"Contribuciones a la Economía" es una revista
académica con el
Número Internacional Normalizado
de Publicaciones Seriadas
ISSN 1696-8360
Iván Parro Fernández (CV)
ivanpar@terra.es
“El estudio del dinero es de todos los campos de la economía el único en el que se emplea la complejidad para disfrazar o eludir la verdad, no para revelarla”
Galbraith, J.K., El dinero
Resumen
En períodos de crisis o de dificultades económicas suelen acentuarse de manera patente y frecuente las diferencias sociales, sobre todo en lo referente a las decisiones económicas que se deben tomar, y que no logran contentar a ninguna de las partes.
En este texto se quiere reflexionar acerca de la influencia del dinero en las personas y en las sociedades contemporáneas echando una vista al pasado.
Palabras clave: Economía, Sociedad, Dinero, Capitalismo, Neoliberalismo, Bienestar.
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Parro Fernández: "Sobre el ser y el no ser del dinero ayer y hoy: una breve mirada y unos apuntes sobre su influencia para las personas" , en Contribuciones a la Economía, septiembre 2012, en www.eumed.net/ce/2012
INTRODUCCIÓN
El dinero ha tenido a lo largo de la Historia muchos y diferentes significados, que han ido adaptándose con los nuevos tiempos. De ser simplemente un medio de intercambio y una medida de comercio ha pasado a ser un valor central en nuestra escala de valores, en la que la posesión o no del dinero (y su significado asociado), se convierte en la mayor y más importante de las aspiraciones personales.
Hoy en día dinero se asocia a consumo, y consumo a individualismo, cuando quizá sean otros los valores que se deben transmitir en las sociedades de hoy como la solidaridad, el bienestar, la educación, la paz o el desarrollo.
BREVE HISTORIA DEL DINERO
El dinero surge como un medio de intercambio, sin un valor concreto, en diferentes pueblos: arroz en China, dientes de perro en Papúa Nueva-Guinea, cuarzo en Ghana o conchas de caurí en la India.
Las primeras monedas se acuñan en el siglo VIII a.C. por los lidios, cuya expansión comercial posibilita la universalización de este sistema como medio de pago en las transacciones comerciales, llegando a grandes imperios como el persa o el romano. Precisamente es de Roma de donde deriva la actual palabra utilizada para dar significado a este medio de intercambio, puesto que la palabra moneda deriva del moneta romano, refiriéndose al lugar donde se acuñaban, el templo de Juno Moneta. La palabra dinero, por su parte, deriva del latín denarius, y hace referencia a un tipo de moneda que circulaba por todo el Imperio romano y que se asociaba a un valor concreto en determinados bienes y servicios.
Con el paso del tiempo la moneda va variando su significado y su utilidad, y pasa a ser expresión del poder o de la representatividad política o social. Comienzan a acuñarse monedas con efigies de dioses, con lemas o escudos, o con los rostros de emperadores o reyes. Toda esta simbología identificaba a los ciudadanos con la autoridad local o con la divinidad. En este sentido, la moneda permitió la integración-identificación de la comunidad en un proyecto común y consolidaba la identidad étnica (pertenencia/ adscripción a un grupo o pueblo concreto).
La difusión y utilización de las monedas con inscripciones y dibujos en los territorios conquistados se convertía en la mejor publicidad posible, y en un medio de identificación del poder absoluto, ya que se podía saber quién era el máximo gobernante, el jefe del Imperio o del gobierno a través de las monedas. Ejemplos de esto lo encontramos en las monedas con un castillo que circulaban en el Reino de Castilla en la Edad Media; las monedas con la representación de la Hispania romana o las actuales monedas de euro en las que aparece la efigie de S.M. Juan Carlos I o de monumentos de distintas ciudades, que ayudan a identificarse mejor con un territorio o que indican que es el dinero el que se somete al poder del gobernante, que es quien controla el dinero.
Las monedas también eran un excelente vehículo de comunicación y de educación-adiestramiento del pueblo, como podemos extraer de las monedas musulmanas en las cuales se acuñaban algunos versos del Corán.
Otros símbolos de comunicación eran los alimentos y las monedas con las que enterraban los egipcios a sus muertos para facilitarles el tránsito hacia la eternidad. En la China medieval se confeccionaban amuletos con monedas perforadas porque creían que eran buenas para alejar a los malos espíritus.
El dinero ha tenido muchos significados a lo largo de su historia (poder, comunicación, símbolo de cohesión social, medio de expresión y profesión religiosa de la fe, instrumento de acceso a la eternidad y símbolo protector contra los malos espíritus), pero hoy el dinero tiene significados diferentes y muy variados. En una economía primaria se utilizaba el trueque para intercambiar bienes y servicios. Con la aparición del dinero (monedas) se sustituye el trueque por una regulación de precios que hacen las autoridades en función del valor que tengan o del grado de necesidad que presentan. Finalmente, y gracias al desarrollo de la economía, aparece (y se vuelve invisible) el dinero ficticio o también llamado crédito, que servirá en parte para evitar los colapsos financieros ocurridos en décadas anteriores, pero que hace pocos años se convirtió en uno de los desencadenantes de la crisis tan acuciante en la que estamos inmersos.
