Enero 2005
"Contribuciones a la Economía" es una revista académica con el
Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas
ISSN 16968360

UN COLOQUIO SOBRE TURISMO
 

Francisco Muñoz de Escalona
Ex – Científico Titular del CSIC
mescalona@iservicesmail.com


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Muñoz de Escalona, Francisco: "Un coloquio sobre turismo" en Contribuciones a la Economía, enero 2005. Texto completo en http://www.eumed.net/ce/


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Introducción

Si el lector ha tenido oportunidad de conocer mis recientes trabajos publicados en esta revista digital ya sabe que tengo sumo interés en suscitar una discusión teórica sobre los conceptos que se manejan en los estudios de turismo en general y en los de economía del turismo en particular. De momento son pocos los estudiosos de la materia que han aceptado mi invitación al debate, pero lo más destacable es que los invitados de un modo personal tampoco parecen animarse a aceptarlo. Entre estos se encuentran los profesores Luis Valdés Peláez (U. de Oviedo), Ezequiel Uriel (U. de Valencia) Vicente M. Monfort (U. de Valencia) y Rafael Esteve Secall (U. de Málaga). Incluyo también entre ellos a Josep A. Ivars Baidal, joven profesor de la U. de Alicante, a quien envié un mensaje electrónico felicitándole por la reciente publicación de su tesis doctoral (“La planificación turística de los espacios regionales en España) y por el premio “Turismo” que le ha concedido la Agencia Valenciana de Turismo, al tiempo que le comentaba que había tomado notas de la exposición que en las páginas 24 a 30 del libro citado hace sobre los secularmente manoseados conceptos del turismo. Uno de esos conceptos es el de producción turística, sobre el que, como él sabe, vengo pronunciándome desde hace cerca de dos décadas. En dicho mensaje le hice notar al Prof. Ivars que había advertido que él no usa este concepto en el sentido de fabricación o transformación de insumos en un bien diferente al que poder llamar turismo. Concretamente, en la página 25 afirma que el turismo no es “un sistema productivo convencional porque engloba bienes públicos, infraestructuras, empresas turísticas y no específicamente turísticas e incluso la imagen del propio destino” Y a fe que si es por la razón que dice, el turismo no solo no es un sistema productivo convencional sino que cabe seriamente poner en duda que lo sea de cualquier otra manera.

Han pasado varios meses desde el envío del mensaje y el Prof. Ivars no solo no ha respondido a mi felicitación, como recomiendan las normas usuales de cortesía, sino, lo que es más remarcable, tampoco ha dado muestras de estar interesado en aceptar la invitación que le hacía a “mantener conmigo una discusión sobre estas cuestiones”.

Pero tampoco el primer estudioso al que invité a un debate sobre los conceptos del turismo, mi admirado amigo y colega el Prof. Manuel Figuerola, hace la friolera de cerca de dos décadas, ha respondido a la propuesta que le hice en este sentido. Él fue el primero que leyó aquel mi primer trabajo sobre turismo, el que más tarde se publicó en Información Comercial Española (noviembre, 1988) con el título “La economía de la producción turística: hacia un enfoque alternativo”. Han pasado más de dieciséis años y aun no he recibido su todavía esperable respuesta a las preguntas que le dirigí sobre su conocida obra “Teoría económica del turismo”. Muchas veces he dicho que el contenido de esta obra, que es ya casi un clásico, se compadece mal con un título tan ambicioso.

 

Por todas estas razones, se comprenderá que me ha sorprendido muy gratamente que un estudioso del turismo se haya sentido motivado a mantener conmigo un coloquio por correo electrónico, coloquio al que he dedicado varias horas muy placenteras, unas veces leyendo sus jugosos comentarios, y otras preparando mi respuesta a ellos. Como por elemental discreción no debo dar su nombre, le identificaré por las letras EHA. Tan solo diré que EHA es titulado en derecho y profesor de una escuela universitaria de turismo. Pues bien, EHA se dirigió a mí después de leer algunos de mis trabajos publicados en www.eumed.net. Porque creo que el coloquio puede desbordar el interés directo de los coloquiantes, tomo la decisión de darlo a la luz. Y también porque rompe el pertinaz  rechazo o el justificado desdén de otros estudiosos y podría animar a intervenir con sus puntos de vista a los lectores de este medio. Y, en última instancia, porque creo que el tono de la discusión se ha mantenido dentro del más escrupuloso respeto mutuo, algo que no siempre acontece por desgracia

Para finalizar esta introducción, debo añadir los nombres de los dos únicos estudiosos del turismo con los que hasta la fecha he mantenido discusiones sobre el turismo y sus conceptos. El primero es el Prof. Elíes Furió Blasco, hoy en la Universidad de Lyon (Francia), con quien mantuve un debate hace cerca de diez años. Recientemente he enviado a la revista argentina Estudios y Perspectivas en Turismo un trabajo titulado “Producción y consumición de turismo: ¿diacronía o sincronía?” que pretende continuar el debate del que él mismo tomó la iniciativa en 1995 y al que di cumplida respuesta en 1996. Espero que el Dr. Furió acepte continuar aquel debate interrumpido porque una revista española muy conocida rehusó publicar la respuesta que él dio en 1997 pero terminó siendo publicada en 2001 por la revista argentina citada aunque, sorprendentemente, sin la más mínima referencia al debate.  El segundo estudioso con el que he mantenido un breve y algo tormentoso debate ha sido Juan Jesús López Sobejano. El debate con el Sr. López puede consultarlo el lector en esta misma revista digital. A los dos les expreso mi reconocimiento, mi consideración y mi amistad.

A continuación ofrezco por orden cronológico las intervenciones del profesor EHA seguidas de las mías

 

EHA:

 

El mensaje de EHA especificaba como asunto “Primera pregunta” y decía así:

 

He leído algunos trabajos suyos sobre turismo y confieso que todos me han parecido excelentes, aunque no pueda estar de acuerdo en cada una de las afirmaciones que hay en ellos. Especialmente me ha sorprendido de forma muy agradable la lectura de su tesis doctoral, así como la traducción de Teoría de la Consumición Turística de Kurt Krapf que, para mi vergüenza, reconozco que sólo conocía por las referencias de otros.

 

Debe excusarme si mi lenguaje o la forma de expresarme no son correctos desde el punto de vista económico o si, inadvertidamente, escribo alguna cosa errónea en ese campo. No soy más que un aficionado a la Economía así que le ruego sea benevolente. Soy un jurista al que, circunstancias que no hacen al caso comentar, la vida ha llevado al estudio del turismo y a impartir los pocos conocimientos que posee a los alumnos de primer curso de la Diplomatura.

 

Me interesa ahora hacerle alguna observación acerca del problema del estudio económico del turismo desde las ópticas de oferta y demanda. En realidad, el interés que para mí tiene esta cuestión es accesorio y deriva de que su solución depende del concepto que se tenga de Turismo, tarea que no por manoseada a lo largo de casi un siglo deja de interesarme. Corríjame si estoy en un error al decir que la cuestión depende de los tres problemas que a continuación le señalo:

 

       1. Los turistas consumen productos y servicios que no son turísticos.

 

       2. Las empresas del sector producen bienes y servicios para personas que no son    

           turistas.

 

       3. No se sabe con certeza qué es turismo ni quién debe ser considerado como

           turistas (quizá como consecuencia, en parte, de los dos puntos anteriores)

 

Comencemos por la primera afirmación: es una verdad incontestable que el consumo turístico "secundario", es decir, el realizado en bienes y servicios que podemos denominar no turísticos, complica mucho el estudio económico. Convengo con Vd. que los estudios que ahora se realizan -por muchas protestas que se hagan desde la OMT, IET, etc.- se hacen desde una perspectiva de consumo y no de producción. En esto, como le he leído a Vd., el Turismo se diferencia mucho de otros sectores productivos, como la automoción o la agricultura. Ello ha dado lugar a las Cuentas Satélite del Turismo (CST) mediante las que se trata ciertamente de saber con la mayor certidumbre posible cuál es el impacto del turismo en la economía. Ahora bien, esta característica del turismo ¿justifica de algún modo que dejemos de estudiar ese gasto secundario? O dicho en otros términos: ¿deberíamos considerar que ese gasto no es consecuencia directa de los desplazamientos turísticos sólo porque resulte difícil su estudio?

 

El segundo de los problemas citados hace referencia a otra verdad absoluta: las empresas del sector (hoteles, restaurantes, agencias de viaje y otras) producen servicios que a menudo no son consumidos por turistas. Ahora la pregunta debe ser la opuesta: tales servicios, ¿son turísticos? Si no lo son, ¿para qué perder el tiempo en su análisis o en su cómputo? Y, si efectivamente lo son, ¿qué idea se tiene de lo que es Turismo?

 

A mi juicio debería intentarse cohonestar ambas posiciones aunque reconozco que es ciertamente tarea ardua. Pero si tuviera que inclinarme por alguna de las dos elegiría sin dudar la primera. Creo que "hacer turismo" es moverse de un lugar a otro por una finalidad o motivo concreto y que prescindir de ello no es más que una falacia insostenible. No hay turismo sin turistas y éstos son los que imprimen carácter a los servicios o bienes que consumen. Existe otra razón para decantarme por la segunda opción y es que, puestos a elegir, prefiero quedarme con el comportamiento del turista, aunque resulte difícil su estudio, antes que estudiarlo desde la oferta aunque los bienes y servicios no tengan este carácter. Los problemas científicos han de intentar resolverse y no saltarlos sólo porque nos parezcan excesivamente complejos.

 

En realidad -y sigo con la argumentación- exponer así la cuestión nos lleva ineludiblemente a intentar resolver en primer lugar la tercera de las afirmaciones anteriores. ¿Qué es Turismo? No voy a aburrirle con disquisiciones teóricas que Vd. conoce seguramente mejor que yo, pero considero que nunca podremos hablar de una verdadera ciencia del turismo (o turismología como algunos la han bautizado) hasta no dejar resuelto de forma satisfactoria el problema de su concepto, alejando de él las materias espurias, y diferenciándolo de otras materias más o menos conectadas con él. He intentado resolverlo, junto con mi amigo y colega CV, en el primer tema que le adjunto como fichero aparte, destinado a los alumnos del primer curso de la carrera de Diplomatura en Turismo. Si a bien lo tiene, le rogaría me diese su experta opinión sobre el particular.

 

Me gustaría ahora hacerle una observación que no sé si viene a cuento pero cuya solución me interesa mucho: ¿la supremacía evidente de la economía en los estudios turísticos, no es un obstáculo a su concepción como ciencia independiente? Con toda justicia debería aquí rendir homenaje a tantos economistas (desde Guyer hasta Figuerola) que han sido los verdaderos iniciadores de este conjunto de conocimientos científicos. Pero los estudios avanzan y hasta los más conspicuos economistas (léase Krapf) reconocen que las relaciones del turismo con otros campos científicos como la Sociología, la Ecología, el Derecho, la Psicología, etc., justifican que estos estudios tengan entrada en los manuales sobre turismo. No soy de los que afirman que los estudios económicos han hecho daño al conocimiento de esta actividad humana, sino que, al contrario, opino que han sido extremadamente beneficiosos para su desarrollo. Creo que el problema del estudio del turismo desde las ópticas oferta-demanda tiene ciertamente una importancia económica notable, pero que debe quedar en segundo plano si adoptamos una visión algo más objetiva de la cuestión, esto es, si estudiamos al turismo también desde esas otras ramas de la ciencia.

 

Esto me lleva a manifestarle mi opinión acerca del contenido de los libros de texto sobre turismo. Estoy de acuerdo en que su contenido es heterogéneo y que en muchas ocasiones el autor pone el énfasis en la materia que domina (economía, sociología o derecho) y que en alguna ocasión se han omitido cuestiones importantes. Pero del mismo modo que le solicitaba benevolencia para este humilde profesor, deberíamos ser magnánimos con esta nueva ciencia (si es que existe) y comprender que aún se está haciendo y son disculpables las omisiones y errores que en ellos se vierten a menudo.

 

No quiero cansarle más. Espero su contestación, si así lo desea y le ruego de nuevo examine el archivo adjunto.

 

(EHA adjuntó un texto cuyo contenido somete a mi consideración. Mis comentarios al texto figuran en mi respuesta pero no lo incluyo in extenso por deseo expreso de mi interlocutor)

 

 

FME:

 

El Prof. EHA parece haber entrado en la Web www.eumed.net dirigida por el Prof. Juan Carlos Martínez Coll, a la que, a mediados de 2004, envié un breve texto titulado “Los conceptos del turismo: una invitación al debate en diez preguntas”. Supongo que la “primera pregunta” de mi corresponsal alude a este trabajo, cuya primera pregunta transcribo íntegramente a continuación:

 

“¿Es el turismo un conjunto de actividades o sectores principalmente de servicios? Si la oferta turística es todo aquello que compra o interesa a los turistas, por qué se ponen de relieve los servicios en detrimento de los bienes (mercancías) o de los recursos (no mercancías) En espera de la respuesta que Rafael Esteve Secall, o cualquier experto que esté motivado pueda darnos, apuntaré una: el enfoque de demanda, basado en un sujeto especial llamado turista, es incapaz de identificar  un bien, servicio o recurso del que se pueda decir que es turístico porque, en puridad, todos los existentes son o pueden ser turísticos, que es lo mismo que decir que ninguno es objetivamente turístico. La falta de identificación de la oferta imposibilita estudiar el turismo desde la economía por razones obvias: no disponemos de una de las dos magnitudes o funciones básicas. Los expertos evaden esta objeción por medio de un artificio: la presunción de un consenso entre ellos, según la cual, históricamente, hay tres servicios fundamentales para que un país reciba turistas: los servicios de hospitalidad (alojamiento y refacción), los servicios de accesibilidad y los servicios de transporte. A estos tres servicios les llaman oferta turística básica o fundamental. Más tarde, cuando empezaron a surgir los primeros indicios de saturación en la oferta de los tres servicios citados, los expertos se percataron de que había que diversificar la oferta para competir en un mercado que había dejado de ser de vendedores para empezar a ser de compradores y seguir siéndolo de un modo persistente”.

 

“La Conferencia de Ottawa de 1991 quiso resolver esta gravísima anomalía del enfoque de demanda y elaboró la llamada clasificación internacional uniforme de actividades turísticas. Es esta clasificación a la que alude Rafael Esteve Secall con esta frase: “Unos (sectores), en exclusiva para atender las necesidades de los turistas; otros parcialmente al atender también las necesidades de otros sectores productivos que no tienen nada que ver con el turismo, con el objeto de hacer frente a las necesidades de los turistas”. RES utiliza una expresión cuando menos confusa ya que Ottawa lo que propuso en su clasificación fue un conjunto de 176 actividades, 72 “totalmente turísticas”, es decir, de la exclusiva demanda de los turistas,  y el resto “parcialmente turísticas”, es decir, actividades productivas cuyos productos (bienes o servicios) se orientan indistintamente a la demanda de los turistas y de los no turistas”.

 

A continuación ofrezco mi respuesta (o conjunto de respuestas) a la “primera pregunta” de EHA:

 

Los tres “mundos” de Karl R. Popper

 

El filósofo austriaco nacionalizado británico Kart R. Popper divide la realidad en tres niveles o “mundos”

 

-         El primer mundo, constituido por los hechos físicos o cosas tangibles (realidad exterior) En adelante lo llamaré realidad

-         El segundo mundo, formado por las ideas, teorías o pensamientos (realidad abstracta) En adelante lo llamaré teoría

-         El tercer mundo, poblado por sentimientos (realidad psíquica)

 

Traigo a colación esta división de la realidad porque su trabajo “El turismo: conceptos” parece mezclar (¿confundir?) los mundos primero y segundo ya que el término turismo se usa unas veces para aludir a cosas del primer mundo (fenómeno, actividad) y otras a cosas del segundo mundo (teorías, conceptos) como pone de manifiesto la siguiente frase:

 

Turismo implica necesariamente viajar, así que todos identificamos (e incluso confundimos) una cosa con la otra. Pero es mucho más que eso: turismo es también el estudio de los núcleos emisores (los orígenes) y de los receptores (los destinos); los motivos por los que se viaja; las consecuencias económicas, sociológicas o ecológicas; las relaciones personales entre visitante y visitado; las empresas y los profesionales y, claro es, el propio turista. De modo que estamos tratando de una cuestión tan amplia y diversa, tan heterogénea, que encerrarla en una definición es una cuestión ardua.

 

La frase parece inspirada en Luis Fernández Fuster, experto del que el autor se muestra admirador. Convendría advertir en el texto cuándo se habla de la realidad y cuándo se hace referencia a la teoría, y no esperar que se distinga gracias al sentido de la frase. Y no lo digo solo para que el lector del trabajo entienda mejor lo que en él se dice sino, sobre todo, para que el autor distinga ambas realidades en beneficio de la investigación.

