El legado de Keynes
Fernando
González Figueroa
(CV)
SÍNTESIS:
La teoría General de
Keynes es, sin duda, una obra obligada para economistas y de
ciencias afines, toda vez que, para formular las políticas
económicas deben tomarse en cuenta, el papel fundamental que tienen
la política fiscal y monetaria en la determinación de la renta
nacional. En este artículo se presenta una breve reseña de los
aportes teóricos de Keynes, sin soslayar que, aunque la economía ya
cambió, la influencia de sus estudios son referentes importantes en
la elaboración de las políticas económicas que instrumentan los
gobiernos para incidir en los ciclos económicos.
Palabras clave:
Demanda efectiva, función de
consumo, pleno empleo, política fiscal expansiva, preferencia por la
liquidez. Para citar este artículo puede utilizar el
siguiente formato:
González Figueroa,
F.: “El legado de Keynes" en
Contribuciones a la Economía, junio 2007. Texto completo en http://www.eumed.net/ce/
"Contribuciones a la Economía" es una revista
académica con el
Número Internacional Normalizado
de Publicaciones Seriadas
ISSN 16968360
Universidad La Salle Pachuca, México
fgonzalezf@lasallep.edu.mx
El legado de Keynes
Keynes es con toda certeza el economista más influyente del Siglo XX, su magna obra, la Teoría General del Interés, la Ocupación y el Dinero, ha sido considerada la base de la fundación de la Macroeconomía, como la rama que explica las fluctuaciones de los ciclos económicos y la forma en que el Estado interviene para corregir los desequilibrios de la economía. Creador de importantes términos como: la función de consumo, las expectativas de corto y largo plazo, la eficiencia marginal del capital, entre otros; Keynes es sin duda, la referencia obligada para muchos gobiernos que, en su momento buscaron una economía de bienestar basado en la intervención directa del Estado para promover el crecimiento económico, y parece ser que, hoy día, algunos bancos centrales usan sus recomendaciones como medida para controlar la inflación, especialmente en periodos de corto plazo.
Con alusión a Skidelsky, seguramente el biógrafo más importante de Keynes, Burgo (2005) señala que Keynes no fue el “típico economista aburrido y chato”, más bien era un economista “very polite” que gustaba asistir a fiestas privadas con políticos, ministros, artistas e intelectuales, donde se trataban temas no necesariamente económicos, aderezados por lo general con un buen champagne.
Keynes escribiría la Teoría General (TG) poco después de la 1ª Guerra Mundial e inmerso en la más profunda crisis económica que se recuerde, la Gran Depresión de 1929, caracterizada por un elevado desempleo y un fuerte proceso inflacionario. De ahí que uno de los puntos axiales de la TG considerara instrumentos de política económica, basados en la política fiscal y monetaria como mecanismos para influir en el comportamiento de los inevitables ciclos económicos.
Hoy, después de 61 años de que se escribiera la TG, incluso después de que en la década de los setenta los países del centro iniciaran con reformas estructurales, el pensamiento económico ha girado en torno a las ideas de Keynes. Temas como la desregulación económica, la apertura comercial, los modelos sobre fluctuaciones cíclicas, la moderna teoría del crecimiento, la síntesis neoclásica, e incluso el poskeynesianismo fundamentalista, tienen como soporte metodológico la contrastación y evaluación teórica del modelo keynesiano (Torres, 2007).
