Nuevas propuestas teóricas sobre el cambio técnico
Ante
la existencia de un comercio mundial cada vez más intenso, las diferencias
tecnológicas entre los países y entre las empresas, y la presencia de los
procesos de liberalización comercial hacen que la teoría convencional del
comercio internacional comience a reconocer la presencia de fuerzas
perturbadoras y desequilibrios significativos e incorpora en sus análisis, por
ejemplo, el papel de la inversión extranjera directa, la tecnología, estructura
industrial, la política industrial, tecnológica y comercial de los países
participantes del comercio. Fajnzylber (1991), Borja (1993), Unger y Saldaña
(1994), Lefebvre, (1993), CEPAL, 1992).
Al
respecto, el pensamiento estructuralista contemporáneo, en una perspectiva
de mediano y largo plazo, la competitividad consiste en la capacidad que
tiene un país para sostener y expandir su participación en los mercados
internacionales, y elevar simultáneamente el nivel de vida de su población.
Situación que exige el incremento de la productividad, y por ende, la
incorporación del progreso técnico. En cuanto a las diferencias en la
inserción internacional obedecen en gran medida a factores de carácter
estructural y al uso que cada país hace de los instrumentos específicos de
política económica e industrial (Fajnzylber, 1988).
Para los estructuralistas la competitividad tiene dos
distintas acepciones:
Aquella que
hace abstracción de la sustentabilidad ambiental y del progreso técnico, es
la que denominan “competitividad espúrea”; se basa en recursos naturales
depredados y en salarios que caen. Se presenta en un marco de una caída del
gasto en investigación y desarrollo tecnológico, de la inversión y el
ingreso per capita. En tanto que la “competitividad auténtica” se basa en la
incorporación y difusión de progreso técnico y cautela en el aprovechamiento
de los recursos naturales, bajo un esquema de “sustentabilidad ambiental”
(CEPAL/ONUDI 1992:13).
En este sentido:
se vienen
intentando explicaciones que tomen en cuenta las diferencias en las
economías, en las estrategias económicas y en los sistemas políticos (...)
por ejemplo, se dice que la absorción de fluctuaciones externas transitorias
y especulativas, en actividades o sectores estratégicos, deben ser evaluados
permanentemente; se afirma que no siempre las fluctuaciones o cambios
externos deben ser absorbidos abruptamente por la economía nacional, es
decir, que la gradualidad debe ser una forma de comportamiento. La
absorción de impactos externos y la gradualidad en la apertura es
especialmente observable en los cambios tecnológicos que desplazan recursos
de difícil reubicación y lleva, como se observa en ocasiones, a
reconversiones industriales en sectores de países desarrollados. Solleiro,
et al. (1997: 23)
Parte de la discusión gira sobre los efectos que tiene en
la economía la creciente movilidad de capitales, para unos, es beneficiosa
siempre y cuando el país receptor desarrolle políticas de adecuación para
sus empresas exportadoras; para otros, el desarrollo tecnológico y las
alianzas estratégicas entre empresas seguirán siendo favorables sólo a las
empresas transnacionales, toda vez que la innovación tecnológica es generada
desde fuera de los países receptores.
En
general, se reconoce la existencia de ventajas surgidas de la
liberalización, en un contexto de competencia imperfecta, como por
ejemplo, el mayor acceso a un mercado de consumidores domésticos con
productos en los cuales el precio internacional es inferior al nacional;
acceso a una mayor variedad de diseños de los distintos productos y efectos
sobre la productividad, entre otros. Sin embargo, son ventajas que no se
logran en forma automática por lo que requiere que se armonice con la
políticas tecnológicas e industriales, es decir, que éstas no sean pasivas.
Las propuestas de esta nueva teoría no están asociadas a
la justificación del proteccionismo que en América Latina se ensayó en el
periodo de sustitución de importaciones, y que ahora todo mundo critica,
pero tampoco son un aval de las recomendaciones de la teoría convencional,
que propone políticas económicas pasivas, ni la política de neutralidad de
incentivos (Solleiro, 1997)
En tal sentido, se recomienda un cierto grado de
selectividad y de activismo, incluyendo protección a ciertos sectores y
subsidios a las exportaciones en otros; lo anterior debe permitir establecer
vínculos entre empresas y gobierno, para definir prioridades comerciales,
industriales y tecnológicas como bien lo ilustran los casos del sudeste
asiático (Ibid., citando a Amsden 1986, 1989 y Tsiang 1985).