Contribuciones a la Economía


"Contribuciones a la Economía" es una revista académica con el
Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas
ISSN 1696-8360

 

LA EVOLUCIÓN EN LA CONSIDERACIÓN ECONÓMICA DEL SECTOR SERVICIOS 

 

Genilson Valotto Patuzzo (CV)
Universidad de Alcalá, España
genilson_valotto@hotmail.com
 

 

Resumen

El sector servicios fue durante mucho tiempo considerado como un sector improductivo que no generaba riquezas para las economías. Pero en el transcurso del siglo XIX y principalmente a partir de mediados del siglo XX empezaron a ver el sector servicios como productivo para las economías, y actualmente es considerado el sector, principalmente en los países desarrollados, como la mayor fuente de ingresos para estos países y concomitantemente en la utilización de mano de obra que llega en algunos países aproximadamente a los 70 por cien de la población activa.

Palabras-claves: Evolución de los servicios, revolución terciaria, expansión económica, historia del pensamiento económico.

Abstract

The services sector was considered for a long time an unproductive sector that did not generate wealth to the economies. But during the 19th century and especially from the middle of the 20th century on, the business sector has began to be seen productive to the economies and, nowadays this sector is being considered, mainly in the developed countries, as a major source of revenue for these countries and concomitantly in the use of labor which in some countries reaches about 70 percent of active population.

Key words: Evolution of services, tertiary revolution, economic expansion, history of the economic thought.


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Valotto Patuzzo, G.: La evolución en la consideración económica del sector servicios, en Contribuciones a la Economía, marzo 2011, en http://www.eumed.net/ce/2011a/ 


Introducción

La evolución seguida en las últimas décadas por las economías y sociedades más desarrolladas ha puesto de manifiesto que los servicios se han convertido en la forma dominante de actividad económica. Un agregado de actividades, que responde genéricamente al nombre de servicios, tiende a concentrar la mayor parte de la ocupación y el valor de la producción en las sociedades más avanzadas.

No obstante, es difícil interpretar correctamente las principales características de lo que se conoce como “revolución terciaria”, aunque sus señas de identidad sean claramente visibles. Por esta razón, el papel preponderante de las actividades de servicios, tanto por su peso relativo dentro de las economías avanzadas como por su estratégico cometido en el funcionamiento de los sistemas productivos más desarrollados no ha tenido un reflejo equivalente en el interés y atención que los economistas han prestado a dicho sector. Esto se explica en parte por la circunstancia de que los servicios estuvieron hasta hace unas décadas considerados como algo secundario en la creación de la renta en las naciones, como señalaron Adam Smith (1776), Fisher (1939) y Clark (1940).

La visión de los teóricos sobre la producción terciaria y su valoración se ha desarrollado e incrementado a medida que estas actividades han pasado a ejercer un papel cada vez más relevante en el curso de la expansión económica de las sociedades y particularmente entrelazadas con el proceso de industrialización, que se intensificó en el siglo XX y asumió mayor velocidad después de la segunda guerra mundial (KON, 1992).

Este artículo tiene por objetivo suministrar sintéticamente algunos puntos de referencia acerca de los conceptos, definiciones y evolución en la consideración del sector servicios, características que permitirán reflexionar sobre los mismos tanto de manera retrospectiva como prospectiva.

Definición y conceptos de servicios

La tarea de definir y conceptuar los servicios no es sencilla pues bajo el término servicios se abarca un conjunto heterogéneo de productos y actividades intangibles que resultan difíciles de englobar en una definición simple. Los servicios también son muchas veces difíciles de separar de los productos con los que pueden estar vinculados en diversos grados.

Por esta razón, con bastante frecuencia, la literatura en torno a los servicios ha eludido su definición y se ha limitado a exponer su naturaleza y características dominantes (VALOTTO, 2010). Así se explica que todavía hoy no sea posible contar con una definición ampliamente aceptada y que únicamente se pueda hablar de aproximaciones conceptuales que, sometidas a comparación, ponen de manifiesto los cambios de actitud que los analistas del sector han experimentado conforme iban evolucionando los estudios relativos al mismo.

Durante un largo periodo de la historia del pensamiento económico, los “bienes inmateriales”, como eran llamados los servicios, no fueron tomados en la consideración principal de los afanes de los estudiosos de la realidad social. Adam Smith quizás fue el primero de los economistas que no llegó a destacar la importancia del sector y su contribución económica y social. Con él se iniciará a lo largo del tiempo y por parte de destacado tratadista de lo económico, una tendencia a utilizar un concepto residual de “servicio”. Como afirma Smith (1776).

El trabajo de un empleado doméstico (...) no añade ningún valor a nada (...) El valor de algunas de las más respetadas clases de nuestra sociedad es igual que el de los empleados domésticos, improductivo de cualquier valor, y no determina o da lugar a ningún objeto permanente o mercancía vendible que dure después de ejecutado el trabajo (...) En la misma clase, debemos incluir a miembros del clero, abogados, artistas, payasos, músicos, cantantes de ópera, etc.

Adam Smith consideraba improductivas las actividades de servicios, fundamentando sus ideas en cuatro argumentos: (a) los servicios no producen resultados reales y visibles, que representen riqueza; (b) los servicios derivan o son accesorios de los bienes, resaltando el hecho de que, al no producir bienes, casi no hay necesidad de la prestación de servicios; (c) los servicios, en general, son prestados internamente por los productores o por los vendedores ligados a la empresa, y no representan una rama de actividad que generase riqueza; (d) siendo los servicios invisibles y temporales, son insignificantes comparados con los bienes.

Otros autores como Fisher (1939) y Clark (1940) también han definido el sector servicios dentro de las categorías residuales de la economía, es decir, de aquello que no podía considerarse ni agricultura ni industria manufacturera. Las consecuencias de este fenómeno han sido amplias. Su máxima expresión reside en las opiniones de quienes piensan, al igual que los economistas clásicos, que los servicios son actividades improductivas, aunque el debate sobre el carácter productivo de los servicios pareció concluir a finales del siglo XIX de forma más favorable a los servicios, estimando los aspectos positivos de su papel en las economías.

Con la consolidación del capitalismo moderno en el siglo XX el sector servicios gana importancia y empieza a ser reconocido y tratado en la literatura de forma distinta a como lo fuera en el siglo anterior con la constatación de la existencia de un tercer sector, que no era ni agricultura ni industria manufacturera. Se hablaría así de un sector “terciario”, desvinculado y ausente en buena medida de la definición residual de los servicios.

El entorno industrialista que gobierna en las economías occidentales después de la II Guerra Mundial no resultaba favorable al desarrollo que acompaña al del sector servicios. Ello se tradujo en que se presentan las definiciones cargadas de connotaciones negativas. Ahora bien, en sentido contrario, en la época se formulan unas primeras conceptualizaciones basadas en las características más relevantes del sector. Ello supone un paso más respecto a las anteriores definiciones y han dejado paso a un tipo de planteamientos cada vez más introspectivos y profundos sobre el desarrollo del sector servicios.

