Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
José Leopoldo Montesino Jerez (CV)
poloporo@gmail.com
Introducción
La palabra cultura nos refiere a temas de estudio y actividades humanas que abarcan una gran amplitud. El concepto mismo parece tener varias acepciones, por lo que una respuesta precisa a la sencilla pregunta: ¿Qué es cultura?, quizás no sea posible una respuesta exacta. Al hablar y escribir de cultura tal vez estaremos haciendo referencia a una idea aproximada de lo que unos y otros piensan que es la cultura. Ciertamente, conversar, dialogar y hasta discutir sobre cultura, como tema de calidad de vida, resulta agradable y desafiante.
El tema es grato por cuanto las actividades que están incorporadas en este ámbito se relacionan con aspiraciones de nivel superior del espíritu humano, con el placer que otorga la creatividad, el deseo de superación, con el hecho de compartir con personas de diferentes ámbitos del quehacer laboral, con mejoras en la salud física y hasta psíquica, en fin, con todo aquello que tiende a unir a las personas de manera civilizada acrecentando el bienestar tanto individual como colectivo, sin importar raza, credo o color.
En este trabajo me propongo examinar los conceptos de cultura y de espacio público en términos generales, por un lado, así como sus manifestaciones en el contexto de la realidad concreta y relativamente reciente de la ciudad de Santiago de Chile.
Entre los objetivos que este estudio plantea están los de conocer los conceptos
de cultura, espacios público y privado desde distintas perspectivas, discutir
algunos enfoques que parte de la bibliografía utilizada en este Seminario sobre
ciudadanía y espacio público nos ha entregado y desarrollar un pequeño ejercicio
metodológico para demostrar la hipótesis de que la cultura ha adquirido cada vez
más relevancia como tema de calidad de vida entre los santiaguinos.
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La palabra cultura desde el punto de vista antropológico es empleada de dos maneras diferentes e igualmente válidas. En una de ellas, en el llamado modo materialista o behaviorista, se le considera como el comportamiento observado junto a los objetos materiales que ayudan a un pueblo a su adaptación con respecto al ambiente social, político o físico en particular. En la otra, conocida como el modo mentalista o aislacionista, la cultura se ve como una abstracción, un conjunto de normas o reglas para el comportamiento y fabricación de objetos materiales. En este enfoque de tipo antropológico el concepto de cultura es por lo tanto extremadamente amplio, pues involucra aspectos relacionados no sólo con las costumbres, desarrollo de las artes y cuestiones religiosas o de carácter espiritual, sino además asuntos de tipo económico, productivo y hasta comercial que requieren las poblaciones humanas para sobrevivir.
Una noción más sencilla de cultura nos la entrega Sebastián Jans, quien después de haber analizado diversas definiciones aparecidas en investigaciones académicas de carácter antropológico, sociológico, éticas, psicológicas y otras, la entiende como “la forma de ser y hacer una sociedad”. Con esta idea de cultura el profesor Jans ha revisado lo que denomina el evento particular de ciudadanía, que corresponde a una expresión concreta de los dominios que permiten el surgimiento de la actividad cultural.
El profesor Julio Hernández, por otra parte, ha explicado que el concepto de cultura tiene varios sentidos y aplicaciones, pero al centrarlo respecto al proceso de globalización que vive la humanidad, adquieren relevancia al menos dos de ellos: (a) el que se refiere a la formación del hombre, a su mejoramiento y perfeccionamiento, al que los griegos llamaban “paideia” y los romanos, del tiempo de Cicerón “humanitas”; (b) el que se relaciona con el producto de aquella formación y que conforma el conjunto de las formas de pensar y de vivir en forma racionalizada, estudiada y meditada.
El concepto de cultura, bajo esta última perspectiva, va evolucionando, cambia constantemente y con tal rapidez, que sorprende. Una definición tal vez más apropiada a esta realidad la entrega Sir Edward Tylor: “cultura es ese todo complejo que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, leyes, costumbres y cualesquiera otras capacidades y hábitos del hombre como miembro de una sociedad”. Esta acepción podría ser interpretada, según Julio Hernández, como todo lo que es socialmente aprendido y compartido por los miembros de una sociedad. El ser humano recibe la cultura como una herencia social que, a su vez, puede modificarla en beneficio de generaciones venideras.
Una visión distinta del concepto de cultura nos entrega Nestor García Canclini, enfatizando en la existencia de tipos de cultura elitistas, por un lado, y populares, por otro. Estas últimas “se configuran por un proceso de apropiación desigual de los bienes económicos y culturales de una nación o etnia por parte de sectores subalternos, y por la comprensión, reproducción y transformación, real y simbólica, de las condiciones generales y propias de trabajo y de vida”. En esta forma de entender la idea de cultura, se da por hecho de que la propiedad o la exclusión del capital económico engendra una participación desigual en el capital escolar y por lo tanto en la apropiación de los bienes culturales de que dispone una sociedad.
Una visión complementaria entre cultura y espacio público nos la entrega el profesor Carlos Ossandón al destacar las transformaciones que en este ámbito ya habían ocurrido desde fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. De una información estructurada básicamente de forma escrita y restringida a las elites comenzó se pasó a en la década de los 60 y 70 a una masiva y sustentada en lo audiovisual, de un espacio-ciudad letrado a un espacio-ciudad virtual. Al referirse al caso chileno ha escrito:
“Lo que tenemos a fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX, es entonces un importante transformación cultural. En un plano estructural, ésta tiene que ver tanto con la extensión y complejización del espacio comunicacional como con la inicial reformulación de los vínculos entre las esferas pública y privada: la preliminar disolución de éstas en el elemento de lo “social”. En un plano más específico, dicha transformación se expresa en el imperio de nuevas visibilidades o exterioridades sígnicas (sic), en inéditas relaciones entre letra e imagen, y en la estimulación de unas “sensibilidades” que ya no tienen como fuente la cultura ilustrada letrada. Esta nueva configuración de específicamente cuenta de unos formatos que tienden parcialmente a reemplazar el “juicio” por la “inclinación”, el “raciocinio” por la “vista”, el “autor” por el “orden de los signos”, lo “irrepetible” por lo “repetible”, el “aura” por la “serie”. A su vez el público más amplio y diversificado que se constituye da cuenta también de conexiones culturales de distinto tipo y de distintas cambiantes estrategias de recepción; público que expresa nuevos gestos (más ligados al (h)ojear que al focalizar) y ritmos (más “extensivos” que “intensivos” de lectura.”
La lectura de esa cita y su mensaje de trasfondo, pensando en nuestra realidad contemporánea latinoamericana y chilena en particular, nos encauza casi inevitablemente a la precaria situación en que se encuentra la educación escolar, sino en la relevancia que adquiere mantener los valores indicados en dicha cita y hasta revertir la tendencia: volver al “juicio”, al “raciocinio”, al “autor” ..., realizar un esfuerzo, reflexionar como es debido que no es malo y, al contrario, enaltece y nos mejora como sociedad. En amplios sectores de la población adulta y escolar de Chile, a inicios siglo XXI, simplemente no entiende lo que lee. Un estudio efectuado sobre el estado de la educación en nuestro país, a cargo de profesionales del Centro de Estudios Públicos (CEP), entre otras conclusiones anotó la siguiente:
“El nivel lector alcanzado por un individuo determina poderosamente su calidad de vida. Lo mismo ocurre con los países: el nivel lector de su población influye de manera decisiva en la economía y en los índices de bienestar. El grado de alfabetismo ya no contribuye a entender el desarrollo de una nación, es una medida demasiado gruesa. La pregunta fundamental hoy dejó de ser cuántas personas pueden leer en un país, transformándose en cuán bien puede leer. La vida moderna exige una comprensión lectora más sofisticada que el mero deletreo. El movimiento mundial hacia sociedades cada vez más basadas en el conocimiento, donde el uso de computadores e Internet, la apertura a mercados globales y otros fenómenos que se extienden progresivamente exigen a sus miembros un nivel lector creciente. Y esta demanda por una mayor comprensión lectora, sin lugar a dudas, sólo tiene posibilidades de continuar aumentando en el futuro.”
Por otra parte, lo expuesto anteriormente por el profesor Ossandón nos revela un aspecto de la relación cultura y espacios públicos, representados aquí más que por un espacio físico real por la idea de ciudadanos que acceden a información cotidiana y a través de distintos medios. La política cultural de la actual coalición gobernante en Chile, la Concertación de Partidos por la Democracia, ha incluido este aspecto dentro de sus objetivos, bajo la noción de “Formación de Audiencias”. Así por ejemplo se busca no sólo posibilitar la difusión de las creaciones artísticas sino promover la participación cultural de ciudadanos y ciudadanas, el acceso a ella de las mayorías, a mejorar la infraestructura asociada, estimular la gestión, ampliar la formación para la apreciación de las artes e instar a una mayor calidad de los medios de comunicación.
Indudablemente esta concepción de cultura y espacio público es amplia pero, aún así y a nuestro entender, parcial. No es posible, por importante que sea, restringir la cultura y el espacio público a una relación exclusivamente comunicativa entre la elite (o el público masivo) y los medios a través de los cuales se genera el proceso informativo. Los límites del concepto de cultura, de hecho, parecen poco claros: ¿Es parte de la cultura que una familia común y corriente vaya a un Restaurante de comida extranjera a conocer los manjares de otras tierras?; ¿Se hablará de algún tema importante allí?; ¿Y si los partícipes utilizan un lenguaje vulgar mientras disfrutan de la cena y hasta abusan de la paciencia del garzón?.
La cultura como vimos y los espacios públicos, como veremos a continuación, presentan un universo de manifestaciones propias e incluso ajenas a los medios de comunicación masivos, que también es necesario considerar.
¿Qué es espacio público?
El concepto de espacio público debe entenderse, en mi opinión, como aquel lugar de convivencia civilizada entre vecinos o ciudadanos y que permite el desarrollo de momentos de agrado o bienestar, individual o colectivo, en el transcurso del diario vivir. Bajo esta óptica es posible considerar una serie de elementos que pueden contribuir, o por el contrario, destruir, los propósitos o fines asociados a un espacio público.
En el desarrollo de espacios públicos, por otra parte, confluyen iniciativas y acciones tanto de autoridades estatales como empresarios y la sociedad civil. El primer ejemplo práctico de espacio público y tal vez el más tradicional, la plaza de una ciudad o comuna, nos revela que en ella la gente común puede pasear, ir de compras en los alrededores, deleitarse al observar los árboles y jardines que la rodean, participar en eventos culturales de todo tipo que se realizan en ella y sus alrededores, conciertos, actividades deportivas, etc. Estos pueden ser organizados por instituciones sin fines de lucro o, de modo alternativo, por alguna empresa comercial de carácter privado que aporta los medios económicos para que tal o cual artista de prestigio anime a los presentes con sus canciones.
El sentido común nos señala además que la responsabilidad del cuidado, mantenimiento e implementación de la infraestructura adecuada con que debe contar este tipo de espacio público, recae en última instancia en el Alcalde. Estas ideas de una plaza como ejemplo típico de un espacio público no descarta, a mi juicio, la existencia de otros tipos de espacios públicos más sobrios, de poco atractivo y hasta incómodos para el peatón común, en una ciudad, como por ejemplo algunos escenarios abiertos que quedan entre rascacielos y que presentan una visión gris y hasta sucia de un patio encerrado por murallones gigantescos sin ningún sentido estético ni práctico.
Es lo que Richard Sennett ha denominado “el espacio público muerto”, una sensación de abandono que sufre el dominio público, en que el medio impulsa a la gente a concebir dicho dominio público como carente de sentido. Cita de ejemplo a uno de los primeros rascacielos de la International School construyó después de la 2ª Guerra Mundial , la “Lever House Gordon Bunshaft” en Park Avenue , Nueva York. Explica que la planta baja es una plaza al aire libre, un patio con una torre que se eleva en la parte norte y que, a una planta sobre el nivel del suelo, hay una estructura de baja altura que rodea otras tres secciones. Cuando alguien camina desde la calle por debajo de una herradura para entrar al patio, el propio nivel de la calle es un espacio muerto. No hay actividad ni variedad en la planta baja, es sólo un medio para acceder al interior. Se destruye la naturaleza de una plaza pública, que es la de mezclar gentes y actividades diversas.
