"Contribuciones a la Economía"
es una revista
académica mensual
con el Número Internacional Normalizado
de Publicaciones Seriadas ISSN
1696-8360
Juan Carlos Martínez Coll
Universidad de Málaga
lisette@eumed.net
Introducción
Este artículo es una reelaboración de la ponencia presentada en el Seminario Internacional de PEKEA que tuvo lugar en diciembre de 2003, en la ciudad francesa de Rennes. PEKEA es una red internacional de investigadores, científicos sociales, asociaciones y otras personas interesadas en construir una nueva teoría económica que sea consistente con los instintos de solidaridad y fraternidad que todos compartimos. PEKEA es el acrónimo de Political and Ethical Knowledge on Economic Activities, “un saber político y ético en las actividades económicas”. Los objetivos, misión, fundamentos, funcionamiento, convocatorias y noticias de PEKEA pueden verse en www.pekea.org.
Para los que estén interesados en profundizar en las ideas que aquí se exponen, recomiendo la lectura del libro "Las Flechas, economía del tiempo y la información", accesible en
http://www.eumed.net/flechas/index.htm
PEKEA ha definido su interés cuatro bloques de saber. En este artículo se
presentan las propuestas del autor ante cada uno de esos bloques:
Para el bloque 1 “El valor societal”, se proponen las ideas de la primera parte del artículo, “Información y valor”.
Para el bloque 2 “La democracia frente a la ecocracia” se proponen las ideas del apartado segundo, “Las soluciones de mercado y de estado”.
Para el bloque 3 “Los comportamientos individuales y colectivos” se propone el apartado “Hay varias racionalidades”.
Para el bloque 4 “El futuro común posible” se propone “Más información, más educación, otra investigación”.
Para citar este artículo puede utilizar el
siguiente formato:
Martínez Coll, J.C.:
"El ser humano, la información y la economía" en
Contribuciones a la Economía,
diciembre 2003 en http://www.eumed.net/ce/
Primera parte: “Información y valor”
c
Resumen
La riqueza de cualquier sociedad es la información que ha acumulado. Todo lo
valioso es información. La información es el único factor productivo ya que
tierra, trabajo y capital no pueden producir sino por la información que tienen
incorporada. Producir es modificar los objetos de la naturaleza incorporándoles
información de tipo tecnológico, de tipo logístico o de tipo conocimiento. Si
analizamos las cosas que demandamos podemos comprobar que solo valoramos las
cosas por la información tecnológica, logística o simbólica que contienen.
La consecuencia de esta forma de entender el valor y la producción es muy
esperanzadora para la humanidad. Mientras que el análisis económico ortodoxo
estableció la supuesta “Ley del rendimiento decreciente de la productividad de
los factores”, si consideramos la información como el único factor productivo
descubrimos que la productividad marginal de la información es siempre
creciente. Cuanta más información tenemos, más información producimos. La
información no se consume por su uso. Aunque puede perderse por la desaparición
física de los objetos o la muerte de los individuos que la contengan, la
pervivencia de la sociedad garantiza la pervivencia y el desarrollo de la
información.
La información como factor productivo
Podemos considerar que la información es el único factor
productivo ya que tierra, trabajo y capital no pueden producir sino por la
información que tienen incorporada. Por “producción” debemos entender lo que
obtenemos los humanos diferente de lo que obtienen los demás animales. No
puede llamarse producción a la actividad de un pájaro picoteando la fruta de una zarza salvaje.
Tampoco llamaré producción a la actividad de un humano que la recoja y la
consume in situ. En cambio sí que hay que considerar producción a cualquier
transformación que se haga de esa fruta: si se la convierte en mermelada, o si se
la introduce en un bote de cristal, o si se la transporta en el espacio, o si se
la conserva para que dure en el tiempo.
El análisis macroestadístico de Solow (1957) sugirió que el crecimiento
económico estaba determinado, además de por los factores clásicos trabajo y
capital, por un “factor residual” que fue identificado como educación o
conocimiento o tecnología, es decir, como información. Pero incluso lo que Solow
identificó como trabajo y capital en realidad debería considerarse también como
una valoración de la información almacenada en los cerebros de los trabajadores
y la tecnología almacenada en las máquinas. En suma, proponemos considerar que
todo factor productivo es información contenida en objetos físicos o en cerebros
humanos. No es productiva la piedra y la madera de las máquinas, ni los huesos y
la carne de los trabajadores, sino únicamente la información que tienen
incorporada.
Supongamos una isla desierta pero dotada de agua, plantas y animales de diversos
tipos. Pensemos en lo que puede hacer en esa tierra primigenia un hombre que
carezca absolutamente de toda cultura o conocimientos proporcionados por la
sociedad. Imaginemos que es un niño de la selva o un hombre primitivo que no ha
aprendido ni siquiera a tallar piedras. Este hombre, como cualquier animal, con
el fin de sobrevivir realizará instintivamente actividades de recolección de
alimentos vegetales, carroñeo y caza de animalillos para sobrevivir. No hay
diferencia cuantitativa ni cualitativa entre lo que hace y obtiene este hombre
sin cultura y lo que hacen y obtienen leones o pájaros. No podrá hacer, ni
obtener ¡ni desear! otra cosa porque carece de información.
Introduzcamos en cambio en ese mismo territorio a un hombre moderno, un Robinson
Crusoe que haya perdido todas sus herramientas en el naufragio y haya llegado
completamente desnudo, pero manteniendo la memoria. El resultado será muy
diferente debido precisamente a las informaciones que trae en su memoria.
Pasados unos pocos meses observaremos que Robinson obtiene resultados que sí
podemos llamar productos. Se estará cubriendo con algo parecido a ropa y se
habrá construido alguna forma de cabaña; también se habrá fabricado algún
calzado y algún instrumento que proteja y refuerce sus manos y brazos mientras
trabaja. Habrá preparado lazos y trampas para cazar. Es posible que haya
empezado a seleccionar semillas, a plantar algo cerca de su cabaña o que haya
capturado algún animal vivo y lo esté manteniendo. Todos esos productos que ha
obtenido Robinson satisfacen necesidades específicamente humanas. Ha sido la
información incorporada a esos productos mediante tecnología y logística lo que
las ha hecho valiosas para un humano. Ha sido la información que había recibido
previamente de la sociedad lo que le ha hecho desear estas cosas y le ha
permitido producirlas.