El esfuerzo llevado a cabo a partir de la segunda mitad del siglo XX para considerar los servicios desde un punto de vista positivo, enumerando o presentando sus características particulares (inmaterialidad, perecederos, de difícil cuantificación, no almacenables, etc.) conservaría sin variación el aspecto negativo que no definiría a los servicios por lo que son, sino por lo que no son, en contraste con lo que ocurre con los bienes.

Se pueden encontrar en la literatura algunos sistemas de clasificaciones alternativos de las actividades y sus conceptos tradicionales de servicios. Un ejemplo es recogido en el cuadro 1.1 expuesto por la autora Anita Kon (2004:31), que menciona que entre las tipologías más conocidas y utilizadas mundialmente figuran las de Fisher-Clark y de Funchs. En sus trabajos se pueden encontrar la mayor parte de los datos estadísticos mundiales que se hallan en la clasificación (Fisher-Clark) tradicional de los tres sectores.

Entre los muchos intentos de construir un concepto que se han llevado a cabo, tal vez el primer intento serio de definición de “servicios”, y una de las interpretaciones más extendidas en la actualidad sea el que propuso Peter Hill en un artículo clásico de (1977:318).

Un bien como un objeto físico que es apropiable y transferible entre unidades económicas y un servicio como un cambio en la condición de una persona o de un bien perteneciente a una unidad económica, el cual se origina de la actividad realizada por otra unidad económica.

En esta definición, Hill describe la que denominamos una situación social del servicio, o sea una relación social del servicio en el entorno de una operación de “cambio de condiciones”, deseada o pedida por una unidad económica (consumidor, cliente u usuarios), que recurre para eso a otra unidad económica (prestador de servicio, productor). Hill intenta demostrar la naturaleza técnica del producto de los servicios, su relación con la materialidad. Cabe destacar que en esta definición y de forma distinta a las definiciones clásicas presentadas hasta este momento, se subraya la inmaterialidad de los servicios.

El mérito principal de esta definición es que se basa en características económicas más que en aspectos formales. Se define el servicio a partir de su resultado. Sin embargo, por sí misma, tiene la limitación de que no diferencia claramente bienes y servicios.

La dificultad para encontrar una definición generalmente aceptada se centra en la imposibilidad de satisfacer todo el espectro de actividades que componen el mencionado sector. Así, según Cuadrado Roura y Del Río (1993:53):

(…) con bastante frecuencia, la literatura en torno a los servicios ha eludido su definición y se ha limitado a exponer su naturaleza y características dominantes. Así se explica que todavía no sea posible en la actualidad contar con una definición de común aceptación. Tan sólo se pude hablar de aproximaciones conceptuales que, sometidas a comparación, ponen de manifiesto el cambio de actitud de los estudiosos del sector en línea con su propia evolución.

Cabe resaltar así que el problema se plantea por la ausencia o la carencia de una definición de servicios admitida de una manera universal. Ahora bien, en intentar para su construcción encontramos un gran número de bocetos o proyectos de definiciones realizadas por autores como Hill, Bhagwati, Sampson y Snape, etc. Algunas de ellas son de carácter descriptivo, por lo cual destacan las características de los servicios. Otras son meramente enunciativas y suelen detallar un listado de las actividades que comprenden los servicios. Se observa especialmente el contraste con la producción de bienes. Entre las características más destacadas que poseen los servicios y que los distinguen de los productos se pueden encontrar los trabajos de autores como Sampson y Snape (1986), Bhagwati (1988), Cuadrado Roura y Del Río (1993) y González (1999). De entre ellas destacamos por ser las más permanentemente aludidas.

a) Intangibilidad: esta es la característica más importante de los servicios. Consiste en que éstos no pueden verse, probarse, sentirse, oírse ni olerse antes de su adquisición por los compradores. Esta característica dificulta una serie de acciones que pudieran ser deseables de hacer. Los servicios no se pueden inventariar ni patentar, ser explicados o representados fácilmente, etc., o incluso evaluar su calidad antes de la prestación.

b) Heterogeneidad (o variabilidad): dos servicios similares nunca serán idénticos o iguales. Esto por varios motivos: las entregas de un mismo servicio son realizadas por personas a personas, en momentos y lugares distintos. Cambiando uno solo de estos factores el servicio ya no es el mismo. Incluso esto se observa sólo con la modificación del estado de ánimo de la persona que entrega o del que recibe el servicio. Por esto en la práctica resulta necesario prestar atención a las personas que en nombre de la empresa prestarán los servicios.

c) Inseparabilidad: en los servicios la producción y el consumo son parcial o totalmente simultáneos. A estas funciones muchas veces se puede agregar su venta. Esta inseparabilidad también se da con la persona que presta el servicio.

d) Perecedero: los servicios no se pueden almacenar por la simultaneidad entre producción y consumo. La principal consecuencia de esto es que un servicio no prestado no se puede realizar en otro momento (por ejemplo un vuelo con un asiento vacío en un vuelo comercial).

e) Ausencia de propiedad: los compradores de servicios adquieren un derecho a recibir una prestación, uso, acceso o arriendo de algo, pero no la propiedad del mismo. Después de la prestación sólo existen como experiencias vividas.

Diez años después de la definición anteriormente realizada por los autores citados, varios organismos internacionales se reunieron en 2003 para confeccionar un manual técnico sobre servicios. Siguieron los criterios propuestos en el Sistema de Cuentas Nacionales de 1993, en el que se define la expresión servicios del siguiente modo:

Los servicios no son entidades independientes sobre las que se pueden establecer derechos de propiedad; asimismo, no pueden intercambiarse por separado de su producción. Los servicios son productos heterogéneos producidos sobre pedido que generalmente consisten en cambios en las condiciones de las unidades que los consumen y que son el resultado de las actividades realizadas por sus productores a demanda de los consumidores. En el momento de concluir su producción los servicios han sido suministrados a sus consumidores.

En resumen, de estas definiciones anteriores representativas de un amplio número de servicios cabe destacar por un lado que contribuyen a facilitar la producción y la distribución en comparación con el comercio de bienes y por otro lado los servicios atienden a las necesidades de la vida personal de los individuos. Ahora bien, muchas veces no queda exactamente clara la distinción entre bienes y servicios. Si, por ejemplo, el consumidor se dirige a un restaurante tipo “fast-food”, es posible discutir si lo hace para comprar la comida ya preparada, o para adquirir los servicios de la preparación y distribución de la misma.

Por otro lado, algunos bienes sólo pueden ser consumidos a partir de su disponibilidad conjunta con algunos servicios, como por ejemplo, la compra de un aparato de televisión que está asociada a la disponibilidad de los servicios de transmisión de los programas. En determinados casos, podría distinguirse en la compra de un bien o si este incorpora un servicio y en qué actividad de producción debe ser considerada.