 

El mito, o lugar común, de la complejidad del turismo

 

El texto abunda en referencias a uno de los mitos más frecuentes en la literatura del turismo, el de su supuesta complejidad. De hecho, el texto que comento empieza de esta forma:

 

Definir el turismo es difícil aunque todos tenemos una percepción casi innata de lo que significa. Dicho de otro modo, sabemos cuándo estamos realizando un viaje turístico. Sin embargo, dar un concepto de él es complicado debido a que contiene tantas cosas diferentes y origina consecuencias tan diversas que su conceptualización se nos escapa. Esta cuestión es sin duda un caballo de batalla para quienes tenemos el empeño de estudiar estos conocimientos de un modo científico pues es, obviamente, el primer paso que hay que dar. La dificultad no sólo es para las personas sin conocimientos profundos de esta materia, sino incluso para quienes supuestamente debiéramos dominarla y de hecho son frecuentes las discusiones doctrinales acerca de esta cuestión.

 

EHA se refiere así al turismo como realidad. Toda realidad es compleja y a veces hasta caótica. La misión del investigador es comprenderla y explicarla para obtener beneficios. La realidad turismo no es más compleja que la realidad cerebro o fusión nuclear. Tampoco es más compleja que las realidades sistema monetario internacional, parentesco, institución familiar. Ninguno de los científicos que investigan estas realidades insiste en su complejidad tanto como los que investigan la realidad turismo. La tarea del investigador es imposible si no se dota previamente de un sistema teórico, necesariamente simplificado, con el que aproximarse a la realidad para observarla o para reproducirla experimentalmente con el fin de descubrir reglas de funcionamiento que ha de contrastar una y otra vez hasta elevarlas a la categoría de leyes de validez general.

 

El que las teorías del turismo  disponibles insistan tanto en la complejidad de la realidad del turismo es un síntoma de su insuficiencia o incapacidad.

 

¿Quienes fueron los primeros investigadores del turismo y por qué?

 

EHA afirma que

 

los primeros autores que trataron de dar un concepto de turismo (sin mucho éxito por cierto) fueron economistas.

 

Si por turismo entendemos lo que hacen los turistas, el primer concepto lo dieron los escritores. Así lo reconoce Defert cuando cita a Maurice Alhoy, quien estableció que el viajero descubre y el turista visita lo que antes descubrió el viajero (cito de memoria)

 

Cuando el turismo empezó a ser practicado por la alta burguesía imitando a la nobleza o clase ociosa, los residentes más emprendedores de los lugares visitados se dieron cuenta de que invertir en negocios orientados a satisfacer sus necesidades podía ser más rentable que otras formas de inversión. Fueron estos negociantes avispados los primeros que ofrecieron conceptualizaciones del turismo. En este sentido puede decirse que los economistas fueron los primeros teóricos del turismo, pero estos no eran economistas académicos sino expertos en gestión de establecimientos de servicios de hospitalidad. Uno de ellos fue el austriaco Joseph Stradner de quien se conoce una ponencia para el Congreso sobre turismo alpino del año 1885. También el suizo Edmund Guyer-Freuler era experto en gestión hotelera, y dejó escrito uno de los primeros textos ya altamente sistematizados sobre el turismo titulado Turismo y hotelería.

 

No es justo decir que no tuvieron éxito estos primeros tratadistas porque los que les siguieron, ya como profesores universitarios, recogieron sus aportaciones y trataron de mejorarlas. Más acertado resulta el párrafo siguiente del trabajo de EHA:

 

Ello no es de extrañar porque las consecuencias más evidentes y espectaculares que origina (el turismo) en una comunidad son precisamente las económicas: la llegada de divisas, la creación de empleo, la elevación del nivel de renta, la generación de impuestos, etc. (el predominio de la Economía en los estudios turísticos posteriores ha continuado hasta nuestros días).

 

En efecto, el tratamiento del turismo desde la economía sigue estando presente en los estudios actuales. Hay quien no está de acuerdo. Uno de ellos es Jafar Jafari, como demuestra su introducción a Enciclopedia del turismo. Pero basta leer al azar cualquier texto en cualquier idioma sobre el turismo para constatar que Jafari está equivocado a pesar de su descomunal prestigio.

 

Sea cual sea la especialidad facultativa de EHA (aun no sabía que es jurista) es muy probable que, aun sin buscarlo de un modo expreso, se acerque al turismo con planteamientos tomados de la economía, aunque solo se limite a la terminología utilizada. Otra cuestión es que domine el análisis económico ya que el tratadista podría ser un geógrafo o un biólogo ambientalista atraído por el turismo y que escriba artículos sobre esta materia. O un arquitecto dedicado a la construcción de hoteles o al urbanismo, dos cuestiones que hay quien cree que son materias de la teoría del turismo. También hay juristas dedicados al estudio del turismo. Recuerdo ahora a un jurista interesado por el turismo que trabaja como letrado del Parlamento del País Vasco. Cree saber tanto  sobre economía del turismo rural que se cree capacitado pata corregir los trabajos firmados por economistas.

 

Por consiguiente, sí, es cierto, hubo, hay y seguirá habiendo economía en los estudios del turismo. Muchos tratadistas del turismo fueron economistas que enseñaron en universidades alemanas, austriacas, italianas, inglesas y francesas. Pocos de estos eran españoles hasta hace algunos años. Pero otra cosa es que la economía que hubo y que hay sea adecuada, incluso la que aportan los economistas, por lo que ¿qué decir de la que aportan los no economistas?

 

La raíz del problema está en el aterrizaje en el campo del turismo de quienes iniciaron su estudio insistiendo en su carácter de fenómeno social. Cuando fueron hegemónicos desacreditaron con éxito en los ámbitos académicos las aproximaciones económicas a su estudio. Incluso los economistas aceptaron que la economía no basta para conocer en “toda su complejidad el nuevo fenómeno”. Algunos como Sessa llegaron a decir que la economía impide avanzar en el conocimiento del turismo. Es evidente que desde la segunda década del siglo XX aun no se ha superado la visión exclusivista del turismo como fenómeno social. No estoy negando que el turismo sea un fenómeno. Me refiero a que cada vez tiene menos sentido tratarlo como un fenómeno en la medida en que después de más de un siglo de creciente masificación convendría concebirlo como lo que siempre fue aunque no se percibiera como tal: UNA ACTIVIDAD PRODUCTIVA cuya objetivación es viable si aplicamos el enfoque adecuado.

  

Los estudiosos del turismo anteriores a 1940

 

EHA afirma en su trabajo que

 

estos economistas, generalmente europeos, realizaron tales trabajos en el periodo de entreguerras (1919-1938).  Podemos afirmar entonces que en esta época el Turismo pasa de ser un mero hecho o acontecimiento a una verdadera materia científica. Todos ellos formularon diferentes conceptos de turismo ninguno de los cuales se considera hoy verdaderamente importante, normalmente porque  fijaban su atención en uno sólo de los aspectos del viaje, olvidando los demás.

 

Las aportaciones a la teoría del turismo son anteriores al periodo 1919 – 1938. Ya he citado a Stradner y a Guyer, los cuales aportaron conocimientos de alto valor sobre las llamadas empresas turísticas (el elemento objetivo para los estudiosos posteriores a 1940) Pero Von Schullern (en la obra publicada en 1911, no en 1910 como anota el autor) fue tal vez el más destacado, en mi opinión, un auténtico precedente en el tratamiento del turista o elemento subjetivo del turismo en la consideración de los estudiosos posteriores a 1940.

 

Entre los grandes precursores hay que citar a los italianos Angelo Mariotti, profesor de la Universidad de Roma y director del Ente Italiano de Turismo (ENIT), creado en pleno fascismo, y al profesor de la Universidad de Bari Michele Troisi, cuya teoría de la renta turística fue íntegramente aceptada por Hunziker y Krapf para su gran obra de síntesis de todas las aportaciones anteriores, publicada en 1942.

 

Turismo individual y turismo masivo

 

EHA afirma que el turismo pasó en los años 1919 – 1938 de ser individual a ser masivo. La lectura de las novelas más emblemáticas del siglo XIX demuestra que el turismo ya era masivo en el siglo en el que se consolidaron los avances de la revolución industrial iniciada el siglo anterior. Stendhal usó la voz turista en 1838 y Thomas Cook cambió de oficio en 1845 para fundar el primer turoperador de la historia moderna. Las inversiones en ferrocarriles se dispararon a partir de los años treinta del siglo XIX con clara vocación de poner un medio de transporte masivo a disposición de capas cada vez menos adineradas de las sociedades avanzadas. Las agencias de viajes empezaron a proliferar tanto en Europa como en América en la segunda mitad del siglo citado siguiendo el ejemplo de la fundada por Cook.

 

Cada momento histórico tiene su propia percepción de lo que llama “masivo”. La lectura de la novela de Alfonso Daudet “Tartarín en los Alpes” (publicada hacia 1880) contiene una simpática caricatura de los clientes de un hotel de montaña atraídos por las excursiones en la nieve. Los primeros lectores de la obra vivieron en un mundo en el que ya había demanda para que surgieran negocios orientados a satisfacerla, incluidos los guías de montaña. Sin una demanda de cierto volumen no es posible la existencia de hoteles en zonas de montaña a los que solo podían ir esos viajeros que se dio en llamar turistas (viajeros por motivos básicamente autónomos)

 

Opone EHA el turismo masivo al turismo individual para aludir a que el primero es posterior en el tiempo al segundo. Un estudio histórico detallado pone de manifiesto que fue exactamente al revés. En el pasado, la mayor parte de los viajes, circulares o no, se hicieron en grupo porque los peligros eran tan grandes que no era aconsejable viajar solo. Si los viajes fueron siempre tan caros era por un conjunto de circunstancias (siempre se cita la ausencia, carestía o inseguridad de servicios de transporte y de hospitalidad), pero  se olvida a menudo que una de esas circunstancias era la necesidad de viajar con un séquito de protección contra los posibles ataques de malandros o fieras.

 

Los fines estadísticos y las definiciones de turismo

 

Es posible creer, como hace EHA, que una cosa son las definiciones de turismo y otra las que responden a una finalidad estadística. Yo también lo creí así durante bastante tiempo. Luego me percaté de que todas las definiciones que se han dado de turismo, incluso las más academicistas e intelectualizadas, solo tienen sentido si se cae en la cuenta de que tratan de aportar criterios con fines directa o indirectamente estadísticos. Pensemos en los primeros teóricos, los expertos en gestión hotelera de fines del XIX y principios del XX. Buscaban cuantificar a sus clientes, los que viajaban por lo que se dio en llamar turismo (demandantes de los servicios de hospitalidad, descanso, diversión y excursión que prestaban los hoteles que ellos regentaban) Es cierto que estos pioneros estudiaron lo que hoy llaman los turisperitos oferta básica (no se dan cuenta los que así la llaman que, además de hospitalidad, los hoteles ofrecían, como ya he dicho, otros muchos servicios). Pero ellos estudiaron la oferta de los servicios que se orienta a unos clientes específicos que había que distinguir de los demás posibles clientes, los que viajaban por motivos heterónomos, ya que estos no tenían que ser especialmente estimulados para que viajaran.

 

El turismo a fines de siglo XIX y primera mitad del XX estuvo basado en la necesidad de aumentar la demanda de los viajeros autónomos ya que, de que este aumento se produjera, dependía la rentabilidad de los ferrocarriles y de los hoteles. De ahí la necesidad de hacer promoción, algo que hicieron tanto Cook como sus imitadores. Y de ahí también la necesidad de identificar al viajero autónomo, el turista.

 

Los estudiosos posteriores puede que se sintieran llamados a hacer aportaciones conceptuales elegantes, sofisticadas y académicas, pero, en la medida en que siguieron insistiendo en aportar criterios de identificación de los turistas para poder distinguirlos de los que no lo eran, estaban elaborando criterios de utilidad para la obtención de datos estadísticos para cuantificar y conocer a los clientes de los hoteles “turísticos”, es decir, a los “turistas”, los visitantes autónomos de las ciudades en las que los hoteles se localizan.

 

Es cierto que luego se aportaron definiciones más claramente estadísticas, pero todas ellas parten igualmente de la aportación de criterios para distinguir a los turistas de los que no lo son. Otra cuestión es el hecho singular de que ni unas ni otras hayan conseguido encontrar los criterios que logren la distinción buscada de un modo certero e indiscutible. Pero este es otro tema.

 

Curiosamente, EHA cita la definición de un experto, Leiper, de la que afirma que es “ambigua e inaceptable”. La definición es la siguiente:

 

Turismo es el sector de empresas y organizaciones  individuales que se combinan para realizar y ofrecer viajes

 

A EHA no le gusta esta definición porque se centra en las llamadas empresas turísticas en lugar de hacerlo en los turistas. Las definiciones que se centran en la descripción del turista y en su comportamiento sirven para aproximarse al conocimiento de lo que los economistas llaman la demanda. Las que se centra en la descripción de las empresas turísticas y en sus funciones sirven para aproximarse al conocimiento de los que los economistas llaman la oferta. Con ambas funciones se pusieron las bases de la que se cree que es la microeconomía del turismo, una aproximación inédita en la literatura del turismo porque o se abusa del estudio de los turistas o se cae en el estudio de un sinfín de tipos de empresas que ni siquiera sirve para identificar un solo producto como objetivamente turístico.

 

La definición de Leiper se aproxima bastante al estudio de la función de producción, una función desconocida por los estudiosos del turismo, algo que es una gran paradoja ya que sin función de producción que oponer a la función de consumo no hay economía del turismo aunque pueda haber cuantificación de los efectos económicos del gasto de los turistas en el país visitado (de lo que se ocupa la macroeconomía)

 

¿Obvian quienes proponen el enfoque de oferta del turismo el estudio de las motivaciones?

 

EHA cree que para los que defienden que el estudio del turismo se haga con enfoque de oferta

 

 no tiene sentido hablar de motivaciones, sino que son los servicios ofrecidos por las empresas del sector a los que hay que atender para saber si un comportamiento es turístico o no, independientemente de quién los realice.

 

No sé si hay muchos que lo defiendan, pero los que llaman oferta turística al conjunto de establecimientos de servicios que se orientan a los turistas son los que practican un falso enfoque de oferta ya que identifican esta función partiendo de la demanda que hacen aquellos que identifican como turistas por medio de notas diferenciales.

 

No quisiera que se interpretara como inmodestia, pero, en honor a la verdad, el único investigador del turismo que propone desde 1988 acercarse a la economía del turismo con un enfoque original de oferta soy yo. Y, para mí, el estudio de las motivaciones, mejor dicho, de las necesidades, cuya satisfacción requiere que quien las siente programe (elabore o adquiera) y realice (consuma) un desplazamiento circular o un programa de visita, es imprescindible para aplicar el análisis microeconómico a esta realidad. Esas motivaciones o necesidades, previamente tipificadas, son también imprescindibles para efectuar una clasificación operativa de la demanda.

 

El turismo es actividad humana

 

EHA se refiere a la evidencia de que el turismo es una actividad humana, pero como esta afirmación es tan genérica habría que añadir algo más, por ejemplo, que es una actividad consuntiva, pacífica, civilizada, etc. Es evidente que EHA practica una aproximación sociológica o de demanda al turismo: No solo no se interesa por la economía sino que trata de alejarse de ella, aunque no siempre lo consiga, porque acepta de hecho más de un término de esta disciplina. Parece que EHA se decanta por la sociología pero no lo tengo claro, porque cree en la existencia de la que llama Ciencia del Turismo. La frase siguiente pone de manifiesto muy claramente su enfoque:

 

El turismo es una actividad humana transversal lo que conlleva que muchas otras actividades participan de su naturaleza pero no son turísticas. Un turista, por ejemplo, se comporta como un consumidor convencional y gasta en bienes y servicios que frecuentemente no son turísticos (yo he destacado)

 

Transversal y horizontal son para EHA términos sinónimos, aunque hay estudiosos que prefieren utilizar solo el término transversal. Sessa usa el término diagonal. Debo decir que el término más adecuado es horizontal, a no ser que se prefiera transversal o diagonal porque, al ser ambiguos y enigmáticos, se prestan mejor para trasmitir el mensaje de la complejidad de la materia. La horizontalidad de las actividades de los turistas y de las empresas es una consecuencia directa de la aplicación del enfoque de demanda o sociológica basada en la previa identificación (problemática) del turista. Lo demostré en 1988 (Economía de la producción turística) y lo consolidé en 1991 (Crítica de la economía turística), pero la comunidad de expertos no lo ha reconocido todavía y tal vez por eso no se decide a utilizar el término horizontal y prefiere decantarse por los términos transversal o diagonal ya que de ese modo creen que así no se ven obligados a reconocer lo que está tan claramente documentado.

 

Los estragos del enfoque de demanda quedan claramente de manifiesto en la frase que acabo de transcribir de EHA y que vuelvo a repetir para que no haya dudas:

 

Un turista, por ejemplo, se comporta como un consumidor convencional y gasta en bienes y servicios que frecuentemente no son turísticos.

