Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
VALORES COLOMBIANOS: SER Y DEBER SER
Guillermo Hoyos
Camilo Herrera Mora
Presidente de Raddar
camiloherrera@raddar.net
La pregunta que nos guía en este capítulo es si lo moral se puede y se debe enseñar, lo cual nos lleva a preguntarnos qué entendemos por valores y qué tipo de valor es la moral y nos obliga a explicitar cómo y para qué pensamos que deba enseñarse lo que llamamos moral. Esta problemática se ha enmarcado en la actividad pedagógica de educación en valores .
La educación en valores orientada por la formación moral debe responder al problema común más importante del mundo: el logro de la paz ó la extinción de la guerra. En su clásico ensayo La paz perpetua, Kant defendía que era imposible la paz si ésta no se promovía a la vez en el interior de los Estados y entre los Estados mismos desde un punto de vista cosmopolita . Se trata de un deber ser propio del racionamiento filosófico, el cual se sostiene por más contrafáctico que se manifieste en contraste con la realidad descrita por los medios de comunicación, las ciencias sociales o por la historia.
En sus escritos sobre filosofía moral, política y del derecho Kant propone el camino hacía lo que parece utópico, para rescatar en la realidad el significado positivo del valor de la paz; se considera que tiene sentido, por más que la realidad sugiera lo contrario, proponernos la paz como posible y orientar teleológicamente todos nuestros esfuerzos hacia “la paz perpetuamente” .
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Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Hoyos y Herrera Mora: “Valores Colombianos: Ser y Deber Ser" en Observatorio de la Economía Latinoamericana, Nº 97, 2008. Texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/co/
Estos planteamientos nos permiten comprender en toda su radicalidad la sensibilidad moral expresada por la opinión pública mundial, cada vez con mayor fuerza, en situaciones conflictivas: se trata de crímenes abominables, dicen unos; son guerras injustas e ilegales, desproporcionadas, inútiles, opinan otros. Todos parecen saber ‘con toda razón’ que se está ‘experimentando’ con valores absolutamente delicados de los pueblos y de las ciudadanas y ciudadanos del mundo.
Por esta reflexión comprendemos que en la desigualdad y la falta de oportunidades surgen la mayoría de los conflictos, multiplicados por la actitud indiferente institucional.
Se presenta entonces la pregunta: ¿qué valores necesitamos para que nuestra moral responda a la búsqueda de la paz?
1.1. En el Principio eran los Valores
Los valores se nos dan antes que las normas morales; son más originarios en la sensibilidad moral que los principios éticos y su fuerza vinculante para la acción humana es más fuerte motivacionalmente que la de las obligaciones morales o jurídicas.
Al tener experiencia intencional de los valores vamos construyendo nuestra propia identidad en procesos de autoformación, a la vez que reconocemos no sólo la contingencia de dichos valores sino un sentido fundamental de trascendencia de los mismos: en el ámbito de los valores nos relacionamos social y culturalmente con los demás.
Se estima, con razón, que la así llamada pérdida de valores es el síntoma de una crisis contemporánea más compleja: desprestigio de las virtudes tradicionales, debilitamiento de la familia, violación de lo público en general, hechos de violencia, injusticias y desigualdad social, adicción a la droga, criminalidad, doble moral, corrupción. Todo ello parece acompañar también a la modernización, el neoliberalismo, la globalización, y parece manifestarse como consecuencia de una educación permisiva, de la pérdida de modelos de comportamiento, del sentido de la disciplina, de todo tipo de ideales en general.
El debate actual en torno a la pérdida del sentido de lo moral y de lo ético nos revela precisamente que algo característico de los valores es que ni se constituyen sólo racionalmente ni están a la libre disposición de quienes quisieran manipularlos indoctrinando clientelas, sino que son en cierta manera como una especie de ‘a priori’ que se nos da en cuanto actores en el mundo social, nos compromete, nos convence y puede vincular valorativamente a otros en el mismo sentido que a nosotros.
Podríamos, por tanto, afirmar que los valores no expresan deseos sino que indican qué deseos vale la pena realizar en la medida de nuestras posibilidades. Precisamente por lo que los valores se me dan en una experiencia personal de autoformación a la vez que en procesos de socialización, se hace necesario ahora considerar dos momentos o aspectos diferentes de la comunicación humana, gracias a la cual tengo valores y los sustento: el momento hermenéutico o de la comprensión de situaciones, culturas y valores, y el momento discursivo o de la argumentación, que me permite pasar de la mera comprensión de situaciones a pretensiones de verdad, corrección y veracidad de proposiciones con sentido. Este segundo momento nos permitirá distinguir mejor entre valores y normas morales y jurídicas .
De esta forma el diálogo está en el corazón de la acción comunicativa. A partir de la tolerancia nos permite relacionarnos con el otro y con otras culturas para comprenderlas. El diálogo es la clave de toda hermenéutica. Pero también el diálogo es propedéutica para toda argumentación, por cuanto es en él donde se justifican razones y motivos en búsqueda de lo verdadero, lo correcto y lo veraz.
Esto constituye al diálogo en cuanto clave de las estructuras comunicacionales del actuar humano, es decir, del sentido básico de la pragmática universal, en el valor fundamental. En él y a través de él se constituyen los demás valores en la relación entre lo privado (competencia comunicacional) y lo público (detrascendentalización de la razón)
1.2.1. Valores de Interacción Social y Económica
Estos valores pueden ser ampliamente listados y detalladamente tipificados, más no son todos ellos los que más aportan en la construcción de una moral para la paz y de una ética para una ciudadanía democrática, crítica frente a la fetichización de la democracia liberal.
Dicha moral requiere un acervo básico de valores de interacción, de relación, que sean dados cotidianamente como soporte de la estructura de la personalidad ciudadana misma. El sujeto participa como mínimo en dos tipos de interacciones: sociales y económicas.
Las interacciones sociales son aquellas en las que la persona debe interactuar con otros bajo el marco de una serie de filtros y códigos culturales. Estos son fundamentalmente los siguientes:
La Fe Religiosa, un valor de referencia externa sobre la creencia en uno o más dioses y demonios, en un dogma, en una institución y en unos parámetros sociales. La fe está muy relacionada con la esperanza, con el sentido del bien y el mal y con la conciencia, que es la herramienta imaginaria social más sólida e importante.
La Generosidad, un valor de justicia. Hace referencia al equilibrio que una persona puede causar entre una situación favorecida y una contraria. La generosidad puede verse como un derecho que tiene la persona de interferir en la cotidianidad del otro para ayudarlo.
La Obediencia, un valor de referencia vertical. El ser obediente está ampliamente vinculado a la forma de relacionarse con otros considerados por la sociedad como “superiores”, bien sea por conocimiento, posición o delegación de responsabilidad.