Cuando los problemas y la interacción del sector servicios empiezan ser por sí mismos centro de atención en los debates económicos y al tiempo comienzan a desarrollar estadísticas sobre este sector, surgen la mayoría de los intentos para definirlos, basándose en algunas de las características antes indicadas y empleando un solo criterio entre los indicados. Recordemos así que estos eran, principalmente, las de intangibilidad, perecedero, no almacenable, ausencia de necesidad de contacto entre proveedor y consumidor. Ahora bien, debido a la alta heterogeneidad y complejidad que caracteriza a las actividades de servicios, ninguno de tales intentos fundamentados en la aplicación de lo mismo ha conseguido una aceptación general. Pero, por otra parte, muchos de estos criterios podían quizás adecuarse a las actividades terciarias en épocas anteriores, pero para una visión contemporánea de los servicios no resulta apropiado presentar definiciones que basado en un único criterio como ocurría con alguna de las mencionadas anteriormente

Actualmente existen servicios con un gran soporte en bienes y bienes con un gran soporte en servicios. Lo material y lo inmaterial conviven en muchos productos dentro de los cada vez más extendidos procesos de integración entre bienes y servicios. En este sentido, la creciente integración entre aspectos tangibles e intangibles, formando parte de la producción de bienes o servicios, ha sido tema de discusiones y de propuestas de diversos estudiosos.

En esta línea, el Manual de Estadísticas del Comercio Internacional de Servicios de Naciones Unidas (2003:6) al que nos referimos anteriormente también hace una propuesta de definición que se basa en el Sistema de Cuentas Nacionales (SCN). Dice así:

Hay un grupo de industrias generalmente clasificadas como industrias de los servicios, cuyas producciones tienen muchas de las características de los bienes; es el caso de las industrias relacionadas con el suministro, el almacenamiento, la comunicación y la difusión de la información, el asesoramiento y el entretenimiento en el sentido más amplio de esos términos: la producción de la información general o especializada, las noticias, los informes de consultorías, los programas de computación, el cine, la música, etcétera. Las producciones de estas industrias, sobre las que se pueden establecer derechos de propiedad, se almacenan frecuentemente en objetos físicos –papel, cintas, discos, etc.– que pueden comercializarse como los bienes ordinarios.

Esas producciones se caracterizan como bienes y como servicios, poseen la peculiaridad común y esencial de que pueden ser producidos por una unidad y suministrarse a otra, haciendo posible de esa manera la división del trabajo y la aparición de mercados.

Recoge esta definición la existencia real de una gama de empresas cuya proporción entre productos tangibles y no tangibles resulta variable. Otra definición de servicios se basa en el producto del sistema productivo en que se inserte, o sea, se define un servicio como perteneciente al sistema productivo, el cual se clasifica según las siguientes clases (MURDICK; READER y RUSSELL, 1990:23) .

a) Clase 1 – cuando el producto del sistema es consumido simultáneamente con su producción, como es el caso de un tratamiento médico, peluquería, cine, entre otros;

b) Clase 2 – cuando el producto del sistema es la información o energía que pueden ser almacenadas en algún equipo para ser usadas posteriormente, como es el caso de una empresa auxiliar que almacena resultados de búsquedas en archivos, CDs, y los vende en otro periodo de tiempo, o una empresa de distribución de gas embotellado;

c) Clase 3 – El producto del sistema es suministrar actividades de apoyo que faciliten las actividades de otra empresa o familia, como sucede en el caso de decoración de interiores, actividades financieras, consultoría, transportes y comunicaciones, entre otras. En la mayor parte de las veces, la definición de las actividades de servicios se formula como complemento de las actividades económicas de un sistema productivo, como residuo o actividades que no forman parte de los sectores manufacturero y primario de extracción vegetal y mineral.

Los servicios se han contemplado como productores de productos intangibles y perecederos (dado que son consumidos en el acto de la producción y no pueden ser almacenados); pero, en ciertos casos como el de una obra de teatro, los efectos del servicio pueden ser disfrutados por el consumidor durante mucho tiempo después de su producción. Por otro lado, en otros casos existe un alto contacto entre consumidor y productor (físicamente o a través de constante comunicación remota) y frecuentemente el consumidor participa en el proceso de producción del servicio (clases de gimnasia, restaurantes). De esa forma las actividades no siguen obligatoriamente un régimen rígido establecido. La mayoría de las veces obedecen a la demanda momentánea del consumidor; pero en otros casos como la mayor parte de los servicios públicos, están disponibles para el usuario continuamente, incluso cuando no son directamente utilizados.

En este sentido, de las líneas sintéticamente presentadas hasta ahora podríamos obtener la idea de que bienes y servicios no son independientes entre sí, sino que existe una relación entre ambos. Cuadrado Roura (1999) hace referencia a esa relación como resultado del crecimiento experimentado en la producción de bienes industriales a consecuencia del incremento de los servicios. De esa forma, un aumento en los servicios llevaría a un crecimiento en los bienes industriales. Cabría resaltar de las líneas anteriores de manera general que en casi todas las distinciones que los autores han realizado entre servicios y bienes hay excepciones y anomalías, de forma que ninguna de las definiciones hasta ahora ha alcanzado gran consenso dentro de la literatura económica. Con esta salvedad, considero que una de las mejores definiciones encontradas en el desarrollo de esta tesis fue la descrita por Cuadrado y Rubalcaba (2000:40-41): “en realidad, los servicios – en general – vienen definidos por la función que desempeñan en la sociedad y, por ello, ofrecer una definición no supone más que un mayor esclarecimiento de aquellos elementos que conforman su peculiar fisonomía económica”.

Finalizaremos este apartado teniendo muy presente la visión de la heterogeneidad de la naturaleza de los servicios y la posibilidad de criterios diferenciados respecto a su clasificación. Las discusiones al respecto continúan, incorporándose a ellas una visión más adelantada de la variedad de los servicios nuevos e innovadores que están surgiendo en la actualidad, a partir de la innovación tecnológica, del aumento de la participación del consumidor en las operaciones de servicios, y de la creación de nuevas necesidades resultantes de la globalización económica, verificada intensamente desde la década de 1980. Así D. S. Meirelles (2006:134) en las consideraciones finales del trabajo recogido en la nota y de esta sección se refiere a esta discusión y presenta sobre el concepto de servicios una conclusión:

(…) el análisis conceptual de los servicios consiste en entender que el servicio es fundamentalmente diferente de un bien o de un producto. Servicio es trabajo en proceso, y no el resultado de la acción del trabajo; por esa razón fundamental, no se produce un servicio, sino que se presta un servicio. Esa perspectiva del enfoque conceptual alienta cambios significativos en el tratamiento dado hasta el momento a estas actividades, tanto en términos de clasificación y cuantificación (…) como desde el punto de vista de su papel en la dinámica económica.

