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Número Internacional Normalizado
de Publicaciones Seriadas
ISSN 16968360
Pagina nueva 1 Las disparidades regionales: ¿Hacia la convergencia o divergencia regional?
Julia Hernández Aragón
Univ. Aut. de Chihuahua, México
jharagon@uach.mxRESUMEN
El término disparidad regional es utilizado para designar las inequidades de bienestar o de desarrollo entre regiones. Connota una realidad latente y multidimensional, en la que distintos indicadores –tasa de escolaridad, tasa de mortalidad infantil, tasa de desempleo, grado de contaminación, costo de la vida, entre otros, y no solamente, el ingreso per cápita- se encuentran frecuentemente interrelacionados para dar muestra de la existencia de una distribución inequitativa del desarrollo económico. Asimismo, el estudio de las disparidades económicas puede hacerse a los diferentes ámbitos espaciales: internacional, regional, urbano y local. En el presente trabajo, tratamos de esbozar la percepción del desarrollo económico regional y su incidencia en la conformación de disparidades regionales, es decir, cuáles son las razones por las que se presentan las desigualdades económicas –realizándose la distinción entre desigualdad social y desigualdad económica- y la teoría subyacente a los efectos que ocasiona –hacia una convergencia o una divergencia regional. De igual manera, se presenta la noción de región y la tendencia local de las disparidades económicas, enfocándolo preferentemente desde una visión espacial.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Hernández Aragón, J. “Las disparidades regionales: ¿Hacia la convergencia o divergencia regional? en Contribuciones a la Economía, marzo 2006. Texto completo en http://www.eumed.net/ce/
I. INTRODUCCIÓN
El estudio de las disparidades regionales reviste tal importancia, dada la evolución del desarrollo económico, que es imprescindible considerarlo para realizar el presente trabajo. El desarrollo económico es el resultado del afán de buscar y aprovechar las oportunidades económicas; posee ventajas y desventajas. Una de las ventajas es que el desarrollo económico en cualquier país (o región), no es distribuido de manera uniforme o equitativa sobre todo el territorio nacional, de ahí que surjan disparidades económicas entre las regiones, esto constituye un problema regional.
La expresión disparidad regional se emplea para designar las inequidades de bienestar o de desarrollo entre regiones.
Las disparidades regionales son una realidad en México, y en otros países de América Latina. Entonces, se trata de una realidad multidimensional, pero en la que los distintos indicadores están frecuentemente interrelacionados. La existencia de estas disparidades se logra determinar a partir de cubrir cierto número casi infinito de indicadores de bienestar o de desarrollo económico: tasa de escolaridad, número de camas de hospital por grupo de población, tasa de mortalidad infantil, tasa de desempleo, grado de contaminación, costo de la vida, etc.
De esta manera, se hace necesario estudiar la disparidad regional (o urbana) en el presente trabajo. Por tal razón, se exponen los elementos teóricos del desarrollo económico y regional, así como la noción y percepción que se tiene sobre región, y finalmente, se presenta lo que se concibe como disparidades regionales, integrándose en esta parte, lo que constituyen las disparidades internacionales, y sus efectos sobre las disparidades urbanas (específicamente, su incidencia en el plano local).
II. DESARROLLO ECONÓMICO REGIONAL
El término desarrollo es muy complejo, por cuanto incluye el crecimiento económico entre sus aspectos esenciales, abarcando un amplio conjunto de cambios interdependientes de la sociedad, que hace que ésta siga adelante dependiendo de los juicios de valor prevalecientes. Por juicios de valor se entiende aquellos patrones de medición, los cuales serán explícitos según la dirección y la velocidad de los cambios estructurales.
Asimismo, desarrollo significa el cambio estructural planificado a escala nacional que trata de alcanzar una tasa sostenida de crecimiento nacional social, económico y cultural que de otro modo no podría lograrse (Papandreou, 1966: 77).
Otra definición es que el desarrollo es un proceso de transformación de la sociedad caracterizado por una expansión productiva, la elevación de los promedios de productividad por trabajador y de ingresos por persona, cambios en la estructura de clases y grupos y en la organización social, transformaciones culturales y de valores, y cambios en las estructuras políticas y poder, todo lo cual conduce a una elevación de los niveles medios de vida (Sunkel, 1980: 10).
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL), expresa que el desarrollo económico constituye el aumento del bienestar material, normalmente reflejado en el alza del ingreso real por habitante, y condicionado por el incremento de la productividad media del trabajo (Rodríguez, 1995).
El incremento de la productividad media del trabajo es considerado como dependiente de la adopción de métodos de producción indirecto, implicando el aumento de la dotación de capital por hombre ocupado.
En tal sentido, es posible considerar también que el desarrollo económico de un país se define como un incremento sostenido e irreversible del ingreso real por habitante (Polèse, 1998: 30). Sin embargo, el desarrollo económico no solo implica el “incremento sostenido e irreversible del ingreso per cápita”, sino que es necesario considerar una equitativa distribución de dicho ingreso entre los habitantes pero en forma real, es decir, que el ingreso se distribuya de igual forma entre las regiones de un país.
