"Contribuciones a la Economía" es una revista
académica con el
Número Internacional Normalizado
de Publicaciones Seriadas
ISSN 16968360
Hernán Alejandro Morero
(CV)
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
hernan_morero@yahoo.com.ar
Resumen:
En el presente trabajo procuramos presentar la metodología y
las distintas temáticas que ha abordado el paradigma
evolucionista enraizado en el trabajo de Richard Nelson y Sidney
Winter, “Una teoría evolucionista del cambio tecnológico”, a
modo descriptivo. A grandes rasgos, el pensamiento
evolucionista es el esfuerzo por conceptualizar la forma en que
se da el cambio en los fenómenos sociales, más que en sus
efectos como se deriva del análisis ortodoxo del tipo de
estática comparativa. El pensamiento evolucionista ha estado
presente en la disciplina desde la propia escuela fisiócrata,
pasando por la clásica y el pensamiento de Marx, Schumpeter y
hacia el conjunto de enfoques heterodoxos modernos que conciben
a la economía como un fenómeno dinámico y cambiante. El
evolucionismo al cual nos abocaremos en la presente monografía
ha dedicado un ingente esfuerzo por ‘microfundamentar’ tal
naturaleza evolutiva del sistema económico. En el presente
trabajo se tratará de presentar el marco teórico general de la
teoría evolucionista, algunas de sus principales raíces en la
historia del pensamiento y las temáticas más sobresalientes a
las cuales se ha dedicado en el ultimo tiempo este incipiente
paradigma
Palabras Clave:
Teoría
Evolucionista – Richard Nelson – Sidney Winter – Cambio
Económico y Tecnológico
Keywords:
Evolutionary Theory -
Richard Nelson –
Sidney Winter
– Economical and Technological Change
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Morero, H.A.: “El evolucionismo: una presentación de su temática, metodología y objetivos" en Contribuciones a la Economía, julio 2007. Texto completo en http://www.eumed.net/ce/2007b/ham.htm
I - A modo de introducción: descubrimiento del tema
Los métodos de la física han ejercido notoria influencia sobre la economía y la presencia de analogías mecánicas a los largo de la historia del pensamiento económico es ampliamente reconocida. Más precisamente, la física clásica ha constituido para los economistas un horizonte al cual dirigir sus búsquedas y donde encontrar soluciones (Mirowski, P.; 1989, Georgescu-Roegen, N.; 1971). De hecho, Klein (1977) sostiene que “(…) la economía del equilibrio general walrasiano es la mecánica celeste newtoniana extendida al universo económico” y el mismo Walras en sus Elementos plantea explícitamente que el objetivo de su obra no es más que “(…) convertir a la economía en una ciencia que pudiera igualarse a las ciencias matemáticas de la astronomía y la mecánica”[1]. No caben muchas dudas del rol prominente que han tenido y siguen teniendo las analogías mecánicas en la disciplina. Sin embargo, paralelamente, desde el período de los fisiócratas en el siglo XVIII, siempre han existido economistas que se han alimentado de conceptos y esquemas de análisis desarrollados para el estudio de la evolución de organismos y sistemas ecológicos (Palacios, O.; 2001). El pensamiento evolucionista es el principal sustrato de tales esfuerzos humanos y ha presentado a lo largo de la historia del pensamiento económico distinto grado de desarrollo y de adhesión dentro de la disciplina.
A grandes rasgos, el pensamiento evolucionista es el esfuerzo por conceptualizar la forma en que se da el cambio en los fenómenos sociales, más que en sus efectos como se deriva de los análisis ortodoxos del tipo de estática comparativa. En ese sentido, el pensamiento evolucionista ha estado presente en la disciplina desde la propia escuela fisiócrata, pasando por la clásica y el pensamiento de Marx[2], Schumpeter y hacia el conjunto de enfoques heterodoxos modernos que conciben a la economía como un fenómeno dinámico y cambiante. El evolucionismo al cual nos abocaremos en la presente monografía ha dedicado un ingente esfuerzo por ‘microfundamentar’ tal naturaleza evolutiva del sistema económico.
Con anterioridad a la PGM la economía evolucionista se identificaba con la Escuela Institucionalista Americana derivada de los escritos de la Escuela Histórica Alemana en la segunda mitad del siglo XIX que hacía frecuentemente referencias a aspectos biológicos al analizar las relaciones entre empresas y sistemas económicos. Veblen[3] intentó desarrollar una teoría socioeconómica de la evolución basada en los principios evolucionistas de herencia, variación y selección, donde las unidades de herencia, mutación y selección en la esfera social son los instintos, hábitos e instituciones. La realidad social, las instituciones, los individuos, las preferencias individuales y el entorno socio económico están en un proceso de continuo cambio, a medida que la sociedad adquiere nuevos conocimientos o desarrolla nuevas ideas y conceptos. A diferencia de Marx, para Veblen el proceso de evolución histórica de la sociedad es indeterminado, con marchas y contramarchas, múltiples forcejeos y movimientos laterales como consecuencia de la voluntad humana.
De este modo, Veblen fue uno de los pioneros de las analogías evolutivas dentro de la disciplina. Ocho años más tarde Alfred Marshall publica sus Principios donde, a diferencia de sus contemporáneos como Jevons y Walras, alzará la voz a favor de las analogías biológicas señalando en ediciones posteriores que “la Meca de los economistas puede descansar más en la biología económica más que en la [mecánica newtoniana o] dinámica económica”. Sin embargo se ha argumentado que la invocación de la analogía biológica hecha por Marshall fue parcial e incompleta, por un lado, y mucho más inspirada en las ideas de Hebert Spencer más que en las de Charles Darwin, por otro. Algunos autores sostienen que la biología económica de Marshall fue más prometedora que substancial. Marshall comienza con un análisis de equilibrio de tipo estático donde la analogía mecánica es adoptada explícitamente, procurando abordar un análisis dinámico (evolucionista) más adelante. Empresa que nunca pudo alcanzar y que no fue continuada por sus seguidores (Hodgson, G.; 1995; Gil Freixa, S., et al; 2002).
Incluso la tradición institucionalista arraigada en el pensamiento de Veblen ha hecho muy pocas aplicaciones de los desarrollos de la biología luego de 1920. Hodgson (1995) sostiene que las analogías biológicas se volvieron altamente impopulares entre los científicos sociales del período de entre guerras, en parte, como reacción al ‘darwinismo social’ y, en parte, debido a la monstruosa aplicación de resultados atribuidos a los resultados de la ciencia biológica a las ciencias sociales bajo el fascismo. El desprestigio de las analogías biológicas se llevo consigo el desarrollo del pensamiento evolucionista en economía, hasta su reemergencia tres décadas más adelante.
La revitalización de las analogías biológicas de pos guerra en economía se suele atribuir a Armen Alchian (1950) y su famoso uso de la metáfora de selección natural. Este artículo de Alchian estimuló una importante controversia alrededor de la aplicación del pensamiento evolucionista a la economía, donde se destaca la participación de Edith Penrose (1952). Luego de esta fugaz controversia, la exploración de la metáfora biológica fue seguida por un reducido grupo de economistas (Hodgson, G.; 1995).
A fines de la década de los ‘70 las ideas de distintas escuelas de pensamiento biológico entran al campo de la economía de la mano de la Escuela de Chicago. Economistas como Gary Becker (1976), Jack Hirshleifer (1977) y Gordon Tullock (1979) ven en el surgimiento de la disciplina de la ‘sociobiología’ la reivindicación a los supuestos individualistas de la economía ortodoxa y una validación a sus leyes universales. Los fenómenos de escasez y de competencia individual se visualizan como comunes tanto al dominio social y económico, como al natural y biológico. Estos autores apelan a modelos de equilibrio general genéticos donde el desarrollo económico es atribuible a la optimización genética y donde se ve a la selección como un proceso progresivo: la selección opera a favor de la eficiencia porque las unidades que sobreviven son las eficientes. En este aspecto, aunque no sea reconocido por sus miembros, la ‘sociobiología’ de Chicago representa una reemergencia de las proposiciones fomentadas por los darwinistas sociales de fines del siglo XIX y una perpetuación de la economía ortodoxa, como teorización estática de equilibrio (Hodgson, G.; 1994)[4]. La ‘sociobiology’ de Chicago puede considerarse una matización ortodoxa y una extensión de la economía ortodoxa sobre otros campos de la ciencia, donde hasta el mundo natural es presumido como posible de ser entendido a la luz del análisis económico neoclásico.
En enorme contraste, una importante invocación de la biología se dio a principios de la década de los ‘80 a partir de la publicación del libro “An Evolutionary Theory of Economic Change” de Richard Nelson y Sidney Winter, donde se encuentran analogías biológicas explícitas a los genes (las rutinas de las empresas), a la mutación (la búsqueda continua de innovaciones) y a la selección relativa al ambiente, sin atar el proceso de selección a noción alguna de optimalidad. Aquí las analogías biológicas son más bien de corte lamarckianas[5], donde las interacciones entre individuos, instituciones y su entorno regresan al centro del análisis del cambio económico, tal y como lo eran con Veblen y Schumpeter, rescatando conceptos de diversas corrientes, lo que desmenuzaremos en la sección siguiente. Es ésta la escuela de pensamiento a la cual se aboca el presente trabajo y, en lo que sigue, denominaremos evolucionismo a aquel enraizada en la obra de Nelson y Winter.
A partir del trabajo del Nelson y Winter en 1982 han surgido distintos grupos de economistas evolucionistas. Al año de la publicación de la obra, se funda la International Schumpeter Society, que tiene a su cargo la publicación del Journal of Evolutionary Economics. También en los Estados Unidos, se formó la Association for Evolutionary Economics (AFEE), que fuera presidida inicialmente por Clarence Ayres, y que publica el Journal of Economic Issues (JEI) con una fuerte influencia de la economía institucionalista de Veblen, al igual que la Association for Institutional Tought (AIT). En 1989 se forma la European Association for Evolutionary Political Economics (EAEPE) que, en colaboración con Edgard Elgar Publishing, ha publicado más de quince volúmenes de conferencias y trabajos, y ‘esponsorea’ la publicación del Journal of Institutional Economics (JOIE) publicada por la Cambridge University Press. Con una gran influencia de Nelson y Winter, la Japan Association for Evolutionary Economics (JAFEE) se funda en 1997 y desde ese entonces publica el Evolutionary and Institutional Economics Review (EIER) que recoge aportes tanto de autores post keynesianos, como marxistas, sraffianos y evolucionistas. En América Latina la CEPAL mantiene en la actualidad una línea evolucionista a través de sus publicaciones en la Revista de la CEPAL bajo una gran influencia, además de Nelson y Winter y del estructuralismo latinoamericano, de los economistas agrupados alrededor de la Universidad de Aalborg, el grupo dinamarqués IKE, y de la escuela de la regulación francesa[6].