 

Por esta razón vengo sosteniendo que el enfoque de demanda conduce a la grave anomalía de la falta de identificación de la oferta turística y a la pseudosolución que consiste en llamar oferta turística a un heterogéneo conjunto de actividades de servicio previamente consensuadas por la comunidad de expertos.

 

El turista, consumidor convencional

 

EHA escribe que

 

un turista se comporta como un consumidor convencional…

 

Esta es la frase más certera y fresca de su trabajo. Es como si el autor estuviera muy próximo a dar el paso conceptual que lleva a abandonar la concepción del turismo como fenómeno, propia del enfoque sociológico o de demanda, y asumirlo como actividad productiva objetivamente considerada, algo para lo que es imprescindible considerarlo con enfoque de oferta o económico. La frase sigue asegurando algo que confirma lo dicho ya que implica lo que podría tomarse como una asunción del enfoque de oferta:

 

… y gasta en bienes y servicios que frecuentemente no son turísticos

 

Perfecto. Ni más ni menos que cualquier otro consumidor. Si estamos ante un consumidor que adquiere los bienes y servicios con los que elabora el plan de desplazamiento circular (o el programa de visita) que requiere para satisfacer la necesidad que no puede, o no quiere, satisfacer en su lugar de residencia habitual, es evidente que el llamado turista gasta en bienes y servicios que NUNCA son turísticos sino que con ellos elabora y consume el único producto que objetivamente es turístico según el enfoque de oferta.

 

Hasta el Congreso de Ottawa (1991), para el enfoque de demanda todos los bienes y servicios que demanda un turista eran por principio turísticos. Si después de 1991 no es así se debe a lo que algunos han llamado “una nueva conceptualización del turismo” sin serlo. La propuesta de la Clasificación Internacional Uniforma de Actividades Turísticas reduce a ciento setenta y siete la relación de “bienes y servicios turísticos” lo que no es ora cosa que la sacralización definitiva de lo que hasta entonces venía funcionando, como vengo diciendo desde 1988, como un simple y mero consenso implícito entre expertos. No; la OMT no propuso en 1991 una nueva conceptualización del turismo. El citado organismo nunca lo va a hacer, sencillamente porque no puede renunciar a la afirmación interesada de que el turismo es la primera industria del mundo. Es evidente que la horizontalidad del sector turístico a la que conduce inexorablemente el enfoque de demanda debería convencer a los expertos de que la comparación no debe hacerse con sectores verticales (sectores que están presentes en el llamado turismo) sino con sectores que también sean horizontales, los cuales son tantos como posibles criterios subjetivos queramos emplear para clasificar las actividades de un sistema productivo. Si el criterio empleado es el de la estancia y consideramos dos tipos de estancia, la estancia “permanente” (la de los residentes) y la estancia “pasajera” (la de los turistas), es evidente que el sector de la industria orientado a los residentes es más importante que el sector de la industria orientado a los turistas. Por esta razón dice Figuerola (1985) que el turismo “es una economía en pequeño” y por eso digo yo que el turismo ha de ser comparado con “la economía grande”, la economía de los residentes.

 

“El adjetivo de turístico”, las motivaciones, la ciencia del turismo  y la estadística

 

El idioma castellano, como otros idiomas romances, recuperaron la voz “tur” procedente del latín a través del inglés, pero ya no con el sentido de cosa que gira sobre sí misma sino con el interesante y novedoso significado de un viaje “circular”, “redondo”, “cerrado” o, como dicen los expertos en transporte, “de ida y vuelta” que hace una persona o un grupo de personas. Tur no se refiere a la cosa que gira o da vueltas sobre sí misma sino a la persona que “gira” porque sale de su domicilio para volver. Durante cierto tiempo se aplicó a los paseos, pero pronto se hizo también a los viajes de quienes son sedentarios porque siempre regresan a su sede. (De paso diré que llamar “nómadas” a los turistas, como hacen tantos turisperitos, es una desaconsejable y equívoca metáfora si queremos tratar seriamente la realidad del turismo)

 

De tur derivó pronto turista (tourist), un adjetivo calificativo del viajero que sale para volver, es decir, más brevemente, el viajero turista. Las aerolíneas todavía usan turista como adjetivo (clase turista) pero el adjetivo se sustantivó y hoy se usa mayoritariamente como sustantivo y pronto hubo que derivar un nuevo adjetivo, “turístico”, que, de nuevo sustantivado, derivó en otro, “turistizado”. Hago esta introducción para comentar esta frase:

 

El adjetivo de turístico de un viaje lo impone el propio viajero

 

De acuerdo con lo expuesto, la frase es correcta, pero lo que continúa supone un claro desplazamiento del hilo argumental que podía haber llevado a EHA a una reflexión fuertemente original de la ortodoxia, a pesar de que la someta a crítica, insuficiente, por otra parte. La frase que continúa es esta:

 

Por tanto quizá debiéramos empezar por el estudio de las motivaciones turísticas, esto es, la razón principal del viaje turístico. Un estudio pormenorizado de ellas debería darnos la clave del contenido del turismo, desechando todos aquellos desplazamientos cuya razón no sea exclusivamente turística.

 

Como puede comprobarse, EHA vuelve de nuevo al tema de las motivaciones que tanta tinta ha hecho correr inútilmente en la literatura especializada. Es curioso que en tres líneas y media, el autor haya utilizado tres veces el adjetivo turístico y una el sustantivo turismo. Aprovecho la ocasión para decir que esta es una de las características de los estudios del turismo, la repetición ad nauseam de la voz turismo y de cualquiera de sus derivadas. En esta ocasión, EHA está convencido de que el estudio pormenorizado de las motivaciones turísticas dará la clave del contenido del turismo ya que permitirá desechar los desplazamientos que no tengan motivaciones exclusivamente turísticas.

 

Espero que dicho así, recapacite EHA en el galimatías y en las tautologías a las que, inexorablemente, lleva el enfoque subjetivo, sociológico o de demanda que defiende la ortodoxia de la OMT y de la AIEST que critica, tan superficialmente además.

 

Lo curioso es que EHA parece estar convencido de que la relación ortodoxa de motivos consensuada por los turisperitos

 

nos parece inadecuada si de verdad pretendemos dotar a los conocimientos turísticos de la categoría de ciencia, por lo que tan sólo deberíamos otorgarle un valor estadístico.

 

No quiero volver al tema ya tratado de las definiciones, unas supuestamente “científicas” y otras solo “estadísticas” porque, repito, todas las que se han dado, absolutamente todas, nacieron con vocación de contar turistas, lo que llevó durante tantos años al cenagal de las motivaciones, un cenagal del que EHA no quiere “salir” sino tan solo “depurar” para poder encontrar las que “de verdad son turísticas”. Está convencido EHA de que de este hallazgo milagroso depende que el turismo alcance estatus científico.

 

Siempre he dicho que la mayor paradoja de la literatura convencional del turismo radica en que, a partir de un corpus científico débil por inadecuado se aspira a la ambición de conocer un fenómeno calificado como sumamente complejo en absolutamente todas sus pretendidamente incontables facetas. ¿No sería más práctico y realista aspirar a un objetivo más modesto al mismo tiempo que se somete a crítica el enfoque hasta ahora utilizado para su consecución?

 

Dicho esto debo añadir que la crítica de EHA a las motivaciones propuestas por la OMT “para depurarlas” no para rechazar la ortodoxia, sino para confirmarla, eliminando las que según él no son turísticas, es en general correcta. En lo que se refiere a las peregrinaciones religiosas dice lo que sigue:

 

si el desplazamiento a una celebración o lugar religioso es en definitiva una forma más de enriquecer nuestro espíritu (nuestra cultura en su sentido más amplio) no hay razón para entender que tales desplazamientos no revistan el carácter de turísticos.

 

Con lo que viene a decir que el motivo de las peregrinaciones religiosas es “turístico” si se hacen para “enriquecer nuestra cultura”. Ergo las demás no serían turísticas sino “culturales”.

 

Lo mismo debo decir del motivo “salud”. EHA afirma que considera

 

natural calificar de turística la estancia en un balneario para, por ejemplo, recibir masajes, mejorar nuestras dolencias o simplemente descansar. Pero nadie diría lo mismo respecto de un viaje a un centro hospitalario o la visita a un especialista con el fin de tratar una enfermedad más o menos grave. ¿Dónde está el límite?

 

Respuesta: está donde cada autor estime conveniente establecerlo, indefinición que, una vez más hay que atribuir  al enfoque subjetivo. Recordaré que ya en 1957 el economista austriaco Paul Bernecker decía que hay tantas definiciones de turismo como autores, algo que sigue siendo cierto incluso después del rechazo a dar definiciones del turismo que trajo la invasión del turismo por el marketing al ser considerado como una excrecencia de épocas pasadas y algo que se creía innecesario. Termino con una pregunta: ¿Cómo es posible aspirar a disponer de buenas estadísticas si los criterios de los límites y los criterios de conteo son tan imprecisos?

 

Turismología, pretendida ciencia autónoma del turismo

 

En mi tesis doctoral dediqué un apartado (La noción de turismo y la “ciencia turística”) en el capítulo II a este asunto. A él me remito. Insisto en que el turismo es una realidad externa en el sentido de Popper que viene siendo conceptualizado sistemáticamente como un fenómeno y no como una actividad productiva. Pues bien, como fenómeno, cualquier ciencia social está capacitada para someterlo a estudio aplicando sus herramental analítico propio. Al conjunto de aportaciones que de ello se obtenga le podemos llamar Ciencia del Turismo, Turismología (como propuso el yugoslavo Zivadin Jovicic en 1975) o Teorología (como sugirió el económetra español Ángel Alcalde en 1966) Lo que no es viable es la pretensión de que tal ciencia sea o pueda llegar a ser alguna vez autónoma, lo que no quiere decir que por ello pierda interés su estudio.

 

Debo añadir que no me reconozco en esta frase de EHA:

 

Muñoz de Escalona critica el contenido de los actuales manuales sobre turismo (que se aproximan bastante a lo expuesto más arriba), argumentando que existe poca hilazón entre unos contenidos y otros, lo que se debe, en su opinión, a que cada autor pone énfasis en aquellos módulos en los que es especialista.

 

Creo que EHA, que ha mostrado su entusiasmo por mi tesis doctoral de un modo muy expresivo y que sinceramente le agradezco (entre otras cosas porque no son muchos los que lo han hecho), no ha captado bien que para mí todos los tratadistas del turismo tienen en común que aplican el enfoque subjetivo o de demanda y que por esta razón las diferencias entre ellos son más aparentes que reales.

 

Comentarios finales

 

Veo en EHA a un profesor, posiblemente bastante joven, ejemplarmente entregado a su tarea de enseñante. Muestra un gran respeto por la actividad científica. Podría llegar a ser un formidable investigador científico del turismo cualquiera que sea la ciencia desde la que se aproxime al conocimiento de esta realidad. Hoy por hoy es víctima del paradójico antieconomicismo en el que caen los turisperitos, incluso auque lo niegue. Si no lo supera, no debería aspirar a investigar el turismo como una actividad productiva objetivamente identificada. Pero sí está capacitado ya para seguir investigándolo como fenómeno social, una actividad que puede combinar con la enseñanza, lo que le reportará efectos sinérgicos para ambas actividades. Es evidente que mientras se dedique a la enseñanza debe evitar la crítica radical a la ortodoxia, como demuestra en el texto que acabo de comentar. Tal vez debiera evitar a sus alumnos el peligro de la confusión, aun a sabiendas de que la primera etapa del conocimiento científico es precísamente la confusión, de la que si bien es verdad que salir cuesta mucho también lo es que termina siendo gratificante.

 

Pues, además de lo ya dicho anteriormente, debo responder a EHA que los que llama “conspicuos economistas” (desde Guyer en 1905 a Krapf en la segunda mitad del siglo XX hasta su accidente aéreo mortal, y por supuesto muchos más hasta el día de hoy y los que sin duda seguirán) reconocieron, reconocen y reconocerán “las relaciones del turismo con otros campos del conocimiento científico” porque se empeñan en verlo como los demás científicos sociales, como fenómeno, en lugar de verlo como una actividad productiva. Es evidente que “las ópticas oferta – demanda tienen ciertamente una importancia económica notable”. Decirlo así es tautológico. Lo que creo que es un error, en el que cae EHA por sentirse tan cómodo en la convención, es sostener que la economía “debe quedar en segundo plano si adoptamos una visión más objetiva que la economía , esto es, si estudiamos al turismo también desde esas otras ramas de la ciencia.

 

Llamo a EHA a recapacitar en sus palabras porque estoy convencido de que no es totalmente consciente de lo que dice. ¿Es que la visión que la economía aporta al turismo es menos objetiva que la que aportan otras ramas de las ciencias sociales? ¿Es que para que la visión sea objetiva en grado sumo ha de practicarse una visión desde todas las ciencias sociales? Sinceramente creo que cualquiera de ellas puede ver al turismo objetivamente y que no es necesario verlo desde todas para conseguir un conocimiento objetivo (científico) del turismo. No creo que nadie pueda decir en qué plano se encuentra el estudio del turismo “desde las ópticas oferta – demanda”. De lo que sí estoy convencido es de que las anomalías por mí denunciadas en las que cae la aplicación de la microeconomía al turismo, si se parte de un enfoque de demanda, pueden ser evitadas si se aplica el enfoque de oferta que, como ya decía Alfred Marshall a fines del siglo XIX, es este el enfoque que utilizan los economistas cuando se ocupan de analizar las actividades  productivas.

 

Sin duda EHA me pide benevolencia en lo que concierne a mis juicios sobre los libros de texto de turismo porque ha debido leerlos y le resultan muy duros. Él parece estar de acuerdo, pero cree que debemos ser magnánimos y comprender que la “nueva cienciaaun está en formación y que por ello son disculpables las omisiones y errores” que se advierten en ella. Repito: no se trata de que la “nueva ciencia” esté en formación porque, simple y llanamente, no es posible hablar, ni hoy ni mañana, de nueva ciencia del turismo en el sentido de ciencia consolidada y autónoma al mismo nivel que las ciencias sociales conocidas. Para que esto fuera posible habría que “descubrir” un método específico y propio de semejante corpus científico. De momento no existe y, en mi opinión, nunca se descubrirá.

 

Pero, además, la obsesión que algunos turisperitos tienen porque se admita o se consiga que el turismo sea alguna vez el objeto de una ciencia específica se debe a la persistencia de los planteamientos academicistas (uso el término en sentido peyorativo) que surgieron a partir de 1910, los cuales lograron convertirse en dominantes a partir de 1942 y acabaron con la primacía que tuvo antaño el tratamiento empresarial, el que iniciaron durante las dos últimas décadas del siglo XIX varios gestores de establecimientos hoteleros de países alpinos. Los especialistas en marketing que aterrizaron masivamente en el campo del turismo a partir de mediados del siglo XX criticaron muy duramente la tendencia academicista imperante durante la primera mitad y, aparentemente, lograron erradicarla a partir de los años setenta del siglo pasado. Y digo aparentemente porque, desgraciadamente, los expertos en marketing no se molestaron en hacer una crítica sistemática de las aportaciones de la etapa precedente y, en lugar de implantar el viejo tratamiento empresarial con todas sus consecuencias, solo consiguieron la irritante mezcla del totum revolutum científico que desde entonces se ha apoderado del conocimiento de la realidad a la que llamamos turismo y que encontramos no solo en libros de texto sino en cualquier texto sobre la materia. La mejor prueba de lo que digo es echar un simple vistazo a la llamada Enciclopedia del turismo de Jafar Jafari (1998) publicada en castellano por la editorial Síntesis en 2001. Como cabía esperar de España, la llamada “segunda potencia turística mundial”, la castellana incrementa la versión inglesa  para hacerla aún más “enciclopédica” si cabe. Y repárese en que Jafari no titula la obra con el modesto término “diccionario” sino con el ambicioso y engolado “enciclopedia”. Era de esperar porque intenta reflejar ese carácter muchidisciplinario que el academicismo imperante insiste en conceder al estudio del turismo, esa realidad externa a la que se confiere el estatus de un universo completo y paralelo al mundo, al que incluso parece aspirar a sustituir.

 

A veces me pregunto qué hubiera sucedido si las culturas neolíticas que asistieron al nacimiento y consolidación de la agricultura si hubieran podido desarrollar el conocimiento como realidad abstracta. Seguramente habrían concebido la agricultura como un fenómeno social puesto que ciertamente lo fue. Pero al cabo de algunos milenios se impuso estudiarla como una actividad productiva que había que conocer para extraer de ella toda la riqueza que pudiera dar y elevar así el nivel de vida de la humanidad. Espero que alguna vez pueda decirse lo mismo del turismo. Entonces se acabará la estéril polémica de los últimos treinta o cuarenta años sobre si el turismo es una ciencia o un conjunto de ciencias. Se superará la etapa de las definiciones academicistas para proceder a producir turismo de la forma más eficiente y rentable posible, deseablemente sin poner en peligro la conservación de los recursos naturales y culturales.

