Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
Genilson Valotto Patuzzo (CV)
Doctorando en Economía Aplicada en la Universidad de Alcalá, España
genilson_valotto@hotmail.com
Resumen
Actualmente Brasil es la mayor economía de América Latina, ha logrado una gran estabilidad macroeconómica durante los últimos años. Sin embargo, el comercio internacional de servicios sigue siendo bajo y con grandes déficits en la balanza de pagos. Las peculiaridades para el conocimiento de la evolución de las actividades de servicios a través de los sectores de actividad examinando para ello los cambios en la generación del producto, en la productividad y en la absorción de la fuerza de trabajo, permite, por un lado, establecer un paralelismo con el proceso de industrialización y con el grado de modernización de una sociedad; y, por otro, evidenciar el papel de las actividades de servicios en el discurrir del desarrollo de la realidad económica de Brasil.
Palabras-claves: Evolución de los servicios, comercio internacional de servicios, peculiaridades del sector servicios.
Abstract
Currently Brazil is the largest economy in Latin America has achieved macroeconomic stability in recent years. However, international trade in services remains low, with large deficits in the balance of payments. The peculiarities for understanding the evolution of service activities across the sectors considered for this change in the gross domestic product, productivity and the absorption of the labor force, allows the one hand, draw a parallel with the process of industrialization and the degree of modernization of society and, secondly, to highlight the role of service activities in the flow of the development of Brazil's economic reality.
Key words: Evolution of services, international trade in services,
characteristics of the service sector.
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Valotto Patuzzo, G.: "Las idiosincrasias de la evolución en la comercialización internacional de los servicios brasileños" en Observatorio de la Economía Latinoamericana, Número 140, 2010. Texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/br/
La economía de los servicios, hoy, no es ajeno a ningún país, tanto desarrollado como en vías de desarrollo como el caso de Brasil. Así, haremos un recorrido por el sector de servicios en el ámbito de Brasil destacando su situación dentro de la economía mundial. Veremos las tendencias del crecimiento de este sector en Brasil, su proyección internacional y expondremos algunas explicaciones dadas para ese crecimiento. Éste en relación incremento económico-inserción de los servicios puesto que la literatura económica ha discutido el papel generador del desarrollo representado por las actividades industriales, hacia las cuales se dirigen inicialmente el capital y la mano de obra excedentes originados en el medio rural, pero no se encuentra tratamiento similar para los servicios.
Esta idea se ha podido comprobar ampliamente en los países desarrollados, pero no se acepta completamente para las economías menos desarrolladas, donde los excedentes de mano de obra inicialmente suelen dirigir hacia aquellas actividades terciarias que exigen una menor cualificación (MORAIS, 2005) , dado que no está preparada para asumir los puestos de trabajo de otros sectores que exijan conocimientos superiores. Por otro lado, se reconoce que existe un límite para la ampliación de las inversiones en las actividades secundarias y la consecuente absorción de mano de obra. El mismo se configura por las limitaciones de los mercados internos y externos y la rigidez de los coeficientes técnicos en las funciones de producción (MATIAS, 2006).
La evolución de las actividades terciarias se ha verificado de formas variadas en países de diversos niveles de desarrollo, tanto en economías más adelantadas en las que el grado de integración productiva es amplio y la industrialización ya se presenta estructurada como en economías económicamente menos integradas y en fases más iníciales de la industrialización de los servicios. Por otro lado, en las actividades relacionadas con esta se puede absorber un número creciente de ocupados, incluso en situaciones de estancamiento o dificultad económica, teniendo en cuenta la capacidad de creación de ocupaciones autónomas o por las oportunidades que se presentan en el mercado informal de las economías.
El conocimiento de la evolución de las actividades de servicios a través de los sectores de actividad examinando para ello los cambios en la generación del producto, en la productividad y en la absorción de la fuerza de trabajo, permite, por un lado, establecer un paralelismo con el proceso de industrialización y con el grado de modernización de una sociedad; y, por otro, evidenciar el papel de las actividades de servicios en el discurrir del desarrollo de la realidad económica que se examina.
Las actividades terciarias, como veremos, tienen un papel preponderante en la dinámica del sistema productivo, contribuyendo directa o indirectamente al desarrollo económico, y amortiguando problemas estructurales o coyunturales del mercado de trabajo, dada la capacidad de multiplicación de los servicios que, en principio, demandan poco o ningún capital y mano de obra cualificada.
El inicio del comercio internacional brasileño
La inclusión internacional de Brasil ha pasado por diferentes lapsos en el transcurso de los primeros cinco siglos de su existencia, estando sus características condicionadas tanto por factores intrínsecos como, en su mayor parte, por los extrínsecos a su organización social y humana (ALMEIDA, 2009). Varios autores apuntan que los primeros factores fueron los que tuvieron mayor influencia en el periodo que precede a la existencia de Brasil como Estado independiente, aunque hay otros que argumentan que en la actual fase de liberalización comercial, el Estado es solamente formalmente independiente, o sea, que ha perdido mucho de su autonomía para regular el sistema económico o para establecer las reglas según las cuales se efectúan los flujos transfronterizos de bienes, servicios y capitales.