La unidad de tales grupos descansa en la metodología que, como tal, abarca tanto los aspectos epistemológicos como ontológicos, es decir una concepción determinada de la naturaleza esencial de la realidad social[7]. Concepción compartida que esbozaremos en la sección III, seguido de una presentación sucinta de las temáticas particulares en que ha incursionado el evolucionismo hasta el momento, en la sección IV. En la sección siguiente presentaremos las fuentes teóricas de las cuales se nutre el evolucionismo de Nelson y Winter.
II - Fuentes del evolucionismo de Nelson y Winter
La empresa científica es un producto social y, como resultante de tal, el conocimiento se desarrolla y evoluciona siempre (se tome conciencia de ello o no) sobre la base del conocimiento pasado. Nelson y Winter, probablemente concientes de ello, comienzan la obra citada delineando sus raíces teóricas y el manantial del cual se nutre su pensamiento. De esta labor pueden irse descubriendo paulatinamente los rasgos característicos del evolucionismo y, por lo tanto, una empresa que vale la pena exponer a continuación.
Nelson y Winter reconocen, en primer lugar, la influencia de las teorías gerenciales de la empresa sobre su obra, rescatando de ellas el reconocimiento de que los objetivos del comportamiento de la firma exceden la maximización del beneficio. Aquí pueden incluirse autores como Baumol (1959), Williamson (1964) y Marris (1964). Estos enfoques tienen en común el reconocimiento del cambio en los objetivos de la firma que implica la separación entre la propiedad y la gestión de la firma. El evolucionismo rescata del mismo modo, la concepción de la firma como una ‘coalición’ (es decir como un todo estructurado y estructurante de agentes humanos) cuyos objetivos pueden no necesariamente ser la optimización de los beneficios. Sin embargo se distancia de los teóricos gerenciales en la conceptualización del comportamiento de la firma como autómata optimizador que tiene perfecto conocimiento de todas las acciones posibles y los resultados de cada una de ellas.
Otro de los nutrientes del trabajo de Nelson y Winter son las llamadas teorías conductistas. Fundamentalmente, los evolucionistas recogen de estas teorías la noción de racionalidad limitada de Hebert Simon.
Sostienen que las decisiones que se toman en el mundo real son esencialmente más complicadas de lo que la premisa de racionalidad ilimitada es capaz de captar. Las empresas no pueden optimizar porque el conjunto de alternativas a su alcance y la cantidad de factores que determinan sus secuelas es inconcebible. Las firmas se comportan, entonces, apelando a reglas relativamente simples y estables de acción que les permiten enfrentar un ambiente continuamente cambiante y altamente incierto. Las reglas o rutinas de comportamiento que siguen las firmas son procedimientos tan complicados que no pueden ser caracterizados en modo alguno como resultados óptimos de un problema global de cálculo que tenga en cuenta todos los costos de la decisión, la información relevante y las contingencias posibles. Por ello, es que los agentes satisfacen en lugar de optimizar. Es poco probable que, por ejemplo, una firma, posea una función objetivo acabadamente articulada que optimizar, en parte, porque sus integrantes pueden no tener definidos toda la gama de trade off de utilidad que caracterizan sus preferencias y, en parte, por la existencia de conflictos al interior de la firma entre coaliciones e integrantes individuales respecto al objetivo del sujeto colectivo que es la empresa. Una función de bienestar intra firma es imposible de especificar.
De este modo, los teóricos conductistas de la firma como Cyert y March (1963) se centran en el análisis del proceso decisorio de “(…) la gran empresa de productos múltiples que opera con incertidumbre en un mercado imperfecto” (Koutsoyiannis, A.; 1985). Firmas donde la propiedad esta divorciada de la dirección y que es una coalición organizativa de objetivos y decisiones múltiples. En este contexto, los factores de organización interna pueden explicar porqué distintas firmas reaccionan distinto ante los mismos estímulos externos, es decir, a un mismo cambio en el entorno económico. Los evolucionistas también reconocen esta heterogeneidad en la conducta de los agentes entendiendo a la empresa como un sujeto histórico, intencional y estructurado.
La diferencia entre los teóricos conductistas y los evolucionistas es de alcance. Los primeros se centran en el proceso decisorio de la firma en un contexto de recursos dados (estáticos), mientras que los evolucionistas focalizan sus modelos en el análisis del cambio económico a un nivel más macro y en un contexto de recursos dinámicos. Nelson y Winter destacan que el acento está puesto en el proceso que conecta la evolución de las rutinas a un entorno económico continuamente cambiante, más que el sólo comportamiento de la firma. La idea es trabajar a un nivel más holista, interesados en una teoría del comportamiento de la industria más que el comportamiento individual de la firma. Por ello, es que la caracterización de las firmas hechas por los evolucionistas es más estilizada y simple que la especificada por los teóricos conductistas como Cyert y March.
La conceptualización evolucionista de la firma está fuertemente influenciada por un conjunto de bibliografía que se focaliza en los vínculos entre el crecimiento y la rentabilidad de las empresas con su estructura organizacional, sus capacidades, estrategias y su comportamiento en general, conocidos como los teóricos de la firma. Este conjunto incluye autores diversos pero, a juicio de Nelson y Winter, altamente consistentes y complementarios. Nelson y Winter combinan aportes del análisis de Penrose (1959), que provee elementos teóricos que relacionan el crecimiento de la firma, su estructura y la naturaleza de la función gerencial, con el enfoque de los costos de transacción de la naturaleza de la firma de Coase (1937), junto con el análisis histórico de la estrategia de la firma de Chandler (1962, 1977), cuya influencia ha sido notoria. El evolucionismo de Nelson y Winter recogen de este manantial la concepción histórica de la firma, el reconocimiento de su comportamiento intencional a través de estrategias y/o rutinas, la importancia de la estructura organizacional de la firma como variable de análisis, tratando al cambio de técnicas como cambios en la estrategia y las rutinas de las firmas y a la innovación organizacional de la misma manera en que se aborda la innovación técnica. La distinción clave entre este cúmulo de esfuerzos que constituyen los teóricos de la firma y el evolucionismo puede radicar en el rechazo explícito de la visión ortodoxa de la empresa como agente optimizador, que los teóricos de la firma no explicitan con igual tesitura.
De este modo, los evolucionistas simpatizan con los economistas que critican la naturaleza autómata y pasiva de la firma en la teoría ortodoxa. Se trata de un conjunto de autores que Nelson y Winter han agrupado bajo el título de visiones de la firma activista, e incluye a J. M. Clark (1955), Galbraith (1967) y Schumpeter. De estos pensadores los evolucionistas rescatan el reconocimiento de las diversas formas de competencia de las empresas más allá del precio (como la publicidad, el gasto en I&D, la diferenciación de producto, la innovación organizacional, etc.) y su utilización activa por parte de las firmas. De este modo, los evolucionistas sub enfatizan la competencia vía precio, colocando al centro del análisis las formas de competencia más comunes en el mundo real.
De hecho, Nelson y Winter sostienen que la influencia de Schumpeter sobre el evolucionismo es tan grande que merece mención aparte. Incluso llegaron a sugerir que podría denominarse a la economía evolucionista como ‘economía neo-schumpteriana’. Sin embargo, Hodgson sostiene que la obra de Nelson y Winter, en lo substancial está más próxima a Veblen que a Schumpeter:
“En algunos aspectos claves [como la naturaleza Lamarckiana del proceso de evolución], sin embargo, la ‘nueva ola’ [es decir el evolucionismo de Nelson y Winter] está más cerca de las ideas de Veblen que de las de Schumpeter.” (Hodgson, G.; 1994)
Sin embargo, la influencia de Schumpeter en el evolucionismo es notoria, en particular respecto a la concepción dinámica del sistema económico y su principal legado es, sin dudas, la visión del capitalismo como un organismo en constante cambio imposible de ser concebido como un sistema que alcance un estadio de último o transitorio reposo, lo cual expresara categóricamente de la siguiente manera: “El capitalismo es, por su naturaleza, una forma o método de transformación económica y no solamente no es jamás estacionario, sino que no puede serlo nunca” (Schumpeter, J.; 1942; énfasis añadido).
Otra de los conceptos evolucionistas que pueden hallarse bajo la influencia de Schumpeter es la característica de dependencia del sendero (path dependency) de los procesos económicos. Es decir, que la evolución histórica (de la economía como un todo, de una industria, una firma, etc.) es un proceso irreversible donde, si pudiese establecerse algo como una secuencia óptima, ésta no tendría porqué implicar o presumir la sucesión de estadios estáticos que también lo sean. Dicho en terminología ortodoxa, es posible que un sistema que en el tiempo no optimiza en ninguno de los períodos sea, a la larga, superior a otro que sí lo hace en cada uno de ellos. En otras palabras, la eficiencia dinámica no implica la eficiencia estática y puede resultar óptimo a la larga, transitar periodos subóptimos, si tal cosa como la optimalidad pudiese establecerse. En palabras de Schumpeter:
“Un sistema (…) que en cada momento dado utiliza plenamente sus posibilidades con la máxima ventaja, puede, no obstante, ser a la larga inferior a un sistema que no alcanza en ningún momento dado este resultado, porque el fracaso del último en este respecto puede ser una condición precisa para el nivel o el ímpetu de la prestación a largo plazo.” (Schumpeter, J.; 1942; énfasis en el original).