EL DINERO, LA ECONOMÍA Y LAS PERSONAS HOY
A continuación queremos compartir algunas de las reflexiones sobre el dinero y su influencia en las personas que vivimos en este siglo XXI, y en un momento de cambios y transformaciones vertiginosas.
La importancia del dinero como valor en el neoliberalismo se asocia al esfuerzo, al trabajo o al sacrificio. El fruto del trabajo es un salario (más o menos justo), que es el que nos permite obtener previo pago o intercambio bienes y servicios. Creemos que se fomenta el individualismo, el sacrificio, como medio de ascenso en los escalafones de la organización empresarial o política, y como forma de obtención de más dinero. Pero es cierto que son pocas (por no decir ninguna) las teorías económicas que no tengan su centro en el dinero, en la obtención de ese objeto-valor que les permite obtener bienes y servicios para vivir más aceptablemente. El dinero (la disposición o la falta del mismo) sigue orientado e influyendo en muchas de las decisiones económicas que toman los gobiernos, sean de la ideología que sean.
Se propone un cambio en la mentalidad en la cultura del dinero, en lo que las personas opinamos o asociamos a él, que no debe ser únicamente la cultura del banco sino que se pueden fomentar otros valores distintos del dinero. En este sentido debe reelaborarse la cultura del pago y del intercambio comercial, en la que la falta o ausencia de dinero no sea una operación final en sí misma (no tengo dinero, no tengo posibilidad de adquirir el bien o servicio solicitado), sino que sea la oportunidad y la ocasión perfecta para utilizar otros medios de intercambio más tradicionales e igual de válidos (trueques, bancos de tiempo, etc.)
Los triunfadores consiguen mucho dinero compitiendo en deportes o apareciendo en los medios de comunicación de masas. Su objetivo es el triunfo y la victoria a toda costa, caiga quien caiga. La victoria (y con ello la obtención de dinero) está en lo más lato de su pirámide de valores, y ponen todos los medios para conseguirlo.
Los triunfadores son más visibles socialmente y la gente se les acerca, les escucha, les tienen en cuenta y adaptan sus palabras o sus gestos. Los perdedores, sin embargo, pasan desapercibidos entre la multitud, con una vida y un trabajo normales. Son conformistas por naturaleza y no quieren mejorar su situación por miedo al fracaso o a la marca social. A veces han sido personas que han luchado por defender sus intereses o han colaborado para mejorar situaciones y se han encontrado con las dificultades y los muros de la hipocresía, del olvido, del desinterés o de la burocracia administrativa.
El dinero indica a los demás quiénes somos y en qué posición de la escala social estamos, provocando un acercamiento o un alejamiento según se tenga o no se tenga. El tener dinero y demostrar que se tiene se convierte en una forma de vida y en un estilo auténtico y único de cada persona, que puede dar indicios o pistas a los demás para saber si merece la pena seguirla o no. Pero también se puede aparentar y alardear de ser rico cuando no se es, pues los pobres están peor considerados socialmente y muy pocos se acercan a ellos para conocerles o entablar amistad con ellos. El que es rico o aparenta ser rico tendrá siempre un mejor tratamiento, más atención y tendrá más facilidades para hacer y cerrar negocios. La apariencia (y no sólo el dinero) otorga una identidad propia y una identidad social. También el aparentar puede llevar aparejado diferentes identidades.
No por tener siempre se es, y el ser no siempre debe estar logado al tener. El ser, si realmente es, no tiene por qué necesitar dinero siempre, y valora otras abstracciones, valores y cualidades humanas como la amistad, la lealtad, la solidaridad o el amor a la familia o a los amigos. El que tiene sin ser puede no tener todo lo que quiere, y sus expectativas de satisfacción, sus niveles de felicidad, nunca van a ser completos; pero el que es pero tiene muy poco o no tiene nada es feliz siempre con lo poco o mucho que tiene.
En sociedades con prevalencia del ser se da una visión negativa del dinero, al que consideran fruto de la explotación, de la corrupción o del abuso del poder. Lo esencial en estas sociedades es el cultivo de valores humanos que erradiquen esa obsesión por el tener o por el querer tener. Por otro lado, en sociedades donde se favorece el tener se lamentan del pobre y del desarraigado, y tienen el pensamiento de que l posesión del dinero es la consecuencia del uso de habilidades humanas que son debidamente premiadas.
El dinero no puede dar siempre la felicidad. Así lo demuestra la paradoja de Easterlin cuando afirma que los incrementos de renta no significan incrementos equiparables de felicidad percibida. Según esta paradoja, el dinero no dará nunca la felicidad plena aunque sí podemos disfrutar de la sensación de adquirirla. Pero fueron Veenhoven o Hagerty quienes en sus investigaciones demostraron que los países sí se volvían más felices a medida que aumentaban sus ingresos.