La Tolerancia, un valor de interacción. Permite que las personas puedan comunicarse y convivir pese a sus diferencias más sin extraerse de las mismas. Este valor exige el diálogo entre personas para establecer las diferencias y establecer de manera mutua o unilateral las normas de interacción.
La Imaginación, un valor de creatividad. La imaginación es don otorgado por lo padres a sus hijos al comprender sus capacidades y al brindarles las herramientas y la libertad requerida para aprender. Este valor es proactivo y permite a la persona improvisar en cualquier circunstancia bajo un marco de normas establecidas.
Las interacciones económicas son aquellas que le permiten al sujeto ser parte activa y productiva del modelo económico reinante. Sus valores principales son los siguientes:
El Ahorro que es un valor de previsión. Sacrificar necesidades y deseos del hoy para situaciones posteriores impredecibles es una condición de alta racionalidad y de gran acierto, ya que facilita la movilidad social y se transforma en una forma muy sólida de protección.
La Determinación y la Perseverancia que son valores de constancia. Estos valores permiten que la persona se enfrente a situaciones adversas y logre superarlas si las considera como un objetivo dentro de su concepción de logros. Si la personas no tiene estos valores no deseará mejorar o ayudar a los demás.
El Trabajo como un valor formador. Este valor es fundamental como agente de formación y transformación de las personas. Si bien el deseo de una vida en libertad de responsabilidades económicas, el arte y el oficio son necesarios para el descubrimiento de las capacidades de cada sujeto y el mejor camino de aprovechar las oportunidades para mejorar.
La Responsabilidad que es un valor de vínculo. La delegación de logros en una persona es muy importante ya que vincula permanentemente a su estado de conciencia, a su definición de bien y mal, de correcto e incorrecto. El cumplir con una obligación esta ligado a los vínculos de las personas.
La Independencia como valor de libertad. El ser independiente permite actuar a la persona bajo su propia definición de lo correcto más es guiado por condiciones recibidas a priori y su propia experimentación y vivencia.
Estos 10 valores de interacción se presentan con el mínimo común en todo tipo de sociedades, y al ser establecidos como un parámetro que se debe seguir o como un deber ser, han causado un impacto en su desarrollo.
1.3. Valores y Desarrollo
Algunos se preguntan con algún asombro por qué las economías crecen. Esta pregunta ha desvelado a un sin número de investigadores que han dedicado sus vidas a responderla desde por lo menos tres ángulos clásicos de comprensión diferentes y uno novedoso y contemporáneo:
El primer enfoque se refiere a la necesidad de crecimiento de la economía, tesis sustentada sobre todo por Malthus [1.798] y Solow [1.956] . El primero argumentó con gran simpleza la necesidad del crecimiento económico dentro del marco del crecimiento poblacional, sosteniendo que a medida que crecía la población debía crecer el ingreso para mantener por lo menos un nivel de vida estable. El segundo modeló bajo dos ejes principales: los factores de producción y la productividad de los mismos. Estos ejercicios tienen en común que disponen al agente económico como centro del modelo y las dinámicas poblaciones como factores fundamentales para el desarrollo. En la gráfica de ingreso per cápita ajustado esto es ampliamente claro ya que se diferencian los países que han logrado un alto desarrollo y aquellos que sean quedado atrás.
El segundo enfoque se refiere a los estudios macroeconómicos, en los cuales, desde la postulación de la ecuación del ingreso, se replantean los factores de producción en sus usos de consumo. En este sentido el trabajo de Keynes [1.936] es muy importante en cuanto al planteamiento de la posibilidad de los desequilibrios fiscales como medida contracíclica del consumo privado y un rezago de inversión. Esta posibilidad de déficit busca causar una mejor resdistribución de ingreso dadas las brechas existentes en cada una de los mercados, en este sentido el gráfico sobre el Coeficiente de Gini muestra el claro éxito de las economías del bienestar.
El tercer enfoque se refiere al comercio internacional, que desde Ricardo [1.814] se ha planteado como el uso eficiente de las ventajas comparativas y competitivas de cada economía, mejor expuesto en Toffler [1.985] , donde se denota que cada país tiene mejores oportunidades según su especialización y nivel de libertad económica. El gráfico del índice de libertad económica de la Heritage Fundation nos permite ver que entre más libre es la economía de mercado su población se verá beneficiada.
Pese a este esfuerzo de investigación es claro que aún existe una gran brecha entre el crecimiento y el desarrollo, entendidos éstos como el crecimiento del ingreso y la justa repartición del mismo, respectivamente.
Desafortunadamente la concentración de riqueza dentro de los países ha llevado a que el debate se torne político y con un tono popular ante la innegable necesidad de las personas de tener oportunidades e igualdades. En este punto y como ya lo anotaba Marx [1.877] , se presentan las imperfecciones del modelo de libre mercado como la intergeneracionalidad del capital, las normas imperfectas y las fallas de la plusvalía.
Pero estas relaciones aún no han sido suficientes para demostrar las causas del desarrollo y por esto surgen en la sociología nuevas tendencias de estudio sobre las variables no tradicionales para evaluar el sentido del desarrollo como se aprecia en la gráfica del nivel de desarrollo humano . Entre todas ellas quizá la más significativa hoy es sin duda alguna la propuesta de Amartya Sen de comprender el desarrollo como libertad y como fomento de la democracia .
De ahí que gran parte de su trabajo esté dirigida a cuestionar la evaluación de la calidad de vida (más que sólo del nivel de vida) en base a los tres enfoques que estuvieron (o están aún) en boga en este campo: el que lo realiza sobre la base de las mercancías que posee y usa la gente (considerando su nivel y su distribución entre las personas), el que lo determina a partir de la "utilidad" (como la entienden los neoclásicos y que califica de 'métrica del placer') que otorgan los bienes y servicios, y que finalmente también se sustenta en indicadores cuantitativos de las mercancías a que acceden las personas.
Desde este innovador paradigma, los seres humanos son analizados en su rol dual, ya no sólo como medios primarios de toda la producción, perspectiva tradicional de los estudios del desarrollo económico, sino como agentes, beneficiarios y adjudicatarios del progreso.
De donde se "sostiene que el proceso de desarrollo económico se debe concebir como la expansión de las 'capacidades' de la gente. Este enfoque se centra en lo que la gente puede hacer y el desarrollo se ve como un proceso de emancipación de la obligada necesidad de 'vivir menos o ser menos'" (1983).
En el esquema que platearemos aquí -para facilitarle el seguimiento al lector- podríamos, a manera de síntesis, establecer la siguiente cadena de conceptos que se condicionan mutuamente (debiéndose tener presente que unos pueden englobar o ser precondiciones de otros) aunque no necesariamente uno lleva al siguiente (a modo de referencia se incluyen los términos originales en inglés).
