"Contribuciones a la Economía"
es una revista
académica mensual
con el Número Internacional Normalizado
de Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8360
Rodolfo López
Nahuel Oddone (CV)
Carolina Von Oertel
nahueloddone@speedy.com.ar
Este
texto fue presentado originalmente en las
VI JORNADAS DE HISTORIA DE LAS
RELACIONES INTERNACIONALES
4, 5 y 6 de octubre de 2001 Santiago, Chile
En la última década del siglo XX, se han producido serias crisis financieras en los denominados países emergentes, que han repercutido en todo el sistema financiero internacional. En muchos casos, las prósperas economías no padecían de mayores desequilibrios macroeconómicos, y venían de varios años con un alto crecimiento de su Producto Bruto Interno, pero la volatilidad de los capitales financieros especulativos, “ruidos” políticos internos y rumores sobre la capacidad de pago de los compromisos contraídos, desencadenaron una salida masiva de éstos capitales, que provocaron severas crisis en las economías de los países afectados, lo que llevó a que el Fondo Monetario Internacional (FMI) y varios países desarrollados, tuvieran que salir al rescate de las economías en crisis. Esta ayuda financiera tiene varios nombres, para algunos se denomina ayuda económica, para otros es un “blindaje”, pero más allá de los términos que se utilizan, lo concreto es que el FMI como prestamista de última instancia, condicionó la ayuda financiera, a cambio de que los estados se comprometieran a realizar cambios estructurales hacia el interior de sus economías.
Ampliando el debate, lo importante es que, como en los años ’30, el capitalismo esta entrando en un período de retroceso. Esto condice con lo sostenido por el economista ruso Kondratiev y sus ciclos de crecimiento de entre 50 y 60 años. Más aún, si traspolamos lo sostenido por Kondratiev a fines de los años ’20, vemos claramente que estamos 60 años después en la misma situación. Podríamos afirmar que el capitalismo mundial está entrando en una fase descendiente de la cual no estamos seguros si será la última, pero la recesión como es lógico se hace presente; sabiendo que todo declinación implica en si misma un cambio se intentará analizar si se está o no en una fase de tipo descendente.
Para citar este artículo puede utilizar el
siguiente formato:
López, Oddone y von Oertel:
"Crisis financieras internacionales y mercados
emergentes" en
Contribuciones a la Economía,
noviembre 2003 en http://www.eumed.net/ce/
Otro destacado economista que sostiene la idea de “una vuelta a la economía de la gran depresión”, es el norteamericano Paul Krugman. Desde esta lógica se plantea que la clase de problemas que caracterizaron una buena parte de la economía mundial en los años ’30 han hecho una reaparición sensacional. El riesgo de repetir la historia económica de los años ’30 estaría reflejado en la amenaza constante de recesión de la economía de EEUU, principalmente en la crisis de los países asiáticos y su impacto en el mercado financiero internacional, en el carácter volátil del mercado de capitales y en la falta de una institución financiera internacional que regule, en tiempos de bonanza económica y ayude a prevenir las crisis, entre otros.
En épocas de liberalismo económico, como la actual, la apertura de cuenta de capitales[2] puede traer importantes beneficios para la economía global, ya que permite una movilización más fluída de fondos desde los países con abundancia de capitales (como los centrales, en términos presbiscianos) hacia aquellos que presentan escasez (como los periféricos). Esto lo que hace es mejorar la asignación de recursos dentro del sistema mundial, elevar la productividad y permitir la vigencia del sistema capitalista. Dicha vigencia se ve a veces amenazada por interrupciones abruptas en el flujo corriente de capitales hacia los países emergentes; en otras palabras se produce lo que se conoce con el nombre de “crisis financieras”.
Como sostiene Ffrench-Davis, las finanzas han estado en el centro de las crisis económicas de alcance internacional. La dimensión financiera jugó un papel central en la crisis de los años ’30 y en la crisis de la deuda de los países en desarrollo de los años ’80. En la década del ‘90 la crisis le ha correspondido a los países asiáticos, más específicamente a los cinco países cuya expansión de las exportaciones se haya entre las diez más dinámicas del mundo: Tailandia, Filipinas, Malasia, Indonesia y Corea del Sur.
En síntesis, la crisis asiática se ha sumado, en los años noventa, al efecto tequila de 1994-1995 y a la crisis del sistema monetario europeo de 1992-1993 y, por supuesto, en la década anterior, a la crisis de la deuda latinoamericana. La inestabilidad que caracteriza las corrientes internacionales de capital y que se ha manifestado de esta manera en las últimas décadas es inherente a su funcionamiento, como lo atestigua la historia económica y la ya extensa literatura sobre fallas de mercado asociadas a problemas de información. Como resultado, el mercado ha experimentado una sucesión de oleadas de expansión excesivas y pánicos financieros, indicando que tiende a crecer, primero, y a contraerse, después, más de lo que recomiendan los factores fundamentales de las economías. En la coyuntura actual, se ha hecho notorio otro fenómeno: el de las insuficiencias en la coordinación macroeconómica entre las naciones más influyentes en los mercados y la ausencia de instituciones internacionales apropiadas para manejar un mercado financiero sofisticado pero inestable.
La cuestión clave para la globalización financiera, se resume en lo que Benjamin J. Cohen ha llamado, “The Unholy Trinity” (“la trinidad profana”): la intrínseca incompatibilidad entre la estabilidad del tipo de cambio, la movilidad de capitales y la autonomía de las políticas nacionales[3]. La integración de los mercados financieros facilita la opción de la fuga de capitales, imponiéndole un rígido trade-off al gobierno. La autonomía de la política nacional se preserva sólo si se abandona un cierto grado de credibilidad del tipo de cambio, con todos los riesgos concomitantes de volatilidad. Se puede mantener un objetivo independiente del tipo de cambio sólo si se conserva confianza de los inversores internacionales, al costo de un menor control sobre el desempeño económico doméstico[4]. Esta es la realidad. Estas son las opciones. Ahora pasaremos a analizarlas.
El trabajo consiste en una investigación sobre el período de crisis financiera por el que estamos atravesando, y cómo se han visto afectada las diferentes zonas de “países emergentes”[5]. Tratamos de analizar por qué estas crisis generaron la necesidad de “salvar determinadas economías”, “blindarlas” si se quiere.
De la crisis como forma de vida en la sociedad humana actual
No se puede analizar la crisis financiera internacional sin tener en cuenta ciertos elementos: Primero, es una crisis financiera internacional. Segundo, las crisis financieras se han convertido en estructurales. Se podría sostener, si se quiere, también, que la inestabilidad es un factor estructural del sistema capitalista actual.
Los mercados son de por sí inestables[6]; o bien los hombres no dejamos que funcione correctamente en su distribución la mano invisible de Adam Smith. Pero quien puede dudar que el grado de inestabilidad en el mercado financiero es mayor. Nos referimos específicamente a la franja de países emergentes. Pero tampoco, a veces las grandes potencias pueden con él. Soros nos dice que a los mercados les molesta cualquier tipo de injerencia gubernamental pero mantienen una profunda creencia en que si la situación se pone realmente crítica las autoridades intervendrán.
El capitalismo financiero, por otro lado surgido junto al comercial, también tenía dimensión internacional, pero nosotros nos preguntamos por qué ese capitalismo hoy es más inestable.
Teniendo en cuenta que la mundialización del comercio pareciera ser la forma más avanzada de la internalización del capital, es la movilidad del capital financiero la que ha alcanzado un mayor y un más amplio desarrollo, bajo la forma de Inversión Extranjera Directa (IED) y recientemente, a través de la negociación de mayores liberalizaciones, a través del Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI).[7] El último eslabón de la internalización del capital financiero -y el más reciente- ha sido la interconexión entre las distintas bolsas de valores, con su respectiva apertura a la inversión internacional, tanto de países desarrollados como de economías en desarrollo[8].
Quizás la característica que más ha favorecido la globalización del capital financiero ha sido el proceso de desregulación del sector, que se ha profundizado de manera extraordinaria durante las últimas décadas, cuyo más reciente paso, de carácter multilateral, que han asumido los gobiernos, es la negociación del AMI. Sin embargo, este proceso de desregulación financiera “es sólo un emergente de un proceso histórico que incluye tres hitos fundamentales: la crisis del sistema monetario y financiero internacional basado en el patrón oro-dólar, su forma de salida a través de un sistema de cambio flotante regido en última instancia por acuerdos entre los países desarrollados, y un incremento formidable de la liquidez internacional, que instituyó una economía de endeudamiento con una enorme elasticidad de la oferta de fondos prestables[9]. La especulación y la transformación de la economía financiera en una “ burbuja”, que se explica por las diferencias entre el volumen de las operaciones financieras y la masa real de divisas que participa efectivamente de esas transacciones, ha generado una inestabilidad financiera de carácter global, de la cual no han podido escapar ni las grandes economías como las del este-sudeste asiático, pero que se ha transformado en un grave riesgo para las economías más débiles, como quedó evidenciado en las crisis recientes de México y Brasil.
El predominio alcanzado por el capital financiero sobre el capital productivo, y la especulación contra las monedas y Bolsas, ha permitido sostener ciertas visiones fundamentalistas de la globalización, aunque ha sido la coincidencia y la funcionalidad de la expansión y el desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones las que han brindado la base material para que ello ocurriera[10].
Estamos adaptados al Capitalismo comercial e industrial y no al financiero. O la cuestión se debe básicamente al grado de estabilidad o no que proporciona cada uno. Quizá esa inestabilidad se debe a que según algunos autores lo único que está verdaderamente globalizado es el capitalismo financiero. Varios analistas sostienen que estamos en una etapa de Globalización financiera, en realidad lo único que está verdaderamente globalizado son las finanzas.
Como sostiene Bernal-Meza, puede concluirse que en el proceso de globalización/mundialización de la economía ha sido el capital financiero el segmento que pareciera ya haberse impuesto sobre el capital productivo. Los agentes principales de este triunfo han sido las corporaciones multinacionales (fuente sustancial de IED) y la banca internacional.
Sin duda hay una línea de trasfondo, un proceso histórico que permitió la adaptación del género humano a esos tipos de capitalismo, tal el comercial cuanto el industrial. Aún no estamos acostumbrados a la inestabilidad del capitalismo financiero. Quizá sea intrínsecamente funcional a éste. Quizá en la propia naturaleza del capital financiero está la inestabilidad. Comerciamos, por la no existencia del trabajo social, y porque en algún momento se tiene que dar la distribución de esa producción. Nos industrializamos, porque fue necesario aumentar el nivel de productividad del género humano[11]. ¿Y el capitalismo financiero?. Aún no tenemos la respuesta. ¿Ayudará a aumentar nuestra productividad? ¿Ayudará al comercio para una mejor distribución?. Lo cierto es que como muy bien sostiene Julio Sevares[12], la consecuencia es la de un estado de crisis permanentes. Debemos reconocer que quizá los “otros capitalismos” también hayan causado en un primer momento esa concepción de crisis permanente. Sin duda creemos, que el mismo proceso de adaptación es lo que produce la percepción de crisis. La cuestión a determinar está en si los otros capitalismos son inestables por naturaleza o no.
Sevares sostiene, que la inestabilidad del mercado financiero internacional ya no es episódica sino estructural. El mercado es intrínsecamente volátil y riesgoso, sometiendo a las economías nacionales y específicamente a los sectores más débiles de ellas a una presión permanente matizada con frecuentes picos de crisis. Esta extrema volatilidad financiera lleva en las economías nacionales a la aplicación de políticas dirigidas a la “administración de la crisis”. Lo que significa una clara adaptación a la concepción (en cierto modo decadentista) que vivimos en una “crisis constante” en este mundo postmoderno, o desde la óptica de Francis Fukuyama, en esta era poshumana[13].
Si la inestabilidad del mercado financiero es estructural necesitamos una voluntad política para remediarla. La voluntad política es aquella que nos permite remediar los defectos estructurales. Para superar la inestabilidad Soros nos propone la imposición de una disciplina de mercado. “Se habla de imponer disciplina de mercado, pero si imponer disciplina de mercado significa imponer inestabilidad, ¿cuánta inestabilidad puede asumir la sociedad? La disciplina de mercado debe ser complementada por otra disciplina: el mantenimiento de la estabilidad de los mercados financieros debería ser el objetivo de la política pública”[14]. Entonces para Soros la estabilidad es parte de un objetivo de política pública y como el equilibrio es una tendencia inalcanzable en los mercados financieros[15], se debe establecer una tendencia que nos acerque a él lo más posible, y esta tendencia sin duda es parte de una política nacional de desarrollo y de control financiero nacional.