La idea de dependencia del sendero reconoce la naturaleza histórica del fenómeno social y económico. Se entiende que el resultado de una secuencia de eventos es lo que es, por haberse dado como se dio y no de otra manera. La economía ortodoxa al abordar el cambio a través de la estática comparativa implícitamente niega este rasgo esencial del fenómeno social y trata al cambio como si fuera de una naturaleza reversible. El tiempo y la historia, en última instancia, no importan, más como un comentario de los traslados paramétricos en el sistema. Sobre este tema se volverá más adelante, en la sección siguiente.
Reconociendo al proceso económico como un proceso histórico, los evolucionistas rescatan el valor de la noción de tiempo histórico (en contraposición al tiempo lógico) y de la incertidumbre, tal como fuera conceptualizada por Frank Knight. De hecho, tanto Knight (1921) como Hayek (1945) han argumentado que el mundo económico es un proceso de cambio continuo y son tenidos en cuenta por Nelson y Winter como antecedentes del evolucionismo.
Dentro de la teoría evolucionista de la firma, la incertidumbre ‘knightiana’[8] es una de las principales razones de porqué las empresas se comportan desarrollando rutinas y hábitos en lugar de hacerlo como si resolviesen problemas de optimización. Las rutinas de comportamiento de las firmas y de los consumidores son, no sólo la mejor forma que las empresas saben y pueden hacer las cosas, sino también la mejor forma que poseen para enfrentar un ambiente altamente incierto y cambiante. En un contexto de incertidumbre irreductible a términos matemáticos o estocásticos es imposible calcular a priori cual es el mejor curso de acción, ello sólo es revelado ex post por el devenir de los hechos. Sin embargo, las empresas y los consumidores, sí pueden desarrollar hábitos de interpretación del ambiente y rutinas sobre la base de su historia, estructura y capacidades que le permitan navegar en el tempestuoso océano incierto de la realidad social.
Otro prominente autor de la moderna economía autríaca, Israel Kirzner (1989) ha desarrollado una conceptualización de los mercados como procesos de descubrimiento consistente con la visión evolucionista. Idea que ya comenzara a desarrollar al momento de la publicación de la obra de Nelson y Winter y denominará como un enfoque neo-austríaco. En ese momento, Kirzner (1979) argumentaba que el foco de atención teórico de la disciplina debería estar sobre los procesos de mercado, en lugar de las condiciones de equilibrio, tal y cual le reconocen Nelson y Winter en su obra.
Estos son los antecendentes inmediatos del evolucionismo reconocidos explícitamente por Nelson y Winter, junto con la ineludible referencia a Marx y a Marshall, tal cómo mencionamos en la sección anterior.
Sin embargo, la influencia del pensamiento post-keynesiano de autores como Joan Robinson y Nicholas Kaldor en el área de la teoría del crecimiento es notoria sobre algunos autores evolucionistas y, asimismo, puede incorporarse a la lista sin problemas a Veblen en toda una gama de sentidos. De hecho, hoy en día es difícil establecer una línea divisoria clara entre el institucionalismo y el evolucionismo. Parecen ser corrientes de pensamiento que, manteniendo una unidad metodológica y cierta complementariedad, enfatizan en distinto grado diversos aspectos de la realidad social, más que paradigmas competidores (Lawson, T.; 2004). Algo similar podría decirse de las distintas asociaciones y publicaciones que hemos enumerado al final de la sección anterior. Cada ‘grupo’ de evolucionistas parece tener un área principal de interés acorde a las distintas problemáticas y realidades nacionales. Sin embargo, es posible sostener que mantienen al mismo tiempo cierta unidad metodológica ¿Cuál es, entonces, el marco teórico general que unifica estos esfuerzos? Elucidar tal cuestión es el objeto de la sección siguiente.
III - Marco Teórico General y Objetivos del Evolucionismo
La economía evolucionista se perfila como paradigma alternativo a la teoría ortodoxa sobre la base del reconocimiento de que ésta presenta una aprehensión pobre e insatisfactoria del cambio social en general y, en particular, del económico, del tecnológico, del institucional y de su interrelación recíproca o coevolución, donde descansa, al final de cuentas, la naturaleza del cambio social en sí mismo.
Como respuesta a ello, puede decirse, en un sentido amplio que el objeto de la Economía Evolucionista es “(…) analizar el cambio económico, de una variable en particular, un conjunto de ellas o de un sistema entero; en otras palabras, su análisis es expresamente dinámico” (López, S., Valdaliso, J.; 1999, énfasis en el original). De esta manera, el evolucionismo es frecuentemente asociado al estudio del cambio y desarrollo de los sistemas económicos, en claro desafío a la pretensión ortodoxa de circunscribir el alcance de la disciplina económica al análisis estático de la asignación de recursos dados excluyendo los factores institucionales. De esta forma, en primer lugar, el evolucionismo plantea un cambio en el problema central de la disciplina económica sobre la base del entendimiento ontológico del fenómeno económico. En el reconocimiento de la naturaleza del fenómeno social como esencialmente cambiante y cuyo cambio involucra un proceso de creación y destrucción continuo[9], yace un giro en el problema básico de la disciplina, como sostiene Palacios:
“El resultado es una modificación en la definición del problema económico que va de la asignación óptima de factores escasos con usos múltiples dadas preferencias inmutables de la economía neoclásica a la identificación de las características y patrones de ajuste continuo exitosos a condiciones y preferencias permanentemente cambiantes de la economía evolucionista.” (sic Palacios, O.; 2001; énfasis añadido)
En segundo lugar, la economía evolucionista para elucidar la forma en que la economía se mueve, desarrolla y evoluciona en el tiempo, presenta un marco conceptual que pretende superar las falencias de la economía ortodoxa, a través de un conjunto alternativo de microfundamentos consistentes con la naturaleza coevolutiva del cambio económico a nivel macro, y presenta, asimismo un conjunto de herramientas analíticas alternativas para poder analizar el cambio social y, dentro del mismo, el económico y tecnológico.
En ese sentido, cómo el evolucionismo propone cambiar el problema básico de la disciplina, la forma de abordarlo y las herramientas analíticas para hacerlo, puede decirse que el objetivo último del evolucionismo es instituirse como el paradigma dominante en la disciplina y sustituir la mayor parte del cuerpo teórico ortodoxo.
A continuación presentaremos sucintamente los rasgos más salientes del marco conceptual evolucionista en general, para comentar luego, también sintéticamente, algunas de las principales temáticas particulares en las cuales el evolucionismo ha incursionado, hasta el momento.
En general, puede decirse que los evolucionistas sostienen que el entramado de los siguientes principios de la economía ortodoxa hechan por tierra cualquier intento de aprehender una realidad social continuamente cambiante:
Es complejo abordar cada uno de estos aspectos totalmente por separado. En cierto modo, constituyen una especie de pack, donde cada uno está íntimamente relacionado con los otros. A continuación, tentaremos exponer brevemente las críticas a cada uno de ellos para comprender el argumento de que, como un todo, imposibilitan la aprehensión del cambio social y económico. Proceso del cual irán emergiendo naturalmente las características generales de la alternativa evolucionista y los rasgos salientes de su marco conceptual general.
Los microfundamentos ortodoxos y evolucionistas.
La economía ortodoxa trabaja con el supuesto de un agente representativo autómata optimizador que opera bajo certeza o equivalencia a certeza restringido por un ambiente al cual, tan sólo, reacciona, como respuesta a cambios paramétricos totalmente ajenos a su voluntad. Ante cambios paramétricos, en contexto de certidumbre perfecta, la ‘decisión’ humana esta predeterminada de un modo automático, no existe nada como la intencionalidad creativa de los agentes. Como sostiene Furio Blasco:
“Las elecciones racionales que los economistas atribuyen a los agentes económicos no muestran ningún signo de razonamiento intencionado; son respuestas programadas a las circunstancias en las que se encuentran esos ‘agentes’. (…) [Sin embargo,] para que tenga sentido [como tal], la elección tiene que producirse en condiciones de incertidumbre.” (Furio Blasco, E.; 2005)
En este sentido, los evolucionistas reconocen la incertidumbre como elemento fundamental y esencial que subyace a la decisión intencional del ser humano en la economía capitalista y, además, sostienen que la misma no puede ser representada en términos de una distribución probabilística ya que el futuro, en todo momento que se toman decisiones humanas, es no conocido e imposible de conocer, en el sentido de Knight, como para construir una distribución de tal tipo. Por ello se sostiene que los agentes humanos se comportan bajo ‘racionalidad limitada’ y ‘conducta satisfaciente’.
Lo primero se apoya en el reconocimiento de que el ser humano es incapaz de contar en forma oportuna con información precisa sobre un futuro que no existe al momento de tomar una decisión y, asimismo, de conocer todas las relaciones relevantes, los coeficientes que describen correctamente el entorno que está enfrentando en un momento dado del tiempo y el conjunto de decisiones que han de tomar el resto de los agentes del cual depende el resultado final de la acción que está emprendiendo el agente en cuestión. Además, los mercados, por más perfectos que fueren, no pueden entregar información o descontar la probabilidad de estados de la naturaleza futuros que no existen en el momento de efectuar el cálculo. Por lo tanto, el comportamiento racional (como esta planteado por la economía ortodoxa) resulta un imposible.
En segundo lugar, en un contexto de incertidumbre como el que estamos describiendo, es posible que los agentes desarrollen rutinas y hábitos de comportamiento como la mejor forma de enfrentarse a un ambiente incierto y continuamente cambiante, con el objetivo de satisfacer determinadas metas, más que optimizar resultados globales. Incluso es factible que, en contextos caracterizados por alta complejidad, constante cambio e incertidumbre real, resulte hasta ineficiente para los agentes llevar adelante un proceso de optimización como el comportamiento racional planteado por la teoría ortodoxa y sea, por lo tanto, implausible (López, A.; 1996). Lo racional es, desde la perspectiva evolucionista, en realidad, satisfacer metas.