La historia se desarrolla inicialmente en el cuadro de las expansiones ultramarinas europeas, siendo Brasil agregado a la economía mundial en esta fase histórica de los grandes descubrimientos y de la formación de los primeros imperios coloniales, proceso dominado en su primera fase por los dos reinos ibéricos, rivales en la búsqueda de nuevos territorios. A diferencia quizá de algunos territorios bajo dominación española, la colonia portuguesa de América seria una pieza menor en el sistema económico mundial de los siglos XVI y XVII, con la posible excepción del mercado mundial del azúcar que movilizó sobre todo capitales holandeses, más que portugueses o españoles.
Tras la aventura de Colón, los portugueses y españoles son responsables de la división bilateral del mundo según el tratado de Tordesillas. Brasil es “descubierto” en 22 de abril de 1500 por Pedro Álvares Cabral. Y en este contexto del descubrimiento, empiezan los primeros intercambios comerciales exteriores de Brasil en la “ciudad” de Porto Seguro. Es el momento en que los marineros de la escuadra de Cabral intercambian mercancías (collares, espejos por pájaros, macacos y otros animales silvestres) con los indígenas Tupiniquins.
En los primeros treinta años del siglo XV, la Corona Portuguesa reprimió fuertemente el contrabando del “pau-brasil”, pero en 1534, juntamente con las Capitanías hereditarias, creó una red de aduanas a lo largo del litoral brasileño. El comercio “internacional” con otras naciones era libre, una vez satisfechos los tributos para la Hacienda Real. En esos años, Portugal empezó a enriquecerse al extender sus actividades más allá de sus propios límites territoriales, combinando audacia y monopolios lucrativos (esclavos de África), pero el éxito fue temporal y, después de una breve recuperación causada por el oro de las “minas gerais”, Portugal decayó por la competencia de los holandeses y británicos. En similar etapa, la ascensión y la decadencia de España fueron, sin embargo, más prolongadas que las de Portugal, pero igualmente comprensibles e inevitables, pues la riqueza que trajeron la conquista y la explotación brutal del “Nuevo Mundo” no desarrolló económicamente el país, por lo menos no como sus “Provincias Unidas” de los Países Bajos (ALMEIDA, 2009).
Brasil en este contexto, fue marginal para la economía mundial durante la mayor parte de ese periodo, pero adquirió una importancia cada vez mayor para la economía portuguesa después de la transferencia de la corte a Brasil en 1808. Entre tanto, las serias limitaciones impuestas al desarrollo de actividades económicas, principalmente las industriales, por parte de la metrópolis colonial, hicieron que Brasil hubiera de diversificar progresivamente su base productiva incorporando nuevas mercancías (algodón, tabaco, piel) al monocultivo azucarero del primer siglo de ocupación del territorio.
Estos dos siglos tuvieron como consecuencia que Brasil se transformara en la más rica colonia del planeta, pues sería el mayor productor mundial de azúcar, tabaco, oro, diamantes, madera, harina de yuca, carne salada de cerdo y vacuno. Pero el régimen aduanero adoptado en este periodo oprimía su comercio, impidiendo la compra al mejor precio de sus productos y conseguir costes menores para las importaciones necesarias. Todas las solicitudes y sugerencias para la liberalización de la política aduanera presentadas a la Corona en este periodo fueron rechazados, hasta que Napoleón Bonaparte decretó el bloqueo continental (MINISTERIO DA FAZENDA, 2009).
El tráfico de negros dio lugar a la primera base nacional, principalmente en las provincias de Bahia y Rio de Janeiro, en las que la acumulación de capital por este tráfico y la economía de las minas permitieron la diferenciación de los intereses sociales y políticos respecto a la metrópolis, base económica fundamental del proceso de autonomía política que fue facilitada por el traslado de la Corte en 1808.
Sin embargo, en el momento de la independencia política (1822), la estructura económica brasileña no era muy distinta de la que había caracterizado el sistema productivo colonial en los tres siglos anteriores. Se trataba de un sistema integrado en el mercado mundial por el suministro de commodities. Casi dos siglos después de la independencia las exportaciones brasileñas especializadas, seguían en los mismos productos (VALOTTO, 2010). En todo caso, se trataba de una economía vinculada a la economía mundial por su gran exportación de azúcar y oro (MADDISON, 2002), pero en el siglo XIX Brasil no acompañó el dinamismo de las exportaciones mundiales, cuyo crecimiento en el mundo fue importante en el transcurso del periodo. Entre los años 1840 y 1850, el café representaba más del 40 por ciento del total de las exportaciones brasileñas. El azúcar aún representaba el 27 por ciento y el algodón el 8 por ciento. En las décadas de 1920 y 1930, Brasil continuaba siendo dependiente del monocultivo agrícola, pues el 70 por ciento de las exportaciones brasileñas provenían de la exportación de café.
El siglo XX estuvo marcado por dos guerras mundiales, siendo el periodo de entreguerras atípico en el sentido de que los equilibrios económicos y la interdependencia global capitalista fueron rotos por conflictos en Europa y Asia, por la revolución socialista en Rusia, por la crisis de 1929, por la gran depresión y el proteccionismo de los años treinta, cerrando muchos países sus fronteras al mercado mundial, incluyendo casi toda América Latina. En otros términos, se produjo la ruptura total del viejo orden liberal, con generalización del intervencionismo y la interrupción de los flujos financieros.
Esto propició una enorme concentración de riqueza en los Estados Unidos, que emergió como la gran potencia económica dominante. Al contrario que Brasil, en dos siglos de vida independiente Estados Unidos pasó de ser un “pequeño” país aislado a una nación líder en la economía mundial; innovó en la producción en masa en el transcurso del siglo XX y contribuyó a la liberalización de las finanzas y del comercio internacional tras la segunda gran guerra.