Dotaciones - Derechos - Capacidades - Realizaciones - Calidad de Vida
ó
Endowments - Entitlements - Capabilities - Functionings - Quality of Life.
Para tal efecto, Sen inicia su estudio con el concepto de endowments, que denominaremos dotaciones de aquí en adelante, definidas como el conjunto de posesiones o propiedades iniciales con que cuenta una persona (o familia), tales como su fuerza de trabajo, tierras, herramientas, bienes, dinero.
Esa dotación de partida, la persona o familia la puede convertir en entitlements (derechos de uso o dominio de aquí en adelante) o conjuntos de canastas de mercancías sobre las que tiene comando o derecho de uso. Tal conversión se puede realizar por el autoconsumo de la familia o por un intercambio de las dotaciones iniciales con la naturaleza (producción) o con otras personas (a través del comercio, entendido éste como exchange entitlement por Sen). Realizado esto, el individuo tiene derechos o dominio sobre un subconjunto alternativo de canastas de mercancías que puede usar o consumir (como tal, se trata en términos microeconómicos, de un vector de dotación o de un conjunto presupuestal).
Esos derechos de uso - derivados en parte de las dotaciones- están amparados consuetudinariamente, sea legalmente, porque se trata de posesione privadas (aseguradas por el Estado y que pueden defenderse en las cortes), sea porque están legitimados socialmente (caso de bienes públicos o de subsidios o donaciones o por mecanismos de reciprocidad entre familias o por sistemas de distribución al interior de la familia).
Tales derechos o dominio, entendidos como el "conjunto de mercancías entre las que una persona puede elegir un subconjunto", permiten "relacionar el dominio real sobre bienes y servicios de una persona o familia con las reglas de los mismos en ese sistema y la posición real de la persona o familia en el sistema (por ejemplo: la propiedad o dotación iniciales). Esta forma de enfocar el problema contrasta con otras que evitan la cuestión del dominio, dando por hecho de una manera general la disponibilidad de los bienes para su distribución entre la población". En esta perspectiva, Sen demuestra -a manera de ilustración- que puede haber abundante disponibilidad de alimentos en una sociedad, sin que ello otorgue necesariamente el derecho de uso sobre ellos, con los que se pueden presentar - en aparente paradoja hambrunas masivas.
Más aún, y es aquí donde establece el nexo entre las personas y las particularidades de la sociedad en que desenvuelven, "que una persona sea capaz de ejercer dominio sobre la cantidad suficiente de alimentos para no morirse de hambre depende de la naturaleza del sistema de derechos que opere en la economía en cuestión y en la propia posición de la persona en esa sociedad. Si reflexionamos sobre esto vemos que es algo completamente obvio, pero millones de personas han muerto a causa de posiciones que ignoran el enfoque de los derechos y se concentran en cambio en variables tales como la oferta de alimentos por unidad de población. Incluso cuando la proporción total de alimentos para la población es alta, determinados grupos pueden morir por su falta de habilidad para ejercer dominio sobre una cantidad suficientes de alimentos. Ver el problema alimentario como en el enfoque malthusiano, en términos de la producción alimentaria o la oferta per cápita, puede ser un error mortal, literalmente hablando" (1983). Observamos en esto una primera importante de Sen, de gran utilidad para fines de política, como veremos más adelante.
Con ello llegamos a los términos centrales de Sen, cuando procede a distinguir entre las realizaciones ('functionings' es el término poco afortunado que utiliza el autor) y las capacidades ('capabilities', que quizás más fructíferamente podría traducirse como habilidades y potencialidades) de las personas. "Si la vida es percibida como un conjunto de 'haceres y seres' que son valorados, el ejercicio de evaluar la calidad de vida debe adoptar la forma de evaluación de estos funcionamientos y la capacidad de funcionar. Este ejercicio no puede realizarse centrándose simplemente en las mercancías y los ingresos que contribuyen a esos haceres y seres, como sucede en la contabilidad basada en mercancías para evaluar la calidad de vida (implicando una confusión entre medios y fines)"(1989).
Las realizaciones están referidas a las diferentes condiciones de vida que son (o pueden ser) alcanzadas por las personas, mientras que las capacidades son las habilidades para lograr algo y, más específicamente, son las oportunidades efectivas que posee la persona respecto al tipo de vida que se puede llevar.
De manera que se conceptue la vida humana como un conjunto de "haceres y seres" ("doings and beings = functionings"), que configuran las realizaciones, en que se relaciona la evaluación de la calidad de vida (concepto más amplio que el de nivel de vida en su acepción tradicional) con el logro de la 'capacidad de funcionar o realizar algo'. En ese proceso, algunas variables, como la educación y la salud, son determinantes directos de la capacidad humana, mientras que otras son instrumentales, tales como la promoción agrícola o la productividad industrial.
Por lo que, según este enfoque, se perciba "el desarrollo como una combinación de distintos procesos, más que la expansión de alguna magnitud aparentemente homogénea, tal como el ingreso real o la utilidad. Las cosas que la gente valora hacer o ser pueden ser muy diversas y las capacidades valorables varían de libertades tan elementales como estar libres de hambre o de subalimentación hasta habilidades tan complejas como las de alcanzar el autorespeto o la participación social" (1989).
Con estas conceptualizaciones -aparentemente confusas a primera vista- se recusa la visión de acuerdo a la cual la posesión de bienes y servicios sirve como criterio exclusivo para definir el nivel de vida (concepto estrecho) o de bienestar o calidad de vida (conceptos que incluyen las capacidades) de una persona, puesto que las posibilidades de transformación de bienes y servicios (a partir de los entitlements o derechos) a realizaciones varían de persona en persona, según sus capacidades. En ese sentido a la persona se la concibe en forma más dinámica y con un potencial propio, más que como un ente pasivo, que sólo recibe o consume o disfruta, como en las versiones económicas ortodoxas. En este aspecto se observa un avance respecto al paradigma de Max-Neef, ya que se consideran no sólo los logros, sino también y esencialmente las libertades de acción es decir, para Sen es la propia libertad la que importa y no los medios por los cuales es lograda.
Sen rastrea el origen de esta perspectiva hasta Aristóteles, pasando por Adam Smith , hasta llegar a Marx. Su argumento básico radica en concebir la calidad de vida en términos de actividades que se valoran en sí mismas y en la capacidad de alcanzar estas actividades. En ese caso se discute la importancia de las 'realizaciones' y de la 'capacidad de funcionar' como determinantes del bienestar. El éxito de la vida humana se observaría en términos del logro de las actividades humanas necesarias o realizaciones.