Analizando desde la perspectiva del cambio, debemos más que investigar la cuestión del mercado financiero en sí, focalizarnos en los cambios que este comenzó a experimentar a inicios de la década del ’70.
Los principales cambios están dados por el pasaje de un sistema de tipo de cambio fijo (acordado entre las máximas potencias del sistema) a un tipo de cambio fluctuante[16] que da lugar a una mayor especulación cambiaria, la progresiva apertura de las economías centrales a los flujos de capital a corto plazo y la desregulación de sus sistemas fiscales. La liberalización del sistema financiero aumentó la competencia, lo que indujo a los bancos a hacer préstamos menos seguros pero más rentables y a buscar beneficios en operaciones no tradicionales. “La consecuencia más evidente de la liberalización y desregulación es la crisis permanente”[17]. Todos los episodios de aumento de flujos de capitales hacia mercados de países emergentes terminaron en crisis internacionales, en tanto que las crisis financieras y el sobreendeudamiento eran relativamente poco comunes durante la época de Bretton Woods, cuando los países industriales tenían tipo de cambio fijo[18].
Es importante destacar que la liberalización financiera y el desarrollo de mercados de bonos aumentó la importancia de las clasificaciones del riesgo país. Como sostiene Sevares, en el mercado competitivo, la calidad de la calificación de riesgo es un elemento decisivo para una adecuada distribución de los recursos financieros y la prevención de crisis.
Debemos tener en cuenta que el cálculo de riesgo país lo realizan consultoras que tienen origen microeconómico, pero que el cálculo en sí es uno del tipo macroeconómico, que está dado por la sobretasa que deben pagar los bonos por encima de los títulos similares de EEUU. Las agencias calificadoras de riesgo (una de las fuentes más influyentes de generación de información de los mercados), cumplen un papel microeconómico muy funcional para el desarrollo. Sin embargo, y quizás sin quererlo, juegan un rol macroeconómico. Las calificadoras de las agencias y sus expectativas, comunicadas profundamente en la prensa económica, contribuyen a reforzar el flujo financiero hacia los países “exitosos”[19], contribuyendo a sostener un proceso que parece muy eficiente y sostenible, pero que en realidad está generando burbujas[20] que tarde o temprano explotan.
México, la necesidad de un punto de partida
Las conmociones financieras son tan viejas como el propio capitalismo, y como tales ponen en peligro los respectivos sistemas.
México ha sido un país clave en la última década en el ámbito financiero, por lo que se cree conveniente analizar su crisis, como marco de funcionamiento de las crisis financieras[21].
Se puede sostener que, la crisis del “tequila” fue la primer crisis de liquidez en los años noventa que fragmentó el sistema financiero extendiéndose a la mayoría de los países emergentes y generando en el mercado, un lógico temor al efecto dominó.
Lester Thurow, sostiene que si se analizan las crisis financieras, la cuestión no es: ¿por qué los mercados quiebran?. Sino, ¿cómo los precios del mercado han alcanzado esos niveles insostenibles?. Básicamente, ¿cómo no pueden advertir los seres humanos inteligentes que los activos están sobrevaluados?. La respuesta para Thurow está en la codicia humana. La gente sabe lo que va ocurrir pero no puede resistirse. A medida que los precios suben en una burbuja, hay una cantidad de dinero para hacer en el corto plazo de manera más rápida, aún cuando todos sepan que los precios son demasiado altos y que finalmente deben caer. Todos se lanzan a los mercados pensando que serán suficientemente astutos de salir antes de que llegue el fin. Si alguien sale demasiado pronto se pierde una cantidad posible de ganancias.
La crisis financiera mexicana ilustra correctamente, como ejemplo paradigmático, la inestabilidad financiera internacional. Thurow nos aclara que en el sistema financiero internacional, en cualquier momento puede aparecer un eslabón más débil. Sostenemos que de hecho se da la existencia de estos eslabones más débiles en el sistema. En 1994-1995 este eslabón fue México. La revista Fortune publicó de otras siete naciones (Filipinas, Indonesia, Malasia, Tailandia, Brasil, Argentina y Chile) que se consideraban tan propensas como México a sufrir una debacle[22]. Nótese que seis de estas siete economías han caído en la necesidad de ser rescatadas o de blindar sus economías en los años subsiguientes. Todas, menos Chile, fueron socorridas internacionalmente.
La economía mexicana se había manejado bien[23], su presupuesto estaba equilibrado pero el peso estaba sobrevaluado y el déficit de la balanza de pagos tenía que ser financiado con flujos de capital a corto plazo antes que por inversión directa a corto plazo. Para diciembre de 1994, las reservas de moneda extranjera habían caído a niveles tan bajos que México tuvo que devaluar para corregir la sobrevaluación de su moneda. Como consecuencia, el capital extranjero huye del país por miedo a futuras devaluaciones. El FMI y EEUU comenzaron a dictar de qué manera México debía manejar sus políticas monetarias[24].
Thurow nos propone para descubrir las causas fundamentales de la crisis mexicana, echar un vistazo sobre los EEUU. “Debido a las bajas tasas de interés bancario destinadas a combatir la recesión 1990-91, cientos de millones de dólares pasaron de las cuentas de ahorro norteamericanas a los fondos mutuales de más alto rendimiento. Pero para obtener mayor rendimiento, los gerentes de los fondos mutuales tenían que obtener más altas ganancias y con esa finalidad enviaban su dinero a México. Cuando las tasas de interés de los EEUU volvieron a subir, los mismos gerentes comenzaron a repatriar el dinero. Con el dinero que salía en grandes cantidades del país y manejando un déficit en la cuenta corriente, era sólo una cuestión de tiempo hasta que México agotara sus reservas de divisas. En febrero de 1994 tenía 30.000 millones de dólares en reserva de divisas. En diciembre esa cifra había bajado a 6.000 millones de dólares[25]. Enterados de lo que estaba sucediendo con sus menguantes reservas de divisas, los ciudadanos mexicanos comenzaron una estampida en pos del éxito financiero[26]. Una vez que los extranjeros se percataron de lo que estaba sucediendo, ellos también corrieron tras el éxito”[27].
Destaquemos las interesantes conclusiones de Thurow:
“Si México simplemente se hubiera rebelado y negado a adoptar las medidas de austeridad impuestas por el FMI y los EEUU, sin duda habría sufrido una reducción de sus ingresos reales, habría sido incapaz de financiar un déficit de importación y los productos importados habrían disminuidos, reduciendo los ingresos reales. Pero esto también sucedió con el plan del FMI-EEUU.
Es cierto que si México se hubiera rebelado le habría resultado más difícil conseguir préstamos en el futuro, pero de todos modos no muchos de esos préstamos [se van a acordar] en el original.
Incluso puede ser cierto que los costos a largo plazo superaron a los beneficios a largo plazo. Los beneficios a largo plazo son un acceso más próximo a los mercados crediticios internacionales. Pero los prestamistas internacionales tienen una notable mala memoria y comienzan a prestar otra vez con una asombrosa rapidez.
Este análisis del costo-beneficio en el corto y el largo plazo lleva a una conclusión simple. Más tarde o más temprano alguna nación se negará a adoptar la austeridad interna prescripta para satisfacer a los prestamistas internacionales de último recurso. Esta nación dejará simplemente que los inversores internacionales asuman sus pérdidas (...) y estará dispuesta a pagar el precio de volver a los mercados internacionales de capital en una fecha posterior. Simplemente antepondrá el bienestar de sus ciudadanos a la estabilidad del sistema financiero mundial.
(...) negar la ayuda a México causaría una pérdida de confianza y pánico en los mercados financieros del mundo que incluso podrían derrumbarse. (...). Si los mercados financieros del mundo quebraran, los perdedores, por supuesto, no serían los mexicanos sino los grandes operadores en los mercados financieros internacionales: los británicos, los alemanes, los japoneses y, los norteamericanos”[28].
En este caso les tocó a los ciudadanos mexicanos pagar el costo de lo que básicamente es una póliza de seguro para estabilizar el sistema financiero mundial. Si se nos permite diríamos que no sólo a México, sino a la franja de “países emergentes”, dado que un aumentó de la tasa de interés impuesto a México condujo directamente a tasas de interés más altas en todo el Tercer Mundo. En lugar de concentrarse en tasas de interés más bajas para lograr pleno empleo y un alto y rápido crecimiento, los gobiernos nacionales deben concentrarse en controlar el tránsito de flujos de capitales.
La crisis asiática y la necesidad de salvar determinadas economías de la región
Lo que hoy es conocido como “blindaje” o ayuda financiera internacional comenzó en 1997 y específicamente en la región del Sudeste Asiático, cuando fue necesario salvar a las economías de esa región. El blindaje llegó después que Tailandia, en julio, de 1997 devaluó su moneda y arrastró a Corea, Malasia, Filipinas e Indonesia. Las ayudas se sucedieron una tras otra en la región.
Un mes después de que Tailandia dejara flotar su moneda, el FMI anunció un paquete de 16.000 millones de dólares para apoyar sus audaces “medidas de ajuste”. En ese momento ya Malasia y Singapur habían devaluado también sus monedas. Cuarenta días después sería el turno de Corea que también fue socorrido por la acción financiera internacional.
La crisis asiática, objeto de interpretaciones muy diversas, puede ciertamente verse, entre otras cosas, como el resultado de liberalizaciones incompletas y mal controladas, y en cierto modo, por sus implicancias mundiales aún poco claras, como un verdadero giro en la historia de la globalización (Sukup, 2000).
Para entender la crisis que estalló en 1997, cabe recordar primero los diferentes enfoques teóricos e ideológicos que pretenden explicar los logros pasados.
La visión neoclásica y liberal adjudica los logros pasados a la apertura exterior, al papel de los mecanismos de mercado y a las intervenciones estatales favorables al mercado, o sea, tendientes a asegurar simplemente un mejor funcionamiento del mercado. Las interpretaciones más o menos heterodoxos enfatizan, por otro lado, el papel activo y “guía” del Estado, los factores culturales (valores asiáticos), el aprendizaje tecnológico y la situación geoestratégica de los tigres en la Guerra Fría.
El primer enfoque tiende a explicar la crisis por los excesos de intervensionismo estatal que habrían generado ineficiencia y aquel corrupto crony capitalism de tipo indonesio; el segundo subraya las contradicciones internas y también internacionales de los modelos asiáticos, en particular su reciente apertura financiera que los expuso a las fluctuaciones de la especulación mundial, así como la pérdida de importancia estratégica de aquellos países en tiempos de posguerra fría y el surgimiento de un gran numero de países competidores, como China, que amenazan las posiciones por ellos logradas. En estas circunstancias, el papel del FMI y del Banco Mundial (BM) es visto, en general, como el de un corresponsable, o incluso responsable principal, de la crisis[29]. Más que los fenómenos indudables de corrupción y de nepotismo, la causa fundamental de la crisis fue la liberalización financiera excesiva y precipitada de los países de la región, aconsejada e impuesta por el FMI: como consecuencia de ésta, y apoyado en altas tasas de interés y unas monedas pegadas al dólar, un enorme flujo de capitales predominantemente especulativos se volcó desde comienzos de los años ’90 hacia estos países y generó una verdadera “economía de burbuja” con sobrevaluaciones de bienes inmobiliarios y de títulos negociados en las bolsas de la región, mientras que se multiplicaban los déficits de cuenta corriente ante las insuficiencias del sector productivo real. Para Goerge Soros, “el auge asiático podría haberse reducido si los inversores y los prestamistas hubieran caído en la cuenta de que aunque las entradas de capital y los déficits de cuenta corriente de la región financiaban inversiones productivas, estas inversiones sólo habrían seguido siendo productivas en la medida en que las entradas de capital podían sostenerse”[30].
Para el pensamiento liberal, la crisis se debió al “Capitalismo dirigido”[31], la intervención perversa de los gobiernos de la región en la economía, marginando al mercado como asignador de recursos. Como cualquier fracaso del mercado es imposible para esta escuela, pues implicaría poner en duda todo su andamiaje analítico, no considera la posibilidad que los mercados no observaron que estaban proliferando inversiones justamente allí donde no había condiciones para sustentarlas[32].
La crisis se desata a partir de la salida de capitales, que comenzó cuando los inversores percibieron los déficit en la cuenta corriente que se venían acumulando desde 1994. El debate sobre los desequilibrios fue si se debían a causas endógenas o, si bien, se debían a fuerzas exógenas sobre las que los países carecían de control, por ejemplo las fallas de los mercados financieros internacionales.