Brasil, en sus dos siglos de vida independiente, continuó “ostentando” económicamente su bajo coeficiente de apertura externa, principalmente en el periodo comprendido entre 1930 y 1980, con políticas retrógradas en virtud del proteccionismo impuesto de la industria naciente y la sustitución de las importaciones y se volcó en su mercado interno.
Desde finales de la década de los 1980 e inicio de los noventa se produce una evolución positiva hacia una mayor inserción comercial en el mercado internacional, tímidamente al principio, con reformas arancelarias de liberalización comercial y de integración económica con Argentina, que fue ampliada posteriormente cuadrilateralmente, dando origen al MERCOSUR.
Brasil pasó a incorporarse al gran movimiento de interdependencia característico de la economía mundial del siglo XX, pero transmitió la impresión de que el país había abierto indiscriminadamente su economía a la inversión extranjera, vía privatizaciones o desregulación de sectores reservados al capital nacional, que según Valotto (2010) “durante el proceso de apertura y privatización las IED presentaron un crecimiento exponencial en la década de los noventa, pues en 1991 representaron 1,1 mil millones de dólares, llegando en 2000 a 33,5 mil millones. Durante el periodo de mayor flujo -1996 a 2000- fueron 24,8 por ciento norteamericanas, 17,4 españolas, 9,3 holandesas, 8,1 francesas y 7,9 portuguesas; esto contribuyó al desequilibrio en las cuentas corrientes del país por las repatriaciones de beneficios, ya que es bajo el índice de internacionalización de la economía brasileña”.
La apertura comercial externa había sido “irresponsable”, sin “reciprocidad”, iniciando así una fase de déficits comerciales crónicos en la balanza de pagos y, peor aún, un proceso de destrucción progresiva del parque industrial instalado. Pero la realidad de las estadísticas y las evidencias empíricas acumuladas hasta aquí en relación con el impacto económico efectivo de la liberalización del sistema económico matiza lo que cabe desprender de solamente la lectura rápida y no analítica de los periódicos especializados o de las columnas de los comentaristas económicos, en general pesimistas en relación con esos fenómenos de apertura externa a la economía internacional y el sector servicios sigue teniendo su desempeño insatisfactorio al compararlo con la situación de otros países en desarrollo.
El sector servicios en el contexto económico de Brasil y mundial
La expansión de las actividades de servicios constituye uno de los cambios más importantes en la vida cotidiana de la segunda mitad del siglo XX. Este cambio como hemos resaltado, en la década de 1950-1970 seguía considerando al sector servicios como un conjunto de actividades fundamentalmente no comerciables cuya productividad presentaba un escaso potencial de crecimiento. Se pensaba que su expansión en los países industriales era un efecto secundario de la desindustrialización en los países en desarrollo. Ello se atribuía al crecimiento del sector informal, a la urbanización caótica y a la ampliación del sector público.
La creciente expansión de los servicios en términos mundiales, principalmente después de la segunda Guerra Mundial, no ha sido diferente en el caso de Brasil. La historia del crecimiento de los servicios en Brasil viene desde finales del siglo XIX (1880), principalmente con las entradas de las IED, pues el comercio de servicios en general tiende a ser complementario de las IED. Según Kon (2006) estas se dirigieron hacia aquellos sectores de servicios directamente relacionados con la exportación de actividades como son los ferrocarriles, el transporte marítimo, los servicios financieros y los de comercialización. Al considerar el crecimiento contemporáneo del sector servicios de Brasil, no cabe ignorar sus los problemas estructurales históricos en el país.
La gran concentración de la propiedad de la tierra y la falta de crecimiento industrial para absorber el aumento de los trabajadores que no encontraban alternativa hicieron que muchas personas se emplearan en las actividades urbanas de baja capacitación (MORAIS, 2005), tales como el comercio y los servicios a las familias (MATIAS, 2006). Al evaluar el desempeño del producto generado por el sector servicios en la economía brasileña, cabe observar el papel de complementariedad de esas actividades en relación con la evolución de las actividades industriales en periodos de desarrollo económico, particularmente en los centros polarizadores y en los periodos de crisis económica o de estancamiento. La capacidad de ampliación de los servicios representó una válvula de escape para parte de la población liberada de otros sectores, población que muchas veces permaneció subempleada y siguió contribuyendo a la generación de producto.
La evolución del sector servicios en Brasil en el contexto de su economía en su conjunto (sectores rurales e industriales), desde el periodo de inicio del proceso de industrialización brasileña de la década de los cincuenta hasta el año de 2002. Entre los años 1950 y 1980 el PIB brasileño creció a tasas extraordinariamente elevadas. Este crecimiento fue debido a estrategias nacionales de desarrollo, que implicaron en la protección de la industria nacional naciente y la promoción del ahorro forzado a través del Estado (Bresser-Pereira, 2007).
Dicho crecimiento de la producción de servicios acompañó a la media de crecimiento global de la economía. En estas décadas, la expansión global de las actividades secundarias, impulsada por políticas gubernamentales de incentivos y proteccionismos, llegó a tasas reales considerables, entre el 7% y el 9% anuales. Incluso algunos sectores manufactureros particularmente en los años 1970 mostraron un crecimiento superior a 12%.