Uno de los efectos secundarios de la posesión o no posesión del dinero es la imagen positiva o negativa que tengamos de nosotros mismos. Al tener dinero nos veremos bien y nos sentiremos mejor, más guapos/as y más acordes con los tiempos, las modas y las necesidades sociales. El no tener dinero, no poder acceder a tantos lugares, no poder conseguir ciertos bienes socialmente reconocidos, puede generar una especie de “depresión monetaria” que nos interiorice una imagen negativa o inepta de nosotros mismos, por la cual no somos capaces ni de autocontentarnos. En este sentido hacemos referencia a la exaltación o al ridículo, porque el dinero positiviza o negativiza a las personas.
El recurso al dinero para lograr un objetivo no es algo moderno, se lleva realizando hace ya muchos siglos. Si otras artes no funcionan correctamente para conseguir información o realizar un trabajo, siempre se puede acudir al recurso fácil y efectivo del dinero, pues está comprobado que toda persona tiene un precio para que sea capaz de saltarse su código moral o de conducta, y hacer, decir o publicar cosas que de otro modo y en otra circunstancia seguramente nunca lo haría. Y es que Quevedo ya indicó el fabuloso poder y la atracción que ejercía el dinero en las personas.
¿Podemos imaginar un mundo sin dinero? ¿Qué pasaría si nuestras actividades económicas no estuvieran reguladas por el dinero? ¿Qué reacciones provocaría un modelo en el que el dinero como objeto-valor o como medio cultural de la economía de una nación no estuviera presente? ¿Seríamos capaces de sobrevivir y de hacer nuestra vida sin dinero? Son muchas las experiencias que han intentado durante bastante tiempo animar a vivir sin dinero y utilizar medios alternativos al mismo, pero con poco resultado para la sociedad en general, puesto que no han tenido éxito. ¿Por qué no dejamos entrar en nuestras mentes sociales otros modelos y otras formas de hacer economía?
La famosa sentencia “al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”, quizá resuma este epígrafe, pero más bien lo que pretendemos es apartar aún más al dinero de nuestras vidas como modelo o como forma de ser para buscar y acudir a otros modelos, a otras formas de entender la vida, la sociedad y el mundo que quizá nos interesen y queramos conocer mejor. El dinero siempre va a estar en contra de pensamientos sociales como la solidaridad, la paz o la libertad, pues en estas palabras se va a buscar un beneficio, es decir, se intenta sacar beneficio económico a estas palabras, perdiendo su sentido profundo, atacando a la base misma de su mensaje y de su oportunidad. El dinero va contra la espiritualidad en este sentido porque busca el beneficio propio y no el común.
Para muchas personas y muchas familias el dinero es el medio para lograr ciertas cotas de bienestar, aunque siempre va a depender de lo que entendamos por bienestar, puesto que bienestar puede ser la posesión de un coche o de un piso en una zona lujosa, o bienestar puede ser dar de comer todos los días a la familia o no tener deudas. De un modo o de otro, siempre el dinero va a ser la medida del grado de bienestar que necesitemos o que queramos vivir y disfrutar solos o en compañía de otros.
CONCLUSIONES
Si bien el dinero puede proporcionar o mejorar la felicidad, lo cierto es que se convierte en un medio óptimo para conseguirla. La historia del dinero ha sido la historia de un símbolo de poder y de grandeza que permitía llevar la autoridad política o religiosa a los confines más apartados de los antiguos imperios. La centralidad y la importancia del dinero en nuestras sociedades actuales es indiscutible y merece una atención paciente y profunda.
Hoy parece claro que el dinero es un medio de acceso a muchos objetos y servicios, y que la falta de dinero provoca situaciones cuando menos preocupantes. El dinero también influye en la justicia social cuando éste no se redistribuye equitativamente entre todos o cuando el dinero se concentra en una única o en unas ocas manos. La pobreza material depende de esto, de cómo el dinero puede llegar a todas las personas con garantías y en condiciones de igualdad. Y es que del dinero dependen muchos sectores y servicios y tiene una poderosísima influencia en muchos ámbitos.
Eduquemos más y mejor en la cultura del compartir y del compromiso para el mundo del mañana, de manera que podemos adelantarnos de esta forma a la superación de las escandalosas diferencias que matan y que destruyen vidas preciosas. Aprendamos más a ser y consideremos en su justa medida el tener, para que de esta forma quien tenga mucho también pueda ser mucho, y pueda mirar a su alrededor y darse cuenta de la multitud de realidades que aún no conoce y que le esperan. Y recordemos que el dinero es sólo un medio y no un fin, puesto que nos hará personas mejores y más sabias, personas menos influenciables y personas más verdaderas y más humanas.