Los principales indicadores económicos que ayudan a explicar la crisis tienen que ver con que estas economías registraron un altísimo crecimiento sin inflación, superávit fiscales y elevadas tasas de ahorro que no fueron suficientes para financiar las aún mayores necesidades de inversión privada de los últimos años. Todo esto redundó en un elevado endeudamiento externo del sector privado, en forma de préstamos o inversiones de cartera. El irrestricto ingreso masivo de capitales fue posible por la gran liquidez internacional de la década de los noventa y el mayor inversor fue el vecino Japón. También es importante destacar que una parte sustancial de los créditos, que llegaron a la región atraídos por el diferencial en las tasas de interés, financió actividades relacionadas con la producción de bienes y servicios no transables, especialmente en el sector inmobiliario y financiero. Es decir que se endeudaron en dólares en actividades que no generaban capacidad de devolución de divisas. Se dio también, la sobreinversión en algunos sectores, electrónica de consumo, automotores, petroquímicas, acero. En 1996, el exceso de capacidad productiva provocó la caída de los precios de estos productos, principales rubros de exportación[33]. Los déficit de cuenta corriente continuaron hasta que los capitales se fugaron, cuando los prestamistas perdieron la confianza en la capacidad de pago de estos países.
Coincidiendo con la visión anterior, Soros sostiene que la causa más inmediata de los problemas fue una alineación incorrecta de las monedas de la región. Una alineación bastante rígida que puede ser identificada con un tipo de cambio fijo, los desplomes suelen ser catastróficos. “La crisis asiática es un ejemplo en este sentido”[34]. Las economías del S.E. Asiático mantenían un acuerdo informal por el cual vinculaban sus monedas al dólar norteamericano. La aparente estabilidad de la vinculación con el dólar alentó a los bancos y negocios locales a endeudarse en dólares y convertir los dólares en las monedas locales sin cobertura; después los bancos prestaron a proyectos locales o invirtieron en ellos, sobre todo bienes raíces. Esa parecía una forma sin riesgo de ganar dinero en tanto y en cuanto el asidero local se mantuviera. Pero este acuerdo tácito se vio sometido a diferentes presiones, entre ellas la infravaloración de la moneda china en 1996 y del dólar norteamericano con respecto del yen japonés. La balanza comercial de los países afectados se deterioró, aunque los déficits comerciales fueron contrapesados al inicio por la continuación de importantes entradas en las cuentas de capitales. Soros enfatiza las debilidades estructurales de las economías de la región.
La retracción de los mercados exteriores, a partir de 1996, obedeció a diferentes factores como el renovado proteccionismo comercial de los mercados tradicionales (EEUU; U.E., Japón). La competencia con China, la depreciación de las monedas de la región, consecuencia de la gran entrada de capitales externos y del sistema cambiario adoptado. Todo esto provocó el descalabro financiero que sumado a la fragilidad de los bancos de la región llevó a la necesidad de salvar las economías.
Según Víktor Sukup, la crisis del S.E Asiático es más financiera que de competitividad industrial y tecnológica. Entre los factores que llevaron a la crisis, para Sukup, se pueden citar: liberalización financiera, tasas altas y tipo de cambio estable, muy atractivo a la llegada de capitales especulativos y causa de la deuda externa cada vez más astronómica.
Para el autor antes mencionado, sería ciertamente erróneo no ver el lado financiero de la crisis. Dado que detrás de éste está, el clásico problema de la sobreproducción y el subconsumo, que enfatizan autores de tendencia marxista como Francois Chesnais o Greider. La cada vez más desigual distribución del ingreso, a escala mundial y al nivel de prácticamente todos los países, resultado inevitable y también deseado de las políticas de Reagan o Tatcher, cobra por fin su precio lógico: El desajuste entre producción y demanda solvente crea problemas crecientes, como lo preveían en sus tiempos Malthus, Marx, Keynes y Schumpeter.
Paul Krugman llama a los tigres asiáticos, tigres de papel, porque el desarrollo asiático parece estar impulsado por un desarrollo extraordinario de inputs (trabajo y capital) en lugar de ganancias en la eficiencia. Y recordemos que el crecimiento sostenido en la renta per cápita de la nación solo puede ocurrir si hay un aumento de output por unidad de input, dado que el crecimiento a través de los inputs es inevitablemente limitado. Recordemos que inputs es el crecimiento en empleo, en nivel de educación de los trabajadores y en el stock de capital físico (maquinarias, edificios, carreteras, infraestructura en general, etc.); y los incrementos de output por unidad de input pueden ser el resultado de una mejor gestión económica, pero a largo plazo se debe a un incremento en el conocimiento[35].
Algunos analistas sitúan la crisis de la región en el marco de la pérdida de estos países al cesar la Guerra Fría. Según de la Balze, mientras el 70% de las exportaciones coreanas a los EEUU gozaba de los beneficios del Sistema Generalizado de Preferencias del GATT, sólo el 20% de las argentinas o brasileñas tenían igual ventaja. Esto nos indica la falta de cumplimiento del principio de la “nación más favorecida” dentro del sistema general de aranceles y tarifas. Pero esta preferencia estratégica de EEUU se debió a razones geopolíticas. En el marco internacional de la Guerra Fría, este país necesitaba asegurarse el éxito de estas economías. Los tigres asiáticos supieron aprovechar esta relación preferencial para desarrollar un modelo de crecimiento económico orientado a la exportación. No cualquier país podía transformarse en exportador de bienes manufacturados a partir únicamente de la ayuda de EEUU, como lo demuestran los casos específicos de Egipto y Panamá. Según este autor es necesario analizar también los factores endógenos para explicar los logros de este grupo de países, por ejemplo: “políticas macroeconómicas ortodoxas, una alta tasa de ahorro, una ética de trabajo estricta y un estado que planificaba las inversiones”[36].
Sin duda sostenemos que los factores endógenos son influyentes, pero en este mundo globalizado no son hoy en día determinantes. Los factores exógenos fueron muy importantes, en este caso, nos situábamos en el contexto de Guerra Fría, dos bloques pujando, un mundo equilibrado y estable para Waltz, pero sin duda una época en la cual el juego de suma cero estaba presente, lo que uno ganaba el otro lo perdía necesariamente. Y EEUU, favoreció el desarrollo de la estructura económica de esta región porque quizá creía, que este mismo desarrollo económico iba a determinar la superestructura política, jurídica y por sobre todo ideológica. En parte logró su objetivo y en parte no. Logró su objetivo porque el S.E Asiático, en su gran mayoría y extensión; y exceptuando a la República Popular China, no fue comunista (no cayó bajo los influjos de la teoría del “dominó” a pesar de tener tan cerca a la URSS), pero no logró hacer un estado extremadamente liberal, dado que existe una idiosincrasia oriental muy determinada y diferenciadora de la de Occidente. Logró impulsar el liberalismo en la región pero no logró acabar con el Estado interventor en la economía de la sociedad oriental.
No se pueden analizar los factores endógenos sin tener en cuenta el papel del pensamiento confuciano y de los valores asiáticos, y con relación a los mismos, las tendencias de éstas sociedades industriales sui géneris en cuanto a la organización social y laboral, y las diversas variedades de organización “flexibles y paternalistas”.
A éstos factores internos ya indicados, convenimos en destacar, algunos más que encontramos indistintamente en éstos países orientales:
- reformas sociales importantes, como la abolición del latifundismo en Taiwán y Corea, y una generalización del sistema educativo;
- una distribución del ingreso relativamente igualitaria, mucho más que en los países latinoamericanos, sin ir más lejos Taiwán es uno de los países que tiene menor desigualdad en todo el mundo periférico, mientras que Brasil está en el otro extremo de la escala;
- el ya mencionado énfasis en la educación, ligado a la influencia del confucianismo, llevó a la aplicación de tecnologías modernas permitiendo el paso de la exportación de productos industriales sencillos como textiles a otros, de mayor complejidad tecnológica como componentes electrónicos, computadoras y televisores, y más aún acero, automóviles y construcción naval;
- el papel del Estado propiamente dicho como en el caso de Japón, no sólo en el gran esfuerzo educativo como en las reformas sociales, sino también en la orientación del desarrollo económico e industrial.
Quizás en este último punto se convierta en el más importante para confirmar que los elementos de intervención estatal, fueron absolutamente esenciales, constantes aunque cambiantes, eficientes y multifacéticos, de manera que hubo mucho más algo como un “Estado gobernando al mercado”, que una “economía de mercado” propiamente dicha[37].
Breve cronología de las ayudas financieras. Esa modalidad tan común a fines del siglo XX
Como fue mencionado anteriormente, al creciente endeudamiento internacional de los tigres asiáticos, su falta de capacidad de devolución de divisas, la sobreinversión en algunos sectores, en síntesis la perdida de confianza en la capacidad de pago llevaron al blindaje. Esta sucesión de préstamos que se dio desde julio de 1997 a las economías de la región, llevaron al FMI en diciembre de ese mismo año a aprobar un nuevo tipo de préstamos “Servicio Complementario de Reserva (SCR)”, Corea fue el primer país en recibir este tipo de préstamo. El SCR, según las propias explicaciones del fondo, es una ayuda para países con necesidades financieras de “gran escala”, resultante de la pérdida súbita y perturbadora de la confianza de los mercados.
En 1998, cayó Indonesia en la necesidad de blindar su economía. El 21 de mayo fue derrotado el dictador Suharto tras 32 años en el poder, esta crisis política, provocó que creciera la desconfianza de los inversores. Esta situación de emergencia en Indonesia afectó y provocó un retroceso económico en la región, cayó Corea, Malasia y Hong Kong.
En julio de 1998, el FMI anunció una “asistencia financiera a favor de Rusia para respaldar su programa económico, que se ha desarrollado satisfactoriamente, aunque no se ha restablecido la confianza en su mercado”. Rusia[38] se vio obligada a devaluar su moneda, la economía rusa se desplomó en un 7,3% y desde entonces la fuga de capitales no se ha detenido.[39]
En 1998 con el retroceso económico del S.E asiático y el default (cesación de pagos) ruso, las tasas de interés habían trepado para los países emergentes y en especial para Brasil que entró en recesión. Y así comenzó una persistente salida de capital, lo que se reflejó en las pérdidas de reservas internacionales. Brasil fue ayudado con 41.600 millones de dólares del FMI, BM y el tesoro de varios países. A pesar de la ayuda y el expreso anuncio de que era para sostener el valor del real, 40 días después el gobierno tuvo que dejar flotar su moneda. Recordemos que con la devaluación siempre es más fácil exportar y más difícil importar.
En 1999, Turquía solicitó ayuda del FMI y del BM para impulsar un “plan de Austeridad”, aportaron 4000 millones de dólares cada uno, pero en dos semanas, un banco de porte medio entró en dificultades y cundió el pánico, se fueron así 7000 millones de dólares, la tercera parte de las Reservas del Banco Central turco. El FMI tuvo que anunciar un préstamo adicional de 7500 millones.
Para entender la crisis brasilera tenemos que retroceder a la década del ’80, cuando Brasil y otros países latinoamericanos fueron afectados por el estancamiento, la inflación elevada, monedas débiles y la crisis de la deuda. Los programas de estabilización del FMI, concebidos desde una perspectiva monetarista ortodoxa y que daban prioridad a la solvencia de la deuda a través de la austeridad fiscal, no lograron detener la inflación ni generar crecimiento; por el contrario, causaron grandes penurias en varios países de la región. Posteriores prescripciones, que evolucionaron en lo que se dio en llamar el “consenso de Washington” sobre cómo administrar una economía, combinaron las políticas antiinflacionarias más sofisticadas con una estrategia de crecimiento basada en la liberalización del mercado, es decir, privatización, liberalización comercial, apertura al capital financiero internacional y la eufemísticamente llamada “flexibilización laboral”.
Brasil adhirió al “consenso”, aunque en 1990 el presidente Collor de Mello había hecho un vano intento de detener la inflación congelando las cuentas bancarias, también redujo a escala los aranceles en torno a la economía e intentó recortar el gasto público. En 1994, Fernando Henrique Cardoso, ministro de economía del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) de la administración siguiente, introdujo el Plan Real, con pleno respaldo de los circuitos financieros internacionales. Detuvo la hiperinflación fijando la moneda al dólar y conservando las tasas de interés elevadas y el tipo de cambio sobrevaluado. Sacó el peso del “impuesto a la inflación” de los hombros de las familias de menores ingresos, generando un incremento importante en los niveles de vida y un auge del consumo. Este éxito aseguró la elección de Fernando Henrique Cardoso a la presidencia en octubre de 1994, en alianza con el Partido del Frente Liberal (PFL) conservador.