En este periodo, la tasa de expansión de los servicios de apoyo a las actividades industriales y agropecuarias es superior a los servicios que se dirigieron a la atención directa de la población. Teniendo en cuenta que la oferta de empleos en el sector secundario aún absorbía gran parte de la mano de obra rural que emigraba a las áreas urbanas, se puede observar un excedente considerable de trabajadores que se dirigían al sector terciario por no encontrar colocación en las industrias. Por otro lado, la modernización agropecuaria, la aceleración de la capitalización del sector, que se plasmó en un crecimiento de la producción agrícola en torno al 11% en los años setenta, requería la difusión de una serie de servicios de almacenamiento y distribución.
Entre los años 1980-1983, con una situación económica coyuntural adversa y como consecuencia de las políticas gubernamentales de ajuste, la producción del país presentó tasas negativas en su evolución, pero el producto del sector servicios continuó creciendo, si bien a tasas considerablemente inferiores a las de los periodos anteriores. Era el resultado de la concentración en esas actividades de la mano de obra subempleada oriunda de los otros sectores, que pasó a trabajar bien como autónomo o bien sin contribuir a la Seguridad Social, ligada al sector formal de la economía, con sueldos inferiores a los otros empleados. Cuando no se empleaba en ese sector se dirigía al mercado informal, como señala Kon (2004), para ella los principales elementos condicionantes de la intensificación del sector informal en el contexto del mercado de trabajo tienen su origen en los procesos de reestructuración productiva, que rodeó la reorganización y la reubicación de las actividades, así como la reorganización técnica, estratégica, administrativa y operacional del trabajo verificada en las empresas en su búsqueda de una competitividad interna e internacional.
Las tasas considerablemente negativas de los sectores primario y secundario, desde el punto de vista de las políticas económicas, que el problema fundamental fue la pérdida de control sobre el principal precio macroeconómico de una economía abierta: el tipo de cambio. El país dejó de controlar esta variable debido a la apertura de las cuentas financieras y permitió que el tipo de cambio se revalorizara como consecuencia de la estrategia de crecimiento con ahorro externo propuesta por los Estados Unidos y las crecientes reformas liberalizadoras, con una privatización irresponsable de servicios monopolísticos y la apertura de su cuenta de capital. Según Bresser-Pereira (2007), el país interrumpió sus revoluciones nacionales, permitiendo que el estado se desorganizara y perdiera cohesión y autonomía, y así se quedó sin una estrategia nacional de desarrollo, pues “desde los 80, las elites locales dejaron de pensar con la propia cabeza, aceptando los consejos y las presiones del Norte, y, sin una estrategia nacional de desarrollo, condujeron al país al estancamiento”.
A partir de 1984, la actividad económica presentó una recuperación, que culminaría en 1986 con una aceleración como resultado de una mejora temporal en la economía. En los años siguientes se observan otra vez tasas menores de crecimiento anual del producto, e incluso para algunos sectores industriales, tasas negativas. Como consecuencia, el producto global desde 1983 hasta el final de la década, registró un crecimiento medio anual del 3,3% para el país en su conjunto, pero los servicios crecieron casi el 4% anual. A esta década de los 80 se la conoce como “la década perdida” en relación con el desarrollo potencial.
Así al inicio de la década de los noventa, las fuertes medidas estabilizadoras tuvieron como resultado una considerable caída de la actividad económica de la sociedad brasileña, observándose al respecto hasta 1994 tasas de crecimiento anual del producto generado por los servicios de apenas el 2,3%, inferior a la absorción de trabajadores en el sector, pero que se situaba en la media de la evolución del país, teniendo en cuenta que las actividades industriales fueron las que presentan menores tasas de crecimiento del PIB. En este periodo fue el sector de actividades primarias el que reveló las mayores tasas de crecimiento, si bien no muy considerables.
La participación de los servicios en la composición sectorial va aumentando constantemente hasta los años 90. Desde la década de los 1950 esta fuerte concentración del PIB en el sector servicios de casi la mitad del producto generado por el país, evidenciaba que a pesar del inicio de la industrialización acelerada que entonces se iniciaba, la producción de servicios dirigía la atención al flujo y comercialización de productos primarios, desarrollándose en esta primera etapa servicios de infraestructura de transportes y financieros. Pero el capital acumulado en el sector agropecuario no se reinvertía en gran medida en el propio sector o en la industria, sino que se destinaba mayormente al consumo de bienes de lujo importados, como herencia de una mentalidad de la era colonial.
En el auge del proceso de industrialización, cuando la producción secundaria llegó al 36% del PIB brasileño, la participación de los servicios en el PIB también sufrió un incremento, llegando cerca del 54% en 1970 y hasta mediados de esa década, período en el que las actividades secundarias expandieron considerablemente su presencia en el PIB, y el incremento paralelo de la producción de servicios representaría un papel complementario a estas actividades. En los años posteriores de crisis económica, particularmente a partir de 1980, el continuo aumento de la participación de la producción de servicios en el volumen global de producción del país se efectuó por la mayor incorporación de personas al sector, pero con tasas decrecientes de producto por trabajador.
Hasta 1994, teniendo en cuenta las tasas de crecimiento relativamente más acentuadas de la producción del sector primario, aumentó la participación del producto generado por estas actividades (primaria y secundaria), en detrimento de las del sector terciario. Esto tuvo lugar porque estas actividades de servicios, al inicio de la década de los 90, absorbieron de modo más intenso un contingente elevado de trabajadores, pero en su gran mayoría de baja cualificación, siendo su remuneración y productividad relativamente inferiores.