Si la vida se percibe como un conjunto de 'haceres y seres' (es decir, de realizaciones) que es valorado por sí mismo, el ejercicio dirigido a determinar la calidad de la vida adopta la forma de evaluar estas 'realizaciones' y la 'capacidad para funcionar'. A diferencia de los enfoques basados en el valor o bienestar que otorgarían las propias mercancías (en que se confunden medios y fines, y que Marx denominó 'fetichismo de la mercancía'), en este caso la calidad de vida se determinaría en apoyo a esos 'haceres y seres' (realizaciones) y en la capacidad o habilidad de la persona de lograrlos.
Los elementos constitutivos de la vida son vistos así como una combinación de varios tipos de 'realizaciones' (en que la persona es 'activa' y no 'pasiva'), tales como - entre las más elementales- la de escapar a la morbilidad y la mortalidad, estar bien alimentado, realizar movimientos usuales, etc., o - para ir a niveles más sofisticados- lograr el autorespeto, tomar parte de la vida en comunidad y aparecer en público sin vergüenza (en todas las sociedades se valora esto, pero el conjunto específico de mercancías necesarias para alcanzarlo, a través de "satisfactores", varía en tiempo y espacio).
En pocas palabras, la idea rectora de este enfoque consiste en que las 'realizaciones' son constitutivas del ser de una persona y una evaluación del bienestar de una persona tiene que adoptar la forma de una determinación de estos elementos constitutivos. Una 'realización' es equivalente al logro de una persona: lo que él o ella hace es, y toda 'realización' refleja una componente del estado (no solo anímico) de esa persona. La 'capacidad' de una persona es una noción derivada que refleja varias combinaciones de 'realizaciones' ('seres y haceres') que él o ella puede alcanzar. De ahí que la 'capacidad' refleje la libertad de la persona de elegir entre diferentes formas de vida. La motivación implícita- el énfasis en la libertad- está bien reflejada en la conocida frase de Marx, de acuerdo al cual lo que necesitamos es "reemplazar la dominación de las circunstancias y el azar sobre los individuos por la dominación de los individuos sobre el azar y las circunstancias".
El enfoque de las capacidades puede ser contrastado no sólo con los sistemas de evaluación basados en mercancías, sino también con el derivado del enfoque de la 'utilidad'. En éste, la noción de valor se centra básicamente (como en la teoría microeconómica o, incluso, en la "economía del bienestar") en la utilidad individual, que se define en términos de algún tipo de condición mental, tal como el placer, la felicidad o la satisfacción de deseos. Este proceder lleva a malentendidos en la medida en que no está en condiciones de reflejar el malestar o la privación real de una persona. Es así que, "en situaciones persistentes de privación, las víctimas no andan llorando todo el tiempo, y muy a menudo realizan grandes esfuerzos para derivar placeres de pequeñas compasiones o limosnas y reducir los deseos personales a proporciones modestas 'realistas'. La privación de la persona entonces, no podría reflejarse en absoluto en la métrica del placer, el logro de los deseos, etc., aún cuando él o ella pueda estar incapacitado de estar adecuadamente alimentado, decentemente vestido, mínimamente educado y así sucesivamente" (1989:45).
Su crítica central a estos planteamientos es que los "objetos de valor" no pueden ser tenencias de mercancías. Juzgadas incluso como medios, la utilidad de la perspectiva-mercancías está severamente comprometida por la variabilidad de la conversión de mercancías en capacidades. "Por ejemplo, el requerimiento de alimentos y nutrientes para la capacidad de estar bien alimentado puede variar sustantivamente de persona a persona, dependiendo de las tasas metabólicas, del tamaño del cuerpo, del sexo, del embarazo, de la edad, de las condiciones climáticas, de dolencias parasitarias y así sucesivamente" (1989:47).
Aplicado a los campos de la educación, la vivienda, la salud, etc., esto resulta aún más evidente. De ahí que el concepto de desarrollo no se pueda limitar únicamente a la consideración de tales medios materiales, sino que debería tomar en cuenta, sobre todo, las realizaciones ("capabilities") que cada persona o familia alcanza a partir de ellos.
Sabemos que el PBI apenas mide (parte de) la cantidad de los medios de vida o bienestar que poseen los individuos (y aún eso muy imperfectamente), pero ello nada dice de lo que la gente "extrae" de tales bienes y servicios, lo que hace con ellos y cómo ese proceder los enriquece en cuanto seres humanos, dados sus fines y características personales. Es en esta perspectiva que radica la fuerza del enfoque seniano.
Lo que le interesa no son únicamente las mercancías que sirven para lograr algo o lo que queremos lograr, sino especialmente el logro en sí mismo o incluso la libertad de lograr algo: "Los bienes primarios son medios para alcanzar libertades, mientras que las capacidades son expresiones de las libertades, mientras que las capacidades son expresiones de las libertades en sí mismas" (1989), por lo que "sólo los estados logrados son valorables en sí mismos, no las oportunidades, que son valuadas sólo como medios dirigidos a alcanzar el fin de estados valorables", en que incluso "la misma elección es una característica valiosa de la vida de una persona" .
Este enfoque abre la visión a varias perspectivas de gran valor para el tema que tenemos entre manos. De una parte, considera el hecho que las personas valoran la habilidad de realizar ciertas cosas y, de otra, la de alcanzar ciertos tipos de logros (tales como el de estar bien alimentados, librarse de la morbilidad evitable, ser capaz de movilizarse de un lugar a otro como deseen, etc.). Se enfatiza así el ser y hacer (y, por tanto, la libertad), más que el tener, de la persona humana. De manera que el bienestar de una persona dependería de una evaluación de sus realizaciones.
Con este tipo de enfoque se posibilitan nuevas vías para concebir y alentar el desarrollo cuando menos conceptualmente, percibiéndose que lo importante en tales procesos - más que sólo los medios materiales, las 'utilidades' o la satisfacción de 'necesidades básicas' - radica en la promoción de las capacidades, las realizaciones y los derechos de la persona humana.
Esta perspectiva ha llevado también a concentrarse en las características de las mercancías, más que sólo en sus cantidades, ya que aquéllas permiten- según cada persona- el desarrollo de las realizaciones individuales o familiares. Ciertamente que la materialización de tales 'realizaciones' no sólo depende de las mercancías que posee la persona en cuestión, sino que también es una función de la disponibilidad de bienes públicos y de la posibilidad de usar bienes privados proveídos gratuitamente por el estado o el sector privado. Tales logros (ser alfabeto, estar sano, estar bien alimentado) dependen obviamente, en importante medida, de las provisiones estatales de servicios de salud, educación, protección, etc., así como del segmento privado-social para plantearlo en términos de Quijano. De manera que, desde la perspectiva de este paradigma, se quiere llamar la atención sobre la importancia de hacer una evaluación del desarrollo en términos de las realizaciones logradas, más allá de la mera disponibilidad y uso de los medios (bienes y servicios) para tales "funcionamientos".