La TG basa su fortaleza en el análisis de la demanda efectiva como el punto de partida para corregir el desempleo, fenómeno central que preocupaba a los países durante y después de la Gran Depresión. Según Keynes, los ingresos de una economía están en función del gasto en consumo e inversión; de manera que para él, el problema del desempleo se debía a una insuficiencia del gasto en inversión, lo cual a su vez, provocaba una insuficiencia de la demanda agregada. Por tanto, para corregir el desempleo planteaba la necesidad de un incremento en el gasto, especialmente en el rubro de la inversión. Para ello, el papel del Estado sería muy importante, ya que no sólo se concretaría a impulsar una política fiscal expansiva[1], sino también a realizar inversiones en obras públicas que generaran nuevos empleos. Sin duda, esta parte le daría a la TG un alto contenido social, pues era un modelo basado en la redistribución de la renta como instrumento para reactivar el crecimiento económico y, de acuerdo con Skidelsky (2006) la TG fue una teoría que vino a llenar el espacio que había entre liberalismo y socialismo.[2]
En esta perspectiva, Keynes fue considerado como el fundador de la macroeconomía y el defensor del pleno empleo[3], en un contexto donde era prioritario estimular el crecimiento del PIB, a partir de un incremento del gasto del gobierno. Obviamente Keynes no desdeñaba la importancia del ahorro, pero señalaba que éste debía ser promovido en condiciones de expansión económica donde era de esperar un incremento en los ingresos; de ahí la importancia de la función de consumo[4], cuyo significado era una clara invitación a limitar los niveles actuales de consumo para gozar de una tasa de consumo mayor en el futuro. Si analizamos este planteamiento podrá observarse que está implícito el fomento al ahorro, toda vez que al limitar el nivel de consumo, el ahorro por consecuencia, aumenta.
Ahora bien, un incremento en el nivel de ahorro posibilita una mayor oferta de fondos prestables, los cuales representan el financiamiento de las inversiones[5]. En este sentido es probable que la tasa de interés y el nivel de precios se mantengan estables, pues al encontrarse la economía en una situación de expansión, el incremento tanto en los precios como en la tasa de interés es casi nulo. Es aquí donde cobra relevancia el papel de la tasa de interés como reguladora de la masa monetaria al incidir más sobre el volumen de inversiones que sobre el nivel de ahorro. Asimismo, en esta parte de la TG, uno de los puntos de mayor impacto entre los economistas de la época y posteriores, fue la trampa por la liquidez, la cual consistía en el deseo de conservar el dinero en mano, a la espera de adquirir bienes a precios más bajos, fenómeno que a su vez impedía el descenso suficiente de la tasa de interés y estimular con ello la inversión, al resultar los préstamos más accesibles.
La deflación es otro de los puntos importantes de la TG. En esta parte Keynes critica duramente a los economistas clásicos, quienes se pronunciaban por una flexibilización de los salarios a la baja con el objeto de estimular la inversión para hacer crecer el PIB. Para la economía clásica, “si el salario y los precios de los bienes de consumo disminuyeran en relación con los precios de equilibrio de los bienes de inversión, estos últimos se beneficiarían” con lo cual se elevaría el nivel de las inversiones (Ricossa, 2004, p. 340). No obstante Keynes señaló que al reducirse los salarios pero no los precios de los bienes de consumo, habría una pérdida del poder adquisitivo, dado que los trabajadores comprarían una cantidad menor de bienes y servicios y, en consecuencia, la demanda agregada se vería reducida, de por sí deficitaria en una situación de recesión económica (Ibidem)[6]. Si analizamos con cuidado esta parte de la TG, se observa que están implícitas sus ideas sobre el mercado de trabajo, donde el salario es una de las variables fundamentales en su estudio.
Recordemos que la economía clásica se pronunciaba por un mercado de trabajo natural, el cual funcionaba mejor sin regulaciones, sin ataduras y consideraba a los sindicatos una dificultad para su funcionamiento. En este sentido la propuesta era la autorregulación del mercado. Sin embargo, para Keynes la perspectiva de la autorregulación simplemente no existía y consideraba un peligro dejar solo al mercado, pues la situación del desempleo podía empeorar.
Con estas breves comparaciones, bien podríamos ubicar a Keynes como un pensador más realista que los economistas clásicos o neoclásicos, de hecho Keynes defendió sus ideas en el plano teórico, no porque fuera un antiliberal, sino porque, precisamente como liberal realista, defendía, una intervención estatal adecuada a las circunstancias de la época de sus vivencias. Pero Keynes nunca estuvo sólo en la defensa de estas posiciones en los años 30, pues hubieron muchos que lo secundaron. De hecho los gobiernos habrían instrumentado las recomendaciones de la política keynesiana. Entre ellos el Presidente Roosevelt de los EEUU, Hitler y Stalin, entre otros (Guerrero, 2000 y Skidelsky, 2006).