La diferencia entre lo que produce este Robinson y lo que produce cualquier
animal o un hombre salvaje no puede ser considerado por tanto renta de tierra,
de trabajo o de capital sino que es exclusivamente resultado o renta de la
información que traía Robinson en su cerebro. Lo producido, su valor para
satisfacer necesidades humanas, es resultado de la experiencia acumulada por la
humanidad, por seres humanos que no están presentes, pero cuyas experiencias e
informaciones están almacenadas en el cerebro de Robinson.
En resumen, todo, absolutamente todo lo que produce el hombre actual que excede
a lo que obtienen los animales es resultado exclusivamente de la información que
a lo largo de los siglos ha conseguido acumular. Esa información crea en el
hombre unas necesidades específicamente humanas, diferentes de las necesidades
naturales de los animales. La única forma de satisfacer esas necesidades
específicamente humanas es mediante información proporcionada por otros hombres.
La ley del rendimiento creciente de la información
La consecuencia de esta forma de entender el valor y la
producción como consecuencia exclusiva de la información, es muy esperanzadora
para la humanidad ya que la productividad marginal de la información es siempre
creciente y cuanta más información tenemos, más información producimos.
La concepción clásica de los tres factores de producción, tierra, trabajo y
capital, conduce inevitablemente a la lúgubre visión de un mundo estancado. En
efecto, si aumentamos la cantidad aplicada de un solo factor en un proceso
productivo manteniendo constantes los demás factores, su productividad decrecerá
hasta desaparecer o incluso hacerse negativa. Desde Malthus hasta los actuales
ecologistas del crecimiento cero, hemos tenido siempre teóricos dispuestos a
extraer las consecuencias fatales de la ley de la productividad marginal
decreciente. Como la cantidad del factor tierra (o de las energías fósiles) es
fija, la sociedad tiende hacia un estado estacionario en el que no podrá haber
aumento del producto y el nivel de vida será el de la supervivencia.
Con el enfoque alternativo que aquí se propone, al considerar la información
como único factor originario de la producción, como única fuente de toda
riqueza, la conclusión es la contraria y permite comprender y predecir un
crecimiento ilimitado de la riqueza de la sociedad humana. Al contrario de los
factores productivos clásicos, la productividad marginal de la información es
siempre creciente. Ésta es la ley del rendimiento creciente de la información
que implica que cuanta más información tenemos, más información podemos
producir.
Todo aumento en la cantidad de información de un individuo aumenta la capacidad
productiva de la información preexistente en su cerebro. Además, el proceso de
producción y comunicación no implicará consumo, gasto o disminución del stock de
información preexistente.
La ley del rendimiento creciente de la información permite un círculo virtuoso
que se manifiesta claramente en el mundo real, en la aceleración de las
innovaciones. Al aumentar la cantidad de información de que dispone y puede
manejar un ser humano, más cantidad de información nueva es capaz de producir.
Cada vez hay más información, cada vez la información es más fácilmente
asequible para más seres humanos y eso hace que cada vez se produzca más
información nueva. La aceleración en el proceso de creación de nuevas
informaciones es el resultado de este círculo virtuoso.
No hay límite alguno en la cantidad de información que puede acumular la
sociedad. No hay límite en la riqueza que puede tener la humanidad. Aunque
disminuya la cantidad de petróleo existente en el mundo, la riqueza de la
humanidad podrá seguir creciendo porque lo que el ser humano necesita no es
petróleo sino información.
Supongamos que disponemos de una cantidad fija de energía fósil que utilizamos
para mover vehículos. Si modificamos la tecnología incorporada en el vehículo de
forma que utilice la energía de forma más eficiente el efecto será el mismo que
si, manteniendo la misma tecnología aumentara la cantidad de energía fósil
existente. Por ejemplo, si los cambios en la tecnología de los vehículos
permiten que recorran cien kilómetros con la mitad de gasolina, el efecto será
el mismo que si las reservas de gasolina existentes se hubieran multiplicado por
dos. En los años sesenta el turismo familiar medio requería veinte litros de
gasolina para recorrer cien kilómetros. En el año 2.000 la media de consumo es
de 5 litros por cada cien kilómetros. Se han hecho demostraciones con algunos
modelos comerciales que circulan ya por nuestras carreteras que prueban un
consumo de solo dos litros de gasolina por cada cien kilómetros. Además, en
estos treinta años hemos aprendido a usar de forma muy eficiente otras formas de
energía -eólica, fotovoltaica- que ya se han puesto en explotación. Además, las
reservas conocidas (la información que tenemos sobre las reservas existentes) de
petróleo hoy son el triple de las que conocíamos en 1970.
Cuando se produce una crisis energética, la escasez no es de energía natural
sino de conocimientos, tecnología y logística para utilizarla. No hay motivos
para dudar de que el desarrollo de la información tecnológica y logística
permitirá aumentar la productividad y eficacia de los vehículos, sean cuales
sean las energías que utilicemos en el futuro.
La ley del rendimiento creciente de la información permite predecir no solo que
los vehículos serán cada vez más eficaces, sino que todo el sistema productivo
será cada vez más eficaz, que la capacidad productiva del ser humano será cada
vez mayor. Aún más, la ley del rendimiento creciente de la información predice
una tendencia a que la eficacia aumente de forma acelerada.
Distribución y redistribución de la información en la sociedad
La información está repartida de forma muy desigual entre los
seres humanos. Hay muchos seres humanos que tienen muy poca información y eso
hace que la sociedad humana sea menos eficaz de lo que podría ser. La
productividad de la información aumentaría de forma muy notable si los humanos
más pobres recibieran más información.
La desigualdad en el reparto inicial de la información es consecuencia de la
asimetría de nuestra sociedad. Son los individuos que más información tienen los
que más información producen. Los intercambios de información se realizan en su
mayor parte en el marco de instituciones de mercado, por lo que los que más
información tienen son los que más información reciben. La brecha entre los
ricos en información y los pobres en información tiende a aumentar
continuamente.
La redistribución de la información puede hacerse también en el marco de
instituciones que no sean de mercado, es decir, de instituciones que podemos
llamar, sociales, políticas o “de estado”. Ese tipo de instituciones permite una
redistribución de información sin necesidad de contrapartida monetaria y
atendiendo a la eficacia a largo plazo.
Pero si decimos que la información es la riqueza ¿En que se diferencia el
objetivo político que aquí se propone “redistribución de información” del
tradicional objetivo “redistribución de riqueza”?
