Dr. José Francisco Bellod Redondo (CV) Para citar este artículo puede utilizar el
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Bellod Redondo,
J.F.: “Inflación reprimida y
racionamiento: un análisis microeconómico" en Contribuciones a la Economía,
noviembre 2007. Texto completo en http://www.eumed.net/ce/2007c/jfbr-infl.htm
"Contribuciones a la Economía" es una revista
académica con el
Número Internacional Normalizado
de Publicaciones Seriadas
ISSN 16968360
INFLACIÓN REPRIMIDA Y RACIONAMIENTO: UN ANÁLISIS MICROECONÓMICO
Departamento de Economía,
Universidad Politécnica de Cartagena
bellodredondo@yahoo.com
RESUMEN: En este trabajo proponemos una formalización microeconómica
de la inflación reprimida en una economía que ha experimentado un
shock contractivo por el lado de la oferta. Analizamos el papel del
racionamiento como estrategia de respuesta frente a los problemas
distributivos generados por la inflación reprimida. Nuestro análisis
se desarrolla en un modelo sencillo de equilibrio general
competitivo con agentes equi – distribuidos en renta y preferencias.
ABSTRACT: In this paper we analyze repressed inflation in an economy
that experiments a negative supply shock. Besides we analyze
rationing like economic strategy to solve distributional problems
associated to repressed inflation. We develop our analysis in a
simple general equilibrium model where agents are equally endowed.
Key – Words: Repressed Inflation, Rationing.
JEL – Classification: D5.
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1. Introducción.
La situación de “inflación reprimida” tiene lugar cuando algún tipo de
mecanismo, generalmente institucional, impide que el vector de precios de una
economía se ajuste para llegar al equilibrio (sea este competitivo o no). Es el
caso de un autoridad gubernamental que no permita el ajuste de precios en
respuesta a un shock contractivo por parte de la oferta o expansivo por el lado
de la demanda. Este caso es común en economía sometidas a una situación de
conflicto bélico . También ha sido una experiencia común a diversos países del
Socialismo Real . En cualquier caso se trata de un fenómeno económica e
históricamente relevante que transciende el análisis competitivo clásico que
desarrollado por Debreu (1959) ó Arrow y Hahn (1971). Para comprobar la génesis
de este problema, sus efectos e insertarlo en un esquema de racionalidad
económica vamos a construir un pequeño modelo de equilibrio general competitivo.
Supongamos el caso sencillo de una economía en la que existen individuos
idénticos en preferencias y en dotaciones (supuestos que relajaremos
posteriormente) que deben elegir su cesta de consumo óptimo compuesta por un
bien de con consumo y el bien ocio , pudiendo disponer de su tiempo total entre
trabajo y ocio . Las empresas disponen de una tecnología tal que a nivel
agregado podemos caracterizar nuestra economía por el lado de la oferta con la
función de producción . Las familias se enfrentan al problema de optimización:
(0.1)
s.a.: ;
que también puede expresarse como:
(0.2)
s.a.: ; ;
obteniéndose como solución la función de oferta de factor trabajo:
(0.3)
Por su parte las empresas harán otro tanto con:
(0.4)
s.a.: ,
obteniéndose como solución la función de demanda de factor trabajo:
(0.5)
De las ecuaciones (0.3) y (0.5) se obtiene el conocido equilibrio general del
sistema:
(0.6)
El equilibrio (0.6) implica una solución con su correspondiente volumen físico
de producción . En equilibrio (dada la igualdad de dotación y preferencias) a
cada consumidor le corresponderá el consumo de unidades de producto. ¿Qué sucede
con este equilibrio competitivo ante un shock de oferta? Supongamos que, por
alguna razón es imposible reparar o reponer parte de capital instalado , lo cual
implica una reducción en la productividad marginal del trabajo para cada valor
hipotético de dado el supuesto . En ese caso la nueva cantidad de capital
disponible después del shock será , siendo .