Los espacios públicos pueden ser aprovechados en beneficio de la sociedad a través del desarrollo de actividades culturales, que suelen ser en general bienvenidos por los vecinos, con excepciones en el caso de conciertos muy bulliciosos como los que de vez en cuando se dan en el Estadio Nacional de Santiago y en que el griterío se alcanza a escuchar en lugares tan lejanos como el Campus Oriente de la Universidad Católica a altas horas de la noche. Vemos que el aprovechamiento de un espacio público, en términos de calidad de vida, puede presentar ciertamente algunos aspectos conflictivos.
Un espacio público está expuesto además al ajetreo diario de la vida en la ciudad, el transitar de los vehículos de transporte, la contaminación atmosférica o visual generada por fábricas o propaganda política en algunos barrios, los peligros de incendio o derrumbes que presentan ciertas casonas antiguas que son vistas como parte del patrimonio cultural, los problemas de anegamiento en ciertos pasos, cruces de calles o avenidas y que nos advierten de la necesidad constante de mejorar nuestros espacios públicos, de cuidarlos y de estar siempre atentos a sus requerimientos.
Cabe destacar aquí otro aspecto de los límites del uso de recursos para aprovechar, a través de la cultura, el espacio público: las prioridades en la calidad de vida. La asignación de fondos municipales, públicos o privados siempre estará condicionada a las urgencias que requiera la población. Hace algunos años, vecinos de la Villa Oscar Castro, en la comuna de Maipú, efectuaron una denuncia contra la empresa constructora Sironvalle, al verse seriamente afectados por las lluvias. Entre otros problemas vividos estaban el hundimiento del terreno de los antejardines, ingreso de agua a los hogares, perdida de todo tipo de muebles y utensilios, filtraciones en baños, goteras, etc. Para complicar aún más su desgracia, las aguas lluvias se mezclaron con las aguas servidas:
“Según explicaron los vecinos, por ser una de las zonas más bajas de la comuna, las aguas que salieron del Zanjón de la aguada llegaron hasta la villa, inundándola hasta un metro de altura. Las casas se anegaron con aguas servidas, el olor y la inmundicia eran insoportables. Además, nadie de la Municipalidad ni de la empresa se acercó a darnos una mano, dijo María Cristina Santander”.
En el ejemplo anterior de necesidades propias de la ciudadanía, en determinadas épocas o circunstancias, indudablemente que marca un límite a las posibilidades del efectuar políticas públicas en materia de cultura y aprovechamiento del espacio urbano. En la realidad hay prioridades: si se inicia un incendio en un hogar, la prioridad es asignar el uso del agua en el control de las llamas y no en una bebida refrescante por mucha sed que tengan quienes viven allí. Del mismo modo, la cultura y los espacios públicos en cualquier sociedad se insertan en un contexto político, social y económico que se traducen en ciertas restricciones.
Al margen de las prioridades, la cultura y los espacios públicos se insertan en cualquier ciudad por lo general de manera desigual, dada la complejidad de la misma. No me parece que por esto, lo sugiero a quienes dictaminan políticas públicas que impulsen su desarrollo, que sea conveniente establecer una lógica altamente centralizada y planificadora sobre qué tipo de actividades y en qué momentos deben realizarse. La aplaudida planificación es alternativa al mercado -no hay otra evidentemente-, pero no siempre es el remedio adecuado, debido a los miles de detalles incontrolables que define la cotidianeidad.
Jesús Martín-Barbero ha señalado en este sentido que en países de la periferia, como los nuestros (latinoamericanos), conviven lo que denomina “el derroche estético de los centros comerciales” o de ciertos barrios residenciales con la fealdad insalubre e insoportable de los barrios de invasión (tomas), la opulencia comunicativa con el debilitamiento de lo público y la mayor disponibilidad de información junto al palpable deterioro de la educación Introduce aquí un elemento diferenciador en las propuestas culturales y ciertamente la dimensión económica:
“Son paradójicamente sin embargo esos vacíos los que radicalizan nuestro malestar en la modernidad, ese que no es pensable ni desde el acabamiento del proyecto moderno, que reflexiona Habermas –pues ahí la herencia ilustrada es restringida a lo que tiene de emancipadora dejando fuera sus complicidades con la racionalidad de dominio que legitimó su expansión-, ni desde su reconocimiento que de la periferia y de los márgenes hace un discurso postmoderno para el que toda diferencia se agota en la fragmentación. La profunda crisis tanto de los modelos de desarrollo como de los estilos de modernización, está resquebrajando un orden, que al identificarse con la razón universal, nos estaba impidiendo percibir la hondura del desordenamiento cultural que atraviesa la modernidad. Desde ahí se hace perceptible la “no simultaneidad de lo simultáneo”, esto es, la existencia de destiempos en la modernidad que no son pura anacronía sino residuos no integrados de una economía y una cultura otras que, al trastornar el orden secuencial del progreso, libera nuestra relación con el pasado, con nuestros diferentes pasados, permitiéndonos recombinar memorias y reapropiarnos creativamente de una descentrada modernidad.”
¿Qué es espacio privado?
A mi entender el concepto de espacio privado corresponde a un lugar físico o virtual en el cual las manifestaciones culturales allí exhibidas están orientadas a un público selecto, limitado y que ha debido pagar de su propio bolsillo por dichos servicios. El espacio privado no tiene porqué ser necesariamente un lugar físico único o exclusivo, sino también virtual, como todas aquellas compras de videos, películas o espectáculos por televisión que muchos ciudadanos efectúan a través del cable o el teléfono.
El espacio privado, ciertamente y desde un punto de vista económico, presenta tres aristas: por un lado están los demandantes de servicios culturales, deportivos y recreativos, por otro están los oferentes y, finalmente los modernos mecenas que apoyan (no producen el servicio) o participan junto al Estado de la realización de actividades culturales en espacios públicos o privados.
El espacio privado también puede presentar una faceta diferente, no económica en los casos anteriores, cuando distintas organizaciones sociales sin fines de lucro que cuentan con un financiamiento adecuado, ejecutan actividades deportivas o recreativas en beneficio de sectores populares. Este fenómeno ha sido destacado por Eduardo Santa Cruz para el caso chileno ya en la segunda mitad del siglo XIX, época en que tanto en Valparaíso como en Santiago se practicaban una serie de juegos y actividades deportivas relacionadas con carreras de caballos, equitación, cricket, golf, tenis, ciclismo, etc. Agrega que en el siglo XX el fútbol en sus inicios también mostró un carácter no profesional y de connotación típicamente masiva:
“En el caso de los clubes deportivos el crecimiento es tan notorio que en 1903 El Mercurio señala: “... Como todos saben, el football es un sport que ya se ha extendido en Santiago tomando grandes proporciones, atrayendo una concurrencia enorme”. Lo anterior consigna también el hecho de que ciertos deportes, y en especial el fútbol, asumen desde su origen el carácter de espectáculo; se conciben no sólo para ser practicados, sino también para ser vistos. Incluso más: una de las razones que posibilitó la apropiación masiva de determinados deportes fue justamente su exhibición en espacios públicos, a la vista de todos. En el caso de Santiago, como es sabido, el espacio por excelencia de la práctica deportiva en sus orígenes fue el Parque Cousiño: “... El primer estadio, virtualmente estadio del deporte chileno, estuvo en el Parque Cousiño /... / Esa fue la cuna del deporte. No había paredes, ni puertas, ni boleteros, sólo una gran afición /.../ Los muchachos desde niños no tenían otra entretención que juntarse allí, donde nadie podía estar inactivo. Unos corrían, otros pateaban la pelota, otros pedaleaban y otros marchaban”.
Una concepción semejante de espacio privado en el sentido económico es la de industria cultural. Los académicos M.A. Garretón, M. Cavarozzi, N. García Canclini y otros entienden por industria cultural todo el sector de bienes y servicios culturales que son producidos, reproducidos, conservados o difundidos en serie y aplicando una estrategia de tipo económico. Para ellos los campos de la industria cultural corresponden, entre otros, al sector del libro, de los diarios y revistas, de los discos, de la televisión, de la radio, del cine, del video y de nuevos productos audiovisuales, de la fotografía y reproducciones de arte, de la artesanía en serie y del espectáculo.
Estos autores explican que algunos analistas incluyen, además, el sector de patrimonio y muesos, lo esotérico, la publicidad y ciertas formas especializadas, aunque cada vez más masivas, de consumo, y también el turismo, considerando que respecto de éste último, el papel de los mayoristas y la venta de destinos o paquetes de viaje de fuerte contenido cultural, como los tours a sitios históricos, festivales como el de Salzburgo o las temporadas de ópera en la Arena de Verona.
La cultura no puede eludir su inserción en un medio social y económico, por tanto cualquier actividad o iniciativa que se intente realizar en esta esfera, deberá contar con una provisión de recursos o fuente de financiamiento que asegure el éxito de la misma. Organizar un espectáculo significa incurrir en una serie de gastos e incluso arriesgar un capital, desde el arriendo del local, el pago de seguros, sueldos y hasta el costo de la publicidad, por mencionar algunos.
Cuestiones Polémicas en sobre el aporte cultural privado
En el mundo actual y en el futuro, dado el estado de la ciencia económica, lo más probable es que el sector privado tendrá cada vez más participación en la generación de todo tipo de eventos culturales, sean masivos o selectos. No es función del Estado producir eventos culturales, dadas las enormes carencias que en otras áreas más prioritarias y relacionadas con la subsistencia en que sí tiene un rol insustituible. Esta realidad no lo exime de la responsabilidad de contar con una política cultural, en particular de subsidio o ayuda a los sectores más desposeídos y que merecen acceder a la cultura. La discusión en este punto es cual es la mejor la manera por la cual el Estado pueda sobrellevar el objetivo de acceso a la cultura masiva.
Una cuestión diferente es el análisis de la estructura de mercado en la cual puede quedar inserta la oferta de un espectáculo cultural y popular: de un esquema más competitivo, como muchas obras de teatro compitiendo entre sí y sus sustitutos (TV, cine, etc.) hasta un escenario monopólico (un partido en una única final de Copa Libertadores por ejemplo).
Cabe dejar constancia de que algunos escenarios en que lo económico se entrelaza con lo cultural presentan un alto grado de polémica. Por ejemplo el hecho de que algunos artistas de gran nivel obtengan ganancias estratosféricas, debido a que presentan una oferta individual absolutamente inelástica. En otras palabras, cualquier aumento en la demanda por sus servicios elevará el precio que se les paga a niveles altísimo y todo el aumento en el valor generado corresponde a renta económica. Esta proposición se conoce hoy en parte gracias al aporte gran filósofo David Ricardo sobre la renta generada en el sector agrícola con la tierra como factor fijo y explica, en la actualidad, porqué los clubes de fútbol profesional tienen tan graves problemas de financiamiento. La oferta de los futbolistas famosos (goleadores, grandes defensas) es también la de un factor fijo:
En el gráfico Nº 1 se explica porqué los artistas o deportistas de fama tienen ingresos tan altos, en comparación con el resto de sus colegas o profesionales de otros sectores de la sociedad. La oferta y demanda normales del lado izquierdo de la figura determinan que el ingreso recibido (el producto del salario por la cantidad del factor) se divida en renta económica (lo que está por encima del costo de oportunidad) y el costo de oportunidad ubicado debajo de la curva de oferta.
En el dibujo del lado derecho, en cambio, la oferta es absolutamente inelástica o rígida (vertical y paralela al eje de las ordenadas), por lo que no existe costo de oportunidad, sólo renta económica. Esto muestra desde otra óptica y aunque sea a escala menor, que entre cultura y pobreza también ocurren fenómenos de redistribución negativa del ingreso. Lo anterior puede matizarse, ciertamente, por el hecho de que algunos artistas ofrecen conciertos gratuitos o en beneficio de ciertas fundaciones.
Cualquier aumento en la demanda por los servicios de ese factor representada por un desplazamiento a la derecha, por tanto, será renta económica, que en la práctica se da por la desesperación de los dirigentes deportivos por contratar servicios de jugadores famosos (la demanda del factor trabajo la efectúan los empresarios, en este caso dirigentes deportivos). Un análisis más detallado de este fenómeno económico que relaciona a un factor de producción con espectáculos deportivos o artísticos puede verse en R. Wonnacott y P. Wonnacott (no son parientes).