Skidelsky señala que entre el modelo keynesiano y su aplicación hubo grandes diferencias, toda vez que, varios gobiernos, pero especialmente EEUU, utilizaron sus propuestas para estimular el crecimiento económico, pero basadas en una economía de guerra, donde se cree hubo excesos de la regulación estatal.
Skidelsky agrega que la TG ha sido aplicada en países en desarrollo, aun cuando su trabajo e investigaciones no versarán sobre el desarrollo en absoluto. Por ejemplo, en Brasil, señala Skidelsky, Keynes es considerado como un crítico de la globalización, o el apóstol de una economía “equilibrada y armoniosa” y en China ha sido comparado con el celebre filosofo Confucio. También en México la teoría keynesiana tuvo su época dorada, específicamente con la instrumentación del modelo sustitutivo de importaciones, el cual influyó en el mejor periodo de crecimiento que habría tenido México, conocido como el milagro mexicano. Mención especial merece Raúl Prebisch, economista argentino quién defendió las ideas de Keynes e influyó en los modelos económicos adoptados en América Latina. [7]
En esta perspectiva es posible afirmar que las recomendaciones teóricas de Keynes han influido en la formulación de las políticas económicas en varios países, no obstante para algunos, especialmente los defensores del neoliberalismo, el keynesianismo no es sino una parte del patrimonio más olvidado del pensamiento económico. De hecho, en las universidades de hoy se le dedica poco tiempo al estudio de su teoría, y en otros casos ha sido remplazado de la curricula académica.
En el terreno ideológico, Keynes fue un crítico duro del socialismo, en algunas ocasiones cuando le preguntaban de los aportes de Marx, respondía que no le merecía el interés leerlo y lejos de considerarlo un detractor del capitalismo por estar contrario a la teoría clásica, su teoría fue para muchos la salvación del capitalismo, de ahí el término de Revolución keynesiana.
A pesar de sus detractores, Keynes sigue vigente; por ejemplo, las metas de inflación utilizadas hoy por el banco central de Argentina son keynesianas, especialmente aquella que alude a mantener, sin variación, el tipo de cambio (Burgo, 2005).
Skidelsky, considera que desde la aparición de la TG, la economía y la forma de hacer política cambiarían para siempre y, hasta hoy no ha habido ningún otro economista con la envestidura de Keynes, probablemente porque no se ha presentado otra crisis general como la del 29. Después de Keynes han aparecido nuevas aristas que pretenden dar seguimiento a los postulados keynesianos mejor conocidos como neokeynesianos o poskeynesianos, pero también existen aquellos que pretenden negar sus postulados, ellos son los antikeynesianos, lo cierto es que en la actualidad ya no hay prekeynesianos (Burgo, 2005, Skidelsky, 2006).
Finalmente, si es posible que el bienestar económico mejore, en no pocos años podrían desaparecer las crisis financieras, pues con más recursos económicos los individuos tendrían resueltas todas sus necesidades, con lo cual se cumpliría el vaticinio de Keynes que anticipó en 1930 y que se cumpliría cien años después. Aunque a decir verdad, la situación actual nos indica otra cosa: la globalización no ha disminuido los problemas económicos de los países, especialmente los periféricos; es decir, aunque la inflación este medianamente controlada, el problema del desempleo parece no ceder y la economía mixta parece no tener todas las respuestas, para resarcir los desequilibrios económicos.
