A
TRAVES DE LOS OJOS DE CARL MARX: reseña de los escritos de Marx
sobre América Latina en Alberto Fillipi
Maximiliano
Korstanje
(CV)
La historia de las
instituciones latinoamericanas es compleja, densa y ambivalente.
Italiano de nacimiento, pero venezolano por opción; el profesor
Alberto Fillipi es considerado como uno de los principales
estudiosos de las instituciones latinoamericanas en el mundo. En su
obra, Las Instituciones e Ideologías en la Independencia
Hispanoamericana, Fillipi recoge un conjunto de ensayos los cuales
fueron escritos en diferentes momentos de su vida intelectual y
académica.
El presente paper es
un intento - humilde por cierto – que invita a reflexionar sobre su
capítulo número cuatro, titulado Las Américas para Marx:
instituciones económico políticas pre-burguesas, burguesas y
post-burguesas en la visión marxiana de la historia americana.
El motivo principal radica en poder brindar una descripción
fidedigna de la percepción que construye un pensador
latinoamericano, de cómo Marx veía a América del Sur.
A través de los ojos
de Carl Marx –como se titula este trabajo- se establece un juego
donde el discurso adquiere una lógica recursiva; por un lado, la
visión de un pensador del siglo XIX en una Europa convulsionada por
la revolución industrial; por el otro las cosmovisión de un pensador
latinoamericano que intenta desentrañar teoreticamente las
construcciones ideológicas de la Europa colonial. Para citar este artículo puede utilizar el
siguiente formato:
Korstanje,
M.: “A través de los ojos de Carl
Marx: reseña de los escritos de Marx sobre América Latina en Alberto
Fillipi." en
Contribuciones a la Economía, junio 2007. Texto completo en http://www.eumed.net/ce/
Una Construcción
Histórica
En uno de sus
párrafos iniciales, el profesor Fillipi señala “muchos lugares
comunes se han dicho sobre las elaboraciones americanas realizadas
por Marx. De la misma manera que las opiniones sobre China o India,
las que expresara sobre América serían no sistemáticas… y por lo
tanto inferiores a las reflexiones contenidas en sus grandes obras”
(Fillipi, 1988:219)
En el transcurso de
su análisis, Fillipi comprende que es complicado intentar analizar
cual es la visión de Marx, sin intentar primero identificar la
perspectiva teórica que utilizó para hacerlo. Su admiración y a la
vez preocupación por el devenir histórico de la sociedad inglesa,
hace que el autor conciba una continuidad entre pasado y modernidad
tras las revoluciones de 1640 y 1688.
Al igual que lo fue
la revolución francesa de 1789, Inglaterra después de 1688 pudo
abolir todas las relaciones de propiedad feudales. Esto de por sí
originó la libre competencia, y el advenimiento de una nueva “clase”
social, la burguesía. Pero, y en eso acierta el profesor Fillipi, la
cuestión burguesa pronto se convertiría en una cuestión social, e
histórica. Marx, ve en este caso que las revoluciones se preceden y
se vuelven a superar en sí. Una especie de cadena de revoluciones
que distribuyen una y otra vez los roles de la actividad económica.
El profesor de la
antigua Universidad de Camerino advierte:
“Pero si la
sociedad burguesa (como nos enseñan las revoluciones inglesas y
francesas) es el resultado de múltiples y complejos procesos
históricos, que se puede entender sólo partiendo del presente, ella
misma sin embargo aparecerá como transitoria si se la observa desde
la perspectiva (de segundo grado, podríamos decir) que nos ofrece
la revolución comunista, por lo menos tal como ella comenzaba a
delinearse en la conciencia de los núcleos sociales más avanzados”.
(ibidem, 222)
En efecto, la
influencia evolucionista hace ver a la historia como un conjunto de
etapas progresivas en forma lineal. Se pensaba, erróneamente (y de
esto Marx no era ajeno) que los procesos económicos estaban sujetos
a ciclos de progreso; es decir que lo próximo siempre sería “mejor”
a lo actual.
Entonces, Marx
apunta su análisis (en primera instancia) hacia la sociedad
estadounidense. Para el autor, esta representaba una forma de
organización basada en los factores de producción de la burguesía.
Un paso, del orden feudal al burgués, siguiendo según él la dinámica
evolutiva. Pero aquí, al igual que Tocqueville, se le suscita un
problema. ¿Qué hacer con los estados del sur?, ¿Cómo catalogarlos?
En principio, en los
Estados Unidos convivían dos formas económicas antagónicas:
mercantil en el norte yanquee y agraria pre-capitalista en el sur.
