Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Jesús Nicanor Molina Molina
jesusnicanormolina@hotmail.com
Corporación Universitaria de la Costa en
Barranquilla, Colombia
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Molina Molina, J.N. (2006) "El TLC Estados Unidos-Colombia: acuerdo estratégico contra las drogas" en Observatorio de la Economía Latinoamericana, número 54. Texto completo en www.eumed.net/cursecon/ecolat/la/
Palabras Clave:
Atpdea, AUC, Bush, Centroamérica, Colombia, Chile, Drogas, ELN, Estados Unidos,
Latinoamérica, México, Narcotráfico, Perú, Rumsfeld, TLC, Uribe, Vargo, Walters.
En una época en que se acentúa la globalización, los procesos aperturistas y los
tratados bilaterales de comercio, Colombia está a un paso de firmar el TLC con
los Estados Unidos, país que ya ha firmado similares acuerdos con Canadá,
México, Centroamérica, y Chile en el continente americano. De ahí la importancia
para llevar a feliz término las negociaciones buscando inclinar la balanza a
favor del país andino. Uribe y su equipo de negociaciones deben subrayar la
importancia del TLC no sólo para Colombia sino en especial para los
norteamericanos.
El estancamiento de las negociaciones de libre comercio entre Colombia y Estados
Unidos presenta un nuevo escenario para los interesados, exhibiéndose opiniones,
especialmente, de parte del empresariado del país andino de la inconveniencia
del retraso de los temas claves: sector agrícola y propiedad intelectual. Se ha
llamado a otra ronda, en el mes de diciembre, para poder destrabar dichos temas
y así llegar a un acuerdo antes de la temporada electoral en los países
mencionados. Colombia tiene un as bajo la manga y el Presidente Uribe debe
sacarla a relucir en esta última etapa, aunque debió mostrar sus cartas incluso
antes de iniciar las rondas de negociación. Colombia es el principal socio de
Norteamérica en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo en
Latinoamérica. Según John Walters, zar antidrogas de Estados Unidos, “entre
febrero y septiembre de este año se originó un incremento del 19% en el precio
de la cocaína y una reducción del 15% en la calidad de la misma” mostrando
resultados la guerra que enfrentan las autoridades “cafeteras” con apoyo de los
gringos. Si el TLC se retrasa hasta mediados del 2007 o incluso no se llega a
firmar, en el peor de los casos, y con la convicción de no renovar las
preferencias del Atpdea, los empresarios colombianos estarán en desventaja
evidente frente a países como Chile, Perú y los centroamericanos que ya tienen
un TLC asegurado con EU. Algunos de los sectores que se pueden ver seriamente
afectados son las confecciones, textiles y floricultura, que pueden llega a
generar más de 300.000 empleos.
Por otro lado, con cerca de 13.000 integrantes de la AUC desmovilizados y en
busca de oportunidades y con la guerrilla del ELN mostrando deseos de diálogos
exploratorios, la economía colombiana debe empezar a impulsar fuentes de empleo
alternativos para los posibles excombatientes de la guerra y motivar la
Inversión Extranjera Directa como parte de un proceso de recuperación económica
para evitar que los componentes de estos grupos se desvíen a otras actividades
ilícitas como el narcotráfico en busca de su sustento. Además con los
antecedentes de la economía colombiana plagada de ilícitos, recuérdese que en la
década perdida de Latinoamérica (80´s), Colombia fue el único país que no
renegoció su deuda externa y creció, a diferencia de los demás, basado en una
economía ficticia asentada en el negocio de las drogas.
Estos son los argumentos que debería esgrimir Uribe a su similar de Estados
Unidos para advertirle que el TLC más que una negociación comercial es un
Acuerdo Estratégico Contra las Drogas (AECOD), donde el país del norte realmente
no tiene mucho que perder (las exportaciones colombianas equivalen al 0.01% del
universo comercial norteamericano, es decir, casi nada), en cambio sí tienen
mucho que ganar al garantizarles trabajo a miles de campesinos, obreros, mujeres
cabeza de familia, víctimas de la guerra e incluso pudiendo abrir la puerta para
que los desmovilizados no retornen a delinquir, generándoles fuentes de ingresos
seguros y lícitos.
Por lo tanto se debe mostrar al TLC como una herramienta más, un AECOD, que
consolide la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, tema esgrimido
siempre por Bush y Rumsfeld ante el congreso para obtener ayuda económica con
miras a evitar la expansión de los grupos terroristas y, por supuesto, del
negocio de las drogas que tanto afecta a los norteamericanos. Buscando, además,
la flexibilización de la postura de los negociadores encabezados por Regina
Vargo, mirando a Colombia con una óptica muy distinta con la que se vio a
México, Chile y Centroamérica. Si el TLC termina siendo desfavorable para
Colombia y en unos cuantos años (3 ó 5) los americanos logran colocar todos sus
productos agrícolas subsidiados y demás productos industriales en el país, no
sólo competirán a precios muchos más baratos sino que, en una victoria pírrica,
lograrán arrasar sectores claves para la economía lo que incentivaría que los
desempleados que ya hoy bordean el 10%, sin contar los subempleados, respondan
ante el instinto de supervivencia y se dediquen a cultivar cientos de miles de
hectáreas de coca y amapola, haciendo que de nada sirvan las metas conseguidas
hasta ahora en la lucha con las drogas, disminuyendo su precio, mejorando su
calidad y por qué no, incentivando la conformación de carteles como en los
mejores años del narcotráfico en Colombia. Por lo tanto se debe exponer que, en
definitiva, el TLC, en el largo plazo, es más conveniente para los
estadounidenses que para Colombia.