estudio de la
política económica. Ella fue causada por los desequilibrios fiscales sobre los
cuales se advertía desde mediados de la pasada década.
La caída del
producto y del desempleo fue parte del ajuste fiscal. Fue el proceso imperativo
y desordenado de un ajuste dictado por los mercados lo que obligo a gastar menos
y finalmente redujo el ingreso real de todos los colombianos. Esto ya nos
ocurrió, solo que el gatillo y el mecanismo transmisor del déficit fiscal no fue
la inflación, ni la devaluación explosiva y fuera de control, ni el tipo de
crisis que el país había conocido en el pasado. Pero claro que hubo ajuste así
hubiese sido desordenado e incompleto. “Una recesión es una corrección”, como
bien lo resumió el doctor Juan Carlos Echeverry (2002, p.43). Ocurrió
principalmente por la vía de las tasas de interés. Como recordarán, estas
llegaron a fines de 1998 a niveles del 20% en términos reales.[17]
En todas
partes los programas de estabilización de precios y de apertura de las economías
fueron bienvenidos y obtuvieron un fuerte apoyo político. El centralismo fue
visto como madre de toda la ineficiencia del gobierno y se propició una
devolución de poder para los gobiernos regionales y municipales. La crisis de la
deuda de los ochenta obligó a muchos países a practicar políticas contrarias a
las acostumbradas como de estabilización de precios, apertura comercial y a una
profunda reestructuración del Estado.
Aunque ha
habido defensores del modelo neoliberal centrado en un funcionamiento mas libre
del mercado y una mayor dependencia de las exportaciones, tal tipo de estrategia
solo se ve reflejada parcialmente en la política economía colombiana.
El manejo de la política
fiscal Colombiana se caracterizo por la relajación o expansión en un periodo
presidencial y luego la austeridad y contracción en el siguiente, reflejando así
años de rápida expansión seguidos por años de crecimiento económico
relativamente lento. Por otra parte los ingresos fiscales dependieron muchas
veces del auge y colapso de las exportaciones, por esta causa a través del
tiempo se trato de crear una base fiscal independiente del sector externo en
cuanto a las finanzas publicas de los municipios estas se basaban en impuestos
al consumo y en las bebidas y tabaco evidenciando un manejo centralizado de los
impuestos.
Además las
sucesivas reformas tributarias desde mediados del siglo no han logrado, del
todo, corregir los déficit estructurales sembrados en el país. Estas
experiencias permiten acuñar un principio de economía política positiva que
diría:
“Siempre será
menos difícil elevar los impuestos que reducir los gastos o cambiar el contexto
institucional dentro del cual estos se ejecutan.”
Esta es la
principal razón por la cual siempre acaba teniendo más peso la parte
Tributaria que
la de gastos en todos los procesos de ajuste que se han intentado.
Los ingresos
tributarios han venido sufriendo una importante transformación en los últimos
años. Las reformas tributarias, se han convertido en una respuesta reactiva al
aumento del gasto estatal; con ellas se enfrenta la coyuntura deficitaria del
momento, pero podemos afirmar que ninguna de ellas, ni el conjunto de las mismas
ha contribuido a dar soluciones estructurales al creciente déficit del gobierno
central. Los ingresos adicionales producidos por estas reformas han tenido un
carácter cíclico que no permite, en el mediano y largo plazo, financiar los
gastos que por el contrario si son recurrentes o fijos.
Los gobiernos
han consolidado la costumbre de alterar las normas tributarias al compás de las
recurrentes crisis fiscales. No obstante, estas medidas no apuntan a crear un
sistema tributario coherente, flexible y estable, sino a superar en problema
fiscal del corto plazo. Parece ser mucho más difícil afectar un interés
particular, vía el recorte de gasto público, que cargar a la sociedad en su
conjunto el financiamiento del déficit público[18].
Por ejemplo, si
al ciudadano en general se le dice que hay que bajar el nivel del gasto o
desmejorar la calidad de su resultado, digamos en educación básica, muchos van a
pensar que sus hijos saldrán perdiendo. Esa es la información que también les
llega desde los “rent-seekers” (cazadores de rentas para la corriente del Public
Choice) del sector educativo. Lo que ese ciudadano no sabe es que ya están
perdiendo pues el sistema de financiar principalmente la oferta o los
intermediarios establecen incentivos que no favorecen la efectividad del gasto.