La “redistribución de riqueza” de los economistas ha puesto el acento en “el
valor” de esas informaciones medidos con los mecanismos de mercado. Así pues, se
da más valor a un vestido que a un libro que enseñe a hacer vestidos. La ayuda a
los países en desarrollo consiste en enviarles vestidos de diseño, en vez de
enviarles diseños de vestido.
Pero la principal diferencia es que por “redistribución de riqueza” entendemos
que se quite a unos para dar a otros, mientras que en la redistribución de
información no hay que quitar nada a nadie. Dar información no supone perderla.
Ciertamente, él reparto de información requiere dedicación de tecnología,
logística y tiempo de trabajadores, y eso es un coste, pero ese coste es muy
bajo y decreciente.
La educación, la capacidad para aprender y manejar la información, es la riqueza
que se debe redistribuir con prioridad sobre cualquier otra.
Segunda parte: Las
soluciones de mercado y de estado
Resumen
La dicotomía política socialismo-capitalismo y la dicotomía económica asociada
estado-mercado son falsas disyuntivas. Nunca ha habido un sistema puramente
socialista ni puramente capitalista. Nunca ha habido una sociedad dirigida
exclusivamente por el estado y nunca ha habido una dirigida solo por el mercado.
De hecho, “mercado” y “estado” son abstracciones inexistentes en la realidad y
que aluden solo a diversos tipos de instituciones complementarias entre sí.
Las instituciones de mercado y de estado han coexistido siempre, en todas las
sociedades históricas, de Sumeria a la URSS. Ambos tipos de instituciones
surgieron conjuntamente durante la revolución neolítica. El análisis del origen
y evolución simultánea y conjunta de esas instituciones nos permite comprender
las dificultades que tenemos ahora (como siempre en la historia) para determinar
qué problemas económicos debe ser resueltos por los mecanismos del mercado y
cuáles por los del estado. Ante algunos problemas, sin embargo, la experiencia y
la historia si proporcionan una respuesta clara.
El origen de las instituciones de estado y de mercado
Al analizar las diversas formas de organización económica que
se han sucedido desde el neolítico, observamos la presencia constante de dos
tipos de instituciones, estado y mercado , que conviven en una tensión
dialéctica. Son dos sistemas opuestos y en conflicto pero que se necesitan
mutuamente y parecen ser complementarios.
Entendemos aquí al mercado como un conjunto de instituciones, reglas formales e
informales, que determinan la forma de adoptar decisiones económicas (qué y cómo
producir, cómo distribuirlo) mediante acuerdos entre individuos que defienden
sus intereses particulares con mayor o menor capacidad de influir en el
resultado. El estado puede ser considerado como otro grupo de instituciones en
la que los dirigentes-administradores son los que deciden sobre producción y
distribución e imponen coactivamente sus decisiones. Además, las instituciones
de estado y las del mercado se regulan y establecen límites mutuamente. Todas
las decisiones económicas en nuestra sociedad y en cualquier período histórico,
son adoptadas mediante uno de esos dos tipos de mecanismos.
Habitualmente se piensa en la dicotomía estado-mercado asociada a lo que hemos
llamado sistemas económicos capitalista y socialista. Hay mucha gente que piensa
que el capitalismo y el mercado son inventos recientes. En realidad estado y
mercado han estado siempre unidos. En los estados más antiguos de que tenemos
noticia, en la Sumeria de hace cinco mil años, ya había instituciones de mercado
que regulaban los intercambios comerciales y las iniciativas empresariales
privadas. Y desde entonces hasta ahora no ha habido un período ni una región en
la que no se hayan dado simultáneamente ambos tipos de instituciones. Incluso en
la URSS de los tiempos de Stalin, quizá el período histórico en el que con mayor
conciencia y sistematización se pretendió reprimir las iniciativas económicas
privadas, incluso entonces y allí siguieron actuando de múltiples formas las
instituciones de mercado.
Pero si miramos en la dirección opuesta, si nos remontamos con la imaginación al
pasado más remoto de la humanidad, a las bandas de cazadores-recolectores,
comprendemos que las instituciones de estado y de mercado no eran necesarias ni
podían existir entonces. Cuando no hay más transacciones económicas que la
distribución de alimento o abrigo entre parientes próximos, no son concebibles
ningún tipo de instituciones que podamos identificar como de estado o de
mercado. Estado y mercado surgieron conjuntamente por tanto hace diez mil años,
durante la revolución neolítica, cuando la coexistencia estable en el mismo
territorio de familias de diversas procedencias planteó el problema de la
asignación y distribución de recursos escasos. Ese era un tipo de problemas
nuevo, inexistente en el paleolítico, en el que la unidad social, la “banda”,
era una unidad económicamente autosuficiente que no estaba interesada ni podía
intercambiar recursos con ninguna otra unidad salvo en casos muy esporádicos.
En 1968, un biólogo llamado Garrett Hardin publicó en la revista Science un
artículo llamado "The Tragedy of the Commons", la tragedia de los bienes
comunales, uno de los artículos más citados desde entonces en la literatura
económica. Los artículos como ése suelen recibir el nombre de "seminales" porque
actúan como una pequeña semilla que se convierte en frondoso árbol de múltiples
ramas. Hoy día se pueden contar por cientos los artículos científicos y libros
de economía en los que se trata de analizar "La tragedia de los comunes". El
éxito de la expresión "la tragedia de los comunes" es posible que sea debido a
que para algunos, ese artículo demostraba “la imposibilidad del socialismo”
mientras que para otros el artículo es una demostración de “la ineficacia del
mercado”. Aquí lo consideramos una descripción genérica de un tipo de problemas
que pueden ser resueltos indistintamente, y nunca a plena satisfacción, por las
instituciones del mercado o del estado.
Podemos empezar describiendo el mismo escenario que analizó Hardin: una aldea en
la que cada familia es propietaria de su ganado, pero comparten en común los
pastos. Todas las familias llevan sus animales a pastar a los terrenos comunes.
Ninguna está estimulada a cuidar los pastos, a procurar que no se agoten o se
estropeen, a controlar o reducir el uso que hace su ganado de esos bienes
comunales.
“Cada hombre está encerrado en un sistema que lo impulsa a incrementar su ganado
ilimitadamente, en un mundo limitado. La ruina es el destino hacia el cual
corren todos los hombres, cada uno buscando su mejor provecho en un mundo que
cree en la libertad de los recursos comunes. La libertad de los recursos comunes
resulta la ruina para todos." G. Hardin (1968).
El problema es el que la economía ortodoxa ha denominado “fallos del mercado”.
