Revista académica de economía
con
el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8352
MANUEL BELGRANO
El economista de nuestra independencia
Alfredo
Félix Blanco (CV)
Universidad Nacional de Córdoba
afb2002@hotmail.com
Normalmente, hablar del Doctor Manuel Belgrano es referirse al patriota de la revolución de mayo, al integrante de la Primera Junta de Gobierno, o al general de la guerra de la independencia creador de nuestra bandera. Esos son los rasgos más conocidos del prócer argentino de cuya muerte se cumplirán 185 años el próximo 20 de junio.
Existen también, por supuesto, trabajos que
han destacado otros aspectos
de su existencia. Desde aquellos que han
apuntado a la consideración de su vida
privada hasta los que analizando la
profundidad de sus convicciones
independentistas no pueden comprender las
razones de su propuesta, a favor de
crear una monarquía “suavizada” que
estuviera encabezada por un descendiente
de la “Dinastía de los Incas”. Propuesta
que, como se sabe, fue expuesta por
Belgrano el 6 julio de 1816 en sesión
secreta a los congresales que se
aprestaban a declarar la independencia
argentina. Juan Bautista Condorcanqui,
hermano menor del rebelde Tupac Amarú que
después de una azarosa vida
murió y fue enterrado en Buenos Aires,
parece haber sido quien había elegido
Belgrano para encabezar aquella monarquía de
cuyas virtudes no pudo persuadir
al Congreso de Tucumán.
Aunque afortunadamente existen muy buenos
trabajos sobre las ideas
económicas de Belgrano, su imagen como
profundo conocedor de los principios
de la por entonces “nouvelle science” es poco difundida. Entre los estudios que
merecen destacarse están el de L. Gondra (“Las ideas económicas de
Manuel Belgrano”) ,
y los trabajos del Profesor Manuel Fernández López de la Universidad
de Buenos Aires. Sin embargo, el gran público nunca ha
considerado a Belgrano como un
pensador de los problemas económicos.
Realmente la únicas razones que
pueden explicar esta injusticia es que las
tareas del “Belgrano economista” se
desarrollaron fundamentalmente hasta 1810 y
que, a partir de aquella fecha, las
acciones del luchador por la independencia
nacional oscurecieron las
contribuciones de aquella etapa anterior de
su vida.
Nacido en Buenos Aires el 3 de junio de
1770, del matrimonio de Domingo
Belgrano y Peri con María Josefa González
Casero, fue enviado a proseguir sus
estudios a España en el año 1786. Ya
graduado de abogado en Valladolid,
retornará en 1794 a Buenos Aires habiendo
recibido las influencias intelectuales
de una Europa que abrazaba ya las ideas
racionalistas y liberales. Como prueba
de sus preocupaciones por el conocimiento,
vale la pena mencionar que en 1790
había sido designado presidente de la
Academia de Derecho Romano, Política
Forense y Economía Política de la
Universidad de Salamanca.
La efervescencia intelectual de la
ilustración, la revolución francesa y la
independencia de Estados Unidos marcaban el
fin de una etapa histórica. El
“tempo social” que se aceleraba y la
atmósfera intelectual que cambiaba influirían
decisivamente en la formación de las
convicciones de nuestro ilustre patriota.
Con absoluta claridad y sinceridad describió
ese proceso en su
Autobiografía cuando relata que:
"Como en la época de 1789 me
hallaba en España y la revolución de la
Francia hiciese también la variación de ideas y
particularmente en los hombres de
letras con quienes trataba, se apoderaron de
mí las ideas de libertad, igualdad,
seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los
que se oponían a que el hombre,
fuese donde fuese, no disfrutase de unos
derechos que Dios y la naturaleza
le habían concedido, y aun las mismas
sociedades habían acordado en su
establecimiento directa o indirectamente". En materia de pensamiento económico, recibió
Belgrano una influencia
determinante para su visión de la economía.
La del francés Francois Quesnay, el
fundador de la “secta de los economistas”.