 

EHA:

           

Un poco más reposadamente después del último puente, me gustaría hacerte alguna consideración acerca del estudio del turismo desde la oferta o la demanda.

 

  Como te indiqué en el anterior e-mail, esta cuestión sólo me preocupa en tanto en cuanto tiene relevancia para entender qué es el Turismo.

 

  De tu contestación, e incluso de tus trabajos, parece desprenderse que, en efecto,  el estudio económico de este sector debe hacerse desde una perspectiva de oferta y no de consumo o de demanda. Desde luego que estoy de acuerdo en que ello simplifica las cosas, pero ¿qué ocurre con la actividad de quienes se desplazan que no es económica? Por ejemplo, la tan traída y llevada aculturación que provoca la llegada masiva de visitantes ¿puede estudiarse desde ese enfoque de oferta que postulas? Algo similar puede decirse del impacto del turismo sobre el medio natural, el estudio de las motivaciones o de las formalidades fronterizas (pasaportes, visados, aduanas, etc.). Creo que en alguno de tus trabajos rechazabas la idea de que el Turismo sea el estudio de la industria de los viajes. Pues bien, de mantener tu tesis hasta las últimas consecuencias es ése precisamente el resultado.

 

  Quiero indicarte con todo lo anterior que si bien acepto que desde la economía pueda estudiarse el turismo desde un enfoque de oferta, no ocurre igual con otras actividades no económicas para las que tu postura no tiene respuesta.

 

  Insisto en que no es baladí incluir en el concepto de turismo el motivo por el cual se viaja. Recordarás que el uso de las palabras "tourism" y "touristic" parecen derivar del Gran Tour británico que hacía referencia a un viaje de placer, en definitiva, aunque su finalidad última fuese la ganancia de experiencia personal (en esto como en muchas otras cosas, creo que se exagera la importancia de los británicos).

 

  La idea vulgar de turismo -en mi opinión- debe coincidir en términos generales con la científica. Lo contrario seria cerrar los ojos ante una realidad incuestionable, por muchas vueltas que se le quiera dar: no todos los viajes son turísticos y, por consiguiente, debe haber alguna razón que los diferencie de los demás. El estudio de esa razón debe ser una de nuestras primeras tareas. Convengo contigo en que no ha hecho ningún bien la ampliación de los motivos a los negocios, (como lamentablemente ha hecho la OMT) pues nada hay más opuesto a una actividad placentera que un desplazamiento en el que su objetivo inmediato es ganar dinero y no gastarlo. Pero de ahí a incluir cualquier viaje de ida y vuelta, cualquiera que sea la razón para hacerlo, sólo porque sea extremadamente complicado discernir lo turístico de lo extraturístico, me parece que es negar el uso de la Ciencia con mayúsculas.

 

  Tú has recorrido un camino -de dos décadas nada menos- del que yo todavía no veo el final. Es posible -y hasta es más probable- que sea yo el equivocado.

 

  En cuanto a la existencia de la Turismología, que tú rechazas, tampoco yo estoy muy seguro de que exista ya como rama autónoma o como ciencia multidisciplinar. Pero creo que en un futuro más o menos lejano sí podrá hablarse de esta nueva rama del saber (por cierto que la palabra Turismología me parece bastante fea y hasta pedante, por lo que sugeriría buscar otro nombre). El problema -y en eso reconozco que tienes toda la razón- es que quienes nos hemos dedicado a poner en papel el contenido de estos conocimientos ni tenemos las mismas ideas sobre sus contenidos básicos, ni sabemos realmente dónde poner el límite. Claro que es mucho peor -como a mí me ocurre- no estar totalmente seguro sobre qué versa esta Ciencia porque no sé con certeza qué es el Turismo.

 

  Como comprobarías en el tema 1 que te envié, tengo para mí y creo que estarás de acuerdo, que es imposible la existencia de un viaje turístico en el que el motivo del viaje no sea la realización de una actividad placentera, o como se decía antes "viajar por gusto" o "por placer". Recordarás que usé la palabreja DERDEC (Diversión, Entretenimiento, Relaciones personales, Descanso y Cultura). Pues bien: todos los viajes turísticos tienen como finalidad intentar satisfacer una necesidad de este tipo, aunque se encuentre de una manera difusa. Y es verdad que aún así nos encontraremos con situaciones cuya adscripción a este campo sea muy dudosa. Cierto. Pero ¿y qué? ¿Acaso todas las demás Ciencias saben dónde empiezan y terminan? De hecho, existen ramas del conocimiento (me viene a la mente el Derecho Mercantil), que ni siquiera saben realmente en qué se diferencian de otras (del Derecho Civil). Recuerdo haber estudiado Economía, Historia, Derecho Político y Filosofía del Derecho en la carrera. Y estudiamos nociones de Criminología o Sociología. Todas las ciencias sociales -incluso la economía- son dependientes de otras o, como ahora se dice "multidisciplinares" y no les negamos su derecho a la existencia.

 

  Seguro, amigo Francisco, que no te habré convencido. Si Hunziker y Krapf  que en cierto modo se apartaron de la economía para estudiar el turismo no lo han hecho ya, tengo pocas esperanzas de conseguirlo yo, que ni siquiera soy economista. Pero reconoce que tengo buenos aliados en esto de entender que el turismo no es la industria de los viajes.

 

 

 

 

FME:

 

Como respuesta a esta segunda carta puedo decir que mi insistencia en aplicar el análisis microeconómico al estudio del turismo no pretende simplificar la cuestión ni, en modo alguno, impedir que se estudie con la metodología de las demás ciencias sociales. Creo que o yo me explicado rematadamente mal en mis escritos o tú me has interpretado mal. Es posible que se combinen las dos explicaciones. Por mi parte debo insistir en lo que he dicho varias veces, en que el turismo es una realidad externa a cuyo conocimiento es posible aplicar la metodología de las diferentes ciencias sociales disponibles. Si esto equivale o no a decir que el turismo “es” multidisciplinar no seré yo quien lo impida. Lo que discuto es que sea una realidad tan complicada y compleja que haya que utilizar todas las disciplinas para lograr un conocimiento completo. Estas frases pertenecen al aspecto retórico, hagiográfico y descaradamente propagandístico que se advierte en tantos trabajos sobre la materia, sea cual sea la ciencia o la especialidad dominante en ellos y de quienes los hacen.

 

Pero también sostengo que, puesto que lo que más parece interesarnos es la máxima aportación posible del turismo a la generación de riqueza, y como aceptamos que la ciencia cuyo cometido es estudiar el origen y naturaleza de la riqueza es el análisis económico, no sería aberrante darle a este método la primacía en lugar de esquivarlo y denostarlo como obstáculo. Sobre todo cuando, además, en nada obstaculiza la aplicación de los demás métodos que se pueden utilizar (jurídico, histórico, geográfico, antropológico, sociológico, psicológico y no se si hay otros que pudiera olvidar)

 

Hace poco mantuve correspondencia con un antropólog, que está haciendo una tesis doctoral sobre los circuitos turísticos, que está convencido de que el enfoque de oferta que propugno le resulta extremadamente útil para su investigación. Lo mismo podría decir un sociólogo, un historiador, un geógrafo o cualquier otro investigador social, siempre, claro, que después el primero haga sociología, el segundo geografía y así sucesivamente. No se trata en absoluto, como pareces haber interpretado, de que incluso quienes no son economistas estudien el turismo utilizando el análisis económico desde la oferta sino de que la clarificación conceptual que sin duda aporta este enfoque propio de la microeconomía no solo no obstaculiza sino que puede facilitar su trabajo tan solo a costa de que no llamen turismo a cualquier cosa que utilice o interese al turista como se viene haciendo.

 

Si lo hubieras entendido así, no harías las preguntas que haces en tu segunda carta. Además, concretamente el desplazamiento que citas no tiene por qué ser concebido como una actividad económica de tipo productivo en sí mismo. Haber propuesto este ejemplo me permite decir que, a efectos del turismo, la realización del desplazamiento circular hace referencia, como la estancia o visita, a la fase consuntiva del turismo, lo que no empece el que, en el campo del transporte, pueda ser conceptualizada como productiva. El segundo ejemplo que pones es la cuestión de la aculturación que puede derivarse del consumo masivo de turismo en ciertos lugares, sobre todo en los más sensibles (las culturas del tercer mundo, por ejemplo, muchas de ellas en vías de extinción). Es evidente que, puesto que se trata de una realidad exterior que no es en absoluto de carácter económico sino concretamente sociológica o antropológica, ha de ser estudiada con la metodología propia de estas ciencias. Pero, una vez más, no solo no perturba a estos investigadores las aportaciones obtenidas aplicando el enfoque de oferta sino que facilitaría su trabajo en la medida en que llamaran a cada cosa por el nombre que refleja la función que cumple.

 

Recuerdo que, en el seminario que Eduardo Fayos organizó en diciembre de 1988 en Madrid, cuando la revista Información Comercial Española  acababa de publicar mi primer trabajo La economía de la producción turística: hacia un enfoque alternativo, en el que critiqué por primera vez que un hotel sea una empresa turística, un arquitecto me abordó en uno de los descansos para espetarme que, si se él aceptara mi crítica, en qué iba a consistir su trabajo como arquitecto “turístico”. Le contesté que seguiría proyectando hoteles y otros equipamientos, incluso, resorts o parques temáticos. Pero que no tenía sentido querer considerarse arquitecto de turismo sino, más correctamente, arquitecto de hoteles. En fín….

 

 

EHA:

 

He leído muy atentamente las críticas que haces al tema que te envié y lo primero que se me ocurre es darte las gracias por perder tu tiempo en leer mis trabajos y tomarte la molestia de indicarme mis errores.

 

  Algunas de esas críticas las asumo y prometo corregirme. Pero en otras creo que estás confundido o, al menos, tenemos posturas muy diferentes.

 

  Respecto de la introducción que haces citando a Popper creo que estás en un error. En el lenguaje hablado y escrito las palabras tienen el sentido que les da su contexto, la oración o la frase en que están sitas. Eso es una gran ventaja porque de ese modo no tenemos que explicar a cada paso con qué intención las empleamos. Digo esto porque cuando comienzo hablando de "hacer turismo" es obvio que no estoy filosofando ni refiriéndome a conceptos metafísicos, sino a una actividad humana muy concreta que el lector puede identificar enseguida.

 

  Comienzas riñéndome -dicho en los términos más afectuosos posibles- por la afirmación de que los primeros conceptos de turismo fueron elaborados por economistas, especialmente en el periodo de entreguerras, recordando que ya Guyer (1905) o Schullern (1910 o 1911) hicieron meritorios trabajos. No estoy de acuerdo: tanto uno como el otro, si bien intentaron describir un "fenómeno" para ellos novedoso no formularon concepto alguno, sino que -insisto- solo trataron de describirlo, sin gran fortuna; ellos tuvieron el mérito de ser los primeros en ocuparse de esto y ésa es su principal contribución. Del mismo modo disiento de que los economistas berlineses (Glückmann y los demás) hicieran importantes definiciones de esta actividad. A lo más que llegaron fue a formular conceptos hoy olvidados y que sólo desempolvamos estudiosos como tú o yo. ¿Realmente crees que la definición de Glücksmann ("el vencimiento del espacio..."), merece estar en el frontispicio de los estudios actuales? Personalmente creo que no es más que una "boutade", una frase pretendidamente ingeniosa de quien es incapaz de dar un concepto mejor.

 

  Posiblemente no me has entendido bien (o yo me he explicado mal) cuando te refieres a que yo afirmo que el turismo individual es posterior en el tiempo al masivo. Es justamente al revés. Cuando escribo "individual" estoy dando por sentado que mi auditorio va a entender que son viajes realizados de forma esporádica por grupos muy pequeños, sin gran relevancia económica, que es exactamente lo que ocurrió hasta el siglo XIX, con muy escasas excepciones. En mi opinión confundes los viajes en grupo con los viajes masivos que son cosas bien diferentes.

 

  Admito la crítica de que empleo en exceso las palabras turismo, turístico, turista, etc., lo que además de ser una tautología, cansa al lector y rompe la sagrada regla de que lo definido no puede entrar en la definición. Intentaré corregirme y te agradezco el consejo. Sin embargo cuando trato de buscar palabras análogas o sinónimos no encuentro ninguno que me satisfaga. "Viajes" no es lo mismo que "turismo", ni siquiera "viajes de placer" ya que entiendo que aquél comprende a éstos. En fin, insisto en que trataré de buscar otros términos y procuraré escribir en un lenguaje más apropiado.

 

  Tienes razón al corregirme por dar a entender que los estudios económicos sobre esta cuestión no son objetivos. Mea culpa. Debí sustituir "objetivos" por "completos", ya que entiendo que no podremos nunca comprender bien qué es esto si no utilizamos herramientas de muchas ciencias, y no sólo de la economía. Eso fue lo que quería decir y voy a corregir el texto inmediatamente. Igualmente modificaré tu opinión acerca de los libros de texto que yo incluyo en el tema, dándole el verdadero sentido que debe tener.

 

  Tú mismo reconoces que todos los viajes no son turísticos. Así pues, existen algunos desplazamientos de ida y vuelta que no tienen esta condición. Si esto es cierto, ¿no crees que deberíamos saber en primer lugar cuál es la razón que los diferencia? Entiendo que es la intención o motivación del viajero la principal causa. Ergo si los viajes turísticos son otra cosa por el motivo que los origina, ¿no te parece que en la definición de turismo deberíamos hacer mención a esas motivaciones? Todo lo que se aparte de este punto central es a mi juicio equivocado y sólo conduce a tratar de tapar el problema en vez de buscar una solución.

 

  Haces una crítica sobre mi intento de redefinir las motivaciones que emplea la OMT y acabas diciendo algo así (escribo de memoria) como que yo he pretendido encontrar la solución milagrosa para discernir lo turístico de lo extra turístico. Soy lo suficientemente modesto para darme cuenta de que no lo he conseguido. Pero es que tampoco lo pretendo. Ya indico en el texto que aún así existirán muchos desplazamientos cuya adscripción o no a este campo resulte más que dudosa. Cierto, pero te repito: ¿y qué? Ello ocurre en otras muchos campos, incluido el económico.

 

  Haces una reflexión final (insisto en que escribo de memoria) en la que te lamentas de que hayamos tardado tanto tiempo en darnos cuenta de que así como la Agricultura es ante todo una actividad económica, lo mismo debe decirse del Turismo. Estoy en absoluto desacuerdo: es una actividad humana que los economistas estudiáis desde vuestra disciplina. Sin darte cuenta reduces a planteamientos económicos cualquier actividad, lo que no deja de ser un conocimiento tan sólo parcial de esta forma de viajar. ¿Acaso los procesos biológicos de crecimiento de las plantas los estudia la economía? ¿Se ocupa de las plagas del campo, del modo de plantar los árboles o de recoger las cosechas? Creo que incurres en aquello que atacas porque me da la impresión de que todo lo reduces a planteamientos economicistas. Por cierto que me parece que la crítica a Jafari no está justificada. No le he leído ninguna afirmación como la que tú señalas, sino que él entiende que el turismo es una actividad o ciencia multidisciplinar, horizontal, transversal o como se quiera llamar, que tanto da, en la que la economía tan sólo es una de las patas de la mesa.

 

  En cuanto a la publicación en la página web, te rogaría posponerla. La razón es que he de contar tanto con CV como con la editorial, además de que el texto está aún pendiente de revisiones. Espero que lo entiendas, aunque desde luego puedes publicar en la página todas estas cartas, si así lo deseas

 

  En fin, querido amigo Francisco, como ves todavía estoy preso de los condicionamientos de demanda y temo que seguiré haciéndolo por mucho tiempo, hasta oír alguna teoría que me demuestre mi error. Tú llevas en esto más tiempo que yo -aunque no tanto, la verdad- así que lo más probable es que al final tenga que darte la razón y reconocer que, como en otras muchas cosas, estaba equivocado.

 

  Termino agradeciéndote de nuevo la lectura de mis textos, la crítica que haces de ellos y la benevolencia y el afecto con que los has tratado.

 

FME:

 

Cuentan de von Mises, uno de los miembros más valiosos de la Escuela Austriaca de Economía, que era tan exigente en todo lo que se refiere a la actividad científica que podía ser implacable con las posturas de sus amigos más cercanos que no le parecían correctas. Cuando lo supe me sentí identificado con él, salvando, naturalmente la distancia sideral que hay entre ambos. Comprendo que responder a las preguntas implícitas en tu escrito por medio de un formato tan distante como el empleado en “Comentarios a ‘El turismo: conceptos” haya podido irritarte hasta cambiar expresiones como “un recorrido de dos décadas nada menos” de tu segunda carta por la de “no tanto la verdad” de la última. Se aprecian cambios de tono sustanciales entre las dos primeras cartas y la tercera. Sin duda soy yo quien las ha provocado con el seco y hasta duro distanciamiento de mi “Comentarios…”

 

Por esta razón debo rectificar y emplear la forma epistolar para que me sientas más cercano, como si estuviéramos charlando.