Es el mismo caso de los "bienes públicos" o "los recursos naturales de propiedad
común" y formalmente puede ser descrito con el modelo del "dilema del
prisionero". Hay dos estrategias posibles, cuidar los comunes o no cuidarlos.
Hay cuatro resultados o escenarios posibles dependiendo de la estrategia elegida
por el jugador “yo” y por “los demás”. Si ordenamos los resultados o escenarios
según la preferencia de cada uno de los pastores tenemos:
1º (Lo más preferido) Que los demás sean cuidadosos con las propiedades comunes
y yo no.
2º Que todos seamos cuidadosos.
3º Que ninguno cuidemos de las propiedades comunes.
4º (Lo menos preferido) Que yo sea cuidadoso y los demás no.
Ante estos cuatro resultados posibles cada pastor decide su estrategia. Cada
pastor piensa:
• Si los demás son cuidadosos (situaciones 1 y 2) lo que prefiero es no ser
cuidadoso.
• Si los demás no cuidan el prado comunal (situaciones 3 y 4) lo que me prefiero
es no cuidarlo tampoco.
• Hagan lo que hagan los demás, lo que elijo es no ser cuidadoso.
Como todos los pastores piensan lo mismo, la situación resultante es la 3, que
es la socialmente menos eficaz.
El dilema es consecuencia de la coexistencia simultánea de propiedad privada de
las reses y de un recurso de propiedad común, los pastos. Aquí fallan los
mecanismos del mercado; "la mano invisible" de Adam Smith nos dirige por mal
camino ya que si cada pastor busca solo su propio interés, el resultado será
para todos peor que si todos fuesen cuidadosos. La expresión "la tragedia de los
comunes" alude al destino inexorable al que parece estar condenado cualquier
recurso de propiedad compartida.
La solución es impedir a todos los pastores que puedan elegir la estrategia de
no ser cuidadosos con el pasto. Se trata de limitar la posibilidad de elección
de todos los individuos. Esto se consigue mediante reglas impuestas. Obsérvese
que en realidad hay dos posibles tipos de reglas para establecer límites al
comportamiento de los pastores y ordenar el acceso de los ganados a los prados,
las reglas o instituciones de mercado y las reglas o instituciones de estado:
• Con la lógica de la propiedad privada y el mercado, el prado se dividirá en
parcelas. A cada familia se asigna el derecho al uso exclusivo de una parcela.
Cada familia estará entonces estimulada a cuidar de su parcela, a explotar sus
recursos de la forma más eficaz, a vallarla y protegerla. Aún puede elegir “no
cuidarla” pero esa decisión ya no será preferida.
• Con la lógica de la propiedad pública y el estado. las autoridades de la aldea
establecerán leyes que regulen el uso y cuidado de la parcela común. Se
establecerá un sistema de horarios o cuotas y se organizará un sistema de
vigilancia y policía para imponer su cumplimiento y castigar las infracciones.
Aún puede cada pastor decidir “no cuidar” el prado, pero esa decisión ya no será
preferida.
Pero las dos soluciones no son completamente independientes ni pueden actuar por
sí solas. Con la solución de mercado, las instituciones de estado son necesarias
para asignar el derecho a propiedad privada y para la actuación arbitral en la
resolución de conflictos. Y con la solución de estado, las autoridades deberán
tener en cuenta la lógica del mercado en el establecimiento original de las
cuotas, del sistema de vigilancia y en la asignación de penas a infracciones.
La gestión de la información, por estado y mercado
Hemos dicho que la necesidad de los sistemas de propiedad
privada y de propiedad pública surgen solo cuando la sociedad humana se asienta
en un territorio. El problema, y sus diversas soluciones, aparecen solo cuando
se inicia la convivencia estable en el mismo territorio de distintos grupos
familiares que compiten entre sí por el uso de recursos escasos. Como hemos
dicho más arriba, el problema de "la tragedia de los comunes" no era perceptible
en el sistema de economía paleolítica, de las pequeñas bandas de cazadores -
recolectores. Podemos fechar por tanto el origen del mercado y del estado en el
inicio de la economía neolítica.
Podemos fechar el comienzo, pero no el final; no ha habido final porque el
dilema reaparece continuamente. Después del problema de los prados comunales
vino el problema de los bosques comunales, o de los caminos comunales, o de los
ríos comunales, o de las centrales hidroeléctricas comunales, o de las fábricas
comunales, o de los supermercados comunales. En unos casos la solución más
eficiente ha resultado ser la propiedad privada y el mercado mientras que en
otros casos la solución ha sido la propiedad pública y el estado. Continuamente,
en todas las partes del globo, en todos los grupos humanos, aparecen nuevos
recursos que requieren ser gestionados y hay que elegir reiteradamente entre los
dos tipos de soluciones.
Podemos llegar a pensar que el desarrollo de la economía y la sociedad consiste
precisamente en la organización de la explotación de recursos comunales. Sea
cual sea la solución, mercado o estado, la sociedad se dota cada vez de normas
más complejas que permiten una explotación más eficiente de los recursos. El
grado de desarrollo de una sociedad puede medirse por la complejidad de sus
normas y derechos o por la eficacia que ha conseguido en la explotación de sus
recursos.
Tal como la hemos descrito aquí, la polémica eterna de la ciencia económica,
estado o mercado, queda desnuda de otras connotaciones para mostrarse solo como
soluciones alternativas para la gestión de los recursos. Y esa desnudez no
proporciona ninguna respuesta o receta universal. Según la lógica o la
racionalidad que se aplique, la solución será en unos casos la propiedad pública
y en otros la propiedad privada. Y ante el mismo tipo de recurso es posible que
para un grupo social sea más eficaz y racional una solución y en otro grupo lo
sea la otra. E incluso es posible que el mismo grupo social considere más
conveniente en un momento de la historia un tipo de solución y en otro momento
utilice otra racionalidad y prefiera una solución diferente.
Lawrence Lessig, un conocido líder en contra de la extensión de las leyes de
copyright, señala (Lessig, 2003) que toda nueva cultura, toda innovación, se
construye siempre sobre la cultura, el conocimiento preexistente. Por tanto, la
legislación actual sobre los derechos de propiedad intelectual, patentes y
derechos de autor, aunque inicialmente tenían la finalidad de estimular la
producción científica, ahora suponen de hecho un límite a la extensión de la
cultura.