Las tendencias post años noventa
Desde la década de los 90 el sector servicios sufriría en el mundo algunas tendencias globales, aunque con manifestaciones diversas dependiendo de la zona que se examine. Esto también se deja notar en el caso de Brasil. Una primera tendencia se encuentra en la creciente participación del sector servicios en la estructura del empleo y de la producción en los países desarrollados y de algunas zonas del mundo en desarrollo, como el caso general de Latinoamérica. Ya a principios de los años setenta, mirando desde la perspectiva de los países desarrollados, algunos investigadores pasan a clasificar estas sociedades de “post-industriales”, tanto en la dinámica económica, como en la estructura social, o sea, que se trata de un cambio estructural.
No se trata simplemente de un cambio en el sector que activa el motor de la economía, sino de la importancia del conocimiento para la innovación tecnológica y la educación como base de una movilidad social, empezando por una infraestructura anclada a las comunicaciones, y que depende menos del capital físico de que la cualificación de los recursos disponibles (BELL, 1999). Esta idea tiene un carácter ideológico y tal vez fuera la contribución necesaria que creó las condiciones para que los nuevos segmentos del sector servicios cambiasen de las manos del sector público a las del privado, abriendo los primeros caminos a la internacionalización y a una posterior globalización.
El país y la sociedad no estaban preparados para este cambio, por el bajo crecimiento en la década de los 80, debido a una mayor apertura al mercado externo, con la sustitución de producciones internas por importaciones, y a la fragilidad del sector secundario y terciario para absorber la mano de obra del sector agrario.
Este cambio estructural de la composición de las actividades sectoriales que ocurrió en Brasil fue debido a los cambios que estaban ocurriendo en el mundo, debido a la mayor globalización y liberalización de los mercados, principalmente en los primeros años del siglo XXI. En 2005, cerca del 40% de los empleos mundiales estaban concentrados en este sector, porcentaje que se eleva hasta el 71,4% en los países desarrollados y hasta el 62, 4% en Latinoamérica. En contrapartida en otros países en desarrollo África subsahariana y sur de Asia, el sector servicios corresponde al 30% del total de mano de obra empleada.
Por otra parte, dentro de los países desarrollados existen desfases en el porcentaje de participación del sector servicios en el empleo, pues en los países más globalizados supera el 70%, como en los Estados Unidos, Suecia y Holanda; para Europa Occidental se estima en el 65%. Y, dentro de aquellos que poseen un porcentaje superior al 70%, la estructura de empleo presenta particularidades. Por ejemplo, Suecia y Reino Unido tienen un 75% de los trabajadores empleados en el sector servicios; sin embargo, Suecia destaca por los servicios sociales, y el segundo país por la mayor importancia relativa de los sectores financieros, el comercio y la hostelería (FREYSSINET, 2005).
Y, según la autora Wólfl (2005), uno de los principales motivos para el fuerte desempeño del sector servicios en los años recientes es la creciente importancia de la globalización en muchos servicios. Un cambio en los modelos de negocios hace que las empresas busquen proveedores especializados de servicios en el país de origen o en el exterior. Esta nueva dinámica se intensificó por los cambios tecnológicos, como la digitalización de servicios y el incremento de las redes de banda ancha.
También el sector servicios ha acumulado cada vez más capital en las economías capitalistas, beneficiándose de los procesos de privatización en muchos sectores de la rama de los servicios. En muchos de estos sectores, la privatización está asociada a las nuevas realidades de precarización/ subcontratación/ flexibilización de las relaciones de trabajo, aunque se debe resaltar que, especialmente en el caso de los países menos favorecidos, el aumento del sector servicios está relacionado con las actividades precarias y de baja productividad, correlacionadas con la estructura de la oferta de trabajo, escala de producción y de nivel tecnológico.
Hay sectores que tienen casos de relevancia y principalmente en los Estados Unidos y la Unión Europea existen economías dependientes del sector servicios, pues las empresas dependen de los rendimientos generados en sus sucursales para mantener su nivel de rentabilidad. Entre las treinta mayores empresas de telecomunicaciones, doce son provenientes de la Unión Europea y siete de los Estados Unidos. En el caso energético, de las veinticinco mayores, once pertenecen a la Unión Europea y ocho son norteamericanas. Y en el sector financiero, de los veinte grupos mayores, once son europeos, cuatro norteamericanos y cuatro japonesas. En el sector del comercio minorista, excepto algunos grupos, como por ejemplo Wal-Mart Stores y Roebuck and Co, de los veinte mayores grupos, diecisiete son de capital europeo (UNCTAD, 2004).
Esta mayor participación de los países desarrollados en el comercio de servicios está vinculada a las IED, que se originan en empresas de capital europeo y norteamericano. En el periodo 2001-2002, la mayor cantidad de las inversiones de las multinacionales en el sector servicios siguió concentrada en los países desarrollados (UNCTAD, 2005), constituyendo esencialmente una inversión en procesos de fusiones y adquisiciones, que en su mayor parte implicaban una redistribución del poder entre los grandes grupos en sus respectivos mercados.
En términos de expansión del comercio de servicios en el período reciente, aunque en términos globales éste no haya crecido tan rápidamente como en el caso del comercio de bienes, recordemos que algunos segmentos presentan resultados bastante dinámicos. Así cuando se consideran las exportaciones de servicios de los países desarrollados, según los datos citados de la OMC se comprueba que las mismas crecieron a una tasa de cerca del 20% anual entre 1998 y 2003, y del 18% anual en el caso de los seguros. Los servicios financieros, telecomunicaciones y consultoría crecieron a un ritmo cercano a la tasa media anual del conjunto del sector, del 6%.