Un segundo punto de entrecruzamiento entre lo cultural y lo económico relativamente recurrente en la discusión sobre políticas para el sector, ha sido la relevancia del libro como elemento transmisor de cultura, en la necesidad de rebajar el impuesto que se les aplica, en subsidiar su producción o en la posibilidad de instalar una editorial estatal. En lo que respecta a su relevancia, concuerdo con Ramón Díaz Eterovic quien ha señalado que en Chile existe una realidad que incide negativamente en los bajos valores que presentan los indicadores de lectura. Esto pues aparte de que pocas personas cuentan con un buen acceso a los libros, estos deben “competir” con otros medios de información que terminan por generar grandes masas de seres no pensantes, acríticos y entregados a banalidades que ofrecen la mayoría de los medios de prensa y la televisión.
En lo referente a la idea de establecer un impuesto más bajo exclusivo para los libros, en esencia un impuesto diferenciado, difiero del mismo autor antes señalado. La razón de ello es que la experiencia señala que se produce desvíos no deseados en la asignación de recursos, en un sentido fraudulento (aparecen muchas mercaderías “disfrazadas de libros” en las facturas).
En el gráfico Nº 2 se explica la diferencia entre un aumento en el “consumo” (la lectura) de libros por mayor cantidad demandada –que corresponde a una baja en un impuesto- y el aumento en el “consumo” (la lectura) de libros por una política de incentivos que desplace la curva de demanda.
En la figura del lado izquierdo del Gráfico Nº 2 se muestra un aumento en la lectura de libros desde Q1 a Q2 por mayor cantidad demandada, pues la curva de oferta aumentó desde O1 hasta O2 reflejada en un desplazamiento a la derecha ante la baja en un impuesto que aquí se supone por unidad. Esta política, si es discriminatoria (se baja el impuesto sólo a los libros), provocará problemas de fraude. El precio de los libros baja desde P1 a P2.
En la figura del lado derecho, en cambio, un aumento en la demanda de libros desde D1 hasta D2 por mayores deseos de lectura de la gente (una política de incentivo a la lectura puede provocar este efecto), se concreta en un aumento de lectura desde Q1 a Q2, pero el precio de los libros sube desde P1 a P2. El análisis, en este último caso, supone que la oferta de libros es constante (no cambia). Un mayor aumento en la oferta de libros (nacionales e importados) provocaría una baja posterior en su precio.
Con relación a los otros dos puntos señalados por Ramón Díaz Eterovic, de que es deseable una empresa estatal que produzca libros y de que al resto de las empresas privadas el Estado las subsidie, tampoco me parece conveniente por argumentos que han sido revisados con amplitud en la literatura económica.
Con respecto a la primera, se establece una afirmación de carácter normativo (..es deseable...), es decir, una aseveración sobre la que cualquier persona podría estar en acuerdo o en desacuerdo por decenas de años. Por otro lado uno podría decir, es deseable que el Estado tenga una panadería estatal o una zapatería estatal. En cierta medida se está diciendo que con los impuestos que le cobro al resto de las panaderías, imprentas o editoriales privadas, el Estado financiará una editorial estatal (competencia desleal). El Estado tiene muchas necesidades y prioridades urgentes que atender, en vez de dedicarse a tener editoriales y ocupar recursos escasos, valiosos y que tienen un uso alternativo mucho más rentable.
El Estado cumple tres funciones de enorme importancia en la economía: eficiencia, equidad y estabilidad-crecimiento, áreas muy amplias y que requieren enormes cantidades de recursos. En términos sencillos, no es función del Estado tener empresas de ningún tipo, aunque en nuestra realidad latinoamericana (y mundial) existen muchas empresas estatales productivas, que irán en descenso. Desde el punto de vista de la equidad tampoco es conveniente que el Estado subsidie empresas privadas, como las que pertenecen a la industria del libro: al margen de lo discriminatorio, se estaría asignando recursos a dueños de empresas con mayores niveles de ingreso que la gente pobre que sí requiere atención prioritaria.
Una posibilidad distinta en materia de políticas de fomento de la lectura es que el Estado entregue un bono (voucher) a la gente pobre para que adquiera libros, que de todas maneras presentaría varias complejidades prácticas. Otra es que el Estado fomente la lectura en los niños, jóvenes y adultos mediante campañas publicitarias, incentivos con premios a los mejores alumnos lectores en los liceos públicos y privados, facilidades para la creación de clubes particulares de lectores, ferias, encuentros y una serie de otras posibilidades que incentiven la demanda por la compra o lectura de libros dispuestos en bibliotecas públicas y privadas.
Auspicio, Padrinazgo, Sponsoring, Patronazgo, Mecenazgo y Patrocinio Cultural
En el ámbito privado ha surgido con mucha fuerza en países desarrollados y, más recientemente en países emergentes como el nuestro, conceptos que relacionan el apoyo privado con actividades de tipo cultural. La utilización de diversos términos que destacan este tipo de apoyo habría llevado a un estado de “confusión inicial” a quienes tratan estas relaciones, pero con el paso del tiempo el lenguaje se ha ido aclarando.
El profesor Cristián Antoine se ha referido a lo que Hans Johnsson denomina un “revoltijo semántico” que se ha constituido en torno al tema a partir de expresiones provenientes de distintos ámbitos como las Relaciones Públicas, la Comunicación y la Publicidad. Lo grave de considerar sinónimos palabras que no son tales, es que se afectan el ordenamiento de responsabilidades, la asignación de tareas y, en definitiva, la manera cómo son asignados los recursos monetarios.
Entre las definiciones de diccionarios y las que se encuentran en la literatura especializada chilena y extranjera aportadas por diferentes autores están las siguientes:
(a) Auspiciador, el que auspicia, aplícase a las personas o empresas que, con fines de propaganda, patrocinan diversas actividades como publicación de revistas, programas de radio o televisión, etc.
(b) Co-Auspicio: la participación de dos o más anunciantes o marca en un programa o serie.
(c) Auspicio: financiamiento total o parcial de una emisión de radio o televisión o de una manifestación cultural o artística por parte de una empresa o persona. Esta no interviene en el contenido del mismo acto o programa que recibe el auspicio, pero lo utiliza como vehículo para promover su imagen, su nombre, sus actividades o sus productos.
(d) Padrinazgo, término derivado de la palabra francesa “parrainage” y que se refiere al sostén técnico y financiamiento aportado por una empresa a una manifestación cultural, artística, deportiva, etc. donde ella pueda ser introducida. Así la empresa busca con el desarrollo de esta práctica conseguir una mayor incremento en su notoriedad.
(e) Sponsoring, designa la contribución económica de una empresa al desarrollo de una actividad, como vehículo para la promoción de la imagen corporativa o sus productos y servicios.
(f) Patronazgo, voz que define el apoyo, la ayuda entregada por una empresa a una persona, una organización, una manifestación y en que dicha empresa busca obtener un beneficio de imagen. En Francia este concepto se orienta más bien a la proyección de una imagen, mientras que en el idioma español la palabra se asocia a “patronato”, la administración de obras pías.
El concepto moderno de mecenazgo cultural, por otra parte, nos lo refiere con amplitud el mismo profesor Cristián Antoine en otro de sus libros. La génesis del término proviene, según nos aclara, de la época de inicios del Imperio Romano:
“Mecenas apoyó a artistas como Horacio y Virgilio y se arruinó, en un esfuerzo por ganar influencia ante el emperador Augusto. Se le atribuye la creación del más antiguo de los modelos de política de financiamiento de la cultura, una forma de “patrocinio clásico” que está en los orígenes de toda relación entre la sociedad política y los artistas y creadores, y sobre la que existe una larga experiencia de siglos y personajes: Miguel Angel y Boticelli, apadronados por los Médicis; Rafael y el banquero Chigi; Caravaggio y el banquero genovés Giustiniani; Mozart y el arzobispo de Salzburgo; Velásquez y Felipe IV, entre muchos otros”.
Aunque no parece existir una definición cabal y exacta del concepto de mecenazgo, se entiende como el apoyo que entregaban individualmente ciertos personajes históricos importantes y que, en la actualidad, corresponde a un apoyo más bien institucional a las artes. En tiempos actuales y para el caso chileno, los inicios del mecenazgo cultural estarían asociados al retraimiento del Estado y del surgimiento de grandes fortunas nacionales sustentadas en el modelo exportador de los años ochenta. Entre muchos ejemplos que pueden citarse están: (a) desde 1983, la entrega de recursos financieros de parte de la empresa Minera Escondida para ayudas a museos, teatros y conservación del patrimonio bibliográfico de la Sala Medina de la Biblioteca Nacional de Chile y (b) en 1985 el Banco de Crédito e Inversiones organizó un concurso de pintura infantil Festival de Arte Joven y en 1987 apoyó el Festival Costumbrista Chilote.
Una iniciativa de gran interés para el desarrollo de la cultura en nuestro país, asociada al concepto de mecenazgo, comenzó a operar en la década de los años noventa, la Ley Nº 18.985 también conocida como “Ley Valdés”. Un tiempo después, a inicios del tercer milenio, la Ley Nº 19.721 (D.O. 05, mayo, 2001) modificó y mejoró algunos aspectos de la “Ley Valdés”, cuyo nombre se debe a la iniciativa del entonces senador Gabriel Valdés y cuyo objetivo principal era permitir a las empresas efectuar donaciones culturales a cambio de rebajas en los impuestos (a las utilidades).
Según el profesor Cristián Antoine tal como está estipulada la “Ley Valdés” sobre donaciones, su proceder corresponde al concepto de Patrocinio: aquella práctica permanente y organizada a través de la cual una organización comercial o empresa destina recursos propios para el financiamiento parcial o total de un acontecimiento, una persona o una organización que actúa en el campo del deporte, la cultura, las artes y la ecología, esperando como contraprestación de su aporte un beneficio publicitario que contribuya a la elevación de la notoriedad e imagen.
A pesar del esfuerzo de estandarización de las categorías de empresas colaboradoras o participantes en proyectos culturales en nuestro país, como las definidas con anterioridad, siempre cabrá la posibilidad de que una organización cultural determinada defina sus propias categorías para efectos de otorgar determinados privilegios publicitarios o de imagen a las compañías donantes.
Un buen ejemplo de esta situación ha sido el del Teatro Municipal de Santiago de Chile, dependiente de la Corporación Cultural de la I. Municipalidad de Santiago. A partir del año 1982 se creó el grupo “Amigos del Teatro Municipal”, cuya presidenta fundadora fue la señora Giselle Fagres de Theberge, Junto al Club Hípico de Santiago, la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones y la empresa Copec, patrocinaron la temporada 1989. Con el paso de los años aparecieron una serie de categorías de empresas y personas participantes en apoyo a las actividades culturales: Donantes de Becas (30 a 40 UF anuales); Patrocinadores (sin información en UF); Benefactores (100 UF anuales); Donantes (50 UF anuales); Patronos (11 a 20 UF anuales); Socios Diplomáticos (5 UF anuales); Contribuyentes (6 a 10 UF anuales) y Asociados (5 UF anuales).
Hacia los años 1996 y 2003 algunos de los Patrocinadores fueron Gasco, Entel Chile, Pisco Capel, Falabella, Nestlé, Carter Holt Harvey, Empresas CMPC S.A., Amigos del Teatro Municipal, Universidad Católica de Chile Televisión, mientras que entre otros numerosos Auspiciadores estaban el Banco O´Higgins, el Banco de Chile, el Banco de Crédito e Inversiones, Bell South Chile, Citibank N.A., CTC Mundo, El Mercurio, Ernst & Young, Langton Clarke, Mall Plaza, Sony Chile, Ultramar Agencia Marítima, etc. Hacia 1996 también se había formado la Asociación de Empresas Auspiciadoras y un número reducido de empresas participó en la categoría de Auspiciador Especial en apoyo de la tetralogía de Wagner. Entre las empresas Colaboradoras estaban: Comercial F.H. Engel; Dulcería las palmas; Epson; Hotel Don Tito; Hotel Galerías; Hotel Sheraton; Reifschneider, Ristorante Da Carla; los Benefactores fueron Atento Chile, Banco Security, Banco Bice, Coasin, Scotia Bank y Shell Chile.