En el hemos representado ambos equilibrios en el mercado de trabajo. En el eje
horizontal hemos representado la variable empleo, ; en el eje vertical el
salario real . La recta del Gráfico 1 corresponde a la función de oferta de
factor trabajo (0.3); la recta corresponde a la función de demanda (0.5). El
punto representa el equilibrio competitivo (0.6) previo al shock contractivo por
el lado de la oferta. El punto representa el nuevo equilibrio competitivo
después del citado shock: la reducción de productividad provocada por la
disminución de contrae la función hasta y conduce a un nivel de empleo y de
salario real menor . El salto puede lograrse tanto reduciendo el salario nominal
(manteniendo constante el nivel de precios ); como aumentando (manteniendo
constante ) ó con una combinación de ambas medidas. En el equilibrio no existe
inflación reprimida: el importe de los salarios pagados coincide con el valor
monetario de los bienes producidos . Otro tanto sucede con el punto : el importe
de los salarios pagados coincide con el valor monetario de los bienes producidos
.
Gráfico 1
Supongamos que, una vez producido el shock de oferta, una autoridad
gubernamental impide la reducción de salarios y precios de modo que queda como
salario real vigente. Llamaremos al precio fijado por el Gobierno que, en
principio puede ser , o también algún Si las empresas disponen de libertad para
contratar – despedir factor trabajo, el nivel de empleo se reducirá hasta : los
hogares se verán “racionados por el mercado” en el mercado de trabajo (no así en
el mercado de bienes) en cuantía . La “inflación reprimida” al fijar el salario
real en su nivel inicial impide el ajuste eficiente en los mercados de bienes y
factores. Cada uno de los hogares con empleo podrá comprar la cantidad al precio
fijo . Se producirá una asignación aleatoria en la que los primeros hogares
encontrarán trabajo, siendo . Los hogares restantes recibirán la asignación .
¿Cómo evoluciona el Bienestar del los individuos ante este shock? Llamemos “Tipo
A” al grupo formado por los hogares que consiguen un empleo al salario real tras
el shock de oferta; y “Tipo B” a los restantes. En el Gráfico 2 hemos
representado el mapa de indiferencia de cada agente típico. Antes de producirse
el shock el equilibrio competitivo (0.6) sitúa a todos los agentes en una
asignación como el punto , proporcionando a cada agente un nivel de utilidad .
Tras producirse el shock el nuevo equilibrio conduciría a todos los agentes a
una asignación como en la que consiguen un nivel de utilidad menor . Pero si el
gobierno responde al shock fijando el salario real inicial los agentes alcanzan
una asignación como : los agentes “Tipo A” ven inalterado su nivel de utilidad ,
mientras que los agentes “Tipo B” ven disminuir su nivel de utilidad al mínimo
posible: .
Gráfico 2
Cuando se produce un shock contractivo por el lado de la oferta, limitar la
movilidad de los precios conduce a una situación ineficiente: un equilibrio como
el no es eficiente (los equilibrios y si lo son). Un resultado llamativo es que,
como cabía esperar, un shock negativo de oferta reduce el bienestar de todos los
agentes por igual , dado el supuesto de igualdad de dotaciones y preferencias.
Si embargo, en presencia de inflación reprimida, aun cumpliéndose el citado
supuesto de igualdad la pérdida de bienestar no es igual para todos: de modo
aleatorio los agentes “Tipo A” se mantienen en el nivel inicial mientras que los
agentes “Tipo B” reciben un nivel de utilidad aun inferior al que les
correspondería ras el shock de oferta en un equilibrio competitivo.
¿Qué razón puede esgrimir una autoridad gubernamental para oponerse a un ajuste
como el que conduce de y de ? De todas las opciones plausibles, la más razonable
es la persecución de alguna meta de equidad social. De algún modo la autoridad
llega a la conclusión de que un equilibrio como es socialmente preferible a un
equilibrio como el . También puede encontrarse otras causas como por ejemplo una
deficiente disponibilidad de información pero, atendiendo a la experiencia
histórica, la búsqueda de un mínimo de equidad parece ser la más plausible. Por
eso conduce, como hemos visto, a la exclusión del mercado de factores y de
bienes de parte de los hogares lo cual no sólo puede ser socialmente inadmisible
sino también contrario al espíritu social que indujo al Estado a fijar precios y
salarios.