La evidencia sobre el avance de la economía de servicio

El sector servicios históricamente, como hemos señalado, ha estado transicionalmente marginado en el estudio de la economía. Pero, sin duda, la expansión de la Economía de Servicios constituye uno de los cambios más importantes registrados en las economías mundiales a partir de la segunda mitad del siglo XX. Anteriormente, hemos de insistir en que sus actividades eran consideradas como "no productivas" y definidas como residuales, es decir, todo las referentes a lo que no pertenece a la industria o a las actividades agrícolas. Sin embargo, el crecimiento de la participación de sector servicios en la cifras de empleo de las economías nacionales y el valor añadido por el mismo, junto con la aparición y desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación como un vector para la innovación en otros sectores de la economía, han llevado a una mejor comprensión de las especificidades de las actividades de servicios y a que estos ganaran más prestigio en el orden académico de la economía.

De esta forma, la importancia del sector servicios en la variable empleo, vértice en todos los estudios actuales de las economías nacionales y su presencia en los sectores más dinámicos y en los productores de insumos para la industria han llevado a justificar la pertinencia del desarrollo de estudios que contribuyendo al conocimiento del sector la harían aun más destacado. Así, el profesor Cuadrado Roura (2003:275) alude en su estudio a la existencia de un mayor número de trabajos y estudios realizados sobre el sector servicios: “el lector interesado cuenta con una bibliografía cada vez más abundante sobre los problemas del sector, en general, así como estudios específicos referidos a algunas de sus ramas de actividad”.

Cabe señalar así que el sector servicios ha ido adquiriendo una importancia creciente dentro de la economía mundial. Ha de resaltarse nuevamente su importancia para la generación de empleo especialmente en actividades novedosas. Ha de destacarse que las empresas de esta rama están involucradas directamente en la revolución tecnológica propiciada por las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), que son, sin duda, un sector muy heterogéneo, que incluye pequeñas y grandes empresas. A la vez, es un campo de estudio que todavía está en vías de investigación. A efectos de este trabajo destacamos que Brasil es un bueno ejemplo de la afirmación anterior.

También encontramos posiciones negativas en el tratamiento de la importancia de los servicios. Entre ellas debemos insertar el influyente texto de Baumol que contribuyó en gran medida a generar la opinión de que el crecimiento de este sector llevaría a la disminución de la productividad de la economía. La lectura sobre la innovación en el texto de Baumol igualmente presenta una visión negativa sobre las actividades de servicios, las cuales serían incapaces de proporcionar innovación.

Esta opinión negativa sobre el sector servicios ha esbozado sus orígenes, como se ha subrayado en el epígrafe 1.2, a partir de las obras de los economistas clásicos. Como apunta D. S. Meirelles (2006:121), “Adam Smith no consideró las actividades de servicios como productivas, sino de baja rentabilidad”. Para esta autora, Karl Marx avanza significativamente en relación a Smith, porque considera que todos los servicios cuyo proceso de producción se den sobre la base de producción capitalista son productivos, independientemente de que los resultados de este proceso sean tangibles o intangibles. Ahora bien, para los utilitaristas, a su vez, todos los servicios, como creadores de valor, son considerados productivos. También señala A. Kon (2004:18-19) que la visión keynesiana define cualquier actividad que merezca una recompensa monetaria como útil y productiva. La visión schumpeteriana considera que los servicios son complementarios y relevantes para el consumo, siendo este último el objetivo principal de la producción y, por tanto, esencial para la actividad productiva.

Como resumen de estas opiniones de autores de los siglos más recientes, habríamos de destacar que no es preciso esforzarse en señalar que hasta no hace mucho tiempo los estudios económicos habían considerado que el sector servicios tenía muy escasa relevancia en la economía de los países. Esta opinión, como hemos visto, se ha modificado y hoy, en cambio, se atribuye al mismo un papel destacado. Ello se debería a diversos factores. Así, se ha destacado que agregan valor al producto de la economía, bien al generar remuneraciones por el trabajo, o bien la formación de la excedencia operacional o lucro . La capacidad de generar productos y empleo por parte de este sector se pone de manifiesto cada vez más en las economías avanzadas o en proceso de expansión, (en estas últimas que no alcanza los niveles tan significativos de las economías desarrolladas), pero en todo caso poniendo de relieve el papel desempeñado por este sector en la economía moderna, que tiende a caracterizarse más como una economía de servicios, que se correspondería con la evolución socioeconómica postindustrial .

El término de “economía postindustrial” es ampliamente utilizado para describir una economía de servicios que se asocia al desarrollo de una economía manufacturera. Esta transformación ha sido experimentada en la realidad por la mayor parte de los países. Pero recordemos que la Economía de Servicios no fue vista siempre como deseable por los estudiosos, que tradicionalmente han considerado a la industria como el “motor del crecimiento”. Muchos autores defienden la idea de que los recursos empleados en el sector servicios no generan el mismo grado de desarrollo económico que los empleados en las manufacturas, pues serían menos productivos e implicarían menores rendimientos. Esas afirmaciones se basan en investigaciones empíricas realizadas entre otras por Murdick; Reader y Russell (1990:3). En contraposición, autores como Cuadrado Roura (2003:274) en uno de sus trabajos afirma que el sector servicios es mucho más estable que el manufacturero.

Especialmente si se compara con la industria manufacturera, uno de los rasgos más destacables de los servicios es que sus principales ramas de actividad han sido y son creadoras de empleo. Otra característica a destacar es que, cuando se analizan los ciclos de las economías, el comportamiento de este sector es mucho más estable que el de la industria y contribuye en alguna medida a la suavización de las fluctuaciones cíclicas de las economías (…)

Quizá la consideración más fiable acerca del desarrollo de la Economía de Servicios esté relacionada con los cambios estructurales presentes en la historia económica a lo largo del siglo XX y, principalmente, en los cambios registrados en ella respecto a las actividades de servicios. En el ámbito económico, el gran desarrollo industrial de la postguerra desplazó los estudios acerca de las actividades de servicios a un segundo plano. Sólo a mediados de los años 1970, cuando se produce una desaceleración de los procesos de urbanización y de industrialización y paralelamente a este proceso económico, se presenta un paulatino desplazamiento del centro de atención de los analistas económicos desde el sector secundario al terciario y consecuentemente surgen nuevos estudios dirigidos a una mejor comprensión del sector servicios.

De esta forma, superada una primera etapa en la que la importancia del sector servicios era minusvalorada y la literatura sobre el tema era más bien escasa, la crisis del petróleo puso de manifiesto la magnitud creciente del sector servicios y la necesidad de estudiarlo a fondo, llegándose en la década de los 1980 al inicio de un período de gran fertilidad que todavía perdura, como afirman Cuadrado Roura y Rubalcaba (2000:32):

Si los servicios tienen hoy un mayor interés entre el público, en general, y entre los estudiosos y hacedores de política económica, en particular, es porque ya no se les considera, como antaño, actividades “improductivas” en relación con el crecimiento económico.