Y es aquí, ante esta situación, como se presenta el problema regional de disparidades, la cual considera para su detección, de otros indicadores, como: tasa de mortalidad infantil, médicos por habitante, tasa de escolaridad, etc.
Actualmente, ya no sólo se considera al desarrollo como un aumento material de bienestar, sino que ya se toman en cuenta aspectos sociales, culturales, y hasta climáticos.
El desarrollo, como fenómeno real implica necesariamente el paso de una sociedad de un nivel inferior a un nivel superior de bienestar económico (y social). Aquí se incorpora un nuevo elemento, la urbanización, la cual se concibe como el proceso de cambio de una sociedad urbana (ciudad). Por lo tanto, algunos estudiosos en economía urbana sostienen que la urbanización es una consecuencia ineludible del desarrollo económico (Ibid: 34)
Al respecto, se puede decir entonces, que las causas de la urbanización son: el incremento sostenido y prolongado del ingreso per cápita; una elasticidad del ingreso inferior a 1.0 para los productos del campo; y economías de aglomeración
Como es observable, la primera causa, está relacionada estrechamente con la definición que se da de desarrollo económico. La segunda, implica que al aumentar el ingreso, se modificará la estructura de consumo de las personas, por cuanto se preferirán los productos urbanos a los productos del campo, al tener mayor poder adquisitivo. Por último, las economías de aglomeración, que se manifiestan en parte por el nivel más elevado de la productividad (global o por trabajador) de las aglomeraciones urbanas, favorecen la presencia de productos urbanos.
En esta situación se presenta desigualdad: la desigualdad entre la ciudad y el campo. Dicho de otra manera, se presenta desigualdad entre la ciudad y el campo porque la primera ofrece mejores condiciones de vida (empleo, ecuación, salud, etc.) Lo anterior indica que las personas que dejan el campo por la ciudad tienen la seguridad de que aumentarán sus ingresos. El análisis económico supone que el hombre es racional, es decir, que se comporta según sus intereses, en función de sus gustos, de sus posibilidades y de la información de que dispone. Por lo tanto, el hombre buscará reducir los costos y maximizar las ganancias, a menos que tenga razones particulares. De esta manera, para una familia del campo, la atracción de la ciudad se mide por la ganancia que puede aportar cada miembro según si permanece o sale a la ciudad, tomando en cuenta todos los costos.
Ahora, retomando la noción de urbanización, se considera que ésta se ha estado dando en los países en desarrollo de diferente forma, dados ciertos factores en su origen. De esta forma, ante tal situación, los países en desarrollo se enfrentan a los siguientes desafíos, para poder desarrollarse (Ibid: 53-54):
a) La concentración de población urbana en algunas aglomeraciones, dispara a menudo los precios del suelo urbano en estas ciudades, y tiene así consecuencias socialmente inaceptables en el plano de la distribución de la riqueza y de los ingresos, mientras que acentúa las disparidades campo-ciudad.
b) Los cambios institucionales que permitirían la adaptación a las realidades urbanas son frecuentemente difíciles de operar, sobre todo en lo que concierne a la administración local y a la ocupación del suelo. El aparato político, administrativo y jurídico no siempre es eficaz, lo que fomenta la marginación de ciertos segmentos de población y de zonas urbanas, provocando así el desarrollo del sector informal en varias esferas de la economía urbana.
c) Las intervenciones en el campo de la vivienda se ven inundadas continuamente por oleadas de nuevas poblaciones urbanas, lo que causa que las ciudades en expansión enfrenten una crisis de vivienda.
d) La importancia de la inversión pública necesaria para la realización de la infraestructura urbana puede plantear problemas en cuanto a la gestión macroeconómica de la economía nacional. Además, las grandes ciudades ejercen presiones sobre los recursos del Estado que dificultan la aplicación de políticas de descentralización.
Por otra parte, en esta situación hay que determinar si cuando se llega a cierto grado de urbanización, esto va a implicar que haya desarrollo económico; es decir, ya está bien establecido que el desarrollo genera urbanización, pero ¿ésta provoca el desarrollo?
Si bien es cierto que el desarrollo económico es inconcebible sin ciudad, tanto por razones económicas como por razones sociales, no es una razón suficiente para que se dé el desarrollo económico: “La urbanización puede efectivamente interpretarse como una reacción (o un ajuste) a los cambios que implica el desarrollo económico, sobre todo en las fases iniciales. Sin este ajuste espacial y sin las transformaciones profundas que lo acompañan, el proceso de desarrollo económico podrá difícilmente proseguirse. Por lo tanto, es posible hablar de vínculos de causalidad que van en los dos sentidos. Pero el impacto autónomo de la urbanización (o de la ciudad) sobre el proceso de desarrollo es más incierto (Ibid: 117).