Las elevadas tasas de interés y una moneda sobrevaluada, medidas necesarias en un principio para detener la inflación, fueron mantenidas durante demasiado tiempo, con graves consecuencias para el comercio. Con la revaluación de 1994, la competitividad de las exportaciones se deterioró drásticamente y las importaciones inundaron la plaza. La liberalización arancelaria de los ’90 y el deterioro de los precios de los productos básicos contribuyó al creciente déficit de cuenta corriente, que en 1998 alcanzó el 4,5% del PBI. Ese déficit sólo pudo ser mantenido por el flujo de capital extranjero, que efectivamente entró en Brasil en la década del ’90, llevando las reservas a un máximo de 73.000 millones de dólares. Parte del capital que ingresó era inversión extranjera directa -en cierta medida estimulada por el gran programa de privatización- pero en su mayoría se trató de inversiones de cartera más volátiles -una mezcla de compras de capital y bonos, junto con depósitos bancarios y préstamos comerciales-. Estos últimos, en su mayoría de corto plazo, aumentaron la deuda externa total de Brasil a 230.000 millones de dólares para fines de 1998. El gobierno creyó que la única forma de atraer y retener capital extranjero en la escala requerida era mantener las tasas de interés entre las más elevadas del mundo y conservar la confianza de los inversionistas en la estabilidad del tipo cambiario.
Las altas tasas de interés mantuvieron constreñido el crecimiento, pero el mayor problema fue el efecto de las tasas de interés en la deuda pública interna, que para 1998 había escalado a los 265.000 millones de dólares. A lo largo de los ’90, el gasto del Estado en bienes y servicios superó sustancialmente los ingresos fiscales. La diferencia fue cubierta en las facturas de las privatizaciones y préstamos. Debe destacarse que una de las razones para la emisión de bonos fue la necesidad de neutralizar los efectos inflacionarios de los enormes ingresos de capital. En 1998, el gasto en concepto de pago del servicio de la deuda pública se acercaba a los 60.000 millones de dólares, más del 7% del PBI. Para ese entonces, cada aumento del 1% en las tasas de interés recomendado por el FMI le costaba al gobierno 2.500 millones de dólares más. De esta forma los inversionistas, podían dejar su dinero en el banco y esperar que se duplicara en pocos años. Tanto el gobierno como los centros financieros internacionales pasaban por alto que el aumento de la deuda pública ha sido un mecanismo de transferencia de fabulosas sumas de dineros públicos hacia los sectores más poderosos.
En 1997, el gobierno, con el asesoramiento y aprobación de las instituciones financieras multilaterales y los gobiernos del Grupo de los 7, había construido una efectiva política antiinflacionaria, estaba privatizando los servicios, la industria y la minería, y liberalizando de manera sostenida el comercio y la cuenta de capital. Las tasas de interés elevadas, una moneda sobrevaluada y grandes ingresos de capital eran partes integrales de la estrategia, pero había espacio en 1996 y 1997 para acelerar el ritmo de devaluación y bajar las tasas de interés -medidas todas que podrían haber precipitado una crisis monetaria, pero en menor escala que la producida-. Las acciones colaterales de la crisis asiática de 1997, sin embargo empujaron al nuevo gobierno a volver a comprometerse con una profundización de las políticas, aún cuando esto supondría aminorar el crecimiento la economía hasta llevarla a un estancamiento a mediados de 1998.
La verdadera sacudida vino con la crisis de Rusia en agosto de 1998. Esta vez, algunas políticas macroeconómicas parecían estar mal, los potenciales inversionistas y prestamistas se abstuvieron y el rebaño comenzó a moverse. Las reservas se redujeron unos 30.000 millones de dólares en los dos meses siguientes, mientras el gobierno luchaba por contener el real y se pagaban los préstamos. Consecuentemente comenzó a circular discretamente el temor de una mora en el pago de los préstamos. El FMI se movió rápidamente y en octubre ya habían dispuesto un programa de préstamos de 41.600millones de dólares.
La carta de intención firmada en noviembre por Brasil lo comprometía a una serie de objetivos, entre ellos la reducción del déficit fiscal del 8% del PBI al 4,5%, lo cual se lograría por el lado de los ingresos, elevando el impuesto a las transacciones financieras, aumentando los aportes sociales de los empleados del sector público, y aumentando la contribución de los empleadores a la seguridad social. Del lado del gasto, el objetivo fue una reducción de poco más de 7.000 millones de dólares; pero según algunos observadores, la medida del FMI y la orientación política, en especial sobre el tipo de cambio, aseguraron el pago de las obligaciones con los bancos e inversionistas de los países desarrollados sin pérdida alguna para los inversionistas. Mientras tanto, la economía profundizaba su recesión.
Contando con la mitad de las reservas y enfrentando a un mayor déficit de cuenta corriente, en enero el gobierno optó por aplicar una devaluación del 8%. El aliviado mercado accionario de San Pablo inmediatamente aumentó un 34%, pero los mercados del exterior bajaron, revelando las distintas percepciones de lo que se entiende como algo bueno para los negocios. El gobierno, presionado por el FMI elevó aún más las tasas de interés, pero no hizo nada para tranquilizar a los inversionistas internacionales, quienes decidieron que el real se estaba desmoronando. El aumento del interés pudo haber confirmado a muchos de ellos que Brasil se encaminaba a una moratoria y a una recesión más profunda, por lo que era hora de retirarse del mercado. El gobierno decidió que no valía la pena gastar dinero en mantener el tipo de cambio, por lo que éste se hundió más.
Después de la breve historia cronológica y descriptiva de los blindajes pasemos analizar específicamente el caso argentino y las últimas sucesos en el ámbito de la economía financiera internacional, que en un mundo globalizado e interdependiente por supuesto han afectado a la Argentina.
La pregunta es si el blindaje argentino tendrá un destino diferente al de sus antecesores y si ayudará a salir de la difícil coyuntura en la que se encuentra nuestro país. O servirá apenas para postergar el default. Los que apuestan a la primera alternativa dicen que ese crédito extraordinario despejará el horizonte financiero por un año, lapso en que la Argentina podría retomar el crecimiento. El blindaje no resuelve el estancamiento argentino, alertan otros que, si no se toman medidas que impulsen la inversión y el empleo, la ayuda extraordinaria podría apenas servir para renovar las deudas del 2001 y evaporarse a través de una fuga de capitales. El socorro financiero llega a la Argentina porque este año vencen deudas públicas y privadas por unos 23.000 millones de dólares y hay que financiar un déficit fiscal de 7.000 millones. Todo esto en el contexto de crecimiento de las tasas de interés para los llamados países emergentes.
Básicamente, entonces, el blindaje en este contexto de deuda externa, serviría como reaseguro de que la Argentina pagará en el 2001 los servicios de la deuda. La clave es que la Argentina no tenga que recurrir a ese préstamo especial porque hacia fines del 2001, la historia volverá a repetirse en condiciones agravadas. Desde esta óptica el papel del blindaje es un papel más vale pasivo, de reaseguro y de respaldo.
A escala interna, la operación financiera servirá para ratificar la vigencia del plan de convertibilidad y permitirá que bajen las tasas de interés para la economía, esto si no hay nuevos ruidos políticos tendría que acelerar el crecimiento económico. Según el presidente del FMI, Horst Köhler, servirá para recrear un mejor clima de inversión en la Argentina, se debe esperar solo la reacción de los mercados.
Hagámonos dos preguntas básicas sobre la relación de Argentina y el blindaje. ¿Por qué lo pidió la Argentina? y ¿El blindaje aumenta la deuda externa?.
Argentina pidió el blindaje porque había dudas entre los acreedores sobre la capacidad del gobierno argentino de cumplir con los pagos de la deuda externa, por eso bancos y fondos internacionales y locales le estaban cobrando al gobierno una tasa de interés muy alta -que llegó al 16% anual- para renovar los vencimientos de la deuda. Con el blindaje si los acreedores insisten en querer cobrar una tasa de interés alta, el gobierno puede usar el crédito del FMI, que tiene una tasa de interés más baja (8% promedio) y con eso cancelar los vencimientos de la deuda.
Hubo también hechos de política interna relacionados. La suba de los impuestos a principios del año 2000 y el recorte de sueldo de los empleados públicos, que se anunciaron en mayo de ese mismo año, sólo generaron una retracción mayor del consumo y profundizaron la recesión. Otro factor importante fue la crisis política que generó la renuncia de Carlos Alvarez a la vicepresidencia. Y a partir de allí, creció entre los inversores la sensación de que la Argentina, sin crecimiento económico, no estaba en condiciones de generar los recursos que se necesitaban para poder pagar los vencimientos de la deuda pública. Repetimos entonces que el objetivo del blindaje no es usar todos los fondos sino que los acreedores le vuelvan a prestar a la Argentina a tasas más bajas porque ahora existe el reaseguro de ese crédito extraordinario.
Con respecto al segundo interrogante, diremos que efectivamente sí, la deuda externa de la Argentina aumentará. Pero no por el blindaje en sí mismo, sino porque una parte de los créditos se usa para financiar un déficit fiscal de unos 7.000 millones y por los nuevos intereses que se generan. Se estima que en el 2001 la deuda crecerá en unos 10.000 millones.
Soros sostiene que aunque los paquetes de salvataje se ocuparán de la refinanciación de la deuda, no garantizaría que los tipos de interés internos se redujesen significativamente sin reavivar la evasión de capitales. Lo que hace la situación tan compleja es que el programa de garantía de préstamos no pretende ser utilizado para la refinanciación de la deuda interna. El hecho de que estuviera disponible para el endeudamiento internacional tendría una repercusión directa sobre los tipos de interés internos y podría marcar la diferencia entre el fracaso y el éxito.
La verdadera importancia del blindaje se verá con el paso del tiempo. Si el gobierno mantiene una posición pasiva, creyendo que lo que hacía estaba bien, y sólo enfrenta la incomprensión de los mercados -ahora reemplazada por el blindaje-, en pocos meses se verá que este respaldo no fue un punto de inflexión. Se dirá que el país sólo cambió de acreedor y el blindaje sólo habrá servido para postergar el fantasma de la cesación de pagos que apareció en noviembre de 2000. El gobierno necesita algo que hasta ahora no ha tenido: una estrategia de crecimiento diferenciada. Pero repetimos, sólo el paso del tiempo dirá si el blindaje ha servido o no.
La crisis turca y sus “vientos” sobre Argentina
En los años ’90, Turquía vivió un gran crecimiento de la industria manufacturera de productos de cuero. Pero la particularidad de este mercado hizo que Turquía se volviera muy dependiente, por lo cual sufrió profundamente con la crisis Rusa. En 1999 el sector sufrió bajas en su producción y ganancia debido a los efectos del derrumbe económico que afectó a Asia y a Rusia. Esta situación empeoró a causa de un terremoto que devastó la zona cercana a las curtiembres. En febrero de 2001, la disputa entre el presidente de Turquía, Ahmet Sezer, y su primer ministro, Bulent Ecevit, provocó que su mercado se derrumbara[40] afectando a la Argentina, básicamente porque comparten la volatilidad financiera que caracteriza al grupo de los “mercados emergentes”.
La demanda de dólares trepó después de una declaración de Ecevit sobre corrupción en el gobierno, esto nos indica claramente que la estabilidad política es considerada un factor clave para el éxito de los ambiciosos programas antiinflacionarios. Lo que sucedió es que la crisis de los mercados del 21 de febrero de 2001 hicieron subir el riesgo país. La sobretasa que deben pagar los bonos argentinos por encima de los títulos similares de EEUU llegó al 7,26% anual y se alejó del piso “post blindaje” de 6,45% que se había conseguido el 29 de enero de 2001.