Los estudios y la evolución del sector terciario de una economía están relacionados, por un lado, con factores intrínsecos al desarrollo de esas actividades, particularmente en lo que se refiere a la demanda de servicios en la economía, en la que los servicios se “desgajan” de los bienes y, por otro lado, con el comportamiento de factores exógenos. Entre estos condicionantes externos cabe resaltar:

- el volumen y la velocidad de liberación de la mano de obra de actividades agrarias, la cual se dirige a las propias de áreas urbanas;

- la evolución cuantitativa y cualitativa de las actividades del sector secundario, que requieren la ampliación y la modernización de actividades de complementariedad, especialmente de servicios;

- la capacidad del sector secundario del país para absorber la mano de obra liberada de la agricultura;

- la generación de un excedente operacional de otros sectores económicos que debe ser reasignado a las actividades de servicios,

- la existencia de una infraestructura económica concentrada en una región, que ofrece economías externas para la localización de nuevas actividades económicas.

Dentro de estas condicionantes son sobradamente conocidos los resultados derivados de la sectorialización tripartita de las actividades económicas (La clásica distinción entre sectores primario, secundario y terciario). Pero esta, en un primer momento, carecía de capacidad explicativa de las continuas transformaciones del sistema productivo, particularmente las referidas al fenómeno de la terciarización. En una segunda fase, persistía una equívoca interpretación de la evolución económica en términos darwinistas muy elementales: sustitución, irreversibilidad y coherencia. Y en una tercera etapa, mejoraría su contribución a la construcción de las ideas y teorías postindustriales, basadas en el desplazamiento sectorial del empleo y, fundamentalmente, en la firme convicción de que tal cambio era la señal del progreso económico como señalan García y Menéndez (1992:14): “estas creencias contrastaban con el comportamiento de las llamadas economías avanzadas, a mediados de los setenta, donde la terciarización se aceleraba e intensificaba en un contexto de bajo crecimiento económico”.

Entre los factores exógenos explicativos del crecimiento de los servicios se encuentra un apoyo en la capacidad del sector terciario de una economía para absorber mano de obra oriunda de otros sectores, tanto la no cualificada cuanto la cualificada, y en la posibilidad del sector de expandir las actividades informales en periodos de menor actividad económica o de recesión. Igualmente se amplía y se relaciona el estudio del crecimiento de los servicios con los estudios sobre crecimiento económico (definido de esta manera u otras como desarrollo, progreso, etc.)

Para Fisher (1939), uno de los primeros autores interesados en explicar la evolución de la economía real de su tiempo, el progreso económico se manifiesta a través del trasvase de mano de obra del sector primario al secundario y de este al terciario (servicios), constituyendo un proceso irreversible, que sería el centro de atención de la teoría de los estudios del desarrollo. Según la perspectiva de Clark (1940), señalara la división tripartita de esta servir para construir una teoría general sobre la composición y tendencias de la población activa. A pesar de este propósito, la distinción propuesta resultó ser meramente descriptiva y nada explicativa, sobre todo porque este autor también definía el sector terciario como un sector residual (lo que no era ni agricultura ni industria) y donde tenían cabida actividades muy variadas, unas intensivas en capital, otras en mano de obra, unas destinadas al consumo final, otras al consumo intermedio, etc. De este modo, los trabajos pioneros indicados contribuyeron a consolidar la ambigüedad y la falta de un tratamiento económico propio para las actividades de servicios, en línea con el concepto al que anteriormente nos hemos referido.

Se consideraba así el papel del sector terciario en el discurrir del desarrollo económico de la sociedad en las fases iníciales del proceso, poniendo de manifiesto la idea de la relación de los procesos de urbanización con el crecimiento de las actividades de servicios. Ello denotaría el inicio de cambios en la estructura productiva, característica de la transición de un sistema económico de baja productividad per cápita a otro de productividad más elevada.

El cambio de la producción rural en los países más adelantados es al mismo tiempo causa y efecto de la reasignación del excedente de capital acumulado en las actividades primarias a otras actividades más rentables y constituye otro factor característico del desarrollo de la economía de servicios. En Brasil ésta es una característica a considerar en las explicaciones del reciente crecimiento del sector servicios. En efecto, este no puede ignorar los problemas estructurales históricos del país. La gran concentración de la propiedad de la tierra y la falta de crecimiento industrial para absorber el aumento del número de trabajadores y la creciente urbanización, ha llevado a la población que no tiene alternativas en el ámbito rural al empleo en las actividades urbanas de baja capacidad, tales como el comercio y los servicios de baja cualificación o subempleos.

Se discute en la literatura económica, [por ejemplo, Almeida y Silva (1973), De Negri y Kubota (2006), Dedeca y Montagner (1992), Kon (1992, 1996, 2001 y 2004) y Matias (2006)] el papel de las actividades secundarias en cuanto inductoras del desarrollo. Hacia ella se dirigen inicialmente el capital y la mano de obra oriundos del medio rural. La dinámica de transformación en la estructura productiva iniciada se difundiría posteriormente hacia el sector terciario de la economía. Este fenómeno se ha comprobado ampliamente en los países más desarrollados, pero algunos teóricos defienden la idea de que en economías en desarrollo los emigrantes rurales se dirigen primeramente al sector terciario, a actividades que no exigen alta capacitación, en el sentido de adquirir la preparación adecuada para asumir actividades que necesitan mayor conocimiento, y a desplazarse posteriormente al sector secundario.

Por otro lado, se reconoce ampliamente que existe un límite para la velocidad de ampliación de las inversiones en las actividades secundarias y para la consiguiente absorción de la mano de obra en este sector, particularmente en los países menos desarrollados en razón del propio tamaño de los mercados interno y externo para el consumo de los productos manufacturados, así como por la rigidez de los coeficientes técnicos de las funciones de producción y por la notoria incapacidad de ahorro interno necesario para la evolución hacia los sectores más dinámicos.

Pero cabe destacarse que, si las actividades terciarias se desarrollan generalmente atendiendo a las funciones de intermediación complementarias de los sectores, en diversas situaciones se amplían porque a ellas se asignan el capital y la mano de obra excedentarios, que no encuentran oportunidades en los otros sectores. En estos casos tales actividades buscan su propio mercado. Para ello concurren la naturaleza de los servicios ofrecidos, que se encuentran en una gama que se extiende desde el proceso de producción más moderno y capital intensivo al proceso más tradicional, cuyo único factor de producción empleado es el trabajo de baja cualificación.