Aquí es donde cobra sentido la irrupción del racionamiento como herramienta para
quebrar la aleatoriedad inducida por la “inflación reprimida”. Una vez fijado el
vector el Gobierno debe decidir si es preferible una asignación en la que
agentes se sitúan en y otros en , o bien buscar una tercera alternativa que
implique un reparto no aleatorio del bien . El caso más sencillo sería un
reparto igualitario en el que a todos los agente les corresponde una fracción
idéntica de aunque también es posible otros tipos de racionamiento más flexibles
o menos igualitarios: por ejemplo fijar una fracción reducida de para cada
agente y que el restante producto se distribuya en el mercado sin racionamiento.
En este caso la fracción de producto no racionada se volvería a distribuir
aleatoriamente.
Al tratar de evitar la aleatoriedad en la distribución el Gobierno se enfrenta a
un problema de determinación del “óptimo social”. Cuando todos los agentes son
iguales en preferencia y en dotaciones la solución competitiva siempre nos
conduce a una situación en la que todos los agentes mejoran o todos empeoran por
igual. Así, se puede asegurar que una mejora de la productividad es buena para
todos porque todos accederán a un nivel de utilidad mayor que la inicial. Basta
con fijarnos en la evolución de un agente para comprobar qué pasa con todos los
agentes de esa sociedad. Por supuesto, si los agentes no son iguales en
preferencias y/o en dotaciones de recursos no se puede afirmar que todos los
agentes mejoren cuando observamos que uno de ellos lo hace. En definitiva, el
gobierno debe ahora decidir si la asignación de “inflación reprimida” es más o
menos preferida a otra con racionamiento, problema al que ya se enfrentó al
decidir que fijaría el vector para que el shock de oferta diese lugar al
movimiento en vez de .
Esto plantea un problema de utilidad interpersonal de utilidades: está claro que
con inflación reprimida unos agentes ganan en utilidad (Tipo A, en vez de )
mientras que potros pierden (Tipo B, en vez de ). ¿Es esto mejor peor que una
situación en la que todos los agentes pasen de ? El problema de la
comparabilidad de distintas asignaciones radica en la necesidad de disponer de
una función objetivo, indicativa del nivel de “Bienestar Social” alcanzado y que
la autoridad pueda utilizar para programar su intervención en los mercados de
bienes /factores.
En los epígrafes anteriores hemos supuesto una sociedad integrada por sujetos
idénticos en preferencias y en dotaciones: a todos les gustan las mismas cosas y
todos son capaces de desarrollar las mismas tareas con idéntica habilidad por lo
que sus ingresos son igualmente idénticos. La realidad dista mucho de ser así,
ni todos los sujetos tenemos las mismas preferencias ni disponemos de la misma
destreza laboral. Además nuestra renta pueden diferir significativamente por
razone ajenas a nuestra capacidad laboral: herencias, premios, transferencias,
etc. En tales condiciones, para cada bien, las funciones de demanda individuales
serán necesariamente muy diferentes hasta tal punto que el equilibrio de mercado
de lugar a un precio superior al precio de reserva de algunos agentes: la
agregación de las demandas individuales del bien , en interacción con la función
de oferta agregada, puede dar lugar a un precio que algunos (o muchos
consumidores) no pueden pagar.
El problema de la comparabilidad de distintas asignaciones radica en la
necesidad de disponer de una función objetivo, indicativa del nivel de
“Bienestar Social” alcanzado y que la autoridad pueda utilizar para programar su
intervención en los mercados de bienes /factores. Aunque la “Economía del
Bienestar”, la rama de la Teoría Económica que analiza la “deseabilidad social”
de las distintas asignaciones de recursos, ha generado muchas investigaciones
sobre la posibilidad de construir una función que “mida” el nivel de “utilidad
social” de las asignaciones, la posición tradicional en el ámbito científico ha
sido la de negar toda comparación interpersonal de niveles de utilidad de modo
que la utilidad perdida por los agentes Tipo B no se puede comparar con la
utilidad ganada por los agentes Tipo A , en consecuencia, no podemos afirmar qué
es preferible. Pero lo cierto es que todas las sociedades tienen algún
“estándar” de Bienestar Social, es decir, por razones, culturales, éticas o
religiosas en todas las sociedades existen cierto consenso acerca de los límites
tolerables de desigualdad. Ahora bien, cada sociedad, en cada momento histórico
puede tener un estándar diferente. Y eso es lo que lleva a los Gobiernos a
intervenir (o a no hacerlo) cuando, como en el caso que estamos estudiando, se
produce un shock que afecta al bienestar de los individuos.