Según analistas internacionales, Turquía no tiene capacidad para generar un desastre en los mercados globales como ocurrió con Rusia o con las economías del S.E. Asiático, pero como sostiene Oscar Raúl Cardoso en su artículo “Turquía no queda tan lejos”[41], la crisis turca está afectando a la Argentina por asociación (fecha en que se pidió el blindaje, gobierno de alianza, denuncias de corrupción). La crisis afectó porque reabre el tema del ruido político, relacionado también con la denuncia por lavado de dinero y la acusación a Pedro Pou. Uno de los efectos que puede traer Turquía es que baje el apetito de riesgo en general, los inversores dejan posiciones en países como Argentina o Brasil, para irse a refugios seguros. Lo que ha sucedido es que los factores que jugaban a favor desde diciembre de 2000 de la economía local: recuperación del Euro, precio de los comodities, y la baja de tasas en EEUU, han cambiado. Primordialmente lo que más afectó a Argentina, fueron los avatares políticos locales y a la crisis turca se sumó la posibilidad de que en EEUU no haya otra baja en las tasas; hoy en día, los precios de los comodities están en vaivén, si bien el Euro parece que no se recupera respecto de la divisa estadounidense en la actualidad dicha tendencia se fue revirtiendo y la moneda brasileña sigue devaluándose frente al dólar (efecto intra-Mercosur).
De más esta decir que desde la oficialidad salieron a marcar las grandes diferencias con Turquía y el encargado fue Daniel Marx, Secretario de Finanzas. Sostuvo que hay diferencias fiscales, monetarias, financieras e institucionales; y que las desventajas de Turquía son: desvíos importantes respecto del programa acordado con el FMI, hay retrasos en las reformas estructurales, si bien es un gobierno de coalición como la Alianza, la coalición es entre tres partidos, el sistema financiero turco es débil y el de la Argentina es sólido, el tipo de cambio fijo turco está por naufragar mientras que su par argentino no parece estar en peligro, el tipo de cambio argentino es más controlado, y sostuvo que el índice del riesgo país perjudicó más a la Argentina que a Turquía porque la deuda turca está mayormente en manos de tenedores locales.
El 21 de febrero de 2001, el Primer Ministro Bulent Ecevit informó que el país abandonaba el sistema de “crawling peg” (tabla de conversión) que había acordado con el FMI para bajar la inflación y dejar flotar libremente su moneda local.
Si se avanza un poco de la dimensión económica y de la anécdota política circunstancial, el caso turco tiene componentes que suponen un tesoro de interés para cualquiera de las democracias más jóvenes del planeta, entre ellas las de América Latina. El de Turquía es un caso claro de “gobernabilidad en crisis”en el que se pueden reflejar como en un espejo las “democracias emergentes”[42].
Similitudes con Argentina y con países latinoamericanos:
- Disputa dentro del Poder Ejecutivo de una coalición gobernante. Lucha contra la corrupción.
- Programa de estabilización dictado por el FMI.
- Programa de privatizaciones en marcha.
- Cuestión de la integración presente. Turquía sufre las demandas propias de calidad de miembro de la OTAN, pero hace más de una década que puja sin suerte por ingresar a la Unión Europea, todavía no consigue reunir los requisitos que ella le demanda.
- Turquía no es una democracia más que en las formas. En su constitución se penalizan los delitos de pensamiento. La violación de derechos humanos es parte de la vida cotidiana, la estructura de poder presuntamente civil en realidad es dependiente, por medio de Consejo de Seguridad Nacional, de los militares que son la verdadera fuerza del país desde 1923.
- Crecientes escenarios de violencia social.
Turquía tiene características propias como el problema de la minoría kurda en su territorio, o la importancia geoestratégica y/o geopolítica de ser un puente territorial entre el Este y el Oeste.
El trienio 97-99 -con los estallidos en el S.E Asiático, en Rusia y en Brasil- dejó a los economistas suficientemente escaldados como para sufrir ante la más ligera mención del problema en los países emergentes. Hay aún a escala internacional, un debate teórico que no puede decidir si la crisis que se inició con el bat tailandés se agotó en las playas brasileñas o si se reencarnó en la acosada lira turca[43]. Hoy ninguno de los países emergentes puede declararse a salvo de las consecuencias potenciales de las o la “crisis financiera internacional”.
El blindaje en sí mismo está relacionado directamente con la especulación financiera, llamada comúnmente bicicleta financiera, porque ayuda en la refinanciación de la financiación de la deuda externa, es decir, que sería un elemento más para incrementar nuestra dependencia. ¿Por qué se lleva a cabo el blindaje de una economía? Principalmente por el miedo de los propios centros a un efecto dominó. Desde el centro existe un importante temor a que el efecto dominó de la quiebra de cualquier economía nacional se traslade al resto de los países emergentes, esto sería que el default se traslade al interior del grupo.
La opinión de los organismos multilaterales de crédito es que revitalizando la economía, básicamente intentando que los acreedores vuelvan a prestar a tasas bajas en el mercado de los países recientemente salvados, el blindaje es un elemento que otorga competitividad[44] al país. El crear un mejor clima de inversión para la Argentina, le da a ésta competitividad. El propio presidente del FMI, Horst Köhler, dijo que todos los créditos otorgados tienen como destino ayudar a mejorar su competitividad en el mercado internacional.
Para Paul Krugman la competitividad es un concepto engañoso, que en realidad no es en términos económicos sino políticos. Para este autor pensar en términos de competitividad conduce a malas políticas económicas, explica que las preocupaciones por la competitividad son casi totalmente infundadas, sosteniendo que definir el problema económico en términos de competitividad resulta atractivo para muchos y que esa misma obsesión por el término no soló es equivocada sino peligrosa, porque sesga las políticas nacionales y amenaza el sistema económico internacional. La definición de la competitividad provoca que el crecimiento interno esté sobrevalorado por una relación de intercambio cada vez más deteriorada. Por lo tanto la competitividad tendría algo que ver con generar una mayor y atroz competencia internacional, competencia que se podría trasladar más allá de los términos económicos. En realidad el término competitividad oculta el verdadero problema de los países emergentes, que es el de productividad. No se debe confundir competitividad con productividad interna[45].
Después de analizar este mundo en constante competencia, es momento de analizar una de las medidas desarrollada para obtener esa “necesaria” competitividad internacional, para las economías nacionales resulta necesario mantener el tipo de cambio compatible con la competitividad y, a la par, mantener esa paridad con la moneda divisa, nos referimos específicamente a las medidas de convertibilidad. Sin dejar de mencionar uno de los temas más controvertidos de finales de los años 90 y que, si se nos permite, se ha convertido casi en una constante histórica. A través de la corta historia del “salvataje de las economías”, a pesar de los blindajes que han hecho, a largo plazo los “países blindados” han devaluado su moneda. Tailandia, Corea, Indonesia y Hong Kong tarde o temprano devaluaron su moneda. También lo han hecho Rusia y Brasil, y últimamente Turquía. ¿Qué pasará con Argentina?, ¿tendrá que devaluar?, ¿y la ley de Convertibilidad, que Hong Kong[46] y Turquía también tenían?. Hasta el momento parece que Argentina no va a devaluar. Nuestra ley de Convertibilidad implica un tipo de cambio fijo[47].
George Soros, anticipándose a los acontecimientos que luego sucederían, antes de 1999, señalaba que el régimen de caja de conversión funcionó en Argentina durante la crisis del Tequila de 1995, pero no es infalible; específicamente, podría haber quedado sobrevalorada permanentemente si su principal socio comercial, Brasil devalúa, y la caja de conversión no ofrecería salida alguna (Soros, 1999).
La mayor dificultad de las cajas de conversión[48] es cómo ponerles fin cuando han dejado de funcionar. Para darles credibilidad, las cajas de conversión suelen ser aprobadas por ley, y para cambiar las leyes se requiere un determinado tiempo. Soros plantea, ¿qué sucede durante el tiempo en que el cambio se halla en fase de estudio? Es una invitación a un movimiento especulativo contra la moneda. Naturalmente, hay una solución: abrogar la caja de conversión de un día para otro infringiendo la ley. De este modo, sin embargo, es probable que se haga perder credibilidad a todas las cajas de conversión.
Debemos prever que en algún momento dejará de funcionar nuestra caja de conversión, fijada por ley, y al esperar el necesario tiempo para la sanción de una nueva ley que la deje sin efecto, dado que toda ley posterior deroga la anterior, es probable que se genere un movimiento especulativo contra nuestra moneda, seremos capaces de soportar este movimiento, o se infringirá la ley.
Un pequeño cambio en la ley de convertibilidad es la canasta de monedas, a tal punto que algunos analistas la han llamado “devaluación encubierta”. La canasta de monedas es simplemente una política monetaria diferente de la convertibilidad. Es una combinación de monedas extranjeras, y la suma de ellas vale un peso. Así, un peso podría equivaler en distintas proporciones a un yen, un euro, y un dólar estadounidense. Esto permitirá que la relación del peso con el dólar varíe, ya no en función del peso con el dólar sino en función de las variaciones del dólar con el euro, y del dólar con el yen. De ponerse en marcha, el país no dependerá de un tipo de cambio fijo (uno a uno), sino de un sistema flexible en que nadie pierda ni gane. Se trata de mantener el promedio. Chile recurrió a este tipo de cambio durante la década última, y luego de equilibrar sus cuentas volvió a su moneda original. Actualmente, según datos de la Cepal, hay trece países con este tipo de cambio: Bangladesh, Botswana, Fiji, Islas Salomón, Kuwait, Letonia, Malta, Marruecos, Myanmar, Samoa, Seychelles, Tonga y Vanuatu. Para la Argentina es una medida a futuro dado que hasta que no se equilibren el dólar y el euro, es decir hasta que no tengan una paridad uno a uno, la canasta de monedas no comenzará a regir.
Muchos analistas internacionales, muchos gobiernos nacionales han planteado la reforma del FMI. Institución surgida con los acuerdos de Bretton Woods, que a pesar de la finalización de estos ha persistido. Los gobiernos de países en vías de desarrollo plantean la necesidad de la reforma del FMI, pero incluso EEUU consciente de la interconexión de las economías a nivel mundial, se plantea como objetivo el aumento de los recursos para dicha institución.
Riordan Roett, nos cuenta que, a principios de 1998, cediendo ante el peso de los sucesos mundiales, la Casa Blanca tomó la decisión de sacrificar el fast track o la “vía rápida” para iniciar la integración regional manifiesta en el ALCA, a cambio de obtener apoyo para el FMI. Con este gesto quedó claro que para la Administración Clinton, frente a las turbulencias de los mercados financieros de Asia, la prioridad residía en obtener el apoyo del Congreso para aumentar los recursos del FMI[49].
Soros en su libro, “La crisis del Capitalismo Global”, dice que uno de los factores que favorecen la desintegración del sistema capitalista es la evidente incapacidad de las autoridades monetarias internacionales para mantenerlo unido. Para dicho inversionista, los programas del FMI no parecen funcionar, y el FMI se ha quedado sin recursos.
En las crisis financieras internacionales del último decenio del pasado siglo, el FMI se enfrentó a problemas que nunca antes había tenido que abordar. La crisis asiática era una crisis compleja, con un componente monetario y uno crediticio. Lo que hacía que la crisis asiática fuera diferente de cualquiera de las crisis a las que el FMI se había enfrentado antes era que se había originado en el sector privado; el sector público estaba en una forma relativamente buena. Por eso Soros pensó que la crisis asiática serviría para poner fin a ese modelo de capitalismo, llamado “crony capitalism”, o “capitalismo de amigotes” para el autor, que antes se ensalzaba con el nombre de capitalismo confuciano o capitalismo asiático.
En la visión de un economista liberal “converso al keynesianismo” como Paul Krugman[50], el FMI es “un prestamista de última instancia para los gobiernos nacionales”. Y los prestamistas de última instancia se supone que practican un amor doloroso: darle lo que usted necesita en vez de lo que usted quiere y en el proceso obligarlo a poner la casa en orden. Un FMI cálido y abrazador no estaría cumpliendo con su deber, argumento éste bastante rebatible desde una posición de subdesarrollo como la nuestra. En este sentido podríamos sostener que lo que el FMI quiere no implica en la mayoría de los casos, lo que las economías nacionales con mercados emergentes necesitan. “Poner la casa en orden” generalmente trae aparejado una serie de conflictos internos tanto en lo político como en lo social[51], que dejan de manifiesto la vulnerabilidad política para dar respuesta a los problemas planteados. Esto sumado a la corrupción y a las actuales concepciones sobre quienes hacen la política en el Tercer Mundo pone en peligro la gobernabilidad y por lo tanto la democracia en sí misma.