En el resto de América Latina las experiencias de Mecenazgo Empresarial se ha manifestado de manera creciente. Esta tendencia, más bien de carácter mundial, se explicaría porque las empresas necesitarían en la actualidad buscar nuevas formas de comunicación que trasciendan la publicidad de la marca y se inserten en las relaciones públicas. Además, la existencia de una demanda cultural insatisfecha por el Estado daría por consecuencia lógica el surgimiento de una fuente de financiamiento complementaria y asociada al concepto de mecenazgo cultural. En Brasil se cuenta desde 1991 con la Ley Rounaet (Nº 8.313), mejorada en el año 1995 y que fue propuesta por artistas, productores culturales, empresarios y especialistas en legislación tributaria. En Argentina en general se utiliza un sistema burocrático y estatista, en que el donante no puede elegir libremente a qué o a quienes hacer llegar sus aportes, pues deben ser entregados al Fondo Nacional de Las Artes que se constituye como intermediario. Sin embargo existe al menos la excepción del gobierno regional de Río Negro, que en mayo del 2003 aprobó la Ley de “Fomento de la actividad privada en actividades culturales” y en la cual se incluyen incentivos fiscales que permiten descontar impuestos a cambio de aportes en dinero o recursos.
Del mismo modo, en países como Venezuela, Uruguay y Colombia el mecenazgo empresarial se ha estado efectuando sin el apoyo de una ley específica, aunque ha obtenido logros importantes. Organizaciones como el Centro Cultural Consolidado, Espacios Unión, Fundación Polar, Fundación Bigott en Venezuela, las Fundaciones Buquebús y Banco de Boston en Uruguay, así como los Fondos de Promoción de la Cultura del Banco Popular y otros semejantes del Banco de Colombia, Banco Superior y Banco de Occidente de Colombia, son ejemplo de ello.
La cultura como tema de calidad de vida en nuestra historia reciente
La importancia de la relación entre cultura y espacios públicos, bajo el enfoque de calidad de vida, es prácticamente evidente por sí misma. Muchas actividades culturales satisfacen momentos de esparcimiento y entretención de personas que desean olvidar por algunos momentos las fatigas del trabajo. El profesor Roger Sue, en su ya tradicional libro sobre el ocio publicado por el Fondo de Cultura Económica, nos preparaba hace varios años sobre los cambios que ya hoy vivimos sobre el uso del tiempo libre de parte de los ciudadanos. Según este autor la palabra “ocio” puede entenderse también como aquel tiempo ocupado en actividades elegidas libremente y relacionadas con deportes, viajes, ver televisión y no necesariamente en un sentido exclusivo para destacar la idea de no hacer nada o vivir la pereza. Aún cuando su obra fue escrita en función de la realidad francesa, a partir de ella se intuye que los temas culturales asociados al uso del tiempo libre son y serán cada vez más relevantes:
“La disminución progresiva de las horas de trabajo y el incremento del tiempo libre que se deriva de ello afectan las categorías de la población activa. Ese tiempo libre, que antes era marginal, tiende a adquirir cada vez mayor importancia. Esto se debe no solamente a que su duración va en aumento, sino también al momento privilegiado que representa para satisfacer un mayor número de necesidades que las de la vida de trabajo se vuelve uniforme, se mecaniza, y da cada vez menos lugar a la expresión propia del asalariado. Desde este punto de vista, el ocio se opone al trabajo, es su antídoto. A la vez que aumenta el tiempo libre, las prácticas del ocio se vuelven más intensas. El ocio ya no es ese tiempo hueco y vacío que sigue al tiempo del trabajo; ya no es sólo el tiempo necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo, como lo definían los marxistas. Se traduce en actividades individuales o colectivas que, por su extensión y por las infraestructuras que suponen, hacen de él un fenómeno social de primera importancia.”
Cultura y espacios públicos en Chile hasta fines del siglo XX
En una visión histórica de largo plazo, Chile habría tenido resultados más bien modestos en lo que se refiere a la materialización de un acervo cultural, a partir de su independencia de España. Durante el siglo XIX, la labor efectuada por nuestros intelectuales se habría centrado básicamente en el terreno de la historia y el derecho, irrumpiendo con fuerza la literatura y la plástica sólo en el siglo XX. Estas últimas actividades incluso dieron a nuestro país figuras de renombre mundial en la poesía y la pintura. Sin embargo, las actividades culturales estaban generalmente en manos de personas de estratos sociales acomodados, en un contexto de escaso interés del público masivo y despreocupación de las autoridades de la época.
De este modo, la situación cultural de mediados del siglo XX se encontraba en un verdadero apagón, con un crecimiento desmesurado de la intervención política en todas las esferas de la sociedad chilena, pero paradójicamente en medio de un fuerte crecimiento industrial y de las comunicaciones que, de alguna manera, estimulaban aprovechar el tiempo libre en actividades recreativas. La conjunción de estos hechos habría determinado un incentivo inadecuado al hedonismo y al consumo masivo, en desmedro de valores humanos más altos, como la solidaridad social, la responsabilidad moral y la creatividad cultural.
La situación anterior habría alcanzado su nivel más crítico en los primeros años de la década de 1970, en los cuales los ciudadanos estuvieron cercados por el materialismo económico, la demagogia y la exaltación de valores reñidos con los que representaban la idea de virtud ejemplar, como la sensualidad, el exhibicionismo, la mentira, el lujo, la vanidad, el odio y la violencia.
Al reseñar a grandes rasgos lo ocurrido a partir de 1975 y en la década de 1980, existen versiones encontradas sobre el desenvolvimiento cultural alcanzado por Chile. En una de estas visiones, el gobierno del General Augusto Pinochet representó una época de toques de queda, de limitaciones al derecho de reunión, de restricciones y censuras de diversos tipos que simplemente contribuyeron a frenar el desarrollo turístico, la bohemia y la vida cultural.
En otra mirada opuesta, esta etapa corresponde al punto de partida de una política que se habría materializado en la irrupción de innumerables iniciativas artísticas e intelectuales sustentadas en diversos incentivos. Así, a partir de 1980 no sólo se iniciaron diversos concursos y se otorgaron premios relacionados con actividades culturales, sino que además se habría generado una mayor conciencia de la importancia del tema cultural y que se manifestaba a través de nuevas ideas, proyectos creativos y hasta experimentos culturales que comenzaron a ser sometidos a evaluaciones. Un ejemplo de esto último los constituye la obra de Aránguiz y Betancour, en la cual diagnostican el estado, la conservación de colecciones y proponen restaurar y desarrollar una serie de actividades que aprovechen el patrimonio de museos, parques y reservas forestales de Chile.
El primer intento por presentar una visión panorámica de los museos del país lo habría realizado hacia el año 1975 Grete Motsny, entonces Conservadora del “Museo Nacional de Historia Natural”, quien pudo conseguir información y entregar una visión general sobre 68 museos detectados en el país. En cifras, durante los años 1900-1930 Chile contó con apenas 5 museos, mientras que entre 1931 y 1960 el número anterior se incrementó en 31, es decir casi un museos adicional por año. Una mayor expansión se vivió en la década de los años 60, creándose 28 museos entre 1961 y 1970 –en promedio tres por año-, mientras que entre 1971 y 1980 se crearon 40 en total, un promedio de cuatro al año.
Los autores mencionados, Aránguiz y Betancour, han destacado un antecedente relevante de tener en cuenta al momento de discutir sobre políticas culturales: la dependencia de los museos. Estas instituciones en general no son independientes, debido a que nacen, crecen o decaen bajo el manto protector de organizaciones públicas, privadas o civiles. En otras palabras, al hablar de museos y difusión cultural inevitablemente nos encontramos nuevamente con aspectos económicos de financiamiento y operabilidad que deben ser resueltos por quienes asumen la responsabilidad de su conducción: administración, presupuestos, pago de jornales, promoción de actividades culturales, etc. hacia el año 1984, por ejemplo, la dependencia de los museos, parques nacionales y reservas forestales de Chile presentaba la siguiente distribución:
Con la vuelta a la democracia, y sin el ánimo de polemizar innecesariamente sobre lo que se hizo o pudo hacer mejor en tiempos idos, creo que es innegable que el desarrollo cultural chileno reciente ha mostrado avances importantes. Esta opinión, sobre el progreso alcanzado más recientemente, lo refiero en función de estándares propios y locales, no de países desarrollados donde los niveles de ingreso y patrimonio cultural acumulado nos llevan una ventaja significativa.
En este intento de evaluación de lo que acontece en materia cultural siempre nos encontraremos, como es de imaginar, con clásicas “piedra de tope”: los recursos necesarios y la voluntad política para implementar planes de desarrollo en esta materia. En el lenguaje económico se identifica la solución de problemas de oferta de cultura como aquellos relacionados con equipamiento y gestión, mientras que los temas de demanda de cultura son aquellos relacionados con la promoción o incentivo a diferentes individuos de una sociedad para que concurran y participen de manera regular en actividades de esta naturaleza. Así por ejemplo la construcción de un teatro o museo, su equipamiento y su gestión caen bajo el ámbito de la oferta, mientras que provocar en niños, jóvenes o adultos el deseo de aumentar su participación deportiva, de asistir a eventos culturales o de utilizar de forma provechosa la infraestructura existente, corresponden a ámbito de la demanda.
Con esta realidad de trasfondo, en que lo económico y administrativo no se puede desligar del éxito en el desarrollo cultural de cualquier sociedad, es que a partir de la década de 1990 y en la Región Metropolitana se efectuaron avances importantes. En lo referente a oferta y sólo en la zona céntrica de la ciudad, en la comuna de Santiago, la preocupación de las autoridades por aumentar y recuperar el patrimonio urbanístico se reflejaba en acciones concretas como la inauguración de la primera etapa del Parque de los Reyes, la remodelación del teatro Novedades, la renovación del teatro Huemul, el apoyo al Museo Cultural Violeta Parra y al Centro Cultural Alameda, la remodelación del Castillo Hidalgo y del Mural de Gabriela Mistral ubicados en el mismo entorno del cerro Santa Lucía, la refacción en el año 1992 del Centro Cultural Mapocho, la inauguración en 1993 en Quinta Normal del espacio Artequín y de dos inmuebles pertenecientes a la Corporación Cultural Balmaceda, además de la instalación de 10 bibliotecas atendidas por vecinos en sectores populares.
En lo tocante a incentivos a la demanda participativa de los vecinos y ciudadanos en general, el Alcalde Ravinet se preocupó de impulsar diversas iniciativas de carácter participativo, realizando festivales y llevando artistas a los barrios, recuperando películas antiguas para ser exhibidas en las calles y formando monitores para promover talleres culturales de carácter popular. Una de las actividades de mayor impacto se efectuó en el año 1993 cuando la ciudad de Santiago fue declarada “Capital Iberoamericana de la Cultura”, por la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas (UCCI). En esta jornada se desarrollaron 27 funciones de teatro, música y danza, cuatro exposiciones de grabados, fotografía, cerámica y pintura contemporánea, lo que permitió a unos 30.000 espectadores disfrutar de estas actividades y, ciertamente, elevar su calidad de vida.
Cultura y espacios públicos en Santiago de Chile a inicios del siglo XXI
El crecimiento de las actividades culturales en Chile y en particular en los espacios públicos de la Región Metropolitana de Santiago de Chile ha sido vertiginoso. Si bien con los antecedentes descriptivos que detallará a continuación, a modo de ejemplo, no es posible aún comprobar con fuerza la hipótesis planteada en este trabajo, no cabe duda que cada vez un número mayor y más diverso de comunidades o grupos sociales urbanos de nuestra capital y sus alrededores demuestran su interés por el desarrollo de actividades culturales.
En párrafos anteriores habíamos mostrado algunas experiencias de interés en espacios públicos y privados de la comuna de Santiago en los inicios de la década de los años 90. No es posible aquí detallar lo ocurrido en el resto de las comunas de Chile, por la enorme cantidad de eventos que se ha venido sucediendo y que excede los propósitos de esta monografía.