En un modelo aun más realista en el que consideremos por ejemplo sujetos
diferentes en dotación, el problema se agrava, el mero shock contractivo por el
lado de la oferta, puede provocar (sin necesidad de que la inflación haya sido
reprimida) reducciones muy drásticas en el bienestar de amplios colectivos de
ciudadanos: el precio en el mercado de bienes puede elevarse hasta excluir a
unos agentes (y a otro no) de los merados de bienes de primera necesidad.
Piénsese por ejemplo en lo que sucede en los conflictos bélicos.
¿Qué efecto tiene sobre la asignación de recursos la introducción del
racionamiento? Examinemos por ejemplo, el caso del racionamiento igualitario
bajo el supuesto igualdad de preferencias y dotaciones que hemos venido
analizando. Con este supuesto todos los agentes recibirán al precio la misma
cantidad de producto. Podríamos distinguir dos casos: aquel en que el producto
se reparte por igual entre todos los hogares “que trabajan” (racionamiento con
acceso restringido), y aquel en que se reparte entre todos los hogares (trabajen
o no, racionamiento con acceso universal). En el primer caso se llega a una
solución equivalente al equilibrio competitivo de los gráficos 1 y 2. Las
familias deben optimizar la expresión:
(0.7)
s.a.: ; ; ;
Los hogares tienen una probabilidad en encontrar empleo y por tanto participar
en el consumo de la cantidad producida, lo que les proporcionará una utilidad ;
y una probabilidad de no encontrar empleo y no participar en la distribución de
con lo que obtendrían un nivel de utilidad . El óptimo de los hogares se halla
en:
(0.8)
El problema de optimización al que se enfrentan las empresas no se ha
modificado, con lo que se obtiene una solución como (0.6), es decir, equivalente
al equilibrio competitivo posterior al shock de oferta.
(0.9)
En el segundo (racionamiento con participación universal) caso hemos de
modificar sustancialmente la expresión (0.7). El sistema se caracteriza por el
siguiente problema de optimización:
(0.10)
s.a.:; , , ;
El óptimo del sistema en este caso será:
(0.11)
es decir:
(0.12)
El resultado es obvio: si podemos obtener el mismo nivel de consumo trabajando
que sin trabajar, el individuo opta por no trabajar. Esta solución es absurda
porque en el modelo (0.10) falta una restricción básica en el mundo real:
cualquier individuo necesita cubrir un mínimo vital en materia de consumo para
sobrevivir, esto es, necesariamente . Imponiendo esta restricción se alcanza una
solución esquina en la que tiene lugar una asignación tal que : el racionamiento
con acceso universal conduce al mínimo vital, un punto como el del Gráfico 3, en
vez del punto que le correspondería después del shock sin racionamiento.
Gráfico 3
En realidad el anterior es un caso particular de u modelo de racionamiento más
general en el que podemos asumir que se garantiza un mínimo para todos los
hogares (trabajen o no) y el resto ha de adquirirse en condiciones de inflación
reprimida. Por tanto del producto total hay que reservar una porción fijada por
la autoridad gubernamental que es distribuida igualitariamente, mientras que el
resto, es adquirido en el mercado:
(0.13)
s.a.:; , , , ;
sistema que tiene por solución:
(0.14)
A partir del óptimo surge la cuestión de cual es el valor que ha de fijar el
Gobierno. La cuestión es irresoluble a menos que dispongamos de una función
indicativa del Bienestar Social (cuestión a la que nos hemos referido más
arriba)que nos indique en qué medida estamos dispuestos a renunciar a ciertas
dosis de igualdad en la distribución para lograr mayor volumen de producción.
Nótese que según la expresión (0.14) a medida que reducimos el mínimo
garantizado aumentará y dado un determinado nivel de inflación reprimida.
También es cierto que a medida que liberalizamos los precios para que aumenta el
volumen de producción pero esta solución solo es inocua para la distribución de
la renta suponiendo, como en nuestro caso, un modelo sencillo de igualdad de
preferencias y dotaciones. En el mundo real, un movimiento del tipo provocará la
exclusión de los agentes de menor renta.
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