Krugman considera dos cuestiones en donde el FMI mostró su ineficiencia con respecto a la crisis asiática. La primera, está relacionada con el exigir la práctica de austeridad fiscal, elevar los impuestos y reducir el gasto con el fin de evitar déficits presupuestarios más grandes, requisitos similares a los impuestos por dicho organismo internacional en las recesiones de las economías de Brasil (1998) y Argentina (2000). Esto se materializó cuando se le solicitó al FMI que entrara en Tailandia, Indonesia y Corea. La segunda consistió en exigir la “reforma estructural” (cambios que van más allá de la política monetaria y fiscal) como condición para la obtención de mayores prestamos.
Por tanto, el FMI impuso a la crisis asiática su medicina tradicional: elevar los tipos de interés y reducir el gasto público para estabilizar la moneda y reestablecer la confianza de los inversores internacionales. Si bien se cree que este último punto es la razón de ser de la lógica de funcionamiento del FMI. Reconoció los defectos estructurales concretos pero los programas del FMI no funcionaron porque solo se ocupaban de algunos aspectos de la crisis no de todos. Específicamente, las monedas no se podían estabilizar hasta que se atajaran los problemas de la deuda, porque los deudores se precipitaron a cubrir su exposición cuando la moneda cayó y la debilidad monetaria sirvió para aumentar su exposición en un círculo vicioso. Soros se pregunta, “¿Por qué el FMI no se dio cuenta de esto? Quizá porque había desarrollado su metodología para tratar desequilibrios en el sector público, su conocimiento del funcionamiento de los mercados financieros dejaba mucho que desear”[52].
Para Steve Forbes, el FMI obra como un médico que termina matando a sus pacientes. Su perspectiva de corto plazo sobre las economías de los países que monitorea lo lleva a recomendar dos políticas: devaluar la moneda y aumentar los impuestos. Recomendó devaluar la moneda en México en 1995, a Tailandia en 1997, a Rusia en 1998 y a Brasil en 1999. No mide las consecuencias de lo que acarrea una devaluación, como la inflación y la destrucción del valor de la moneda para los ahorristas, devaluar siempre hace mal al país. La segunda recomendación es dañina porque el FMI no reconoce que los impuestos son parte de los precios, y que una suba termina hiriendo el nivel de actividad. El FMI cree que recomendando una suba de impuestos a un país garantizará el pago de la deuda externa. Esto es un error, por lo que recomienda desoír los consejos del FMI y bajar los impuestos. Krugman sostiene que en caso de una depresión todos piensan que lo que se necesita es más gasto y que la recuperación depende de la capacidad de persuadir al público de que empiece a gastar otra vez. “ No era verdad cuando lo dijo Richard Nixon, pero hoy sí: ahora somos todos keynesianos -por lo menos cuando analizamos nuestra propia economía- sólo le damos consejos antikeynesianos a los otros países”.
El economista de la Universidad de Princeton sostiene que habría que buscar mucho para encontrara alguien que piense que el gobierno estadounidense debería recortar el gasto y aumentar los impuestos para recompensar el impacto presupuestario de la desaceleración de la economía norteamericana, o que piense que la Reserva Federal se equivoca al recortar las tasas de interés frente a una depresión económica. Norteamérica prescribe para otros países el tipo de economía radical que nunca se toleraría en los Estados Unidos. Nos aconseja dejar de hacer lo que aconseja y dice Estados Unidos y hacer lo que ellos hacen.
Desde la visión oficial, Stanley Fischer (Primer Subdirector Gerente del FMI) se pregunta, ¿por qué resultan a menudo tan impopulares los programas que respalda el FMI? El motivo principal es que los países recurren a la institución en casos de crisis que, en la mayoría de estos, se deben imputar a la falta de voluntad de la autoridades para adoptar las medidas necesarias en una etapa anterior. “Si el remedio necesario para resolver los problemas económicos fuera tan agradable al paladar, el país lo hubiera tomado mucho antes. Por el contrario, en la mayoría de los casos la medicina es bastante amarga y exige al país vivir con arreglo a sus medios o llevar a cabo cambios que entrañan un cambio político a corto plazo”.[53]
El FMI ha sido criticado por establecer demasiadas condiciones e interferir demasiado en los asuntos internos de los países que recurren a él. La pregunta es ¿para qué sirve el FMI? La respuesta esta en que este sirve básicamente para contener las crisis de liquidez; de los problemas estructurales es mejor que se ocupe el país afectado. Para George Soros es justamente lo contrario. Dado que las crisis de liquidez están indisolublemente interrelacionadas con los problemas estructurales; no es posible corregir prestando solo más dinero a un país. Cuando una entidad se sobreendeuda, sea esta privada o pública, su forma de corrección es mediante la inyección de activos. La única solución es la conversión de la deuda en activo neto. Los programas del FMI en Asia y otras regiones del mundo han fracasado porque no insistieron en la conversión de la deuda en activo neto.
“Es evidente que existe un problema sistémico, y el FMI forma parte del problema y no de la solución”[54]. Lo que también es necesario destacar es que la finalidad del FMI es la gestión de la crisis y no su prevención. Una vez que la crisis ha estallado el FMI sólo puede encararla restableciendo la confianza del mercado. Quizá se debería pensar en la necesidad de crear organismos que sirvan para prevenir la crisis. O reformular los organismos existentes. La prevención es tan importante como la gestión de la crisis una vez declarada. Prevenir también es curar, es evitar futuros colapsos, que desestructurarían más el sistema. Prevenir las crisis financieras es mantener el sistema capitalista y la misión primordial del FMI es mantener el sistema financiero internacional. Pero para lograr esto, ¿deben el FMI y el Banco Mundial optar por una postura keynesiana?, ¿debe el FMI y el Banco Mundial dejar mayor margen de participación de los gobiernos nacionales en el manejo de las crisis?.
Haciendo un poco de historia, podemos llegar a la conclusión que las políticas de dichos organismos internacionales están en correspondencia con las gestiones de los presidentes de los Estados Unidos. Debemos recordar que hasta los años ochenta, y básicamente con las gestiones de los presidentes demócratas de Estados Unidos John Kennedy y Lyndon Jonson, el Banco Mundial fue un santuario del keynesianismo, con pretensiones científicas asimiladas a la neutralidad. A partir de la “Era Reagan” y el apogeo del neoliberalismo, dicho organismo adquirirá un carácter militante y desmedida y agresivamente economicista.
Desde el Consenso de Washington, el FMI y el Banco Mundial se hallan bajo la estrecha tutela del Departamento del Tesoro estadounidense. Formalmente multilaterales, las dos organizaciones financieras defienden intereses unilaterales. De allí la grave crisis de legitimidad que las afecta, la cual surgió a consecuencia de la crisis financiera del sudeste asiático y del consecutivo reconocimiento del fracaso de sus políticas que estalló dentro de la misma dirigencia. El liberalismo económico más ortodoxo ha llegado a un punto insuperable y las protestas de sus disidentes nos indican que el ciclo vital de estas instituciones se ha agotado.
Los acuerdos de Bretton Woods instauraron un sistema de paridad fija de monedas y cada estado signatario tenía la obligación de garantizar la convertibilidad de su divisa y de defender su paridad (expresada en oro o en dólares estadounidenses ). Aun se estaba en el tiempo del patrón oro, cuyo sistema descansaba en la paridad fija entre el dólar y el oro, la misión del FMI era controlar ese sistema, fundamento del desarrollo del comercio internacional (visto este como motor del crecimiento) y por lo tanto la ya existente preocupación de Estados Unidos por la posibilidad de la instauración de barreras proteccionistas. La otra función del FMI consistía en brindar financiamiento a corto plazo a los estados miembros que padecieran déficits temporarios en sus balanzas de pagos. El Banco Mundial tenía una visión complementaria, reconstruir las economías de posguerra con préstamos para financiar proyectos de desarrollo[55].
Dos decisiones estadounidenses provocaron un cambio en los fines originales de dichos organismos. Uno ocurrió en 1948, el otro en 1971. El primero consiste en el Plan Marshall que sustituirá al Banco Mundial en la reconstrucción de Europa. El segundo es la decisión individual del entonces presidente Richard Nixon de poner fin a la convertibilidad dólar- oro, que en el corto plazo culminaría con la flotación generalizada de las monedas.
Sin su tarea prioritaria, el FMI se concentró en su segunda tarea: el financiamiento de los déficits de las balanzas de pagos. Función que en los años ochenta (después de ocurrida la crisis de la deuda en 1982) se convertiría en la reestructuración de las economías más endeudadas por medio de programas de ajuste estructural. Básicamente la única finalidad de estos programas era garantizar el reembolso de la deuda.
Por lo que nos dicta la historia debemos sostener que las estructuras del FMI y el Banco Mundial fueron creadas por y para los países desarrollados y por lo tanto reflejan la hegemonía de los mismos y dentro de esta la de su cabeza Estados Unidos. Cuestión que se ve materializada en los derechos de votos. Estos son fijados por el prorrateo de las contribuciones financieras, una especie de “arancel” para el FMI, o la fracción de capital suscripto en el Banco Mundial. De más esta destacar que el mayor porcentaje de votos lo tiene Estados Unidos, “poder” que nunca fue realmente cuestionado por los europeos. Además porque existe un mandato de la tradición que dice que el director general del FMI es generalmente europeo y el presidente del Banco Mundial, norteamericano.
Para un alto ejecutivo del FMI los fines de esta institución no han variado, la cuestión es que deben asesorar y prestar asistencia a una gama cada vez más amplia de países que tienen múltiples y variados problemas y se encuentran en circunstancias diferentes. Desde economías industriales con problemas en balanzas de pagos, países en desarrollo de bajos ingresos, países con economías en transición y también países con mercados emergentes que intentan obtener en el sistema internacional los flujos de capital privado necesarios para poder mantener e intensificar sus tasas de desarrollo.
Para Stanley Fischer el FMI sigue centrando la atención y sus intereses en las políticas monetarias acertadas, las políticas fiscales prudentes y la apertura de los mercados como requisito previo para estabilidad económica y el crecimiento. Pero también conjuntamente con el Banco Mundial está presionando por la solidez de los sistemas financieros nacionales y la mejora en la calidad del gasto público. La reacción ante esta ampliación del ámbito de aplicación de las políticas seguidas por el FMI ha sido desigual. Para algunos es una mayor preocupación por el abordaje de los problemas estructurales y de los factores que hacen al buen gobierno, para otros es simplemente inmiscuirse o interferir en mayor grado en asuntos privados de naciones soberanas.
De más esta decir que, por supuesto, hay reacciones. Estas se ven materializadas en los ahora mentados “globalifóbicos”, término si se nos permita aun en discusión y en formación. Dado que dudamos que se pueda estar en contra de la globalización si se la mira desde una perspectiva histórica, no es nueva ni es sólo la occidentalización, es simplemente parte de una herencia mundial de una larga serie de procesos de interacción; y porque además estos movimientos antiglobalización también hacen uso de elementos de tecnología y tipos de medio de comunicación que no hubiera sido posible su desarrollo y su difusión sin la globalización. Una nueva construcción global es la respuesta necesaria a las dudas globales: las protestas antiglobalización en si misma son parte del proceso general de globalización, del cual no hay escapatoria ni grandes razones para escapar.
La nueva estructura de poder que debe ser creada para sostener la arquitectura institucional misma debe ser revisada a la luz de la nueva realidad política, de la cual el crecimiento de la protesta globalizada es sólo una expresión débilmente relacionada.
El trienio 1997-2000, con las crisis financieras ocurridas en el S.E Asiático, Rusia y Brasil dejaron la sensación de que ninguno de los países emergentes puede declarase a salvo de las consecuencias potenciales de la inestabilidad que caracteriza a las corrientes internacionales de capital financiero y de sus efectos en los eslabones más débiles del sistema. Estos países tendrán que dirigir sus políticas a reducir su vulnerabilidad frente a la crisis. En la medida que uno tras otro, los mercados emergentes opten por encontrar soluciones de manera unilateral, no se podrá lograr un cambio en el sistema financiero internacional.
No todos los países que están bajo presión financiera internacional enfrentan una única y misma tipología de crisis, por lo tanto, las soluciones no son inequívocamente las mismas, pero esto no implica que no puedan ser conjuntas con el fin de mejorar el sistema en su totalidad. Inclusive en algunos casos, ni siquiera existen las condiciones económicas objetivas que sirvan para justificar dicha presión internacional (salvo por la cuestión de tratarse de economías emergentes que han recibido importantes ingresos de capital, con diferentes formas de inversión, y que por ende están sujetas a los cambios en el sentimiento del mercado, si intentamos personificar una abstracción).