En particular, si es posible destacar la idea de llevar la cultura a los barrios y mediante un botón de muestra: por ejemplo el caso del barrio Yungay en la misma comuna de Santiago a comienzos del siglo XXI, en que se han combinado aspectos sociales y culturales. Una institución universitaria, la Universidad Bolivariana, desarrolló un conjunto de iniciativas distribuidas en cuatro líneas de trabajo: (a) servicios jurídicos; (b) servicios psicológicos; (c) gestión ciudadana y (d) pedagogía universitaria. Entre las actividades efectuadas a partir del año 2001, que de paso integraron a grupos de vecinos, organizaciones comunales, alumnos y autoridades, se anotan: “Familia y violencia”; “Barrio, Patrimonio e Identidad”; “Juventud, sexualidad y drogodependencia en la perspectiva de disminución del daño” y “Migrantes (sic) e integración”.
El impulso a las actividades culturales en el mundo ha estado acompañado del enorme crecimiento que ha tenido la denominada “industria cultural”, que combina elementos propios del turismo, la televisión, el cine, los deportes, la recreación y la cultura en general. Esto significa que la calidad de vida de las personas, de manera creciente, se relaciona también con sus deseos de conocer otros pueblos y ciudades, de disfrutar de unas buenas vacaciones conociendo la gastronomía de lugares exóticos, de divertirse y fortalecer la salud a la vez a través de un programa deportivo. La pregunta que aquí cabe entonces es: ¿Hacia donde han ido la cultura, los deportes y la recreación en nuestra Región Metropolitana durante le siglo XXI?.
Entere los numerosos documentos referenciales que podemos incluir, para percatarnos de la creciente relevancia de las actividades culturales están las guías de fin de semana de matutino La Tercera. En el año 2001 éstas informaron de recitales, programas de radio, cine, videos, televisión, bares, restaurante, pasatiempos y un largo etcétera de actividades similares: en enero de aquel año se presentaron adaptaciones a obras de teatro de “Moby Dick”, una versión de Lewis Carrol en “Alice Underground”, una historia de barrios marginales en “Bukowski Bukowski”, una decena de certámenes programados como el “Festival de Teatro a Mil”, que incluía más de 76 obras de teatro y danza, 200 funciones y la intervención de 64 agrupaciones nacionales junto a 12 compañías extranjeras.
En lo musical, se efectuó un ciclo organizado por la “Corporación Cultural de Las Condes” con el objeto de acercar a los vecinos al conocimiento de nuevos valores criollos en estilos musicales tan heterogéneos como el sonido del pop, el jazz, la música celta y el new age. Entre los recitales programados estuvieron la guitarra y el jazz del grupo de Ricardo Arancibia en el pub “La Máquina”, la banda rockera argentina “Invierno” en el teatro “La Batuta”, el compositor de música pop Rudy Wiedmaier, la presentación de un grupo de la trova cubana en el “Centro Cultural N’Aitún”, una gala especial de tablao flamenco en el teatro “Carlos Cariola” organizado por el “Ballet Nacional Español Andalucía”, guitarras de verano en la Biblioteca Nacional, un cuarteto de Jazz junto al río Mapocho en la comuna de Providencia, además de una serie de actividades de música en vivo y concursos en el pub “Licity” de la comuna de La Florida.
En el mes de abril del mismo año se exhibían numerosas exposiciones artísticas como “Primera Mirada”, de la artista Victoria Valjalo, en el Museo de Arte Contemporáneo, las pinturas de Jaime Colson y de Inés Harnecker en el “Museo de Bellas Artes”, una colección de fotografías desde 1858 y hasta el 2000, en el “Museo Histórico Nacional”, las pinturas de Alicia Larraín en “Casas de Lo Matta”, las obras de Joseph Dunmore en el “Centro Cultural Alameda”, óleos de Alejandro Robles en el “Centro Cultural Mistral”, además de una muestra de maquetas, fotografías, videos y planos en el “Centro Cultural de España”.
En agosto y septiembre del 2001 se desarrolló una mesa redonda sobre la situación del arte contemporáneo chileno, se dictaron cursos gratuitos sobre Historia del Arte, un curso de salud y terapia a través del Feng Shui, talleres de autosugestión a cargo del hipnotizador español Tony Kamo, clases de flamenco a cargo de la bailaora Natalia García Huidobro y muchísimas otras actividades, sin mencionar todo lo relacionado con las Fiestas Patrias.
En una selección de otro enorme grupo de noticias referentes a actividades culturales efectuadas tenemos la siguiente muestra para algunos meses del año 2002. En el mes de enero, una exposición de Gonzalo Díaz y fotos de Luis Weinstein en el Museo de Arte Contemporáneo, una muestra de la colección “Cruce de Miradas” en el Museo de Artes Visuales, “Vida y obra de Benjamín Vicuña Mackenna” en el museo que lleva su nombre, “Arte religioso, carruajes y mobiliario” en el Museo del Carmen en Maipú, numerosas exposiciones en los museos de Ciencia y Tecnología, De la Solidaridad S. Allende, Ferroviaro, Histórico Nacional, de Historia natural, Infantil, La Chascona, MIM, Nacional Aeronáutico, Nacional de Bellas Artes, Palacio Cousiño y Ralli, exposición de Lisi Fox y Paula Quintela en la Galería Ana María Matthei, exposición colectiva “Juego de Arte Metropolitano” en la galería Animal, exposición “De Córdoba con amor” en Artespacio y grabados de Mónica Yanine en la corporación Amigos del Arte.
En el mes de marzo del 2002, la ciudad de Santiago pudo disfrutar de un ciclo de cine brasileño, en el Centro de Extensión ubicado en Alameda 390, en el cual se proyectaron películas como “Bellini y la Esfinge” y “O auto da compadecida”. En el Centro Cultural Montecarmelo, en tanto, se presentaba la undécima temporada de videos clásicos en pantalla grande, con un ciclo denominado “Aquel gran cine italiano”. El filme “La hija de O`Higgins” de la directora Pamela Pequeño, en tanto, era presentado de un local gastronómico de Antonia Lope de Bello 0155, en que el valor de la entrada estaba determinado por el valor del consumo de los asistentes. En el aula magna de la Universidad de los Andes, por otra parte, se presentaba la película “El amigo americano”, incluida en un ciclo de cine alemán y con entrada liberada.
En los meses de septiembre del mismo año 2002, entre diversos espectáculos o actividades de tipo cultural realizados se puede incluir un ciclo de “Música Latinoamericana” en la Sala Estudio Master, donde el grupo Ensamble Serenata efectuaría un recorrido musical a través de cancioneros de Cuba, Venezuela, Perú, Bolivia, Brasil, Paraguay y Chile. En la sala SCD de Santa Filomena 110 se ofrecían dos conciertos de Jorge Ríos y Gaby Germaine, “Dos voces junto al piano”. En el teatro de la Universidad de Chile se presentaba el Tercer Ciclo del Ballet Nacional Chileno y en la Basílica de la Merced, en vísperas del “Día de la Oración por Chile”, la soprano chilena Magdalena Amenábar, junto a Alma Campbell (en el órgano), Pedro Espinoza (en la viela) y Francisco Cortez (en el cello), ofrecían el concierto “Alba María”.
El año 2002 cerraba con una enorme lista de actividades. Sólo en la primera semana de diciembre seleccionamos: una presentación de la cantante y actriz Carmen Barros titulada “Cábala 77... Sólo para grandes” en el campus Casona Las Condes de la UNAB, ubicada en Fernández Concha 700; un recital de canto y piano de la cátedra del profesor Fernando Lara con obras de música española (Turina, De Falla, Granados, etc.) en Miguel Claro 509 y con entrada liberada; en la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen de la Plaza Ñuñoa y también con entrada libre actuó el conjunto gregoriano “Gregoriani Carminis”, que presentó el lanzamiento de su disco “Vuelo de Oración”.
Del mismo modo, con entrada liberada, el guitarrista chileno Carlos Pérez y la pianista rusa Svetlana Kotova realizaron un recital de guitarra y clavecín en el auditorium del Instituto Cultural de Providencia; un último antecedente que puede ser citado saquí se refiere al aprovechamiento de un espacio público, el frontis del edificio consistorial de la Municipalidad de Ñuñoa, en que sin costo para los vecinos se presentó un espectáculo de danza contemporánea denominado “Tríptico”, con tres coreografías de Gigi Caciuleanu (Cuerpos, Solo y Gente), a cargo del Ballet Nacional Chileno.
El año 2003 estuvo plagado de actividades no sólo diversas, sino además novedosas, entretenidas y en las que la creatividad demostrada por las personas a cargo fue una característica destacable. En marzo una exposición de Maite Izquierdo, en el Centro Cultural Montecarmelo, exhibía una colección de novecientas tapas de bebidas, ochocientos botones, cajas de huevos y camisas del año 1970, una especie de reino de cachivaches. El tallado de figuras religiosas destacó en abril, mes en el que en las Casas de Lo Matta se exhibieron obras de imágenes veneradas provenientes de talleres de Quito, el Cuzco, Calera de Tango, etc. y elaborados por maestros de renombre. En el mismo mes se celebró también el “III Simposio Internacional de Escultura”, inaugurado por el Presidente Ricardo Lagos en la comuna de Huechuraba, donde artistas procedentes de distintos países (Japón, México, Argentina, Holanda, Chile, etc.) y en un esfuerzo mancomunado entre los sectores privado y público, se logró una colección de 42 obras de gran formato cuyo destino ha sido embellecer los espacios públicos de la ciudad empresarial.
El teatro y la televisión chilena vivieron dolorosos momentos en el año 2003 por el fallecimiento de dos afamadas actrices nacionales y el grave estado de salud de otra de ellas, que más tarde moriría. He querido incluir estas referencias como una manera de recordarnos, a nosotros mismos, que las personas que hacen arte y cultura en Chile también llevan una vida personal de alegrías y sin sabores, que son humanas y que, por tratarse de figuras públicas, transmiten a sus respectivos públicos sentimientos de pena por lo que les ocurre. Las muertes de Silvia Piñeiro y Rebeca Ghigliotto así como el grave estado de salud de Sonia Viveros (muerte cerebral), fueron noticias que la prensa chilena se encargó de informar en los meses de mayo y septiembre.
En lo que respecta al tema de nuestro patrimonio cultural, un interesante reportaje aparecido en El Mercurio dio a conocer las opiniones de varias personalidades chilenas sobre cuáles eran, a su juicio, los lugares o edificios más valiosos de nuestro país. Entre otros entrevistados, el arquitecto Felipe Assadi, premio “Promoción Joven” del Colegio de Arquitectos, encabezó la lista con el Campamento Sewell, la Aldea Tulor y la Biblioteca Nacional; Carlos Larraín, abogado y ex alcalde, opinó que la Iglesia de la Recoleta Dominica, la Catedral de Santiago y el Convento de San Francisco; el arquitecto Carlos Alberto Cruz, autor de varios libros, anotó La Moneda, el Teatro Municipal de Santiago y el Club de la Unión; Francisco Gazitúa, escultor de obras emplazadas en espacios públicos, votó por la Iglesia de San Francisco, la Iglesia de Santo Domingo y el Museo de Bellas Artes; finalmente, Armando de Ramón, Premio Nacional de Historia 1998, señaló al teatro Municipal de Iquique, el edificio de la antigua intendencia de Valparaíso y los Ascensores de Valparaíso.
En el año 2003 nuestro medio cultural nacional conocería del otorgamiento a la ciudad de Valparaíso el título de “bien cultural de la humanidad”, del surgimiento de centros en pequeño formato que combinan bar y literatura, café y jazz, cortometrajes y cacho, teatro y poesía, de una exposición de caracolas en el Metro de Santiago, de la obtención de Santiago de la categoría de Capital Cultural 2004, del reconocimiento a Lalo Parra y los Hermanos Campos por su labor en la cultura popular campesina, de la pasión flamenca en la piel y pies de Sara Baras, de una explosión de colores en pinturas de Tuca Fluxá en Lo Barnechea, de la Fiesta de la Cultura 2003 en el Parque Forestal, de la vuelta del Café Torres en diciembre, de la aprobación en el Senado de devolver la autonomía a la Ley Valdés, de la visita de más de 500 mil personas a la muestra fotográfica de Yann Arthus-Bertrand en la Plaza de la Constitución y de la celebración del “Día Nacional del Cine” con presentación de filmes restaurados y rebajas de precio al público.