De este modo, los evolucionistas rescatan la visión activa del agente económico reconociendo la intencionalidad humana como un factor esencial de la realidad social. Esto es fundamentado por Furio Blasco de la siguiente manera:
“Si la idea de libertad de la voluntad puede establecerse de esta manera, la noción de comportamiento intencionado tiene aún más fondo y significado. Además, hay una base más clara para la distinción entre las explicaciones de los acontecimientos basándose en las intenciones humanas y las explicaciones basándose en las causalidades (…) [la distinción] entre un agente humano intencionado y una máquina perseguidora de objetivos [es que el primero] puede cambiar sus objetivos, y lo que es más, eso puede ocurrir sin que se produzca ningún estímulo externo.” (Furio Blasco, E.; 2001; énfasis añadido)
Es decir que, en el evolucionismo, las preferencias de los agentes no están dadas y, por el contrario son continuamente cambiantes. Cuestiones como las preferencias y los objetivos de la firma no pueden tomarse como exógenamente determinados, sino que deben estudiarse y comprenderse en relación a un contexto cultural, histórico e institucional en particular, como endogenamente determinados y, al mismo tiempo, como determinantes del mismo. De este modo, las rutinas y hábitos, las preferencias, la tecnología usada, los objetivos y metas de los agentes están en un proceso continuo de mutación a través de la interacción con el ambiente social. La mutación y evolución de las rutinas y hábitos de comportamiento resultan de procesos de búsqueda y aprendizaje interactivos que los agentes llevan adelante en contacto con el ambiente social en general, es decir más allá del sistema de precios. Estos procesos se fundan también, en normas, hábitos instituidos, derivados de esferas extra-económicas de la sociedad. Esto quiere decir que los procesos de aprendizaje y el cambio económico son fenómenos enraizados socialmente (socially embedded), que no pueden entenderse por fuera del contexto cultural e institucional en que se desarrollan (Lopez, A.; 1996). Abstraerse de ello, como es propio de la economía ortodoxa, dificulta el entendimiento del cambio social.
Por otro lado, reconocer la intencionalidad humana, la decisión real y no vacía implica aceptar la indeterminación de la misma. Sin embargo, los evolucionistas sostienen que esa indeterminación no es total y que las rutinas y hábitos son un componente del comportamiento de los agentes humanos lo suficientemente estable como para ser estudiados y considerados como poseedores de cualidades cuasi-geneticas (Nelson, R., Winter, S.; 1982). Asimismo, el desarrollo de las rutinas están limitados por la experiencia (la historia) y los hábitos de pensamiento enraizados en la cultura a la cual pertenece el individuo. Es decir que:
“Existen influencias externas que moldean los propósitos y las acciones de los individuos, pero la acción no queda totalmente determinada por ellas. El entorno influye, pero no determina completamente ni lo que busca el individuo, ni lo que puede conseguir. (…) En definitiva, la acción está parcialmente determinada y parcialmente indeterminada: es en parte predecible, pero en parte es totalmente impredecible.” Y más adelante acota: “Afirmar la existencia de indeterminación no es negar sus limitaciones: la acción también está moldeada y limitada por las influencias de la cultura, las instituciones y el pasado.” (Flurio Blasco, E.; 2001; énfasis añadido)
De este modo, las rutinas y hábitos, entendidas como resultantes del proceso de aprendizaje interactivo entre los agentes y su contexto sociocultural e institucional, constituyen estructuras relativamente previsibles y regulares de comportamiento. En ese sentido, contienen tanto elementos intencionales como causales que pueden reproducirse y heredarse, gozando la suficiente durabilidad como para constituirse en unidades de selección del ambiente. Es decir que, a un nivel de análisis micro, las rutinas y hábitos que desarrollan los agentes para desempeñarse en un ambiente económico cambiante e incierto, están sujetas a la selección del mismo.
Aquí, la selección no es un proceso necesariamente progresivo, sino que es el resultado de la adaptación a un entorno en particular. La selección no es vista en el evolucionismo de Nelson y Winter como un proceso que opera, necesariamente, a favor de la eficiencia. La supervivencia en modo alguno es indicador de aptitud o de eficiencia: lo más apto en cada caso es siempre relativo a la situación particular del ambiente. De hecho, “(…) es posible que las unidades con mejores aptitudes no logren sobrevivir” (Furio Blasco, E.; 2001). Las ‘fallas’ de selección son un fenómeno completamente natural, como sostiene Hodgson:
“Aquí, la ‘selección natural’ no favorece necesariamente a las unidades más eficientes, ni siquiera generan resultados globales óptimos. En particular, no hay ninguna garantía de que las firmas que exhiban alguna clase de comportamiento maximizador o característica relacionada a la eficiencia sean, de hecho, las seleccionadas en un proceso de tipo evolucionario.” (Hodgson, G.; 1994)
Es decir que, dado que para que funcione la evolución y un mecanismo de selección debe existir cierta variedad en las unidades de selección y no, necesariamente, un comportamiento homogéneo óptimo a priori, un proceso ‘evolucionario’ puede naturalmente ser ‘no optimizador’. De hecho, la selección no puede existir si no hay heterogeneidad. Si el ambiente económico (v.gr.: el mercado) opera como un mecanismo de selección, la idea de un agente representativo es inaceptable como categoría de análisis porque desnaturaliza al fenómeno económico en sí[10]. Le quita su naturaleza dinámica como proceso evolutivo de creación y destrucción continua a través de los distintos niveles de selección, porque de no existir heterogeneidad en las rutinas y hábitos de comportamiento no podría existir selección alguna: no hay qué elegir. El argumento de peso aquí es que la heterogeneidad es un aspecto fundamental e insoslayable para entender a la economía como un proceso evolutivo y como un fenómeno esencialmente dinámico[11].
En resumen, el evolucionismo supone que los agentes económicos presentan una conducta ‘ruticinada’ y satisfaciente enraizada en el contexto sociocultural, bajo incertidumbre limitada, que es altamente heterogénea. Heterogeneidad que es conditio sine qua non opera la selección del ambiente. Mecanismo a través del cual, el sistema económico evoluciona en el tiempo y muta. De este modo, el evolucionismo se abre, poco a poco, desde lo micro hacia lo macro, analizando la interacción continua entre ambos niveles de análisis: la estructura social (lo macro) y el agente (lo micro).
El análisis a nivel macro: conceptualización ortodoxa vs. evolucionista.
La economía ortodoxa ha reducido en gran parte la conceptualización macroeconómica a términos microeconómicos a través de supuesto de agente representativo. Sin embargo, por tratarse de niveles ontológicos diferentes, las críticas evolucionistas hacia tal forma de concebir al fenómeno social son distintas. Aquí, la noción de tiempo lógico y certidumbre perfecta (o probabilística) no son criticadas solamente por anular la visón activa y creativa del agente, sino por tratarse de una manera de concebir el cambio económico como reversible e ‘independiente del sendero’ a través del análisis de equilibrio.
La noción de equilibrio en que apoya sus análisis macroeconómicos la economía ortodoxa se aplica en evidente analogía a la noción newtoniana de equilibrio de fuerzas sobre cuerpos en reposo, donde el paso del tiempo no altera las propiedades esenciales de un objeto (López, S. y Valdaliso, J.; 1998). Ambas cuestiones resultan inadmisibles para la economía evolucionista: ni los ‘cuerpos’ están en reposo, ni el paso del tiempo deja inalteradas las características esenciales del objeto de estudio, las entidades sociales. Por el contrario, su estudio resulta indisociable del paso del tiempo en el sentido histórico, porque hace a su naturaleza esencial: ser un fenómeno social.
Los análisis de estática comparativa se apoyan en estos presupuestos, junto a la noción de ‘independencia del sendero’. En terminología ortodoxa, esto último quiere decir que lo que ocurre a lo largo del plazo entre dos equilibrios, no altera el resultado (equilibrio) final. La historia, en última instancia, no importa. El cambio es reversible a partir de una fuerza exógena en sentido opuesto a la original de igual magnitud: el paso del tiempo ha dejado inalterado al objeto de estudio y, por lo tanto, ha sido irrelevante. Desde el punto de vista evolucionista, lo que ocurra a lo largo del plazo, sí altera el resultado final y es irreversible: la historia importa. Así, el evolucionismo soslaya la importancia de la ‘dependencia del sendero’ en el análisis de la dinámica social y, consecuentemente, rescata la importancia del tiempo en el sentido histórico (en contraposición al tiempo lógico de la teoría ortodoxa) para entender la dinámica social. Más precisamente, el tiempo histórico se concibe como inseparable de la propia esencia dinámica del fenómeno social. La evolución (la dinámica) del sistema económico a lo largo de la historia es un fenómeno irreversible y cuya dirección futura está abierta y no predeterminada, pero sí altamente condicionada por la evolución pasada, su historia. A juicio del evolucionismo, la reversibilidad del cambio y la noción de ‘independencia del sendero’ de la economía del equilibrio son obstáculos demasiado grandes en el camino de la aprehensión de la dinámica social[12].
El cambio, en la teoría ortodoxa es introducido a modo de perturbación sobre el equilibrio inicial y, por lo tanto, es concebido como exógeno al fenómeno económico en sí. Más aún, la dinámica continua en la economía del equilibrio sólo puede concebirse como algún tipo de ‘equilibrio en movimiento’ a través del postulado de una tasa autónoma dada de variación de las variables exógenas, que no es explicada dentro del sistema y resulta consistente con tal ‘equilibrio continuo’. Es decir que, en el mejor de los casos, el cambio sigue siendo concebido como exógeno y, por lo tanto, no es explicado dentro del modelo. De este modo, los evolucionistas consideran que la performance de la economía del equilibrio para tratar fenómenos dinámicos ha sido decepcionante porque: 1) en última instancia, no explica el cambio; y 2) no toma en cuenta el proceso por el cual se llega a una nueva posición de equilibrio.
A diferencia de la economía ortodoxa, en la teoría evolucionista, el análisis macroeconómico se apoya en el estudio de las correspondientes instituciones sociales. Por ejemplo, el estudio del consumo ‘agregado’ se refiere al estudio de los patrones de comportamiento de un conjunto de personas con fuertes vínculos institucionales y culturales, los patrones de crecimiento de una industria se estudian en relación a los hábitos de comportamiento de un conjunto de firmas que mantienen ciertas particularidades culturales, geográficas, históricas y técnicas comunes, etc. Aquí las instituciones son estructuras sociales poseen cierta dinámica interna producto de su coevolución continua o afectación recíproca con las partes que la componen. Es decir, las instituciones son estructuras sociales que emergen de la interrelación entre las partes que lo componen[13]. De esta interrelación emergen ciertos rasgos y patrones relativamente invariantes y estables que hacen a la estructura social y están en continua afectación con sus partes (los agentes económicos) condicionando su comportamiento, y que son al mismo tiempo afectadas, condicionadas y mutadas por el mismo. Digamos, entonces, en primer lugar, que cada institución social posee una dinámica interna propia.