En la evolución ha de destacarse en la actualidad que se pone un especial énfasis en el estudio de las economías que se dirigen hacia la “economía de servicios”, o hacia la “industria de servicios”, examinando para las transformaciones que ocurren en la denominada “Economía Industrial”, o sea en el contexto “Post-Industrial”, que tienen lugar en gran parte de las economías en fase de desarrollo y en las desarrolladas. Un estudio hecho por la OMC (2006:8-9), concluye que se ha producido una considerable evolución durante el período comprendido entre 1990 y 2001, un significativo desplazamiento del empleo desde los sectores primario y secundario al sector de producción de servicios. En ese lapso de tiempo la participación del valor añadido de los servicios en los PIBs de los países ha tendido a aumentar significativamente y de forma paralela al nivel de ingresos de los países, como afirma el documento señalado:

(…) siendo del 71 por ciento en los países de ingresos altos (del 75 por ciento los Estados Unidos) y del 55 por ciento y el 47 por ciento, respectivamente, en los países de ingresos medios y bajos. Incluso en este último grupo de países, la producción de servicios es en general una actividad económica básica, cuya contribución al PIB es superior a la de la industria y la agricultura (…)

Al estudiar y destacar esta evolución, hemos de señalar que el término “Economía de Servicios” ha abierto el camino a la percepción del relevante papel de las actividades que suponen las mismas en la generación de la renta y riqueza de las economías. Este nuevo papel trae consigo la necesidad de reformulación de antiguos conceptos y un mejor entendimiento de la complejidad del sector y la naturaleza de las relaciones con los otros sectores económicos y los agentes que contribuyen a la producción y el consumo de los servicios, intercambios éstos que asumen una diferente connotación cuando se comparan con la economía basada en el desarrollo industrial.

Los cambios sectoriales de los factores de producción en dirección a las actividades terciarias en las fases iníciales y secundarias de los procesos de desarrollo se hacen por medio de su concentración en espacios económicos delimitados, en el sentido de propiciar economías externas tanto a otras empresas como a la colectividad. Esa concentración favorece la modernización económica, al disminuir los gastos y acumulaciones cuando las actividades reúnen un fondo común, y al diseminar el crecimiento por el resto de la economía a través de canales específicos.

Más allá de esos factores, las transformaciones significativas por las que pasaron las economías en el proceso industrial, particularmente tras la Segunda Guerra Mundial, tuvieron consecuencias considerables en el proceso de terciarización asociado al desarrollo económico global. El proceso de concentración y centralización de la riqueza exigió una reestructuración en la administración y en el control de las empresas, implicando la necesidad de creación de una red de empresas de servicios auxiliares que constituyeran la base de nuevas formas de organización. En segundo lugar, la internacionalización del capital por medio de la “multinacionalización” de las empresas aumentó la demanda de servicios externos para las mismas (actividades financieras, de contabilidad, de asesoría jurídica, etc.), de apoyo a su financiación y ello tanto en los países de origen como en los países huéspedes.

Aun más, con el desarrollo de la alta tecnología o tecnologías de punta, seguido por la creación de empresas sectoriales y la creciente complejidad de los sistemas organizacionales en las grandes empresas, éstas han recurrido al “outsourcing” de los servicios, lo que también han conducido a un crecimiento de la Economía de Servicios.

En este sentido, y teniendo en consideración la importancia en este trabajo de la perspectiva de clasificación de los servicios, se hace necesario realizar un estudio de clasificación sectorial de los servicios para ser identificado al largo de sus etapas de realización de trabajos dentro de los procesos económicos. Podemos ver, analíticamente, en el cuadro 1.2 que la prestación de servicios se puede clasificar en tres niveles, diferenciados conforme el proceso económico en el cual están involucrados. Así Meirelles (2006) distingue su papel en los procesos de trabajos puros, en los procesos de transformación y producción o en los procesos de cambio y circulación.

A ellos, como señala Díaz Mier (2008:94) hay que añadir la incorporación de buen número de servicios a los productos, implicando así partes importantes del valor del producto físico cuestiones relacionadas con su diseño, la logística, el marketing, la propiedad intelectual, etc.

También respecto a los servicios han sido identificadas características de multimodalidad y de multifuncionalidad que responden a factores intrínsecos propios. La multimodalidad sería el resultado de las diferentes modalidades de suministro de los servicios mientras que la multifuncionalidad haría referencia a que los servicios pueden cumplir simultáneamente distintas funciones como las que se relacionan directamente con el consumidor final y los servicios estructurales.

Por otra parte el crecimiento del sector servicios revela una situación de cambio estructural análoga a la que ocurre en la fase de reorganización de la economía rural hacia la industrial. Así, algunos autores llaman la atención sobre el hecho de que, en algunas sociedades, los cambios importantes en dirección a la tercerización ocurren con más énfasis en el empleo y no en el producto.

En mayor o menor grado y con diferencias que responden a las particularidades de cada país, el sector servicios hoy, en el siglo XXI, es el predominante en el conjunto de las economías. En este sentido, la evolución de cada economía ha sido diferente y la importancia de los sectores primario y secundario es diversa pero siempre bajo una condición común: el progresivo abandono de estos sectores para concentrar la economía en el sector terciario .

Los Servicios en el contexto Internacional

Como citamos anteriormente en las últimas décadas el interés que han despertado los servicios desde el punto de vista económico ha sido notable. Las actividades consideradas dentro del sector terciario se han incrementado y han pasado a constituirse en elemento generador de riqueza para las economías, con una participación muy importante expresada en porcentajes del PIB.

Hay que destacar que en la actualidad se le atribuye al sector servicios un papel destacado en la economía mundial por la expansión que han tenido los servicios en la estructura productiva de las economías avanzadas y en desarrollo, como es el caso de Brasil, y la capacidad del sector para generar empleo. En la actualidad, los servicios representan más de dos tercios del producto interno bruto (PIB) mundial. La parte del valor añadido de los servicios en el PIB tiende a aumentar significativamente con el nivel de ingresos de los países, siendo del 71 por ciento en los países de ingresos altos (del 75 por ciento los Estados Unidos) y del 55 por ciento y el 47 por ciento, respectivamente, en los países de ingresos medios y bajos (OMC, 2006). El sector de los servicios es uno de los que más ha crecido en las economías avanzadas.

Simultáneamente, y en el mismo sentido de crecimiento, se ha originado en los últimos años una expansión del comercio internacional de servicios, asociada a los avances en las tecnologías de la información y de las comunicaciones, que son fundamentalmente servicios en la definición tradicional de estos. La propia OMC (2006:11) menciona al hacer referencia a este cambio.

El marcado crecimiento del comercio de servicios estuvo acompañado de cambios significativos en la estructura de los servicios objeto de comercio. Entre otros factores, la revolución de la comunicación eliminó obstáculos importantes a la prestación internacional de una serie de servicios, al ofrecer los medios de suministrarlos a distancia.

Teniendo en cuenta la importancia que los servicios tienen en el funcionamiento de las economías y las nuevas situaciones que plantea el intercambio de los servicios en el contexto internacional, el comercio de servicios se presentaba como una temática nueva a desarrollar, no contando con una normativa específica. Por otra parte, los países no han podido permanecer al margen de los cambios que paulatinamente se han producido tanto en su interior como al incrementarse los intercambios internacionales de servicios. Esta preocupación por las cuestiones del comercio internacional de servicios (KIERZOKOWSKI, 1986) se ha visto reflejada en la necesidad de elaborar una reglamentación a nivel internacional que tendiera a dar un ordenamiento a esta nueva realidad.