Lo anterior, refleja el hecho de que existen diversos países que poseen grandes ciudades pero la distribución de su ingreso per cápita es insuficiente, por lo que no logra darse un desarrollo económico. Es así, como se presenta la disparidad entre países; tal concepto permite hacer una distinción: países centro y países periferia.
Los conceptos de centro y periferia se destinan a aprender el proceso de desarrollo partiendo de la hipótesis fundamental de que la desigualdad es inherente al mismo, lo que supone que durante la evolución a largo plazo del sistema socioeconómico mundial se ensancha la brecha entre esos dos polos, entre el carácter desarrollado de los centros y subdesarrollados de la periferia.
Antes de adentrarnos en sí al concepto de disparidad, analicemos la noción de región, que servirá para entender el problema regional que se suscita por el desarrollo económico.
III. LA REGIÓN
El concepto de región, ha tenido muchos tratamientos, por cuanto ha resultado ser complejo el dar una definición de ésta sin caer en ambigüedades. De esta manera, a fin de facilitar la concepción de región, se referirá únicamente al concepto de espacio. En tal sentido, la región es un espacio económico abierto, considerando que: “los intercambios de bienes y servicios se realizan sin tomar en cuenta las fronteras regionales. Las personas, las mercancías, los capitales y las ideas pueden circular libremente en la región. Los desplazamientos de una región a otra se realizan... sin trabas administrativas. La intensidad de las relaciones con el exterior son la característica de la región como objeto de análisis económico” (Ibid: 148).
Así, la concepción de su existencia como concepto económico es su pertenencia a un espacio económico y político más amplio; además, su relación con el espacio implica necesariamente la importancia que tiene el tamaño de la región, es decir, si una región es pequeña su apertura será mucho mayor, y viceversa.
El problema de la definición de las regiones se puede enfocar de diversas formas; a fin de simplificar, se destacan tres diferentes conceptos de regiones, propuestas por el economista francés Jacques Boudeville (1970), a saber: región polarizada, región homogénea y región plan. Las características de estas regiones son:
1) Regiones polarizadas o regiones nodales: Aquellas regiones definidas como áreas de influencia polarizadas por un lugar central
2) Regiones homogéneas: Aquéllas definidas de acuerdo a determinadas características de reagrupamiento (historia, cultura, lengua, base económica, marco biofísico, etc.)
3) Regiones plan o administrativas: Derivan del criterio de planificación, en la cual las regiones se dividen en función de fronteras administrativas y políticas.
Por otra parte, dar mayor énfasis o importancia a un determinado tipo de región dependerá de la estructura del sistema regional en conjunto: Si una economía nacional puede dividirse fácilmente en un número de regiones de tamaños parecidos y con unas estructuras internas claramente definidas y no ambiguas, tal economía puede describirse y analizarse utilizando regiones uniformes. Pero si el sistema regional es desequilibrado, y contiene, por ejemplo, una o dos regiones muy desarrolladas y de gran tamaño junto con otras mucho menores, o si se compone de regiones cuyas estructuras económicas no se adaptan a la noción de áreas geográficas de especialización claramente definidas, es muy probable que el análisis del sistema no pueda llevarse a cabo más que en términos de flujos de polarización, acentuando las interrelaciones funcionales inter e intrarregionales (Richardson, 1973).
Ahora, dado que un país se compone de varias regiones, y que un país puede considerarse como una región, se presenta entonces la dicotomía país-región, la cual ha disminuido debido a que cada vez se observa la tendencia de que las fronteras económicas entre países ha dejado de existir[1]. Resumiendo al respecto, algunas de las características de esta dicotomía son (Polèse, 1998: 149-151):
a) En todas partes puede observarse que las economías nacionales se integran unas a otras
b) Las fronteras nacionales son cada vez menos eficaces como obstáculo al movimiento de mercancías, ideas y capitales; parte de esta integración es resultado de las innovaciones tecnológicas de telecomunicaciones y de transportes
c) La capacidad de intervención económica del estado nacional (central) está reduciéndose
d) La distribución entre análisis económico regional disminuye a medida que progresa el proceso de integración de los espacios nacionales, y que se descentralizan (o proliferan) las competencias políticas
e) Los factores dinámicos que están a la base de la riqueza colectiva son en realidad tan pertinentes para el análisis de las colectividades regionales como para el de colectividades nacionales
Por último, considerando que uno de los mayores desafíos de la ciencia económica es explicar por qué los habitantes de ciertos territorios, ya sean entidades regionales o nacionales son más ricos que otros[2], es necesario analizar el problema regional del desarrollo económico: las disparidades regionales.