 

En tu respuesta distingo dos tipos de discordancias entre un aun joven profesor que se ocupa de transmitir a los estudiantes las nociones teóricas sobre la realidad que llamamos turismo que se han venido decantando desde hace siglo y medio y un economista al final de su vida laboral ocupada en la investigación de varias actividades productivas, casi siempre objetivamente identificadas excepto la del turismo, (mal) identificada desde el sujeto que “la hace”. Se trata unas veces, las menos, de discordancias menores y otras, las más, de discordancias mayores.

 

Entre las menores me voy a referir a tus comentarios sobre la referencia a Popper que hice no tanto por tu texto sino, sobre todo, porque la literatura especializada en turismo llega a dar la impresión de que llama turismo a tantas cosas que deja el regusto de que transmite la sospecha de que no sabemos lo que es. Volviendo una vez más al siempre recomendable Popper, si un concepto no prohíbe todos los significados menos uno, no ha adquirido aun estatus científico. Coincide esta postura con el profesor de “El mundo de Sofía” cuando le decía a la niña: “El día que veas algo que no sepas clasificar te llevarás un gran susto (…) Apuesto a que ni siquiera te atreverías a tocarlo” No sabía Jostein Gaarder cuando escribió esta frase que los turisperitos aun no han conseguido clasificar de un modo definitivo la realidad del turismo y sin embargo están convencidos de que es la primera industria del mundo o de que es el medio más adecuado para conseguir la paz universal. Por supuesto que no te incluyo a ti porque, como afirmas en la segunda carta, no sabes con certeza qué es el Turismo, con lo que es posible que pases pronto de la reconocida ignorancia de hoy a la sabiduría de mañana. Como dice el proverbio árabe, el que sabe que no sabe ya sabe algo, mientras que el no sabe que no sabe no sabe nada.

 

Has interpretado el distanciamiento de mi “Comentarios…” como riña. En absoluto, y si lo ha podido parecer lo lamento profundamente y me disculpo. En este contexto te muestras disconforme con mi valoración de estudiosos como Guyer (1905) o Schullern (1911, insisto, no 1910, tuve en mis manos un ejemplar de Frendenverkehr und Volkswirtschaft publicado en Jena en 1911 del que traduje para mi tesis la introducción) Tanto Guyer como Schullern ofrecen una explicación (que yo califico como sociológica) del fenómeno social del turismo citando los factores determinantes a pesar de que uno lo estudiaba en base a sus observaciones del comportamiento de los clientes de los hoteles que gestionaba y el segundo de un modo más formalizado como titulado en derecho y profesor de la Universidad de Viena.

 

Disentimos sobre la valoración que nos merece las aportaciones de los que metemos en la llamada por Fuster “escuela” de Berlín, tal vez porque todos ellos vivían o escribían en la revista que Glücksmann editaba. Nada comentas sobre mi valoración de los profesores universitarios italianos Mariotti (Roma) y Troisi (Bari) Sin embargo, insisto una vez más en que cuando en 1942 se publicó la obra que se considera fundacional, los suizos llamados “padres del turismo” se limitaron a hacer una síntesis de lo ya existente. Incluso la definición que dieron y que adquirió el valor de canónica debe mucho a las precedentes, con lo que aquellas aportaciones siguen latiendo en la que hoy propone la OMT.

 

Me ha llamado la atención tu indisimulado desprecio por la primera definición de Glücksmann: “Turismo es un vencimiento de la distancia…” porque también yo estuve infravalorándola durante mucho tiempo. La tuve por una traducción incorrecta y hasta torpe de los españoles de los años cincuenta que vertieron al castellano la frase alemana. Cambié de opinión y rectifiqué hace seis o siete años cuando intenté traducir al español “Grundris der Allgemeine Fremdenverkehrslehre” (“Fundamentos de la doctrina -o teoría- general del turismo”) al leer que Hunziker se refería a la voz Verkehr cuyo significado más correcto alude al “vencimiento de la distancia” que logra el viajero, turista o no. Reflexionando (naturalmente desde la economía y cuando ya tenía muy consolidados los conceptos derivados del enfoque de oferta para proponer los fundamentos de la (micro) economía de la producción turística) me percaté de que la expresión, sin duda extraña, poco usada en castellano y hasta si se quiere rechazable, “vencimiento de la distancia” está preñada de aportaciones valiosísimas para entender el turismo como la actividad realizada después de ser planificada para satisfacer aquellas necesidades que no se puede o no se quiere satisfacer en el lugar de residencia. Lo mismo da que en lugar de necesidades escribamos motivaciones.

 

Me dices que confundo viajes en grupo con viajes masivos. Te aseguro que puedo confundir muchas cosas pero desde luego entre estas no se encuentra la que tu dices. En mis alusiones a la novelística decimonónica está claro que, se viajara solo o acompañado, individualmente o en grupo y que ya había llegadas de turistas a ciertos lugares que se veían como masivas en la época puesto que si no hubiera sido así no habría tenido sentido caricaturizarlas. El Diccionario Universal Larousse es de 1856. Te sugiero que busques en él el significado de turismo. La misma voz turismo es ya un reflejo de que a mediados del siglo XIX ya se tenía conciencia de que se estaba en presencia de un fenómeno que solo porque era masivo era considerado social.

 

No creo que utilizando el término individual pueda algún lector entender que te refieres a al espontáneo Además, ya a mediados del XIX había turismo “organizado”, es decir, producido por empresas especializadas y comprado en el mercado por quienes lo veían más cómodo comprarlo y consumirlo que producirlo ellos mismos.

 

Lo mismo debo decir si con la voz objetivo quieres referirte a completo. Debo aclararte en este contexto que nunca he negado que el turismo pueda ser estudiado aplicando otros métodos diferentes al análisis económico. Ni en mis publicaciones ni en “Comentarios a….”. Si con ello quiere afirmarse la idea que es una realidad tan compleja que una sola ciencia nunca lo puede estudiar tan completamente como algunos turisperitos desean, nada que objetar. Lo que sí sostengo es que el motivo por el que interesó estudiarlo desde el último tercio del siglo XIX no fue otro que el de beneficiarse de él como factor de desarrollo de los lugares elegidos por los turistas. Fue después, a mediados del siglo XX, cuando el tema cayó en manos de profesores universitarios, los cuales se empeñaron en verlo como un fenómeno social de carácter multifacético y por eso cayeron en el cenagal sin salida de la aportación de notas diferenciales que identificaran a los turistas con absoluta precisión y los distinguiera de los no turistas. Los especialistas en marketing se mofaron cuanto quisieron de esta línea de pensamiento porque la consideraron inoperante. Desgraciadamente, ellos mismos cayeron  en lo mismo que criticaron porque aceptaron implícitamente la noción convencional que aportaron los hablantes. De esta forma, el academicismo inoperante de las definiciones se dio la mano con el practicismo a ultranza y antiteórico para terminar en el precipitado actual, una amalgama de teorías y prácticas de la que veo difícil que alguna vez se pueda salir.

 

Es curioso que a mi me hayan colgado la etiqueta de teórico cuando lo que pretendo es que se olviden las teorías acumuladas para que, en lugar de “definir” el turismo, nos dediquemos, lisa y llanamente, a producirlo y venderlo siempre que haya quien quiera consumirlo y comprarlo. Es decir, defiendo que hagamos de él algo mucho más modesto, simplemente un negocio rentable (con perdón), aunque haya quien se empeñe a complicar las cosas buscando ambiciosamente ponerlo al servicio de la paz y la fraternidad universal, lo que está muy bien, pero cae fuera de la ciencia y entra en la política.

 

Pero, bueno, como digo, estas son las disidencias menores porque hay otras que creo que tienen más relevancia.

 

Quisiera convencerte de que nunca dije que no todos los viajes son turísticos. Me baso en el significado etimológico de la voz latina tur y del significado que le dieron los ingleses cuando lo aplicaron no a las cosas o las máquinas sino a las personas en sus desplazamientos. Los ingleses tenían ya tres palabras para referirse a los viajes: trip, journey y travel. ¿Qué necesidad tenían de otro término? Y sin embargo, una vez más con ayuda del francés, adoptaron la voz tur porque se dieron cuenta de que añade algo de lo que carecen las otras voces o no lo dejan claro, la idea de viaje circular, cerrado, redondo o de ida y vuelta.

 

Por esta razón, creo que hay redundancia en decir viajes turísticos en español. En inglés no tiene sentido decir “a tour turist”. Es como si en español dijéramos “un viaje viajístico”. Con “tur” nos referimos a “viaje de ida y vuelta” y lo distinguimos de “viaje de ida” o de “viaje de vuelta”. Distinguimos viaje circular (en los dos sentidos) de  “viaje”, el “viaje lineal” (en un solo sentido) (Aprovecho para decirte que en inglés no existe la voz “turistic”, que creo que es espanglish.

 

Lo sorprendente es que muchos ortodoxos rechazan esta propuesta cuando, al cabo de la maraña definicionista de los académicos, basada en notas diferenciales de comportamiento, los pragmáticos acabaron por incluir prácticamente todos los viajes que implican un regreso al punto de partida al cabo de un tiempo no demasiado largo, es decir, todos los viajes circulares siempre que no duren mucho (más de un año) y se alejen bastante aunque todavía no se han puesto de acuerdo en cuanto es mucho y bastante, con lo que la indeterminación que aportaban los motivos sigue presente en los otros dos factores, el tiempo y la distancia, y solo se “resuelve” estableciendo criterios arbitrarios. Muy científico todo como ves y también muy estadístico, dicho sea con ironía.

 

La única diferencia basada en el sujeto que se desplaza y que tiene sentido es, además de la circularidad o linealidad del desplazamiento, la que se refiere a la clasificación de los motivos en autónomos (no obligados por nada externo al sujeto) y heterónomos (obligados por compromisos sociales o imposiciones de cualquier tipo)

 

La diferencia entre ambos tipos de motivaciones no se refleja en la técnica de la producción de turismo (entendida como elaboración de programas de visita) La diferencia se encuentra en los servicios de incentivación que hay que ensamblar en ambos casos como correlato de la necesidad que intenta satisfacer el cliente o consumidor. Aunque se trata, por supuesto, de la existencia de dos grandes mercados.

 

Como puedes comprobar no puedo estar de acuerdo en que, como dices, toda definición debe mencionar las motivaciones porque no hacerlo es equivocado y solo conduce a obviar no a solucionar el problema.

 

Me entendiste mal si crees que interpreté que tratas de buscar una solución milagrosa con tu crítica a la relación de motivaciones que propone la OMT. Tan solo quise poner de manifiesto el hecho indudable de que aceptas sus planteamientos y tan solo te limitas a establecer ligeras matizaciones. Me sorprende sin embargo que silencies mi afirmación de que cualquier definición disponible responde a fines estadísticos o que no hagas comentarios a mi crítica a tus matizaciones del motivo “religión y peregrinaciones”

 

Parece servirte de consuelo saber que hay muchas ciencias consolidadas que se enfrentan todavía a graves problemas sobre contenido y establecimiento de claras fronteras. Para mí esto no es ningún consuelo y mucho menos una excusa para tranquilizarme porque en el turismo los haya. No me hagas pensar en el dicho de que en el país de los ciegos….

 

Insistes con fuerza en que estás en desacuerdo con la consideración del turismo ante todo como una actividad económica porque para ti es una actividad humana que los economistas estudian desde la economía. Claro. Y los sociólogos la estudian, o deberían de estudiarla, lo que no suele ser el caso, desde la sociología. Aunque lo peor es que ni siquiera los economistas estudian el turismo “desde la economía” porque solo se ocupan de los efectos de los gastos de los turistas en las ventas de un heterogéneo conjunto de actividades productoras de bienes y servicios, pero aun no han creído necesario estudiarlo como una sola actividad productiva. Al final, tanto los economistas como los que no lo son y quieren distinguirse de ellos, terminan por estudiar el turismo aplicando varias ciencias a la vez corriendo el peligro de hacerlo confusamente.

 

Dices que hay muchas actividades que no pueden ser estudiadas por la economía y citas el crecimiento de las plantas (no se por qué citas esta actividad que es evidente que no es “humana” aunque sea biológica), el control de plagas del campo, la plantación de árboles y la recolección de cosechas (que sí lo son)

 

Por supuesto. Vuelvo a repetir una vez más. La economía, como cualquier otra disciplina científica tiene un campo limitado de intereses mejor o peor delimitado y a él debe de circunscribirse, siendo el turismo una actividad susceptible de ser estudiada aplicando el análisis económico, aunque, sorprenden y paradójicamente aun no se hace y sin embargo se habla de abuso (la llamada plaga del economicismo en el turismo es una acusación sin adecuado fundamento porque lo que se aplica es una mezcla informe dominada por una extraña jerga tomada de la economía)

 

Dicho lo que antecede tengo que rechazar la acusación de que caigo en lo mismo que ataco.

 

¿Has leído la introducción de Enciclopedia del turismo? Espero que sí, pero te sugiero que vuelvas a leerla para que compruebes hasta donde llega el rechazo de la economía como ciencia que se ocupa del turismo por parte del eminente Jafar Jafari. El mes que viene enviaré un trabajo a www.eumed.net/ce en el que trato el asunto del rechazo de la economía por parte de la comunidad de los expertos autollamados científicos en turismo y disiento del proceso narrado por Jafari. El trabajo se titula “El turismo como objeto de conocimiento científico. ¿Practicismo o academicismo?” (ya publicado en el número de noviembre de 2004) Como podrás imaginarte, para mí habría que superar los dos extremos en los que se viene cayendo. E insisto una vez más, porque ya veo que aun no he insistido bastante, en que deberíamos dar menos importancia al estudio teórico para dársela más a la solución de los problemas de como producirlo de un modo que sea empresarialmente rentable, medioambientalmente sostenible y socialmente respetuoso con los derechos a vivir mejor que tienen las poblaciones residentes en los países visitados.

 

Si después de conseguir dominar la producción queremos gastar el tiempo que nos sobra en engolfarnos en cuestiones teóricas, porque nos gusta y porque creemos que aumentará nuestra erudición y nuestra cultura, no seré yo quien lo impida. ¡Adelante!

 

Sin embargo, para ti la economía es una pata más en una mesa que, sorprendentemente, amenaza con derrumbarse por exceso de patas. Se ve que no llegaremos a un consenso en esta materia. Lo digo porque dices que tú seguirás durante mucho tiempo en los condicionamientos del enfoque de demanda. Deduzco que serás uno más de los que se orientan hacia otras investigaciones por decisión propia y por convicción teórica. Por eso creo que al preguntar si al final tendrás que darme la razón lo haces de un modo retórico.

 

Tampoco comentas mi comentario sobre tu afirmación de que podría aceptarse el enfoque de demanda porque así se alcanzaría una simplificación. Te decía que no lo hago por simplificar sino porque estoy convencido de que aporta una forma operativa de aclarar conceptualmente las cosas. A partir de esta clarificación (qué es un producto turístico y con qué se produce), en el sentido antes apuntado de Popper y de Gaarder, cada científico social puede aplicar su metodología. Veo que estás muy sólidamente instalado como profesor de la materia en la ortodoxia. Si no fuera así tal vez no serías profesor en una escuela de turismo, ni podrías aspirar a publicar libros de turismo que sirvan como texto para que los alumnos preparen la asignatura. Lo colijo por frases como esta:

 

Es imposible la existencia de un viaje turístico cuyo motivo no sea realizar una actividad placentera

 

Un investigador deformado por cuarenta años de profesión no puede reprimir plantear la cuestión, para muchos, pedante de qué es el placer. Pensemos en quienes experimentan placer cuando son torturados (masoquismo) Convén conmigo, mal que te pese, en que la pretensión de circunscribir el turismo a la realización de viajes de placer conduce a un callejón sin salida científicamente hablando, si es que no hay una fuga por la tangente de contra argumentar que tomamos el placer en el sentido superficial en el que lo toma el vulgo. Es ahora, al final, cuando quiero recordarte para tu reflexión la singularidad en la que caes cuando dices que la idea vulgar debe coincidir con la científica. ¿Incluso cuando, como es el caso, es imprecisa?

 

Espero que tu respuesta esté acorde con la imagen que tengo de ti por tu condición de profesor universitario y por el alto nivel que demuestras haber alcanzado en tu preparación por la lectura del tema que me enviaste junto con tu primer mensaje y de los mensajes posteriores. Sin embargo, una cosa creo que ha quedado clara de momento: Si los padres del turismo no me convencieron con sus argumentos no creo que llegue a convencerme con los que tu manejas, pero no porque sean inferiores a los de ellos sino porque son los mismos.