Los mercados financieros son intrínsecamente inestables dado que los mismos son pragmáticos, por lo tanto, necesitan supervisión y regulación. El carácter estructural de esta inestabilidad plantea la necesidad de una voluntad política para remediarlo.
Reconociendo que las relaciones económicas internacionales tienen su correlato en la política, tanto en el ámbito nacional como internacional, la respuesta a los períodos de crisis debe darse desde los dos planos.
Al tener presente esta realidad internacional, es que se plantea como necesidad desde lo financiero que estas economías nacionales den la respuesta interna para poder superar los períodos de crisis. Una respuesta sensata es poner fin a este liberalismo exacerbado, ahora bien, esto es algo casi imposible a nivel del estado-nación individual, para tal fin es necesario la coordinación de las políticas macroeconómicas de los países emergentes. Nosotros como miembro de este grupo debemos lograr el consenso necesario para poder desarrollar las políticas que consideremos justas para paliar la situación de crisis. Estamos cansados de dar respuesta a la recesión con más neoliberalismo, que sumado a la “derechización” en política, y la falta de respuesta al llamado “caos desde abajo” pone en peligro la gobernabilidad.
El debate sobre “regulación y control” versus “liberalización y desregulación”, originado por los interrogantes que se han abierto a propósito de la convenciencia o no de la flexiblización de los mercados financieros nacionales, ha llegado a los más importantes organismos multilaterales de las finanzas internacionales, en el caso del FMI y especialmente en el Banco Mundial. Para un experto de Harvard, Dani Rodrik, hay pocas evidencias sobre los beneficios de la libre movilidad de capitales y demasiados signos de los costos que la política de apertura conlleva[56].
Bernal-Meza sostiene que, “si bien ésta no es aún una posición dominante en el seno del FMI, es una señal de alerta, que se agrega a otras advertencias, en el sentido de que es necesaria una regulación internacional para los capitales de corto plazo, habida cuenta de su capacidad desestabilizadora. Frente a esto –y como los países en desarrollo no tienen capacidad política ni económica de presión para imponer su voluntad al FMI, con el fin de acercar su posición a la del Banco Mundial- la única alternativa que tienen nuestras economías para evitar la exposición al riesgo del crack financiero es establecer regulaciones al capital financiero de corto plazo”[57].
Los estados deben empezar a intervenir en la economía, dado que dicho rol ha sido históricamente fuente de desarrollo, siendo funcional, a su vez, al sistema capitalista. Se sostiene que el sistema debe ser regulado y en ocasiones, espera ser regulado por la respuesta del Estado. Una opción es que los estados actúen como válvulas, es decir, que permitan la entrada, pero que restrinjan la salida de los capitales. Si es necesario, se deben imponer controles sobre la circulación del capital financiero especulativo. Defender los intereses de los países subdesarrollados no pone en peligro el sistema, ni la circulación de capitales, por el contrario hace al sistema más estable.
Debemos plantearnos una pregunta, ¿con las ayudas extraordinarias a los países que tienen dificultades para cumplir con el pago de sus deudas, los organismos financieros internacionales rescatan a los deudores o a los acreedores?[58]. Porque si bien el propósito del préstamo sería “ayudar” al país deudor no falta quienes opinan lo contrario, los rescatados serían los acreedores (bancos, fondos de inversión) que no asumen ningún riesgo cada vez que prestan porque saben que si el deudor no puede pagar, los organismos internacionales saldrán en su socorro y le prestarán los fondos para que puedan cumplir con el pago de la deuda. Se dice que estas ayudas tienen un “riesgo moral”, lo que potencia la crisis que se quiere prevenir o desactivar. Esos rescates incentivan la especulación contra el deudor más insolvente y eso les permite obtener ganancias extraordinarias a los grandes grupos financieros. Así, deudores y acreedores tienen incentivos para especular, y de esta manera aumenta la posibilidad de una crisis que termina pagada por los habitantes de los países endeudados. Cuando un país se endeuda internacionalmente su población siempre es la codeudora. Además los rescates no son gratuitos, y para recuperar lo que prestaron, los organismos financieros pasan a exigir más austeridad en lo que parece ser una carrera interminable.
La otra respuesta es a escala internacional. Algunos autores han acuñado el concepto de que existe una economía global, y que para mantener la estabilidad de la misma, debería crearse un sistema político de igual magnitud.
Por una parte hay que analizar, si verdaderamente existe una economía global, o bajo ese rótulo se intenta moldear las ideas de los funcionarios económicos y políticos de los países subdesarrollados para que adopten las decisiones que sean funcionales a los intereses de los países desarrollados. Lo que están globalizados son los flujos de capital financiero, apoyados por la revolución en las telecomunicaciones, que le brindan el soporte para realizar transacciones financieras en cualquier parte del mundo que le asegure una alta tasa de rentabilidad en el menor tiempo posible.
Si bien a partir de la década del ’70, con la formulación de la teoría de la interdependencia compleja, se puso en discusión al Estado como actor central de las relaciones internacionales, al incorporar a otras instituciones –corporaciones transnacionales, instituciones intergubernamentales, organizaciones no gubernamentales, etc.- que influyen sobre las acciones y toma de decisiones estatales, sigue siendo el Estado el principal actor dentro del sistema internacional. Pero evidentemente, a pesar de las críticas que se le realizan al Estado en este mundo “globalizado”, como el culpable de muchos de los males que aquejan a las economías nacionales –consenso de Washington-, sigue siendo el Estado el que formula las políticas, sociales, de desarrollo y exteriores para su sociedad, y es quien da las respuestas ante los ciudadanos que reclaman día a día por las consecuencias de la aplicación de políticas económicas impuestas desde los foros internacionales, cuyo impacto en el ámbito social demostraron ser profundamente inequitativas y excluyentes.
Evidentemente, las causas de las recurrentes crisis financieras de las denominadas economías emergentes, no tienen una unívoca causa, pero a su vez, como correlato de las mismas, se han formulado nuevas políticas desde los centros de decisión mundial para dar una respuesta que sea funcional a los principales actores del sistema financiero internacional, sin considerar las implicancias políticas, sociales y económicas que conllevan dichas acciones sobre las sociedades de los países emergentes.
Es indudable que se deben replantear muchas de las medidas que se formulan desde los países centrales a los efectos de crear un sistema financiero internacional mucho más estable y transparente, que regule el flujo de capitales especulativos de corto plazo para que los países subdesarrollados puedan prever una política económica que brinde las mayores garantías para el bienestar de sus ciudadanos, sin tener que recurrir a los constantes ajustes impuestos desde los organismos multilaterales de crédito, que no es otra cosa, que una enorme transferencia de recursos de la población hacia los acreedores de los países emergentes, que condiciona cualquier política redistributiva en la sociedad de los recursos del Estado, y condiciona un desarrollo económico equitativo.
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[1] Ffrench- Davis, Ricardo: “ Enfrentando y previniendo las crisis financieras”, en Revista Estudios Internacionales. Año XXXI, julio- diciembre 1998. N° 123-124.
[2] Para más información Cfr,: Roberto Zalher “Política monetaria con apertura de capitales” Revista de la CEPAL Nro.48, Diciembre de 1992, Santiago de Chile.
[3] Benjamin J. Cohen, “The Triad and The Unholy Trinity: Lessons for the Pacific Region” en Richard Higgot, Richard Leaver y John Rovenhill (eds.), “Pacific Economic Relations in the 1990s: Cooperation or Conflict? (Boulder, Colo.: Lynee Reiner, 1993), cap.7. Si se agrega el libre comercio a esta ecuación se produce lo que Tommaso Padoa-Schioppa llama el “Cuarteto Inconsistente”, en “Globalización y Regionalismo en las Relaciones Internacionales de Estados Unidos” Roberto J. Bouzas / Roberto Russell (org.). Nuevo Hacer, Grupo Editor Latinoamericano, 1996. p.46.
[4] “¿Gulliver o Lilliputienses? Los Estados Unidos en la economía mundial de hoy”, Benjamin J. Cohen en “Globalización y Regionalismo...” Roberto J. Bouzas / Roberto Russell (org.), Ibid. p. 46.
[5]A comienzo de los años noventa, las tasas de interés en los países avanzados eran excepcionalmente bajas porque los bancos centrales estaban tratando de sacar a sus economías de una recesión leve y muchos inversionistas salieron al exterior en busca de mayor rentabilidad. Quizá lo crucial fue que los fondos de inversión acuñaron un nombre nuevo para lo que antes se llamaba Tercer Mundo, o países en desarrollo: ahora eran “ mercados emergentes”, la nueva frontera de la oportunidad financiera.
“Mercados emergentes” es la nueva categoría o conjunto de países que venden su deuda en los mercados financieros y de comercio, y que tienen capacidad para crecer, siempre que hagan las reformas exigidas por los inversionistas. Dentro de este conjunto encontramos a países tales como: Polonia, Rusia, Turquía, Corea, Brasil, Venezuela, México, Ecuador; Perú y Argentina, entre otros.
[6] Soros nos dice: “se supone que los mercados se autocorrigen pero eso es una ilusión” en “La crisis del Capitalismo Global- La Sociedad Abierta en peligro” George Soros Ed. Sudamericana 1999. p.222.
[7] El Acuerdo Multilateral de Inversiones comenzó a ser negociado en 1997, en Ginebra. Este acuerdo, que abarcará cerca del 95 % del comercio financiero, está siendo negociado por 102 países que podrían abrir así sus sectores bancarios , de seguros y otras instituciones financieras, a las inversiones internacionales. En Raúl Bernal- Meza, “Sistema Mundial y Mercosur- globalización, regionalismo y políticas exteriores comparadas”. Nuevo hacer Grupo Editor Latinoamericano y Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos aires p.105.
[8] “La mundialización de la economía ha requerido, históricamente, de la movilidad internacional del capital. La primera de sus formas fue la de préstamos a países, más tarde la inversión extranjera, que abarcó desde la segunda mitad del siglo XIX y cuya transferencia contemporánea se hace vía la IED. De las grandes empresas y corporaciones internacionales. La segunda de las formas ha sido la participación de capitales de origen nacionales distintos en la constitución de empresas y sociedades tanto nacionales como transnacionales. El tercer mecanismo fue el establecimiento de un mercado mundial de divisas , propósito de los Acuerdos de Bretton Woods en la segunda post-guerra, pero cuya base la constituyó la implementación del patrón oro, por parte de Gran Bretaña en el siglo XIX, como una de las políticas esenciales de su hegemonía económica” en Raúl Bernal- Meza, Ibid. p. 105.
[9] Mario Rapoport, “la globalización económica: ideologías, realidad historia” en Ciclos, Universidad de Buenos Aires, volumen VII, número 12, año 1997, p. 19. Íbid. p 106.
[10] Raúl Bernal-Meza. op. cit. p. 107.
[11] En cierto sentido para que no se cumplieran las predicciones malthusianas.
[12] Julio Sevares “Crisis: Riesgo sin control en el mercado financiero internacional”-Realidad económica Nro. 146.
[13] Entrevista a Francis Fukuyama:- “La expresión “historia poshumana” tiene que ver con la problemática de la naturaleza humana”-(...)- “La época que va de la Revolución Francesa hasta el fin de la Guerra Fría vio la aparición de diferentes doctrinas que esperaban superar los límites de la naturaleza humana a través de la creación de un nuevo tipo de ser humano. La caída de esos experimentos a fines del siglo xx demostró los límites de la ingeniería social y avaló, en mi opinión, un orden liberal con base en el mercado, fundado en la naturaleza humana. A eso me referí al hablar del “fin de la historia” en el sentido hegeliano-marxista de la evolución progresiva de las instituciones humanas políticas y económicos”. Si el motor que hacía avanzar la historia según Hegel y Marx era, la contradicción entre la libertad y las necesidades humanas, cree que tal vez el motor de la historia poshumana sea el conflicto entre la libertad y las tecnologías. “Sobre la historia “poshumana”, entrevista a Fukuyama de Nathan Gardels. Los Angeles Times Sindícate y Clarín, Zona, domingo 7 de mayo de 2000. p.9.
[14] Soros, George “La crisis del ...” ibid. p.18.
[15] Ibid... p.88.
[16] Los tipos monetarios de libre fluctuación son intrínsecamente inestables debido a la especulación seguidista, que además da a la inestabilidad un carácter acumulativo porque la especulación seguidista tiende a crecer en importancia con el tiempo.
[17] Julio Sevares, Ibid...