IV. LAS DISPARIDADES REGIONALES Y SU TENDENCIA LOCAL
El término disparidad regional es empleado para designar las inequidades de bienestar o de desarrollo entre regiones (...) La utilización del término implica ante todo un enfoque normativo de lo que es aceptable o inaceptable (Ibid: 177). La disparidad o desigualdad regional constituye un problema regional, consecuencia del desarrollo económico que experimente un país o región, que se trata de erradicar mediante políticas regionales. Como señalamos anteriormente, el término región involucra a un país, o a un estado, o municipio, es decir, niveles macro y microrregiones, entonces, es posible hablar de desigualdades internacionales, nacionales, urbanas y locales, como desigualdades regionales.
Así, para concebir las desigualdades internacionales, habremos de retomar los conceptos de centro-periferia.
Estos conceptos difieren de otro par de conceptos paralelos: desarrollo y subdesarrollo. Se cree que los primeros aluden a la estructura del comercio mundial, caracterizada por el intercambio de manufacturas por materias primas, en tanto que los segundos, se refieren a las diferencias de estructura económica entre países avanzados y rezagados. Esta apreciación de los conceptos de centro y periferia es unilateral, ya que hay entre ellos una diferenciación de funciones en el contexto de la economía mundial, la cual se expresa primordialmente en la característica del intercambio comercial a que se hizo referencia. Pero existe en esta diferenciación de funciones una diversidad básica de estructuras: en los centros, la estructura productiva es diversificada y homogénea, mientras que en la periferia es especializada y heterogénea. Estos conceptos tienen, por lo tanto, un contenido estático muy similar al de los conceptos corrientes de desarrollo y subdesarrollo, ya que señalan la desigualdad de las estructuras entre países avanzados y rezagados.
Pero dichos conceptos poseen además una clara connotación dinámica. Ya se ha hecho referencia a un primer aspecto de dicha connotación: los diferentes ritmos de aumento de la productividad media del trabajo que se registran en los dos polos del sistema económico mundial. No es difícil percibir que en esa diferenciación subyace la desigualdad entre las estructuras productivas, pues el rezago relativo de su propia estructura impide a la periferia generar progreso técnico e incorporarlo al proceso de producción en medida similar a la de los centros. Además, se acaba de señalar que esa desigualdad estructural es la que explica, en última instancia, el deterioro de los términos de intercambio, y que este fenómeno, unido a la diferenciación de las productividades, implica que los ingresos medios también se diferencian. Asimismo, se piensa que esta diferenciación no permite a la periferia alcanzar niveles de ahorro y tasas de acumulación tan elevados como en los centros y que esto a su vez limita las posibilidades de eliminar o reducir el rezago estructural que está en la base de la diferenciación de los ingresos y de las productividades.
Este es el tipo de razonamiento mediante el cual se procura mostrar que existe una tendencia a la desigualdad entre los dos polos del sistema centro-periferia que es inherente a su propia dinámica. Se aduce, en síntesis, que, por un lado, la desigualdad estructural y, por otro, la diferenciación entre productividades e ingresos medios, interactúan y se refuerzan recíprocamente.
Asimismo, la discusión del problema de las desigualdades regionales, es importante para el análisis tanto de las desigualdades internas de los países –desigualdades urbanas o locales- como para el estudio de las desigualdades internacionales.
Los hechos de las desigualdades económicas internacionales y su tendencia a aumentar, son engorrosos desde el punto de vista de la teoría del desarrollo y subdesarrollo económicos, que ha vuelto la espalda a esos fenómenos y aun ha sugerido que el comercio internacional tiene efectos equilibradores. Esta discordancia entre los hechos y la teoría no se ha sostenido generalmente. Ni tampoco en la discusión del subdesarrollo y el desarrollo ha existido un intento congruente para colocar como un problema importante la explicación de las desigualdades y su tendencia a aumentar.
Aún en la actualidad, cuando estos hechos son acontecidos por la creciente tensión política internacional, existe una clara inclinación a dirigir la discusión hacia otros aspectos de los problemas de los países subdesarrollados, distintos a aquellos de las desigualdades económicas internacionales. En forma similar, esta tendencia inherente en la teoría del comercio internacional tiene un interesante paralelo en el tipo de discusión llevada a cabo en los países desarrollados acerca de las políticas comerciales de los países subdesarrollados. El consejo que se da más frecuentemente en los países subdesarrollados y también las presiones ejercidas sobre sus políticas comerciales por medio de las políticas de los mismos países desarrollados, son determinados sin que se reconozca mucho la dinámica de las desigualdades económicas internacionales. Por el contrario, la mayor parte de la ayuda que se presta a los países subdesarrollados, y las presiones ejercidas sobre ellos, se racionalizan por lo general, en términos de una teoría del comercio internacional fundada sobre supuestos irreales en todo lo que concierne a estos países.
Por otra parte, de acuerdo con Streeten (1965) se puede señalar que las causas de la desigualdad internacional son:
a) La aparición de una condición nueva que permite el crecimiento del ingreso y la producción de algunos países, con rapidez mucho mayor que en otros países, y
b) La existencia de obstáculos para la difusión de los beneficios de los países de crecimiento rápido a los de crecimiento lento.
