Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
LA
DEUDA ARGENTINA VA BIEN, ¡GRACIAS!
THEOTONIO DOS SANTOS (bio)
Red UNESCO-UNU
thdossantos@terra.com.br
La reestructuración
de la deuda argentina es un acto normal de soberanía nacional y de valor
republicano. Los intentos de dramatizar tales acciones son artificios de los
intereses económicos asociados al capital financiero internacional. El pueblo
argentino está totalmente aliñado con su gobierno en esta política y esto la
hace válida y tranquila.
¡Tantas amenazas! Pero desde 1933 se establecieron los acuerdos internacionales
que prohibieron las invasiones militares para cobrar deudas, como lo había
practicado libremente los Estados Unidos sobretodo en contra de países de
América Central. Pero todo es una cuestión de correlación de fuerzas. Nadie
podría invadir todos los países del mundo que entraron en “default” durante la
crisis iniciada en 1929. Habría que buscar otros mecanismos.
Lo mismo podemos decir de las crisis de la década del 90 que el caso argentino
representó una culminación. En los casos anteriores de México (1994) y Brasil
(1999) en vez de invadirlos, el tesoro de Estados Unidos, junto con el FMI y
todo el aparato financiero internacional les abrieron enormes líneas de
préstamo, amplios fondos más o menos amparados por productos como en el caso del
petróleo mexicano, o por nada como en el caso de Brasil. En 1998 Rusia apeló
para el default simplemente unilateral.
Algo parecido había pasado en la segunda mitad de los años 80s cuando casi todos
los países deudores suspendieron los envíos masivos de pagos de intereses hacia
los bancos de los países centrales por deudas que nadie era capaz de demostrar
su existencia. Se hicieron las renegociaciones apoyadas en el plan Brady y se
pudo retomar el flujo de capitales en el inicio de los años 90. Durante estas
negociaciones se aceptó negociar lo que se decía innegociable: el carácter
político de la deuda con la aceptación incluso de descuentos en su monto global.
A pesar de todos estos ejemplos recientes se continúa a usar las amenazas de
“caída del mundo” en cada crisis concreta, siempre con el objetivo de exigir la
aceptación de pactos de sumisión a los intereses de los capitales financieros
internacionales. Es verdad que a los argentinos no se les abrió los “generosos”
créditos que se abrieron a Brasil dos años antes.
Pero cualquiera tendrá que admitir que el tesoro norteamericano no podría estar
expuesto a estas imposiciones extremamente caras para los contribuyentes
norteamericanos, logradas sin apoyo parlamentar por presidentes a serviio de los
capitales financieros. La reacción en contra de tales “generosidades” había sido
muy fuerte en los Estados Unidos después de la “ayuda” a Brasil y se había
prohibido en el Congreso tales liberaciones de recursos del tesoro. Al mismo
tiempo, el FMI no disponía de recursos para promover tales facilidades.
Argentina llegó después y tuvo que arreglarse sola.
El conflicto que se estableció fue consecuencia de la rápida recuperación del
comercio exterior argentino después de la devaluación del peso. Apartada la
locura de la convertibilidad del peso se produjo inmediatamente un superavit
comercial bastante razonable. La pelea se dio porque el FMI quería que el
gobierno argentino destinara todo este superavit para pagar las “deudas” con
este organismo internacional. Era una cuestión de supervivencia para el
gobierno, sobretodo si se toma en consideración la gravedad de la crisis
política argentina, no aceptar tales imposiciones totalmente absurdas.
Las cosas siguieron su ritmo natural. El gobierno Nestor Kirschner es el
producto de un vasto movimiento social que exigía una actitud más dura con el
capital internacional. No solamente se exigía la no sumisión al FMI, como una
auditoria de la deuda para cuestionar su monto. Kirschner simplemente ha sido
fiel a su programa. Dicen que es mala política ser fiel a los programas
partidarios. La política sería el arte del posible (¿establecido por quien?). El
hecho es que la disposición de defender los intereses del Estado frente a las
condiciones absurdas en que se establecieron las deudas (con una utópica
igualdad del peso en dólar) no es ningún absurdo ni ninguna imposibilidad.
Varios gobiernos lo hicieron en América Latina y en otras regiones del mundo y
no se ha destruido nada. Claro que muchos han sido preteridos pero los intereses
de muchos más han sido preservados.
Esto es lo que ha pasado con la emisión de nuevos títulos en sustitución de los
títulos respaldados en una moneda convertible en uno a uno que no existe más.
Con el descuento de la diferencia del valor presente del peso se emitieron
nuevos títulos que se sustituyen por los anteriores. Que esto representa una
“perdida” de cerca del 50% o más sobre los valores originales no representa algo
muy arriba de los riesgos que se contabiliza en operaciones financieras. Esta
emisión garantiza al gobierno argentino una credibilidad que nunca debía haber
tenido la emisión de títulos en pesos iguales a dólares. La adhesión de cerca
del 95% de los argentinos lo indica claramente. También ha sido muy alta la
adhesión el el exterior a pesar de la prepotencia de muchos financistas locales.
Es verdad que ella se opera sobre las deudas particulares. Falta ahora ver hasta
que punto el gobierno argentino tendrá la fuerza de establecer bases similares
para las deudas con instituciones financieras internacionales, como el FMI. Es
necesario sin embargo reconocer el valor del liderazgo político argentino
actual, independiente de orientaciones ideológicas más profundas. Él ha seguido
sus valores republicanos y de soberanía nacional. Nada más. Y para esto cuenta
con el apoyo de la más amplia mayoría de la ciudadanía argentina.