Mientras que un gasto que financie al lado de la demanda, es decir, a los
usuarios, sí tiende a generar mejores resultados en términos de lo que importa:
mejorar la equidad. Por otra parte, quienes han logrado “capturar” los gastos
adicionales, los llamados “rent-seekers” del sector público, se van a encargar
de defender, lo cual es perfectamente legitimo, sus intereses de grupo.
Aunque los
equipos técnicos y en general los Ministros de Hacienda saben bien que no se
deben endeudar para pagar interés o gasto corriente, al final les toca hacerlo
pues sus solicitudes de apoyo político para bajar el gasto y cambiar sus
incentivos no recibe suficiente apoyo político ni en el Congreso ni en la
opinión pública.
También hay que
señalar la estrecha relación entre la forma de financiar el déficit fiscal y los
resultados macroeconómicos. Un estudio realizado a través de un modelo
econométrico y una simulación de las ecuaciones estimadas de demanda de
portafolio muestra como el déficit fiscal financiado
monetariamente
y con deuda interna se traduce en inflación y como afecta la tasa de interés
real. Un incremento en el déficit fiscal de aproximadamente el 1% del PIB,
financiado con deuda se traduce en un incremento de la tasa de interés real de 3
a 5 por ciento; por otra parte, un déficit del mismo tamaño, financiado
monetariamente, se traduce en 15 puntos porcentuales adicionales de inflación.
En cuanto a la relación entre el déficit fiscal financiado externamente y la
tasa de cambio real, se encontró evidencia de que buena parte de las variaciones
de la tasa real de cambio durante 1957-1987 se pueden atribuir a la política
fiscal. La reducción en el déficit fiscal y la sustitución de financiamiento
externo por domestico explica la mayor parte de la mejoría de la balanza
comercial en los ochenta, así como la devaluación real de la moneda[19].
Hay ciertas
políticas públicas que poco han cambiado en los últimos años. Por lo general se
sigue creyendo que más gasto social es la ruta para reducir la pobreza y para
mejorar la equidad. Se sigue actuando como si una infraestructura física que
integre los mercados internos y facilite el acceso a los externos no fuese una
de las prioridades más altas del país.
Como se cree
que solo más gasto es la ruta hacia la equidad y hacia la igualdad de
oportunidades, se gasta por encima de los niveles sostenibles. De esta manera
quedan muy pocos recursos para construir el capital de comunicaciones, de
transporte, de investigación tecnológica y científica, de infraestructura urbana
y rural, y de protección del medio ambiente. Este capital es indispensable para
reducir la pobreza y mejorar la distribución del ingreso.
La
fragmentación del sector público es uno de los problemas más subestimados y que
más altos costos ha significado al país. A pesar de muchos esfuerzos y
recomendaciones todavía falta mucho recorrido para que la noción de un sector
público integrado sea la “unidad de análisis” del diseño, ejecución y
seguimiento de la política económica. Bajo la práctica de una política fiscal
fragmentada el sector público es visto como la suma de unas “cajas
independientes” y muchas decisiones son tomadas como si se tratase de procesos
aislados.
Durante los
últimos 20 años Colombia ha podido sortear varias difíciles coyunturas fiscales
y cambiarias y ha realizado encomiables intentos de reforma estructural para
cumplir con el indispensable requisito de tener un entorno macroeconómico
estable. Pero no ha tenido éxito del todo. Ha conjurado crisis pero no ha
logrado finalmente cambiar las condiciones institucionales que generan esas
crisis.
La principal
razón para ello es que no le ha sido posible consolidar un amplio acuerdo
político que excluya el desequilibrio fiscal como una opción para los actores
públicos y privados. El marco de incentivos reales ha favorecido la explotación
del “commons” público sin mayor riesgo político en el corto plazo. El ciclo
político lo ha permitido o facilitado[20].