El sustrato de la dinámica interna de cada entidad social puede manifestarse en distintas maneras (en la forma de bienes físicos, de aplicaciones del conocimiento tecnológico, de rutinas de producción, hábitos de consumo, etc.) que poseen el suficiente grado de durabilidad o permanencia como para instituirse en unidades de selección. Es decir que producto de esta dinámica interna emergen en cada institución social patrones de comportamiento u otros ‘elementos’ (v.gr.: reglas de conducta socialmente aceptadas formales o informales) que son relativamente estables y tienden a sostenerse a lo largo del tiempo[14]. Patrones y ‘elementos’ que son resultantes y reforzadores de los hábitos de pensamiento y de acción rutinarios que comparte el conjunto de agentes pertenecientes la estructura social en particular. De este modo, la institución es ‘una invariabilidad socialmente construida’ que, asimismo, puede ser considerada como unidad o entidad de análisis y que posee elementos de permanencia relativamente estables como para ser tomados en cuenta como unidades de selección del ambiente socio-institucional.
Las entidades sociales e instituciones formales se relacionan recíprocamente conformando una red o entramado que hace al sistema socio institucional. El sistema social posee determinadas propiedades emergentes de la cualidad del conjunto de interrelaciones entre los distintos subsistemas sociales. Cuando emergen nuevas instituciones, éstas ‘compiten’ con las viejas y se someten a un mecanismo de selección determinado por su adaptación o complementariedad con dicho entramado socio-institucional. Existe, entonces, un mecanismo de selección entre ‘instituciones competidoras’ a través de un proceso de emergencia (v.gr.:el crecimiento de la ‘población’ o características de una entidad nueva o existente que muta) y un proceso de extinción (v.gr.: la desaparición o decrecimiento de las rutinas y hábitos de comportamiento de una entidad vieja): un proceso de destrucción creativa.
Lo fundamental de este marco conceptual general es lo siguiente: en parte como sustrato de la propia dinámica interna de cada ‘variable macroeconómica’ y, en parte, como respuesta al proceso de selección socio institucional, el cambio económico y social es concebido endogenamente. La mutación de una entidad social determinada depende de ciertas fuerzas intrínsecas y específicas a la institución en sí y, al mismo tiempo, de su coevolución, complementariedad y competencia como estructura social con otras entidades sociales. La evolución de una variable ‘agregada’ y de un sistema socio-económico responde a este proceso. Sin embargo, no puede establecerse a priori cuándo una institución o determinados hábitos de comportamiento serán seleccionados por el ambiente ni establecerse una presunta optimalidad del proceso selectivo. Proceso selectivo que, entonces, no necesariamente operará en forma ‘progresiva’ y en el cual la evolución socio-económica puede responder a meras circunstancias históricas fortuitas, siendo no predeterminada: la historia está abierta y es un libro a ser escrito.
Este tipo de análisis dinámico, difícilmente pueda llevarse adelante de otra forma que no sea conceptualmente (en una manera que Nelson y Winter han dado en llamar ‘apreciativa’). En ese sentido, claramente el paradigma ortodoxo, donde la formalización matemática y lo cuantitativo priman por sobre lo conceptual y lo cualitativo, contrasta fuertemente con el evolucionista y se instituyen, de esta manera, como competidores al interior de la disciplina[15].
Cerramos esta sección, luego de estas reflexiones aisladas, soslayando que, entonces, el evolucionismo se aleja de los análisis ortodoxos del fenómeno social de tipo estacionario o de estática comparativa. Ello se aborda estudiando, por un lado, la emergencia de los patrones de comportamiento social a partir del análisis de la interrelación entre los agentes de una determinada estructura social y, por otro, estudiando la evolución de los mismos, en el contexto en un ambiente selectivo socio-institucional en particular. Así, desde el punto de vista evolucionista, la dinámica (la evolución) de los sistemas económicos y de los ‘agregados’ es un fenómeno complejo resultante de la interacción y afectación recíproca entre factores tanto de índole micro, como meso y macroeconómicos, por un lado, y factores socio-institucionales, por otro. La aprehensión, entonces, de la dinámica social exige estudiar ente conjunto de interrelaciones, por más difícil que sea la tarea, mientras el objetivo de comprender la dinámica social esté entre las ambiciones de la disciplina.
IV - Algunas temáticas particulares en que han incursionado los evolucionistas
La economía evolucionista ha incursionado, principalmente en las áreas relacionadas a la aprehensión del cambio tecnológico y económico. En ese sentido, las áreas más desarrolladas corresponden a: i) la teoría evolucionista de la firma para comprender la conducta innovativa de las empresas y el cambio tecnológico a nivel microeconómico; ii) el estudio de la dinámica industrial y su relación con el cambio tecnológico a nivel sectorial, a través del análisis de los patrones y trayectorias tecnológicas; iii) el estudio de los sistemas de innovación que sostienen y condicionan la conducta innovadora de las empresas; iv) el estudio de la relación entre innovación, competitividad y empleo, a través del marco conceptual de tramas productivas; v) el estudio de la coevolución entre las distintas esferas de análisis (micro, meso y macroeconómico) para aprehender el fenómeno de crecimiento económico de los países; vi) el estudio de los patrones de comercio internacional sobre la base de las capacidades innovativas y las competencias de las empresas de una nación; y vii) la evolución del sistema capitalista como resultante de la coevolución entre la esfera tecnológica y la institucional. Un área escasamente desarrollada es la de la teoría del consumidor. Sin embargo, existe un desarrollo relativamente reciente que es pertinente de señalar y presentar sucintamente. A continuación, se presenta una exposición sintética de los principales avances en cada una de estas áreas de investigación.
La teoría evolucionista de la firma
Dentro de la teoría evolucionista de la firma, la empresa es vista como una estructura organizativa real compuesta por un conjunto interrelacionado de seres humanos, que posee activos acumulados de diverso tipo (principalmente en la forma de conocimiento), determinadas motivaciones principales y, fundamentalmente, una historia (Motta, J.; 2004).
Las firmas desarrollan rutinas y hábitos de comportamiento que constituyen el principal elemento de permanencia y herencia instalado en la memoria organizacional de la empresa, lo que significa una inercia relativa en su conducta. Las rutinas constituyen el comportamiento racional de la firma, en el sentido que son las conductas y procedimientos considerados apropiados y efectivos en el contexto que son usados, un contexto que suele implicar un grado considerable de incertidumbre y de cambio en el ambiente. Ante ello, lo mejor que se puede hacer es seguir reglas relativamente estables de comportamiento producto de la experiencia y/o apelar a determinados hábitos de comportamiento instituidos. Aquí, las rutinas son el resultado del proceso de aprendizaje histórico que las firmas han emprendido y representan lo mejor que las empresas saben y pueden hacer, en el contexto de sus activos y recursos acumulados. En ese sentido, la empresa es vista como un cúmulo de conocimiento, tanto codificado como tácito[16], que se crea y acumula en un proceso continuo.
Los procesos de búsqueda y de aprendizaje constituyen el principio de variación y mutación de las rutinas, el elemento de permanencia en la conducta de la empresa. Las empresas se embarcan en los mismos, bajo la consideración de que es posible obtener mayores beneficios merced a variación en la forma en que mejor sabe hacer las cosas (las rutinas) y, también, producto de la presión competitiva del ambiente y las oportunidades que el mismo genera. De este modo, sobre la base de su conocimiento acumulado y activos específicos[17], emprenden procesos de aprendizaje en las cercanías de sus competencias acumuladas como respuesta a motivaciones internas y como respuesta a oportunidades y presiones externas.
Producto de estos procesos continuos de búsqueda y aprendizaje, la firma acumula determinadas competencias que gozan de una especificad dada por la historia de la empresa y la particularidad de sus elementos constituyentes y forma específica de interrelación organizativa, que las hacen difícil de transferir e imitar entre empresas.
En función de ello, siempre existe en el seno de la estructura productiva y sectorial una gran diversidad de estrategias empresariales. Las estrategias difieren firma a firma debido a que las empresas poseen historias distintas, distintas capacidades y realizan distintas interpretaciones de las oportunidades económicas y restricciones que les impone el ambiente. Las capacidades de las firmas están amalgamadas en su estructura organizacional, la cuál está en mejores condiciones de facilitar el desarrollo de algunas estrategias en lugar de otras[18]. De este modo la estructura organizacional de la empresa condiciona las estrategias que la firma puede llevar adelante, al mismo tiempo que la estrategia de la firma puede ir mutando la estructura organizacional de la empresa. La firma no es una ‘caja negra’[19] inmutable atemporal: es un sujeto histórico estructurado y estructurante, capaz de modificarse a sí mismo y sujeta constantemente al cambio del ambiente, pero que también, mediante su continua mutación, puede generar variaciones en el ambiente. Variaciones que, de hecho, pueden magnificarse y generar importantes cambios macroscópicos. Sin embargo, lo importante de señalar en este apartado que esta teoría significa una aprehensión endógena de la transformación de las firmas[20].
Por último, las rutinas y hábitos de comportamiento de las empresas están sujetas a un proceso de selección por parte del ambiente que no tiene porqué ser progresivo bajo algún criterio de eficiencia. Las rutinas, competencias y estrategias seleccionadas por el ambiente[21] son aquellas mejor adaptadas a las condiciones imperantes en ese momento histórico determinado. No existen criterios de eficiencia óptimos a priori y de ningún modo el mercado opera a favor de la eficiencia: es completamente posible que las prácticas más eficientes no sean seleccionadas en un momento determinado y se extingan, como que las prácticas ineficientes sí lo sean y se expandan por la estructura económica. Es decir, que las competencias y rutinas de las empresas que muestren una adaptación exitosa a las condiciones prevalecientes se difundirán por la estructura productiva, se reproducirán, combinarán con otras relativamente bien adaptadas y crearán nuevas competencias y rutinas que estarán nuevamente sujetas a la selección; mientras que aquellas cuyo desempeño sea menor y, por lo tanto, su adaptación al ambiente fracase, tenderán a extinguirse del mercado y desaparecer: el mecanismo de selección implica un proceso de ‘destrucción creativa’ de rutinas y hábitos de comportamiento que, en modo alguno, se concibe como progresivo.