Expandiendo un poco al respecto de las características de las mercancías, en un sentido cualitativo, ello no podrá llevar a determinar hasta qué punto ciertas mercancías contribuyen realmente a cubrir satisfactores efectivos y, con ello, necesidades, puesto que más y más, en nuestro sistema económico se producen bienes y servicios- en el marco de la 'obsolescencia planificada' - que no contribuyen a ello (o que, incluso, tienden a deteriorar la calidad de vida). Lo que nos lleva a los satisfactores no-sinérgicos de Max-Neef.
Más aún, el análisis de las características de los bienes nos debería llevar también a un estudio de los beneficiarios en su producción por ejemplo, si una familia sustituye las tradicionales tejas por planchas de zinc para techar su casa ¿cuántos empleos e ingresos se pierden en su comunidad (por la quiebra de los dueños de los hornos) y cuántos se generan en las grandes fábricas de láminas? En añadidura, ¿la compra de láminas se efectiviza por el menor precio de éstas (que generalmente están subsidiadas) o por el prestigio que otorgan? Finalmente, ¿hasta qué punto la gente no llega a alcanzar el mínimo de subsistencia por asignar 'irracionalmente' el gasto en base a patrones culturales o por 'efecto de demostración'? Ver estudios de Inglaterra del siglo pasado, en que se demuestra que ciertas familias no alcanzan el nivel de subsistencia porque compran bienes "culturales". Y, más universalmente, "es tal la velocidad de producción y diversificación de los artefactos, que las personas aumentan su dependencia y crece su alienación a tal punto, que es cada vez más frecuente encontrar bienes económicos (artefactos) que ya no potencian la satisfacción de necesidad alguna, sino que se transforman en fines de sí mismo" (Max-Neef, Elizondo y Hopenhayn, 1986).
Con ello entramos a un último tema central en el enfoque de Sen, referido a los valores; es decir; lo que se evalúa como determinante del 'desarrollo' depende de la noción de las cosas que se considera valioso promover. Este tema presenta dos aspectos diferenciados, según Sen, a saber: a. Las personas difieren entre sí en cuanto a lo que valoran (valor- endogeneidad).
En cuanto al tema de la heterogeneidad de valores parecería ir in crescendo el consenso en torno a lo que se valora y cómo se lo valora.
Crecientemente se valora- al margen del indicador del PBI- la importancia de diversos aspectos inmateriales del bienestar, más allá de los puramente económicos. De ahí que se hayan incorporado otras variables, tales como las demográficas, de salud, etc. Para hacer la evaluación. Aún hay temas en debate, sin embargo, y el autor señala concluyendo que "sería ocioso pretender resolver las disputas sobre la importancia relativa de los diferentes tipos de funcionamiento sobre la base de argumentos científicos únicamente" (1989).
De otra parte, en lo que se refiere a la endogeneidad de los valores, esto sugiere otro problema difícil, relacionado con la dependencia de la función de evaluación en la cosa que está siendo evaluada. "El proceso de desarrollo puede contraer cambios en lo que se percibe como valioso y qué pesos deben asignarse a esos objetos. Hay implicados aquí complejos procesos filosóficos al juzgar condiciones cambiantes, cuando esos cambios contraen alteraciones en los valores que se asignan a esas condiciones" (ibid.:21-22). Aunque no posee una respuesta precisa a estas dos problemáticas, es válido partir del hecho que "el rol fundacional de los valores sólo puede ser ignorado en favor de una visión instrumental trivializando la base del concepto de desarrollo"(1989:23).
En conclusión, cuando hablemos del desarrollo en su nivel micro, incorporaremos el concepto de capacidades y realizaciones como elemento indispensable de la perspectiva alternativa que presentaremos más adelante, ya que ellas son expresiones de libertades (para escoger entre diversas opciones de vida), más que medios para alcanzar la libertad (caso de los bienes y servicios).
Ahora bien, para fines de política, esta perspectiva enriquece enormemente las propuestas, haciendo más eficaces las opciones. En la medida en que no sólo propugna una expansión de la masa de mercancías (por el lado de la oferta), que no es condición suficiente para el desarrollo, establece toda una cadena de espacios de acción, desde las dotaciones (en que la economía del desarrollo se detiene), pasando por los derechos, hasta llegar a las capacidades y realizaciones. Una perspectiva del desarrollo que no incorpore estos aspectos quedará trunca desde la partida. En tal sentido, cuando menos conceptualmente, Sen nos lleva buenos pasos adelante en esta materia.
1.3.1. Capacidades, Memes y Valores
La religión, la familia, el trabajo son imaginarios necesarios para el desarrollo, porque son éstos los que sujetan al agente al modelo y lo capacitan para interactuar y obtener los mejores resultados de sus acciones.
Es claro en los trabajos de Klipling [1.894] y Dogson[1.865] que el sujeto no puede interactuar en el escenario social sino se compromete con sus normas, lenguajes, símbolos y valores.
Sobre esto se realizó un análisis de la estructura de valores de 76 sociedades para explicar su relación con el desarrollo y el fenómeno de una estructura de valores deseable, que es claramente diferente a la moral pública o el bien común.
Es evidente que estos valores son ampliamente asimilables al concepto de Endowments de Sen, con la salvedad de ser estos intangibles pero transmisibles, reproducibles y “contagiables” como los memes.
Richard Dawkins, quien acuñó la palabra en su libro "El Gen Egoísta", define el “meme” como simplemente una unidad de información intelectual o cultural, que sobrevive mucho tiempo antes de reconocerse como tal, y que puede pasar de mente en mente. No tiene mucho sentido describir procesos del pensamiento, ni es el único modelo. Son un contagioso diseño de información, éstas réplicas infectan en forma parásita las mentes humanas y alteran su conducta, llevándolas a propagar el diseño. Son memes típicos los eslóganes individuales, frases hechas, melodías, iconos, inventos, y modas. Una idea o diseño de información no es un meme hasta que lleva a que alguien lo reproduzca, lo repita a otras personas. Toda transmisión de conocimiento es "memética".
Ejemplos de memes son melodías, ideas, frases hechas, ropas de modas, modelos de muebles o la arquitectura de edificios. Se propagan igual que los genes, en el grupo de genes principales de cuerpo a cuerpo, vía esperma o huevos, así los "memes" se propagan brincando de cerebro a cerebro mediante un proceso que, en sentido amplio, puede llamarse imitación. Si un científico oye, o lee acerca de una buena idea, la pasa en a sus colegas y estudiantes o la menciona en sus artículos y sus conferencias. Si la idea se contagia, se puede decir que se "autopropaga", extendiéndose de mente en mente.