Sin duda, el comercio internacional de servicios ha pasado a ser un tema a considerar desde distintos puntos de vista (académico, de negocios, etc.), no sólo por ser una materia nueva que se incorporaba al ámbito de las negociaciones comerciales con normas de carácter universal, sino también porque los servicios objeto de transacción internacional constituyen un eje principal alrededor del cual se observan una serie de aspectos que trascienden la pura normativa legal. Y no ajeno a esto, las primeras valoraciones sobre el tratamiento de las actividades de servicios en las primeras publicaciones relevantes de carácter económico parten de los mercantilistas; pero conviene recordar que muchos servicios tenían entonces un desarrollo muy incipiente y que su importancia desde el punto de vista social tampoco es comparable con la que gozan en la actualidad (CUADRADO ROURA y DEL RÍO, 1990).

Aunque desde tiempos muy remotos existían actividades de servicios ligadas a las transacciones de mercancías entre naciones: el transporte, la financiación, el seguro (DÍAZ MIER, 1990). A partir del desarrollo tecnológico en los sistemas de transportes (desde el siglo XVI) fue posible en las naciones la intensificación de sus interrelaciones económicas, ampliando el acceso a los insumos y a los mercados y trayendo como resultado la internacionalización económica (KON, 2006b). Sin duda, las aportaciones posteriores de los mercantilistas son las principales para el comercio internacional (bienes y servicios) que hoy conocemos.

Abundando en el tema de los movimientos internacionales de servicios y en relación con el tema ya mencionado de las contribuciones de las vertientes económicas, como citamos en el epígrafe 1.2, las principales aportaciones sobre servicios parten de A. Smith. Aunque se mostrara poco interesado, y al mismo tiempo crítico, con los servicios, hay que subrayar que sus ideas contribuyeron significativamente a que se desarrollase un cierto debate teórico sobre el valor económico de los servicios. Entre tanto, los economistas clásicos seguían con la tesis de que los servicios son improductivos por su forma de tratamiento, como subraya Díaz Mier (1990:84): “La primera tendencia tradicional, hoy superada, fue considerar todas estas actividades y su impacto en las relaciones económicas entre naciones como apéndices del comercio de mercancías, aplicándoles, en consecuencia, el mismo o similar tratamiento analítico”.

En el siglo XIX, y con el preludio de las ideas de los economistas neoclásicos, o más precisamente entre mediados del siglo XIX y 1930, es cuando los economistas generan ideas y planteamientos que supondrán el abandono del debate sobre el carácter productivo o improductivo de los servicios, y el acercamiento a un tipo de enfoque cada vez más adecuado a la realidad (CUADRADO ROURA y DEL RÍO, 1990) . Pues, como cita Kierzkowski (1986), el enfoque moderno del papel de los servicios en la economía comenzó en este periodo con el desarrollo de la tesis de las etapas económicas elaborada por la escuela histórica alemana, principalmente en la figura de Friedrich List , que desempeñó un papel fundamental en este movimiento intelectual, que, a diferencia de la escuela clásica, consideraba al desarrollo de los servicios como un signo de progreso económico y social. Pues según Kierzkowski (1986:86) “List no dudaba de que una sociedad que crease unos sectores manufactureros y de servicios fuertes alcanzaría el más alto nivel de desarrollo económico”.

En este sentido, la internacionalización que, desde los siglos pasados tenía un carácter de intercambios comerciales de mercancías, se intensificó en la segunda mitad del siglo XIX, principalmente con el desarrollo de la industria en Europa y el proceso extremadamente rápido de la concentración de la producción, y se transformó, en estas circunstancias, en la internacionalización del capital financiero, resultado de la acumulación del capital de los Bancos, que pasan a actuar no solamente como intermediarios, sino también como monopolistas del capital-dinero, de medios de producción y de materias primas en varios países, agrupándose con las empresas del proceso productivo (KON, 2006a).

Sin embargo, es a partir de los años treinta cuando los servicios y los intercambios internacionales pasaran realmente a ser objeto de consideración autónoma dentro del análisis económico, bajo la denominación genérica de “sector terciario”. Tres autores contribuyen de forma decisiva a impulsar este giro, como citamos en el epígrafe 1.2, en el tratamiento de los servicios: Allan Fisher, Colin Clark y Jean Fourastié (BHAGWATI, 1987; CUADRADO ROURA, 2003; CUADRADO ROURA y DEL RÍO, 1990 y MAROTO, 2007), y podremos apreciar la expresión de Maroto (2007:28):

(…) los planteamientos pioneros de Fisher, Clark y Fourastié, que constituyen el punto de inicio de las modernas aproximaciones sobre el sector servicios. Estos autores reorientan sus trabajos hacia la casi total desaparición de las fronteras entre bienes y servicios. Así, todo es productivo.

De hecho, como citan algunos autores (CUADRADO ROURA y DEL RÍO, 1990; DEL RÍO, 1988; DÍAZ MIER, 2008 y KON, 2006a y 2006b), el interés por los servicios como actividad económica y social se ha manifestado en diferentes ámbitos. Por una parte, coincidiendo con una etapa de concentración de los excedentes de capital que, en gran parte, son exportados, se originó en una nueva etapa de desarrollo industrial, que ya en el siglo XX se ve a través de inversiones directas de las grandes empresas en el exterior en la producción de materias primas y de productos manufacturados en busca de mercados más amplios, menores costos de los factores productivos y, de modo general, mayor retorno del capital invertido.

Particularmente después de la segunda Guerra Mundial, una parte de los países hasta entonces menos desarrollados, fueron también conducidos a un proceso de industrialización y a una nueva división internacional del trabajo, que conservó la desigualdad estructural ya consolidada anteriormente, resultante del monopolio del nuevo desarrollo científico y técnico. Así, los Estados se han visto obligados a replantear sus formas tradicionales de intervención en un mundo al que habían tratado desde una consideración tradicional del concepto de soberanía.

Por otra parte, desde el ámbito empresarial, no sólo la extensión de las empresas multinacionales, sino también las cuestiones relacionadas con la organización y las estrategias, impactadas por la revolución en los sistemas informativos, contribuirían también a despertar y aumentar el interés por los temas relacionados con los intangibles. No obstante, con la continuidad de los avances tecnológicos de los transportes y comunicaciones de la postguerra, el propio aparato productivo de las empresas se mueve para el exterior, inicialmente con la internacionalización de la producción de productos.

En efecto, la producción o fabricación de un producto requiere, cada vez más, trabajo inmaterial, e incorpora así una cantidad creciente de actividades de servicios (BAILLY y MAILLAT, 1990). En este sentido, las relaciones económicas internacionales se incrementaron substancialmente , y varios países (23 países) las institucionalizaron en 1947 dentro de un sistema de cooperación internacional , establecido a partir de Bretton Woods, con la formación del GATT, hoy OMC, para abolir las cuotas y reducir los aranceles y con el objetivo de fijar normas referidas al comercio de bienes a nivel internacional (MORA, 2002) y, según Daniels et al. (2004), muchos consideran que la contribución del GATT a la liberalización comercial permitió la expansión del comercio mundial en la segunda mitad del siglo XX.