Por otro lado, una vez analizado lo que corresponde a las disparidades internacionales, pasaremos a analizar las disparidades regionales.
Los problemas del desarrollo regional se encuentran tanto en países económicamente avanzados como en los subdesarrollados. Sin embargo, el carácter de los problemas y las formas de solución deben ser distintos en los dos contextos diferentes. En consecuencia, el aparato teórico empleado en la descripción de los problemas, en la iluminación de fuerzas y factores subyacentes, y en la elaboración de las políticas debe ser diferente también. Pero, la mayor parte de las teorías de desarrollo regional se realizan en respuesta al reto de los problemas del desarrollo regional en países industrialmente avanzados. Por causa del nivel general de subdesarrollo, los problemas de la asignación espacial de recursos y los esfuerzos de desarrollo han recibido escasa atención en comparación con los aspectos sectoriales del desarrollo en los países no industrializados. Así, hay una gran carencia de teorías de desarrollo regional formuladas con referencia directa a la situación y los problemas de los países subdesarrollados.
Por lo tanto, los problemas del desarrollo regional de los países avanzados pueden analizarse en principio, en términos de la asignación geográfica no óptima de los recursos, cuando el crecimiento rápido crea deseconomías de aglomeración y presiones inflacionarias en algunas regiones poseedoras de industrias líderes y de polos de crecimiento industrial, y en términos de estancamiento económico que conduce a la existencia de recursos desempleados y subempleados y al ingreso bajo de las regiones deprimidas y atrasadas.
Las desigualdades regionales existen a partir de aplicaciones de políticas de desarrollo inadecuadas, es decir, que no toman en consideración todos los elementos claves para ello –tales como clima, cultura, estructura política, etc.- y que provocan que el desarrollo se distribuya en el país de forma inequitativa. Al respecto, debe aclararse que se trata de desigualdades regionales y no de desigualdades sociales (la que se da entre personas): Es completamente posible que un país sufra de enormes desigualdades sociales (entre personas o familias), pero que éstas se reproduzcan, exactamente de la misma manera, en todas las regiones del país no necesariamente puede darse. En este caso no habrá disparidad regional. Por el contrario, si todos los ricos se concentran en una misma región y todos los pobres en otra, entonces desigualdad social y desigualdad regional se convierten en sinónimos (Polèse, 1998: 178-179).
A fin de observar las diferencias entre ambas desigualdades, se muestran los siguientes índices para su cálculo[3]:
a) Índice de desigualdad social:
Ratio = Participación en el ingreso del 20% de la población más rica
Participación en el ingreso del 20% de la población más pobre
b) Índice de desigualdad regional:
Ratio = Ingreso per cápita de las regiones más ricas
Ingreso per cápita de las regiones más pobres
Tal como señala Polèse (1998), es necesario no confundir dos tipos de desigualdades: 1) las desigualdades en el nivel de bienestar o en el nivel de ingreso per cápita; 2) las desigualdades en la distribución espacial de las actividades económicas y de la población.
Es posible afirmar que el análisis de las desigualdades regionales se esboza a partir del dualismo clásico que diversas teorías del desarrollo económico han tratado[4]. Esto en términos de regiones, ya sea de micro o macroregiones. Por lo que es imprescindible determinar cual será la evolución de las disparidades regionales según el nivel de desarrollo económico.
En 1965, en un artículo escrito por J. G. Williamson, un economista norteamericano, supuso la existencia de una relación entre el nivel de ingreso per cápita y el nivel de las disparidades regionales, expresándolo mediante una curva en forma de campana, misma que se esboza la en la Figura 1.
Según la tesis de Williamson (1965), las disparidades o desigualdades regionales aumentan en las primeras fases de desarrollo, disminuyendo una vez que se ha superado un cierto nivel de desarrollo. Esto tiene que ver también con el proceso de urbanización, ya que al iniciarse el desarrollo la urbanización aumenta rápidamente. Así, es lógico que las disparidades continúen siendo más importantes mientras no se haya completado la transferencia de la población rural hacia la ciudad.
FUENTE: Trachen (1985), presentado en Polèse, Mario (1998), Economía Urbana y Regional. Introducción a la Relación entre Territorio y Desarrollo, 1a. ed., Libro Universitario Regional, Costa Rica, p. 206
Figura 1. Modelo en forma de Campana de Williamson: La Evolución de las Disparidades Regionales con respecto al Nivel de Desarrollo Económico
Otros factores que fomentan la tesis de Williamson son:
a) Los países ricos poseen más recursos para practicar políticas de redistribución de ingresos entre particulares y entre regiones;
b) Las desigualdades suelen percibirse como menos aceptables socialmente en los países ricos, en los que se implementan otras políticas que tienen un impacto redistributivo;
c) La fase de urbanización rápida provoca con frecuencia una concentración de los ingresos a favor de los propietarios de suelo urbano; este efecto cesa únicamente al terminarse la fase de urbanización;
d) Las diferencias entre los individuos o grupos, tanto en cuanto a la instrucción como a los valores (percepciones, preferencias...), suelen ser menos pronunciadas en los países ricos fuertemente integrados, lo que repercute en las diferencias espaciales.