No obstante la
visión del déficit público no puede llegar al simplismo de afirmar que unas
finanzas públicas sólo son sanas cuando el déficit no existe. Por el contrario,
puede decirse que un país como Colombia, con necesidades enormes en todos los
campos puede optar por la opción de financiar con déficit inversiones que le
permitirán mejorar sus condiciones de desarrollo. En particular, lo que la
literatura económica identifica como “Inversiones en Formación Bruta de
Capital”. Es decir, se puede financiar con déficit la construcción de
carreteras, infraestructura energética, acueductos, salud, educación, proyectos
industriales o agrícolas, que hacia el futuro mejoraran la capacidad productiva
del país, con lo cual los superávits futuros compensaran el déficit presente. El
otro extremo se presenta cuando con éstos recursos no se esta financiando
formación bruta de capital, sino gastos de funcionamiento o recurrentes, con lo
cual se estará en un circulo vicioso que de ninguna forma le permitirá a la
sociedad superar sus condiciones de desarrollo. Por ello es de suma importancia
analizar el tipo de gasto que se esta financiado con el déficit, y cuales son
las condiciones futuras de dichas erogaciones.[21]
De otra parte,
el país ya ha hecho importantes avances en la búsqueda de la regla
macro-institucional. En primer lugar, la autonomía del Banco de la República ya
es un pilar estratégico para este propósito. En segundo lugar, los trabajos del
CONFIS de los últimos años y todo el ejercicio de la programación macroeconómica
es otro avance ya bastante elaborado. Por último, y con un papel crítico, ésta
el DNP, entidad que siempre ha tenido presente en la elaboración de los Planes
de Desarrollo que estos deben ser consistentes con una programación
macroeconómica y fiscal que sea sostenible. Por otra parte, desde fines del 2002
se ha venido liderando un proceso de reforma del sector público; algunas veces
con decisiones en materia social que afectan al pueblo como liquidación y
privatización de hospitales pero con otras que resultan económicamente viables
para el país como la erradicación de las mesada 14 para los políticos .
En términos de
libertad política ha habido también un marcado deterioro al ritmo de una
creciente guerra civil, que no tiene por qué calmarse con la generosidad del
gobierno central a los tradicionales grupos que lo apoyan o compartiéndolas con
los nuevos grupos insurgentes. La paz requiere mucho más que eso.
Los
economistas jóvenes entrenados en países anglosajones y en Alemania, centrados
en el Banco de la República y Planeación Nacional, han hecho un extenso trabajo
en las áreas de los costos de la inflación, de la macroeconomía de la economía
abierta y en las mediciones de la eficiencia tanto sistémica como el de algunas
instituciones. Todo ello ha confluido a una crítica fuerte de las actuaciones de
las políticas intervencionistas en lo que toca a los profundos desequilibrios
macroeconómicos que genera, con déficit paralelo en las cuentas externas y
fiscales del país y a la pérdida de productividad que entraña la mediocre
administración de crecientes recursos públicos y la corrupción que la acompaña.
Un breve
examen del estado como de la política nos da como resultado que la estabilidad
ha provenido del monopolio del liberalismo y el conservatismo han ejercido sobre
las instituciones de gobierno y sobre los mecanismo de control social, esta
situación ocasiono la apatía política de los colombianos y el desarrollo de las
"clientelas" como fuente de votos.
La importancia
de las políticas económicas en el bienestar social ha ocasionado tanto la
impresionante miseria en que viven miles de colombianos como la relativa
estabilidad de la clase media y la generación de fortunas medianamente
importantes en Latinoamérica.
La situación
de gran ambivalencia de los partidos políticos tradicionales y su relación con
el manejo de las políticas económicas se deben terminar pues solo han
profundizado la apatía ciudadana respecto a la democracia y la progresiva
perdida de legitimidad de las instituciones de gobierno frente a la ciudadanía.
De esta forma,
cuando se afirma que la crisis fiscal del país, en parte, está explicada por una
crisis de gobernabilidad, nos referimos no sólo a la función meramente Estatal,
sino también a su interacción con la sociedad. Por ello, la actual situación no
es producto de la gestión de un solo gobierno, ni de decisiones tomadas de forma
precipitada, o de la crisis política del actual presidente (ataque de la
oposición), es más bien resultado de un lento proceso en el cual los márgenes de
gobernabilidad del presupuesto han venido estrechándose.
La década que
ahora se vive plantea nuevos e importantes retos. Los grados de libertad en el
manejo fiscal se ven seriamente acotados por las prioridades definidas para el
manejo económico de los próximos años: reducción de la inflación, apertura
económica (TLC) y fortalecimiento de la inversión privada.
El problema del
narcotráfico, el terrorismo, la deuda externa, un alto desempleo, crisis
progresiva del sector industrial y comercial, además del profundo deterioro de
las condiciones de vida en las clases media y baja, y en los sectores tanto
rurales como urbanos. Evidencian que Colombia es hoy un país que necesita una
urgente reforma de su sistema político en el sentido no solo de adecuar sus
instituciones a las necesidades sino, mucho mas importante, en preguntarse la
nueva participación o intervención que debe tomar el Estado para lograr
estabilizar y moderar la vida económica del país, una intervención cautelosa,
que aprenda de los errores cometidos y entre en un juego multifactorial de
variables,
realizar una
discusión pública y aumentar los niveles de información de la sociedad sobre los
temas presupuéstales y fiscales, parece ser un camino idóneo para comenzar a
eliminar la apatía de la población.