Pero a diferencia, de Tocqueville, Marx no parece interesado en
desarrollar el tema de la esclavitud. En este punto, Fillipi está en
lo correcto cuando afirma que Marx no logra comprender la dinámica
social del sur con respecto a la esclavitud y al orden feudal. ¿Cuál
era precisamente la opinión de Marx sobre el conflicto que dirimió
el norte y el sur?
“La reducción,
por lo tanto, de la guerra civil a un conflicto de intereses se
oponía dos sistemas sociales, el sistema del esclavismo y el sistema
del trabajo libre, y la predilección teórico política por el segundo
…dejan traslucir contradicciones que escapan a la interpretación
marxiana … un ejemplo apropiado y sintomático lo constituye la
política librecambista de los estados del sur, que debían importar
productos industriales baratos y eran contrarios a los derechos
aduanales, mientras el norte sostenía su imprescindible necesidad
…Marx no concebía …que el proteccionismo pudiese favorecer los
procesos de formación y reproducción del ciclo capitalista en los
países que intentaban la industrialización después de Inglaterra”.
(ibidem, 225)
El posterior triunfo
del norte sobre el sur, va a presuponer que la expansión del mercado
capitalista al resto del mundo sea un hecho. El motor, de ese
proceso no iba a ser otro que el libre cambio de mercancías. Los
nacionalismos, y aquí los del sur, retardan el conflicto que
inexorablemente implica el avance de los procesos de producción. En
esta perspectiva, tanto la guerra por la secesión como los
conflictos latinoamericanos adquieren para la teoría marxiana el
valor de motines que intentan abatir a las instituciones burguesas.
El inexorable
triunfo de la “burguesía hegemónica” sobre los estados menos
desarrollados, no sólo confirmaba la propia teoría de Marx sino que
apoyaba la construcción que las propias élites latinoamericanas
hicieran propias. No es extraño, dice Fillipi, que Marx y Engels
festejaran la invasión de Estados Unidos a México en 1847.
Presuponiendo, que el propio desarrollo de México estaba en juego,
tanto el sur americano como la América ibérica implicaban para estos
autores, mundos dominados por políticas pre-capitalistas.
Obviamente, desde el
momento en que cada etapa del desarrollo económico debía evolucionar
hacia un estado mejor, la concepción bipolar entre desarrollo y
subdesarrollo parecía ser una cuestión temporal.
A raíz del golpe de
O`Donell, Marx publicaba en 1854 dos artículos en New York Daily
Tribune, con el título Revolución en España. Su preocupación estaba
orientada al análisis de la Constitución de 1812 por la cual se
transmite la soberanía a la nación. Esto deduce que en determinadas
circunstancias la política pueda tomar un rol activo sobre las
relaciones sociales. La historia luego devendría en un proceso de
igualdad, fraternidad y el fin mismo de la lucha de clases.
En este sentido,
Fillipi nos recuerda que “la misión verdadera de la sociedad
burguesa es establecer el mercado mundial. Como el mundo es redondo,
esto parece haber sido completado por la colonización de California
y Australia y el descubrimiento de China y Japón. Lo difícil para
nosotros es esto: en el continente, la revolución es inminente y
asumirá de inmediato un carácter socialista…si por un lado parece
indicar el lugar y el tiempo histórico del inminente surgimiento de
una contra-utopía, por el otro, sin embargo, la perspectiva real de
tal expectativa se concreta en al agudísima, funesta y premonitoria
a la vez, acerca del posible destino histórico de su proyecto de
socialismo “europeo” (o mejor dicho, centro-europeo)” (ibidem :228)
Algunas Limitaciones
He hasta aquí, el
pensamiento propiamente dicho del profesor Alberto Fillipi tal y
cual fue expuesto en su obra, capítulo cuatro. Sin embargo, en su
pensamiento caben dos puntos de análisis diferentes. Por un lado, el
catedrático que analiza los discursos de un Marx influido por el
evolucionismo de Darwin, la dialéctica de Hegel, la eugenesia de
Francis Galton, y el mercantilismo de Frederich List. Por el otro,
un ciudadano que no puede escapar a una interpretación
(latinoamericana) de la tesis marxiana. Entonces, se suscitan
algunos interrogantes y limitaciones en la forma en que el autor
aborda las inconsistencias que el propio pensamiento de Marx ha
demostrado.
En principio, el
autor no ha podido establecer un método acorde y sistemático para
dejar una idea clara de lo que representó el pensamiento de Marx
para las èlites latinoamericanas. En cambio, se empeña en la “casi
imposible” tarea de pretender de-construir el discurso de un Marx
que poco o nada de interés mostró en analizar la realidad de América
del Sur.