El año 2004, del mismo modo que el 2003, fue extraordinariamente fructífero en actividad cultural y uso de espacios públicos. Resulta igualmente complejo, por tanto, escoger dentro de una muestra de hechos ocurridos y relacionados con temas tan diversos como la música, los libros o el patrimonio, sin dejar de reconocer que en esto se es absolutamente arbitrario.
Aún así, cabe mencionar el esfuerzo del Grupo Santander que en enero aportó una colección de telas que abarcaba desde el siglo XVII y hasta el siglo XIX, a ser exhibida en el Museo de Bellas Artes. En el mismo mes se presentó además la obra escultórica de varios artistas chilenos en los patios interiores del Palacio de La Moneda y, cerca de allí en la Galería Gabriela Mistral de Alameda 1381, la instalación denominada “Su RUT”, un registro urbano y transitorio de los arquitectos Gregorio Brignoli, Francisca Insulza y Fabrizio Gallanti.
En lo referente al aprovechamiento de espacios públicos, cabe destacar para el año 2004 un Festival de Jazz inaugurado en la noche del 5 de enero en el Parque Balmaceda, con entrada gratuita y la presencia de figuras internacionales. La recepción de un nuevo espacio cultural en Recoleta, comuna de Santiago Norte, con la implementación de un circuito cultural que ocuparía el primer piso del antiguo claustro allí ubicado, monumento que había sido entregado por la orden en comodato a la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam), fue otra noticia en este ámbito. La instalación de luminarias que destacan en las noches monumentos como el Santuario del Padre Hurtado y la Iglesia de San Francisco, a través de un aporte del Grupo Endesa y con el patrocinio de la Corporación del Patrimonio Cultural de Chile, fue otro ejemplo de relación entre el mundo privado y el aprovechamiento de espacios públicos.
Entre las numerosas actividades de carácter cultural del año 2004 caracterizadas por la creatividad o ingenio de sus autores cabe mencionar una muestra de afiches de películas chilenas antiguas, un total de 130 carteles de producciones realizadas desde 1925, en el Centro de Extensión de la Universidad Católica de Chile. Los títulos de películas como “Ya no basta con rezar”, “Húsar de la muerte” o “El chacal de Nahueltoro” permitieron al público añorar epopeyas nacionales de tiempos idos. En el Teatro de la Universidad Católica de la Plaza Ñuñoa, en tanto, bajo la dirección de Andrés Céspedes, fue puesta en escena la obra “Bodas de Sangre” de Federico García Lorca, en un estilo que mezclaba flamenco con boleros y tonadas chilenas. La utilización de obras de la literatura criolla, como guiones para películas chilenas, representó una posibilidad que apareció comentada en un periódico local: dos novelas de Hernán Rivera Letelier, un libro de Patricio Manns y dos cuentos de Federico Gana por los cuales se interesó el cineasta Raúl Ruiz.
Los espacios privados también mostraron en numerosas ocasiones un sentido creativo o quizás, más bien dicho, de novedad en la entrega de un espectáculo. Un par de ejemplos de muestra fueron la presencia del conjunto Gospel de Harlem, agrupación coral de gran prestigio especializadas en un repertorio “Negro Espiritual”, que cantó en el Teatro Teletón de Santiago, pero en que las entradas costaban desde $ 6.000.- a $ 70.000.- en moneda del año 2004. El Centro Cultural “La Perrera”, en tanto, celebró sus diez años de vida con la participación de tres destacados Dj’s (Fontanaseca, Dworf y Vanila), además de diversas sorpresas teatrales en vivo, exposiciones y tocatas.
Uno de los aspectos más destacados en la prensa del año 2004 fue el hecho de que aparecieran numerosos reportajes sobre el estado de las políticas culturales del gobierno y en los que, a pesar del evidente progreso del sector en estos últimos años y que he ido detallando, seguían existían problemas prácticos. El público lector pudo conocer diversas opiniones sobre temas como el mecenazgo, el Fondart, la ley de donaciones, premios nacionales y amplios reportajes en los que se efectúa una verdadera evaluación del estado de la cultura en nuestro país.
En una entrevista realizada al entonces Presidente de Chile, Ricardo Lagos, éste expresó que: “Desde que conversamos en estas páginas hace cuatro años, siento que hemos colocado la cultura en el centro del debate nacional. Cuando miro los avances, ¿qué fueron los actos de celebración de los treinta años del 11 de septiembre el año pasado, sino un tremendo avance?. La eclosión cultural que hemos tenido no la conocíamos hace mucho tiempo y eso tiene que ver con que el país está acostumbrando a respirar más libertad”. En la misma nota el Presidente defendió la existencia de un canal estatal argumentando una combinación de razones de pluralismo, de difusión cultural y dando como un “buen ejemplo” lo que sucede con la BBC de Londres. Reconoció además que él como ministro de Educación, cuando diseñó el Fondart, pensó que recibiría recursos del sector privado (mecenazgo), pero que terminó en un fracaso.
El Fondart ciertamente no ha sido la panacea y así como otros fondos para investigadores administrados por Fondeciyt, ha sido motivo de fuertes críticas. Un par de ejemplos de lo anterior lo constituyen dos artículos de prensa aparecidos en los meses de abril y agosto. En el primero de ellos se informa sobre los cambios incluidos para la versión del año 2004, en respuesta a situaciones incómodas, por decir lo menos, respecto a la asignación de recursos de versiones anteriores: no sólo por el caso del falo de Machalí o la figura (afeminada) de Simón Bolívar, sino por numerosas denuncias y escándalos que se venían arrastrando desde que comenzó a funcionar en 1992. Otra fuente de críticas ha sido el lapso de ejecución de los proyectos –no excedía los seis meses-, el bajo porcentaje de aprobación de proyectos –no sobrepasaba el 13%- y que generaba mucha frustración de los participantes (que, al margen de lo polémico de las evaluaciones y al igual que los proyectos Fondecyt, no recibían nada por costos y tiempo perdido en la elaboración del proyecto).
Los resultados del concurso entregados el año 2004 provocaron diversas reacciones de molestia entre algunos de los perdedores. Opiniones como “Algo aquí huele a peligro” (Claudio Pérez, músico de Antimúsica-Parra x Ud. No), “Es una lotería” (Sebastián Alarcón, cineasta) y “Por ahora no volveré a concursar” (Fernando Cuadra, Director y académico de teatro, proyecto La Orestíada de Esquilo) sugieren que Fondart tiene un muy largo camino para mejorar.
El tema de las donaciones producto de modificaciones debido a modificaciones que recibió la Ley Valdés que provocaron resultados calificados de “desastrosos” en varios organismos de caridad, especialmente en algunos que atendían personas en extrema pobreza y discapacidad. La razón de ello fueron las trabas que pusieron los legisladores a las empresas el año 2003 hicieron que éstas, textualmente, huyeran despavoridas. Esta situación se dio por algunos abusos que habrían ocurrido en el caso de algunas universidades, pero llegó al extremo de determinar que la ley castigaría hasta con cárcel a quien aporta si la entidad que recibe comete algún error. A pesar de que muchas organizaciones de caridad se negaron a entregar datos, entre otras cifras anotadas y que muestran la magnitud de lo ocurrido estaban los $ 800.- millones de menos que recibió el Teatro Municipal, la paralización del 90% de las donaciones a la Corporación del Patrimonio Cultural y los $ 600.- millones de menos en el Hogar de Cristo.
En otros frentes surgieron voces que alertaron sobre algunos déficit en materia cultural, a pesar de la voluntad política y de los esfuerzos realizados en esta materia. El nombramiento de Santiago de Chile como “Capital Americana” de la cultura entre el 1º de enero y el 31 de diciembre del 2004, de acuerdo a un rango otorgado por una ONG designada por la Organización de Estados Americanos (OEA), no pasó de ser en la práctica una deferencia más bien nominal. Si bien en la Municipalidad de Santiago el Alcalde Joaquín Lavín se preocupó de realizar óperas y espectáculos gratuitos en la Plaza de Armas, una Feria del Libro frente al Museo de Arte Contemporáneo, espectáculos de Zarzuelas en el Teatro Municipal y una larga lista de actividades a las que asistieron miles de personas, varios testimonios de santiaguinos entrevistados indicaron desconocer el hecho y los beneficios que de ello se derivaba.
A lo anterior se agregaron las dificultades por las cuales atravesaban las orquestas infantiles y juveniles, que habían aumentado desde un total de 30 en el año 2001 a 170 en el año 2004, debido a un anuncio de cierre de la Fundación Andes, organización clave en el otorgamiento de becas para esta actividad. En otro ámbito, una encuesta realizada por el Consejo Nacional de la Cultura reveló un bajo “consumo de cultura” y amplias brechas entre los distintos estratos. Entre los factores que explican este resultado, la falta de tiempo y la carencia de recursos habrían sido determinantes. El sondeo sin embargo, que se efectuó entre el 8 de junio y el 8 de julio del 2004, mostró que un 63,8% de los encuestados cree que el acceso a la cultura es más fácil que hacía 5 años, un 12,0% reconoció que realiza al menos una actividad cultural a la semana Además, un 90,6% anotó que acostumbra a escuchar radio y un 93,8% a ver televisión.
Algunos de los últimos análisis sobre lo ocurrido en el área cultural chilena durante el año 2004, aparecieron en el diario El Mercurio en los meses de noviembre y diciembre, fundamentados de alguna manera en la encuesta antes señalada.
Un interesante reportaje de la periodista Macarena García, titulado “Midiendo la cultura”, destacó que el entonces ministro José Weinstein no sólo estaba interesado en que el Banco Central estimase una cifra sobre el aporte que la cultura hace al Producto Interno Bruto (PIB), sino además en dar a conocer algunos antecedentes cuantitativos sobre la marcha del sector. Entre los datos un tanto “incómodos” entregados, según una encuesta efectuada, están el que casi la mitad de los libros que se leen son novelas, que un cuarto de los santiaguinos mayores de 15 años no ha ido nunca al teatro, que uno de cada diez libros fue comprado en la calle, que sólo el 4,1% dice leer libros de poesía, que el 15,4% de hogares que no posee ningún libro y que un 34,7% que afirmó no conocer los espectáculos de danza.
Al finalizar el año, tres periodistas del diario El Mercurio efectuaron una evaluación de lo acontecido en el año en diversas materias culturales. En el tema Patrimonio, se anotó a favor la mayor conciencia de rescate y difusión de las identidades. Se critica la falta de coordinación entre organismos públicos y la ausencia de políticas acorde a nominaciones como la de Valparaíso por la UNESCO y de Santiago cono capital americana de la cultura. En el tema Institucionalidad, se aplaude los frutos de la puesta en marcha del “Fondo de Fomento de la Música Nacional”, la promulgación de la “Ley del Cine” y la creación del “Fondo de Fomento Audiovisual”.
Un punto a favor fue también la implementación de la “Encuesta de Consumo Cultural”. Lo negativo, tildado de increíble, la “Ley de Monumentos Nacionales” –herramienta existente para proteger el patrimonio- fue declarada inconstitucional por la Corte Suprema, debido a un conflicto de derechos de propiedad que alegaron los dueños del Palacio Pereira. También la “Ley de Donaciones Culturales” fue objeto de crítica por su ineficacia, producto de modificaciones que sufrió el año 2003.
Algunas estadísticas sobre temas culturales
El crecimiento de las actividades culturales referidas en la prensa hacia los 2005, 2006 y lo que va del 2007 es de una enorme magnitud, por lo que no es posible detallar ni estimar de modo más o menos confiable las cifras de eventos, a menos que se cuente con un estudio ad hoc y de costo significativo. Si bien a través de un sistema de selección de muestras y teniendo cuidado en la definición de indicadores o variables, es posible intuir tendencias sobre como ha evolucionado la cultura y utilización de espacios públicos, es preferible recurrir a algunos estudios y cifras oficiales que tengan un grado de confiabilidad más alto, dada su obtención a nivel institucional y con recursos especiales para ello.