Pues los problemas de tipo
estructural tales como la pobreza y la violencia no se deben dejar en manos del
mercado.
[1]
Mejia Pavony,
German; Historia de Colombia contemporánea, la revolución en marcha Pág. 166
[2]
El cual era un
tipo de programa de gobierno el cual identificaba los alcances de las
reformas que se intentaba llevar a cabo.
[3]
Departamento nacional de planeación: calidad y eficiencia, el reto de la
política social.
[4]
Caballero, César A. ;Gobernabilidad y Finanzas Públicas en Colombia
[5]
Se
habla de “problemas de acción colectiva” para abordar situaciones en las que
hay un conflicto entre los incentivos, los intereses individuales y el
bienestar colectivo de una institución u organización.
Ver Ostrom
Elionor y Walter James (1997, p.69), “Neither Markets nor States”,
Perspectives on Public Choice Theory: A Handbook”, editado
por
Dennis C. Mueller, Cambridge University Press.
[6]
Wiesner
Eduardo, “El Origen Político del Desequilibrio Fiscal Colombiano”,
Memoria de Hacienda, 1981-1982, página 88, publicado por el Banco de la
República.
[7]
Mejia Pavony,
German; Historia de Colombia contemporánea, la revolución en marcha
Pág. 170
[8]
Echevarria
Olozaga, Hernán; Macroeconomía y partido Liberal. 1994
[9]
Ocampo, José Antonio; Historia Económica de Colombia Cáp. VII Pág. 261-262
[10]
Ibíd., Cáp. VII Pág. 265
[11]
Ibíd., Cáp. VII Pág. 267-268
[12]
Bernal, Joaquín ; La política fiscal en los años ochenta, Ensayos sobre
política económica ESPE, 1991
[13]
García, Jorge; Guterman, Lia. Medición del déficit
del sector público Colombiano y su financiación: 1950-1986 Revista ESPE,
No. 14, Art 05, Diciembre de 1988.
[14]
Bernal, Joaquín ; La política fiscal en los años ochenta, Ensayos sobre
política económica ESPE, 1991
[15]
Kalmanovitz, Salomón. (2002). Instituciones y desarrollo económico en
Colombia. Bogotá: Editorial Norma.
[16]
Caballero,
César; Gobernabilidad y Finanzas Públicas en Colombia
[17]
Wiesner
Eduardo, “El Origen Político del Desequilibrio Fiscal Colombiano”,
Memoria de Hacienda, 1981-1982, página 88, publicado por el Banco de la
República. 1982
[18]
Caballero,
César; Gobernabilidad y Finanzas Públicas en Colombia
[19]
Easterly,
William; La macroeconomía del déficit del sector publico: el caso de
Colombia Revista ESPE, No. 20, Art 04, diciembre de 1991
[20]
Wiesner
Eduardo (1982), “El Origen Político del Desequilibrio Fiscal Colombiano”,
Memoria de Hacienda, 1981-1982, página 88, publicado por el Banco de la
República.
[21]
Caballero,
César; Gobernabilidad y Finanzas Públicas en Colombia
RESUMEN: A través del tiempo se ha podido observar como el intervencionismo ha
estado presente en la política y economía, de Colombia aun en el siglo XXI la
intervención estatal es tema de todos los días y para nadie es un secreto que el
caso colombiano, muestra una distancia grande del modelo neoliberal, mientras
sus problemas lo acercan a los dilemas y sin salidas del intervencionismo. Se
realizará un análisis de la intervención economía posterior a la crisis de los
30, el manejo presidencial de las finanzas públicas por razones coyunturales
teniendo presente la importancia de los factores políticos e institucionales en
la determinación del déficit fiscal del país. Aspirando a encontrar que detrás
de los desequilibrios fiscales en nuestro país existen "problemas de acción
colectiva", y de intervencionismo estatal, Se espera concluir que la corrección
fiscal estructural y la sostenibilidad de la deuda pública van a depender más de
como se logre actuar sobre factores institucionales y políticos que de la
insistencia normativa sobre la conveniencia de reducir el déficit fiscal.
PALABRAS CLAVES: Déficit Fiscal, Gobernabilidad, Finanzas Públicas,
Intervencionismo, Public Choice y Política.