Quesnay, de gran prestigio en
Versalles, y a quien Luis XV llamaba su
“pensador”, publicó el “Tableau
Economique” en 1758.
Ese “cuadro económico” es el primer intento,
en la historia de las ideas, de
analizar la economía como un sistema de
relaciones entre sus diversos sectores
o clases. Ese trabajo no solamente ha sido
considerado como el acta fundacional
de la escuela económica conocida como
“Fisiocracia” (etimológicamente:
“gobierno de la naturaleza”) sino que
constituyó el mojón que anunciaba la etapa
de nacimiento de la economía como disciplina
científica autónoma.
Marx, que no era precisamente una persona
dispuesta a elogiar fácilmente
algo, llegó a afirmar en relación al
“Tableau” que “…jamás la
economía política había concebido una idea más
genial” . W.
Leontief, que obtuvo
el Premio Nóbel
de economía en 1973 por el desarrollo y
aplicación del análisis de insumoproducto,
reconoció como antecedente de su trabajo al
de Quesnay de mediados
del siglo XVIII. El pensamiento de los fisiócratas es un
capitulo muy importante en la
historia de los esfuerzos intelectuales del
hombre por comprender la economía, y
ha quedado asociado básicamente a dos
conceptos. El primero es la afirmación
de que el único sector que genera riqueza
(producto neto) es el agrícola, y el
segundo es la convicción de que existe un
orden en la naturaleza que no debe
ser violentado por acción del hombre.
Basándose en esta creencia sobre la
existencia de un orden natural, los
fisiócratas van a postular que la mejor
forma de garantizar el desarrollo de una
economía es la no intervención. “Laissez
faire” (“dejar hacer”) será la consigna
que enarbolará el liberalismo económico para
rescatar a la economía de la
parálisis que las políticas de intervención
mercantilistas producían. El impulso de
las nuevas formas del capitalismo ya no
necesitaba de las reglamentaciones
excesivas que ayudaron a su nacimiento, pero
que ahora obstaculizaban su
desarrollo y expansión.
Belgrano recibió también la influencia de
Adam Smith, el celebre escocés
fundador de la escuela clásica inglesa, que
en su “Investigación
sobre la naturaleza y causas de la Riqueza
de las Naciones” (1776) consagró
la expresión
de la “mano invisible” como la síntesis que
resumía la confianza en los
mecanismos de ajuste automático de los
mercados de la economía capitalista
que se encontraba en pleno desarrollo.
Sin embargo, las lecturas de otros autores
(como Galiani, Genovesi, y
Jovellanos) le permitirían advertir que el
contexto más avanzado en que se
desarrollaban las ideas del liberalismo
económico europeo no podía ser obviado y
que trasladar el nuevo paradigma a su tierra
requería adaptaciones. Es por ello
que, al analizar la realidad y difundir sus
ideas en Buenos Aires, su posición será
algo más ecléctica y su liberalismo más
moderado. Las condiciones
institucionales y de desarrollo más atrasado
de las tierras del sur de América le
exigieron que fuera más cuidadoso a la hora
de difundir y postular la aplicación de
las nuevas ideas.
A esa tarea de difusión del nuevo mensaje se
dedicará intensamente a
partir de 1794, cuando regresa para asumir
como funcionario de la Corona en el
recientemente creado Consulado de Buenos
Aires. Esta institución formó parte
del conjunto de reformas realizadas por los
Borbones para la reformulación y
consolidación del sistema colonial y tenían,
ademas de la tradicional función
judicial en cuestiones comerciales, una
nueva responsabilidad que era la del
fomento de las actividades relacionadas a la
nueva burguesía, como la
agricultura, la navegación, el comercio y la
industria.
Aunque el Consulado era un organismo
colegiado, Belgrano potenció la
importancia del cargo de Secretario que
ejercía y la institución fue entonces el
escenario desde el cual se defendía la
autonomía de la colonia y se difundían las
nuevas ideas sobre la economía.