Si bien, Fillipi
hace un manejo de fuentes bibliográficas y documentales magistral,
no logra darle sentido y consistencia a su tesis introductoria. En
todo caso, la centralidad del pensamiento en Marx no depende de otra
cosa, que de los propios errores de la comunidad científica de la
época.
Francis Korn
advierte “tanto la sociología como la historia social proveen más
de un ejemplo de inducción al error, junto a obras maestras de
singular aporte al conocimiento. La famosa noción ferroviaria de la
historia según la cúal las sociedades pasan por estados ineludibles
tales como la sociedad comunitaria, esclavista, la feudal, la
capitalista, etc …lo curioso de esta noción ferroviaria es que tuvo
sus inicios en un error de interpretación de fuentes por parte de un
famoso antropólogo, Lewis Henry Morgan, quien … interpreta mal los
datos sobre el parentesco provistos por los etnógrafos” (Korn y
Asúa, 1999:29)
En efecto, ese error
lleva a presuponer que la tribu estudiada posee un sistema de
parentesco de “matrimonio en grupo”, de esta conjetura Frederich
Engels asume que se trata de una especie de “comunismo” primitivo y
se establece así una jerarquía de étapas consecutivas.
Finalmente, cabe
agregar que Fillipi introduce la apreciación que Marx hace de la
democracia Americana en la Cuestión Judia (JudenFrage) adjudicando a
estos (Estados Unidos) la posibilidad de tener un estado plenamente
desarrollado. Sin embargo, Fillipi no termina de desarrollar la idea
que el joven Marx tiene sobre un Estado secularizado.
De hecho, en la
Cuestión Judía, Marx está profundamente preocupado por el rol que
tiene la religión dentro del funcionamiento del Estado. Como tal,
considera que todo Estado para ser plenipotenciario y eficiente debe
deslindarse de todo vínculo religioso. Como ya he especificado, en
el trabajo ¿Transformación? Creencias en el Siglo XXI (Korstanje,
2006), no se sabe aún si el joven Marx estaba (realmente) preocupado
por la supuesta ineficiencia que podía implicar para el Estado la
adopción religiosa o se encontraba incomodo por pertenecer a una
minoría en una Europa convulsionada por los nacionalismos y las
xenofobias.
Como sea el caso, al
profesor Fillipi no parece preocuparle la tensión que existe en Marx
con respecto a la religión. Desde un primer momento, Marx aboga por
un Estado sin religión pero paradójicamente elogia el sistema
político de una nación que en ningún momento escondió su vocación
religiosa. Mucho menos cuando se observan en los billetes de ese
país la leyenda “In God We Trust”, “en Dios confiamos”.
Estas y otras
inconsistencias que hacen que se cuestione seriamente la posición de
Marx con respecto a América tanto del sur como del norte, parecen
ser cuestiones baladíes en el análisis de Instituciones e Ideologías
en la Independencia Hispanoamericana.
El imperialismo a
los ojos latinoamericanos
William Blake dijo
hace mucho tiempo, que los fundamentos imperiales son el arte y la
ciencia. En forma análoga a Marx, Edgard Said plantea un
interrogante similar en Cultura e Imperialismo. Citando a
Raymond Williams, Said advierte “la literatura emite constantes
referencias a sí misma como participante en la expansión ultramarina
de Europa y por lo tanto como parte de la creación de lo que el
mismo Williams llama estructuras de sentimiento que soportan,
elaboran, y consolidan la práctica imperial”. (Said, 1996:50) La posición de
Said, en cierta forma, es similar a la de muchos pensadores
latinoamericanos (y en este sentido al pensamiento del profesor
italo-venezolano). Más allá de si el imperialismo europeo, sentó sus
bases en la dominación ideológica o no, tema en el cual ni los
mismos historiadores parecen ponerse de acuerdo, se establece así un
juego dialéctico entre la construcción que propiamente tuvieron los
pensadores europeos de América del Sur, y la construcción que los
propios latinoamericanos han hecho de esos pensadores. Si bien, esta
idea está indudablemente explícita en toda la obra de Alberto
Fillipi, parece un tanto infantil suponer que fue la propia
expansión ideológica europea la que facilitó la ocupación militar en
algunos casos, o la económica en otros. Asimismo, es necesario
abordar el tema del colonialismo desde una perspectiva mesurada ya
que no es ha sido lo mismo el accionar francés en Argelia de lo que
pudo ser el Británico en Venezuela, Colombia o Argentina.