Toda la información nueva que producimos en la actualidad, la estamos
produciendo en base a información preexistente, a la información que ha
acumulado la sociedad humana. A la vez, la información nueva recién creada sirve
para mantener, reproducir y crear nueva información. Tomemos como ejemplos las
técnicas de producción de medicinas contra el SIDA o el conjunto de ideas que
componen esta ponencia, este texto que está leyendo. En ambos casos, su
construcción o elaboración ha requerido en gran parte que los autores utilicen
informaciones de propiedad común (el alfabeto latino y la numeración árabe, sin
ir más lejos) e informaciones y recursos de propiedad privada (el ordenador
personal y parte de su contenido, por ejemplo).
En estos dos ejemplos el recurso creado, las nuevas ideas que pudieran ser
útiles para otros, pueden ser gestionadas por instituciones de mercado o por
instituciones de estado. La solución que se ha adoptado en cada caso es
diferente. Las técnicas de producción de medicinas serán patentadas para que su
asignación y distribución pueda ser controlada por instituciones de mercado,
mientras que las ideas contenidas en esta ponencia no han sido registradas y se
han puesto en Internet para que sean libremente adoptadas y usadas como recurso
de propiedad común. Esto no quiere decir que una solución sea “mejor” o “más
eficaz” o “más ética” que la otra. Nada de eso. En ambos casos se ha intentado
adoptar una decisión racional. La diferencia en la solución adoptada puede ser
debida al diferente valor que se haya asignado a los recursos, a errores en la
estimación de esos valores, o a que se hayan utilizado sistemas de racionalidad
diferentes. En ambos casos, también, la solución puede que sea aceptada como
racional en un grupo social humano y no en otro. E incluso es posible en algún
momento un grupo social cambie su decisión y parte de la información necesaria
para producir medicinas contra el SIDA pase de ser propiedad privada a ser de
propiedad común.
Tercera parte: Hay varias racionalidades
Resumen
En esta parte se propone una alternativa al concepto ortodoxo de “homo
economicus” y a los intentos de definir una única racionalidad económica. Se
sostiene que no hay una única racionalidad. Se proponen cuatro conceptos o tipos
de racionalidad: instintiva, tradicional, política y financiera. Esas cuatro
racionalidades conducen a diferentes decisiones ante un mismo conjunto de
alternativas. Las cuatro racionalidades coexisten simultáneamente en todos los
individuos aunque en cada uno de ellos en un momento determinado domina una
forma sobre las otras.
Por otra parte, se hace alusión a los límites de las racionalidades como
consecuencia de la falta de información, la asimetría en la información o la
dificultad psicológica del ser humano para evaluar las informaciones de que
dispone.
Los diferentes sistemas de elegir
Una racionalidad es un sistema de ordenación de preferencias
o, lo que es lo mismo, una forma de elegir. El sistema de elección se
considerará racional si cumple una serie de requisitos tales como consistencia y
coherencia. Debe ser un sistema sostenido en el tiempo, de forma que conduzca
siempre la misma elección ante las mismas alternativas. Debe ser además
transitivo de forma que si indica la preferencia de A sobre B y de B sobre C no
resultaría coherente que indicara la preferencia de C sobre A.
Cuando el individuo tiene que elegir entre varias alternativas, puede ordenarlas
según diversos criterios, o principios, o razones. Cada alternativa tiene un
valor y un coste, pero ese valor y ese coste varía según el criterio que
utilicemos para medirlos. Los criterios, principios, razones o, en una palabra,
los sistemas de racionalidad, son diversos, tienen un origen histórico y social
y conviven simultáneamente en todos los individuos. Es por eso que nuestras
decisiones son a veces contradictorias. Es por eso que a veces dudamos sobre la
decisión que debemos o nos conviene tomar. Es por eso por lo que hay
comportamientos ajenos que nos parecen irracionales.
Hay una racionalidad instintiva en la que el individuo toma inconscientemente
decisiones en función de informaciones que están en sus genes o en su cerebro y
que no puede articular o explicar. Hace esto o aquello “porque sí”, porque “le
da la gana”. Esta forma de racionalidad es accesible también a los animales. Los
costes pueden tener la forma de “dolor” y los beneficios la forma de “placer”.
Esa forma de adoptar decisiones es económicamente racional o eficaz, ya que los
instintos que hemos heredado han sido seleccionados por la capacidad de
supervivencia que confieren.
Hay una racionalidad tradicional en la que las decisiones las toman los
individuos según las estimaciones de coste y valor basadas en criterios
recibidos por tradición. Hago esto “porque es bueno”, “por Dios y por la
patria”. En las culturas paleolíticas ya se tuvo acceso a esta forma de
racionalidad. Los beneficios pueden tener la forma de la integración o el
reconocimiento social mientras que los costes pueden adoptar la forma de la
marginación. Las éticas son formas concretas de la racionalidad tradicional. Son
los líderes de nuestro entorno social - padres, maestros, sacerdotes,
intelectuales – los que nos transmiten esa racionalidad, esa escala de valores,
y nos sancionan con la exclusión si no la cumplimos.
Hay una racionalidad política en la que las decisiones las toman los individuos
según estimaciones de coste y valor basadas en cálculos articulados expresables
en términos de derechos. Hago esto “porque me obliga la ley”. Fue a partir de la
revolución neolítica y la aparición de los mecanismos de estado que surgió esta
forma de racionalidad. Los beneficios y los costes están formados por el sistema
de derechos y de sanciones penales o civiles. Son los miembros del aparato del
estado – legisladores y juristas - los que elaboran esa racionalidad, esa escala
de valores, e imponen y aplican el sistema de sanciones.
Hay una racionalidad financiera en la que las decisiones las toman los
individuos según estimaciones de coste y valor basadas en cálculos formales
expresados en términos monetarios. Hago esto “porque así gano más”, “porque es
más rentable”. Son los agentes económicos actuando en el marco de las
instituciones del mercado los que determinan precios y elaboran esa
racionalidad, otorgando premios y castigos en forma de dinero, a los que actúan
y toman sus decisiones respetando las reglas financieras.
Coexistencia y coincidencia de las racionalidades
Es posible que coincidan, pero también es muy frecuente que
las diversas racionalidades propongan ordenaciones diferentes y entren en
conflicto porque utilizan sistemas diferentes para las mediciones de costes y
estimaciones de valores. Es por eso que frecuentemente los seres humanos
actuales dudamos sobre qué decisión debemos (o nos conviene) adoptar. Es por eso
que el científico social encuentra habitualmente comportamientos que no puede
explicar con un único sistema de racionalidad.