[18] Durante las tres primeras décadas después e la Segunda Guerra Mundial, las instituciones que se crearon en respuesta a la crisis de los años ’30 impidieron la repetición de la crisis del jueves negro y sus consecuencias. A tal punto que se creyó posible que la inestabilidad financiera no era parte inherente del Capitalismo. Por esto, hacia 1971, comenzó un movimiento económico por una menor regulación de los mercados financieros, que provocó el pasaje del mundo de un tipo de cambio fijo a uno flexible.
Lester Thurow, sostiene que en 1971 fue posible creer, de hecho casi todos los economistas lo hicieron, incluyéndose en el grupo, que una tendencia a la flexibilización de los tipos de cambio conduciría a una gran estabilidad económica y financiera. Nos dice que el economista Charles Kindleberger es el único que puede decir con franqueza “lo vaticiné”. Los valores de la moneda no se pueden mantener constantes a menos que los fundamentos (básicamente la diferencia entre la tasa de inflación y el porcentaje de crecimiento de la productividad) sean equivalentes entre dos naciones cualesquiera. Como los fundamentos casi nunca son equivalentes, se requiere un ajuste periódico de los mismos. En un sistema de tipo de cambios fijos, estos tienden a ampliarse, ya que las naciones se resisten a cambiar los valores de sus monedas hasta que los fundamentos se han desviado de la línea y han agotado todos los esfuerzos para detener los flujos de capital. Cuando llega ese momento, los valores de la moneda tienden a cambiar de una manera muy previsible. Mientras los gobiernos vacilan, los fondos abandonan esos países con monedas débiles y se dirigen hacia aquellos con monedas fuertes.
Según Thurow, en teoría los tipos de cambio flexibles deberían haber conducido a modificaciones más frecuentes y mucho más pequeñas en los tipos de cambio, modificaciones que serían menos perjudiciales para el comercio internacional y la inversión extranjera directa que las amplias modificaciones infrecuentes e impredecibles en los tipos de cambios que son combatidas por el gobierno. Los movimientos especulativos de capital tenderían a ser más reducidos, porque teóricamente las monedas pueden no alejarse mucho de sus valores reales equilibrados y con varios cambios pequeños hacia arriba o hacia abajo sería más difícil predecir hacia dónde irán los valores de la moneda en el corto plazo.
Para Lester Thurow, el desplazamiento a los tipos de cambio flexible no funcionó como se habría predicho. Nos cuenta que las fluctuaciones llegaron a ser más grandes, y las diferencias entre lo que habían vaticinado las teorías de la paridad del poder adquisitivo sobre el valor de la moneda y los valores reales en los mercados de cambio llegaron a ser más amplias. Los especuladores, que se suponía que estaban atentos a los valores en el largo plazo, compensando los efectos de los especuladores a corto plazo, no existían. Una vez que se iniciaba la estampida, todos saltaban por encima de las tendencias sin importarles los fundamentos. Las monedas subían y bajaban estrepitosamente. Las grandes y rápidas oscilaciones en los valores de la moneda llegó a ser un hecho casi cotidiano. (En Lester Thurow “El futuro del Capitalismo” –cómo la economía de hoy determina el mundo del mañana- Javier Vergara Editor, 1996. pp.239-240).
[19] Entendido en términos de países, con economías dinámicas, que en épocas de bonanza económica siguen los lineamientos del FMI. Ejemplo: países del Sudeste Asiático.
[20] “Burbuja”, concepto que se relaciona directamente con la crisis de empapelamiento y que nos retrotrae también a los tiempos de la “Gran Depresión”.
[21] La crisis financiera de México se convirtió en un llamado de atención no sólo para México sino para todos los países de la región de América Latina y el Caribe (ALC). Y a la vez puso de manifiesto a los líderes de la región que la reforma es un proceso continuo que nunca se detiene y que ellos deben estar en permanente alerta a los cambios en el entorno en el cual operan. Ratificó la urgencia de comenzar la segunda fase de reformas y de clarificar su agenda. La reconstrucción del Estado y la reducción de la pobreza y las desigualdades son aspectos críticos para la consolidación de las reformas que ya se han implantado así como también para lograr un mayor crecimiento económico hacia el futuro, Cfr. Shahid Javed Burki y Sebastián Edwards “América Latina y la Crisis Mexicana: Nuevos desafíos”, junio de 1995, Banco Mundial, Washigton, D.C.
[22] “After Mexico who’s next?, Fortune, 6 de marzo de 1995, p.14 en Lester Thurow “el futuro del Capitalismo...” p.240.
[23] “Seis meses antes de la crisis, México era ampliamente citado como la nación que estaba en el rumbo correcto. Había eliminado los grandes déficit presupuestarios de comienzo de los ochenta y había logrado un equilibrio fiscal. Estaba desregulando y privatizando (se habían vendido más de mil empresas públicas). La desregulación se había ampliado. Desechando las viejas recomendaciones de proteccionismo, se había incorporado al NAFTA y había reducido severamente los aranceles y las cuotas”en Lester Thurow, ibid p.241
[24] Anthony DePalma, “Turnmoil Grips Mexico over Shock Plan for Economy”, International Herald Tribune, 13 de marzo de 1995, p.1 en Lester Thurow, ibid... p.240
Para más información se recomienda el capítulo nro. 8: “Desafiar el saber Convencional”(presentado en una conferencia en Ciudad de México en marzo de1993) del “Internacionalismo Moderno –La economía internacional y las mentiras de la competitividad”, Paul Krugman, Ed. Crítica- Grijalbo- Mondadori, 1997.
[25] “Sorry, Gringos”, The Economist, 26 de agosto de 1995. p.65 en Lester Thurow, ibid..., p.242.
[26] ibid...
[27] Lester Thurow, “el futro del Capitalismo…” ibid... p.242.
[28] Lester Thurow, ibid... p.243-244.
[29] Entre los críticos de las instituciones de Bretton Woods encontramos al liberal Jeffry Sachs, que confirma que la mala gestión del FMI, tuvo mucho que ver con el estallido de la crisis y con la expansión del pánico financiero.
[30] Soros, George, obra citada, p.91
[31] Como buscaban un desarrollo confiable y duradero, sostenible y eficaz, no dejaron la posibilidad de lograr el desarrollo solo bajo las fuerzas del mercado. Trataron de controlar estas fuerzas mediante el rol del estado. Capacitación y formación no pueden estar libradas a las fuerzas del mercado.
[32] Por otra parte, Henry Kissinger, George Soros y otros encumbrados del establishment mundial, multiplican las advertencias sobre los peligros de un “capitalismo descontrolado”. El Banco mundial plantea ahora, entre otras cosas, que el estado debe ayudar a los grupos sociales más vulnerables y ocuparse de la infraestructura y el medio ambiente (Golbert); y hasta Michael Camdessus, mandamás del FMI y por ende tal vez el máximo responsable individual de lo que pasa en estos años en la economía mundial, se dio cuenta, de repente, cuando ya casi iba a renunciar -¡más vale tarde que nunca!- de que “se ha permitido el desarrollo de capitales en la anarquía más absoluta a escala mundial...” en “Asia frente al siglo XXI -¿de los “milagros” a las “debacles”?-Ed. Corregidor, 2000. p.246.
[33] Es importante destacar y diferenciar la modalidad de inserción en la economía mundial y la estrategia de industrialización adoptada por los países asiáticos y los latinoamericanos. Mientras que a partir de la década de los ’60, los países del S.E Asiático adoptaron el modelo llamado “Industrialización orientada por las exportaciones” (IOE), por su parte América Latina adoptó el modelo de “industrialización por sustitución de importaciones” (ISI), vía clásica de la industrialización en la región desde 1930.
[34] Soros, George, obra citada, p.216.
[35] Los asiáticos para Krugman, crecieron a base de input por eso los compara con la Rusia stalinista de los años ‘50.
[36] De la Balze, F. “Asia deberá aceptar ahora jugar con las reglas de todos. -Los chinos son muchos-“. Diario Página 12, 14 de diciembre de 1997.
[37] Víctor Sukup. op. cit. pp. 56-57.
[38] Para Soros es en Rusia donde se observó claramente la acción del “Capitalismo Salvaje”, una vez caída la URSS, la manera más eficaz de acumular capital privado desde un punto de partida cercano a cero es apropiándose de los activos del Estado por diferentes medios poco justos o corruptos y por mecanismos que más de una vez actuaron sobre la anarquía.
[39] Según “The Economist” por la fuga de capitales en la última década salieron de Rusia 100 mil millones de dólares.
[40] En menos de una semana, se produjo una retirada masiva de divisas (5.000 millones de dólares en un solo día), un vaciamiento de depósitos bancarios, la Bolsa de Estambul se desplomó, los tipos de interés llegaron a alcanzar un 7.000% y el abandono del cambio fijo de la lira turca la empujó hasta un 36% a la baja. En la práctica, la economía se dolarizó abruptamente. Aprovechándose del caos, los grandes capitalistas especularon contra la lira y obtuvieron excelentes beneficios, demostrando una vez más cuál es el contenido real que para ellos tienen los equivocamente llamados “intereses nacionales” que no es otro que el aumento de su riqueza privada.
[41] Clarín, sábado 24 de febrero de 2001. Opinión-Panorama internacional pp/27
[42] Ibíd..
[43] Ibíd..
[44] La competitividad de un país se puede definir como su capacidad de ganar posiciones en los mercados internacionales. La teoría nos dice que, en el largo plazo, esa capacidad depende de la productividad relativa del país.
[45] Para un mejor análisis de la competitividad y las implicancia s internas se recomienda el artículo de Adolfo Figueroa, “Equidad, Inversión extranjera y Competitividad”- Revista de la CEPAL Nro.65. Agosto de 1998.
[46] Vale la aclaración de que la convertibilidad argentina se asemeja a la caja de conversión de Hong Kong.
[47] Krugman sostiene que en un sistema mundial de tipos de cambio fijos, en el que los países vinculan el precio de su moneda a una divisa reserva, implica una sorprendente asimetría. El país emisor de la moneda reserva, que no tiene que fijar ningún tipo de cambio, puede influir en la actividad económica, tanto interna como externa, mediante su política monetaria. Todos los demás países no pueden influir en su nivel de productividad, o en el producto externo mediante políticas monetarias. Esta asimetría de la política económica refleja el hecho de que el país emisor de la divisa no contribuye a la financiación de la balanza de pagos. Nuestra dependencia se ve entonces manifiesta en la Convertibilidad, trae dificultades para nuestras exportaciones generando, o intensificando el carácter deficitario de nuestra balanza de pagos.
[48] Caja de conversión, es un régimen de tipo de cambio fijo, que actúa mediante un mecanismo automático que emite y retira moneda local si la cantidad equivalente de moneda de reserva se deposita en la caja de conversión o se retira de ella.
[49]Robert Rubin, secretario del Tesoro de Estados Unidos, durante la administración Clinton, nos dice que “en la medida que el contagio se expanda a Latinoamérica, corremos el riesgo de sufrir un impacto adicional sobre nuestra economía” ( por lo que reclamó en varias oportunidades una rápida aprobación del aumento de la cuota para el FMI).
[50] Krugman, Paul “De vuelta ala economía de la Gran Depresión” Ed. Norma 1999. pag183
[51] Básicamente problemas de desempleo y subempleo.
[52] Soros, George, obra citada, p.178.
[53] Fischer, Stanley “ La crisis de Asia y la función que cumple el FMI” en Finanzas & Desarrollo, publicación trimestral del FMI junio 1998 volumen 35, número 2. pag 4
[54] Soros, George, obra citada, p.179.
[55] Debemos destacar que en sus inicios los fondos del FMI y los préstamos del Banco Mundial estaban dirigidos casi exclusivamente para los países de Europa Occidental y la reconstrucción de sus economías de posguerra.
[56] El propio vicepresidente del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, había advertido que “si Tailanda hubiera mantenido las regulaciones a la entrada de capital que tuvo durante el milagro asiático y no les hubiera hecho caso a quienes la convencieron de que estaba alterando la disposición eficiente de recursos, tal vez hoy no estaría sufriendo esta crisis, su primera caída en más de tres décadas” Cfr. Clarín, “FMI-Banco Mundial: la lucha por la agenda”, Buenos Aires, 5 de julio de 1998, Económico, p. 2, en Bernal-Meza, op. cit. p. 107.
[57] Bernal-Meza, op. cit. pp. 107-108.
[58]
Ismael Bermúdez, “Historias Blindadas”-La inquietante teoría del riesgo
moral-Clarín, Zona, Domingo 17 de diciembre de 2000, pp/6 y 7.