Pese a esta tesis, la relación entre desigualdades y desarrollo no es nada sencillo, debido a que aunque ciertos países tengan un considerable desarrollo, presentan índices muy elevados de desigualdad de los ingresos. En una manera de presentar este escenario para el caso de América Latina, Polèse (1998), realiza una simulación trasladando la forma de la campana hacia arriba ya que es probable que la curva en su conjunto, se sitúe en un nivel superior como la curva punteada de la Figura 1.
En tal sentido, la tendencia de que siga el desarrollo desigual dependerá de las políticas regionales que para cada caso se apliquen y sean aplicables. Sin embargo, el tema de desarrollo desigual acarrea diversas posturas en cuanto a que si con un nivel de desarrollo alto, las desigualdades divergirán o convergerán. Entonces, ante tal situación se presentan dos perspectivas: 1) divergencia regional, expuesta por Gunnar Myrdal (considerada como la visión de izquierda); y 2) convergencia regional, expuesta por John Friedmann y Clyde Weaver (considerada como la visión de derecha). Analicemos cada una de estas posturas.
Para Myrdal, siempre existirá la relación centro-periferia (sin la intervención del Estado), ya que los mecanismos del mercado favorecerán la agravación de desigualdades, es decir, que son los factores de divergencia los que acentúan las disparidades regionales. Factores como migración, movimientos de capitales y comercio dejan a las regiones más pobres al perder a los mejores elementos para su desarrollo, y que él llama factores de estancamiento. Sus generalizaciones al respecto son (Myrdal, 1959: 16):
i. Que existe un grupo pequeño de países que goza de un alto grado de riqueza y un grupo mucho mayor de países extremadamente pobres;
ii. Que en general los países del primer grupo siguen sin desviaciones la ruta del desarrollo económico ininterrumpido, mientras que en los del último el progreso medio es más lento, puesto que muchos de estos países están en peligro constante de no poder salir del estancamiento y aún de perder terreno en lo que respecta a niveles medios de ingreso; y
iii. Que, por consiguiente, en términos generales, en las últimas décadas las desigualdades entre los países desarrollados y los subdesarrollados han ido en aumento.
Asimismo, sugiere que tal tendencia internacional de las desigualdades, resulta aún más ante el contraste de lo que está sucediendo internamente en los países ricos considerados individualmente. En ellos, en las generaciones recientes, la tendencia ha conducido hacia una mayor desigualdad en las oportunidades individuales consideradas, por lo que no ha tenido lugar el proceso tendiente a la igualdad que experimentan actualmente los países ricos. La mayoría de los países más pobres han conservado las mismas desigualdades entre individuos, clases sociales y regiones que han existido siempre, y en muchos de ellos continúan aumentando las desigualdades (Ibid: 16-17).
Myrdal parte de la idea de que su teoría de la causación circular acumulativa, es generada por el mercado bajo condiciones de pobreza: desnutrición, analfabetismo, desempleo, bajos ingresos, con tendencia hacia mayores desigualdades. Por otra parte, cuando Myrdal hace referencia a las desigualdades internacionales, sostiene que los países más ricos experimentan un proceso de integración económica, en tanto los países más pobres presentan desigualdades económicas internas. Esto constituye un importante aspecto para explicar las desigualdades internacionales entre los países, es decir, que los dos tipos de desigualdad (internas y externas) son causa uno de otro en el flujo circular del proceso acumulativo. En términos generales, Myrdal sostiene que: las relaciones entre la falta relativa de integración económica nacional y el relativo atraso económico persisten en ambos sentidos. A los bajos niveles de desarrollo económico corresponden bajos niveles de movilidad social, de comunicaciones y de educación popular; y esto supone que existen grandes impedimentos para la operación de los efectos impulsores expansionarios. Al mismo tiempo, las naciones más pobres, en virtud de las desigualdades internas existentes, tienen en gran medida las mismas razones para ser a menudo menos democráticas, y disponen siempre, por el hecho de ser pobres, de un campo estrecho de financiamiento y de limitaciones psicológicas de las políticas orientadas a brindar la igualdad de oportunidades. Además, la desigualdad de oportunidades ha contribuido a mantener la baja “calidad” de sus factores de producción y una baja “efectividad” de sus esfuerzos productivos: todo esto ha frenado su desarrollo económico.