Por ejemplo, tratemos de entender el comportamiento de un individuo que pilota
un avión y lo estrella voluntariamente contra un rascacielos de New York. Ese
comportamiento no será jamás explicable en términos de racionalidad financiera,
de racionalidad político-jurídica o de racionalidad instintiva; pero resulta
perfectamente comprensible en términos de racionalidad tradicional, de
estimación de costes, valores y beneficios según criterios de ética, tradición,
religión. En ese piloto coexisten simultáneamente las diversas racionalidades y
es consciente de las contradicciones entre ellas. El instinto de supervivencia
le empuja a desviar el avión para seguir vivo. La racionalidad política le avisa
que está infringiendo la ley y que si es detenido será juzgado y condenado. La
racionalidad financiera le avisa que el beneficio que se va a obtener por
estrellar el avión es muy inferior al coste que se va a pagar. Pero resuelve el
dilema entre las diversas valoraciones aceptando que una racionalidad domine a
las otras: su religión le dice que está castigando a demonios, que está vengando
a mártires, que su acción será premiada en otra vida.
Veamos otro ejemplo más cotidiano ¿Cruzo la calle sin esperar a que el semáforo
esté en verde? Cada una de las cuatro formas de racionalidad que se han
propuesto arriba puede dar una respuesta diferente. Como en todos los seres
humanos conviven las cuatro formas de racionalidad el mismo individuo puede
adoptar una decisión o la opuesta en diversos momentos o circunstancias. Algunos
individuos, sin embargo, han tomado la decisión estratégica de que una forma de
racionalidad domine sobre las otras. Si la racionalidad política es la que
domina en un individuo, jamás cruzará con el semáforo en rojo, pero si no hay
una racionalidad dominante será frecuente que dude.
La información y los límites de la racionalidad
En cualquier caso, cualquier decisión está basada en
información. Las racionalidades lo que hacen es operar con las informaciones que
tenemos para hacer estimaciones de costes y beneficios y establecer el orden de
preferencias entre alternativas.
Daniel Kahneman, el psicólogo que recibió el premio Nobel 2002 de Economía, ha
analizado experimentalmente, en colaboración con su colega A. Tversky, la
racionalidad (o irracionalidad) de los seres humanos en función de la
información de que disponen.
Supongamos que un individuo tiene que elegir entre dos posibilidades, A y B, y
elige una de ella, por ejemplo A, es decir, prefiere A a B. Kahneman y Tversky
han demostrado con reiterados experimentos que si al mismo individuo se le
ofrecieran otras posibilidades adicionales “triviales”, su elección podría ser
diferente; si se le ofrecieran las posibilidades A, B, C, D y E, es posible que
elija B en vez de A. La presencia de las alternativas triviales, por ser menos
preferidas en cualquier caso, ha provocado que el orden de preferencias entre A
y B se modifique.
Estas situaciones de aparente irracionalidad son mucho más frecuentes en los
grupos sociales humanos de lo que pudiera pensarse. En general, todas las
situaciones calificadas por la teoría de juegos como “Dilema del prisionero”
implican un cambio en la elección racional debido a la presencia de alternativas
triviales. Si tuviéramos que elegir entre dos situaciones alternativas, “Todos
cooperan” y “Ninguno coopera”, y el valor que proporciona la primera alternativa
es superior al que proporciona la segunda para todos y cada uno de los
jugadores, es evidente que todos elegirán la primera alternativa. Pero si a las
dos alternativas citadas se añaden otras dos “Yo coopero y los demás no” y “Los
demás cooperan y yo no”, entonces la decisión racional de todos y cada uno es
diferente y nadie cooperará.
En cualquier caso, varias informaciones están en la base de nuestra decisión.
• La información que tenemos de la existencia de las diferentes alternativas.
• La información que tenemos sobre las alternativas y decisiones tomadas por
otros.
• La información que tenemos de los costes y beneficios de los resultados de las
decisiones, estimados según las diversas racionalidades.
Así, por ejemplo, si aceptamos como dominante la racionalidad financiera, y
tenemos que elegir entre diversas alternativas de inversión, cuanta mayor
información tengamos sobre cada una de ellas, más ajustada podrá ser nuestra
elección a esa racionalidad y mayor beneficio financiero obtendremos.
Un problema adicional puesto de relieve por Kahneman y Tversky (1979) es la
dificultad de los humanos para hacer estimaciones en situaciones de riesgo, es
decir, cuando tenemos información escasa sobre las consecuencias de una
elección. En general, los individuos subestiman los resultados que son solo
probables en comparación con los resultados que son obtenidos con seguridad.
Esta tendencia, a la que llama "efecto certidumbre", contribuye a la aversión al
riesgo en elecciones que implican ganancias seguras y a la preferencia por el
riesgo en elecciones que implican pérdidas seguras. Los experimentos de Kahneman
implican una profunda crítica a la teoría económica ortodoxa de la utilidad como
modelo de la adopción de decisiones bajo riesgo.
En cualquier caso, los sucesos de un futuro lejano son siempre menos seguros que
los sucesos de un futuro próximo. Cuanto más alejada en el tiempo esté una
situación, menor ponderación daremos a nuestras estimaciones sobre sus costes y
beneficios. Cuanto más alejado sea el futuro que analicemos, menos información
tendremos. Es por ello que todos los individuos prefieren realizar inversiones a
corto plazo en vez de a largo plazo. En general, las decisiones adoptadas con la
racionalidad financiera y la instintiva tenderán a valorar más el corto que el
largo plazo, sin embargo las racionalidades tradicional y política parecen tener
una forma de ponderación que premia los resultados a largo plazo.
Otro problema común a todas las formas de racionalidad son las asimetrías en la
información. El premio Nobel de Economía del año 2001 fue concedido a tres
economistas, G. A. Akerlof, A. M. Spence y J. E. Stiglitz, por sus análisis de
los mercados con información asimétrica. La economía ortodoxa ha construido su
concepto de racionalidad de mercado en el supuesto de que todos los agentes
económicos tenían acceso a toda la información relevante para sus decisiones sin
ningún coste. En la realidad, sin embargo, una de las partes que intervienen en
una transacción económica tiene más información que la otra. El vendedor de un
vehículo usado o el constructor de una vivienda en venta, por ejemplo, tienen
informaciones referentes al objeto de la transacción de las que el potencial
comprador no dispone. Esa asimetría supone otro límite a la racionalidad
financiera para asignar recursos eficazmente.