En las páginas finales que siguen de este trabajo se aportan algunos datos estadísticos que confirman la hipótesis planteada. En esta primera parte de este apartado me referiré a la importancia que, como tema de calidad de vida, la cultura alcanzaba a fines del siglo XX. Los datos provienen de una línea de investigación personal de varios años de estudio.
El término calidad de vida hace alusión a un estado de desarrollo económico avanzado de una sociedad, en la cual tanto las necesidades básicas relacionadas con temas prioritarios (salud, vivienda, educación, transporte y justicia), como las de menor prioridad social aparente (medio ambiente, etnias, inmigrantes, violencia intrafamiliar, intolerancia, discriminación, adultos mayores, cultura, deportes y recreación) han sido ampliamente satisfechas.
En otras palabras, en general se acepta que un país que se precie de “nación desarrollada” debe cumplir una serie de requisitos mínimos y que dicen relación con la adecuada atención de los temas de larga lista anotada anteriormente.
La cultura, ciertamente, juega un rol importantísimo en el estado de desarrollo de cualquier sociedad, si bien el tipo de necesidades que atiende, al menos para una gran mayoría, muy probablemente no la considera como “prioritaria”. En cambio, salud (que podría incluir materias relacionadas como alimentación y vestido) si resulta prioritaria, pues está más directamente relacionada con el concepto de subsistencia.
Es bajo esta perspectiva que desde hace algunos años he estado desarrollando investigaciones en torno al tema de la calidad de vida a través de la importancia que la prensa chilena, en particular con la Región Metropolitana de Santiago, le asigna en sus propuestas de lectura al público. Uno de los resultados más sorprendentes ha sido (no esperado pues cultura se presumía de menor prioridad social aparente), justamente, que la cultura en nuestra capital y para esos años ha alcanzado valores de alta prioridad en las necesidades de la gente.
Antes de efectuar esta revisión documental debo aclarar que, de acuerdo a estudios que he realizado para el caso chileno y según determinados tipos de metodologías aplicados a información de prensa (para dos diarios populares de entonces, La Cuarta y El Metropolitano), la clasificación en temas prioritarios y menos prioritarios ha entregado una serie de cuadros estadísticos para los años indicados como los siguientes:
Por otra parte se ha procedido al cálculo del puntaje representativo del grado de prioridad alcanzado por cada noticia sobre calidad de vida incluida en la base de datos. Para ello he incluido una variable denominada “Puntaje” que pondera los distintos elementos incluidos en las fichas de acuerdo a la siguiente fórmula general:
PUNTAJE = (PAGINAS FORMULA) + (TAMAÑO TEXTO) + (FOTO COLOR) x 2 + (FOTO B/N) + (PAGINA PRINCIPAL) x 3
El significado de las variables es el siguiente: PUNTAJE = indicador de prioridad e importancia del tema de calidad de vida; PAGINAS FORMULA = número de páginas en las que aparece la noticia; TAMAÑO TEXTO = tamaño relativo de la noticia en relación al tamaño de la página del periódico; FOTO COLOR = número de fotos en colores que incluye la noticia; FOTO B/N = número de fotos en blanco y negro que incluye la noticia y PAGINA PRINCIPAL = variable dicotómica que señala la presencia o ausencia de la noticia en la página de portada del periódico. La fórmula aplicada ha buscado asignar puntajes que reflejen la relevancia de la noticia en función de los parámetros indicados, de acuerdo a un criterio particular de entre muchos alternativos.
En esta ocasión me ha parecido más relevante el hecho de que la noticia incluya una foto en color que una en blanco y negro, puesto que la probabilidad de llamar más la atención del lector es más alta; por esta razón se le ha asignado un coeficiente de ponderación igual a dos (“2”). Del mismo modo, noticias que ocupaban dos, tres o más páginas como las de anegamientos en épocas lluviosas, es evidente que marcan un punto de interés mayor que las demás, cobrando importancia la variable “Tamaño de la noticia”. Una noticia aparecida en la primera página ha sido ponderada por un coeficiente igual a tres (“3”), pues de alguna manera refleja un alto interés tanto para los representantes del medio informativo como para el público en general, el cual tiene la posibilidad de conocer el hecho en forma sintética incluso sin adquirir el diario, pues puede leer las portadas en los quioscos de venta.
El cuadro Nº 3 fue elaborado a partir de una selección mensual de informaciones relacionadas con calidad de vida en la Región Metropolitana de Santiago, a las cuales se les aplicó una metodología orientada a establecer niveles de prioridad según el impacto probable de los hechos noticiosos en la opinión pública. De un total de 9 categorías principales de noticias sobre temas de calidad de vida, entre ellas Adultos Mayores, Cultura, Educación, Legislación-Justicia, Medio Ambiente, Salud, Transporte, Vivienda-Urbanismo y Otros Temas, se obtuvo que las relacionadas con “Legislación y Justicia” resultaron en primer lugar y lejos, en una proporción aproximada de puntaje de tres a uno.
Sin entrar en detalle respecto a la distribución del número de noticias detectado y el puntaje obtenido según las categorías secundarias incorporadas en el estudio, el cuadro Nº 3 nos revela además que la categoría principal de “Cultura” (incluía deportes y recreación) obtuvo importantes lugares de prioridad en al menos tres de los cuatro meses elegidos de modo aleatorio para el cálculo. Si bien este tema de calidad de vida aparenta incluso hoy presentar un bajo perfil y poco significado, la realidad es muy diferente. Además, dos importantes grupos de temas como “Medio Ambiente”, “Adultos Mayores” simplemente quedaron en posiciones de menor interés prioritario. Cabe hacer notar que en la categoría “Otros Temas” se anotarían sólo aquellas noticias que no pudieran agruparse en las señaladas en la lista principal, pero en la práctica quedó aproximadamente el 1 ó 2% dentro de esta última.
El resultado que se obtuvo de la importancia prioritaria que le ha dado la prensa al tema cultural y su creciente relevancia lo confirman distinguidos autores, en un trabajo sobre cultura y desarrollo en Chile sobre su pasado histórico así como del presente. Es oportuna la distinción del profesor M. A. Garretón sobre la diferencia entre crecimiento y desarrollo, con miras a una política verdaderamente adecuada y pensando en una sociedad que “busca evitar quedar pegada” en lo que denomina un cemento desintegrador del verdadero sentido desarrollo.
Por otra parte, todo lo relacionado con temas como discriminación, inmigrantes, maltrato en el hogar y discapacitados se incluyó como categoría secundaria al interior de algunas categorías principales, en especial “Salud” (discapacitados por sordera, ceguera, habla o problemas mentales por ejemplo) y “Legislación-Justicia” (agresión a la mujer, maltrato a niños, discriminación, inmigrantes). De este modo, debido a la superposición de temas, muchos problemas de calidad de vida que soporta estoicamente la población se incorporaron a categorías que resultaron demasiado amplias, en particular “Legislación y Justicia”. De allí que en una evaluación más fina, más prolija respecto a las prioridades, es posible que algunas categorías que habíamos definido de carácter secundario tengan en realidad una importancia social tal vez mucho mayor de la “menor prioridad social aparente” según los datos que se muestran en forma tan agregada.
De todos modos, y esto es una opinión personal, ya sea que se trate de noticias prioritarias o no, para una sociedad que aspira a la verdadera modernidad resulta imprescindible enfrentar, analizar, discutir y en definitiva resolver las dificultades que conllevan aquellas materias un tanto olvidadas por la prensa capitalina, pero que no sólo afectan directamente la calidad de vida de un enorme número de personas, sino que además producen una serie de secuelas sociales negativas que recaen tarde o temprano sobre el resto de la población.
Los resultados estadísticos que se muestran en seguida se refieren a resúmenes de volúmenes mensuales correspondientes a una base de datos de noticias sobre calidad de vida en la Región Metropolitana de Santiago, aparecidas entre los meses de julio de 1999 y junio del 2000. Debido a la gran cantidad de información recopilada, se incluyen aquí sólo cálculos para los meses de agosto de 1999 y abril del 2000 del diario “El Metropolitano”, que muestran los Cuadros Nos. 4 y 5.
En el Cuadro Nº 5 vemos el mismo ejercicio del Cuadro Nº 4 anterior pero efectuado para el mes de abril del año siguiente. Se han separado con más detalles categorías que antes se incluían en otras más amplias, revela que los renglones referentes a abandono de menores, adultos mayores, discapacitados, discriminación, etnias e inmigrantes, medio ambiente, recreación y violencia intrafamiliar tuvieron un comportamiento noticioso mucho menos relevante.
Las estadísticas elaboradas antes anotadas (y en otros cuadros de las mismas fuentes citadas correspondientes a otros meses) confirman, del mismo modo que en el ejemplo anterior, que los temas de menor prioridad social aparente, como los hemos llamado, se refieren a asuntos relacionados con abandono de menores, violencia intrafamiliar, etnias e inmigrantes, discapacitados y medio ambiente.
El caso de la cultura y por los altos puntajes obtenidos cabe, en nuestra opinión, en una categoría de alta prioridad social. Aún así, no aparece con frecuencia en el discurso de los líderes latinoamericanos, lo que evidentemente requiere revisar no sólo las políticas de comunicación al público, sino también desarrollar estrategias específicas de impulso a la cultura.
Los análisis estadísticos a partir de cifras obtenidas por organizaciones especializadas pueden en general aportar una mejor visión de lo acontecido. Por esta razón, en esta segunda parte de este apartado quisiera anotar y comentar algunas estadísticas provenientes de fuentes oficiales. En primer lugar consideremos el Cuadro Nº 6:
El cuadro anterior refleja el crecimiento de los recursos monetarios (en términos absolutos, se desprende que los pesos son de cada año), ha sido una constante en el caso del apoyo estatal a la danza. Si bien no se tiene a la vista una serie de tiempo de cifras reales (en función de un año base), da la impresión que la mayor entrega de fondos obedece a una voluntad política con intenciones serias de mejorar la situación de este arte, lo que habría estado acompañada de buenos años en la marcha de la economía y con ello, ciertamente, más recursos a través de impuestos.
En el cuadro Nº 7, en tanto, se anotan algunas cifras que muestran lo ocurrido con la asistencia de público al cine. Cabe destacar el fenómeno aún interesante crecimiento del mayor porcentaje de asistentes a películas chilenas respecto a las extranjeras, aún cuando aquí no sea posible si es el resultado fehaciente de políticas adecuadas y eficientes aplicadas en el sector. Lo que interesa desde el punto de vista de nuestra hipótesis, y aún cuando en este cuadro no aparezcan cifras desagregadas para Santiago, es que la asistencia al cine fue en aumento a comienzos del tercer milenio de la era cristiana.
Un último grupo de antecedentes numéricos que me permito incluir, se refiere a los títulos del International Standard Book Number (ISBN) que registra la Cámara Chilena del Libro todos los años, que muestran una evolución creciente para los años 2001-2004, con una leve caída en el 2005.
La serie, que se observa en el Cuadro Nº 8 en una perspectiva de mediano plazo, parece indicar una mejora en la evolución de los títulos registrados tanto en la Región Metropolitana de Santiago como en el resto de las regiones del país, aunque en una proporción exagerada en favor de aquella, en particular si se considera la población de ambas zonas. Se aprecia por ejemplo que, en términos porcentuales, la Región Metropolitana ha estado concentrando cada vez más la inscripción de nuevos títulos, alcanzando un 87,63% del total en el año 2005.
Conclusiones
Al finalizar esta monografía es posible concluir que la cultura desarrollada a fines del siglo XX y en los primeros años del siglo XXI, tanto en espacios públicos como privados en Santiago de Chile, ha ido creciendo en forma paulatina y de manera cada vez más determinante en la calidad de vida de los ciudadanos.
Al finalizar esta monografía es posible concluir que la cultura desarrollada a fines del siglo XX y en los primeros años del siglo XXI, tanto en espacios públicos como privados en Santiago de Chile, ha ido creciendo en forma paulatina y de manera cada vez más determinante en la calidad de vida de los ciudadanos.