Los memes deben ser mirados como estructuras vivientes, no sólo metafóricamente, sino técnicamente. Cuando se planta un meme fecundo en mi mente, literalmente se hace parásito en el cerebro, convirtiéndolo en un vehículo para la propagación del "meme" de la misma manera que un virus puede parasitar el mecanismo genético de una célula del huésped. Un "meme" sobrevive en el mundo porque fue pasando de una persona a otra persona, tanto verticalmente a la próxima generación, como horizontalmente a nuestros compañeros. Este proceso es análogo a la manera que los genes del sauce generan árboles de sauce, esparciéndose. O quizás a la manera de los virus que nos hacen estornudar y esparcirlos.
El mejor ejemplo de un "meme" crucial podría ser el "fuego" o mejor, "cómo hacer un fuego." Éste es un "meme" del comportamiento. Tenga en cuenta que no requirió necesariamente una palabra relacionada a él. Para propagarlo bastó meramente una demostración para que otro lo imitara.
Los memes, como los genes, varían en su aptitud para sobrevivir en el ambiente del intelecto humano. Algunos se reproducen como conejos, pero tienen una vida muy corta (modas), mientras otros son lentos para reproducirse, pero continúan por eones (¿religiones, quizás?). Nótese que no se relaciona necesariamente la aptitud del "meme" a la aptitud que confiere en el ser humano que lo mantiene. El ejemplo más obvio de esto es el meme "Fumar es Elegante", que queda muy bien en sí mismo mientras mata a sus practicantes a un ritmo elevado.
El uso consistente de la analogía entre genes y "memes" lleva a una discusión acerca de la apropiada analogía "memética" de la distinción entre genotipo y fenotipo. A los "memes", a diferencia de los genes (DNA), les falta una codificación universal. Dos representaciones de un "meme" son diferentes. Esto hace difícil señalar el 'memotipo' de un "meme". Según Dawkins, un "meme" debe ser visto como una unidad de información, residente en un cerebro, con una estructura definida.
1.4. El equilibrio de Valores como base del Desarrollo
Estos valores – como se ha expuesto y que actúan como endowments meméticos - se dividen en Económicos (Determinación, Ahorro, Responsabilidad, Trabajo e independencia) y Sociales (Obediencia, Generosidad, Fe, Tolerancia e Imaginación). Estos 10 valores permiten comprender las estructuras imaginarias de los países y su relación con el desarrollo.
En este gráfico es claro que existe una relación inversa entre dichos grupos de valores, lo que es lógico por el fenómeno de priorización, más a su vez nos permite comprender cuáles estructuras son más exitosas que otras. Los países con mejores condiciones de vida presentan un nivel de relación de valores muy cercano a 1 – es decir cerca del equilibrio. Si bien estos mismos países tiene una mayor priorización de valores materiales, estos no exceden en una gran dimensión a los sociales, mientras que los países donde se rompe el equilibrio comienzan a presentarse serios problemas socioeconómicos. Vemos como los países en transformación (o excomunistas) tiene una mayor participación de los valores sociales, lo cual indica un parámetro cultural común: que los valores económicos propios del capitalismo aún no han sido asimilados. Más también se puede apreciar que Gran Bretaña se ubica en el mismo espacio de Uganda lo cual indica el reflejo de valores de las antiguas colonias. Igualmente indica que todos los bloques continentales convergen al centro pero tienen características particulares como la mayor participación de valores económicos en el Asia y más sociales en América: Es claro que las sociedades han tenido procesos de formación diferenciados. Los países americanos que son naciones construidas posteriormente a una conquista son más dados a la búsqueda de un equilibrio entre estas interacciones, muy similar a los países africanos con los que comparten la herencia de colonia. Asia es más dada a los valores económicos ya que en sus valores sociales la fe religiosa se expresa más en términos de independencia.
Dejándonos como conclusión que definitivamente el capital cultural comprendido como la relación del acervo de valores de una sociedad es un claro diferenciador de desarrollo.
Esta figura nos deja apreciar lo mencionado: a mayor equilibrio de los valores mayor éxito en el desarrollo económico. En el eje vertical se expresa la relación de valores económicos sobre sociales y en el horizontal la capacidad de compra per cápita de los países. Permitiéndonos evidenciar que si bien algunos países con mayor desarrollo económico presentan una relación alta de valores materiales y otros lo contrario; por lo tanto no se puede afirmar que las estructuras de valores o endowments intangibles básicos expliquen el desarrollo económico, pero si permiten diferenciar las características continentales: xxxx
La concentración de la riqueza, esa situación de injusticia social, surge en las sociedades donde son prioritarios los valores sociales, ya que éstos no fomentan la motivación al logro sino la continuidad situacional bajo el marco de un destino establecido casi inexpugnable.
Lo mismo ocurre con el nivel de desarrollo humano, ya que éste está ligado al logro económico y educativo y al acceso a la salud.
Los Valores en Colombia: el Ser y el Deber Ser
Como se puede apreciar, Colombia está muy lejos de hallarse en una senda hacia el desarrollo mediante su acervo de valores. Claramente priman los valores sociales sobre los económicos, lo cual limita nuestra propensión a la motivación al logro y demuestra nuestras fuertes vinculaciones verticales: Dios, Familia, Amigos, Patrón, Estado.
Esta sociedad considera que su desarrollo es ajeno a su esfuerzo particular y se limita a verlo como una exterioridad que es un deber de un agente externo. Delegamos nuestra calidad de vida a las acciones externas y más aún exigimos que así sea. Culpamos a cualquier tercero por nuestras limitaciones y falta de oportunidades y no creemos que seamos capaces de triunfar de manera particular.
Al comparar a Colombia contra los datos mundiales y frente a los mejores en indicadores de desarrollo no sale muy bien librada:
Otro análisis que vale la pena hacer es qué tan cercanos estamos a estos valores. El colombiano presenta una gran brecha entre los valores deseados y los que realmente tiene, una diferencia entre el deber ser y el ser.
Esta figura nos muestra que los valores deseados tienen un orden prioritario muy diferente al de los valores usados. En color blanco se referencia el ser y en amarillo el deber ser. Aunque si bien la brecha puede ser muy grande esta puede ser considerada como un objetivo deseado, como un logro a obtener.
La prioridad del valor de la fe en el Colombiano no es un hallazgo sorprendente, ya que ésta es uno de los pilares fundamentales de nuestra cultura.
El colombiano es sin duda alguna muy dado a Dios. 9 de cada 10 responden que creen en Dios y en la misma proporción que Dios es importante en su vida, pero no desean inculcar prioritariamente este valor en sus hijos. ¿A qué de debe esta incoherencia?, en primer lugar sólo 8 de cada 10 colombianos se declaran pertenecientes a algún grupo religioso (7 católicos y 1 protestante o cristiano), lo cual nos deja ver que existen creyentes en Dios que no se declaran parte de una iglesia. En segundo lugar sólo 4 de cada 10 asisten a servicios religiosos por semana (de los cuales 3 son mujeres), lo cual según la iglesia católica no es correcto.