Este marco conceptual especifico ha permitido a los evolucionistas estudiar la conducta de las empresas según su tipología, es decir la conducta de las empresas transnacionales, las PyMES, los conglomerados económicos, etc. (Bisang, R., et al.; 1995, Kosacoff, B. y Ramos, A.; 2001, Chudnovsky, D., López, A.; 2002). Asimismo le ha permitido comprender fenómenos que, a la luz de la economía ortodoxa, resultan tan extraños (aunque extendidos), como el hecho de que la conducta de las empresas de un sector no reaccione de modo autómata y uniforme (en el sentido de adoptar rutinas de comportamiento más eficientes y mejorar su competitividad individual) a cambios macroeconómicos drásticos como una apertura comercial brutal (Katz, J.; 2000, Milesi, D.; 2002, Albornoz, A., et al.; 2002 ).
La naturaleza del cambio tecnológico a nivel microeconómico
La empresa está en constante búsqueda para mejorar su base de conocimientos para mejorar su performance. Este tipo de actividades innovativas[22] son de un resultado esencial e intrínsecamente incierto, pero acotado por la acumulación histórica de la firma de conocimiento, tanto técnico, como organizacional, de las condiciones de demanda, etc. De este modo, el desarrollo tecnológico de una firma es un proceso acumulativo producto de esta búsqueda, la cual está altamente condicionada en sus márgenes por los conocimientos ya acumulados por la empresa. Es decir que el cambio tecnológico a nivel microeconómico es, en primer lugar, un proceso, y en segundo, un proceso path dependent: la tecnología (el conocimiento) ‘evoluciona’ siempre sobre la base del conocimiento anterior (la tecnología). El cambio tecnológico es un fenómeno endógeno al comportamiento de la firma y no un mero desplazamiento paramétrico exógeno a su conducta, como lo es en la teoría ortodoxa.
Dinámica industrial y cambio tecnológico: Paradigmas y Trayectorias Tecnológicas
El cambio tecnológico a nivel sectorial en la teoría evolucionista es conceptualizado como endógeno a la dinámica industrial, a través del estudio de los paradigmas y trayectorias tecnológicas[23]. Es decir, se postula que existen patrones regulares discernibles del avance del conocimiento tecnológico definidos por un paradigma tecnológico determinado, que representa la heurística y las concepciones particulares compartidas por un conjunto de empresas sobre la ‘manera de hacer las cosas’ y de mejorarlas. Es decir, representa un marco cognoscitivo colectivo que define los problemas relevantes y los patrones de investigación y desarrollo en un sector determinado, condiciona las oportunidades para desarrollar innovaciones y define los procedimientos para explotarlas. Dentro de cada paradigma tecnológico existen determinadas trayectorias tecnológicas, que representa la ‘ruta de evolución’ efectiva del conjunto de innovaciones seguido dentro de un paradigma tecnológico determinado.
La emergencia de un determinado paradigma tecnológico en modo alguno es visto como automático o eficiente a priori, sino altamente dependientes de estos factores y donde es posible que un mero hecho fortuito lleve a la adopción de una tecnología determinada, contorneando un paradigma o trayectoria tecnológica específica.
Los evolucionistas estudian la evolución de tales paradigmas, donde la adopción de uno u otro depende de la naturaleza e intereses de las instituciones que medien entre la investigación pura y las aplicaciones económicas, los procesos de prueba y error llevados adelante por las empresas, los criterios de selección del mercado y otros factores institucionales (López, A.; 1996).
Sistemas de Innovación
Los evolucionistas reconocen que el accionar de las firmas y el desarrollo de sus competencias no sucede in vacuo, sino que, por el contrario, se apoya en un amplio complejo institucional. Para estudiar el efecto que este contexto institucional tiene sobre la capacidad innovativa de las firmas, los evolucionistas echan mano al concepto de Sistema Nacional de Innovación (SNI)[24]. Es decir, se reconoce que las capacidades de aprendizaje e innovación de una sociedad están enraizadas en la estructura social e institucional con que cuenta una nación y, por lo tanto, su evaluación y estudio resulta fundamental para elucidar el potencial tecnológico de un país.
El estudio de los SNI involucra el análisis de las relaciones existentes entre la estructura productiva de una nación y su marco institucional. Es decir, estudia la forma en que se relacionan las empresas de los distintos sectores entre sí y con el marco institucional. Donde el marco institucional abarca tanto el entramado de centros públicos y privados de I&D (instituciones formales) como el conjunto de convenciones sociales prevalecientes en una sociedad y que no se hallan mediadas directamente por el mercado (instituciones informales o sociológicas), teniendo en cuenta las especifidades geográficas y de infraestructura física que afectan la actividad económica y la conducta innovativa.
La importancia atribuida a los SNI yace en el reconocimiento del rol del aprendizaje institucional y los modos de transformación social en la adaptación y desarrollo de las practicas tecnológico organizacionales, por un lado; y de que el conjunto de oportunidades y capacidades tecnológicas que definen las distintas modalidades de la estructura productiva (diversificada, especializada, etc.), condicionan el potencial de dinamismo tecnológico de una nación y sus posibilidades de generar empleo, por otro. Es decir, que distintas trayectorias de especialización a nivel nacional impactarán diferencialmente sobre la evolución del empleo, tanto en términos cuantitativos como cualitativos.
La política nacional en CyT y el entramado institucional que sostiene al aparato productivo es un determinante fundamental de la performance tecnológica y competitiva que el mismo puede alcanzar. Por ello los evolucionistas desarrollan un ingente esfuerzo por estudiar la calidad del SNI de un país a fin de perfilar políticas a nivel nacional, regional o local que fomenten la generación de competencias endógenas y la creación de empleo.
Tramas productivas, innovación y empleo
Un marco conceptual importante al cual han echado mano los evolucionistas para abordar el estudio de la interrelación entre la innovación, la competitividad y el empleo es el de ‘trama productiva’ o ‘ramas industriales integradas’[25].
Una trama productiva se define como el conjunto de relaciones personales, económicas, tecnológicas, sociales, políticas y de intercambio de activos tangibles e intangibles que se establecen alrededor de uno o varios núcleos tecnológicos y el conjunto de sus proveedores y clientes (actividades anexas), en un ambiente social determinado. Es decir que resulta un análisis que trasciende el mero estudio sectorial, por un lado, y de los agentes tomados individualmente, por otro, tomando en consideración, además, el contexto particular en el que las relaciones sociales tienen lugar. Es decir, incorporando al análisis las particularidades geográficas, institucionales, de infraestructura y las condiciones macroeconómicas en las cuales se desenvuelven e interactúan los agentes. Por eso se sostiene que se trata de un análisis de tipo mesoeconómico que fomenta el abordaje interdisciplinario.
Aquí importa la cualidad y el grado de virtuosidad que alcancen las relaciones entre los agentes. El conjunto de vínculos entre los agentes puede crear lenguajes y códigos colectivos que pueden facilitar los procesos de coordinación y mejorar la especialización y división de actividades al interior de la trama. De este modo, la trama se instituye como un espacio generador de competencias sistémicas, ventajas competitivas dinámicas y cuasi-rentas, que impactan sobre el nivel y la calidad del empleo que la trama puede generar. Por ello constituye el marco adecuado para abordar el estudio del nivel de competitividad que el sector productivo puede alcanzar, los determinantes de la calidad y cantidad de la demanda de trabajo y la interrelación entre empleo e innovación.
La relación entre innovación y empleo no es, de modo alguno, mecánica. El efecto que tiene la introducción de innovaciones sobre la generación-destrucción de empleos, a través de su efecto en la productividad, no es independiente de la naturaleza de la innovación en sí. Por un lado, se argumenta que mientras las innovaciones de productos tienden a tener un impacto positivo en la creación de empleo, las innovaciones de procesos tienen a tener un efecto neto opuesto. No todo aumento en la productividad de las empresas tiene un efecto uniforme sobre el empleo y, ni siquiera, estático. Es decir que, por ejemplo, la introducción de una innovación de procesos puede incentivar la introducción de innovaciones de productos ‘compensatorias’ si el crecimiento en su demanda supera al de la mejora en productividad inicial. Por otro lado, en distintas tramas productivas prevalecerán unos tipos de innovaciones en lugar de otras y, por lo tanto, el efecto de las mismas sobre el empleo diferirá (López, A.; 1998). Entonces, el estudio de tramas productivas constituye un marco aceptablemente adecuado para comprender la interrelación entre la innovación y el empleo.
Crecimiento y desarrollo económico
Según López (1998), es posible establecer tres vertientes de teorías evolucionistas del crecimiento. Una primera, que intenta estudiar la relación entre los patrones de cambio tecnológico y patrones de crecimiento a partir del análisis de la interrelación y competencia entre un conjunto heterogéneo de agentes con distintas capacidades de innovación e imitación en un contexto de economía cerrada. Los principales logros de este conjunto de trabajos son la predicción del comportamiento de series ‘agregadas’ de producción, inversión, etc., consistentemente con las observaciones empíricas.
Una segunda vertiente apunta a comprender la manera en que se relacionan los esquemas de comercio y crecimiento con las disímiles dinámicas de innovación a nivel nacional, a fin de procurar elucidar la persistencia observada en los patrones de desarrollo a nivel internacional. Este tipo de modelos ha permitido entender la manera en que la especialización productiva de un país condiciona su potencial de dinamismo tecnológico y la condición necesaria, pero no suficiente, para la convergencia de salarios y rentas: la convergencia de niveles tecnológicos y capacidades innovativas (López, A.; 1998).