La rápida introducción en el contexto global de la economía del sector servicios, con el incremento de la privatización y la globalización de las principales multinacionales del sector, es el principal responsable de la integración del sector servicios en las negociaciones comerciales, especialmente después de los años noventa, gracias a una fuerte presión por parte de los países desarrollados. Y el sector representa la mayor parte de los empleos de estos países, además de haber adquirido una importancia cada vez mayor en los flujos del comercio y de las inversiones. Ahora los Estados Unidos y la Unión Europea pasan a expandir su oferta más allá de los mercados internos y regionales, llegando hasta los países en desarrollo, especialmente por medio de las privatizaciones, las concesiones públicas y la flexibilización en las condiciones de reglamentación de los sectores, y principalmente por la fuerte presión que están haciendo sobre los países en desarrollo para incrementar la apertura comercial, como es el caso de Brasil en las negociaciones del GATS.
El Comercio Internacional de Servicios en Brasil
El irresistible ascenso del sector servicios ha condicionado durante largo tiempo la evolución de nuestras economías. En esta línea las actividades de servicios justifican por sí solas la mayoría de los empleos proporcionados. Determinan, en gran medida, el progreso del nivel de desarrollo que, a su vez, influye en el volumen y la naturaleza de las futuras actividades del sector. Nivel de desarrollo y forma de vida marchan así unidos. Los servicios, especialmente los comerciales, se ven afectados por los avatares de las actividades económicas de carácter general cuyo curso contribuyen a modelar (GILBERT, 1990). La intensidad de la relación entre servicios y liberalización económica no deja de reforzarse en la actualidad.
En este sentido, “la revolución de los servicios” obedece fundamentalmente a su carácter cada vez mas comerciable y a la rápida expansión de los que están basados en conocimientos (como los técnicos y profesionales). Éstos contradicen los modelos de décadas pasadas a los que hemos referido y que planteaban que los servicios son, como muchos investigadores decían en otros tiempos, actividades con poca intensidad de capital y escaso aumento de la productividad, ya que las industrias de servicios son los principales inversores en TIC del mundo. El gasto en servicios basados en conocimientos que tienen una elevada elasticidad está aumentando rápidamente hasta en los países en desarrollo y lógicamente en los industriales.
Los servicios contribuyen al crecimiento económico y al desarrollo mediante la creación de una economía más competitiva y la aportación de nuevos puestos de trabajo, mejorando el acceso a los servicios considerados esenciales y estimulando el comercio en ámbitos como los negocios y las finanzas, las telecomunicaciones, construcción, el medio ambiente, la distribución, la atención sanitaria, educación y servicios culturales. Estos son el eje de una economía integrada y eficaz, a nivel nacional, regional y mundial.
Además, una mejor economía de servicios contribuye a un mejor desempeño en el comercio de mercancías ya que el aumento de la sofisticación y la disponibilidad de los servicios al productor aumenta la competitividad internacional en la exportación de productos primarios y productos manufacturados. El sector de los servicios es también un aspecto importante de la economía en los países en desarrollo (UNCTAD, 2008). En estos países, la exportación de servicios ha crecido a partir de los años noventa a una tasa media anual de 8 por 100, en comparación con el 6 por 100 de los países desarrollados.
Si examinamos las cifras de los países en desarrollo y su participación en el comercio mundial de servicios, en la actualidad, el comercio de servicios de los países en desarrollo está dominado por un pequeño número de ellos, puesto que de estos países, en concreto los de Asia representan el 75 por ciento del comercio de servicios de todo el grupo de países en desarrollo. Mientras África y América Latina y el Caribe representaron el 10 y el 15 por ciento, respectivamente (UNCTAD, 2008). Y, según las Naciones Unidas y la OMC (2008), más de la mitad de las exportaciones de servicios se originan sólo en 6 países en desarrollo. Los 15 países en desarrollo mayores exportadores de servicios representan el 80 por 100 de todos estos países en las exportaciones de servicios. Un número cada vez mayor de países tienen éxito en la exportación de servicios como el turismo, el transporte, la construcción, la informática y los servicios de información, los servicios comerciales y profesionales, especialmente a través de los modos 1 y 4 definidos en el GATS. El comercio sur-sur también se está ampliando y en él los acuerdos comerciales regionales desempeñan un papel importante.
Esto se está empezando a manifestar en Brasil, pues las exportaciones brasileñas del sector servicios crecieron casi cinco veces en trece años, como podemos observar en el gráfico 1. En 1995 Brasil exportaba 6,1 millones de dólares americanos y en 2008 exportó 30,4 millones en servicios. Según las estadísticas de la OMC (2009), las exportaciones de servicios comerciales tuvieron un incremento mundial del 12 por ciento de promedio de 2000 a 2007. En el mismo periodo las exportaciones brasileñas de servicios se incrementaran un 14 por ciento, y de 2007 a 2008, un 26 por ciento.