La revisión de los antecedentes sobre los conceptos de cultura, así como espacios públicos y privados, nos da cuenta de que existen distintos enfoques de comprenderlos e interpretarlos, pero en general los dan a entender como una actividad que es realizada por el hombre a través de su intelecto y esfuerzo propios, en un medio que puede quedar ubicado físicamente integrado con la presencia de otras personas pertenecientes al resto de la sociedad o a una comunidad particular determinada.
El desarrollo de la actividad cultural desde un punto de vista histórico habría mostrado que, con el paso de los años, la idea de cultura se transforma. Diversos autores han hecho notar en numerosas ocasiones, por ejemplo, que no toda la programación ofrecida por la televisión local e internacional representa un aporte en materia cultural. Por el contrario, la falta de un vocabulario adecuado en el uso del lenguaje, lo intrascendente de algunas cintas o telenovelas y la falta de contenido intelectual, entre otros muchos vacíos que sería largo detallar, motivan controversias sobre el verdadero sentido de la libertad de expresión y creación en materia cultural que no es fácil de resolver por su relación con el aspecto comercial del medio televisivo.
La cultura es y será, indudablemente, controvertida. La adjudicación de premios, becas o fondos a actividades muy polémicas, como la estatua de un falo y el retrato afeminado de Simón Bolívar que hemos citado en el texto y hasta la famosa niña desnuda en una casa de vidrio en el centro de Santiago, que agrego ahora como un recuerdo personal, para algunos son simplemente consecuencia de la inconsecuencia de las políticas culturales seguidas en Chile y en las que se han asignado fondos de impuestos que pagan todos los chilenos para satisfacer un capricho obsesivo de algún “artista” desconocido.
Los espacios públicos también nos presentan una cara positiva, desde el punto de vista del consumo de cultura a nivel popular, pero sin desmerecer que en determinadas ocasiones y a través de ellos aparece una cara más bien negativa. Es el caso de aquellos espectáculos públicos en plazas o estadios en que el griterío ensordecedor hasta altas horas de la noche –insoportable e inadmisible si se realiza en días laborales- o el paso de las multitudes que van o vienen de estas actividades y destrozan los jardines de las casas vecinas o simplemente rayan sus muros, lo que en castellano es nada más que un robo por tratarse de uso indebido de propiedad ajena.
En los espacios privados es más difícil que las molestias o externalidades negativas, que pueda generar un concierto o actividad cultural, no sean debidamente internalizadas. En general este tipo de manifestaciones suele quedar regulada bajo una autoridad estatal que vela por el aislamiento adecuado del recinto en lo acústico, en los olores si se trata de una muestra gastronómica e incluso en las condiciones generales con que el público debe asistir.
En general las municipalidades u organismos comunales tienden a velar, prioritariamente, por la tranquilidad del resto de los vecinos. Una cuestión importante en este punto es, indudablemente, que la autoridad no discrimine en cuanto a exigencia de espectáculos ofrecidos bajo un espacio público, ya sea por artistas privados o cuerpos artísticos estatales, respecto a los exigidos a espacios privados. Cabe recordar, ciertamente, que en el caso de los espacios privados han existido y seguirán ocurriendo problemas desde desgracias, como la discoteca “Cromagnon” en Argentina y en que murió mucha gente, hasta dificultades menores como la devolución de entradas en un reciente concierto cancelado por al cantautor cubano Silvio Rodríguez en la ciudad de Talca.
La cultura evoluciona como cualquier actividad humana y en el caso chileno, en particular en la Región Metropolitana de Santiago, se han evidenciado progresos evidentes hacia comienzos del tercer milenio. Esto no debe inducirnos a un conformismo peligroso en materia cultural. Esto, sin embargo, nos lleva a la vieja discusión del rol del Estado y del mercado en el impulso y desarrollo de las distintas y numerosas actividades que día a día se efectúan en este sector.
Hemos revisado opiniones en que se reconoce que organizar un espectáculo requiere de recursos, fondos, energías y formas de financiamiento. En palabras sencillas, para alguno la cultura como cualquier otra actividad es una de tantas otras como las que vemos ofrece el mercado: venta de hot dogs, comidas, vestidos y casas. Se reconoce en todo caso que la naturaleza del servicio de los espectáculos culturales, deja algo más en el alma y el cuerpo humano que otras actividades mercantiles relacionadas con las necesidades básicas. Lo que ha sucedido es que la cultura históricamente ha sido considerada, o de hecho lo ha sido, una actividad elitista, incluso para el disfrute exclusivo de reyes o emperadores en tiempos más remotos.
Con el transcurrir del tiempo y trasladándonos hasta el presente la cultura se ha transformado de un lujo (un “bien normal de lujo” como dicen los economistas, aquellos que presentan una elasticidad ingreso de la demanda mayor que 1), en un “bien normal necesario” (en que la elasticidad ingreso de la demanda está entre 0 y 1 ). Esto ha sido así por los avances tecnológicos y el aumento de los niveles de ingresos promedio en todos los países del mundo, lo que ha permitido que un mayor número de gente adulta acceda a algún medio de comunicación masivo mediante el cual puede acceder a programas culturales.
En este contexto cabe reiterar la pregunta que plantea la discusión sobre los roles del Estado y el mercado. Como economista profesional, mi proposición es que el Estado puede y debe efectuar una labor subsidiaria en materia de difusión e impulso cultural, pero no debe producir los servicios culturales en sí. Esta propuesta no significa, en ningún caso que, ante una futura evaluación o reforma en el sector, se deba terminar con tal o cual programa cultural en que los funcionarios a cargo de una orquesta o cuerpo de ballet, etc. deban ser cesados.
Los economistas suelen hablar del concepto de “eficiencia de Wilfredo Pareto”. Una reforma por lo general se supone que busca mejorar el estado de cosas existente. El criterio paretiano nos señala que los cambios para mejorar deben ser tales, que en el nuevo estado de la sociedad después de la reforma los individuos deben mejorar respecto a su posición inicial o, al menos, quedar tan bien como antes. En caso de que esto último no sea factible, la idea es que quienes algo pierden sean compensados y queden al menos tan bien como antes.
En mi opinión, dentro de estas conclusiones, el rol del Estado a futuro es contribuir a que se generen fuentes de financiamiento crecientes y en lo posible permanentes de la actividad cultural en todas sus manifestaciones. Esto lleva inevitablemente al tema tributario, pues es la forma como el Estado recauda recursos. La tradición indica que las autoridades políticas buscan participar, actuar como redistribuidores de recursos ante los ojos de los votantes, les gusta “cortar cintas”. Para ello, deciden utilizar recursos provenientes de los presupuestos nacionales para asignarlos a tal o cual programa de obras públicas, desarrollo deportivo, cultural, recreativo, etc.
El grave problema de esta forma de redistribución, y que en general los políticos no se atreven a mencionar, es que en el paso desde los contribuyentes al artista o deportista receptor beneficiado se pierden muchos recursos. La cuestión es: si el Estado recauda 100 millones de dólares en impuestos para un ministerio, gasta 80 millones de dólares en equiparse (autoridades, ejecutivos, técnicos, secretarias, papel, computadores, materiales, luz, teléfono, agua ...) y sólo 20 millones de dólares le llegan a los artistas, ¿es eficiente?. Por supuesto que NO. Es muy mala política llenarse de ministerios y reparticiones públicas que literalmente derrochan a manos llenas el dinero de los contribuyentes. La ex Unión Soviética llegó a tener la friolera de 50 ministerios, algo absurdo.
En principio, una reformulación de las políticas tributarias que permitan la rebaja de impuestos a cambios de aportes directos a programas culturales aparece como lo más urgente en el corto y mediano plazo. Entiendo incluso que en ciertos estados de Estados Unidos, por ejemplo, una persona cualquiera tiene el derecho a destinar parte de sus contribuciones a los temas que él piensa son más relevantes (ayudas a pobres, deportes, cultura ...). Hay que darle más poder a la gente común, no a los políticos que deciden por nosotros el uso de los impuestos como si no tuviésemos alma ni mente.
El Estado no puede seguir actuando como el perro del hortelano, apropiándose de importantes recursos a través de los consabidos aumentos de impuestos, que en la práctica se diluyen en un interminable gasto burocrático estatal (papeleo, oficinas, funcionarios, materiales) y que finalmente no llegan a quienes tienen ideas novedosas en materia cultural.
La alternativa va por la incipiente idea de la Ley Valdés o Ley las donaciones, en el sentido de que las empresas, a cambio de pagar menos impuestos, puedan destinar esos recursos directamente a quienes requieren los fondos para programas culturales, ambientales o similares. En otras palabras, que de 100 millones de dólares de menos impuestos pagados, 80 millones lleguen a los artistas o grupos populares y sólo 20 millones de dólares al Estado para efectuar el control y evitar el desvío de recursos o fraudes.
En síntesis, el Estado tiene que ir centrándose en su verdadero rol en materia cultural, en dar cabida en forma creciente a las expresiones provenientes de la civilidad, en otorgar libertades bien entendidas para la provisión de servicios culturales, en abrir espacios públicos al uso privado y controlar las externalidades negativas de los espectáculos masivos, en redistribuir en forma inteligente los recursos tributarios existentes y en evitar tentaciones de manifiesto tinte burocrático-inútil.
Sugiero considerar seriamente las nuevas formas de financiamiento cultural, el mecenazgo, el patrocinio, la colaboración, el sponsoring, las donaciones, etc. Es un mundo nuevo de posibilidades y que algunos autores entendidos que hemos citado nos invitan a explorar.
Quisiera terminar dejando constancia que a este trabajo le ha faltado analizar la relación entre cultura y educación. Lamentablemente la educación en Chile en los últimos años ha evidenciado una serie de falencias que, no sólo han provocado un descontento masivo (y utilizando espacios públicos en los que se ha reprimido a la ciudadanía) como la marcha de los llamados “pingüinos” y las quejas de gran cantidad de universitarios por falta de becas a los distintos estamentos de educación superior.
Es triste reconocer que un aspecto tan básico como es el lenguaje de un país, la maravillosa lengua española en nuestro caso, es mal usada y hasta ofendida día a día por jóvenes escolares y gente común: en la vía pública, en el autobús, en cualquier parte y a vista y paciencia de todos. En mi opinión, esto tiene remedio. Un primer paso hacia adelante lo han dado algunos colegios y universidades que han implementado sistemas competitivos de concursos de debates, que obliga a los alumnos a mejorar su dicción y facilidad de palabra. La educación y la cultura van de la mano y no tienen por qué ser aburridas, al contrario, pueden constituirse en un apasionante desafío.
Hace unos años el filósofo italiano Luciano de Crescenzo escribió un libro sobre Historia de la Filosofía en el que se quejaba de que en su país los encargados de la cultura se habían constituido en unos verdaderos maestros del aburrimiento. La razón de ello era que bastaba con visitar alguno de sus museos: pasillos enormes, siempre iguales y siempre desiertos, esculturas y cuadros con ningún tipo de explicación, melancólicos guardias a la espera de la jubilación y un silencio sepulcral que llegaba a estremecer.
Esta situación la contrastaba con el espíritu didáctico de los norteamericanos, por ejemplo el Museo de Historia Natural de Nueva York, donde todos no sólo aprenden, desde entendidos hasta analfabetos, sino además se divierten. En ellos hay bares, restaurantes, videos explicativos, dioramas con reconstrucción de paisajes, dinosaurios mostrando sus dientes, canoas de indios con Toro Sentado remando, etc.
El profesor De Crescenzo, en otras palabras, nos abre los ojos para continuar luchando no sólo por practicar el indefinible acto de “filosofar” en la vida, sino también ser optimistas y buscar de manera creativa, en un contexto no burocrático y de amplias libertades, el enseñar y disfrutar la cultura.
En mi modesta opinión creo que tiene razón. A la larga, con el paso de los años, la lectura de diferentes libros, el escuchar buena música, practicar deportes, salir a cantar en un coro, el leer novelas de esforzados escritores, el asistir a un museo, etc. reporta beneficios individuales y colectivos enormes, imposibles de medir, pero que instintivamente me atrevo a asegurar que conducen a las gentes de las distintas sociedades hacia un inevitable estado de civilización más avanzado, en que los estándares de calidad de vida han de ser superiores.
Que hemos avanzado en materia cultural, como he intentado probar en esta monografía, no quiere decir que estemos bien.
Siempre es posible mejorar.
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