Su tarea de difusión de las nuevas ideas
económicas comenzó cuando aun
residía en España; para ello, en 1794,
tradujo el trabajo de Quesnay “Máximas generales del gobierno económico de
un reino agrícola” que es la
fuente de
influencia fisiocrática más clara que llegó
al Río de la Plata. En 1796, ya en
Buenos Aires y con el mismo objetivo de
hacer conocer estas ideas, presentó
“Principios de la Ciencia Económica
Política” que es la traducción de
dos trabajos
de autores fisiócratas. Las ideas económicas que caracterizaron al
pensamiento de Belgrano
están muy desarrolladas en las Memorias del
Consulado. Las memorias, con
cuya lectura por parte del Secretario se
abrían anualmente las sesiones, era una
exposición sobre alguno de los
“objetos propios del instituto del
Consulado”.
Belgrano transformó esas presentaciones en
verdaderas conferencias sobre temas de
economía y
en fuertes alegatos en defensa del libre
comercio de
las colonias en contra de las restricciones
monopólicas de la metrópoli.
Finalmente debe señalarse también la tarea
de
difusión que realizó a través del periódico
“El Correo
de Comercio”, publicación en la que tuvo la
responsabilidad de su dirección.
Sus ideas sobre el valor de los bienes
(donde
se percibe la influencia de Condillac), la
convicción en
las ventajas del librecambio, sus análisis
sobre la
necesidad de desarrollar las actividades
agrícolas y el
comercio, de fomentar el cambio tecnológico
y la educación técnica y de
desarrollar las obras de infraestructura,
permiten apreciar el carácter progresista
de su visión económica.
La equilibrada combinación de las nociones
fisiocráticas y del liberalismo
en ascenso con la realidad que le rodeaba,
le impulsaban a luchar por el
desarrollo de una economía que aun estaba
contenida por instituciones que
gradualmente dejaban de ser funcionales a la
expansión económica. La
independencia y, muchos años despues, la
consolidación de la unidad nacional
crearían las condiciones para soñar en la
Argentina moderna, que Belgrano
probablemente intuyó alumbrada por las
nuevas nociones de la economía.
Por supuesto que la función de analizar,
adaptar y divulgar los nuevos
principios de la economía tuvo también otros
protagonistas. Su primo Juan José
Castelli, quien lo reemplazó en algunas
ocasiones en el Consulado; Juan H.
Vieytes, que le acompañó desde el Semanario
de Agricultura, Industria y
Comercio son dos ejemplos de voceros de las
nuevas doctrinas cuya mención no
puede ser omitida.
Más adelante, ya al final de su camino, a
Belgrano lo esperaría (como a
tantos otros grandes hombres de nuestra
historia), la pobreza con que se enfrentó
a la muerte. Final que lo engrandece aun más
a aquel hombre que contribuyó tan
significativamente a la independencia
argentina. Grandeza que, como dijimos, ha
oscurecido su contribución a las ideas
económicas que iluminaron el nacimiento
de nuestro país.
En 1946, en la recién creada Facultad de
Ciencias Económicas de la
Universidad Nacional de Córdoba, se organizó
una biblioteca. En Abril de 1966,
al inaugurarse el actual edificio de nuestra
facultad, aquella biblioteca pasó a
ocupar un área especialmente diseñada.
Esa biblioteca, de la cual hoy nos sentimos
tan orgullosos porque es sin
dudas una de las mejores de nuestra
disciplina en el país, lleva como nombre
“Biblioteca Manuel Belgrano”. Un merecido
homenaje para quien, aunque aun lo
ignoren muchos, ha sido llamado con justicia
el primer economista argentino.
Nota publicada en:
-
SUPLEMENTO DEBATES. LA MAÑANA DE CÓRDOBA. (19/06/05)
Para citar este artículo recomendamos utilizar este formato:
Alfredo Félix Blanco: "Manuel Belgrano, El economista de nuestra independencia" en Observatorio de la Economía Latinoamericana Nº 45, julio 2005. Texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/ar/