De igual forma, se tiene que para lograr la integración económica sería necesario, por una parte, llevar a cabo considerables ajustes y cambios en la teoría económica general. Los cambios reflejarían entonces el progreso de nuestra percepción de la economía mundial atribuible a los estudios intensificados de los problemas a largo plazo, relacionados con los hechos de las desigualdades económicas y con los procesos dinámicos del desarrollo y subdesarrollo. Por otra parte, la teoría del desarrollo y subdesarrollo, una vez que se haya expuesto, no deberá haber sido elaborada independientemente de una concepción estructural amplia.
Con esto se quiere decir, que la situación política alterada del mundo, la compulsión implícita en esta situación política, el enfoque de la atención en nuevos y diferentes problemas y la aparición en el escenario de un conjunto de nuevas naciones participantes que hasta la fecha reciente se habían mantenido pasivamente sumisas y mudas, están destinados a representar el principio de una revolución también en las ciencias sociales, ampliando nuestro horizonte y reorientado radicalmente nuestro pensamiento (Ibid: 174).
Cuando se confrontan los hechos de las desigualdades económicas internacionales y su tendencia a crecer, con el estado de la conciencia pública en las naciones más ricas y con la teoría económica que se ha desarrollado en el ambiente cultural de esos países, se presenta la discordancia tanto en la esfera moral como en la intelectualidad.
Ahora, en lo referente a la visión de derecha, Friedmann y Weaver consideran que es necesario proteger las regiones contra las fuerzas de la desigualdad y la divergencia, es decir, que para ellos, existen factores que harán que se tiendan a disminuir las disparidades regionales, a partir de una integración económica. Sostienen que los mecanismos libres del mercado harán restablecer una nivelación de las diferencias entre personas y entre regiones.
De esta manera, indican que las nuevas corrientes de desarrollo desde 1969, aunque están claramente interrelacionados, convergen sobre dos formas principales de integración social: territorial y funcional. Cada economía nacional es, en cierto grado, tanto funcional como territorial, pero las acciones a las que se da lugar estos principios de conexión social conducen frecuentemente a una fuerte batalla. En cualquier caso, la complejidad de la respuesta espacio no permite respuestas ideológicamente puras. Territorio y función son necesarios al desarrollo (Friedmann, 1976: 161).
En conclusión, los dos extremos son poco ciertos en cuanto a indicar que el mercado sea el determinante de tal o cual situación que se presente dadas estas visiones, es decir, que no es la elección del sistema económico el determinante único de que las disparidades regionales tiendan a converger o a divergir. Ya que parece ser que parte de la explicación del desarrollo desigual radica en las condiciones institucionales y políticas locales (Polèse, 1998).
Aquí sería interesante considerar una serie de estrategias para satisfacer las exigencias de los países en desarrollo en contraparte con los países desarrollados, dado también por el fenómeno que implica la globalización, y que vienen a constituir los retos de la política regional (Flores, 1995):
i. Es imprescindible reconocer el elevado grado de desigualdades económicas y territoriales existentes tanto entre los distintos países como entre el bloque económicos y políticos actuales. En este sentido, es condición sine qua non la adopción de políticas regionales diferenciadas que dependerán no sólo del papel de las economías atrasadas y su vínculo con los centros altamente industrializados, sino de la existencia de un decidido interés de la comunidad internacional para generar políticas de apoyo a esos países.
ii. Los gobiernos de los países con desarrollo intermedio y atrasado deben adoptar una actitud totalmente abierta a los profundos cambios protagonizados hasta ahora y a los que están por ocurrir. Esto supone la urgencia de romper aislamiento, alejarse del proteccionismo y promover la apremiante vinculación con los países que se han convertido en los centros de la dinámica mundial.
iii. Es recomendable fomentar la aplicación de políticas sociales con profundo impacto en los amplios grupos de la población mundial. Esto se debe traducir en la asignación de montos considerables de inversión pública en programas educativos y de salud pública.
iv. Hacia el interior de los países con desarrollo intermedio y atrasado deberán adoptarse medidas económicas adicionales que tengan como propósito la formación de una mentalidad colectiva emprendedora y con profundo sentido innovador.
v. La comunidad internacional y los gobiernos centrales deberán promover la urgente aplicación de mecanismos inductores que apoyen el mejoramiento de las condiciones de pobreza y subsistencia en que viven amplios grupos de la población. Se trata, sin duda, de medidas efectivas de apoyo internacional que salven de la indigencia y la supermarginación a que están condenados amplios sectores de África, Asia y América Latina.
vi. Es necesario que los estados nacionales promuevan la modernización de sus sistemas y aparatos de gobierno. Esto implica la ampliación de las libertades individuales, la adopción de una política interior moderna y de corte plural y, por supuesto, la existencia de un clima civilizado para enfrentar divergencias ideológicas bajo los signos de la tolerancia y la madurez.
Por último, es posible decir, que aún en nuestros días y dentro de la propia región continental (América Latina), es posible mantener el análisis de las desigualdades regionales a partir del dualismo clásico de que tratan las teorías y los modelos de análisis regional.