Pero principalmente la causa de esta deserción se debe a que sólo 5 de 10 jóvenes menores de 25 años cree que la Iglesia le da respuestas adecuadas a sus problemas y necesidades morales, frente a 7 de 10 mayores de 55 años. Igualmente no cree que le aporte a los problemas de la vida familiar y de nuestro país, más si ven en la Iglesia la respuesta a sus problemas espirituales.
El colombiano busca a Dios cuando tiene problemas y pide por su solución, haciendo un uso indebido de su derecho como hijo de Dios, más no cumple cotidianamente con sus normas ya que considera que estas deben ser interpretadas según las circunstancias.
El colombiano quiere ser más generoso pero la verdad es que es muy poco dado al altruismo ya que sus propias necesidades no estás solucionadas. Si bien el dogma católico nos infunde el derecho de la generosidad y como lo plantea Alfredo Sarmiento podemos sentirnos con el derecho de ser solidarios como ciudadanos, es muy difícil que esto se de ya que se comprende que dicha generosidad sólo se da en el marco de excedentes y no de sacrificio.
Tan sólo un 4 de 10 colombianos pertenecen a instituciones voluntarias para el servicio social o comunitario, con una menor participación de la generaciones jóvenes (3 de 10) frente a la generación de los años sesentas (1 de 2).
Sin embargo deseamos ser más generosos no como un deber ser impuesto por la sociedad sino que vivimos día a día en la cruda realidad de un país lleno de miseria pero sólo 1 de 10 está dispuesto a pagar impuestos para reducir estos problemas, seguramente por la mala imagen que tiene del estado pero tampoco participa en formas altruistas de colaboración.
Más se presentan dos casos muy particulares. El primero se refiere a la solidaridad familiar y el segundo al egoísmo solidario.
La familia es sin lugar a dudas la primera cosa más importante para nuestros ciudadanos y esta dispuesta a cumplir con las normas internas de esta sociedad familiar y apoyar irrestrictamente a sus parientes, lo cual conforma un tejido social extenso compuesto por minicomponentes o familias nucleares. Cada persona es completamente generosa y entregada a sus padres, hijos y esposa (salvo los casos de abandono del hogar), igualmente es solidaria con sus hermanos y tíos; en este punto se comprende que estos tejidos de apoyo social y económico se entrelazan al punto de “mi mamá tiene un primo que hace eso y el te puede ayudar”. Esta extensión del capital social familiar es la que ha permitido que la sociedad no fracase y que los impactos económicos no sean tan negativos ya que “donde comen dos comen tres”.
El segundo caso es particularmente común en los estratos bajos y se refiere a las consecuencias de las imperfecciones del modelo económico. Nos referimos al fiar.
Fiar, o prestar sin ninguna prenda, es el mejor ejemplo del egoísmo solidario, ya que la persona que fía lo que realmente busca no es ayudar a su prójimo sino no perder un cliente.
La necesidad de la independencia radica en el rompimiento con los comportamientos verticales de responsabilidad de los sujetos, siendo estos mismos los mayores lazos de sujeción social que se presentan.
El colombiano promedio cree firmemente que su éxito está atado al apoyo de Dios, del Estado, de sus Padres y de su Jefe. Esta verticalidad limita irónicamente su capacidad de éxito y su desarrollo personal; entre más sola este una persona mayor el desarrollo de sus capacidades, pero si la persona sigue creyendo que “Dios no quería que ese trabajo fuera para mí”, “estoy desempleado porque el gobierno no reduce el desempleo”, “no pude porque mi papá no me dio la plata que necesitaba”, ó “el que sabe sabe y el que no es jefe”, delegando la responsabilidad de sus actos a terceros nunca logrará la movilidad social que desea.
Queremos ser menos obedientes más comprendemos que este es un valor fundamental que esta muy ligado con la independencia. El respeto a los padres (9 de 10), el seguimiento a las instrucciones en el trabajo (6 de 10) y el deseo de una búsqueda de más autoridad en la sociedad (9 de 10) nos demuestran el estrecho vínculo que tiene los colombianos con los factores de vínculo social y económico pese a que su distancia con el cumplimiento de las normas es una situación mucho más compleja y obedece a una racionalidad egoísta práctica que busca el camino más corto para lograr el objetivo sin importar las reglas a menos que exista un alto riesgo de ser corregido por una autoridad, como es el caso de las normas de tránsito.
La responsabilidad es uno de los factores de éxito personal y colectivo más importantes y es comprensible que los mayores sean más responsables que los jóvenes ya que este es un valor experimental. La gran diferencia se da en cuanto a la responsabilidad como padres frente a los hijos, ya que estos piensan 2 de 10 menores de 25 años no creen que los padres se deban sacrificar por el bienestar de sus hijos.
Este es el único valor que tiene una tendencia contraria entre el ser y el deber ser, esto se explica porque el joven considera que es un valor que debe alcanzar mientras que la persona mayor considera que es innata a su cotidianidad y la dan por supuesta. Esta dicotomía expresa la dimensión del aprendizaje de este valor.
La responsabilidad tiene una gran relación con la obediencia y por ende con el logro de los objetivos planteados y con la movilidad social y el desarrollo, por eso es muy importante que los colombianos lo consideren como su deber ser principal.
Son diversos los significados que se dan hoy al término tolerancia, desde quienes lo consideran sinónimo de paciencia, resignación e impunidad, hasta quienes lo señalan como represión, en el sentido en que lo criticara Marcuse, o simplemente como expresión de indiferencia y frivolidad. Su raíz griega (Hernández y Restrepo, 1987: 323) ‘tlao’ permite relacionarlo con: tomar sobre sí, soportar, sufrir, resignarse a, tener talento para, osar, atreverse. En el fondo parece que tolerancia tiene que ver con un atreverse a pensar diferente. Un análisis fenomenológico nos clarifica aquellas notas de la tolerancia que no sólo han sido definitivas para la democracia, sino que la constituyen en recurso para resolver razonablemente aquellos conflictos que sólo parecieran poderse solucionar con violencia. De hecho nos hemos acostumbrado a reaccionar con intolerancia e inclusive con la fuerza ante lo que nos disgusta, ante lo diferente de aquello a lo que nos hemos acostumbrado.
Por el contrario: razonable es la tolerancia porque cuando nos parece que lo más racional es nuestro punto de vista, nuestro propio sentido del bien, nos aconseja no sólo no absolutizarlo, sino suspender su intención afirmativa, su intencionalidad direccionada en una sola perspectiva, aquella que nos lleva de la experiencia al juicio, para poder tener también en cuenta el punto de vista del otro, su intencionalidad, tolerarlo como el mío, en el mejor sentido de la epoché fenomenológica, es decir, ni afirmarlo ni negarlo, y sí reconocerlo como igualmente justificable que el propio en un horizonte de reciprocidad y universalidad en el que se va constituyendo la necesidad práctica de lo que no podría ser objetado razonablemente por nadie. No es un velo de ignorancia, una simple actitud de neutralidad en situación originaria, sino la intencionalidad (Hoyos Vásquez, 1976) como responsabilidad, la que justifica la tolerancia. Si el velo de ignorancia es un dispositivo metodológico, la tolerancia es más bien una actitud, justificable en las raíces mismas, descubiertas por el análisis fenomenológico de la conciencia intencional.