El problema de la asimetría es común a cualquier forma de racionalidad. En la
racionalidad política hay fuertes asimetrías entre la información de que dispone
la autoridad y el individuo. Asimetrías en ambos sentidos ya que, si bien la
autoridad aparentemente recibe un flujo de información más amplio y tiene una
visión sobre el conjunto de problemas de la sociedad, el ciudadano, como Hayek
ha puesto de relieve, dispone de informaciones específicas y locales que está
interesado en ocultar a la autoridad.
Cuarta parte: Más información, más
educación, otra investigación
Resumen
Se propone como objetivo social prioritario el aumento de la información y la
educación de todos los individuos de todas las edades en todos los países. Las
informaciones en forma de capital humano, tecnológico o logístico son la clave
del desarrollo y la riqueza. Es necesario volver a asignar la máxima prioridad a
los proyectos educativos en los programas de reforma social y de desarrollo
económico.
Por otra parte, la investigación debe ser reformada en dos sentidos: a)
facilitando el acceso a sus resultados a todos los ciudadanos del mundo y b)
estimulando que todos los individuos participen en los procesos de innovación e
investigación aplicada a su entorno tecnológico y cultural.
1 Más información
La información que acumula es ser humano es lo que le da su
valor. La información que poseemos es lo que nos hace ser humanos y diferentes a
los animales. La información satisface nuestras necesidades. La información
aumenta nuestra capacidad de producir. La información nos da fuerza y nos
capacita para resistirnos al poder de la arbitrariedad. Todo lo que necesitamos
es información.
Todos los trabajadores son valorados por la formación que tienen, es decir, por
la información que poseen. Su capacidad productiva, su capacidad de satisfacer
las necesidades de los clientes de su empresa, de los jefes de su empresa y de
los compañeros de su empresa, está basada en la información que poseen.
Todos los políticos y burócratas son también valorados por la información que
poseen. Su capacidad de adoptar decisiones correctas, de organizar el grupo
social sobre el que pueden adoptar decisiones, depende exclusivamente de su
formación y de la calidad y cantidad de información de que dispongan.
La educación, consiste en preparar al individuo (formar su mente) para que sea
capaz de asimilar más información, de acumularla de forma organizada, de
manipularla, reproducirla y transmitirla. Cuanto más educados sean los miembros
de una sociedad, mejor organizada estará y más capacidad productiva tendrá. Si
observamos la historia podemos identificar todas las fases de brillantez y
expansión económica y social con fases de democratización de la educación y las
fases de decadencia y oscuridad con las épocas de persecución y represión de la
cultura, con las épocas en las que se pretendía reservar la educación a una
élite. En los siglos pasados hubo muchos pensadores conscientes de que el
progreso consistía fundamentalmente en el acceso de la población a una cada vez
mejor educación. En el siglo XIX todos los partidos políticos, fuese cual fuese
su ideología, ponían en una parte destacada de sus programas la ampliación de la
educación.
El acervo de informaciones acumulado por la humanidad es un patrimonio común.
Pero el derecho a acceder a esas informaciones carece de sentido para los
individuos que no están capacitados para asimilarlas. Educación para todos, sea
cual sea su lugar en el mundo, sigue siendo una reivindicación progresista, la
más progresista. Resulta sorprendente que ahora sea un objetivo muy secundario
en los programas políticos de los países desarrollados o en los programas
económicos de ayuda al desarrollo.
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han bajado el coste
de producir, manejar y transmitir información; han bajado de forma espectacular
el coste de la educación. A la vez, estas nuevas tecnologías han servido para
poner en evidencia el valor de la información y la necesidad de que todos los
seres humanos, sea cual sea su puesto y su papel en la sociedad, reciban durante
toda su vida más información, de más calidad y más ajustada a sus intereses y
necesidades. Es posible el surgimiento de una “sociedad del aprendizaje de todos
durante toda la vida”. La educación debe volver a ser objetivo prioritario en
todas las sociedades humanas.
2 Más educación
En efecto, los reformadores sociales anteriores al siglo
veinte insistían continuamente en la necesidad de construir un sistema de
enseñanza gratuito y accesible a todos los ciudadanos. Es posible que el
esfuerzo educativo que se realizó en los siglos pasados haya sido la causa
básica, la causa de las causas, que ha permitido los desarrollos tecnológicos y
logísticos que hoy son la principal riqueza de la humanidad. Pero una gran parte
de la humanidad sigue prisionera del círculo vicioso de incultura-pobreza. La
diferencia entre países ricos y pobres está asociada con la desigual
distribución de la educación en forma que no puede decirse cuál es causa y cuál
consecuencia, si la pobreza o la falta de educación.
Por otra parte, hay quien piensa que los sistemas de educación vigentes
actualmente en los países más ricos son la culminación de las aspiraciones
sociales en materia educativa y que solo requieren ser mantenidos o retocados.
Por el contrario, el análisis de los problemas de las sociedades más
desarrolladas nos hace comprender que lo que necesitan es una reforma profunda
que permita mucha mayor formación para todos.
En los países menos desarrollados las tasas de analfabetismo siguen siendo
altísimas. Esa situación deja a la sociedad civil en una posición de debilidad
que no permite resistir u oponerse de forma eficaz a regímenes autoritarios en
los que el poder es obtenido por personas de mediocre cultura y pocos escrúpulos
para ejercer la violencia.
En los países en desarrollo y de desarrollo medio, aunque se hayan conseguido
avances en los índices de alfabetización, el nivel de educación medio sigue
siendo muy bajo lo que parece estar asociado a la indefensión ante las prácticas
generalizadas de corrupción y engaño. La gran corrupción de los poderosos y la
pequeña corrupción cotidiana, se justifican mutuamente y forman un sistema único
asociado a la falta de cultura de unos y otros. La formación en valores y
estrategias sociales a largo plazo, y en general, la educación y la información
transparente, son las bases sólidas que permiten construir una sociedad eficaz.
En los países más desarrollados, aunque haya desaparecido el analfabetismo, una
gran parte de la población sigue teniendo un nivel de estudios muy bajo lo que
limita su capacidad de crítica y permite a los grupos que controlan los medios
de comunicación el control de la atención social y la manipulación de los
intereses de los ciudadanos. La programación de los canales de televisión de los
países desarrollados evidencia los límites culturales de sus ciudadanos.