A partir de finales de los años sesenta, particularmente con el avance de la microelectrónica y de la tecnología de la información, en algunos sectores el proceso de producción se internacionaliza, con el desarrollo de cada parte del proceso en una diferente zona del mundo (KON, 2006b), o sea, el camino de su internacionalización es su movilidad, que viene como consecuencia de que el mundo se encuentra cada vez más y mejor conectado a través de las redes de telecomunicaciones (DÍAZ MIER, 2008). En la década de los setenta, precisamente en 1973 , se inicia la Ronda de Tokio (1973-79), “con 99 países participantes” (DE LA CRUZ y ROMERO, 2004). El gobierno de los Estados Unidos tomó la iniciativa de situar los servicios entre los temas a negociar en ella, pero los materiales estadísticos necesarios para efectuar cálculos sobre los efectos de una eventual liberalización eran prácticamente inexistentes (DÍAZ MIER, 2008).

En este marco, desde la década de 1980 se configuró una nueva etapa más avanzada y veloz de las transformaciones tecnológicas y de acumulación de capital, intensificando la internacionalización económica, social, cultural y política. Esta década estuvo marcada por el fin de las políticas de sustitución de las importaciones y el fenómeno de la globalización . Esta intensificó el mercado mundial y se difundió con mayor velocidad en la década de los 90, marcando un proceso histórico de la internacionalización del capital (KON, 2006b).

Ventura-Dias et al. (2003:9) hacen una interesante reflexión sobre la globalización y los servicios.

Es sorprendente que en la abundante literatura acerca de la globalización económica existan escasas menciones a los servicios, aunque sea evidente que en cuanto al movimiento transfronterizo de bienes y servicios, la globalización económica es inseparable de los servicios de transportes, de telecomunicaciones, seguros y de los servicios financieros. Asimismo, las innovaciones organizacionales del tipo “just in time”, la fragmentación del proceso productivo, el comercio de productos intermedios, y la producción internacional requieren soluciones de logística de transportes, de gestión y de manejo de inventarios que son suministradas en gran parte por empresas de servicios independientes.

En el camino al desarrollo tecnológico y al proceso de globalización económica en la década de los 1990, mencionado anteriormente, nuevas formas de competición entre empresas y sistemas económicos se modelan y prevalecen en diversas ramas. Desde el punto de vista comercial, la globalización proporciona el desarrollo de semejanzas en las estructuras de la demanda y homogeneidad en la oferta de los países. Y este proceso fue intenso sobre la naturaleza y la división nacional e internacional del trabajo y particularmente sobre la condición de internacionalización de los servicios (KON, 2006a). Estos servicios aseguraron la correlación entre los canales de producción y distribución, desempeñando un papel relevante en el flujo en la economía internacional.

No obstante, grupos sofisticados de servicios están substituyendo las actividades manufactureras tradicionales como sectores líderes de las economías avanzadas y posiblemente también en las economías en desarrollo. Entre tanto, se ponen al descubierto los tipos de complementariedad entre el sector de producción de bienes y el sector terciario que permiten comprender la organización actual del sistema productivo, viéndose, en primer lugar, que industria y servicios no se desarrollan independientemente.

Así, con la aceleración de la globalización, la política económica de cada país pasa a estar grandemente condicionada por factores externos, buscando atender los objetivos de la competitividad internacional y de la participación activa en el proceso de interlocución mundial. En cada economía nacional, la velocidad de la internacionalización de las actividades, en gran parte, está influenciada por las políticas internas compatibles con los requisitos del incremento de los flujos entre países. En realidad, las exportaciones e importaciones de servicios son partes importantes en el proceso de internacionalización a medida que los mercados globales se tornan más relevantes para las relaciones económicas. Tal proceso exige transformaciones en las infraestructuras económicas de los países, principalmente por medio de actividades de servicios, lo que conduce a un estímulo al desarrollo y al incremento de las oportunidades de empleo (KON, 2006b:22).

Como resumen de esta discusión y en gran parte como consecuencia de la internacionalización los servicios empiezan a recibir la debida atención de los analistas, en función de su relevante papel en la generación de ingresos y de empleo, además de su rol estratégico en la coordinación de las actividades económicas, que respaldan el progreso de fragmentación productiva e integración por el comercio y las inversiones. Si bien tradicionalmente los servicios se caracterizaban como intangibles, en oposición a los bienes, que son tangibles, la evolución tecnológica y la digitalización han permitido que, a pesar de permanecer la intangibilidad de los servicios, actualmente las empresas proveedoras pueden entregar sus productos ya sea bajo una forma física (el caso de los programas de informática), o en forma electrónica (sin que sea necesario el acto simultáneo de la producción y el consumo del servicio). Así, el suministro de servicios ha asimilado las características de racionalización y organización de las manufacturas, lo que ha permitido el surgimiento de verdaderas industrias de servicios.

Asimismo, el papel de los servicios parece haber sido fundamental para explicar el éxito de algunos países en el proceso de incorporación de innovaciones, propias o adaptadas, a la producción de bienes y otros servicios. Estas incorporaciones se traducen, a su vez, en nuevas oportunidades para una inserción de calidad en los flujos dinámicos del comercio.

Consideraciones finales

Al examinar la literatura contada sobre el sector servicios si han puesto de relieve: su intangibilidad, heterogeneidad, inseparabilidad, carácter perecedero y ausencia de propiedad. Hemos puesto de notoriedad la evolución que los estudios han experimentado a lo largo de los siglos. En efecto los servicios han pasando de ser considerados improductivos en el pensamiento económico a ser el sector más dinámico en las economías desarrolladas, si bien con grandes diversidades y número de clasificaciones debido a su naturaleza compleja.

De esta forma la mayoría de los estudiosos que han terminado por proponer una clasificación propia, o por adherirse, con reservas, a alguna de las principales clasificaciones propias utilizadas. Los intentos de llegar a una clasificación de las actividades de servicios no resultan fáciles y viene marcado por algunos principios como por la dificultad de establecer distinciones entre actividades cuyas fronteras no siempre están bien definidas con el deseo de aproximarse a la realidad según los objetivos del estudio propuesto, y para el realismo que terminan por imponer las principales clasificaciones estadísticas de los organismos internacionales.

El sector servicios después de la Segunda Guerra Mundial ha presentado en el nuevo escenario mundial un crecimiento significativo. Con la incorporación de las nuevas tecnologías en especialmente con el sector servicios ha cambiado su consideración en los intercambios internacionales y fue y sigue siendo ámbito de grandes discusiones en las negociaciones bilaterales y principalmente en la multilateral de la OMC. Resaltamos el interés que han despertado los servicios desde el punto de vista económico a no constituir así un tema extraño, puesto que los mismos han pasado constituir en generador de riqueza.

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