V. A MANERA DE CONCLUSIÓN
La noción de desarrollo económico ha cambiado durante los últimos años, ha pasado de concepciones simples sobre crecimiento económico hasta mediciones más comprensivas de bienestar socioeconómico, que incluyen no sólo un mayor y menor ingreso y el acceso a servicios de salud o educativos, por ejemplo, sino también los derechos del individuo y el respeto a la democracia.
Asimismo, el estudio del desarrollo va abarcando otros niveles, no solo el nacional, sino que ahora se habla de desarrollo regional y desarrollo local. Entonces, dado que aquí se dirigió hacia el desarrollo económico regional, se puede decir que esta vertiente del desarrollo ha cobrado importancia, especialmente con la nueva configuración de la economía y la geopolítica internacionales.
En tal sentido, el hecho de que actualmente se le brinde tal importancia es por el estudio de la economía regional y urbana, para entender la interacción de las ciudades, países o continentes, como regiones, es decir, como un ente con características geográficas únicas.
De esta manera, como el eje central del presente trabajo es el análisis de las disparidades regionales, que como ya se señaló surge a partir de las inequidades de bienestar derivadas del propio desarrollo regional, entonces, ha sido de vital necesidad incluir el aspecto geográfico a lo que son las desigualdades, porque generalmente se hablan de las desigualdades sociales en que estamos inmersos como región, como nación, no así del espacio que ocupan.
El propio término disparidad regional connota el sentido de lo que las regiones experimentan al irse desarrollando, aquí también se estudió a la ciudad como región, así como si era la ciudad la que originaba el desarrollo o el desarrollo originaba a la ciudad. Esto puede resumirse considerando que si bien es cierto que el desarrollo económico es inconcebible sin ciudad, tanto por razones económicas como por razones sociales, no es una razón suficiente para que se dé el desarrollo económico: la urbanización puede efectivamente interpretarse como una reacción (o un ajuste) a los cambios que implica el desarrollo económico, sobre todo en las fases iniciales. Sin este ajuste espacial y sin las transformaciones profundas que lo acompañan, el proceso de desarrollo económico podrá difícilmente proseguirse. Por lo tanto, es posible hablar de vínculos de causalidad que van en dos sentidos. Pero el impacto autónomo de la urbanización (o de la ciudad) sobre el proceso de desarrollo, es de vital importancia.
Esto refleja el hecho de que existen diversos países que poseen grandes ciudades pero la distribución del ingreso per cápita y de otros indicadores de bienestar son insuficientes, por lo que no logra darse un desarrollo económico. Y, más aún si la concentración de esas grandes ciudades tiende a concentrar mayor ingreso (lo que sucede en la realidad) en comparación con las ciudades de menor tamaño y peor aún, las ubicadas en las zonas rurales.
Es posible que dentro de un país haya fuertes disparidades entre sus estados o regiones -recordando que entre más pequeña sea una región, más abierta será- y así se han realizado estudios donde evidencian esta realidad en nuestro país, por ejemplo, el considerar que la distribución del ingreso real entre sus habitantes, así como de otros indicadores cualitativos han sido inequitativos, es decir que la distribución del desarrollo se ha concentrado en ciertos estados, mientras que otros más están en pobreza.
De igual forma, es de considerarse que dentro de las ciudades se presenten todas estas características, sin embargo, los estudios al respecto no se han llevado a cabo, a pesar de que es de aplicarse la teoría de economía urbana, pero resulta ser que es considerado un problema de escala.
Muchos han señalado que dentro de las propias ciudades se presentan las disparidades regionales, pero en este caso consideran que por la dimensión espacial, estaríamos hablando de disparidades urbanas. Sin embargo, a nuestro parecer no es cuestión de escala, sino de percepciones, porque al delimitar más la región es posible analizar más directamente qué es lo que hace que surjan las disparidades, así como determinar las posibles soluciones al problema que es evidente en nuestra realidad. Una vez que se logra esta parte, se estudiaría la tendencia de las disparidades urbanas, es decir que se llegue a la convergencia por el aumento del desarrollo (si es que éste existe), como señalan John Friedman y Clyde Weaver, o hacia la divergencia, como expone Gunnar Myrdal, esto también a partir de considerar no solo la presencia del mercado, sino de cuáles son las condiciones institucionales y las políticas locales.
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[1] En este sentido, puede observarse como ejemplo la Unión Europea, integrada por varias regiones (países) que posibilita la movilidad de bienes y servicios así como el de las personas entre sus miembros.
[2] Objeto de estudio de las teorías de crecimiento económico, y cuestión por la cual se han realizado innumerables modelos que tratan de exponer las fuentes o causas que originan el crecimiento de un país.
[3] A mayor índice, mayor desigualdad.
[4] Desarrollo-subdesarrollo, centro-periferia y norte-sur.
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