Una tercera vertiente intenta combinar las dos líneas anteriores de investigación en modelos de simulación que integran la dinámica micro y macroeconómica, a fin de analizar los patrones de convergencia y divergencia de los niveles de renta a nivel internacional (López, A.; 1998). Aquí, algunos modelos evolucionistas de crecimiento han logrado mostrar cómo conductas innovativas heterogéneas a nivel de la firma pueden, a través de su influencia sobre los ingresos en un mecanismo keynesiano de formación de la demanda, generar distintos senderos de crecimiento y patrones de ‘catching up’ a nivel de los países. Es decir que han logrado explicar la diferenciación persistente de sus tasas de crecimiento entre países inicialmente ‘idénticos’, a través de la introducción de fluctuaciones locales a nivel de la firma que se magnifican a nivel ‘macroscópico’. En este tipo de modelos las ventajas comparativas o absolutas de los distintos países emergen endógenamente como resultado de procesos auto organizativos fruto de los procesos de aprendizaje y de selección de mercado. Por último, este tipo de modelos permite establecer y estudiar el tipo de retroalimentación que existe entre innovación, competitividad y acumulación de capital (Dosi, G., et al.; 1994).
Las teorías evolucionistas del crecimiento se distinguen de las ortodoxas, además de basarse en microfundamentos distintos (vid supra sección III) y de no usar el artilugio analítico de una función de producción agregada[26], en la introducción de dimensiones cualitativas que habitualmente se identifican con el área de ‘desarrollo económico’. La teoría evolucionista del crecimiento se caracteriza por el estudio de la coevolución de las distintas dimensiones de la realidad social, tales como el cambio tecnológico, la acumulación de capital, la evolución del comportamiento de las firmas y el sistema socio-institucional. De este modo, se concibe al crecimiento como un fenómeno que trasciende lo puramente cuantitativo y como un proceso multifacético, introduciendo en el análisis dimensiones cualitativas dejadas de lado por la teoría ortodoxa (o tomadas como fijas, lo cual, para el caso de crecimiento, es lo mismo).
Por último, decir que los autores evolucionistas en general coinciden en que la existencia y persistencia en las divergencias a largo plazo en el desempeño económico de las distintas economías nacionales se debe a la estructura productiva de cada país, las características y estrategias de las empresas, el contexto socio-institucional y el conjunto de incentivos económicos vigentes. Por lo tanto, todos estos aspectos que deben estudiarse frontalmente si se quiere aprehender el crecimiento económico de los países (López, A.; 1998).
Economía internacional
En economía evolucionista los patrones de especialización en el comercio internacional dependen de las capacidades tecnológicas e innovativas de las firmas del país en cuestión. Aquí, las capacidades o competencias de las empresas abarcan los conocimientos y habilidades desarrolladas por las firmas que determinan qué tipo de actividades las mismas pueden desarrollar eficientemente. Los recursos con que cuentan las empresas de un país no se reducen a información y equipos técnicos, sino que también abarcan las formas de gestión y organización, las rutinas y los patrones de conducta. Es decir, también dependen de la cultura organizacional y las características del ambiente. De este modo, las competencias no dependen, exclusivamente, de recursos estáticos (como información o equipos técnicos), sino que dependen de un cúmulo de recursos dinámicos: las capacidades para crear y sostener diferencias tecnológicas a lo largo del tiempo.
Por un lado, los patrones de comercio dependen de características a nivel de la firma (la conducta empresarial) y, por otro, dependen de aspectos que se ubican a nivel del ambiente en el que se desenvuelven las empresas. Existe, por lo tanto, un conjunto de factores que influyen sobre la capacidad innovativa de las firmas y la diferenciación de conductas empresariales, compuestos por la red institucional que sostiene la actividad productiva e innovativa de las empresas y la cualidad de las relaciones que tienen lugar al interior de la misma. De este modo, las políticas que se desprenden de las teorías evolucionistas del comercio internacional apuntan a fortalecer la virtuosidad y sinergias que emanan de este tejido institucional: el SNI.
Es decir que exige evaluar las cualidades del SNI en el que la actividad económica se desarrolla, por un lado, y ‘abrir la caja negra’ de la firma, por otro, a fin de estudiar frontalmente la cuestión de la competitividad y las competencias nacionales, para comprender los patrones de comercio internacional.
Evolución capitalista y ciclos de largo plazo: Paradigmas Tecno-Económicos
Otra de las temáticas donde los evolucionistas han incursionado es en el estudio de los ciclos de largo plazo u ondas largas, a través del concepto de paradigma tecno-económico (PTE). Más precisamente, se considera que la dinámica capitalista es posible de ser comprendida a través del análisis de la evolución (la gestación, difusión temprana y tardía, la madurez temprana y tardía y la decadencia) de un determinado PTE, donde, la forma cíclica de la evolución de un sistema económico puede comprenderse por el grado de complementariedad entre el PTE y el sistema socio-institucional (SSI) en cada momento del tiempo. Es decir que cada ‘ciclo de Kondratiev’[27] observado en la evolución capitalista puede asociarse a un PTE determinado y su evolución, explicarse a través de su complementariedad al SSI (Pérez, C.; 1986).
Un PTE es un ‘meta-paradigma’ que condiciona y enmarca a los paradigmas tecnológicos específicos. Los evolucionistas han logrado identificar cinco ondas largas o ‘ciclos de Kontratiev’ a lo largo de la evolución capitalista de una duración de entre cuarenta a sesenta años de duración y han hallado que los mismos están caracterizados por: i) la existencia de un ‘insumo clave’, ii) un grupo de ramas propulsoras del crecimiento económico, iii) determinados requerimientos de infraestructura y formas de organización empresarial, iv) ciertos patrones de competencia y cooperación, v) modos particulares de resolver los problemas de los paradigmas tecnológicos anteriores, y vi) una configuración determinada del sistema económico internacional (López, A.; 1996).
Del acoplamiento o no del PTE al SSI en que se desenvuelve dependerá la existencia de senderos globales de crecimiento estables, donde, la determinación de ello es bidireccional, en el sentido de que la evolución económica depende de la coevolución entre un PTE y el SSI.
Teoría del consumidor
Esta es un área escasamente desarrollada y, por eso, se ha dejado para el final. Si bien Nelson y Winter señalaban a principios de la década de los ‘80 que ésta era un área directamente no desarrollada, durante las últimas décadas ha habido algunos avances en el estudio de los hábitos de consumo, por parte de algunos autores de la JAFEE.
Ellos sostienen que el conjunto de bienes consumidos por una sociedad puede tomarse como una entidad social sujeta a evolución. El proceso de selección de mercancías operaría en tres momentos. En primer lugar, los bienes producidos son elegidos por las firmas. En segundo lugar, los bienes son seleccionados por los consumidores al momento de la compra. El tercer momento, ocurre al tiempo que el bien es usado por los consumidores y es evaluado en función del precio pagado. Si se considera que las distintas características del mismo se adecuan al precio pagado, probablemente repetirán el consumo y se convertirán en compradores ‘leales’ al productor.
Es decir que la selección de bienes ocurre en un contexto de búsqueda y aprendizaje sobre las cualidades de la mercancía por parte de los consumidores, en contraste con la teoría ortodoxa del consumidor, donde se presume que los mismos tienen perfecto conocimiento de las características y, más aún, de la satisfacción que el mismo le significará. Aquí, en cambio, los consumidores saben bastante poco sobre las cualidades de los bienes y el bienestar que les generará su consumo. Entonces, en parte, su comportamiento es aleatorio y, en parte, es producto del proceso de aprendizaje de ‘prueba y error’ y de los hábitos que descansan en los factores culturales. Los hábitos de consumo cambian continuamente en función de este proceso y no pueden explicarse sin referencia a la experiencia pasada de los agentes y su cultura (Shiosawa, Y.; 2004).
Asimismo, algunos artículos publicados en la JEI también abordan la cuestión del estudio de los hábitos de consumo, focalizándose en su nexo con las instituciones y los valores sociales, desde una perspectiva muy enraizada en el pensamiento de Veblen (Dolfsma, W.; 2002, Ackerman, F.; 1997, Trigg, A.; 2001).
Reflexiones Finales
“Vivimos una época en que resulta evidente la insuficiencia del marco conceptual para explicar una realidad que se transforma rápidamente.” (Furtado, C.; 2001)
“[En una economía caracterizada por la ‘competencia imperfecta’] los precios y los ingresos serían indeterminados, y no habría tendencias teóricamente definibles hacia el equilibrio. Seguramente, la vida económica en tal sociedad podría asentarse en rutinas y patrones que podrían ser analizados por los historiadores, los sociólogos y los estadísticos, pero parece razonablemente claro que los teóricos de la economía de hoy en día no tendrían trabajo.” (Sweezy, P. y Baran, P.; 1973, énfasis añadido)
En un contexto social e histórico donde el cambio tecnológico, social y económico se acelera en el tiempo, el fenómeno social comienza a presentar su carácter dinámico como un aspecto que hace a su propia naturaleza esencial: la de ser un fenómeno social. Mientras la economía continue abstrayéndose de ello, obsesionada en análisis profundamente formalizados y de naturaleza estática, seguirá corriendo tras el desplazamiento paramétrico de las mil y una variables en el tiempo, a un ritmo cada vez más acelerado hasta desistir en el abodarje de la dinámica o perder credibilidad del todo y quedar marginada al costado del resto de ciencias sociales en mejores condiciones de abordar el fenómeno social. Pese a las dificultades del caso, es necesario desarrollar rutinas de investigación que permitan aprehender el cambio y resulta hasta una obligación científica analizar el fenómeno social como tal, sin violentar su naturaleza esencial.
En la presente monografía se ha mostrado que el evolucionismo es una alternativa viable para hacerlo. Que tiene objetivos claros y un programa de investigación[28] definido principalmente, en principio, alrededor de la temática del cambio tecnológico, la innovación y el empleo. Además, su unidad metodológica descansa en un marco conceptual capaz de aprehender la dinámica social en general superando las limitaciones de los análisis estáticos de la economía ortodoxa, reconociendo la naturaleza esencial del fenómeno social como estructurado, dinámico y abierto.
Si, verdaderamente la realidad social es un fenómeno esencialmente dinámico y la disciplina económica continua este camino hacia la formalización centrada en modelos de equilibrio esencialmente estáticos, probablemente Sweezy y Baran tengan razón y la sociedad tenga que seguir esperando, de la mano de otra clase de científicos sociales o de economistas ‘exiliados’ en otras ciencias sociales, una mirada comprehensiva que la ayude a abordar los profundos problemas que la aquejan día a día.