Es
precisamente, una de las grandes contradicciones en las que cae
Marx. Por un lado, su idea del “fin de la historia” que se deriva de
las etapas evolutivas de la economía, presupone un inevitable
devenir del desarrollo capitalista. Cuando las fuerzas productivas
choquen con los factores de producción, estarán dadas las bases para
la revolución. En el
capitalismo, el empresario no pasa de una mercadería que le es
inútil a una útil –que es el principio del trueque- sino que pasa
del dinero a la mercancía para luego volver al dinero. A los ojos de
Marx, la teoría de la plusvalía resuelve y sustenta su idea sobre la
tesis mercado-trabajo. Es la misma demanda de la mercancía aquella
que hace reproducir el capital. A grandes
rasgos, esto implica (por un lado) que los pueblos pre-capitalistas
indefectiblemente deban transitar por un estado de desarrollo
capitalista antes de alcanzar la igualdad y la fraternidad de las
clases. Al margen, de la utopía que esto pueda significar o no,
piensa Fillipi, Marx está paradójicamente legitimando la dominación
capitalista. Como lo hizo, en la guerra de secesión en su
predilección por el norte, lo hace también a través de su influencia
sobre la “inteligentsia” latinoamericana. ¿Es Marx el
filósofo de la historia o el economista del capitalismo?, señala al
respecto Raymond Aron “Marx no es, como escribe Axelos, el
filósofo de la técnica. No como piensan otros, el filósofo de la
alineación. Es en primer lugar y sobre todo el sociólogo y el
economista del régimen capitalista. Marx tenía una teoría de este
régimen, de la suerte que infligía a los hombres el devenir que le
esperaba. Sociólogo-economista de lo que él denominaba capitalismo,
no poseía una representación exacta de lo que sería el régimen
socialista, y no ha cesado de afirmar que el hombre no podía conocer
de antemano su futuro” (Aron, 1965:165) Una vez más,
insistimos en que el profesor de la Universidad de Camerino,
interpreta a Carl Marx desde los ojos de un pensador latinoamericano
-con sus aciertos y sus desaciertos. Pero sobre todo desde una
perspectiva conspirativa, en parte elocuente pero en parte
inverosímil e improbable. Tras la
independencia norteamericana las relaciones entre esta nueva nación
e Inglaterra no sólo se mantuvieron sino que se hicieron por
momentos más intensas (en lo comercial). En las ex colonias de la
América Hispana esto se dio sino a la inversa. Tal como una
“profecía auto cumplida” es posible que la dominación económica de
América del Sur (como afirma la teoría de la dependencia) haya sido
un hecho; sin embargo no parece ser ésta una imposición ideológica
sino más bien una búsqueda propia de una América que hasta el día de
hoy ha tenido no pocos problemas por establecer su nexo identitario
con la Madre Patria (España) tras los procesos de independencia.
(Imaz, 1984) Es, también, la
misma cosmovisión absoluta que se ha forjado en lo profundo de los
valores culturales hispanoamericanos aquella que ha producido un
quiebre (fractura) y ha alentado a la intelligentsia a buscar
referentes teóricos e ideológicos ajenos a sus realidades más
cercanas; y no necesariamente por un plan sistemático de dominación
hegemónico. Así, América
Latina se dirime entre la tesis conspirativa de la dependencia, y
las ilusiones del liberalismo económico. Será, pues menester de las
próximas generaciones de pensadores, construir una teoría acorde a
la realidad de la región sin espejismos, ambigüedades o eufemismos.
REFERENCIA
BIBLIOGRAFICA
"Contribuciones a la Economía" es una revista
académica con el
Número Internacional Normalizado
de Publicaciones Seriadas
ISSN 16968360
MKorstanje@hertzargentina.com.ar
1965.
Etapas Del Pensamiento Sociológico:
Montesquieu, Marx y Comte. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
1953. Selected Poetry
and Prose of Blake. Nueva York: Northrop Frye ed.
1988. Instituciones
e Ideologías en la Independencia Hispano-americana. Buenos Aires:
Alianza Editorial
1984. Sobre la Identidad Iberoamericana. Buenos Aires:
Editorial Sudamericana.
1999. Errores Eruditos. Buenos Aires: Instituto de Investigaciones
Sociales, Academia nacional de Ciencias de Buenos Aires.
2006.
¿Transformación?: Creencias en el siglo XXI.
Revista Latinoamericana de Ciencias
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Volumen 5. Número 1 de Enero-Junio 2007. Universidad de Manizales,
Colombia.
1979. Sistema
Nacional de Economía Política. Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica.
2005. La Cuestión
Judía. Buenos Aires: Nuestra América Editorial.
1993. La Democracia
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1996. Cultura e
Imperialismo. Barcelona: Editorial Anagrama.