 

Si tú no te cansas de hablar conmigo yo no seré el que interrumpa el diálogo que tan amablemente has iniciado. La razón es que el diálogo, menos frecuente de lo que quisiera, es una de las vías con las que más he conseguido avanzar en mis propuestas. Unas propuestas ciertamente heterodoxas y a veces expuestas de un modo deliberadamente provocativo porque para mí la tarea investigadora no tiene que supeditarse a la cortesía sino a la búsqueda de la verdad o si quieres de la eficiencia. Pero puedo decirte que mis inseguridades de antaño están siendo felizmente superadas. Soy de la opinión de que lo que llamamos “realidad externa” es lo que percibimos a través de una teoría, de que la teoría difiere en función del enfoque que utilicemos y de que, en el caso del turismo, debemos utilizar en enfoque más adecuado que el convencional para conseguir los fines que perseguimos.

 

Recibe un cordial saludo y mis mejores deseos con mis disculpas por la extensión de esta carta.

 

 

EHA:

 

Nada más lejos de mi intención que el haber sido seco o duro, ni mucho menos grosero con  el último correo. Debes disculparme si te lo ha parecido, pues ello sólo se debe a mi torpeza en la forma de escribir y jamás tuve tal intención.

 

  Quiero aclararte que cuando digo "aunque no tanta, la verdad", pretendía ser un halago y hacer ver que la diferencia de edad no es mucha (como tú creías), pero sí que lo es la experiencia profesional y científica en la que me llevas mucha ventaja en calidad y cantidad. Me sentiría muy halagado si decidieras continuar esta conversación epistolar y espero que algún día podamos conocernos personalmente.

 

  Igualmente me interesa decirte que la afirmación final de que probablemente sea yo el equivocado no tiene nada de retórica y es todo lo sincera de que soy capaz. Soy el primero en reconocer que no estoy en posesión de la verdad y que es más probable que el error esté de mi lado que no del tuyo, dada tu dedicación profesional y científica a este tema. En cualquier caso, insisto en la disculpa si en algún momento he podido molestarte en lo más mínimo.

 

  Entrando en el tema que nos ocupa, creo que, efectivamente, hay algunas diferencias entre ambos que casi ni merece la pena repetir, pues se trata de percepciones o cuestiones de detalle que no son nada importantes. La definición de Glücksmann que agriamente critiqué en mi anterior carta sigue pareciéndome de poca altura científica y prueba de ello es que la cambió posteriormente (la de Leiper me parece muy similar). Reconozco, no obstante, que fui injusto al tratarla de esa manera y debí tan sólo manifestar mi desacuerdo. No niego la importancia de los economistas berlineses, pero yo se la atribuyo al hecho de ser los primeros en dar definiciones o conceptos de Turismo (dejo de lado intencionadamente a Guyer y a Schullern) y no a sus aportaciones como teóricos en la materia.

 

  En cuanto a la discusión viajes en grupo/viajes masivos, es posible que en el fondo sólo estemos ante un error lingüístico por mi parte y que, en realidad, ambos digamos las mismas cosas con palabras diferentes. Cuando en el texto uso el término "individual" quiero decir que el turismo masivo, como hoy lo conocemos, tiene su origen a mi modo de ver después de la I Guerra Mundial. Claro que antes se viajaba y mucho, pero no creo que pueda compararse en número y sobre todo como uso social hasta las fechas que te señalo. Cierto que el barco de vapor primero y el ferrocarril después supusieron una revolución en el mundo de los transportes en el siglo XIX, lo que permitió a muchas personas, incluso de baja clase social, desplazarse a largas distancias, en especial con el ferrocarril. Pero esos viajes en su inmensa mayoría no fueron viajes turísticos (aunque sé que este término no será de tu agrado); quienes únicamente viajaban "por placer" fueron adinerados cuyo número no fue nunca excesivo. Quiero recordarte, que si bien la moderna industria turística nace en la segunda mitad del siglo XIX, ésta se crea para dar respuesta a la demanda de clases altas: por ejemplo, Thomas Cook, American Express, Pullman, Ritz y las empresas y servicios que crearon (Orient Express, Wagon Lits, Hoteles Ritz, y un largo etcétera) estaban todos ellos dedicados a una opulenta demanda que por definición no puede ser muy numerosa. Así pues, sigo insistiendo en que el turismo de masas, como actividad practicada por un número considerable de personas, de todas las clases sociales, es posterior a la Gran Guerra, lo que se truncó obviamente con la crisis del 29 y más tarde con la II Guerra Mundial.

 

  La cuestión de fondo en la que defendemos posturas contrapuestas sigue siendo a mi modo de ver el concepto que tenemos de esta actividad humana. En tu última carta indicas que nunca has sostenido que entre los viajes turísticos y los demás de ida y vuelta exista una diferencia sustancial.  Quiero llamar tu atención sobre este punto en particular porque entiendo que es de especial relevancia: si entre unos viajes y otros no existen diferencias, ¿equivale eso a decir que todos los viajes de ida y vuelta son turísticos? O por el contrario, ¿es que ninguno de ellos merece ese calificativo y por tanto estamos hablando de una actividad inexistente? En el primer caso, te reitero que esa postura simplifica mucho el estudio de ésta "actividad productiva" (el entrecomillado es intencionado), pues ya no es necesario tanto escrúpulo para discernir unos viajes de otros, pero continúo pensando que el adjetivo "turístico" lo imprime el viajero porque se desplaza por alguna razón concreta y que por tanto sí es vital hablar de las motivaciones en el concepto. Quizá con un ejemplo me explique más adecuadamente: según tu criterio, quien se desplaza a una playa de Benidorm quince días para tomar el sol y descansar no realiza en el fondo una actividad diferente a quien lo hace a un hospital de Chicago para ser operado a corazón abierto. Es probable que desde la óptica económica pueda sostenerse que el gasto de uno y otro debe tener el mismo tratamiento y son en esencia idénticos. Pero si olvidamos por un momento que esas dos personas son consumidores de bienes y servicios, nos daremos cuenta de que efectivamente son "personas" cuyos viajes obedecen a razones muy distintas, cuyo comportamiento es distinto y, en consecuencia, a esa diferencia debemos prestar nuestra atención. ¿Crees que al pobre enfermo del primer ejemplo le cuadra el adjetivo de turístico? Yo opino que no (además si de verdad se lo dijera en la cara lo tomaría probablemente como un insulto o una broma de mal gusto). La consecuencia de ello es que el motivo que les impulsó a viajar es lo que les separa y esa diferencia -insisto- distingue a un turista de quien no lo es.

 

  El ejemplo que puse sobre la Agricultura fue probablemente erróneo por mi parte. Quise dar a entender que ni siquiera la Agricultura es sólo una actividad humana productiva, también incluye necesariamente conocimientos de botánica, o técnicas de recolección que la economía no puede resolver. Ello no obsta para convenir contigo la enorme importancia económica que tiene la agricultura o el turismo, pero ello no es más que una de las caras (seguramente la más trascendente) de esta actividad poliédrica. Si la Agricultura sólo fuera una actividad productiva, sólo la estudiarían los economistas y sabemos que no es así. Pero supongamos que tienes razón y que la Agricultura es sólo una actividad económica destinada a producir bienes de consumo. ¿Significa eso que todas las actividades humanas lo son también? El Deporte, por ejemplo, o la religión tienen sin duda una vertiente económica y seguramente existirán acabados estudios desde tu disciplina, pero no creo que sean los más importantes que existen sobre el particular.

 

  El estudio de los delitos -no sé si me estoy pasando con los ejemplos- es desde luego materia estudiada por el Derecho Penal. Pero quizá un médico forense tenga un planteamiento algo diferente. Un sociólogo estudiará las causas de los crímenes desde visiones distintas. Existen sesudos estudios de neuropsiquiatría sobre el comportamiento de los asesinos en serie, etc. En la carrera de Economía -por lo menos en mis tiempos- se estudiaba sociología y derecho civil y mercantil. Y en Derecho se imparte Economía y otras materias. Ello, a mi juicio, es indicativo de que el comportamiento humano, sea cual sea, no sólo tiene un componente económico sino también de otra índole.

 

  Todos, y los juristas los primeros, tenemos la tentación de observar el mundo desde los conocimientos que poseemos y que mejor dominamos. Cuando alguien me habla de matrimonio, por ejemplo, estoy pensando en un vínculo jurídico, divorcio, separación, capitulaciones matrimoniales o pensiones de viudedad. Un teólogo o un sacerdote lo verán como un vínculo sagrado, un sacramento. Y un sociólogo o un antropólogo tendrán una visión bien diferente. Pero el matrimonio es todo y no sólo la visión que yo tengo de él que es seguramente muy parcial, y si le quitamos al teólogo o al antropólogo la mesa se nos quedará indefectiblemente coja.

 

  Convengo contigo en que el Turismo es una mesa que quizá ande renqueante por exceso de extremidades, pero no creo que debamos cortar ninguna. Lo que ocurrió con esta actividad es que la primera pata en crecer fue la económica, que quizá ocupa la parte central y por ello es probable que las demás no estén aún a su altura. Te reitero que nada más lejos de mi intención que denostar los estudios económicos sobre turismo; antes al contrario, entiendo que han sido y siguen siendo importantísimos para conocer esta actividad. La enciclopedia de Jafari, que tengo a la vista ahora mismo, no niega la importancia de la economía sino que destaca la relevancia de otras fuentes de conocimiento que él llama "socioculturales".

 

  En fin, querido amigo, dejo intencionadamente otras cuestiones para posteriores cartas para no aburrirte demasiado, y te reitero mis más humildes disculpas si el tono de la anterior te ha podido molestar lo más mínimo. Como te decía al principio, sería para mí un gran honor poder seguir leyendo tus cartas, de las que tanto aprendo y que tú pudieras leer las mías para corregir mis muchos defectos, porque te insisto, y esta vez sin retórica alguna, que soy yo probablemente el equivocado.

 

 

 

 

 

FME:

 

Espero que hayas leído los dos archivos que te envié hace poco. Entretanto he estado atareado en acabar la primera parte de Autopsia del turismo con el título que puede arrancarte las muelas de El vencimiento de la distancia. La segunda parte es la ya publicada en www.librosenred.com con el título que tú conoces. La verdad es que publicar esta última me costó algún dinero que de seguro no recuperaré. Poco después de publicarlo supe que los libros electrónicos se venden muy mal. La primera parte (más breve que la segunda) la enviaré a www.eumed.net de la Universidad de Málaga. En esa web podrás encontrarla relativamente pronto. Como la segunda, la primera parte es un trabajo raro y extraño porque está influenciado por el enfoque que le di a la versión abandonada de “Autopsia del turismo”, cuyo título he querido recuperar porque me parece que refleja bien (aunque quizás oscuramente) mi postura en este campo. Complementa e introduce al ya publicado porque, así como en este no dedico un apartado al estudio de los servicios facilitadores (lo que llamáis oferta turística básica los ortodoxos), en el próximo solo me refiero a ellos, pero no para estudiarlos de un modo convencional sino desde una perspectiva histórica ya que lo que pretendía era poner de manifiesto que la humanidad estuvo produciendo turismo desde que sintió necesidades para cuya satisfacción se vio obligada a hacer viajes de ida y vuelta (etimológicamente, turísticos) y que lo produjo, necesariamente, antes de consumirlo entre otras cosas por la inexistencia, escasez, carestía o mala calidad de los servicios facilitadores durante varios milenios, algo que se empezó a remediar a partir de mediados del siglo XIX.

 

Ha sido precísamente cuando ha cambiado radicalmente el mercado de estos servicios cuando podemos tener la impresión de que no producimos turismo, o que para producirlo ha de estar presente el consumidor o turista, porque consideramos productos turísticos a una selección de bienes y servicios ofrecidos en los llamados destinos turísticos. Nos parece, igualmente, que los turoperadores no producen turismo sino que se comportan solo como intermediarios entre los oferentes y los demandantes, una ilusión que el enfoque de oferta trata de romper.

 

Bueno, creo que me estoy pasando y que lo que debo hacer es comentar tu última carta.

 

Si te decía que podemos dar la impresión de mantener un diálogo de sordos es porque me parece que estamos continuamente dando vueltas a una serie de palabras que siendo las mismas reflejan conceptos diferentes para uno y para otro. Por esta razón me vi obligado a introducir en la parte publicada de “Autopsia… “tres capítulos dedicados a explicar el nacimiento y la evolución de los conceptos que manejamos y por qué en mi opinión tienen poca utilidad científica por su falta de precisión.

 

Para evitar caer en ello creo que deberíamos en lo sucesivo tratar de plantear objeciones a las incoherencias lógicas internas en las que pueden caer las afirmaciones hechas desde cada enfoque. Tengamos en cuenta, para entendernos, que si un astrónomo ptolemaico hablara con un astrónomo copernicano no podrían entenderse si cada uno no hace el esfuerzo de entender el enfoque del contrario. Esta ha sido una de las tareas que creo haber desarrollado en mis escritos, comprender por qué se practica el enfoque de demanda, evidenciar sus incoherencias internas, diagnosticarlas y proponer una solución, la cual consiste para mí en aplicar el enfoque de oferta que permite objetivizar la conceptualización del turismo, considerado desde una perspectiva subjetiva por la literatura convencional.

 

Paso a responder a tu carta paso a paso.

 

Turismo masivo  El concepto es ambiguo y muy relativo. Un hablante puede llamar masivo a un fenómeno que para otro no lo es. En el pasado podía no manifestarse esta realidad si el fenómeno en cuestión era menos “masivo” que en la actualidad desde la que se habla. En el siglo XIX y en la primera mitad del XX había empresas orientadas a la gente adinerada, pero su misma existencia es un indicador de que en esos años la demanda era ya significativa. Se ha llegado a decir que el turismo es masivo o no es y que por eso solo puede hablarse de turismo a partir de la segunda mitad del siglo XX. En este planteamiento se confunde lo cuantitativo con lo cualitativo. En este mes de octubre la prensa ha hablado mucho de los comienzos del turismo espacial porque la nave SpaceShipOne ha logrado hacer dos vuelos tripulados a más de 100 Km. de distancia de la Tierra. Evidentemente, todavía no hay masificación en este mercado incipiente. ¿Tampoco hay turismo por esta razón? Sería más correcto decir que ya hay turismo espacial porque hay demanda para estos vuelos por escasa que sea. Pero lo cierto es que hay ya empresas dispuestas a ofrecer este turismo. El precio es alto, pero seguro que en algún tiempo descenderá, entre otras cosas porque disminuirán los costes totales, pero sobre todo los costes por pasajero, cuando haya más demanda y se puedan dividir entre más pasajeros esos costes totales. ¿No te parece que estamos ante una realidad que podemos observar paso a paso y que puede ofrecernos la posibilidad de imaginar lo que aconteció cuando hace miles de años la gente empezó a hacer turismo (viajes de ida y vuelta) terrestre, cuando eran tan pocos los que lo hacían como ahora los que pueden hacer turismo espacial? La única diferencia entre ambos comienzos es que el turismo terrestre empezó cuando no había ni sombra de servicios facilitadores mientras que el incipiente turismo espacial cuenta ya no solo con tecnología punta en materia de facilitación sino que existen empresas turoperadoras altamente tecnificadas que empezarán pronto a ofrecer en el mercado programas de viajes al espacio que siempre serán turísticos porque no se conciben sin regreso.

 

El turismo es una actividad humana. Insistes una y otra vez en esta expresión, comprensible porque es muy utilizada en la literatura especializada. Sin embargo, poco se dice cuando se dice actividad humana porque actividades humanas son tantas que hay que especificar de qué actividad humana hablamos. Las actividades deportivas son humanas, como lo son las delictivas, por ejemplo, a las que cito porque eres jurista. Decir que el turismo es una actividad humana es decir muy poco porque el consumo es una actividad humana como lo es la producción, por poner ahora dos ejemplos que vienen al caso porque convencionalmente se habla del turismo como de la actividad que realizan los que hacen viajes por motivos de placer, pero no se le dice turismo a la actividad productiva que llevan a cabo las empresas turísticas, porque son tantas que producen lo mismo que las empresas que no son turísticas. Se prefiere hablar de promoción y de comercialización del turismo, no de producción de turismo, porque no sabemos identificar en qué consiste.

 

Diferencia entre los viajes turísticos y los no turísticos Por tu apego al enfoque de demanda llamas turísticos a los viajes que se hacen por motivos turísticos. Caes en esta sempiterna tautología incluso en tu última carta. Hay que evitarlo. Creo haber insistido en los textos críticos que te he enviado en que el enfoque de oferta SI concede atención a lo que llamáis los expertos motivaciones y yo prefiero referirme a necesidades. Cualquiera que sea la palabra, los viajes se diferencian unos de otros en función del motivo por el que se hacen o por la satisfacción de la necesidad que impele a hacer el viaje. Es en efecto una distinción que establece y fija el mismo viajero, con lo que se demuestra que mi diagnóstico de la teoría del turismo convencional es certero: se estudia desde la demanda o desde el consumidor. Ya te dije en otra ocasión que para mí el interés que tiene el estudio de las motivaciones  de los turistas es el que la economía concede al estudio de los gustos o necesidades de los consumidores. Sin identificación de la demanda no hay posibilidad de aplicar el análisis económico. Sin conocer los gustos de los consumidores no es posible dedicarse a la producción.