Como era predecible los jóvenes (7 de 10) son más tolerantes de los mayores (6 de 10), lo que nos indica que nuestra sociedad va en camino a una mayor convivencia. La tolerancia es sin lugar a dudas el indicador más claro de la modernidad ya que permite aceptar la inserción de acciones individuales y sociales de cambio, joven es más tolerante con el aborto, el homosexualismo, el divorcio y la eutanasia, decisiones todas polémicas y con vínculos morales.
El trabajo entendido como un valor habla de los deseos y las necesidades, de desarrollo de capacidades y un deber social. Sobre esto es muy llamativo que sea el último en la lista de prioridades de valores deseados, o bien puede ser la representación de un deseo de no tener que trabajar tanto en el futuro para obtener un cambio social y económico.
7 de 10 colombianos consideran que es necesario tener un trabajo para desarrollar sus talentos; 8 de 10 creen que las personas que no trabajan se vuelven flojas y en la misma proporción que el trabajo es un deber hacía la sociedad. Por el contrario 1 de 2 jóvenes creen que la gente no debería trabajar si no quiere frente a 2 de 10 mayores de 55 años; 7 de 10 mayores le da prioridad al trabajo sobre cualquier otra cosa al igual que tan sólo 5 de 10 menores de 25 años; sólo 3 de 10 colombianos creen que sería bueno que el futuro el trabajo no fuera tan importante en nuestras vidas
Pero, ¿por qué si el trabajo es tan importante en nuestras vidas, no lo priorizamos como un valor? Esto se debe a que el colombiano es dado al camino fácil y a la delegación vertical de responsabilidades a la vez que es muy protector de sus hijos y preferiría que a ellos no les tocará pasar los problemas con los que él se ha enfrentado. Vemos el trabajo como un medio de realización y de aprendizaje pero no queremos esforzarnos en el. En este punto vemos en contexto la particular profundización del sindicalismo en Colombia, que se define más por la protección laboral que por la justicia social del proletariado, se busca más un mejor ambiente laboral fundado en menores responsabilidades y funciones por un sueldo que un ambiente productivo y una compensación justa por sus labores.
El ahorro es un valor de previsión, de futuro. Desafortunadamente le concedemos muy poca importancia. Surge la pregunta, ¿lo hacemos por limitación de recursos o por la necesidad de aparentar una condición social?, es decir, ¿no nos sobra dinero o lo gastamos en cosas para que los demás crean que estamos mejor de lo que realmente estamos?
El fenómeno de la apariencia propio del “que dirán” afecta mucho nuestros actos y la racionalidad de nuestras acciones, en adición a un limitado ingreso que no permite más que cubrir sus necesidades.
Su percepción de Ingresos es consistente con su estrato socioeconómico; si bien esto parece lógico en la mayoría de las sociedades se da un fenómeno de extremos, ya que la persona de ingresos bajos se siente más pobre de lo que es y aquel de ingresos altos se siente más rico.
En este sentido es muy llamativo ver como aún personas de estratos bajos consideran que su nivel del ingreso es alto.
Se puede apreciar que en el estrato 1 cerca del 30% considera tener un ingreso superior a 5 (en una escala de 1 a 10) y más importante aún cerca de un 20% de los encuestados del estrato 6 consideran tener ingresos menores a 5 en la escala. Esto se explica por el tema de las personas de la tercera edad con pensión limitada.
Sobre la dimensión de ingreso es muy importante hacer seguimiento al tema de la capacidad de compra sobre el ingreso percibido. Como podemos apreciar el ahorro se concentra en las clases altas, mientras que las clases bajas deben acudir el préstamo informal. Los estratos 5 y 6 fundamentan su consumo en medio de pagos diferidos (tarjeta de crédito o crédito rotativo) y pese a esto tienen un nivel de ahorro del 25%, más alguna de esta población (7%) recurrió al consumo de mediano y largo plazo. Es muy gratificante ver que en el ejercicio final se presentó más ahorro que desahorro.
Finamente el valor de la determinación y la perseverancia que presenta una serie de particularidades únicas. Primero es muy grande la brecha entre el ser y el deber ser, lo cual indica que la gente no lo considera como fundamental más en su cotidianidad es muy utilizado.
Segundo, El fenómeno de orgullo y reconocimiento es fundamental en para este valor, ya que la determinación se relaciona con este imaginario. 9 de 10 colombianos hacen las cosas para que sus padres se sientan orgullos de ellos y 6 de 10 lo hacen para obtener el reconocimiento de sus amigos. Esto nos deja ver lo importante que es el “que dirán” en nuestras vidas desde el ángulo del logro de las metas y el manejo de la responsabilidad.
Esta presión social se convierte pues en una herramienta externa a nuestro propio desarrollo hacía la motivación al logro.
La Brecha entre el Ser y el Deber Ser: ¿un fenómeno de secularización?
Es tentativo afirmar que la perdida de importancia en la Fe se puede explicar por un fenómeno de aumento de la racionalidad del colombiano, un escenario donde el saber supera al creer, más la evidencia nos muestra lo contrario.
Si bien los valores de interacción social decrecerán en el tiempo y los de interacción económica crecerán, el colombiano no deja atrás su tradicionalismo ya que lo que deja atrás es la forma de sus creencias pero no su dogma, acompañado de la priorización de la responsabilidad, la tolerancia y la independencia lo cual muestra una tendencia propia de la modernidad y la búsqueda de la convivencia.
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Es claro que el término “capital social” ha tenido diversos usos. El primero en plantearlo fue el Banco Mundial, lo limitó al concepto del uso del patrimonio físico en el desarrollo. Seguidamente Pierre Bourdiue lo planteo como “las oportunidades de la elite al acceso social por su condición económica” y finalmente se encuentra en David Throsby, donde se expone como el uso del patrimonio y las industrias culturales en el desarrollo. Las tres versiones son limitadas en su concepción, ya que no cumplen con el concepto de capital ni mucho menos de cultural; ya que no son un stock y no representan las bases fundamentales de la cultura: lo intangible. Por esto expuse esta nueva definición en “Cultural Capital and its Impact in Development” (BID, 2001). Ver de G. Hoyos y R. Losada: “La cultura política y el capital social en Bogotá” en: Observatorio de Cultura Urbana (editor), Aproximaciones a la cultura democrática en Bogotá, Bogotá, Alcaldía Mayor 2003, pp. 117-148.