REFERENCIAS
§ Burgo, Ezequiel (2005). “La leyenda de Keynes sigue más viva que nunca”, en periódico El clarín, 4 de marzo de 2005. En línea: http://www.clarin.com/suplementos/economico/2005/04/03/n-00311.htm
§ Campanario, Sebastián (2006). “Los 70 años de la Teoría General de J. Maynard Keynes” en periódico El clarín, 4 de junio de 2006. En línea: http://www.clarin.com/suplementos/economico/2006/06/04/n-00201.htm
§
Guerrero, Diego y María Guerreo (2000). “Desempleo, keynesianismo y
teoría laboral del valor”, VII Jornadas de economía crítica,
Albacete, España, febrero de 2000. En línea: http://images.google.com.mx/imgres?imgurl=http://www.ucm.es/info/nomadas/1/Image8.gif&imgrefurl=
http://www.ucm.es/info/nomadas/1/dguerrero3.htm&h=600&w=800&sz=7&
hl=es&start=65&tbnid=o4KF3h_ECwIxmM:&tbnh=107&tbnw=143&prev=/
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§ Skidelsky, Robert (2006). Keynes’s Legacy, Princenton University, 10 de noviembre de 2006.
§ Ricossa, Sergio (2004). Diccionario de economía, Siglo XXI editores.
§
Torres, López, Juan (2007). “¿Un nuevo Keynes o nuevas ideas
keynesiana?”, en revista electrónica, Ganas de escribir,
29 de mayo de 2007. En línea:
http://hl33.dinaserver.com/hosting/juantorreslopez.com/jtl/
/index.php?option=com_content&task=view&id=65&Itemid=25
* Maestro en Estudios de Población por la Universidad Autónoma de Hidalgo y candidato a doctor en Economía por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), unidad Iztapalapa; Licenciado en Economía por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Es profesor investigador de la Escuela de Ciencias Administrativas en la Universidad La Salle Pachuca. Teléfonos: (771) 71 702 13, ext. 506, y 71 703 07. Fax: (771) 71 703 01. Correos electrónicos: gffermaestro@yahoo.com.mx y fgonzalezf@lasallep.edu.mx.
[1] La política fiscal expansiva consiste por un lado, en un incremento del Gasto Público y por otro lado, en una reducción de los impuestos; estos últimos como medida para estimular la producción privada de bienes y servicios, ya que su objetivo central es elevar el Producto Interno Bruto (PIB). Asimismo, las transferencias juegan un rol importante al servir como mecanismo para subvencionar parte de la producción y del gasto.
[2] Al respecto, Skidelsky señala que keynes aunque era miembro del partido liberal inglés, se pronunció por una economía con responsabilidad social, con un papel fundamental del gasto público. De ahí que en el grupo de simpatizantes de su teoría hubiera más izquierdistas que de derecha.
[3] Keynes define al pleno empleo como un concepto económico y no físico, toda vez que no toda la población en edad de trabajar esta realmente empleada; en otros términos, cuando una economía ocupa alrededor del 95 o 96% de su población económicamente activa (PEA), podría decirse que se encuentra en una situación de pleno empleo y, en este punto el PIB real debe ser igual al PIB potencial.
[4] La función de consumo está directamente relacionada con el ingreso; es decir, cuando el ingreso aumenta, el nivel de consumo también aumenta, pero cada vez en menor proporción al incremento del ingreso. De ahí que a bajos niveles de ingreso, el consumo es mayor y por tanto se genera un desahorro; por el contrario, cuando el nivel de ingresos es alto, el nivel de consumo es menor y por consecuencia es posible hablar de un ahorro.
[5] El financiamiento de las inversiones estarían en función del crecimiento que haya observado el PIB del periodo anterior, luego entonces, si el PIB en el periodo actual, registró un crecimiento magro, el nivel de inversiones para el periodo siguiente será sumamente bajo; por el contrario, si el PIB en el periodo actual experimentó un crecimiento significativo, el volumen de la inversión para el siguiente periodo será mayor. A este fenómeno Keynes lo llamó: acelerador de la inversión.
[6] En tal situación Keynes habría recomendado que “la reducción de los salarios aun cuando fuera posible debía ser evitada o realizada con extrema prudencia, porque agravaría los riesgos de la inflación” (Ricossa, 2004, p.341).
[7] Es importante señalar que así como México aplicó el modelo keynesiano a partir de los años cuarenta, la mayoría de los países latinoamericanos también lo hicieron. En este periodo tuvieron un auge importante las empresas paraestatales.