 

La cuestión radica en el sentido del adjetivo turístico. Para los expertos, como digo, hace alusión a una serie de motivos cuyo común denominador es lo placentero, pero, a la postre, lo placentero se ha abierto tanto que al final hasta los expertos han tenido que aceptar que prácticamente todos los motivos son o pueden ser “turísticos” (Krapf no descartaba como objeto del turismo a los turistas que llamó “anfibios”, los que viajan por motivos turísticos (placenteros) y no turísticos (de negocios) Hoy nadie parece molestarse por incluir en el campo de estudio del turismo los viajes de salud, los religiosos, los de trabajo, etc. etc.

 

El método de distinción de los viajes utilizando las motivaciones no es convincente por lo que acabo de decir. Si todos los viajes son al final incluidos en el campo del turismo es porque no sirve el criterio de los motivos. Aceptemos, pues, el sentido etimológico  de TOUR (viaje circular o de ida y vuelta) y digamos lo mismo que dicen los ortodoxos: que todos los viajes interesan al turismo siempre, claro está, que sean circulares. Los únicos viajes que no son “turísticos” son los viajes lineales o sin retorno. Los que sí tienen retorno pueden ser distinguidos unos de otros en función de los motivos, todos los imaginables. Desde la producción (organización o planificación) todos los viajes circulares son similares. Se diferencian no obstante en los motivos, si lo vemos desde la demanda, o en los servicios incentivadores, si lo vemos desde la oferta. Pero la tecnología de producción es la misma en ambos casos.

 

Creo que con esto basta por hoy. Comprendo tu reticencia a cambiar de enfoque porque no es fácil conseguirlo, aunque no imposible. Como comprendo también que puedes sentir algo de incomodidad y hasta rechazo frente a un enfoque que puedes ver como un cambio peligroso para quien ejerce como profesor en una Escuela de Turismo. Sin embargo, si recapacitas, el cambio que supone ver el turismo desde la oferta no solo no es peligroso sino que puede ser enriquecedor para quien tiene inquietudes científicas como es tu caso. Tu misma tarea como enseñante puede verse beneficiada si eres capaz de transmitir que las propuestas de la teoría convencional de demanda quedan integradas en las propuestas de la teoría alternativa o de oferta. Todo el contenido que propone la teoría convencional es perfectamente aprovechable al cambiar de enfoque agregando una función olvidada, la función de producción, y entendiendo esta como la actividad que consiste en ensamblar servicios incentivadores (lo que llamáis oferta complementaria) y servicios facilitadores (lo que llamáis oferta básica) para ofrecer en el mercado (turístico) verdaderos programas de visita (no simples paquetes) tan completos e contenido como permita el mercado.

 

Todo el confuso contenido del turismo queda así ordenado de un modo mucho más racional, sistematizado, manejable y claro. Al menos, eso creo yo mientras no se me demuestre lo contrario.

 

Sin embargo recomiendo que el enfoque alternativo no se emplee hasta que no se logren dominar las consecuencias analíticas que se desprenden de su aplicación. Mi consejo es que no se utilice hasta que no se haya conseguido un verdadero dominio del mismo porque algunos de mis lectores se han sentido fascinados por él sin comprenderlo más que muy superficialmente y lo mezclan con el convencional para emitir opiniones extrañas e insostenibles.

 

EHA:

 

He leído los textos que me enviaste y te felicito por ellos. Están bien escritos y son muy ilustrativos. En cuanto al título del "vencimiento del espacio" reconozco que va en contra de mis convicciones, así que daré por arrancada alguna de mis muelas. Todo sea por la ciencia.

 

  Bromas aparte, estoy contigo en que estamos tan asentados en nuestras posturas que veo difícil que consigamos movernos de ellas. Acepto el reto de intentar buscar los puntos débiles del otro, aunque creo que ya hemos apuntado algo sobre eso.

 

  De acuerdo en que el término "turismo de masas" es relativo y que depende del punto de vista que se adopte. No obstante me parece adecuado hacer referencia a que los estudios iniciales más serios son del periodo de entreguerras, lo cual, ya de por sí es significativo. La aviación comercial es de aquella época (incluso creo recordar que la primera ruta aérea regular española es de 1919 entre Sevilla y Larache, y que las primeras compañías - Classa, Ceta, Uae, Lape y la primitiva Iberia- son igualmente de aquellos años). Thos. Cook (tú lo recuerdas muy bien en el texto) comienza a vender billetes aéreos por aquel entonces (por cierto que además de tu texto, que es excelente, suelo utilizar otro que he encontrado en la página web www.errolelliot.com/hotholidays.htm). (EHA se refiere al texto de la biografía de Cook que le remití extraída de mi libro “El turismo explicado con claridad”)

 

  En lo relativo al ferrocarril, es verdad que la segunda mitad del siglo XIX son los años de su enorme expansión (yo la suelo comparar con internet). El tren fue muy democrático desde sus orígenes y lo utilizaron gentes de toda clase y condición, pero es lo cierto que sólo una pequeña parte de esa clientela estaba formada por clases altas y que al resto no le cuadraba nada bien el adjetivo de "turístico".

 

  Pero ya que hablabas del vencimiento del espacio, quiero hacerte ver que incluso esta definición es bastante imprecisa y que ni siquiera con ella podríamos acercarnos al estudio más o menos completo del turismo. En efecto, Glücksmann, habla de la residencia. ¿Incluye esto el lugar en donde uno trabaja? ¿La residencia es el municipio, la comarca, la provincia o qué otra referencia? ¿Es necesario cubrir una distancia mínima entre el origen y el destino? ¿Qué ocurre con el viaje de regreso? Como verás, amigo Francisco, el economista berlinés no consiguió tampoco con ello dar respuesta a estos interrogantes. Pero Glücksmann, más adelante, cambió radicalmente de postura y entendió que el turismo "es la suma de las relaciones existentes entre las personas que se encuentras pasajeramente en un lugar de estancia y los naturales de ese lugar." ( la traducción es de Fernández Fúster). Adoptó un criterio puramente sociológico que en mi opinión es igualmente insuficiente, por razones obvias.

 

  Me has recordado la insuficiencia de la expresión "actividad humana" referida al turismo. La empleo a menudo intencionadamente para dar a entender que no se trata tan sólo de la industria de los viajes, sino de un comportamiento singular del individuo. Además, ¿por qué debería adjetivarla? No es buena ni mala en sí misma: tiene efectos beneficiosos y otros verdaderamente nocivos (aculturación, agresiones al medio ambiente, saturación, inflación). Según mi criterio no se trata sólo de un comportamiento económico, sino sociológico, psicológico y hasta físico.

 

  Tu postura acerca del estudio del turismo desde la óptica de la oferta intento rebatirla desde las líneas que siguen. Y te concedo que en todo ello no puedo obviar posiciones economicistas, de las que no reniego sino que las tomo como punto de apoyo para otras muchas cosas.

 

  Supongamos a dos personas que van a desplazarse desde Barcelona a Madrid. La primera desea visitar el Museo del Prado y conocer el Madrid de los Austria. La segunda se desplaza para ser sometido a un análisis médico en un Hospital de renombre. Ambos utilizan el puente aéreo, se alojan en el mismo hotel, emplean el taxi en sus desplazamientos y gastan exactamente la misma cantidad de dinero. Más aún, los dos acudieron a la misma Agencia de Viajes para hacer su reserva de hotel.

 

  Cuando les pregunte a mis alumnos en el primer día de clase cuál de los dos viajes les parece turístico tengo la plena seguridad de que contestarán que el primero, sin duda alguna. Esta respuesta obedece a una idea vulgar de la noción de turismo como actividad placentera y no obligada que todos tenemos. En el diccionario de la RAE es ésta precisamente la acepción que se utiliza: afición a viajar por gusto de recorrer un país. Como segunda acepción utiliza una que supongo  te gustará más: Organización de los medios conducentes a facilitar estos viajes (19ª edición, 1970).

 

  Dejo de lado por ahora esta segunda acepción y me centro en la primera. Viajar por gusto o por placer, recreo o diversión han sido siempre expresiones sinónimas de la que nos ocupa. Y esta noción vulgar creo que coincide, muy aproximadamente, con la científica. No concibo, como te he expuesto repetidamente, ningún desplazamiento turístico en el que la finalidad no sea alguna de las expuestas y, por tanto, existen al menos dos tipos de desplazamientos de ida y regreso: los que se ajustan a esos fines y los que no. Yo llamo a los primeros "turísticos" y siguiendo el razonamiento cuando me piden una definición de ellos necesariamente tengo que emplear las frases "por gusto", "por placer" o, al menos indicar  cuál es la razón que les impulsa a viajar. Por ello en el concepto hago siempre referencia a las motivaciones.

 

  Pero podemos utilizar criterios puramente históricos. Tú mismo me recordabas que los términos "turismo" y "turista" se generalizan con el consabido Gran Tour, como viaje de ida y vuelta, tomado del francés y éste del latín. Fernández Fúster lo llama en algún texto "viaje del caballero". Ese viaje original, de muy larga duración tenía una finalidad concreta, lo impulsaba un motivo y sólo uno: que el joven noble o caballero adquiriese en el "continente" la experiencia personal que Oxford, Cambridge o Eton no podían darle. En el fondo, pues, se trataba de conocer pueblos, gentes, culturas y monumentos, aprender idiomas y, por resumir, hacerse hombre y adquirir cultura. Observa que todas estas razones que argüían los ricos ingleses para hacer viajar a sus hijos las admitiríamos hoy sin problemas entre las motivaciones que hemos dado en llamar turísticas. Así pues, también la historia de la palabra nos lleva a en mi opinión a una conclusión parecida.

 

  En el caso español, la expresión se utilizaba ya en el lenguaje coloquial  muy a finales del XIX y su uso se generaliza en los primeros años del XX (he consultado la enciclopedia de Luis P. de Ramón de 1889 y aún no aparece). Creo recordar que la Academia lo incorpora al diccionario en la edición de 1927. Pero desde un origen también aquí el sentido que tenía era el mismo: gentes que se desplazaban por el gusto de recorrer un país (y que además tenían el dinero suficiente para hacerlo). Con anterioridad se empleaban con más frecuencia los términos forastero o extranjero. Todavía  el Decreto de creación de la Comisión Nacional en 1905 creo que no utiliza la expresión "turista" en todo el texto.

 

  Insisto una vez más en que el problema de la óptica oferta/demanda sólo me interesa en tanto en cuanto tiene incidencia en la idea que podamos tener del turismo. Si adoptamos esa misma visión para observar esta actividad desde cualquier otra ciencia, el resultado no es satisfactorio, pues todos los caminos nos llevarán ineludiblemente a la razón por la cuál se viaja. Es posible que desde tu campo sea perfectamente satisfactorio acudir a otro criterio. En realidad no poseo los conocimientos económicos suficientes para contradecirte, pero reconoce que tu tesis no puede llevarse más allá sin tropezar con esta cuestión.

 

  Quisiera ahora comentarte la segunda acepción de la RAE: Organización conducente a facilitar estos viajes [turísticos]. Aunque aquí a mi juicio también existe una óptica de demanda (los viajes turísticos), quiero llevar el tema a la producción del turismo. Siguiendo la idea que podemos llamar clásica del turismo, no cabe llamar de este modo a ninguna empresa o servicio a priori, pues un turista consume cualquier bien o servicio, como un consumidor común. Pero a esta afirmación cabe hacer varias puntualizaciones:

 

a) La mayoría de las empresas del sector nacieron como respuesta a necesidades de los que viajaban por gusto o por placer. En contra de lo argumentado por Arrillaga, los hoteles, las agencias de viaje, las empresas de intercambio vacacional, los cruceros, los vuelos charter, los sistemas informáticos de reservas (GDS, CRS), los animadores, los apartamentos turísticos y otras muchas, tienen su origen en la demanda de estas personas.

 

b) Otro tipo de empresas que hoy llamamos turísticas, tales como cafeterías, restaurantes, discotecas, salas de fiesta y similares tienen en España  una larga tradición (desde los 50) que las incluye en este grupo. Aquí he de reconocer que se tropieza con el hecho de que los consumidores habituales de estos servicios pueden ser indistintamente turistas o no. Quizá la tradición legislativa provenga del hecho de que tales establecimientos tenían y tienen un uso turístico evidente en determinados núcleos receptores (léase las incipientes urbanizaciones costeras de los 50), amén de que el turista necesita obviamente comer.

 

c) Además es obvio que existen productos o servicios pensados o fabricados en exclusiva para estas personas. Piensa en el viaje combinado, el bono de agencia, la Circular Note de Cook, las guías (manuales) de viaje, las oficinas de información y tantos otros.

 

d) Los transportes aparecen siempre en cualquier manual de turismo. Cierto que ellos solos formarían un sector por méritos propios, pero convendrás conmigo que no puede existir el turismo sin el transporte y que muchas de las empresas que se dedican a esta última actividad tienen su razón de ser, precisamente, en la actividad de quienes se desplazan por placer.

 

Es verdad que aún con estas salvedades, no tiene sentido (al menos científico) hablar del sector turístico. Pero también es cierto que el turisperito (por usar una palabra de tu gusto) se verá inmediatamente atraído por el estudio de estas empresas y servicios antes que por otras. Se me ocurre, además, que muchos servicios o empresas están a caballo entre dos o más sectores de producción. Estoy pensando en una industria dedicada a fabricar abonos químicos. Seguro que deberíamos mencionarla si tratamos del sector agrícola, pero no deberíamos olvidarla tampoco si de lo que hablamos es de la industria química. Quiero decir que quizá el argumento de la imprecisión en la determinación de los servicios turísticos no sea un problema tan grave como tú haces ver.

 

Deseo volver a la segunda acepción del Diccionario: organización conducente a facilitar esos viajes (turísticos). ¿Sería descabellado pensar que el sector turístico es precisamente el formado por las empresas que facilitan esos viajes? Si un viaje "de placer" es a menudo fabricado por un Tour Operador, vendido muchas veces a través de una Agencia y suele incluir transporte, alojamiento, manutención y guías, no me parece que el estudio de esas empresas y algunas otras que frecuentemente intervienen sea una frontera muy artificial entre el sector turístico y los demás. Aunque sólo sea utilizando un criterio estadístico, es obvio que éstas empresas son las que deben atraer nuestra atención.

 

En fin, Francisco, mis excusas por la tardanza en contestar. Un abrazo de tu buen amigo.

 

FME:

 

Como tengo todo el tiempo libre, paso a comentar la amable carta que acabo de recibir punto por punto.

 

1. Vencimiento del obstáculo de la distancia. Ya veo que sigue sin gustarte. Debo decirte que no es que a mí me guste como definición del turismo. Tan solo que, si salvamos el rechazo a la poco frecuentemente usada palabra vencimiento, es evidente que hace alusión a dos ideas básicas: la satisfacción de una necesidad, deseo o capricho y el desplazamiento hacia el lugar en el que se busca la satisfacción. La distancia que existe entre el lugar de residencia del sujeto y el lugar en el que tendrá lugar la satisfacción que busca es un obstáculo que hay que salvar (vencer). Para ello, el sujeto cuenta con diferentes herramientas, desde sus propias extremidades de locomoción (salvar o vencer la distancia caminando) hasta el abigarrado conjunto de servicios facilitadores que el progreso de la técnica pone hoy a su servicio (vías, puentes, transportes, hospitalidad, guías, protección, bancos, seguros, información….) A ese conjunto de medios o herramientas le llamo elementos o servicios facilitadores. Todos ellos están al servicio de todo aquel que se proponga salvar (vencer) el obstáculo de la distancia que dificulta la satisfacción de la necesidad o el deseo que siente, sea del tipo que sea, vital o caprichosa, impuesta o asumida, religiosa o laica, formativa o recreativa.

 

Pero no nos engañemos. Glücksmann ya había abandonado el enfoque que desde el último tercio del siglo XIX se venía aplicando al estudio de lo que hoy llamamos turismo y que entonces era conocido como Fremdenindustrie o industria de los forasteros (en definición de Von Scullern, la que se orienta a la obtención de beneficios atendiendo al tránsito de forasteros) para aproximarse a su estudio desde el comportamiento del sujeto que se desplaza. Decir del turismo que es un vencimiento del espacio realizado por individuos que acceden a una localidad en la que no tienen su residencia (1930) supone poner el énfasis del estudio en la actividad del turista consumidor (el que salva o vence el espacio o distancia) y no en la actividad de la industria o del productor (el que pone los medios para facilitarlo). De ahí a llevar el enfoque hasta sus últimas consecuencias hay muy poco que cambiar y así lo hizo el fundador y director del Instituto de Investigaciones del Turismo de la Escuela Superior de Comercio de Berlín en “Fremdenverkehrkunde”, la obra que publicó en 1935. En ella dice que podemos definir el turismo como o el conjunto de las relaciones que tienen lugar en una localidad entre quienes no siendo residentes se encuentran pasajeramente en ella y los residentes. Como puede observarse, la nueva definición propuesta por Glücksmann no hace referencia al tipo de necesidades o motivaciones que generan la estancia de los no residentes o forasteros. Glüksmann estaba aceptando el significado amplio de turismo que había propuesto W. Morgenroth en 1927 referido a cualquier tipo de viaje, frente al significado estricto, el referido solo a los desplazamientos para satisfacer cualquier tipo de necesidad o para consumir bienes económicos o culturales (traducción de Gómez, 1988). La traducción no es clara pero el intento de distinguir dos acepciones de turismo, una amplia, que incluye cualquier motivación del viaje, y otra estricta, viajes por motivaciones culturales (las que entonces eran consideradas turísticas) resulta evidente.