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[1] Citado en Beker, V.; 1992.
[2] Incluso se sostiene que la mayor parte de la economía marxista es evolucionista, dado que define al capitalismo como un sistema dinámico evolutivo en constante cambio (Lopez, A.; 1996).
[3] De hecho, Veblen (1898) planteó explícitamente la pertinencia de la analogía evolutiva en economía, en su artículo titulado: “¿Por qué no es la economía una ciencia evolucionista?”.
[4] La idea de que la selección natural opera, necesariamente, en función de la eficiencia y que sólo los agentes eficientes son los sobrevivientes, son una clara expresión del darwinismo social.
[5] El naturalista francés Jean Baptiste de Monet, caballero de Lamarck (1744-1829), consideraba que los seres vivientes evolucionaban al ser expuestos a las condiciones del ambiente y que dentro de cada grupo, las especies no siguen una gradación, sino que se diversifican como respuesta a la influencia del medio. Ante ella, los seres vivos usan algunos órganos y dejan de usar otros, de modo tal que se desarrollan los órganos que se usan para afrontar al ambiente y se atrofian los órganos sin usar. Las capacidades que se desarrollan no son óptimas a priori. Las características que las especies adquieren a través del uso y del desuso de sus órganos son heredables y se trasmiten a la descendencia. Estos son los dos elementos claves del Lamarckismo que lo distinguen del evolucionismo de corte Darwinista: primero, la evolución es producto del uso de los órganos en respuesta a una necesidad que tienen las especies al afrontar un ambiente determinado y no una disposición genética innata a las especies (es decir, que el grado de desarrollo de los órganos y capacidades de los seres es proporcional al de uso al que están sometidos); y segundo, las características adquiridas del uso son transmisibles. Es por ello, que la primera teoría de la evolución es conocida como ‘herencia de los caracteres adquiridos’ (Porro, M.; 2002). Aunque las ideas Lamarckianas no gozan de buena salud dentro de la biología, dado que no ha sido reconocida la existencia de algún mecanismo que explique la forma en que las características adquiridas pueden ser ‘impresas’ en los genes de modo de ser heredables, es aceptado que la dinámica socioeconómica sí podría ser aprehendida como un proceso evolutivo de este tipo.
[6] Esta lista de modo alguno pretende ser exhaustiva o excluyente. La idea es ilustrar la extensión del desarrollo del evolucionismo en economía, más que distinguir corrientes internas.
[7] Shiozawa en su manifiesto del evolucionismo publicado en la EIER, sostiene que “(…) la unidad de la economía evolucionista deriva de su metodología en el análisis de la dinámica, del cambio histórico y de la génesis de las instituciones.” Y reitera más adelante: “La unidad del evolucionismo económico descansa en su única metodología: la observación de distintos fenómenos desde una perspectiva evolutiva” (Shiozawa, Y.; 2004). Lawson (2004) sostiene algo similar, pero de más alcance: que la unidad, no sólo del evolucionismo, sino también del post-keynesianismo, institucionalismo y de todos los enfoques heterodoxos, descansa en su unidad metodológica, más precisamente en su faceta ontológica, en el sentido de compartir una concepción común de la realidad social como estructurada, abierta, sistémica y evolutiva, por un lado, y la concepción de la agencia humana como real. Es decir la decisión humana como intencionada, creativa, no vacía y no predeterminada.
[8] Fuera específicamente Alchian (1950) quien trabajara sobre la cuestión de la incertidumbre en este sentido y señalara las grandes dificultades de extender la microeconomía ortodoxa al caso de incertidumbre. De hecho, Nelson y Winter señalan al trabajo de Alchian como un antecedente intelectual directo de su obra.
[9] Puede apreciarse a esta altura que la influencia de Schumpeter sobre el evolucionismo es notoria.
[10] Sobre la diversidad de falencias que presenta la noción de agente representativo puede consultarse Kirman, A.; 1989.
[11] De hecho, evolución y dinámica deberían leerse aquí indistintamente como sinónimos. La necesidad de la distinción de términos surge del predominio del paradigma ortodoxo en la disciplina y su consecuente apropiación del lenguaje académico. La relativa renuencia de la economía a definir conceptos tales como racionalidad o dinámica en cada trabajo, no hace más que reforzar su asociación a la conceptualización ortodoxa de los mismos. Una práctica científica, desde el punto de vista del autor de la presente monografía, excluyente e indicador del escaso desarrollo de la disciplina como ciencia social.
[12] Incluso, si fuese lícito un análisis de estática comparativa para aprehender el cambio económico y, por lo tanto, las falencias señaladas irrelevantes, la aparente inestabilidad del equilibrio teórico de cualquier mercado y/o la imposibilidad de alcanzarlo (es decir, donde el mismo adquiera las propiedades de un punto de atracción con características de blanco móvil), tornaría desde imposible hasta errado cualquier intento de comprensión de un fenómeno social inherentemente dinámico (Palacios, O.; 2001). Sin embargo, la inestabilidad del equilibrio es una crítica interna menor en comparación con las falencias que implican la reversibilidad del cambio y la noción de ‘dependencia del sendero’.
[13] Aquí yace otra diferencia con la economía ortodoxa: las estructuras sociales poseen ciertos rasgos emergentes de la interrelación entre sus partes. Es decir que los ‘agregados’ son más que la suma de las partes (más bien, algo distinto). De hecho, el calificativo de las variables macroeconómicas como agregadas parece, a juicio del autor de la presente monografía, como sumamente desafortunado, aunque fortuito, y otra evidencia del condicionamiento que impone el lenguaje académico a la evolución de los hábitos de pensamiento al interior de la disciplina.
[14] Es decir, posee ciertos mecanismos particulares de reproducción de sus principales características. Cada entidad social tendrá mecanismos de reproducción y difusión distintos: determinada tecnología puede reproducirse vía imitación, emulación o licenciamiento del conocimiento, el conjunto de bienes que consume una sociedad también puede reproducir sus características tanto a través de la emulación de hábitos de consumo como a través del desarrollo de prototipos por parte de las empresas, etc. (Shiosawa, Y.; 2004)
[15] En cierto modo y en términos de Kuhn, resultan paradigmas ‘incomensurables’ y, como síntoma de ello, utilizan hasta un leguaje académico distinto. Ello dificulta, sin dudas, el desarrollo del paradigma evolucionista, mientras la tendencia a la formalización y la preeminencia de lo cuantitativo prevalezca en la disciplina. Desde el punto de vista del autor de la presente monografía, un acercamiento de la economía a otras disciplinas sociales, facilitaría el dialogo intra-disciplinar, apreciar las fortalezas y debilidades de los distintos paradigmas alternativos en la disciplina y el desarrollo de la ciencia económica como ciencia social, en lugar de seguir el camino de la conversión progresiva en una mera rama de la matemática aplicada.
[16] El conocimiento tácito puede definirse como “(…) aquellos saberes y conocimientos que tienen los individuos pero que no se pueden definir correctamente ni expresar completamente, que no son codificables en manuales de procedimientos ni publicaciones de otro tipo, que difieren de persona a persona, pero que en forma significativa son compartidos por colegas y colaboradores que tienen experiencias en común” (Motta, J.; 2004).
[17] La noción de dependencia del sendero aquí es clara: los procesos de búsqueda están condicionados por el entramado de conocimiento materializado en las rutinas resultantes del aprendizaje histórico de la firma. La orientación de los procesos de búsqueda está acotado en determinadas direcciones (lock in) condicionadas por esa amalgama de activos específicos a la firma y, por lo tanto, se sostiene que es local y miope.
[18] Este es un elemento claramente Lamarckiano: las capacidades que se usan son las que se desarrollan, las que no se usan se atrofian. El conocimiento es un recurso muy particular, en el sentido de que en lugar de extinguirse con su uso, se reproduce.
[19] Los evolucionistas sostienen que la economía ortodoxa trata a la empresa como una ‘caja negra’ donde lo que ocurre dentro de la misma es todo un misterio.
[20] En la economía ortodoxa la ‘mutación’ de la firma es producto de desplazamientos paramétricos ajenos a su accionar o a cambios exógenos en la tecnología, representado por desplazamientos de la función de producción. Aquí ni se especifica un artilugio como la función de producción, ni se considera que la mutación de la empresa sea producto, exclusivamente, de factores externos a la misma.
[21] En muchos casos existen otros mecanismos de selección tan o más importantes que el mercado, sin embargo, el mercado suele constituir el principal de ellos tomado en cuenta dentro de la disciplina económica (Motta, J.; 2004).
[22] Es de destacar que aquí las innovaciones no se refieren necesariamente a una actividad radicalmente nueva. Estrictamente, significa cambio en la forma de hacer las cosas que tiene la firma. Una empresa puede introducir una innovación adoptando un cambio en sus rutinas que ya hayan realizado todas y cada una de las empresas existentes en el mundo y ello seguir siendo una innovación. Innovación es cambio.
[23] Aquí la noción de paradigma tecnológico se concibe análogamente a la institución de un paradigma científico de Kuhn en filosofía de la ciencia, y la noción de trayectoria tecnológica a la de ciencia normal.
[24] Sin embargo, su estudio puede dejar de circunscribirse a nivel de Estados Nacionales e involucrar, asimismo, el análisis de subsistemas locales o regionales de innovación y su interrelación.
[25] Aquí la influencia intelectual de los economistas franceses dedicados a la economía industrial es notable y, de hecho, los conceptos de ‘tramas productivas’ o ‘ramas industriales integradas’ son intentos de captar plenamente el significado que engloba el concepto de filière en francés.
[26] Los evolucionistas reconocen las falencias que su uso implica, como fueran soslayadas por los Post-Keynesianos en el marco de la llamada ‘Controversia de Cambridge’.
[27] Sin embargo, la idea de ciclo aquí se asocia a periodos históricos con características similares y no en el sentido de períodos cuya duración y estacionalidad justifique una función cenoidal (Palacios, O.; 2001).
[28] Programa de investigación se usa en su sentido literal y no en términos de Lakatos.