Entre tanto, Brasil sigue siendo un país altamente importador de servicios y ocupando la 28ª posición en 2007 entre los mayores importadores de servicios del mundo, siendo históricamente deficitario en el sector como se muestra el gráfico 1. Se observa en el mismo la posición francamente deficitaria de Brasil en el comercio de servicios en la década de 2000, presentando su mayor déficit en el año 2009. Los principales responsables de este déficit por orden de importancia son alquiler de equipamientos, transportes, servicios de informática e información, viajes internacionales, seguros, audiovisual, servicios relacionados con el comercio y servicios financieros. Brasil, por otro lado, presenta saldo positivo en algunos sectores de servicios como arquitectura e ingeniería, instalaciones y mantenimiento de despachos, servicios profesionales, de comunicaciones, traspaso de atletas profesionales, publicidad y construcción civil.
Evidentemente, en mi opinión, Brasil no explora de manera eficaz las actividades que tienen superávit, o sea, las ventajas comparativas que se observan en algunos segmentos. Debería especializarse en ellas y obtener así mejores resultados en la balanza comercial como son: los servicios de construcción, arquitectura e ingeniería, publicidad y profesionales, el país posee saldo positivo, pero estos con la liberalización pueden perder mercado y eficiencia. Por lo expuesto, es importante recordar que el sector de servicios es el único – cuando se considera de forma agregada el comercio internacional de bienes (agrícolas e industriales) y el de servicios esto es en la balanza de bienes y servicios – en el que el país posee una posición deficitaria. Así, en el caso de la balanza comercial, cuando se consideran conjuntamente el sector agrícola y el de bienes industriales, el superávit brasileño supera los US$ 40 mil millones en 2007 y US$ 24 mil millones en 2008, superávit que reduce hasta US$ 26,8 y 8,2 mil millones, respectivamente al ser computado el sector servicios. Ahora bien, hay también un factor relevante que debe ser explicado en los sectores con saldo negativo, que se encuentra vinculado a las barreras artificiales a los intercambios en algunos sectores, especialmente por la existencia de regulaciones gubernamentales en los mercados de servicios.
Adicionalmente, se verifica que en 2008 el sector servicios cubre solamente el 13 por ciento del total de las exportaciones brasileñas de dicha balanza comercial, mientras que las importaciones saltan hasta el 21 por ciento. Con la liberalización que está en negociación existe el riesgo de no elevar las exportaciones del sector agrícola de forma substancial, lo que contribuiría a reducir el saldo positivo del comercio de bienes y aumentar el déficit en servicios. Estos efectos podrían ser aún más negativos y agravados por el panorama internacional de producirse una reducción en el crecimiento del PIB, con la baja en los precios y cantidades exportadas de las commodities industriales y agrícolas brasileñas y el retorno de los capitales desde los países emergentes a su lugar de origen. A ello adicionalmente se podría sumar la fuerte crisis financiera de la economía norteamericana y de la UE, que son los principales socios comerciales de Brasil.
Otro punto de gran relevancia que debemos destacar en el panorama internacional de Brasil está relacionado con el cambio reciente de su divisa, ya que Brasil sustituyó el Cruzeiro Real por el Real, revalorizándola en el proceso. Al subir el tipo de cambio, las exportaciones de bienes bajaron significativamente después de 1994, pero el sector de servicios se mantuvo estable hasta 2004, cuando Brasil decidió ampliar su liberalización en dicho sector.
El conjunto de reformas implementadas durante los años 90 estuvo empeñado en fomentar la integración de Brasil en la economía internacional. La estabilidad monetaria asume gran relevancia en estas consideraciones, pues las grandes empresas multinacionales no tenían criterio de evolución del desempeño económico, la rentabilidad y los costes de producción y servicios.
El país, que llevaba casi 15 años de alta inflación, adoptó un programa de estabilización con anclaje en el dólar americano, permitiendo que el mercado interno internacionalizase sus costes y precios a partir de 1994, lo que fue acompañado por una mayor apertura comercial y financiera. Pero la rápida depreciación del tipo de cambio de la moneda contribuyó a la ampliación de la oferta de productos importados sin una contrapartida de expansión de los bienes y servicios exportados. En consecuencia, Brasil pasó de una posición de superávit a déficit en la balanza comercial, como podemos observar en el gráfico 2.
Con motivo de este rápido descenso en el saldo en la balanza comercial, el gobierno se vio obligado a implantar diversas medidas para equiparar el mercado interno con el externo, con la intención de promover la inserción competitiva, la modernización productiva, para volver ser competitivo en el mercado internacional.
Con el impulso del MERCOSUR, firmado en 1991, y fundamentado en un nuevo modelo económico, Brasil alteró su introducción en la economía mundial, principalmente después que la política adoptada frenara las altas tasas de inflación. En función de este objetivo se procuró estimular la liberalización comercial, que fue la responsable de que Brasil tuviera muchas nuevas formas de encajamiento internacional. En la década de los 80 había llegado a ser el tercer mayor productor de excedentes comerciales del mundo, por debajo solamente de Japón y Alemania, pero Brasil se transformó abruptamente, tras la implantación del Plan Real, en una economía deficitaria en los intercambios comerciales, como podemos observar en el gráfico 2. Una apertura comercial drástica y no acompañada de políticas industriales y agrícolas adecuadas llevó a la desajuste de algunas redes productivas, provocando la sustitución de productos nacionales por importados, volcándose las medidas gubernamentales en la revaluación del cambio. Las exportaciones encontraron barreras adicionales y se estimuló el crecimiento de las importaciones de bienes y servicios y de los gastos por servicios en el exterior.