 

Por consiguiente, sí, es cierto que Glüksmann abandonó en 1935 su definición de 1930 pero también lo es que optó por la versión amplia, la que no tiene en cuenta las motivaciones de los viajes, lo que equivale a incluirlas todas, no solo las placenteras.

 

Dices también en tu carta que la expresión vencimiento del espacio es imprecisa para pasar inmediatamente a plantear una serie de cuestiones sobre la residencia y la distancia mínima. La cuestión de la residencia fue tratada casi obsesivamente por Hermann von Schullern zu Scrattenhofen en fecha tan temprana como 1911 y tuvo que reconocer con ejemplar modestia que no logró darle una solución correcta. Ha habido que esperar como sabes a la Conferencia de Ottawa de 1991 para que dispongamos de una respuesta bastante convincente sobre esta cuestión por medio del concepto de entorno habitual, una solución que incluye de paso la solución al problema de la distancia. De todas formas, es evidente que se  trata de problemas planteados por el mismo enfoque de demanda, entre los que se encuentran no solo las motivaciones y la distancia sino también el de la duración de la estancia. Ninguno de los tres se plantea si aplicamos el enfoque de oferta al estudio del turismo.

 

Preguntas en este punto qué es lo que pasa con el viaje de regreso. Pues bien, está claro que los turisperitos que aplican el enfoque de demanda no lo estudian porque ellos se limitan a estudiar el comportamiento del turista en el llamado destino. Precísamente por no tener en cuenta el comportamiento del turista en el lugar llamado de origen, no estudian las actividades que realizan antes de salir del entorno habitual (entre otras, la elaboración del plan de desplazamiento de ida y vuelta o programa de visita y una serie de compras en dicho entorno) ni las que realizan encaminadas a abandonar el llamado destino. El enfoque de oferta sí las contempla.

 

2. Lo masivo. Al tratar este punto aclaras que entre los usuarios del ferrocarril solo una pequeña parte eran “turistas”. Es obvio que sigues aferrado al significado estricto y lingüístico del término. Ya expuse en otra ocasión que las motivaciones sirven para clasificar a los demandantes, y que cada clase define un segmento del mercado.

 

3. Actividad humana. Insistes en que no es necesario calificar de qué tipo es la actividad humana a la que se refieren los turisperitos en sus textos. Transcribo tu frase:

 

Me has recordado la insuficiencia de la expresión "actividad humana" referida al turismo. La empleo a menudo intencionadamente para dar a entender que no se trata tan sólo de la industria de los viajes, sino de un comportamiento singular del individuo. Además, ¿por qué debería adjetivarla? No es buena ni mala en sí misma: tiene efectos beneficiosos y otros verdaderamente nocivos (aculturación, agresiones al medio ambiente, saturación, inflación). Según mi criterio no se trata sólo de un comportamiento económico, sino sociológico, psicológico y hasta físico”.

 

Si lo hago es para hacerte esta pregunta teniéndola bien presente: Si, como dices, tú la empleas para dar a entender que no se trata solo de la industria sino de un comportamiento singular del individuo, ¿es que industria no es lo mismo que actividad productiva y que comportamiento singular del individuo no es, entre otras cosas, lo mismo que actividad consuntiva? Es cierto que de esa actividad consuntiva se derivan efectos tales como los de aculturación (no solo de los residentes, también de los visitantes, ¡ojo!, porque estos últimos se olvidan porque no se hacen verdaderos estudios sociológicos del turismo a pesar de que el enfoque convencional sea de esa naturaleza), las agresiones al medio (también agrede al medio el residente, lo que también se olvida en los estudios convencionales), la saturación (que no es otra cosa que el efecto de un consumo masivo de espacio), la inflación (que es una consecuencia sobre los precios de los aumentos de la demanda que los visitantes realizan en el llamado destino)

 

La aculturación no la estudia la economía. Tampoco la agresión al medio, ni la saturación, pero sí la inflación. Para estudiar esos efectos están las demás ciencias, tanto las sociales como las físicas. Pero todos los efectos que citas son consecuencia de una actividad de consumo masivo. Lo que no entiendo es que el estudio de esos efectos se tenga que llevar a cabo por la disciplina del turismo. Es esa desmedida pretensión abarcadora la que lleva a considerarla como una materia multidisciplinar. ¿Es que todo eso tiene que ser estudiado por la disciplina del turismo? ¿No es más sensato dejar el estudio de todas esas materias a las ciencias que son competentes en hacerlo y conformarse con que la disciplina del turismo se estudie como la actividad consuntiva (el consumo de programas de visita) que da lugar a una actividad productiva (la elaboración de programas de visita), o a la inversa? ¿No queda todo mejor sistematizado para así poder acometer el estudio y la investigación de un modo eficiente tanto en la vertiente consuntiva como en la productiva? ¿No quedan así perfectamente identificados tanto el consumidor (demanda) como el productor (oferta) y la institución del mercado, en la que, al enfrentarse uno al otro, se fija el precio del producto en cuestión?

 

4. Intentando rebatir la postura de oferta. Dices en tu carta que intentas rebatir mi postura de oferta con desde las líneas que siguen:

 

a) Dos personas viajan de Barcelona a Madrid, una para visitar el Museo del Prado y otra para recibir tratamiento en un Hospital. Los dos consumen lo mismo, pero el primero es un turista y el segundo un viajero. Pones un ejemplo parecido al que utilizó Hunziker en 1942. Es evidente que si le preguntas a una persona cualquiera te dirá quien es el turista y quien no. Los hablantes tienen la seguridad que les da el lenguaje, pero eso no quiere decir que los científicos deban a hacer lo mismo. Más acertado estuvo Paul Ossipov en 1952 con el ejemplo del viajante de perfumes que Krapf fulminó en 1954 aplicando todo el peso de su autoridad académica en defensa del concepto popular. Sessa dio la razón al primero algunos años más tarde. El razonamiento lo puedes encontrar en mi tesis, que dices haber leído. Curiosamente, Hunziker y Krapf incluyen a los sanatorios entre las empresas turísticas en su obra tenida por seminal y en la que bebe la ortodoxia.

 

b) Acepciones del DRAE. La primera es la acepción lingüística, la de los hablantes. En ella late el enfoque de demanda como es evidente. La segunda es la que aportaron los turisperitos al aceptar el significado lingüístico y que los lingüistas incluyeron en sus diccionarios. Los turisperitos van más allá de ese significado que se refiere a la demanda, para llegar, precísamente, a una oferta identificada en función de quien sea el demandante. El problema es que con este método no puede identificar nada ya que todo es de doble uso, turístico y noturístico.

 

c) El Grand Tour. Dices que se hacía para conocer pueblos, gentes, culturas y monumentos, aprender idiomas y, por resumir, hacerse hombres y adquirir cultura. ¿De verdad que crees que la realidad de estos viajes pueden usarse, como hacen los turisperitos, para aportar el precedente de lo que se llama convencionalmente viajes turísticos, los que se insiste en que se hacen por gusto, placer o curiosidad? El estudio de las culturas del Antiguo Régimen ponen de manifiesto que la clase ociosa era la única que viajaba, pero lo hacía en cumplimiento de su estatuto de clase, es decir, en cumplimiento de una obligación perfectamente establecida, hasta el punto de que no cumplirla podía verse como una actitud desprestigiante, similar a la de quien perteneciendo a la clase del pueblo se negara a trabajar. Los motivos por los que hacían grandes y prolongados viajes por el Continente los hijos de los aristócratas ingleses no pueden ser incluidos entre los primeros que se dieron en llamar turísticos en sentido estricto (los placenteros) porque nunca fueron viajes autónomos sino heterónomos.

 

d) Las empresas del sector. Según tu postura, las llamadas empresas turísticas “nacieron como respuesta a las necesidades de los que viajan por gusto o placer, tienen su origen en la demanda de estas personas”. Como los expertos llamáis empresas turísticas a tantas empresas diferentes, lo que dices es cierto y erróneo al mismo tiempo. Depende. Si hablamos de lo que yo llamo servicios facilitadores, es erróneo. Lo que ocurre es que, cuando la demanda de viajes por gusto empezó a ser significativa tuvo lugar una progresiva especialización. Es lo que ha sucedido con los hoteles y con los barcos. Al principio cualquier hotel servía pero ahora depende del tipo de cliente al que se oriente y por eso se habla de “hoteles turísticos”. Hoy hay hoteles de negocio, de convenciones, de balnearios, de playa, de…. En lo que se refiere a los servicios incentivadores, como ya he dicho en anteriores cartas, los que se orientan al segmento de la demanda motivada por el recreo y la diversión, evidentemente surgieron como respuesta a esa demanda. Pero otros, como los museos, existen al margen de esta demanda aunque el aumento de esta ha generado, sin duda, su proliferación.

 

e) Dices que “hay otras empresas que hoy llamamos turísticas”. Te refieres a las cafeterías, restaurantes, discotecas, salas de fiesta y similares. De estas dices que tienen clientes que no son turistas (¿las del punto anterior no?), lo que puede venir, dices, de lo que llamas “la tradición legislativa porque tienen uso turístico en determinados núcleos receptores”. Y añades como evidencia de peso: “amén de que el turista necesita obviamente comer” ¿Por qué no aplicas el mismo argumento a los productos (bienes o servicios) de todas las empresas que llamáis turísticas los expertos? Si lo hicieras tocarías fondo y te convencerías de la falta de identificación de la oferta turística debida al enfoque vulgar, sociológico, lingüístico o de demanda.

 

f) Existen productos fabricados en exclusiva para los turistas. Entre estos, citas los viajes combinados, los bonos de agencia, la Circular Note de Cook, las guías de viaje, las oficinas de información y tantos otros. Bueno, pues ni siquiera estos son exclusivos para los turistas como crees. ¿Es que los viajeros de negocios no usan las oficinas de información turísticas del lugar que visitan? ¿Es que los asistentes a un congreso no consumen viajes combinados contratados por los organizadores del congreso? ¿Es que un peregrino que va a Santiago por devoción no lleva consigo una guía aunque sea turística? Observa mejor la realidad. Y considera también lo que Krapf llamó turista anfibio o mixto, el viajero de negocios que visita una catedral haciendo de paso “un poco de turismo”.

 

g) Los transportes aparecen siempre en cualquier manual de turismo. Sí, en efecto, los manuales de turismo, hasta los más superficiales, hacen referencia a los transportes. Es habitual incluirlos en lo que se ha dado en llamar oferta turística básica para dar cabida a la complementaria, la que hace poco fue incluida a pesar de que es la que por generar la decisión de viajar debería ser considerada por los turisperitos como la oferta fundamental. Pero también es cierto que el espacio concedido al estudio del transporte es despreciable comparado con el que se le dedica a los hoteles. ¿Sabes por qué? Porque los turisperitos huyen como de la peste de tratar algo que tiene expertos específicos, los expertos en medios de transporte. Ellos prefieren ir de expertos en hoteles y llamarse expertos en turismo contra toda evidencia.

 

h) No tiene sentido científico hablar de sector turístico. Me parece una afirmación muy radical en quien, como tú, es miembro ilustre de la comunidad de los autollamados expertos científicos en turismo. Para sostenerla te refieres a que “hay muchos servicios que están a caballo entre dos o más sectores”. Como ejemplo pones las fábricas de abonos, que interesan tanto a la agricultura como a la industria química. Además de que el ejemplo que pones no es el adecuado porque una fábrica de abonos solo pertenece a la industria química por mucho que lo que produce, el abono, sea consumido por la agricultura, debes ser cuidadoso con esta cuestión. El tratamiento que le das pone de manifiesto que no solo que hablas desde fuera de la economía sino que, si bien es verdad que no se puedenobviar posiciones economicistas, de las que no reniego”, no las podrás tomar como punto de apoyo mientras no las domines. Me explico: aunque las clasificaciones de las empresas productoras responden en parte a la convención, se atienen por regla general a criterios de oferta (homogeneidad en el output final y similitud en la tecnología) Los productos se clasifican siempre en el grupo o sector en el que se incluyen las empresas que los producen. Otra cuestión es a qué sector pertenecen los productos según los consumidores porque pueden ser todos, muchos, bastantes, pocos o solo uno. Jamás se clasifica un producto, como se desprende de tu afirmación, en los sectores consumidores porque la interdependencia que existe en economía no lo permite. Pero, además, jamás se clasificaría atendiendo a la vez al sector consumidor (agricultura en el caso del abono) y al sector productor (la industria química en el mismo caso)

 

i) Sector turístico, el formado por las empresas que facilitan los viajes turísticos. Usas aquí la palabra facilitar de un modo que presumo muy amplio porque no puedo creer que un turisperito como tú olvide los parques temáticos, los museos o los parques naturales. Tampoco creo que olvides a los turoperadores y agencias minoristas de viajes. Facilitar es hacer posible o hacer más cómodo. Y, si bien este es el papel que cumplen las empresas auxiliares del turismo que llamo facilitadoras, no es el que cumplen otras igualmente auxiliares del turismo, las incentivadoras. Como tampoco es el que cumplen las empresas productoras (las que producen programas de visita ensamblando servicios incentivadores y facilitadores) o las empresas intermediarias o comercializadoras, brokers, mayoristas y minoristas. Todas ellas deben atraer nuestra atención como tú dices, pero esto no debe llevarnos a meterlas en el mismo saco, so pena de construir un corpus de conocimiento poco analítico y, por ende, poco eficaz.

     

Cada vez estoy más convencido de los desastrosos efectos que causa a efectos analíticos la generalización hasta el abuso de la voz turista y de sus derivados (turismo y turístico). Genera entre los turisperitos peligrosos bucles de pensamiento en los que parecen tan engolfados que se resisten a salir de ellos. Pues si lo quieren y les gusta, por mí que no quede. Incluido tú si ese es tu gusto y respetas tus acendradas convicciones.

 

Sería altamente conveniente que aplicaras para discutir mis argumentos un método parecido al que utilizo yo para discutir los tuyos. Como no los haces, tengo la impresión de que no has leído (o que has olvidado) lo que vengo exponiendo en mis cartas de la forma más puntual, detallada y sistemática que me es posible a pesar de que los escribo a vuela pluma. Siempre me llamó la atención que los turisperitos estudien el mercado turístico. La verdad es que no logro saber a qué mercado turístico se refieren, habida cuenta de la pléyade (o en su caso solo 177 según la CIUAT) de productos turísticos existentes, contando tanto los microproductos como los macroproductos si utilizo la terminología de Alberto Sessa.

 

Creo que lo que acabo de decir podría ser el tema de nuestra próxima discusión o debate. Está claro que yo no te voy a sacar de tus convicciones (seguramente por mi torpeza expositiva) y que tú no vas a convencerme de que adopte las convencionales. Como sabes, llevo desde 1987 estudiando la literatura que se escribe sobre el turismo con estos fines principales:

 

  • Comprenderla
  • Formularla de un modo esquemático
  • Diagnosticar sus incoherencias internas
  • Evidenciar sus anomalías a efectos del análisis microeconómico
  • Evitar las anomalías de forma que sea posible aplicar dicho método para optimizar su eficacia como actividad productiva generadora de riqueza.

 

Esperando que sigamos con nuestros laicos rezos te envía un cordial y afectuoso saludo

 

 

El coloquio parece que puede darse por clausurado en este punto. Aun es tiempo para que EHA intervenga, ahora aprovechando su publicación. Si lo hace, bienvenido a la continuación de este debate por ahora interrumpido. Por su sin duda brusco e inesperado silencio ignoro si aun sigue manteniendo interés por el coloquio y, como decía en una de sus cartas, por que nos conozcamos personalmente. No quisiera tener que pensar que también EHA está convencido, como lo está la comunidad de turisperitos, que a FME no hay que hacerle caso. Allá ellos con sus exclusiones. Yo sí les hago caso a ellos. Utilizando una fea expresión que mucho se usa hoy, en aras del conocimiento científico en economía del turismo, asumo mi condición de molesta mosca coj. de los economistas que  estudian el turismo “diz que desde la economía”. Con internet puedo ser más molesto que antes de internet. Gracias sean dadas a internet, concretamente a esta web.

 

Oviedo, 26 de noviembre, 2004