Sea cual sea el grado de desarrollo económico, social y educativo de un país, la
reivindicación de más educación sigue siendo crucial para
• estimular el desarrollo y crecimiento económico
• permitir la profundización en el respeto a los derechos humanos y la
democracia
• potenciar la riqueza y la calidad de vida individual y social
Las inversiones en educación son inversiones a largo plazo; hacen falta decenios
para conseguir los objetivos que se persiguen; nunca se cubrirán totalmente esos
objetivos ya que siempre se necesitará más educación. La racionalidad
individual, la racionalidad financiera desalienta las inversiones en educación.
El individuo no desea conocer lo que ignora por lo que su demanda consciente de
formación está siempre por debajo de sus necesidades reales. Las instituciones
de mercado pueden satisfacer las demandas individuales de información, pero no
las necesidades sociales de educación y formación. Sólo la presión social y los
mecanismos de estado son estímulos válidos para la educación.
Es necesario que aumente la presión social, la presión pública para que todos
los gobiernos del mundo aumenten sus esfuerzos educativos y para que la ayuda al
tercer mundo superando el tipo de ayuda “de urgencia” pase a ser una ayuda de
estímulo del desarrollo a largo plazo, con un fuerte componente de apoyo al
sistema educativo.
Aumentar el esfuerzo público en el sistema educativo implica
- Mejorar las infraestructuras de enseñanza. Facilitar el acceso a la formación.
En los países más atrasados esto significa construir más escuelas, dotarlas de
mobiliario y de libros. En los países más desarrollados significa que todos los
alumnos dispongan de los medios más avanzados para ampliar sus conocimientos y
adquirir formación teórica y práctica.
- Disminuir el número de alumnos por profesor en todos los niveles de enseñanza,
en todos los países del mundo.
- Mejorar la calidad y la preparación del profesorado así como su reconocimiento
social.
- Complementar los sistemas de enseñanza reglada para permitir y estimular la
formación continua durante toda la vida de todos ciudadanos.
3 Democratizar la investigación.
La investigación consiste en obtener y elaborar informaciones
nuevas a partir de informaciones pre-existentes. No es posible ninguna forma de
investigación que no esté fundamentada en el acervo de información que ha
acumulado la humanidad a lo largo de milenios. El desarrollo de la sociedad y la
solución de todos sus problemas económicos y sociales requieren más
investigación y que sus resultados se pongan al servicio del desarrollo de todos
los seres humanos.
En estos momentos hay una profunda discusión a nivel planetario sobre los
derechos de propiedad intelectual y las patentes en la que están implicados
todos los países y muchas organizaciones internacionales.
De forma sorprendente, la legislación de algunos países permite que el que añada
un eslabón más a una cadena de conocimientos, pueda limitar el uso de toda la
cadena o impedir que otros la completen de forma similar. Es como si el que pone
el último escalón se convirtiese en propietario de toda la escalera. En algunos
casos son investigaciones financiadas con dinero público las que son objeto de
apropiación privada. El tema es especialmente grave en la investigación
farmacéutica en enfermedades mortales que afectan a millones de ciudadanos.
Ciertamente, el trabajador intelectual tiene que ser retribuido y los
descubrimientos importantes deben ser estimulados y premiados. El sistema de
patentes “limitado en el tiempo” ha demostrado ser una forma eficaz de estimular
la investigación en algunos temas de interés común y premiar así la creación de
informaciones nuevas que pasarán a ser propiedad común al cumplirse el plazo de
vigencia del derecho. Pero los intereses de la sociedad en su conjunto, y los de
los países más pobres especialmente, se están resintiendo de que esos plazos se
estén prolongando cada vez más y de que los derechos se estén extendiendo a
temas más amplios y de forma generalizada.
Por otra parte, la búsqueda de nuevas informaciones en sus diversas formas -
tecnológica, logística y simbólica - es accesible a todos los seres humanos. Sea
cual sea la posición que ocupe un individuo en el sistema social, está
capacitado para proponer innovaciones en los instrumentos que utiliza a diario y
en la forma de organizar su actividad productiva y social.
Hay que desacralizar la investigación. Investigar no es solo la actividad que
realizan seres superdotados en sofisticados laboratorios. Investigar es también
cualquier experimentación de nuevas ideas, de nuevas formas tecnológicas,
logísticas o simbólicas, es experimentar cualquier mejora potencial en nuestra
productividad o en nuestra calidad de vida.
La sociedad debe reconocer el derecho de todo individuo a investigar, a crear
información nueva, a proponer innovaciones en su entorno, innovaciones
tecnológicas, organizativas y simbólicas. Debe facilitarse y estimularse que
todos los humanos participen en la creación del acervo de conocimiento común. El
reconocimiento de ese derecho será a la vez un estímulo para buscar una mayor
formación individual y el punto de partida de un círculo virtuoso en el que cada
humano será cada vez más rico en información y más capaz de producir
informaciones para los demás.
Todas las empresas que estimulan la participación de sus trabajadores en el
diseño tecnológico y logístico de sus productos son más eficaces cualquiera que
sea el instrumento de medida de la eficacia. Las teorías y estrategias más
avanzadas del management de empresas y gestión de recursos humanos insisten cada
vez más en la necesidad de involucrar a todos y cada uno de los trabajadores en
el proceso de innovación, en facilitar los flujos de información internos de
forma que cada trabajador reciba más información sobre el todo y las partes de
la empresa y a la vez tenga medios y encuentre estímulo para comunicarse y
emitir opiniones y propuestas hacia sus compañeros y hacia los gestores.
De igual forma y por las mismas razones, toda la sociedad se beneficiará de una
permanente mejora si todos sus miembros están directamente involucrados en la
innovación. Eso implica mucha más educación y capacidad crítica, pero requiere
también un cambio de valores, nuevos modelos en los que el ciudadano no sea un
mero consumidor, un mero receptor de espectáculos televisivos.
Referencias
Garret Hardin (1968) "The Tragedy of Commons" Science, v. 162. Disponible en español en http://www.eumed.net/cursecon/textos/hardin-tragedia.htm
Kahneman, D., & Tversky, A. (1979) Prospect theory: An analysis of decisions under risk. Econometrica, , 47, 313-327.
Lawrence Lessig (2003) "The Creative Commons" Princeton
University - Walter E. Edge Lectures. Conferencia en video disponible en
http://www.princeton.edu/WebMedia/lectures/
Michel Renault (2002) «Economie morale, Texte cadre»,
http://pekeaes.free.fr/?p=11&c=1-1-TC-M-RENAULT.html
Robert Solow, (1957) "Technical Change and the Aggregate
Production Function", en Review of Economics and Statitistics, 39 ( August)
321-320.