La participación brasileña en las exportaciones mundiales de productos manufacturados disminuyó, aunque las exportaciones de productos primarios fueron elevadas. Los años 90 representaron la vuelta a una dinámica comercial parecida a la que tuvo lugar en el Brasil de los años 1930, cuando exportaba bienes de bajo valor añadido y bajo contenido tecnológico e importaba bienes de mayor valor añadido y coeficiente tecnológico.
De esta forma, podemos constatar que el país perdía en esta fase posición relativa en comparación con las naciones desarrolladas. Además el contrario de lo ocurrido entre las década de los años 1930 y los 1980, cuando hubo un incremento de la renta por habitante en relación con los EUA, por ejemplo, después de los años 80 Brasil sufre una reversión en la situación socioeconómica, con la adopción de las políticas liberales de los años 90, aumentando la discrepancia en la renta per cápita del brasileño con relación al norteamericano. Como dice Kon (2004): En Brasil se verificó una especialidad regional del trabajo, observada a partir de los años 80 y resultado del proceso de industrialización ocurrido a partir de la década de los 50. La reestructuración productiva y organizativa, que se inició en los años 80, tuvo como objetivo aumentar la competitividad de las empresas nacionales en el exterior, se vio poco contundente en este periodo, teniendo en cuenta que el país pasó por un periodo de recesión económica forzado por políticas de estabilización. La reanudación de la modernización productiva en la década siguiente se inició tímidamente y se intensificó después del Plan Real, pero aún en un escenario de contención de la actividad económica, en el sentido de mantener las ganancias de la estabilización económica.
Consideraciones Finales
Se ha verificado de formas variadas la evolución de las actividades de servicios o terciarias en diversos países, y esto no ha sido ajeno a Brasil y tan poco a la economía internacional. Como es otro caso se ha pasado por diferentes etapas en el transcurso de su historia. En el caso brasileño lógicamente han de considerar sus dos siglos de independencia.
La inserción en el mercado mundial y la liberalización de los servicios y sus intercambios en el escenario internacional necesitan de políticas activas de aumento de las capacidades tecnológicas de las empresas actuantes en el sector. La apertura comercial brasileña incrementó las exportaciones, mejorando su inserción internacional, pero no contribuyó al desarrollo productivo del sector servicios. De esta manera, el periodo analizado, y particularmente en el caso del último año 2007, podemos observar que las políticas llevadas a cabo por el gobierno brasileño no han sido muy eficaces para el desarrollo del saldo comercial de servicios.
Sin embargo, las actividades de servicios en Brasil han cambiado con mayor velocidad después de la década de 1950, sobre todo con la entrada de las IED en este ámbito. Estas fomentaron la nueva consideración en el sector servicios en segmentos que estaban directamente relacionados con la exportación de mercancías como son; los ferrocarriles, el transporte marítimo, los servicios financieros y los de comercialización. Caso de estos segmentos ha de señalar que en la década de 1950 Brasil tenía la mayor parte de la mano de obra ocupada en el sector primario (agrario) y actualmente la tiene en el sector terciario (servicios), pero esta mano de obra es básicamente de baja cualificación y está concentrada en los sectores menos productivos.
Además, los servicios brasileños se caracterizan por su gran heterogeneidad, y esto conlleva el desarrollo de políticas que trabajen de manera particular las características propias de cada segmento, y obligaría a no homogeneizar las políticas y sistemas en el conjunto de políticas y acciones. Pues en Brasil, las acciones particulares deben considerar las cuestiones relativas a la pobreza y desigualdad, así como la competitividad y el aumento de productividad de sus empresas, ya que la calificación profesional está claro que es un éxito primordial de las economías desarrolladas. Brasil puede presentar ventajas competitivas en actividades que exijan poca densidad en conocimiento, pero la superación de barreras con el objetivo de incrementar la calificación personal debe ser iniciada de manera agresiva y constante.
En contradicción, algunos sectores que emplean mano de obra cualificada de gran valor en el factor humano como son las actividades financieras, servicios inmobiliarios, servicios de información, tienen una parte significativa en el valor añadido del país. Pero en el caso brasileño el sector servicios tiene un peso muy bajo en el comercio internacional y presenta contrastes en la balanza de pagos. Así pocos segmentos, y entre ellos los citados anteriormente, tienen saldos positivos. Como explicación que las políticas llevadas a cabo por los gobiernos priorizan las exportaciones de commodities, que desde su origen siempre fueron y siguen siendo la locomotora de las exportaciones brasileñas.
Faltan, sin embargo, acciones sectoriales que privilegian el aumento y la calidad del empleo, una línea de financiación adecuada para cada segmento de acuerdo con su calidad, o sea, aumentar el nivel de inversión en el sector, destacando la importancia y acumulación de capital físico, y la naturaleza y adecuación de las reglamentaciones vigentes para el sector.
Se hace fundamental trazar una política que establezca un patrón de inserción de las empresas brasileñas en el mercado mundial de servicios. Esta debe, necesariamente, llevar a la consideración de las cuestiones pactadas en el GATS, principalmente en relación con la competitividad, actualización tecnológica, relación cambio/sueldos y participación en las redes internacionales. Así como a estimular el uso en los servicios de las nuevas tecnologías microelectrónicas, para fomentar el progreso técnico generado por esta industria, que afectan directamente a la acumulación de Know how en las empresas y a una mejor gestión del sector servicio. O sea, aplicar conceptos que permitan diseñar instrumentos para promover la modernización tecnológica y la racionalización de los servicios.
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